05; Jueves

Nunca se había presentado un día tan estresante bajo Mobius, en especial para cierta eriza rosa quien tenía muchos asuntos los cuales agendar.

Estaba terminando de redactar su reporte un poco más temprano de mediodía, y junto con ello estaba los constantes mensajes de su teléfono siendo realizados por cierta ardilla que le pedía explicaciones por desaparecer el día anterior.

Suspiró exhausta visualizando uno de los cientos de mensajes que ella le enviaba, redactándole que dentro de poco se encontraría en una de sus ventanas y le hablaría de su entrenamiento. Era una promesa.

Las clases transcurrieron con normalidad y aburrimiento, atentar a tomar apuntes en su computadora según lo que le parecía relevante. Pero en ciertas ocasiones, su mente divagaba en los acontecimientos cometidos la noche anterior.

Deseaba comentárselo a su amiga, pero había involucrado tanto el mismo erizo azul en sus temas triviales que ya desconfiaba de las reacciones que podría tomar si le decía que tiene reuniones con él.

“¿Le atraerá ese chico?” se cuestionó entonces, inmersa en las distintas escenas que podrían desatarse a partir de un mal encuentro entre los tres.

Divagó tanto que poco se dio cuenta de que la clase había finalizado y todos estaban retirándose. Suspiró y releyó las últimas líneas que había realizado sobre su reporte del deportista y con la idea de animarse a acabar ese día de buena manera se levantó dirigiéndose a su casillero.

Observó por todas las direcciones la ausencia de su mejor amiga y le extrañó que fuese ella quien se ausentara ahora. No parecía responder sus mensajes, por lo que supuso estaría ocupada de algunaa forma.

Desocupó su bolso sin mucho interés y se dirigió hacia fuera de su facultad para comprar un aperitivo como almuerzo del día, al menos, ese era el plan. Su celular vibró manifestando que un nuevo remitente necesitaba de su atención, y en lo que caminaba hacia el casino desbloqueó su aparato curiosa.

“—Hey, Rose. ¿Cómo va el reporte? ¿Muy atareada?”

Nuevamente el albino hacía presencia dentro de su campo de visión vía mensaje. Sonrió ante la preocupación y se detuvo para comenzar a teclear en respuesta a su atención; hasta que sintió una mano apoyarse en uno de sus hombros para darle la vuelta efusivamente, alerta ante la situación escondió su teléfono tras su espalda y levantó la mano con el instinto de propinar una bofetada, sin embargo, el contrario le sostuvo la muñeca con excelentes reflejos.

—Vaya, te veías tan tierna y resulta que eres sumamente agresiva. —bromeó su contrario mostrando una de sus encantadoras sonrisas.

Amy suspiró de alivio safándose del agarre del cobalto quien se mantuvo observándola con paciencia en lo que ella guardaba su aparato electrónico.

—¿En qué pensabas? Tomarme desprevenida de esa forma lógicamente me hará pensar que eres un delincuente. —Se explicó con evidente enojo, pero de manera bastante leve. Se dio cuenta de la vía pública en la que estaban y observó a sus alrededores en alerta— Eso y... ¿Qué haces aquí?

El cobalto le copió su acción en observar hacia sus alrededores, para continuamente, abrir su bolso deportivo mal cuidado y de allí sacar un envoltorio con un considerable volumen, extendiéndoselo hacia la fémina.

La de ojos jade se mantuvo expectante ante aquel objeto que su contrario le estaba otorgando, ¿Qué se suponía que era eso? Le observó con desconfianza, intentando escuadriñar en sus ojos sus intenciones.

—¿Piensas tomarlo o me dejarás con el brazo aquí extendido? —le regañó frunciendo el ceño, la hembra bufó. Sí que podía ser un cascarrabias cuando quería.

—En primer lugar deberías decirme lo que es, ¿No lo crees? —refutó, tomando entre sus manos aquel extraño paquete que el cobalto le estaba ofreciendo.— No voy a resguardar tus drogas si es que traficas.

—No son drogas. —desmintió riendo ante las ocurrencias— Te recuerdo que mi fama se basa en otras cosas. —le confrontó guiñando un ojo a su dirección.

Rodó los ojos exasperada y a base de curiosidad, se adentró a averiguar el interior del dicho paquete, encontrándose con nada más que los hot cakes que el día de ayer el cobalto había ordenado y no había tenido el gusto de probar.

—¿Ésto es…? —articulaba intentando encontrar alguna frase que expresara a la perfección su asombro ante tan inesperada sorpresa— ¿Por qué…?

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire dándole paso al erizo de completar sus supuestas respuestas. La fémina levantó su mirada hacia el cobalto con una sonrisa en total agradecimiento y asombro, causando un leve sonrojo en el contrario.

—I-Iba a ser comida desperdiciada. —se excusó, argumentando la razón por la cual había hecho aquello— por lo que creí te arrepentirías de haberme abandonado con esa comida anoche.

—Vaya que me arrepiento. —musitó para cerrar el paquete nuevamente y guardarlo en su mochila, agradecida totalmente de no tener que gastar dinero del almuerzo.— Gracias, es un lindo detalle.

—Como sea. —contestó de forma borde, intentando obviar el nerviosismo que le estaba causando el haber hecho tal acto inusual.

Amy sonrió inquieta ante el silencio que se había prolongado entre ambos removiéndose en su lugar incómoda. Bajó su mirada hacia sus pies, notando el vendaje renovado que tenía el cobalto en el mismo sector del que ella le había dedicado atención el día anterior.

—¿Cómo sigue tu tobillo? —curoseó queriendo saber respecto a su estado.

—Oh, está mejor. —contestó, observando el centro de atención— aunque me llevé una buena regañada ante mi despiste. —argumentó acariciando su nuca con nerviosismo, causando en ambos una risa inofensiva.

Se quedaron observándose por unos segundos en un incómodo silencio que los dejaba intranquilos. La vibración de su teléfono la hizo reaccionar —al mismo tiempo que agradecía tener dichosa distracción—. Tomó el aparato y visualizó la pantalla táctil, tratándose de Sally que le cuestionaba su paradero.

—Eh… —comenzó a articular, carraspeando ante el tenso ambiente.— Yo…, bueno, tengo que irme y…

—Oh, sí, claro. —contestó, retrocediendo unos pasos. La eriza de tez pálida sonrió nuevamente como agradecimiento por su dedicación, y dio vuelta sobre sus talones para encaminarse a su nuevo destino— Hey. —escuchó su voz asomarse en la tranquilidad del silencio nuevamente, volteándose.— No te olvides de nuestra quedada hoy, te envío mensaje. —le dijo, dedicándole una de sus últimas sonrisas para ahora, voltearse él, y volver por donde vino.

Aquello por alguna razón causó que su rostro deformara su tranquilidad y que fuese reemplazado por su gran sonrojo. Apretujó su teléfono a su pecho, y se quedó observando la dirección que el cobalto tomó, pensativa.

Se preocupaba de si realmente estaría bien involucrarse mucho con él. Es decir, es una figura pública, y un ejemplo a seguir para muchos aspirantes atletas, quería suponer. Sin embargo, la idea de que a lo mejor su mejor amiga estuviese desarrollando un interés por él le tenía bastante intranquila.

—Sólo éste último encuentro, Amy. —se dijo a sí misma, buscando acunar su tranquilidad nuevamente.

Giró sobre sus talones, buscando en su campo de visión su objetivo y se encaminó con sus pasos seguros al lugar de encuentro con la ardilla denominada como su mejor amiga.

*

“—Todo bien, ¡Muero por un descanso! 🥺🌸”

Releyó aquel mensaje enviado hace unos minutos, sonriendo ante la ilusa imagen de sus facciones agotadas. Se mordisqueó el labio ansioso, confundido e inquieto ante la escasa idea de qué poder responderle.

Movía su pierna con impaciencia en lo que observaba a su al rededor, aparentaba la situación como un crímen el hablar con la fémina que ocupaba su pantalla ahora mismo. Con duda posó sus dedos sobre la pantalla, intentando articular un mensaje que fuese lo suficientemente aceptado para él mismo.

“—¿Quieres ir por un trago…

Tragó saliva forzosamente ante sus intenciones tan obvias con una sola lectura de su mensaje. Retuvo el aire por un segundo, dispuesto a continuar redactando su mensaje con las intenciones de invitarla a salir.

—¿En serio piensas conquistarla invitándole una cerveza? —escuchó de pronto la voz de su compañero quebrando todo el silencio del ambiente. Se sobresaltó soltando su teléfono y logrando atraparlo en el aire, resguardándolo en su pecho.— ¿Qué quieres que piense, que eres un borracho que no sabe beber otra cosa? —continuó diciendo el cobalto, saltando la banca del otro lado para sentarse a su lado.

—Casi te pregunto tu opinión, abuela —ironizó haciendo caso omiso a sus gestos, borrando todo lo que llevaba de mensaje.

Suspiró resignado dejando caer su cabeza hacia atrás, vencido ante la presión de la situación.

—Estoy comenzando a pensar que estás muy desesperado por tener algo que besar. —Irrumpió la paz nuevamente las malas frases de Sonic.

Refunfuñó y se enderezó con notoria molestia, sin dirigirle la mirada.

—Tú que sabes de besar.

—Bueno, si me lo preguntas…

—Olvídalo. No quiero saberlo. —se apresuró a decir frenándolo, causándole una risa.

Se mantuvieron en silencio un momento, Silver se dedicaba a observar la pantalla de su móvil, pensativo ante lo que su mejor amigo acababa de decirle. De todas formas, él había estado con ella. Él sabría lo que le gusta, ¿Verdad?

—Tú… —articuló, con duda— Tú… ¿Qué debería invitarle? —cuestionó entonces, con vergüenza ante su masculinidad pisoteada al pedir consejos de conquista, escuchando las risas ahogadas de burla del erizo.

—Le gusta el café de caramelo. —pronunció en respuesta, sacando de su bolsillo aquel género utilizado por la hembra, que mantenía incrustado su contacto. Lo acarició con el pulgar recordando que debía contactarse con ella.

—Pero, tú sabes que yo no tomo café. —argumentó, encendiendo el teléfono con el chat aún sin responder.— Tal vez, debería dejarlo y…

—Claro, déjala libre. —le apoyó, sorprendiendo al de orbes dorados— Después, no digas que las mujeres son el problema. —finalizó, tomando su celular agendando el número de la chica en cuestión.

Tragó saliva ante la razón que poseía su contrario. Le irritaba ser consciente de que si simplemente ignoraba a la eriza rosa y la posibilidad de tener alguna cercanía con ella se deshecha, además de causarle un daño irremediable a la fémina, existía la gran posibilidad de que el erizo deportista estrella de su mejor amigo se acabaría llevando el protagonismo en la vida de la misma; era algo que siempre acababan ocurriendo.

Estaba cansado de siempre ser la sombra de su mejor amigo.

—Yo no quiero continuar quedando en el olvido. —dijo por fin, llamando la atención del de pelaje azul quien redactaba un mensaje— Pienso continuar intentando tener una cercanía con ella. —sentenció, observando una sonrisa un tanto insinuosa en el rostro de su compañero.

—Claro. Así se dice. —apoyó, suspirando y levantándose— Bueno, tengo que ir a entrenar.

—¿Llegarás para nuestra noche de videojuegos? —cuestionó el albino, en lo que sacaba una goma de mascar de su chaqueta mezclilla, observando una ceja enarcada de su compañero confundido— Ya sabes, es Jueves. Nuestra tradición, ¿Recuerdas? —Sonic continuaba sin comprender— ¡Joder, hombre!

—¡Ya! Lo siento, soy medio lento. —contestó, sacando una carcajada al albino ante su frase tan contradictoria— Veré si puedo, tengo un compromiso esta noche. Te aviso por mensaje. —aseguró, realizando un además con su mano retirándose.

Lo observó retirarse un poco consternado ante sus ocupaciones. Obvió la situación y volvió a dirigir su mira a su teléfono, sonrió para sus adentros convencido de que a pesar de sus inseguridades, no haría daño arriesgarse un poco. Recordaba que sin sacrificio no hay recompensa.

“—Te mereces un descanso, ¿Te parece acompañarme a un café en ésta fresca noche de invierno? ”

*

Entró a la facultad observando a su al rededor como un turista en un nuevo país.

Arrugó el entrecejo en lo que se concentraba en divisar a cierta persona entre toda la multitud de especies que había. Refunfuñó un poco, tenía hambre y quería ir a almorzar pronto.

Se adentró más a la facultad sintiéndose intimidada al pisar territorio que no le correspondía. Observó el diario mural a un costado de ella, divisando la misma foto que se había estado manteniendo en los periódicos durante esos 3 días.

Suspiró ante la loca idea de, nunca haber imaginado que lograría obtener tan velozmente un tipo de cercanía con aquel atleta. Era algo de cuentos de hadas.

Sacudió su cabeza por haberse desviado de su objetivo principal, sus pensamientos respecto al erizo la estaba distrayendo demasiado.

Recorrió los pasillos con admiración, observando todo cartel que obtuviese contenido que leer, pues para ser una facultad de turismo, se veía todo bastante bien realizado y colorido. Le llamó la atención un cartel que poseía el nombre de la clase correspondiente a la clase de su amiga, hablando respecto a un tipo de viaje fuera del país por temas de practicar el lenguaje. ¿Sally estaría involucrada dentro de eso?

Su teléfono vibró captando su atención, distrayéndola de los cuestionamientos que estaban naciendo de sus pensamientos. Sacó el aparato del bolsillo de su bolso y observó al remitente que tenía intenciones de contactarse con ella, resultando que era aquel mismo erizo quien compartía la misma relación —obviamente más cercana— con cierto deportista.

Su pulso se aceleró con rapidez sin quererlo y sintió como sus mejillas tendían a ruborizarse de a poco. Leyó una y otra vez su mensaje con un sonrisa dispuesta a contestarle, hasta que unas risas a su lado la despertó.

En primer lugar, ¿Qué eran esas sensaciones que hablar con el erizo le causaban? Obviamente no era nada fuera de lo normal, sólo era la emoción de hablar con alguien mayor que ella, igual que con el atleta.

Sí, claro, continúa pensándolo.” le contestó su subconsciente, exponiendo sus verdaderas razones.

Dispersó con un movimiento de cabeza aquellas reacciones presentes con molestia, refunfuñando por lo bajo. No deseaba hacer un espectáculo en una facultad que no era la suya y por si fuera poco, con los nervios de punta.

Nuevamente unas risas volvieron a captar su atención, observando a su lado un grupo de chicas quienes observaban algo en sus celulares en conjunto, frente al diario mural.

Agudizó su vista entrecerrando sus ojos, en un intento de curosear respecto a las responsables de todo ese desorden. Sus ojos se abrieron con asombro al notar entre el grupo a quien era su mejor amiga, esa ardilla de cabello rojizo curioseando de algo que ella aún no lograba distinguir ni escuchar.

—¿Sally? —habló entonces, interrumpiendo la bomba de chismes de aquel grupo volteándose donde la eriza rosa, para poco después voltear las miradas a la mencionada.

Ésta les observó con nerviosismo y sonrió, despidiéndose de ella con prisa y alejándose del grupo, se acercó a la de melena rosada.

—¿Qué estabas haciendo? —le cuestionó confundida ante aquellas actitudes nada normales en ella.

—Nada malo, ¿Qué pasa? —respondió vagamente, para voltear a mirar donde antes estaba su grupo.

—Sally… —le reprendió, exigiendo sutilmente una respuesta más específica.

—¡Nada, Amy! Sólo es un grupo de chicas fan de Maurice, Nada más. —admitió, desviando su mirada avergonzada ante su confesión, admitía que poco a poco su fanatismo había aumentado de tal manera que ahora no podía evitar suspirar o detenerse cada que veía algo de él.

—No puedo creerlo —articuló observando la hora en su teléfono, viendo que la hora de la comida se estaba escapando más rápido de lo que me gustaría— ¿Acaso te gusta ese chico? —quiso saber, arqueando una ceja en sospecha.

La ardilla le observó un poco estupefacta ante su pregunta que le había atrapado con la guardia baja. Apretó los labios sin poder mantenerle la mirada, mordiendo su labio inferior. Por alguna razón admitirlo le causa algún tipo de complejidad que no se podía permitir, no obstante, la insistencia de su amiga la intimidaba mucho más que su propio rostro.

—Bueno, está bien —se resignó en un suspiro, inhalando aire— ¡Sí, me gusta! ¡Me encanta! —admitió con una sonrisa, feliz de haber podido admitirselo— ¡Ay, Amy! No sabes hace cuánto rato quería decírtelo.

—No hace falta, se notaba bastante. —confesó, causando que el entrecejo de la colorina se notara— Tranquila, me alegra saberlo por ti misma.

—Espero no te molestes, pero hoy almorzaré con mis nuevas amigas —contó, y aquello por alguna razón, lastimó el sensible corazón de la eriza.

—¿Qué? Pero… tú me estabas mensajeando para-

—sí, lo sé —le interrumpió apresurada— pero luego las conocí y… Amy, no lo entiendes. Maurice es lo único en lo que puedo pensar hoy en día… —murmuraba en tono de ensueño, y entonces Amy lo pudo notar. Esos ojos brillosos nuevamente, repletos de ilusión en aquellos celestes de su amiga. Sintió hasta culpabilidad, de no poder contarle que ella había estado reuniéndose con él, y ahora con mayor razón no debía de mencionarlo— …Quiero decir, ¿No crees que Maurice y yo haríamos una excelente pareja? —cuestionó, causando balbuceos en la eriza al no saber qué responder— Hasta mis amigas lo opinan, ¡Y apoyan esa idea! Estoy muy ilusionada, espero que veles por mi felicidad. —le recordó con una de sus mejores y encantadoras sonrisas.

—Sí… —dijo, sin entender a qué estaba respondiendo.

—¡Nos vemos amiga, te amo! —se despidió, corriendo en dirección a la zona del almuerzo, dejando ahí en pie a la eriza rosa con un embrollo en su cabeza totalmente confuso.

Entrelazó sus dedos con nerviosismo, indecisa ante lo que se suponía debía de hacer. ¿Debía de contarle que Sonic y ella ya se conocían? No, imposible. Eso sólo desataría que ella pensara que ambos se traían algo, ¡O peor!

En desespero se alejó de aquella facultad, buscando un poco de aire fresco para pensar con tranquilidad. Pero había algo que ella aún no comprendía al completo. ¿Por qué es que ella se sentía tan ansiosa de saber que a su mejor amiga le gustaba? ¿Por qué se encontraba tan… insegura?

—…serían la pareja perfecta… —contestó entonces de forma inaudible a aquella pregunta formulada minutos atrás, deformando su rostro a uno de completa angustia al reconocer que aquel erizo, Sonic, nunca se fijaría en ella de esa manera.

Después de todo, la atractiva, hermosa y talentosa muchacha aquí, era Sally.

*

— Y hacemos arriba, estirense como un chicle —daba instrucciones, realizando una de las rutinas contemporáneas— ahora deslizo, salto, doble giro… —continuó, para voltear a ver la rutina realizada por los alumnos— Muy bien, ahora con música. —ordenó, caminando hacia el ordenador.

Amy suspiró con fatiga, moviendo los hombros en un intento de liberar la presión y la carga tanto emocional como física de todo lo ocurrido dentro de estos tres o cuatro días, ya ni siquiera llevaba la cuenta.

La música le sobresaltó y acudió a realizar la rutina con prisa junto a sus compañeros, pero no salió desapercibida.

—Rose, ¿Qué pasa? —le regañó deteniendo la música, observándole con desaprobación, la muchacha sólo pudo suspirar acariciando su copete de tres mechas hacia atrás— ve afuera a tomar un descanso, anda.

Amy le observó avergonzada, asintiendo para tomar su botella de agua y dirigirse al exterior, cerrando la puerta detrás suya. Se apoyó en el pedazo de madera de éste, escuchando cómo la música del conjunto resonaba traspasando las partículas del objeto.

Bebió un gran sorbo de agua y se dirigió a los casilleros sacudiendo su melena atada en un tomate mal hecho, ante tanta sacudida del cabello asumía no iba a resistir mucho.

En medio de su trayecto percibió a la directora y dueña del edificio caminar frente a ella en lo que revisaba unos papeles con prisa.

—¡Directora! —exclamó, llamando la atención de la mayor— Lamento molestarla, sólo…

—¡Ah, Amy! —le recibió en saludo, acercándose a ella— Justamente te estaba buscando, creí que estabas en clases… —comunicó.

—Ah, sí, es que…

—Bueno, no importa —le interrumpió con prisa, reanudando su caminata señalando que le siguiera hacia lo que parecía ser su oficina.

No volvió a emitir palabra, confundida ante las actitudes tan repentinas de ella. La siguió sin chistar atenta a sus movimientos y a su alrededor, deteniendo su recorrido hasta llegar hacia una puerta de cristal la cual se deslizó hacia un lado, permitiendo a ambas adentrarse a la oficina de aquella mujer.

—De acuerdo. —principió, sentándose detrás de aquel gran escritorio— Me interesa que finalicemos de acordar el tema de las audiciones. —hizo saber, notando la mirada sumamente atenta de la eriza rosa sobre ella, asintiendo con frenesí.

—Por supuesto. —dijo, observando los distintos diplomas y fotos de la misma señora como bailarina y alumna de ballet, como ella.— Lo mejor sería definir la fecha lo más próxima posible, para no estar en apuros para la obra de fin de año… —Ideó, alerta a cualquier movimiento de su mayor que le indicara que algo le había molestado.

Pero al contrario, una sonrisa se formó en ella complementada con un movimiento de cabeza afirmativo, concordando con su idea. Una alegría inmensa se intensificó en el interior de la rosada al reconocer que sus ideas estaban dando sus frutos.

—Me parece estupendo —dijo al fin, para abrir una carpeta con algún tipo de hoja que le fuese de ayuda para organizarse— Ahora bien, podríamos dejarlo para éste domingo, sé que serían dos días igual, pero estuve planteándomelo bastante y en dos días lograríamos un buen resultado de candidatos varoniles, ¿Qué opinas al respecto?

—Sensacional —fue lo único capaz de decir junto con una sonrisa que adornaba su rostro en aprobación— de hecho… puedo ayudarle a organizarlo si así lo quiere…

—Claro, conozco tu manera de trabajar y eres bastante eficaz. Te necesito —dijo, causando una mayor satisfacción a la bailarina frente suyo, agradeciendo de forma ilusionada— Ahora quisiera saber… ¿Hay algún candidato que tengas en mente, que me quieras recomendar? —curosió, alistando el bolígrafo para escribir cualquier nombre que saliese de la boca de la hembra frente suyo— Digo, para tenderle más de mi atención si es que se presenta a la audición…

Amy se mantuvo observándole, en un intento de procesar aquella información que su superior le estaba entregando. ¿Alguien a quien le pudiese recomendar? No conocía a nadie que le gustase la danza como para ser partícipe de una audición de ese calibre, nadie había hablado con ella con intenciones de conocer respecto a ese mundo de la danza. Nadie más que…

Entonces recordó, claro, ese erizo azul quien había estado bastante insistente respecto al tema. Aquello le hizo eco en su cabeza lo suficiente como para recordar que en definitiva, tenía sus sospechas de que él tenía alguna peculiaridad o relación con su mundo y tenía el presentimiento de que lo mejor que podía hacer era mencionar su nombre.

—¿Y bien? —le animó la directora nuevamente, devolviéndola a la realidad.

—Sí, tengo a alguien —respondió, con una sonrisa bastante confiada— Su nombre es Sonic, Sonic the Hedgehog. Puede estar completamente confiada en que aquel día, lo tendrá aquí pisando el edificio. —articuló con seguridad, viendo como la mayor anotaba con serenidad aquel nombre dado.

—Que sea a las diez de la mañana, entonces. —Sentenció con una sonrisa.

Terminado: 10 de Octubre 2019
Publicado: 7 de Septiembre 2020

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