Capítulo 26 Acorralada


Capítulo 26 Acorralada

Los corceles se formaban a la orden de Edmund que se bajaba de su caballo y caminaba hacia el altar haciéndose paso entre los curiosos invitados. Todos le miraban. Los soldados permanecían formados en un semicírculo en la parte posterior del atrio exterior expectantes a cualquier orden de su general.

—Edmund, hijo mío. Cuánto me alegra que has llegado—, El duque reaccionaba con regocijo y caminaba hacia su yerno sonriente y con sus brazos extendidos para recibirle. Ambos hombres se abrazaban y estrechaban sus manos con enjundia.

Leila miraba desde el altar de bodas con recelo la inesperada e inoportuna llegada de Edmund. Sus dientes rechinaban con ira, pero no podía hacer otra cosa que mantener la compostura y estar preparada para cualquier eventualidad que frustrara sus planes. Ya este papel lo había jugado antes. Disimulaba su incertidumbre con una sonrisa casi celestial, mientras en su retorcida mente convulsaban mil pensamientos. Si el prometido de Ardith había regresado con vida esto significaba sólo una cosa: que el ejército de vampiros había sido derrotado. <<Esto es imposible>>, Leila pensaba.

Las posibilidades ahora para ella eran infinitas y recorrían toda la gama de situaciones, desde las más grandiosas hasta las más nefastas. Ella sabía que Edmund conocía de su existencia y lo que era ella en realidad. Por esto destruyó la carta que él había enviado para advertirle al duque sobre ella. Afortunadamente, Lord Aelderic nunca llegó a leerla. Pero por si las dudas lo más sensato era mantenerse a distancia y aguardar.

—Más me alegra a mí haber regresado y ver que todos estén bien y que nada malo les ha pasado—. Edmund escudriñaba a la hermosa mujer vestida de blanco parada junto al obispo. Nunca antes la había visto y algo en ella le parecía extraño. Sabía del vampyr que había llegado hasta el castillo, pero sus características las desconocía.

—Claro que estamos bien, hijo. ¿Cómo no habríamos de estarlo si llegaste justo a tiempo? Pero, bueno, manda a los soldados a desmontarse y únanse a esta gran fiesta. ¡Ahora es doble la celebración porque mi yerno ha llegado de batalla victorioso! Ven, te presento a mi prometida. Acabas de interrumpir mi ceremonia de bodas, pero sólo porque eres tú, te lo perdono—. Lord Aelderich le daba unas palmadas en la espalda a Edmund y soltaba par de carcajadas.

El joven general dejó de mirar al duque por un momento para buscar entre la multitud el rostro de su amada. —Claro duque, será un placer estar presente en su boda... Pero, ¿dónde está Ardith? No la he visto entre los invitados—. El corazón de Edmund se compungía al no ver a su prometida. Sólo deseaba verla y corroborar que estaba sana y salva. Por un momento pensó en mencionarle la misiva que le había enviado advirtiéndole del peligro que corrían teniendo a una vámpir en la mansión, pero al parecer y viendo todo tan normal, resiltó que todo había sido algún tipo de confusión y esto le confortaba un poco.

—Oh, Edmund, mi hija está algo delicada de salud y descansa en su alcoba. Han pasado tantas cosas y todo la ha afectado mucho... Pero ven, luego habrá tiempo de contarte todo. Ahora conoce a mi futura esposa, Leila Von Dorcha.

'Leila Von Dorcha... Leila Von Dorcha... Leila Von Dorcha'... El nombre retumbaba en su cabeza como tambor de guerra y hacía eco en su memoria en la voz de Goeffrey cuando este le informaba sobre sus hallazgos en la región de Suavia que confirmaban que la mujer que había aparecido aparentemente mal herida en los predios de la mansión era una de estas criaturas demoniacas.

Su corazón palpitaba con fuerza y su tranquilidad se desvanecía por completo mientras le dirigía una mirada severa a la mujer que tenía frente a sí. Leila palidecía y abría sus ojos enormes al advertir que ya había sido descubierta. Edmund colocaba su mano derecha a un costado lista para desenvainar su espada. La izquierda levantada en el aire pronta a dar la señal de ataque a sus hombres.

—¿Leila von Dorcha ha dicho, Lord Aelderic?— El joven y apuesto general le hablaba al duque pero no apartaba su mirada amenazante a Leila que destellaba una mezcla de furia y terror en sus ojos. La mujer daba unos pasos hacia atrás y cuadraba sus brazos a cada lado cerrando sus puños en actitud defensiva. Sabía que tarde o temprano tendría que atacar.

—Sí... pero, ¿qué es lo que pasa aquí? ¿Porqué estás preparando a tus hombres para la señal de ataque?— Lord Aelderic miraba la dinámica entre las miradas amenazantes que se lanzaban Leila y Edmund. Estaba confundido ante la actitud repentina que había adoptado su yerno al escuchar el nombre de Leila.

—Porque van a atacar... ¡Soldados! ¡Acorralen!— Los hombres a caballo se movían a toda prisa en medio de las bancas y mesas donde se ubicaban los invitados que presenciaban todo aquello con asombro. Se hacían a un lado forzados por la avanzada entre gritos y sollozos. Los soldados en sus corceles hacían un cerco alrededor del cuarteto compuesto por el obispo, Edmund, Lord Aelderich y Leila.

—¡Edmund, demando una explicación! ¿Qué está pasando y por qué somos acorralados como al enemigo?—, el duque se movía frente al joven general y le recriminaba.

—Porque el enemigo está justo aquí entre nosotros. Y es uno muy peligroso, mortal y malvado. El más maligno de los enemigos que el hombre haya enfrentado jamás... Su nombre es Leila Von Dorcha.

—Amor. No dejes que me hagan daño—, Leila corría a refugiarse detrás del duque temblorosa. El duque extendía un brazo hacia al frente para hacer distancia entre él y Edmund, que ya apuntaba con su espada a la mujer.

—No entiendo qué es lo que pasa. ¡Edmund, aclárame de una vez y por todas a qué te refieres! ¿Por qué acusas a mi futura esposa de ser el enemigo? ¡Acaso te has vuelto loco!— Lord Aelderic reaccionaba ahora iracundo y muy confundido.

— ¡La mujer con la cual se va a desposar, no es una mujer... es un monstruo! ¡Es una criatura del mal... un engendro del demonio... una asesina que se alimenta de la sangre de los mortales y extrae su esencia para ella ser inmortal!— Edmund afirmaba el agarre de su espada y dirigía su mirada amenazante a la mujer que aún se escondía tras el duque sin pronunciar palabra.

—Edmund, por Dios Santísimo, escucha lo que estás diciendo. Son puras barbaridades e incoherencias. Baja la espada que todo esto debe tener una explicación racional. ¿Cómo que un monstruo que se alimenta de sangre humana?— Lord Aelderic trataba de calmar a su yerno que lucía dispuesto a acabar con la vida de su adorada Leila.

—¡No lo escuches mi amor! Son falacias... puros inventos para que tú y yo no nos casemos. ¿Cómo vas a creer todo lo que te dice este hombre? ¿Cómo se le puede ocurrir que yo bebo la sangre de los hombres? Sólo quiere ponerte en mi contra y confundirte para que desistas de casarte conmigo para el poder quedarse con tu fortuna al casarse con Ardith, tu única heredera... No lo escuches, por favor. No le creas tal absurdo—, Leila hablaba con rabia. Su voz temblaba de desesperación al sentirse acorralada.

—¡Edmund! ¡Ya basta de calumniar a mi prometida e inventar estas historias que son del todo inverosímiles y fantasiosas! A menos que tengas pruebas que confirmen lo que dices sobre mi futura esposa, te aconsejo que se retiren tú y tus hombres—, el duque se mantenía firme en su orden.

—Yo le demostraré que lo que digo es cierto. Pero no me responsabilizo de lo que pueda pasar—, Edmund dejaba de apuntar con su espada al rostro de Leila que lo observaba con expectación. Colocaba el filo de su espada sobre su mano izquierda y acercándola repentinamente a su palma abierta, hacía un corte de un solo movimiento. La sangre salía de inmediato de la herida abierta y caía chorreando al suelo.

El olor metálico de la sangre humana inundaba el aire que Leila respiraba. En su boca crecía un par de afilados y blancos colmillos. Sus pupilas dilatadas parecían dos granates al posarse sobre la mano sangrante de Edmund. La mujer no pudo contenerse más y brincando por encima del duque de manera casi acrobática y salvaje, se abalanzaba sobre el joven general en frenesí descontrolado para acabar con él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top