Una Verdad Manchada En Tinta

Mi señora me ha dejado a usted a cargo, se ve que es una persona decente, algo diferente a todos los que vivimos en este Abismo.

¿Alguna vez leyó Romeo y Julieta?
En lo personal yo no lo hice hasta casi los últimos días de mi vida. Venga por favor, siéntese a mi lado. Los pies están matándome.
¿En que me quedé? Ah, si. Romeo y Julieta, honestamente me sorprende como pudieron romantizar aquella tragedia pero mi historia les parece patética.

No sé donde quedaron mis modales, mi nombre es Loretto H., es un placer saludarle. Es una pena que no pueda recibirlo con una mejor apariencia pero este saco viejo es el único que pude traer cuando llegué aquí.

¿Cómo es el mundo allá ahora? Me gustaría saberlo, siempre me sentí atraído y enamorado por la Verdad, ¿sabe? Es una de las principales razones por las que me dediqué a estudiar periodismo allá.

A veces me pregunto que habría pasado de no haberlo hecho, de no haberla conocido... Oh, lo siento. No suelo entablar pláticas con otras personas y frecuentemente olvido la descortesía que es divagar en presencia de una compañía, si me permites explicarte la razón de mis soliloquios estaría agradecido.

Mi historia como la de todos los que terminamos aquí no es bonita ni digna de empastar según los editores, pero es mi historia después de todo.
Y como toda historia de amor, la mía comenzó sin saber que sería escrita como tal.

Mi historia de amor también tiene nombre, se llama Anne Morana, de hecho es la chica que esta sentada unos metros más para allá, ¿la ves? ¡Anne! ¡Hermosa Anne Morana, hola! Hum, no me escucha, seguro es por sus audífonos.
En fin, ¿no crees que es preciosa? Si, ya sé, esas ojeras y su piel pálida no son comunes y tal vez le falte pasar un cepillo por su cabello más seguido, pero créeme, es una belleza para el ojo afinado como el mío, esa chica tan hermosa tiene dentro el tesoro de la Verdad. ¿Recuerdas que te dije que me siento atraído y enamorado por la Verdad? Pues ella era su portavoz.

Antes creía que la Verdad solo podía ser descrita en hechos, entrevistas, palabras que reflejen lo verdadero en lo palpable; pero cuando entré en aquella editorial toda esa idea se desmoronó para dar paso a otra.

Verás, yo era un novato que ascendió rápidamente ahí, y en los 5 años que trabajé en ese lugar nunca me percaté de la existencia de la chica que redactaba las necrologias a aquellos fallecidos por suicidio y a veces le era encomendada la tarea de escribir la sección de la esperanza que el periódico manejaba semanalmente.

Era curioso como no parecía ser escrito por la misma persona, yo estaba tan enfocado en mi trabajo de campo y redacción de Hechos que pasaron años antes de que si quiera le echara el ojo a esa polvienta sección escondida tras las incontables páginas de anuncios, lo hice un día que me encargaron cubrir la muerte de un funcionario.

Mi jefe nos mandó llamar a ambos, para asignarnos nuestros respectivos deberes sobre la nota. Yo no entendía ni siquiera el porqué ella trabajaba ahí. En mi opinión su sección a cargo era una completa perdida de tinta, que equivocado estuve. Nunca la había visto antes tan cerca como aquella vez.

Olía a humedad, su cabello enmarañado definitivamente no encajaba con las cabelleras bien peinadas y coquetas de mis compañeras, sus marcas negras bajo los ojos y aquella piel tan pálida y casi sin vida. Me causó náuseas en una primera impresión, entendía bien porque nadie nunca la había visto en una reunión de trabajo y mucho menos en alguna fiesta.

Quedé tan perdido en criticarla que casi olvidaba donde me encontraba.
El jefe apenas nos recibió y dijo el nombre del Funcionario en cuestión, Morana se retiró, sólo asintió en forma de despedida y agradecimiento y se fue, dejándome solo con el jefe.

Yo me dediqué a hacer mi trabajo de investigación, y desde mi escritorio, podía ver la pequeña oficina reservada para Morana, ¿cómo era posible que una persona tan desagradable tuviera su propia oficina? No lograba explicarmelo. Ahí decidí leer su trabajo.

Ah, si te contara lo que experimenté aquella primera vez leyendo sus palabras. Esa chica era capaz de hacerte ver a la muerte como una vieja amiga en las necrologías y al fallecido como un alma cálida que no aguantó más sin ver a esa amiga. Mientras que sus artículos semanales en la sección de la esperanza te hacían creer que cada día al abrir los ojos podrías encontrar paz y felicidad.

Era muy buena, una diestra de las palabras, porque en ellas llevaba la Verdad. Me enamoré, nunca pude explicarme la razón de su pésimo cuidado personal, pero desde aquel día pareciera que mis ojos se encapricharon con ella, porque era lo único que veía.

Intenté entablar pláticas, invitarla a salir, siempre me ignoró.
Hasta que un buen día, el jefe me llamó temprano.

–He visto como observa a la joven Morana, señor H–. Fue lo que me dijo

Mi nerviosismo se notaba, no sonaba convincente mi tembloroso pero sincero: "solo es porque me causa curiosidad y admiro su trabajo, jefe".

–Pues me alegra saber que admira su trabajo, señor H. Porque es usted a quien he elegido para que escriba por ella su propia necrologia-.

Esa simple oración me golpeó más duro que cualquier otra cosa que en mi vida hubiese sentido.

Anne Morana se suicidó, con una sobredosis. Yo deseaba que fuera ella quien escribiera mi necrología algún día. Yo no fui ni la mitad de bueno para redactar las bellas palabras como las que ella solía escribir.

Recuerdo que exactamente 2 años después de la publicación de su necrología publicaron la mía. No aguanté mucho en ese mundo sabiendo que allí la Verdad estaba manchada en tinta y sangre de su portadora.

Vine a parar aquí, después de eso. No sé cuantos años han pasado de eso, ¿el periódico sigue siendo la fuente masiva de información a nivel mundial?

Bueno, sea como sea, al menos aquí puedo volver a ver esa enredada cabellera caminar sin ganas entre las personas. Puedo verla y cuando se quite esos audífonos me armaré de valor para decirle lo mucho que la amo.

No te quito más tu tiempo. Gracias por escuchar mi historia. Eres buen oyente, seguro le agradarás a varios aquí.

Que tengas buen viaje, estimado amigo. Si me necesitas solo piensa en mi rostro y si tienes preguntas para mi las contestaré gustoso la próxima vez que nos encontremos.

Hasta pronto.

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