06; Secreto
—Tu próxima competencia internacional será dentro de dos meses y tienes que irte entrenando para eso —le escuchaba hablar en el asiento junto a él, mientras su propio ser se mantenía ocupado observando el teléfono en lo que demoraban en llegar a su destino— Le diré a tu entrenador que comience a ejercitarte con mayor esmero, no puedo seguir permitiendo que dentro del equipo se entrene a los novatos...
—Pa, déjalo. No los trates como un tipo de basura —le interrumpió con molestia, observando por el vidrio polarizado del vehículo el paisaje a su exterior— De hecho, deberías darme unos días de descanso para-
—No vengas con cuentos —le interrumpió con un notable tono de indignación, suspiró resignado al saber notablemente que mencionar un descanso era sólo un chiste para su padre— eres un campeón en el atletismo, ya eres reconocido de forma internacional por Mobius y llegaste hasta ese punto por entrenar bastante. No permitiré que te comiences a acostumbrar a los...
Sonic asentía por inercia en lo que escuchaba que su padre hablaba, pero no prestaba atención a las palabras que le intentaba trasmitir. Observó a su exterior nuevamente notando cómo llegaba a aquel parque que estaba a sólo unas cuadras de la cafetería en donde se había encontrado con la eriza rosa en su primera función y sonrió aliviado de que por fin lograría librarse una vez más de su padre.
—Gracias por traerme —le dijo, con una sonrisa sin poder sostenerle la mirada, se alegraba que al menos su padre le ayudara a ahorrarse un par de pesos del metro— luego pasaré a la casa de Silver a dormir, prometo llegar temprano al entrenamiento de mañana —se adelantó en decir, en súplica de que no le negase sus planes de esa noche.
—Avísame cómo te va en la reunión —le contestó asintiendo, para finalizar por bajarse del coche y cerrar la puerta, despidiéndose con un vaivén de su mano.
Se arregló la melena en el espejo de su casillero, y se aseguró de que todo en su físico estuviera en orden, no quería ser un desastre frente al chico con quien se estaba juntando por una excusa que evidentemente ya no existía.
Se encargó de dejar los útiles que debería utilizar para el día de mañana, y por supuesto, último día de clases de la semana. Se sentía absolutamente ansiosa por la audición que se llevaría a cabo aquel día Domingo, pero lo que más se cuestionaba era saber si realmente el erizo azul asistiría ese día. Sentía incluso vergüenza por haberle asegurado a su profesora de que el dichoso chico estaría presente allí y ni siquiera tenía asegurado de si a él le interesaba algo respecto a la danza o sólo le preguntaba por preguntar. ¿Y si en realidad quería conocer más de ella?
"Nah, tonterías Rose, Focus" pensó regañándose a sí misma, calmando su respiración. A mitad del camino para salir del Campus de South Island, abrió su espejo y se aseguró de aplicarse correctamente el bálsamo labial que siempre se colocaba para que éstos no se trizaran, odiaba la resequedad excesiva de sus labios.
—¡Hey, Pinky! —Escuchó una voz resalir de la multitud, causando que levantara su cabeza en un sobresalto. Observó a la multitud consternada, intentando encontrar a quien parecía haber mencionado su nombre— ¡Pinky! —Volvió a salir ese detestable apodo.
Hasta ahora había un único ser que se dignara a llamarle de esa manera, y sonrió ante la idea de que aquel erizo todavía buscase el contacto con ella aunque no sea por medio del teléfono.
Entonces vio su peinado extravagante, con su pelaje de aquel tono plateado tan reluciente frente al sol. Elevó la mano con una sonrisa con tal de ser vista por él y no podía explicar como su corazón se aceleraba tanto con sólo ver a aquel chico, de unos años mayor e indudablemente atractivo acercarse a ella por entre los estudiantes.
"Es la emoción de convivir con chicos mayores que tú, nada más." Pensó, en un intento de relajarse y no sofocarse con ideas apresuradas e incluso bochornosas. Observó como Silver se paraba frente a ella y le saludaba frente a frente, junto con una sonrisa que sólo iba a acompañado de completa simpatía.
—Eh, Silver —Saludó con una sonrisa, recibiéndose con un beso en la mejilla— ¿Qué me cuentas? A éstas horas tus clases ya deberían haber terminado —comentaba en un intento de hacer conversación, iniciando una caminata hacia la salida del Campus junto a él.
—Oh, pues, en realidad estaba estudiando unos términos sobre mis clases de hoy, a éstas horas no tengo clases. Cosas aburridas —Dio a saber entre risas, Amy sólo asintió aceptando su información— ¿Y tú a qué ibas ahora? —cuestionó con una sonrisa, tomando por sorpresa a la eriza quien no pudo evitar sonrojarse con los pensamientos que recorrieron su mente a un inexplicable e innecesario encuentro con el deportistas.
—Nada importante, sólo asuntos para mantener mi piso y continuar mis estudios —respondió con nerviosismo, jugueteando uno de sus mechones de cabello, Silver sólo se mantuvo observándole con una sonrisa cautivadora.
—¿Vives sola acaso? —se atrevió a preguntar, a lo que la eriza asintió orgullosa de aquello, no cualquiera puede sobrevivir a la universidad y al mismo tiempo, sostener el pequeño piso que ella tenía— Vaya, eso debe conllevar mucho esfuerzo, eres digna de admirar Rose.
—No lo hagas ver como si fuese algo de tanto lujo —reprendió causando carcajadas en su contrario, siendo ambos conscientes de cómo pasaban por debajo del arco que daba la bienvenida al campus— Supongo que vives sólo igualmente.
—Ojalá, pero no —respondió negando al instante— Vivo en la casa de mi padre y mi madrastra, nada más interesante —dijo en un tono que indicaba que no quería hablar más del tema.
A Amy aquello se le hizo altamente extraño, pero tampoco iba a cuestionarle sus temas de conversación, era evidente que no quería continuar charlando respecto a eso. De un momento a otro observó como Silver se detuvo frente a un edificio perteneciente a otra Universidad, enarcó las cejas curiosa ante aquella inesperada acción de parte de él. Podía observar en sus ojos como había un tipo de necesidad extraña reflejada en que algo saliese por el marco de la puerta, pero se mantendría unos dos minutos, pero nada salía.
—¿Silver? —le llamó en un intento de librarlo de su trance, para continuamente observarle parpadear reiteradamente y observarle desorientado— ¿Estás bien? ¿Pasa algo? —continuó interrogando, a lo que el sólo le dedicó una sonrisa cohibida.
—No es nada —dijo, un poco perdido en sus pensamientos, para dedicar una última mirada afligida a la estructura frente a él— Mi chofer viene en mi búsqueda en éste apartado, así que te dejo Rose —concluyó el encuentro, para acercarse a ella y besarle la mejilla en despedida— recuerda compartirme tu resultado de tu entrevista.
—Sí, Sí, no me lo recuerdes —respondió rodando los ojos con gracia, él sólo río y movió su muñeca, cruzando la calle hacia un paradero.
Amy se mantuvo expectante en su marcha, sonriendo con un tipo de emoción inexplicable, sacudiendo su mano en despedida. Quizás, su corazón latiendo de forma acelerada ante su cercanía y encuentro sólo era por el hecho de que ella aún no procesaba que tuviese una amistad con el chico quien era parcialmente reconocido del campus, y que además, era mayor que ella y atractivo.
Poco después se dio cuenta de que en realidad desconocía los orígenes del erizo plateado, es decir, sabía que era el mejor amigo de Sonic -alias "Maurice"- (o su sirviente, ya no lo sabía) pero ¿Por qué eran tan cercanos? ¿Cómo se conocieron? ¿Será que tengan algo en común?
Sacudió la cabeza ante tanta interrogación, llevaban pocos días hablando con ambos, se veía que eran personas bastante serias y frívolas en su estado natural, y qué decir sobre lo reservados que eran. Mejor era que no se rompiera la cabeza haciéndose ilusiones de que podría tomar un rumbo distinto todo esto, eso sólo pasa en películas.
Recordó la reunión previamente acordada con el erizo azul para anunciarle lo de la audición, y en lo que retomaba su camino con mayor prisa se dedicó a observar sus chats de mensajes en lo que ubicaba una parada de autobús. Su rostro se transformó a un mohín de angustia al observar el chat de su -aún considerada- mejor amiga, la cual estaba sin utilizar desde hace dos días, nunca habían estado tanto tiempo sin hablar, y sin que ella le escribiese nada.
—Estúpido club de fans... —insultó en murmuro, subiéndose al autobús con el ceño levemente fruncido ¿Por qué una parte de su vida se desequilibraba, y la otra parte florecía? No entendía lo que Chaos tenía preparado para ella.
*
No le sentaba bien haberle mentido a su padre para reunirse con una chica, pero sabía que si hubiese dicho la verdad, éste y su madre le habrían colapsado de preguntas y además, le habrían juzgado sin conocerla. Añadiría que sería lo único malo de su madre, porque de su padre haría una lista completa.
Decidió entonces que lo mejor sería adentrarse a la dichosa cafetería, porque distraerse estando apoyado en la estructura por fuera no le estaba funcionando, en realidad, le causaba curiosidad la razón por la cual su cita se estaba demorando tanto en llegar, porque bien recordaba que ella en algún instante había mencionado que debía decirle algo importante.
Se sentó en una de las tantas mesas, reposando todo el peso de su cuerpo en el respaldo de los acolchados asientos para tamborilear con sus dedos índices el borde de la mesa.
La camarera vampiro se acercó poco después para llevar a cabo su trabajo, a lo que el cobalto le sonrió sin oponerse.
—Bienvenido, cariño. ¿Esperas a tu novia? —cuestionó, para dejarle un menú a su merced, junto con otro que depositó al otro costado. Sonic sólo le sonrió burlón, ella sabía que a quien esperaba no era a su novia dada la cantidad de veces que ya habían venido.
—Sí, algo así —respondió al fin, negándose a perder el tiempo explicando algo sin importancia a una camarera— pediré sólo un vaso con agua, gracias —dijo entonces, recibiendo un movimiento de cabeza como respuesta, dejándolo solo nuevamente.
Poco tuvo que esperar para verla entrar por la puerta de la cafetería, su melena estaba parcialmente desordenada, pero qué mas daba, estaba viendo a una bailarina de ballet en carne y hueso, caminar hacia él, para verlo a él.
—Sonic, hola —saludó con evidente fatiga, recibiéndose con un beso en la mejilla como saludo.
—Veo que estuviste haciendo ejercicio —le contestó volviendo a sentarse en su lugar, sin poder evitar hablarle en doble sentido, con unas facciones picarones ante su desordenada presentación personal.
—¿Ah, qué? —manifestó confundida, enrojeciendo ante la mirada acusatoria que le estaba enviando— ¡Oh, nonono! Había salido tarde de mis clases de la universidad, y tuve que venir corriendo y-
Se interrumpió a si misma al escuchar las carcajadas provenientes del azul por su explicación. Con ceño fruncido sólo se limitó a arreglar su melena sin dar crédito a las carcajadas de su acompañante.
—Lo siento, es sólo que me ha causado gracia que decidieras explicarme —se excusó, para limpiarse alguna lágrima que se escapaba de su cuenca— En fin, señorita irresponsable —le apodó, causando un ceño fruncido en su contraria la cual le causó gracia— ¿Cuál era el asunto del que me querías hablar?
Pareciera que ella misma se había olvidado de la razón por la que se había reunido con él, pues sus facciones se modificaron de molestas a realmente sorprendidas, dejando salir un jadeo de sorpresa.
—Es verdad, es emocionante que por fin pueda decírtelo —dijo con una sonrisa, causando mayor curiosidad en su compañero— Verás, sé que me dijiste que querías entrar a la danza —rememoraba en lo que su cuerpo se había girado en dirección a su mochila, buscando algo específico— Pero debo hacerme la idea de que lo preguntas porque realmente piensas comprometerte ¿No es así? —inquirió con una sonrisa, distrayéndose de su tarea para observar a su acompañante frente suyo, quien sólo se dedicó a observarla con sorpresa.
Las ilusiones de la eriza rosa parecieron disminuir unos breves momentos al ver cómo éste fruncía un poco el ceño y no le sostenía la mirada ¿Al parecer, se había equivocado?
—¿Por qué me lo preguntas tan repentinamente? —cuestionó de vuelta, cruzándose de brazos ya más seriamente acomodado en su asiento— ¿Qué es eso tan importante que querías decirme?
—No sé si valdrá la pena que te lo diga si es que resulta que no te gusta bailar.
—¿Qué importancia tiene eso?
—La tiene y bastante ¿Por qué no me quieres decir? —insistió la de olor a rosas, frunciendo su ceño impaciente.
—¿Por qué es tanta la insistencia? No es algo que te incumba —respondió de forma defensiva, observándole con notoria molestia ante la terquedad empleada por su cita.
—Sólo es responder sí o no, no te estoy pidiendo la luna —contratacó un poco más ofendida.
—Pues lo pareciera.
El ceño fruncido se instaló en el rostro de la eriza quien ya había alcanzado su límite, desesperada ante el berrinche infantil que estaba haciendo el cobalto al no querer responderle una simple pregunta ¿Qué tenía de malo responder que le causaba tantos problemas? No lo sabía y su orgullo tampoco le permitiría rogárselo.
—Vale, me largo —dijo al aire captando la atención del erizo quien mantenía un mohín apanicado ante ese aviso— nos vemos
—¿Qué? Espera ¿Qué haces? —dijo alterado posicionándose frente a ella, impidiéndole el salir— ¿A dónde vas?
—A mi compañía —respondió— Nada que te interese, cosas de bailarines.
—¿Qué? Pero, estás reunida conmigo. Ni siquiera me haz dicho lo que ibas a…
—Ya te dije, no te diré si resulta que no piensas comprometerte—contestó a secas, observándole con una seriedad tal que hasta los escalofríos se instalaron por todo el sistema del erizo.
Éste le observó a los ojos y bufó derrotado, la eriza sí que sabía cómo dejarlo con las manos atadas.
Dando a entender que hablaría, se volvió a acomodar en su lugar presenciando la sonrisa victoriosa de la rosada frente suyo al haberle convencido de confesarse ante ella.
—Me parece que mi respuesta es un tanto obvia dado que soy el número uno en atletismo —dijo observando atento las reacciones de la eriza— es obvio que es un rotundo no.
Amy no pudo evitar hacer un leve movimiento con sus ojos en un mohín de sorpresa, pero tenía el presentimiento de que aquello no podía ser del todo cierto, sabía que en el fondo el haberlo propuesto para la audición no era por algo en vano.
—No tiene porqué ser así —intervino la eriza, colocando su bolso sobre sus piernas— Yo antes de Ballet hacía Bádminton, tardé dos años en darme cuenta que aquello no era lo mío —relató, jugando con la tela de su artículo— No me hacía feliz, y no por haber sido parte de eso debía dedicarme siempre a eso.
Sonic se mantuvo observándola, atento a lo que ella le estaba confiando, se permitió incluso idealizar de que a lo mejor, ellos compartían la misma situación y se entendían más de lo que él mismo creía.
—¿Y cómo supiste que el ballet era lo tuyo? —se atrevió a preguntar en un carraspeo, en un intento de apaciguar la obviedad de su interés.
—Porque lo intenté —contestó a la brevedad— Y creo que tú deberías hacer lo mismo —añadió.
—¿Y por qué crees que debería dedicarme totalmente a eso? Lo de danza puede ser… un simple…pasatiempo —tartamudeó al verse expuesto ante su guardia baja, avergonzado ante la idea de que ella le estuviese viendo como un completo idiota.
—¿Por qué me preguntarías todas éstas cosas sino? —contrargumentó.
—Aún así… ¿Cómo reaccionaron tus padres cuando quisiste retirarte de Bádminton? —cureoseó, en un intento de urgar por las experiencias de ella.
—Pues bien, lógicamente ¿Qué clases de padres serían si me obligaran a seguir algo que no me gusta? —respondió con simpleza, convencida de que aquella pregunta la encontraba hasta ridícula por su obvia respuesta.
Sonic se mantuvo observándola, dejando ir un suspiro resignado y apoyando su cuerpo contra el respaldo de la silla, al parecer se había equivocado respecto al pensar en que tenían algo en común. De cualquier forma, no podía evitar pensar en cuánta suerte tuvo ella.
Amy no pudo pasar por alto sus facciones afligidas ante su respuesta, y como si un golpe le hubiese atravesado la nuca, se planteó la teoría de que quizás, al famosísimo deportista Sonic The Hedgehog, estaba siendo obligado a ser un deportista por razones que él escondía.
Suspiró al pensar que por fin había comprendido el por qué él respondía tan a la defensiva cuando ella mencionaba ese tema.
—Oye —le llamó, captando su atención. Rebuscando en su mochila, dejó ver un sobre que llevaba en éste mismo, para dejarlo sobre la mesa y deslizarlo hacia él— Quizás crees haberme dejado clara una respuesta, pero insisto en que tu compromiso es otro —comentó, posando sus manos sobre la mesa, entrelazándolas.
—¿Esto…? —incentivó a recibir una explicación al recibir aquel sobre que tomaba entre sus manos, admirando la calidad de su material y el sello que lo mantenía cerrado.
—Éste domingo mi academia hará audiciones —se apresuró a confesar por fin el asunto de la reunión, sonriendo al notar el semblante sorprendido del erizo— Está buscando varones para unirse al equipo, para renovar a aquellos que ya no van y eso —añadió— y… bueno, la directora espera verte en esas audiciones.
—¿Qué? ¿Audiciones? —reiteró sin poder creerlo— E-Espera, ¿A mí? Pero, yo soy Maurice the Hedgehog, no soy un bailarín y…
—Oye, tranquilo —intervino, tomando ente sus manos una de las extremidades del erizo, buscando calmarlo— Yo le dije tu nombre, el que se va a presentar en esa audición va a ser Sonic, no Maurice —sentenció con una sonrisa dulce, embobando al cobalto quien le observaba con la inseguridad inundando su corazón— pero debes pensar en que si vas… y quedas… debes estar única y exclusivamente para el ballet —le advirtió.
—Pero… yo… —observó el sobre en una de sus manos nuevamente, tragando saliva con dificultad, desviando nuevamente su mirada hacia su compañera— ¿Crees que lo haga bien? —inquirió, relamiendo sus labios ansioso.
—Claro que sí, ¿Es lo que quieres no? —cuestionó, enternecido ante el movimiento de cabeza afirmativo que realizó de forma tímida en respuesta— Yo estaré ahí para apoyarte, no te preocupes.
Sonic sólo pudo sentir cómo su rostro enrojecía ante la excesiva atención y comprensión que Amy le estaba entregando, por alguna razón su presencia ya se estaba haciendo parte de su día a día de manera necesaria.
Separó su mano de las de ella y desde ambos extremos tomó la carta, mirando a la eriza con duda.
—Este… ¿Puedo…? —suspendió la frase, pidiendo autorización para abrir la carta, a lo que Amy afirmó sin chistar.
Sin dedicarse a esperar más tiempo, abrió el sobre observando dos hojas de papel las cuales en ambas una plana era ocupada con contenidos distintos.
Ante sus ojos tenía el formulario de presentación como bailarín de verdad a una auténtica audición para ingresar a la compañía profesional.
En sus labios se dibujó una gigantesca sonrisa, y en definitiva no podía creer el hecho de que frente a sus narices, realmente tenía la oportunidad de cumplir su sueño frustrado y pisoteado.
—Debes llevar ese registro de tus datos al edificio la misma mañana de la audición para que puedan darte tu número —habló la eriza, con el corazón contento al ver la alegría irradiar del de orbes verdes— a las diez de la mañana, el domingo, recuérdalo. La dirección y todo lo demás está en el segundo papel —concluyó, señalando los respectivos datos.
El erizo por su parte no respondió, maravillado aún por los dos pedazos de papel que, a pesar de que fuesen sólo eso, adoraba con su vida. La eriza rosa con cautela se movió de su lugar levantándose del asiento, dispuesta a retirarse, no tenía intenciones de interrumpir el glorioso momento que seguro estaba viviendo su compañero a lo largo de su vida.
Ni dos pasos pudo dar cuando fue capaz de observar cómo Sonic se movía de su lugar a toda prisa, para acercarse a ella y envolverla entre sus fuertes y acogedores brazos.
“Oh, mierda, mierda, mierda” pensó la rosada a medida que los colores rojos iban apoderándose de sus mofletes. “¡Está abrazándome!”
—¿Sonic? —murmuró con timidez, dudosa ante si corresponder su abrazo, con la sensación de siquiera con rozarlo lo rompería en mil pedazos.
—Gracias, de verdad muchas gracias —susurró a su costado, causándole escalofríos en su columna.
Completó el abrazo rodeando su cuerpo con sus delgados brazos manteniendo la mayor delicadeza posible, logrando sólo dedicarle una sonrisa con el cual transmitía toda la felicidad que sentís sólo con saber que le había podido dar el mejor regalo.
—No le digas a nadie que quiero bailar —su voz interrumpió el cálido abrazo nuevamente— Por favor, no sé que haría si mis padres se enteran…
—Tu secreto está a salvo conmigo —dijo de forma instantánea, para sentir cómo éste le abrazaba con un poco más de fuerza.
Su corazón lo sentía palpetear su pecho con violencia, temiendo en que él podría llegar a sentirlo. Sus emociones estaban a flor de piel y podía ser consciente de cómo su rostro entonaba los tonos rojos que demostraban su emoción y vergüenza ante el momento.
Y aunque odiaba admitirlo, ése fue el momento que más amó de todo su día entero.
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Terminado: 17 de Diciembre 2019
Publicado: 10 de Noviembre 2020
PD: ¡Lamento mucho la demora! ;;
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