Arcano 29. Ukelele


Debí haberme quedado dormida en algún punto de la noche mientras hablaba con él  porque esto era más allá de lo inverosímil. Me había agitado en mi lugar y me pellizqué en mi brazo notando que todo lo que estaba sucediendo era realidad, pura y gran realidad que me dejaba helada. Hasta que un resoplido de risa lo delató y me hicieron reaccionar en lo que sucedía.

- ¡Guss! – Las carcajadas no se hicieron esperar de su parte, y yo no pude evitar tomar mi almohada y pegársela en cara varias veces de tal forma que le doliera, él por su parte seguía riendo mientras intentaba cubrirse con las manos, la situación parecía divertida pero me dio un buen susto, con eso no se bromeaba.

- Ya, ya, era jugando, era jugando Livia – las carcajadas no paraban, en verdad todo un bromista.

- Ustedes dos, ¡¿pueden callarse la maldita boca?!

Un rubio desalineado se paró en la puerta de la habitación tambaleándose con mala cara, con una almohada en su brazo izquierdo y con su mano derecho se rascaba los ojos. Parecía muy molesto en verdad.

- ¡Maldita sea, ¿no pudieron hacer sus malditos juegos del demonio a otra hora?!

- Ay no – soltó Guss.

- "Ay no" y que nada, ahora me tendrán que soportar hijos del averno – con pisadas bien pesadas vino hacia nosotros murmurando maldiciones y de repente se sentó en medio con la cara más malhumorada posible, como los niños cuando están celosos de sus padres y quiere dividirlo a toda costa.

- Owen, perdón por despertarte, si quieres vuelve a dormir y ya no haremos más ruido.

- Pfff. Sí claro.

- Owen – dije con la mayor dulzura posible y eso pareció llamarle la atención –, lamentamos en verdad haberte despertado, no fue culpa de Guss si no mía, yo no podía dormir y también por dejar las luces encendidas lo desperté a él, no fue mi intención – el ojos ámbar más pequeño pareció meditarlo por un momento, cerró los ojos y se veía que estaba en mucha paz, parecía meditarlo muy seriamente, hasta que...

- Se quedó dormido – suspiró Guss y en ese mismo momento el rubio se dejó caer hacia atrás, quedando en la cama y allí escuchándose sus ronquidos –. Te lo dije.

Que hijo de...

- Tranquila, lo voy a acomodar, tú apaga la luz y vamos para la sala. Allí seguiremos hablando.

- Pero, ¿no vas a dormir?

- ¿Y dejarte sola en tu insomnio? Livia, jamás.

Eso hizo que me diera un pequeño suspiro de calor en mi interior, no sabía aun porqué, pero ese chico si sabía cómo ser divertido y caballeroso a la vez, aunque a veces le salía lo impertinente y los cambio de humor repentino como su hermano. 

Apagué la luz como me indicó y él terminó de acomodar al bello durmiente en la cama, luego salimos y apagamos el resto de las luces, solo encendiendo la lámpara que estaba en la mesa pequeña de la sala.

- Lo mejor que pudo hacer Owen fue volverse a quedar dormido, no sabes lo insoportable que puede llegar a ser si tiene trasnoches o si no duerme por completo su sueño.

- ¿Y qué hay de mí? Si yo no tengo mi sueño embellecedor de ocho horas me veré fatal, no podré levantarme con la luz del sol y el día no podrá ver mi esplendor, ¡que infortunio!

- ¿Eres así siempre?

- ¿Así cómo?

- Así, que finges ser excéntrica o egoísta, o incluso llegar al punto de ser narcisista.

- ¿Tú qué crees? – Levanté las cejas con diversión y él volvió a reír, cuando nos quedamos en silencio decidí buscar en mi música del celular y colocando el volumen de forma muy baja puse una de mis preferidas.

- Por cierto, ¿qué tal está la marca del dragón?

- ¿La marca del dragón? – Lo observé con duda y Guss señaló su mejilla indicando la bofetada que me había dado Xavier horas atrás.

- Eres un tonto – hablé por lo bajó terminando de colar el celular –. No me duele nada, al parecer solo fue en el momento, creo que no tengo ni la marca.

- Desde aquí yo no la veo.

- Entonces significa que no me dejará marca. 

Sonreí al sentarme en un sillón unitario frente a él y me devolvió el gesto con tranquilidad hasta que la música se emitió.

- ¿Eso es un piano? – Yo asentí –. ¿Te gusta?

- Si no me gustara no la pusiera.

- Touché.

Suspiré.

- Cuando pequeña me gustaba mucho tocarlo.

- ¿Y ahora no te gusta?

- No es que no me gustara, simplemente me cansé y me dediqué a más instrumentos. El violín, el arpa, la guitarra acústica, el saxofón, la flauta dulce, las maracas, el Theremín...

- ¿El There que qué? – Yo me carcajeé pero rápidamente me contuve.

- El Theremín, el instrumento que no se toca.

- Eso es imposible, todos los instrumentos se tocan.

- ¿La voz se puede tocar?

- La voz no es un instrumento – dijo muy seguro.

- Entonces, ¿qué es?

El silencio vino para nosotros mientras él pensaba, y después de mucho rato saltó con...

- ¿Es un instrumento de aire?

- Acabas de decir que es un instrumento – él volvió a reír.

- En verdad aprendo más cosas contigo en un minuto de todo lo que aprendí en la escuela – levanté los pies para el asiento, teniendo que acomodarme para ponerlos en mejor lugar, y no era problema ya que yo tenía un pijama de pantalón y con camiseta hasta las muñecas, bien mata pasiones. Al contrario del señorito que tengo al frente, que a pesar de haber dormido tantas veces aquí, aun así no decide ni él ni los otros dos traer su propio pijama para cuando tengan que quedarse y duerme con lo que usa en el día –. ¿Y cuál instrumento prefieres de todos los que has tocado?

- El ukelele – sonreí orgullosa, pero él volvió a reír moderando su voz lo más baja posible –. ¿Qué?

- ¿El ukelele? Pensé que dirías algo así como... tu voz o la guitarra eléctrica.

- No canto muy bien que digamos, y agreguemos que con los demás instrumentos siempre había un problema. Que la flauta es muy fina, que el piano es muy grande para llevarlo a todos lados, que el laúd es para poetas.

- ¿Ahora que mierda es eso? – La cara que puso parecí una poesía, y fue muy divertida ya que parecía como si estuviera hablando en códigos.

- Es como un ukelele un poco más grande, pero de la Edad Media – de repente se acabó la canción y en ese momento comenzó otra un poco más melancólica. Él me miró como si dijera "¿En serio?" –. Guss, aunque no lo sepas, la música es medicinal. Así como mi padre dijo que Celia había aprendido a usar plantas medicinales, así algunos aprenden a usar la música como algo terapéutico.

- ¿Y tú aprendiste a hacer eso? – Negué con la cabeza –. ¿Y por qué no lo haces?

- No sé. Nunca lo supe en verdad, sin embargo me parece suficiente con saber lo que ya sé de la música.

Volvimos a quedarnos en silencio, esta vez solo apreciando el dulce sonido de la música que salía del celular. Con esa luz tan tenue y ese sonido tan dulce, era imposible no sentir ese toque tan nostálgico que podría haber en ese momento. Me fue inevitable quedarme pensando en todo lo que había pasado, en todo lo que ha sido de mi vida hasta aquel momento, en todas las personas que conocido por un motivo u otro, era increíble el mirar hacia atrás y ver que todo lo que no viví en diecinueve años, lo había vivido aquí en apenas tres meses.




Narra Guss

La vigilaba cuando ella se perdía en sus pensamientos, consideraba que era algo triste como feliz, pues aunque estuviera sonriendo parecía que el brillo de sus ojos se removía con algo de amargura. No me gustaba verla de esa forma. Me gustaba cuando peleaba y le respondía a Owen, o cuando se maquillaba y decía algo divertido de lo tan importante que ella se sentía, quizás simplemente escucharla decir algún dato que había leído en alguna red y hasta cuando intentaba limpiar de manera eficiente aunque no saliera bien.

Nunca hubiera pensado que me tocaría cuidar a una niña mimada de una gran personalidad del gobierno. Me parecía descabellado e impensable si le hubieran dicho a mi yo de algunos dieciséis años. Sin embargo, todo lo que ha pasado me había llevado a sentir una gran satisfacción con solo verla sentada ahí, frente a mí. Nunca había sentido lo que siento ahora, y sí, había tenido parejas y sabía diferenciar un amor de una amistad. Pero con ella es algo difícil, porque ella me regala amistad donde yo quería intentar ver otra cosa, pero simplemente no me atrevía.

Bueno, me atreví en su habitación pero rápidamente tuve que tratarlo como un chiste para no llevarlo a algo incomodo. No quería romper la amistad y tampoco me interesaba alejarla, menos ahora en una situación como en la que se estaba ahora. En la que se debía pensar en su seguridad antes que la de uno mismo.

En ese momento que la seguía mirando entendí lo que dijo Roberto aquella vez que nos reunió.

Ese mismo señor vestido de abogado que vimos cuando pequeños y que había dicho que estábamos en su propiedad se encontraba ahora mismo en mi casa frente a la puerta. Iba con Xavier y Owen detrás de él así que los dejé pasar.

Nos acomodamos en la antesala lo antes posible, Owen había dicho que ese señor nos prometía mucho dinero por un trabajo que quería que hiciéramos por él. Claro que los tres lo conocíamos ya que siempre salía en todos los anuncios de campañas para ser vicepresidente en las próximas elecciones.

- Bien, primero que nada, cómo han de saberlo soy Roberto Drusila, Ministro de relaciones exteriores y candidato a la vicepresidencia de la República.

- Sí, y eso nos hace pensar cada vez más la razón por la que usted está aquí – Comentó Owen sentándose a mi lado mientras se cruzaba de brazos.

- Oh, no es por nada malo. Solo que necesito que cuiden a mi hija.

- ¿Disculpa? – Dijo un sarcástico Xavier –. Me parece que usted tiene suficiente dinero para contratar a la seguridad de todo el país para su hija.

- Sí, pero pasa lo siguiente, desde hace tiempo ha dicho que quiere venir a la universidad de esta ciudad y aunque su madre y yo no queríamos, insistió en que se quedará en mi departamento algo abandonado aquí hasta terminar sus estudios.

- Pero, ¿por qué nosotros? – Ahora cuestioné yo.

- Primero que nada, creo que ustedes están muy ligados al tema de Zabrina, ¿no?

- ¿Cómo usted...?

- ¿Qué cómo lo sé rubito? Es fácil ver a unos novatos persiguiendo pistas que deja una "asesina". Sin embargo, les digo que mi hija pueda que se vea involucrada con esta misma mujer, y como ya ustedes saben mejor el caso que cualquier otro, necesito que la cuiden de que le pase cualquier cosa.

- Aún insisto de que puede pagar guardaespaldas – recalcó el pelinegro.

- Claro que puedo, y quizás hasta más que eso, pero ella no quiere a nadie cuidándola que venga de mí, así que no voy a arriesgar la poca confianza que tengo de ella.

- Si insiste.

Aceptamos el trato, era bastante sencillo, solo chocarnos con ella tipo casual y poco a poco ganarnos su confianza hasta que poder estar en la casa sin ningún problema para poder cuidarla. Todo marchaba bien, hasta que: Uno. Mandé a Xavier y Owen a ir con ella para que tocaran su puerta como si fueran sus vecinos, luego iba a aparecer yo para llegar diciendo que nuestro padre los estaban buscando, todo estaba perfectamente planificado. 

Sin embargo, ellos llegaron antes que ella, la amarraron al parecer por los nervios y empeoraron las cosas. Owen me llamó en un momento para decirme la estupidez que habían hecho, en ese momento estaba en un entrenamiento de carreras y no pude terminarla por resolver lo que ese par de idiotas hicieron.

Dos. No íbamos a contar nada sobre los secretos que la envolvía tanto ellos como a nosotros, pero gracias a Xavier jaló el hilo para que nosotros tres fuéramos diciendo todo paso a paso.

Y tres. Entre nosotros había secretos que ni conocíamos, éramos unos estúpidos.

A pesar de todo, llegamos a este punto y aunque perdí muchas cosas, como mi camioneta del año por ejemplo; que cabe destacar, si me dolió bastante. Encontramos a alguien que de alguna forma nos mantiene unidos. Vi como ella comenzaba a cabecear, más o menos debía estar cerca por lo menos de las cuatro de la mañana así que era obvio que debía ya estar cayendo. Al igual por mi parte.

Esperé a que se fuera cayendo cada vez más hasta que quedó con la cabeza casi por completo en su propio hombro, era muy elástica que podía estar en esa posición tan complicada, pero aun así, verla respirando con suavidad mientras su cabello castaño nada brillante ni destacable caía sobre su cara me daba algo de paz.

No tiene nada de llamativo, era muy flaca y se maquilla bastante para ocultar sus imperfecciones, Owen se lo decía cada vez que tenía oportunidad. Tras esto y en contraste, algo de su personalidad hacía que todo eso se fuera a un lado y pudiéramos ver lo que en realidad es: Inteligente, fuerte pero con una boca muy suelta a veces, y a su vez es tan interesante. Cuando estamos solos y habla, ella solo se desahoga y expande sus horizontes, era increíble todo lo que podía salir de sus labios.

Y aunque quisiera demostrar que ella no era una persona grata o que el dinero que tenía por sus padres la habían hecho lo que no es, a veces no podía evitar mostrar sus buenas intenciones.

- El ukelele – sonreía como si hubiera dicho lo más grande del mundo, había un brillo en los ojos tan únicos que me hicieron reír un poco, hasta que preguntó – ¿Qué? – Mierda. Disimula, disimula.

- ¿El ukelele? Pensé que dirías algo así como... tu voz o una guitarra eléctrica.

- No canto muy bien que digamos.

Sabía que era mentira.

La había escuchado cantar antes, un día en el que estaba intentando cocinar por sí sola. Abrí la puerta y su hermosa voz me envolvió, no quise interrumpirla pero recuerdo muy bien lo cómoda que se veía mientras entonaba su melodiosa voz. Tampoco iba a mentir diciendo que era un ángel que descendía de un coro, pero era bastante agradable escucharla.

Desde ese día comencé a tener más cuidado y fijar más a detalle su forma de ser, en como se empeñaba en actuar como los chicos mimados y ricos, quería ser egoísta, quería ser mala, quería ser odiosa, pero le resultaba todo lo contrario. 

También recuerdo una vez que Owen estaba lanzándole piedras al árbol del jardín trasero, era un domingo y por eso los cuatro estábamos juntos; sin embargo, sin querer Owen le dio a una pequeña ave que estaba allí, todos fuimos a ver. Livia lo primero que dijo fue: 

"Vaya, gran cosa una ave. Como todas las demás del montón". 

Pero de verdad, si hubieran visto los ojos de preocupación que tenía cuando nadie la miraba era muy doloroso, era como si se reprochara por haberlo dicho.

Ella podría ser lo que fuera, pero no lo que pintaba a otras personas. Incluso Xavier me lo compartió un momento en el que me acompaño a hacer las compras, ese día le tocaba a Owen a hacer guardia con ella.

- ¿Has notado Livia finge? – Soltó de repente mi primo mientras tomaba una caja de cereal.

- ¿A qué te refieres?

- Me refiero a que en realidad actúa de una forma y cuando ni ella misma se da cuenta actúa de otra.

- Creía haber sido el único.

- Sí, solo que al parecer ella no se ha dado cuenta, es muy pero muy mala actriz.

- Ni que lo digas.

Ya había caído en el profundo sueño. Me erguí de mi asiento, estirándome un poco para retirar algo de sueño que se me asomaba, y me acerqué a ella para levantarla de aquel sillón en mis brazos. Su cara quedó en un ángulo en el que su respiración me daba justamente cerca de la clavícula, justo en el lugar del pecho donde se encontraba en mi corazón.

Y era irónico,

Ella no necesitaba respirar necesariamente cerca de él para saber que estaba dentro desde hace tiempo.

Al parecer las brujerías que hace Zabrina les quedaron cortas a los hechizos indirectos que hizo este pequeño chocolatito

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