XLVIII | La Aniquilación de los Demonios | Parte I |

| Música de Multimedia: One for All's Theme - Yuki Hayashi |

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De la realización de cada uno, depende el destino de todos.

Alejandro Magno—.

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Veinte minutos de la evacuación de Nebel.


La batalla entre el Dios ruso y el Arcángel Samael duró más de un cuarto de hora, el tiempo suficiente para destruir todos los árboles de la arboleda hasta convertirla en un valle con una enorme depresión por los constantes intercambios de golpes que daban ambos rivales.

A pesar de la clara diferencia de estaturas, el Arcángel Samael había demostrado su clara superioridad y experiencia en combate al rechazar y herir a Alec, el cual tenía por todo el cuerpo cientos de pequeños cortes de los que brotaba sangre que cubría su cuerpo. Aunque no todo era positivo, unos cuantos golpes propinados de Dazhbog lo habían herido internamente, sabía que todas sus costillas estaban a punto de quebrarse y tenía una ligera contusión.

Samael dio un tajo giratorio que Alec bloqueó con su espada mas la fuerza del golpe del Arcángel fue mayor y partió en dos hoja de Dazhbog y lo empujó contra una pila de troncos quebrados, impactando de lleno y sintiendo cómo varias astillas se le encarnaban en su cuerpo, a su vez, la parte superior de su armadura se terminó de romper. El ruso escupió sangre mientras usaba de apoyo su hacha de guerra y maldijo.

—Alec, tus signos vitales, están decayendo... has perdido mucha sangre —dijo Gamboa preocupado, apareciendo en su visor con los ojos vidriosos—. Por favor, deja esta batalla, ¡si sigues así...!

—La podré ver, lo sé —completó Dazhbog, observando el mango de la espada rota con desprecio, la clavó en el piso y se impulsó con ella para levantarse mientras varios pares de huesos se quebraban de forma sonora—. Es algo que he buscado activamente.

—Por favor, te lo suplico, Amanda y Achilles no quisieran verte así —insistió su I.A., apareciendo a su lado—. Detente.

Alec cerró sus ojos y suspiró con cansancio mientras tosía más sangre,miró hacia sus costados al sentir la calidez de una mano femenina y la frialdad de una mano masculina en cada uno de sus hombros. Él sonrió al sentir la presencia fantasmal de su familia.

No les había fallado por completo, había sido una grandiosa vida, sí, su rumbo había cambiado drásticamente cuando la perdió a ella, pero volvió a la rectitud cuando se unió a los Dioses. Rio para sí mismo y caminó lentamente mientras la sonrisa de Samael desaparecía, veía a un verdadero guerrero ante él.

—Dile al Capitán que lo siento, Gamboa —dijo Alec, sacándose una enorme rama de su estómago, dejándole un hoyo completo—. Lamento no haber podido cumplir mi promesa, pero mi familia me espera en el Valhalla.

Alec estiró su brazo mecánico y llamó el Hacha de Guerra, la empuñó con ambas manos y pegó el grito más fuerte e intimidante que pudo salir de su lastimada garganta; usó su arma para apuntar a su rival y este tomó la empuñadura de su espada con ambas manos mientras se preparaba para saltar nuevamente.

—¡Acabemos con esto de una vez! —exclamó el Dios ruso, comenzando a cargar contra el Arcángel.

Samael esperó hasta el último momento para contraatacar, justo cuando el ruso elevó su Hacha de Guerra, este saltó y lo esquivó para dar un corte giratorio que impactó de lleno contra la unión entre el Regalo Divino y el torso de Dazhbog. El pequeño Arcángel empujó con todas sus fuerzas hasta quebrar una por una las uniones mecánicas que los unían hasta que, finalmente, el brazo mecánico salió volando y cayó frente a él, se trastabilló y cayó de rodillas en el piso, sintiendo que la sangre le estaba a punto de explotar su cabeza.

—Vaya... no pude... no pude hacerte ningún daño...

Alec no pudo evitarlo y siguió de frente mientras su hacha se desvanecía y se perdía la conexión, sintiendo un vacío enorme y cayendo de bruces e inconsciente sobre el barro. Gamboa apareció a su lado, intentó moverlo pero era inutil, al ser solo un holograma este no podía hacer nada, su amigo estaba cayendo en un shock hipovolémico mientras Samael pisaba la tierra por primera vez en el combate.

—Que tus pecados sean perdonados por Dios, hereje —dijo el Arcángel, caminando lentamente hasta el brazo mecánico cercenado. Lo observó con atención, este intentaba regresar a su dueño mientras se arrastraba, rio para sus adentros, esto era patético. Los Demonios no eran ni la mitad de fuertes que ellos—. Yo, el Arcángel Samael, te perdono la vida si log, pero te libero del peso de tus dones divinos.

El Arcángel tomó su pesada espada y comenzó a destruir la tecnología ante un aterrorizado Gamboa, el cual, intentaba conectar con alguna nave de rescate de forma desesperada. Una vez destruido por completo el brazo, Samael comenzó a caminar hacia su nave sin dar vuelta atrás, había completado su misión: el Dios eslavo de luz y el sol había caído ante su hoja.

—Siéntete feliz porque casi matas un Arcángel... —musitó Samael, perdiéndose en el bosque.

Ahí, en medio de la depresión del nuevo valle de Nebel, Alec Aslanov, Identificador: Dazhbog, había sido derrotado por el Arcángel Samael Dahl, faltando diez minutos para el final de la evacuación y destrucción de Nebel.

Veintidos minutos del inicio del Éxodo de Nebel.


Seth desvió con mucho esfuerzo y dificultad el salvaje ataque de Uriel contra una pequeña montaña de arenisca y retrocedió cubriendo de sangre su huida, su agitada respiración no ayudaba a su concentración ni a su vista obstruida por el exceso de líquido ferroso en su faz. Con un movimiento rápido, el Dios egipcio se quitó la sangre de los ojos y dedicó unos cuantos segundos para ver el paisaje que había pintado la batalla.

El cubo perfecto que había creado para manejar la gravimetría a su antojo, cada una de las caras se había teñido de rojo escarlata, gracias a todos los tajos que el sanador de Dios le había propinado con sus agujas quirúrgicas. Se palmó el desnudo torso y sintió su armadura y ropa protectora hecha girones y empapada de más sangre.

Sus dedos recorrieron cada uno de sus músculos en búsqueda del origen de un dolor punzante, Seth lo encontró e intentó esbozar una sonrisa... que más que gesto, fue una dolorosa mueca, sus dedos encontraron la pequeña daga y la extrajo de un movimiento, el dolor ya era parte de sí. No podía gritar más, sus cuerdas vocales estaban agotadas.

Abrió la boca y su cálido aliento comenzó a salir de forma agitada, observó al Arcángel recoger el roto artefacto de donde salía la Piel de Iah, lo analizó y con un gesto de insignificancia lo aventó a sus pies. Horus intentó tomarlo mas la fuerza abandonó sus piernas cuando dio un paso, cayó de rodillas y toda su faz fue cubierta con su cabello.

Su cuerpo estaba cediendo al aumento inhumano de gravedad: esta era diez veces más grande que el planeta Júpiter, en condiciones normales eso bastaría para aplastar por completo a un ser humano. Pero Uriel estaba aguantando, apenas había comenzado a sudar.

—¿Por fin aceptaste que tu pelea es en vano, pibe? —preguntó Uriel, caminando con la espada descansando sobre sus hombros—. ¿Quieres que acabe con esto?

—An... an... antes...—Horus intentó decir pero fue imposible. Se llevó la mano a la garganta y descubrió la pequeña aguja, abrió por completo su único ojo y observó con terror la sonrisa maligna de Uriel—. ¿Qué... m... e... hi... cis... te?

—¿Dificultades para hablar, pibe? —preguntó con falsa sorpresa el Arcángel. Se detuvo a unos cuantos metros de su rival—. Eres basura, Seth, ¿así te llamas Dios? Eres débil, no supiste cuándo clavé esa daga en tu garganta y sé que si te la sacas, tu vena aórtica se romperá y comenzarás a sangrar hasta morir, pero no lo harás, no, tú quieres seguir luchando para ¿proteger a los rebeldes?

»Eres patético, Horus. —Uriel clavó su espada en la arena y se inclinó, tomó a Seth por el cabello y este le escupió sangre como resultado, el Arcángel se quitó con molestia el líquido de su faz y comenzó a reír de forma seca—. Cuando Miguel nos mostró la piedra en el zapato que eran, no pensé que fuera para tanto pero, ahora que te tengo a mi merced, lo entiendo. —El sanador le pegó un puñetazo directo a la mandíbula del Dios, partiéndole unos cuantos dientes—. ¡Su lucha es inutil! Y, cuando Miguel le muestre el dolor a su Capitán que él les causó hace dos años, todo terminará, la Resistencia será erradicada y, ustedes, morirán con este planeta.

Seth comenzó a respirar de forma agitada e intentó golpear con la espada a Uriel mas fue detenido con facilidad, el sanador tomó su brazo y tiró de él, dislocándolo y dejándolo inutil. Uriel borró la sonrisa de su rostro y adoptó una postura seria y desinteresada.

—¿Quieres saber por qué Miguel me reclutó en su día? —cuestionó el Arcángel, sacando la última daga y acercándose lentamente al globo ocular de Horus—. La acupuntura es el legado de mi familia, de mis antiguas raíces chinas; sé cómo destruir y dejar paralizado a cualquiera con mis agujas... E, inclusive, cómo matar con una sola. —Se detuvo a unos milímetros del ojo de Seth y este comenzó a temblar de miedo—. Pero, si algo aprendí de mi Comandante, es que las muertes lentas y dolorosas son mejores, dan más placer y con los increíbles avances médicos pueden provocar más terror.

Uriel suspiró y, con lentitud y precisión, enterró la aguja en el globo ocular de Seth hasta el fondo, giró hacia la derecha y quebró el mango, dejando el pedazo de metal en su cuenca. El Dios pegó el grito más desgarrador de su vida, tanto que, sin querer, pegó con sus botas en el piso, desapareciendo el cubo. El Arcángel sonrió y se incorporó, le propinó una patada y le quitó las botas.

Antes de que diera media vuelta, el sanador de Dios le quitó la aguja del cuello al dios egiocio dejándolo sangrar y retorcerse sobre la arena.

—Descansa en paz, paciente mío —clamó Uriel alzando los brazos al cielo—. ¡Que Dios te cobije bajo su brazo y te lleve junto a tus creencias paganas! ¡Vuelve a la Duat donde perteneces, Horus! —Le propinó una patada que lo hizo rodar duna abajo—. Considera que fuiste un gran oponente, usé todas mis agujas contigo. En otro tiempo, Seth Saki, hubieras sido un buen seguidor.

Ahí, retorciéndose de dolor y desangrándose hasta la muerte, en el gran desierto de Nebel, Seth Saki, Identificador: Horus, había sido derrotado por el Arcángel Uriel Stoll; faltando ocho minutos para el final de la evacuación y la destrucción de Nebel.

Veinticuatro minutos del inicio del Éxodo de Nebel.


140 latidos por minuto. Los ojos de Gabriel comenzaron a ver doble.

«—Aún no es suficiente —se dijo a sí mismo».

155 latidos por minuto. Gabriel empujó con más fuerza y sus movimientos dejaron de ser orgánicos y se transformaron en mecánicos.

«—Yo... Yo puedo...».

179 latidos por minuto. Los golpes de Apolo se hicieron más fuertes y constantes, mas no eran suficientes para frenar ni colocar contra las cuerdas a Raziel, en cambio, él se encontraba disfrutando de la intensidad del combate.

«—Siento que mi pecho va a estallar —volvió a pensar el Dios mientras observaba la cara de satisfacción del Arcángel—. ¿Cómo es que lo disfruta?».

180... 181... 182... El número de latidos no paraba de incrementar y el dolor en el pecho comenzaba a molestarle al Dios, haciendo que soltara un gemido y tuviera que retroceder para retomar el aliento.

«—Gabriel, considero necesaria una retirada táctica —dijo Gamboa, apareciendo en su visor, el Dios negó—. Si no te detienes, tu corazón puede explotar, reconsideralo».

«—No, tengo que... tengo que... —balbuceó y su visión se volvió borrosa y se tambaleó, dejándose caer contra la pared—. No... él...».

Raziel lo observó desde lejos, su mirada asesina lo había poseído y se encontraba sediento de sangre, su respiración era agitada y sonreía de forma maliciosa.

—¿El niño se ha cansado de jugar? —preguntó Raziel, el tono de su voz se había vuelto seco y rasposo, su rígida y estoica posición se convertía lentamente en el caballero que era—. ¿Qué acaso tu corazón no da para más?

Gabriel soltó su Báculo de Neutrones y comenzó a toser mientras el Arcángel caminaba lentamente, arrastrando la espada y generando chispas con el rose del sílice mientras se acomodaba el cabello hacía atrás.

—Solo... solo necesito...

—¿Qué necesita el niño? —volvió a preguntar el guardia de Dios, llevando a descansar su espada sobre sus hombros—. ¿Quieres que te ayude, Demonio?

—No soy...

Raziel soltó una risa seca y fría mientras observaba el patético intento de levantarse del Dios romano que, al colocar todo su peso sobre el Báculo, este se quebró y partió en dos, uno de los pedazos rodó hacia los pies del Arcángel.

—¿Qué tenemos aquí? —murmuró el guardia de Dios, se agachó y lo levantó mientras Gabriel intentó acercarse mas su presión no lo dejó—. ¿Esto es parte de tu Regalo Divino? ¿Se dice así, verdad?

—Suéltalo

—Tengo una mejor idea. —El Arcángel lo dejó en el piso y de un corte destruyó la mitad del Báculo de Neutrones, dejando a Gabriel gritando de ira y rabia—. ¡Veo que esto era importante para ti!

—Me las... —La visión de Gabriel se volvió borrosa y, lo que para él eran segundos, parpadeó, la figura del guardia de Dios apareció frente a él, tirando de su pierna izquierda—. Suéltame...

—¿Qué acaso solo sabes decir suéltalo y sus símiles? —volvió a preguntar Raziel con rabia, exhaló y, sin pensarlo dos veces, cortó la pierna de su contrincante por encima de la rodilla. Cercenando de un tajo la extremidad de su enemigo y evocando un grito desgarrador que resonó a lo largo de toda la caverna—. Al parecer sí, sabes gritar de dolor.

Gabriel le pegó un tajo directo a la faz del Arcángel, el movimiento le valió para liberarse y que lo soltara, el Dios comenzó a arrastrarse hacia la salida mientras Raziel se tocaba la barbilla sangrante.

—Lo sorprendente de todo, sí tienes puntería, niño —reconoció el guardia de Dios, palpando el pequeño corte del que brotaba sangre a cuenta gota. Raziel observó la pierna cercenada del Dios y sonrió para sí mismo; se agachó y la levantó mientras, poco a poco, se acercaba a su espalda—. Necesitas más lecciones...

En un arrebato de furia, el Arcángel comenzó a golpear con demasiada fuerza a su rival, con su propia extremidad, directamente en el torso, destruyendo así, poco a poco, la armadura de su espalda y dejando marcas.

A cada golpe, Gabriel rebotaba en la roca y más sangre brotaba de su boca mas no se rendía, seguía arrastrándose hacia la salida para poder escapar.

—Veo que no te rindes. —Raziel lo tomó por el brazo izquierdo y lo arrastró fuera de la caverna—. Te daré lo que estás buscando, soy un hombre decente.

El abrupto cambio de luz cegó a ambos individuos al salir al claro del bosque, siendo recibidos por el atardecer de Nebel. Por un segundo, Gabriel se quedó embelesado y el dolor desapareció.

—Te felicito, niño, lograste sacarme de mi serenidad, algo que pocos han podido. De lo contrario, en este mismo instante ya estarías derrotado y muerto, justo como lo ordenó el Comandante —Raziel elevó a Gabriel y este no tenía fuerzas para defenderse, el Arcángel lo obligó a observarlo directo a los ojos mientras, con una pequeña y filosa daga, comenzaba a cortarle el brazo por encima del codo y el Dios emitía sonidos de dolor—. Pero ahora deberás sufrir por tu pecado, te atreviste a desafiar al verdadero Dios y es momento de que pagues con sangre.

»Gabriel Dankworth, yo, el guardian de Dios, te sentencio a la pena de muerte por todos los crímenes de guerra que has cometido en estos años. —Acercó su boca al oído de su rival para susurrarle, momentos antes de terminar el último corte—. Mi compañero, Gabriel Santamaría disfrutará de destruir a tu hermanita.

»Descansa en paz, falso Dios romano.

Le propinó una patada con una fuerza sobrehumana, separando y empujando el cuerpo de Gabriel por la rocosa ladera, este rodó hasta la depresión del valle y no se movió.

—Tendrías que haberte rendido cuando podías, niño —murmuró Raziel, aventando su brazo y pierna a la misma depresión. Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia arriba de la meseta—. Que Dios te juzgue y te tenga en su santa gloria, Gabriel Dankworth... Vete con el orgullo de decir que llevaste al guardián de Dios hasta el límite de su cordura.

Ahí, desangrandose y arrastrándose hasta su baliza, en la depresión del valle rocoso de Nebel, Gabriel Dankworth, Identificador: Apolo, había sido derrotado y destajado por el Arcángel Raziel Fitzpatrick; faltando seis minutos para el final de la evacuación y destrucción de Nebel.

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