Arcano 0. La Estafa


Las cartas se desplazan por la mesa como un manto de trampas mostrando un solo color a sus espaldas, rojo. Las miradas furtivas entre las dos personas sentadas frente a frente en la mesa daban de que decir, y el destino comenzaban a mover sus hilos desde ese momento.

La joven se agitó algo inquieta dentro de su asiento, y sus ojos no dejaban de seguir el vaivén de las barajas sobre la superficie, su curiosidad parecía dudar de vez en cuando al no saber si hacia lo correcto.

- Y dime, Livia – La mencionada se tensó –. ¿Lista para saber tu destino?

Livia pareció cubrirse del manto del temor cuando la mujer asomó el mazo de cartas a su frente. Con su palma sudada por el pavor, lo tomó entre sus finos dedos y las miró fijamente sin saber qué hacer en el momento.

- Barájalas, querida. Con la mano izquierda – Acertó la señora. Y Livia le obedeció.

Movía con torpeza sobre sus manos aquel paquete de hojas de cartón, con la lentitud y cuidado de no dejarlas caer. Al sentir que ya había hecho suficiente, las dejó sobre la mesa.

- Ahora, toma tres. Las que gustes.

Livia con cierta ligereza, tomó las primeras tres cartas del mazo y se las pasó. La mayor de las dos, acariciando con sus uñas las tres cartas elegidas, apartó el naipe ilustrado restante a un lado. Luego puso las tres en orden de izquierda a derecha y ésta quedó entre las féminas.

- Livia, preciosa – Volteó la primera carta a la izquierda, dejando ver una imagen no tan atractiva, la de ojos verdes hizo una leve mueca –. Tu vida no fue muy de desear, ¿no? – Tanteo los dedos en la mesa con cierta ironía – A pesar de tu posición.

Livia se limitó a imitar la mueca de la señora y luego encogerse de hombros. La pitonisa al ver el gesto siguió volteando la segunda carta que trajo una mirada con cierto destello de incomodidad en su entrecejo.

- Tu presente tampoco es el mejor, aunque veo destellos de... – Buscó la palabra en su paladar, y al conseguirla hizo un intento fallido de no sonreír. – ¿Retos? ¿Amor, tal vez?

Un pequeño sonrojo se asomó sobre las mejillas y nariz de la chica leída. Había acertado, hace poco tiempo ella había confesado su amor a un chico un año mayor que ella, aunque esto no saliera muy bien, intentaba no rendirse, y era esa una de las cosas por la que estaba ahí.

- Ahora, – Dijo en un murmuro solo para ambas, aunque estuvieran solas –. Tu futuro.

Una gran intriga se notó en su baja voz mientras iba volteando la última carta, la que diría su futuro y, en el que Livia esperaba, fuera a su favor. Poco a poco se fue visualizando ese último dibujo que diría lo que para todos era una sorpresa. Una gran sonrisa se vio plasmada en la gitana. Y eso hizo que Livia, dudosa, levantara la mirada en espera de una interpretación.

- Oh – Soltó como un susurro.

- ¿Oh? ¿Qué? ¿Qué dice?

- ¿Qué tú crees? – Dijo posando sus dedos sobre la carta y acercándosela más a la clienta que no entendía lo que quería decir.

En la imagen vio un ser infernal, era una figura roja con cuernos, una mano levantada haciendo un signo extraño mientras con la otra agarraba un bastón. Debajo de él había dos personas encadenadas de brazos y cuello. Para la Livia, era más que obvio que era una mala señal.

- No te asustes. No es nada malo – Continuó como si leyera su mente, tampoco dudaba que lo hiciera –. Esto es símbolo de que vendrán cosas buenas.

- ¿Un demonio? ¿Cosas bunas?

- Son cosas más "Carnales". – Acentuó con ciertas intenciones algo fuera de lo inocente. Al ver a la joven no entender, la señora canturreó con cierta picardía divertida una tonada, haciendo que Livia callera en cuenta de lo que se insinuaba.

- ¿Con quién?

- La consulta acabó, son diez más.

La sonrisa ladina de la anciana le indicó que en verdad no hablaría de más mientras, la cara de Livia se veía como se transformaba en una mezcla entre ofendida, molesta y más que todo, estafada.

- Anciana, ¡Te acabo de dar diez dólares! Y eso incluye hacer todas las preguntas posibles, ¿De qué me sirve saber eso sin saber el resto? – La señora solo se encogió de hombros fuera de toda intención de mejorar la situación.

- Lo siento querida, si quieres saber quién es el diablo, debes darme algo que lo saque de mi boca. – Soltó haciendo un gesto con los dedos al que se refería las monedas frotándose.

Un gruñido incomodo salió de los labios juveniles al levantarse de su silla bruscamente para salir de la pequeña tienda adornada en tela. Abrió las cortinas con rabia mientras iba murmurando insultos hacia la señora que le había leído las cartas.

Iba por la acera con la cabeza agachada, su cabello castaño ondulado caía al frente por inercia de la brisa y de vez en cuando lo lanzaba hacia atrás con rabia como si de descargar su furia se tratara.

Usaba ropas oscuras por la temporada de otoño que se asomaba y escondía sus manos en los bolsillos mientras los pitidos de los carros pasar no dejaban escuchar su voz mal humorada por el engaño que había recién recibido.

- Maldita anciana. La próxima vez que la vea voy a partirle lo que el sol no toca. – Dijo a su vez que entraba a una cafetería para conseguir calor.

La fría brisa le estaba secando la cara y los labios, al menos todavía tenía un poco de dinero para gastarlo en lo que le daba en gana. Al fin y al cabo, ¿Qué era el dinero si no era para gastarlo?

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