XXXI | El Susurro de Venus |
| Música de Multimedia: Used to the Darkness - Des Rocs |
——————————
"La confianza es como la presión sanguínea. Es silenciosa, vital para la salud, y si se abusa de ella puede ser mortal".
Frank Sonnenberg—.
——————————
Las puertas del elevador se abrieron de par en par y Miguel vio la enorme y adornada puerta de madera sólida de la General, fue inmediatamente a su casa después de la tortura del Capitán Tully, aún conservaba la sangre fresca en sus nudillos y los restos en su manchada armadura.
Salió a paso veloz del elevador y se detuvo frente a la puerta, no sin antes, asegurarse de tener el collar en las manos, quería entregarle la llave de su vida a su General, no quería hacerla enojar aún más de lo que ya estaba y, por si fuera poco, se encontraba nervioso... Estaba a nada de poder cazar a sus presas que huyeron, las únicas personas que estuvieron vivas y no pudo completar su misión por ello.
El Arcángel tocó la puerta con seguridad y, al cabo de unos minutos, esta se abrió de forma automática; él ingresó y escaneó aquella sala a la que estaba acostumbrado. El penthouse de la General de la Federación era ridículamente grande, con un enorme ventanal que dejaba ver el interior a la decadente ciudad pero, gracias a la altura, era imposible tener algún fisgón o intruso indeseable.
Jäger se acercó a la ventana y la tocó con cuidado, él estaba acostumbrado a estar parado días ante ella, cuidando a su superior mientras hacía planes, tenía reuniones y descansaba. Él era su mano derecha y su guardián, daría todo por ella sin rechistar.
—Miguel, has vuelto más rápido de lo que creí —dijo Montserrat, apareciendo con solo una bata de baño blanca alrededor de su cuerpo, su cabello estaba suelto. Se detuvo a un par de metros de su subordinado y lo escaneó con la mirada, la sangre chorreaba directamente a su alfombra de piel de borrego, suspiró indignada y le tendió la mano—. Ven, tomemos un baño juntos y ahí me contarás todo lo ocurrido.
El Arcángel le tomó la mano y se dejó guíar hacia el baño, estaba tan acostumbrado a estar desnudo frente a ella que no le importaba, es más, a él le gustaba estar así con ella. Sentía una conexión especial que pocos podían darse el lujo. Y el baño era grande, lo suficiente para que dos personas compartieran secretos y confiaran el uno con le otro.
Después de haberles quitado el traje protector y su capa de viaje a uno de los guardias, Mary se encontraba apoyada sobre el cuerpo de su antiguo compañero de escuadrón de Élite a las afueras de su prisión móvil.
—Bien, ¿cómo piensan escapar de aquí? —cuestionó la mujer, observado el exótico paisaje por primera vez: cientos de cúpulas de lava que habían comenzado con sus erupciones esporádicas—. Vaya... Si no fuese tan horrible su atmosfera, sería un bello planeta.
—Te ayudaré a subir a la moto de Dazhbog —respondió Gabriel con seguridad, vio la carretera y exhaló—. Tendremos que seguir la ruta hasta el puesto de evacuación... aunque es muy raro que no hayan tenido refuerzos.
—Es Ardus, es normal que no haya... —Apolo le puso un dedo en su boca, callandola—. ¿Qué te pasa?
—Algo está mal, niña —agregó Alec, cerrando sus ojos para tratar de concentrarse—. ¿Lo escuchas también, cierto?
—¿Escuchar qué?
—Exacto —aseguraron ambos Dioses al unísono. Gabriel continuó hablando—. Nada. Ni alarmas, ni guardias, ni lamentos. Es muy raro, cuando liberamos a Hambre toda la colonia se nos vino encima y, cuando sacamos a Disputa la prisión entera nos atacó... Pero aquí, solo hubo dos guardias descuidados físicamente, no tiene sentido.
—¿Y no es bueno?
—Niña, eres una Jinete, Miguel te encerró aquí... Obviamente no. —Alec encendió su motocicleta y Gabriel puso en el asiento trasero a Mary—. Vámonos, tenemos que reunirnos con Artemisa.
Ninguno opuso resistencia, encendieron los vehículos mientras las placas tectónicas comenzaban a sacudirse por las repentinas erupciones volcánicas.
Con la ayuda de Montserrat, Miguel se deshizo completamente de su armadura, dejándola en el piso y mostrándose completamente desnudo frente a su superior; ella se quitó la bata y le volvió a tomar la mano, guiandolo hacia la enorme bañera espumosa; el Arcángel tenía que suprimir su instinto humano, ignorando el hecho de tener a aquella increíble mujer frente a él. Ambos se dejaron caer en la bañera, relajados ante las fragancias aromáticas.
—¿Lo asesinaste? —fue lo primero que preguntó la General, mientras obtenía una esponja y comenzaba a tallar su propio cuerpo, Miguel se quedó estático, relajandose ante el calor del agua—. Vamos, Miguel, dime que no.
—No —respondió monótonamente el hombre, sintiendo el ardor de sus heridas, alzo su brazo izquierdo y vio los pequeños cortes que Montserrat le había provocado cuando se enfrentaron en sus pruebas—. Nuestra pequeña Arcángel lo cuida... Ella me detuvo de hacerlo.
—¿Y cómo reaccionaste?
—La castigué, le ordené mantenerlo con vida y si él fallece, tendría que enfrentar juicio por insubordinación contra un oficial —contestó Miguel, cerró sus ojos y se deslizó, dejándose llevar. Los pies de la General lo detuvieron contra su zona íntima, evitando su desaparición—. Mi General, no es correcto que haga eso.
—Y tampoco que huyas de conversaciones serias —reconoció Montserrat con una sonrisa pícara, quitó su pierna y comenzó a hacer círculos en el agua—. Tienes que comenzar a enseñarle, ya estás en edad del retiro.
—Me atrevería a decir que usted es igual, mi General. —Un ligero golpe en su entrepierna, cercana a su zona erógena, fue la respuesta. Miguel cerró los ojos a causa del pequeño dolor—. Mis disculpas, pero usted también tiene que comenzar a pensar en enseñar a las futuras...
—Primero, deja de hablarme de "usted" —enumeró Guaichia con sus dedos—. Segundo, te enseñé a ti hace veinte años y te llevo enseñando desde ese día para que puedas llegar a sustituirme si llego a acaecer...
—Moriría por ti, Montserrat —interrumpió Miguel, incorporándose y dejando ver más allá de su pecho, la mujer lo obligó a sentarse con la ayuda de sus pies—. Mi vida te pertenece.
—Estoy muy segura de ello, mi Arcángel —musitó Montserrat, tomando una pequeña copa de champagne y bebiendo un poco—. Volviendo al tema, ¿conseguiste las coordenadas?
Miguel sonrió y sacó su mano de la bañera, dejando caer ligeramente la cadena y el collar de Alec, la General sonrió y aplaudió con satisfacción.
—Lo has logrado, mi Arcángel —felicitó la General, dejando la copa y moviendose lentamente hacia su subordinado; sus manos comenzaron a masajear el cuerpo de Miguel—. Mereces una recompensa, te daré lo que quieras, dime, ¿qué quieres?
El Arcángel cerró los ojos, sintiendo las cálidas y suaves manos de su superior, su mente comenzó a nublarse mientras, poco a poco, subían más cercanas a su cadera.
—Quiero... —susurró, la General acercó su oído a su boca y lo instó a seguir hablando—. Quiero su corazón... Quiero el corazón de los Dioses.
Monserrat suspiró orgullosa y dejó de masajear la pelvis de Miguel, se alejó para volver a tomar su copa de alcohol; dio un pequeño sorbo y la levantó haciendo un brindis.
—¡Que así sea, mi querido Arcángel! —exclamó Guiachia con una sonrisa malévola—. Pero tengo una idea, hay que hacermo en grande. —Pulsó un botón de su brazalete y una pantalla holográfica apareció frente a ella—. Reúne las tropas, vamos a asaltar a la Resistencia. —Miguel le pasó el colgante y lo colocó encima del brazalete—. Les estoy mandando el radiofaro de Gamboa, la ex-inteligencia de la técnico Amanda, con eso completarán las coordenadas del salto espacial. —Hizo una pausa y observó a Miguel con atención, este se encontraba inquieto—. Contacta con los Arcángeles, cambia su rumbo y desvíalos hacia allá, Miguel se reunirá con ellos unas coordenadas cercanas con instrucciones específicas.
Sus subordinados asintieron a las órdenes y cortó la comunicación, observó a Miguel y exhaló con una sonrisa. Tenía que armar un plan que traería a Sebastián a su territorio, para así derrotar a la Resistencia.
—Sebastián, ¿por qué me apagaste hace rato? —cuestionó el androide, girando alrededor del Dios; ambos habían estado en silencio la mayor parte del tiempo—. ¿Acaso querías estar a solas con...?
—Es incómodo —soltó Mixcóatl atravesando polvo estelar—. No lo digo en mal plan, pero tener a alguien con el nombre de mi mejor amigo recordando que mi cuerpo está reaccionando ante el cuerpo de una mujer... Es incómodo.
—Hum... —Hizo una pausa el androide y giró hacia la ventana, el espacio estaba hermoso: el polvo estelar había creado muchísimos colores—. Es bueno saberlo, me disculpo por ello. Aunque no suena muy lógico de tu parte tu incomodidad, decidiste llamarme así y, hasta que tú desarrollaste sentimientos hacia Artemisa no existió esa disputa en el programa. No termino de entender.
—Mira, hablaremos de estos temas en otro momento —se sinceró el Dios, señalando la parte de la punta del caza, el lugar donde se encontraba el Dr. TZ estaba frente a él—. Hemos llegado a nuestro destino.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top