Vivo en la continua pesadez de un inmortal,
si, un inmortal sin ningún propósito,
un inmortal que solo ve pasar las lunas,
un inmortal sin motivación alguna.

Soy eterno; jamás me enfermo,
aunque sea verano o esté en invierno,
mis expresiones nunca alterno,
mis emociones ya no externo.

Mi mente me reta a comprobarlo,
sugiere que vaya y salte frente a un auto.
Dice con serenidad; nada pierdes en probarlo,
tu puedes soportarlo, nadie dirá que fuiste un incauto.

Pero el miedo dice que no haga caso,
que si acaso se me ocurre prestar oído,
el fracaso será el pago por dar dicho paso,
que habré sido, el único malnacido muerto sin sentido.

Solo creo que debe ser horrible la inmortalidad.

¿Qué finalidad tendría vivir sin fatalidad?

Si la mortalidad se llevará con toda seguridad;
sin importar edad y con completa frialdad,
a todo aquel con quien tengas afinidad.

Y así estoy viviendo; sin acciones,
sin emociones, sin bendiciones, sin complicaciones.

Siguiendo instrucciones, rechazando oraciones,
soñando sus intrigantes facciones,
recordando sus mortales lesiones,
esperando…

que desde el más allá me perdone.