Mostrando debilidad
Los gritos de terror inundaban la cama. Gracias a tener las cortinas echadas y la cama insonorizada con hechizos, ninguno de mis compañeros se había perturbado. Pesadillas. Hacía años que tenía pesadillas, ya sean por la muerte de mis padres, o mayoritariamente todo lo relacionado con Voldemort. Pero desde las vacaciones... no podía dormir. El Glamour se había convertido en mi hechizo favorito, cual espejismo todos me veían como si estuviese perfecto, gracias a él podía ir por Hogwarts sin parecer un zombie o un enfermo con los días contados. No dormía, no comía, no vivía. Lo único que me daba energía era sorprendentemente el tiempo que pasaba con Draco.
Draco.
No sé en qué momento empecé a pensar en él como Draco y no solo Malfoy. Pero me gustaba, tener a alguien con quien hablar de más cosas a parte de los deberes, el Quidditch o Voldemort. Las burlas entre clases y las bromas entre nosotros me tenían despierto y animado la mayor parte del día.
Lo malo eran las noches.
Siempre volvía la noche.
Si cerraba los ojos por más de dos minutos, aún podía sentir las gotas de sudor de Vernon cayendo sobre mí, el dolor como hierro candente en mi ano y su olor inmundo en mi nariz.
No quería dormir, así que me pasaba casi toda la noche investigando sobre la bendición de la Diosa Hécate. El ritual era bastante sencillo en sí, pero debía hacerse en el momento oportuno y de la manera adecuada, todo al milímetro. Tras horas estudiando siempre caía medio inconsciente en la cama, el problema era que al poco tiempo venía la pesadilla y vuelta a empezar. Con suerte dormía tres horas seguidas.
- ¿Sabes que estamos a menos de dos semanas de poder realizar el ritual?
- Ya lo sé, Malfoy.
- Entonces, ¿por qué te veo más dormido que despierto en todo momento? Incluso en las clases de la profesora McGonagall.
Estaba llegando al límite, el tiempo se nos venía encima y yo casi no podía ni mantener la vista en el libro. Los mareos eran cada vez más frecuentes y ni siquiera podía vomitar por que no tenía nada que echar. Lo peor era que hacía tiempo que ni Ron ni Hermione me hablaban, hacía tanto tiempo que no teníamos una conversación decente...
Lo último que recuerdo era a Ron echándome en cara que los había abandonado, que lo había cambiado por el maldito hurón, que ya no era el mismo. Hermione no se metió, pero por su rostro parecía de acuerdo con Ron. Desde entonces yo no existía para ellos, o eso me parecía a mí cuando pasaban por mi lado como si yo fuese invisible, aire.
Todo me superaba.
Las clases con Draco eran lo único que me mantenía vivo.
Paso 1:
Al atardecer encender una hoguera lo suficientemente grande que permita la ofrenda de dos personas (Malfoy y yo). En ella quemar una ofrenda equivalente al deseo que se vaya a pedir (normalmente objetos personales, alimentos, animales, etc).
Paso 2:
Escribir las runas en nuestro cuerpos desnudo con sangre de unicornio otorgada libremente.
Paso 3:
Cuando la luna esté justo en el centro del cielo, entrar en el lago mientras se recita las palabras del libro para purificar tanto cuerpo como espíritu. En el momento en el que la luna ya no se encuentre en el centro, salir y dejarnos secar por el calor de la hoguera, sin nada que nos toque.
Paso 4:
Cortando la palma de la mano, derramar la sangre en la hoguera que se encontrara medio apagada, recitándole a la diosa el deseo requerido (la bendición).
Paso 5:
Si el fuego de la hoguera revive (habremos tenido suerte), la Diosa debería manifestarse y decidir si conceder la bendición o no.
Dejé de escribir y observé el pergamino donde anoté todo lo que habíamos descubierto, y nuestros pasos a seguir dentro de cinco días. Parecía más fácil de lo que verdaderamente era. Draco consiguió la sangre de unicornio, robando en el armario de ingredientes del profesor Snape, en ese momento sufrí un déjà vu, recordé mi segundo año. Decidimos realizar el ritual en un claro cerca de un mini lago justo en el centro del bosque prohibido. Casualmente donde los unicornios pastaban.
- ¿Otra vez en las nubes, cararajada?
De un salto saqué la varita mientras revoleaba la silla del susto.
- Maldita sea Malfoy, casi me da un infarto.
- Eres demasiado nenaza Potter.- se burló mientras se sentaba a mi lado.
El aula junto con la biblioteca se habían convertido en nuestros sitios de reunión, además de que en el aula podíamos estar todo el tiempo que quisiésemos. Después de todo este tiempo Snape no había aparecido, solo la primera semana, y para comprobar si nos habíamos matado.
Éramos libres aquí.
- Debemos hablar, Potter.
Solo el silencio le respondió.
- Potter.
Nada.
- ¡Harry, por Merlín!
Le miré para darle a entender que le escuchaba.
Sus ojos expresaban toda su irritación por mí, el cuerpo tenso y sus manos en puños para contenerse.
- ¿Se puede saber qué te pasa? Estas distraído en todo momento, pareces más cansado cada día que pasa. Te noto nervioso cuando alguien habla de su familia, te alejas para no hablar. No te veo comer en el Gran Comedor, solo tomas jugo de calabaza. Tus practicas de Quidditch son penosas y no hablas con nadie. He notado como solo interactúas conmigo, ya no hablas con la comadreja ni la sangre sucia...- esperó un momento para que le corrigiese, cosa que no pasó.- Vale, esto es serio.
Levantándose de la silla vino hacia mí y me agarró por los hombros, quedando cara a cara, una bonita y furiosa cara, por cierto.
Mi respiración se volvió cada vez más errada en cada minuto que pasaba mientras sus ojos se conectaban con los míos, plata y esmeralda.
- Dime qué ocurre, y esta vez sé sincero.- Draco parecía verdaderamente preocupado por mí.
Sentía los ojos humedecidos y mi cuerpo temblaba levemente. Al abrir la boca solo emití un quejido, no me salían las palabras. Inevitablemente me puse a llorar como si hubiesen abierto las compuertas del dique. Solo bastó que Draco me preguntase una única vez más para romperme.
- ¿Harry?- el asombro con el que dijo mi nombre me hizo saber que lo descoloqué, que en ningún momento se esperó tal arranque de llorera por mi parte.
Con las manos tapando mi rostro para que no me viese me ovillé en la silla, un pobre intento de protección.
- ¡Potter!
Ya repuesto Draco se levantó del asiento contrariado, no entendía que me pasaba pero yo solo quería volver a mi cama y desaparecer. Estaba llorando delante de él, era patético.
En algún momento de mi crisis noté como unas manos jalaban de mis brazos para despegarlas y ponerme recto. Alguien me zarandeaba y me gritaba, pero no podía reconocer quien era, como acto automático me revolví y lloré más, rememorando las escenas con Vernon.
- ¡No, no, no, no, no...! Por favor, seré bueno, no, no... Tío Vernon, ¡Basta!, no más, por favor...- balbucee incoherencias mientras intentaba deshacerme de sus manos, estaba muerto de terror.
En un forcejeo demasiado fuerte me desconcentró de mi balbuceo y consiguió que me apartase las manos de la cara, exponiéndome y haciéndome sentir más vulnerable. Las manos se posicionaron en mi cara y la voz que antes se escuchaba lejana, ahora podía oírla perfectamente.
- ¡Harry! ¡Harry! ¡Maldita sea Harry, escúchame!- la voz sonaba desesperada y no se parecía en nada a la del Tío Vernon.- ¡Por favor abre los ojos, Harry!
Con miedo, los abrí.
Todo volvió a cobrar sentido, estaba en Hogwarts. Me encontraba en el aula que compartía con Draco para nuestras clases particulares. Y tenía delante a un Draco Malfoy despeinado, desarreglado, sin aliento, muy asustado y preocupado.
Había tenido una crisis nerviosa delante de Draco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top