Arcano 5. Implicado
Ahora cruzábamos los albores de un campo al parecer. Mi mente trabajaba a mil por hora al igual que el motor de la camioneta mientras una conversación amena por parte de los chicos se esparcía, era complicado en serio lo que estaba pasando. Alguien me llamaba, no tenía ni un rastro de esa persona.
Mi estomago rugió por tercera vez en la noche y posé mi mano como si eso aminorara el hambre, a pesar de tener la mente distraída, era difícil concentrarme del todo. En ese momento el auto aminoró la marcha y nos detuvimos en un pequeño restaurant cerca del área verde. Parqueó en el estacionamiento, dejamos la camioneta y entramos.
Al instante el olor a comida me invadió y fue caer en un hechizo de desesperación, porque en verdad todo lo que veía parecía delicioso, hasta el idiota de Owen.
Uy, se dio cuenta de que lo miro, aborten la misión, ¡aborten la misión!
Nos sentamos en una mesa céntrica, en un punto donde todos nos miraban desmesuradamente. Bajo los atentos ojos de los presentes, nos ubicamos en un lugar de la mesa donde estuviéramos cómodos.
- Bien, Livia – susurró Owen que se encontraba al lado de Augusto, yo y Xavier estábamos frente a ellos –. Si te salieron estas cartas y según mencionaste, eran tres, eso quiere decir que uso la lectura sencilla o clásica, donde se veía tu pasado, presente y futuro.
- Entonces –continuó Augusto –, las cartas que te salieron fueron una dama, una torre y un demonio, ¿verdad? – Asentí en afirmación y él se cruzó de brazos – ¿Que te dijo ella?
- Con las primeras dos dijo lo mismo, la verdad de que no ha sido muy buena mi vida que digamos. Sin embargo, en la del demonio...
- Esa es la que da mal augurio – Dijo Xavier comenzando a jugar con los mechones de su cabello para después acariciar cierta zona de la cabeza.
- Algo así. Me dijo que iba a tener un "demonio" en mi vida que iba a hacer a gozar de mi juventud, de verdad no entendí bien a lo que se refería.
- O sea que lo asoció a la lujuria, ¿no? La loca solo mira cosas relacionada con deseos al parecer –. Fruncí el ceño cuando escuché a Augusto hacer dicho comentario. Eso me acordó que todavía no me habían contado que estaba pasando en realidad para estar en el supuesto peligro a lo que ellos se referían.
- Sobre eso, ¿qué-...? – Fui interrumpida por el camarero, que vino a pedirnos la orden. Era un castaño, de piel acaramelada y ojos rasgados, su uniforme tenía un sentido casi informal pero que no le quedaba nada mal al ser de tonalidades oscuras junto. Me parecía algo familiar hasta cierto punto, pero no recordaba de dónde.
- ¿Puedo tomar su orden? – Cuestionó en una voz muy tranquila, como si no existiera todo el ruido del salón.
- Si – comenzó Augusto –, una pizza familiar. De tocino preferiblemente.
- ¿No sería mejor una Hawaiana? – indicó el pelinegro, llevándose una cara de desagrado de los otros dos – Bien, no dije nada.
- Muy bien, ¿algo más? – el castaño en mesa indicó que trajera unas bebidas que el trabajador apuntó sin borrar su sonrisa en ningún momento – ¡De acuerdo! Lo traeré en un momento – Esta vez subió un poco más el tono saliéndole algo juguetón, y se dio la vuelta para ir a entregar la orden.
- Bien, ¿qué decías? – soltó Owen.
- Si, que... Quiero saber que está pasando. Ustedes están hablando de cosas que en realidad no entiendo. ¿Por qué saben que ella es traficante de órganos? ¿Quién era ese que me llamaba? Y yo...
- Mira – me cortó de repente el rubio –, las chicas como tú no pueden ser tan curiosas.
- ¿Las chicas como yo? – Alcé una ceja.
- Sí, chicas llenas de aire – mostró una sonrisa sarcástica de la que no me agradó en lo absoluto, entrecerré los ojos con algo de molestia, los deseos de volver a arrancarle los mechones de cabello se estaban asomando.
- Owen, no seas así con ella que no te ha hecho nada – masculló Xavier en mi defensa. Gracias a Dios que ya estaba de mi lado.
- Ella me arruinó el pelo, me dejó puntos calvos y me saltó como salvaje, ¿eso no es nada para ti? – se señaló el cabello – Poco estoy diciendo para lo que se merece.
- Y a mí me pateó en la herencia – el cabello castaño se unió a la conversación, mirándome con cierto resentimiento, yo sonreí engreída al recordar dicha patada, la mejor de todas a mi consideración.
En ese momento, el mesero que nos había pedido la orden vino con una pequeña carretilla de metal junto con la comida y bebidas solicitadas con anterioridad. Puso la masa de harina horneada en un molde sobre la mesa y tendió los vasos junto con los utensilios de comer a cada uno.
Fui la última en recibir el servicio antes de que se pudiera retirar. Sin embargo, mientras colocaba el vaso para servir la bebida, me percaté de su insistente deseo de mirarme a través de las pestañas. Y ahora que le veía bien, o este no era el mismo mesero que había tomado la orden o la mascarilla con la que había llegado me distorsionaba su cara por completo.
- Emperatriz, no tenga miedo. El demonio no siempre es tan malo – dejó de echar el refresco en el vaso cuando este se llenó, pero su mirada y palabras seguía en mí –, incluso, es como judas y come en la mesa junto a usted.
Esa voz me alertó por completo, pero cuando pude reaccionar ya se estaba alejando junto con la carretilla de servicios. Miré en dirección por donde se había ido, pero ya había desaparecido a través de la puerta de la cocina.
Los chicos empezaron a comer tomando las rebanadas a su propia velocidad, sin embargo, yo sentí como si el hambre se me hubiese esfumado. "Emperatriz, no tenga miedo". – sopesé en mi cabeza –, ¿cómo no tenerlo? Si no me equivocaba, esa mirada y esa voz... eran muy parecidas a las de...
Estaba tan ensimismada en la consideración de aquel pensamiento, que no me di cuenta de que pasaban una mano frente a la vez que me llamaban suavemente. Cuando sentí una mano en mi hombro fue que volví a la realidad y pestañeé unos momentos para sacar todo lo que estaba en mi cabeza. Los tres jóvenes a mi alrededor me observaban, como si el tiempo se hubiese detenido cuando se percataron de mi situación.
- ¿Pasa algo? – se atrevió a decir Xavier con la pizza aún en mano –. No has tocado tu pizza y sabemos que amas mucho la pizza de pepperoni. – Mostró una sonrisa mientras alzaba la rebanada en su mano como para mostrarla. Los otros dos lo miraron como diciendo "¿En serio?" y él se encogió los hombros restándole preocupación.
- No, está bien. Solo que...
Iba a decirlo, pero... ¿qué era lo que diría? ¿Qué creía que el mesero me estaba acosando? ¿O qué creía que era el mismo que me llamaba? No le veía ningún sentido a pesar de la situación, no quería complicar las cosas más de cómo estaban. Le resté importancia. Preferí callarme y mentir –. Me acordé de mi familia y... ya saben.
- Oh, es cierto – dijo Xavier –. Hace muy poco que llegaste y ahora estas con unos extraños que de repente conocen casi todo de ti. Pero tranquila, te vamos a proteger. – Mostró una gran sonrisa muy dulce e infantil, los otros dos seguían mirándolo con un aura de incomodidad. A pesar de eso, siguió –. Tal vez lo que te haga falta es hablar un poco, ya que no has hablado con nadie desde que llegaste a de suponer. ¿Qué tal si nos cuentas de tu familia? – Soltó entusiasmado.
- Oh. – Tomé un pedazo de pizza y comencé a comer bajo sus atentas miradas, cubrí mi boca llena para preguntarles. – ¿No qué saben todo de mí?
- Sí, pero ahora queremos confirmarlo conti-...
La mesa tembló de golpe y se escuchó un ahogado quejido por parte del de ojos grises, miré a los hermanos que estaban en frente y estos ya se veían más que molestos, al interpretar por la cara Augusto, se leía claramente: "Te callas o te rompo tu cara angelical".
- Bueno – rompí el silencio que hubo luego de aquella pequeña escena –. Entonces sigo sin entender lo de la tal Marina.
- Zabrina – Corrigió Augusto.
- Ajá – Bromeé –. No entiendo de donde sale eso de tráfico, tarot, como ustedes saben todo esto, ¿por qué debo confiar?
- Lo único que tienes que saber es que Zabrina sabe muchas cosas de ti solo con leerte las cartas – Augusto soltó el borde de su tercera pizza mientras lo decía –. Es una mujer peligrosa, sus juegos son pesados y puede llevarte a la tragedia con facilidad. Nosotros ya pasamos por eso y no vamos a...
Se detuvo como si se diera cuenta de que había dicho algo de más y miró a Owen, donde este chocó su mano con su cara de la frustración, parece que dijo algo que tampoco que debía decir. Xavier lo miró con una sonrisa algo infantil pero maléfica a pesar del dolor.
- Oh – empezó a reír el pelinegro como si fuera hizo una travesura, luego señaló a su primo castaño –, creo que alguien está en problemas...
Augusto suspiró como si se rindiera, metió su mano a su bolsillo y de allí saco sus lentes. Con los mismos que le conocí, de pasta negra algo ancha y vidrios casi redondos dándole un toque algo intelectual, pero sin dejar de ser muy atractivo; es más, ahora se veía mucho más atractivo que antes. Se los colocó por encima del tabique y se quedó en silencio.
Los miré a los tres, parecían estar pensando si ya terminar de decir lo que se había quedado a mitad, así que intervine cuando terminé de comer la segunda rebanada de pizza.
- Bueno, la verdad a medias es una mentira. Así que si quieren mi confianza deberán contarme todo como es. Así de sencillo.
- ¿Ah? – Soltó Owen.
- Claro. Ustedes dicen que me quieren proteger y todo eso. Pero ustedes deberían pensar en algo bien bueno como para que no llame a mi padre a protegerme.
- Ese es el problema, Livia – Interrumpió el rubio de ojos de tono miel –. Tú padre está implicado en esto.
- ¿Eh?
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