#5

Los hongos asoman por la superficie del jardín, todo es bonito y brillante. Archie se levanta y va hacia su baúl de ropa, decide que quizá debería comprar alguna que otra camisa y pantalón. Ya que está algo pobre de indumentaria. Desde la ventana de su habitación ve pasar al repartidor de periódicos y este le arroja uno hacía el portón, el cual rechina sobre sus goznes.

Archie suspira contento, ¿qué noticias está vez deparará aquel rollo de papel?.

Hace un día caluroso veraniego y las nubes son tan blancas como espuma de algodón. Hoy quizá podría pasarse por la tienda del señor Ralph y ver alguna que otra prenda y juego de vasija. ¡Oh, si!. También pasaría por la pastelería de doña Belladonna,esa mujer afable de buen carácter, siempre accesible a nuevos sabores de tartas y clientes con buenas intenciones. La colección de vasijas de Archie amenaza con romperse cada vez que prepara un té, podrían durar otros 5 años si se le trata con sumo cuidado.

El niño se sienta en el piso y la madera cruje bajo su peso, se calza las botas de hebilla y pega un salto para ponerse de pie.

Iría a por una tarta de nuez a lo de Belladonna, eso sí que si. Las de limón te hechizan el paladar y el sumo de ciruela ni que hablar, te quitan todo el dolor del corazón y te invitan a tener una maravillosa jornada. Bajó las escaleras casi corriendo, tomó su saco de cachemir y su canasto de bambú. Y terminó por cruzar el jardín y el portón de un salto.

—Uff–exclamó—¡Aquí vamos a explorar!.

Recorrió las calles de la avenida y los callejones, de tienda en tienda.

—Buenos dias–,pronunció al cruzar la puerta de Ralph y limpiar sus botas en la alfombra carmesí—Ralph.
Saludó inclinando la cabeza haciendo que su cabello se fuera hacía adelante y volver a incorporarse con una extensa sonrisa de dientes brillantes.

El señor Ralph devolvió el saludo e inquirió:
—¿Qué se te ofrece muchacho?.

—Quisiera alguna prenda de lana o seda señor.

—Oh, ¡Por supuesto!–exclamó este y lo dirigió al bastidor lleno de percheros y sombreros.

Había todo lo que quisieses y pudieras imaginar. Ropa de sobra de caballero y dama. El farol de la esquina de la vereda brillaba candente, la llama danzaba para aquí y para allá. A pesar de que era de día. Archie se fijó en un abrigo canela y se lo probó frente a un espejo de pared, le quedaba algo grande y se arrastraba en el suelo, puso cara de preocupación.

Después encontró una bufanda escarlata, y le gustó, cuando se la probó le daba comezón en el cuello. Tampoco podría llevarla. Dió con unas camisas blancas y unas corbatas, esas si que iban como anillo al dedo. Las llevaría junto con un par de zapatos mocasín.

—¿Algo más muchacho?–inquirió el señor Ralph sonriendo afable.

—Por ahora, nada más señor–,acto seguido sonrió incómodo y se giró sobre los talones al dejar unas 5 monedas de plata sobre el mesón.

—¡Hasta luego!–saludo y salió disparado a la tienda de pasteles.

En la vidriera habían un sinfín de cosas dulces, desde donas glaseadas, hasta bizcochuelos de chocolate. Todo un espectáculo a los ojos de los más jóvenes.

Al abrir la puerta del local la campanita tintineo y supo que al poner un pie ahí de inmediato, había olor a canela y... a dulce de leche.
Aspiró muy hondo y al darse la vuelta chocó con el hombro de una joven.

—¡Auch!–se quejó está y se viro hacía Archie para encararlo.

Este se disculpó por lo bajo y se dirigió a las heladeras de tarta de helado. Por instinto se lamió el labio inferior y se pegó al cristal sin ejercer mucha presión.

—Se ven apetitosas a la vista, ¿No es así?– inquirió un señor alto de aspecto curioso, esté se encontraba sentado al taburete de la barra, podía decirse que era alto y apuesto.

Y en su rostro adornaba una tímida sonrisa, Archie titubeó pero pasados unos segundos dijo:

—Si, se ven bien.

El apuesto caballero de galera carcajeó por lo bajo y se viro para tomar una copa de vino entre sus dedos,finos y elegantes. Pues está vez se había olvidado los guantes en su casa, sobre la chimenea.

—¿Cuál es tu nombre niño?–le preguntó.

A Archie sin querer se le escapaba un hilo de saliva justo en ese momento, y vaya que le encantaban las cosas dulces.

—¿Para qué quieres saber?–inquirió, pues no era confianzudo con las personas e hizo ademán de abrir el refrigerador.

El caballero soltó una risilla.

—Oh, adivino... tu nombre empieza con E o alguna vocal.

¿Era una pregunta o una afirmación?, pues no lo sabía. El muchacho se aclaró la garganta y dijo:

—Con A.

—¿Adolph, Auror, Alastor?–,prosiguió—O acaso... ¿Archie?.

Una sonrisa salvaje le cruzó el rostro y esté dió un paso atrás, asintiendo lentamente sin apartar los ojos de aquel sujeto.
"Venía a por un pastel de nuez, cierto" se dijo.

—¡Oh por supuesto!, ¡Qué nombre tan encantador!— exclamó y jugueteó con la base de su copa unos largos segundos.

De repente Doña Belladonna cruzó el mostrador luciendo una sonrisa despampanante achinando los ojos. Dió los buenos días a todos y se llevó las manos a los bolsillos del delantal de encaje.

Se dirigió a la joven que minutos atrás Archie había chocado sin querer. Y le preguntó que era lo que deseaba.
Está le contesto con un tímido:

—Tortitas de calabaza.

Belladonna regresó con una bolsa de papel llena de tortitas y anotó algo en una hojita, la cual dió a la joven, está le entregó luego un par de monedas y cruzó la puerta haciendo sonar el cascabel.

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(Un sol, y una tienda de camping).

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