Bajo una máscara

No sabía cuanto tiempo llevaba mirando el techo del dosel de mi cama.

Después de salir del despacho de Snape cada uno volvió a su respectiva clase, como ausente, intentando asimilar la gran cantidad de tiempo que tendríamos que vernos.

No tenía ganas de ir así que cambié de dirección y me dirigí al salón de pociones, todavía seguían mis cosas allí así que esperaba que algo se hubiese salvado. Se encontraba desierto cuando entré, el profesor Snape seguiría en su despacho y no terminó de arreglarlo debido a la pelea con Malfoy. Debajo de mi asiento seguía mi mochila, intacta pero empapada debido al aguamenti.

En vez de ir a las siguientes clases fui a la enfermería, estaba echo polvo.

- ¿Otra vez aquí?- inquirió Poppy Pomfrey, la enfermera que me había curado todas mis lesiones los últimos cinco años. Por lo visto mi racha seguiría en sexto curso.- ¿Qué ha sido esta vez?,¿caída de escoba, pelea en pasillo o criatura mágica?

- Pelea en pasillo.

Murmurando la ineptitud de los jóvenes hoy en día me obligó a acostarme en mi cama, como había bautizado por permanencia. Hechizo tras hechizo fue curando heridas y con ungüentos sanando los moretones. Las pociones revitalizantes y regeneradoras de sangre sabían asquerosas pero no tuve opción a negarme, me las metía en la boca una detrás otra, si no moría por las arcadas sería de asfixia.

Luego de la tortura me echó sin contemplaciones, tenia trabajo que hacer, recientemente había una epidemia de gripe en casi todos los alumnos que tenia clase de pociones. Cosa de Sortilejios Weasley, seguro.  Parecía que el profesor no estaba de humor, después de nuestra clase.

Sintiéndome culpable acabé en la orilla del lago, mirando como el calamar gigante echaba chorros de agua a los de primero. Todos los alumnos de Hogwarts alguna vez habían pinchado al calamar gigante, ya sea por una apuesta o por diversión. Y todo apuntaba que los de primero habían sido retados por los mayores.

Tumbado en mi árbol de siempre por fín pude suspirar a gusto. ¿Por qué no podía pasar un año escolar tranquilo? Solo llevaba una semana y ya estaba castigado. Encima tendría que pasar casi todo mi tiempo libre con Malfoy. Sería un infierno. Ya podía oír a Ron gritando y maldiciendo a Snape y Malfoy, y tendría que escuchar el sermón de Hermione por mi mal comportamiento.

Ojalá Sirius estuviese vivo, lo necesitaba tanto que aún me sentaba en el escritorio y le escribía cartas, pero nunca serían mandadas y tampoco leídas por él. Guardadas en mi baúl y nunca serán leídas. Era como un pasatiempo, una forma anti-estres. Servía para relajarme y contar mis penas.

Este verano había sido el peor...
Dudley y Petunia se habían ido de vacaciones a Mallorca, su amiga Yvonne se quedó a vivir alli después de sus vacaciones. Parece ser que le encantó. Eso solo nos dejaba a Vernon y a mi solos en la casa el último mes que quedaba. Él no podía irse, tenia que trabajar, y yo no tenía escapatoria.

Al no estar tia Petunia tuve que hacerlo todo, limpiar la casa, lavar la ropa, arreglar el jardín y sobre todo cocinar para el tio Vernon.

Eso no era tan horrible, dentro de lo que cabe. Lo malo fue cuando empezó a venir bebido. No estaba la tia así que no había nadie que le rindiera cuentas.

Una noche mientras escribía una carta a Sirius, escuché un portazo y un golpe sordo en la planta de abajo. Vernon estaba en casa y estaba ebrio. No pensaba salir, no era tonto. Pero no contaba con que él  si vendría a mí.

De un golpe la puerta de mi habitación se abrió, chocando contra la pared violentente. No sabía si los vecinos lo escucharian.

- Así que el engendro está despierto, eso me facilitará las cosas.- hablaba pausado y le costaba vocalizar, su papada se movía con cada respiración exagerada, como queriendo tomar más aire del que le llegaba.

Andaba tambaleandose y desde donde se encontraba me llegaba el hedor del alcohol y otras sustancias que lo volvían nauseabundo.

Asustado retrocedi hasta que la pared no me lo permitió más.

- ¿Tienes idea de los problemas que has causado?¿Las veces que por tu culpa me han echado la bronca en el trabajo?

- ¿Cómo? - no sabía de que hablaba.

Se estaba acercando mucho y esto por alguna razón me hacia temblar de terror.

- Tu tienes la culpa, anormal. Desde que volviste no he podido sacarte de la cabeza. Por eso me han regañado mucho en el trabajo, casi me despiden y todo por tu culpa. Así que propuse a Petunia el viaje, podría desquitarme sin interrupciones. Porque nadie te quiere y esto es lo que te mereces.  Ahora sabrás para lo que vales.- dijo estando a pocos centímetros de mí.

Mi mente no quería creer lo que estaba apunto de pasar, estando paralizado no predije el asalto que sufrí por parte de mi tío.

Inesperadamente me lanzó contra la cama de un golpe, antes de poder gritar recibí un puñetazo en la boca, solo pude gemir de dolor y sorpresa. Sin darme cuenta había rasgado la camiseta vieja que llevaba y bajado mis pantalones. Asustado me revolví intentando alejarme de sus sudadas y enormes manos. Recibí golpe tras golpe hasta que me dió uno en la cabeza tan fuerte que me dejó aturdido por unos minutos. Suficiente tiempo para que el se bajase sus pantalones y me diese la vuelta quedándome desprotegido.

Dolor, un increíble dolor más fuerte que un crucio y muchísimo más duradero y humillante.

Sentí que me partían por la mitad, que me empalaban con un hierro ardiente, me perforaba tan fuerte que sentía como la sangre escurria hasta la cama. Escuchaba su horrible respiración entrecortada en mi oído y su fofo y grasiento cuerpo sobre el mio. Sus jadeos me daban arcadas y su rancio sudor se pegaba a mi piel.

No sé cuanto duró, ya que me desmayé, puede que fuese por el dolor, por el shock, o por la falta de oxígeno, porque Vernon evitaba que chillase apoyando mi cara contra el colchón y apretando con su mano.

Desperté aún con la cara surcada ente lágrimas, todo golpeado, y la sangre en mi rostro y mi ano. Junto con su asqueroso semen.

Nunca me di un baño tan largo, ni tampoco dejé piel por frotar hasta casi hacer sangrar. Las lágrimas desaparecían en la bañera, rabiosas por mi vida. Lo único puro que me quedaba, me lo habían arrebatado.

Esto se volvió a repetir hasta que Petunia y Dudley volvieron, aunque sin golpes ya que no podía dejar evidencias. Las heridas en mi cara se curaron pero las otras no.

Mis ojos perdieron su brillo, mi cabello quedo seco y sin su forma habitual y mi piel se volvió casi cetrina. Había perdido las ganas de vivir. Por dentro cada día, cada vez, pedía a Sirius y a mis padres que me llevasen con ellos. A Voldemort que llegase y me matase de una vez.

Pero nada ocurrió, todo seguía igual.

El día que llegó Dumbledore a por mí para llevarme con los Weasley... Yo ya me había preparado. Por fuera era Harry el-niño-que-vovió, por dentro era un cascarón vacío.

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