XLIII | Los Ojos de Anubis |

| Música de Multimedia: White Death - Sabaton |

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"En el derecho público el acto de justicia más severo es la guerra, porque puede tener por efecto la destrucción de la sociedad".

Montesquieu—.

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Tres minutos del inicio del éxodo de Nebel.


Si había algo que a Seth le molestaba más en toda la vida era que lo subestimaran por su complexión física y sus gustos por la tecnología; él era un soldado hecho y derecho con entrenamiento de Élite. Y le encantaba demostrarlo cuando enfrentaba a sus oponentes junto con la superioridad que tenía contra ellos.

Pero, al estar frente a Uriel, un ser con desvaríos mentales y con un falso argot y acento de la antigua argentina, era todo un reto para él. Al punto de desear que su vagueza por el entrenamiento no fuese una desventaja ante sus técnicas de combate.

Cada que Uriel intentaba asestar un golpe directo, el Dios lo rechazaba y contraatacaba con los movimientos que le había enseñado su pareja, el Jinete de la Disputa, en los entrenamientos e intentaba agregar más carga gravitatoria en el campo de batalla para afectar la destreza de su rival. Cosa que aprovechaba el Arcángel con presteza, él estaba acostumbrado a trabajar en sitios con gravedades superiores a las de cualquier humano común.

Al punto de sentir más ligera su sangre y movimientos, provocando una sonrisa siniestra que incomodaba a Horus.

—¡Vamos, pibe! —exclamó el Arcángel, empujando al Dios con un corte giratorio que lo mandó un poco lejos de él. Seth impactó de lleno contra otra duna—. ¿No estás poniéndomelo fácil a propósito, verdad?

—Jamás lo haría —respondió Seth con ira. Aunque no era mentira, se veía a lo lejos que sus intentos no hacían nada—. Apenas estoy comenzando.

Seth volvió a dar un fuerte taconazo en la arena y la gravedad volvió a aumentar a un extremo exagerado, llevaba veinte aumentos continuos que apenas le afectaban, pero drenaban constantemente su estamina. El Dios cerró sus ojos antes de dar un paso, sintiendo una calidez recorriendo su cuerpo y envolviendolo en un aura dorada y plateada, haciéndolo más ligero...

«—Acceso a control avanzado, desbloqueado —dijo Ray, apareciendo brevemente en su visor—. No sé cuáles sean las condiciones, pero creo ahora puedes ver más allá y puedes jugar con la gravimetría del ambiente, espero te sirva».

El androide desapareció y el Dios volvió a abrir los ojos, exhaló aire caliente y se impulsó hacia su rival con intención de un ataque frontal. Uriel fue capaz de sentir las intenciones de su rival y bloqueó el ataque de forma perfecta, parándolo y ayudándose del aumento de gravedad en el campo para no salir repelido.

—Vaya, pibe... con que puedes hacerte más rápido... —concluyó el Arcángel al ver la agilidad de su oponente—. ¿Acaso esperabas ganarme sin eso? —El Dios bufó con respuesta y aplicó más fuerza en su ataque, enterrando unos cuantos centímetros en la arena a Uriel—. Aunque si te soy sincero, sé que no vas a poder contra mí.

Uriel tomó con ambas manos su espada e hizo fuerza en sus biceps, empujando con fuerza sobrehumana al Dios de la gravedad contra un enorme cúmulo de calizas. Este aterrizó con dificultad y usó su espada para detenerse y frenar. El Arcángel sonrió, sacó una daga, más pequeña que una aguja y volvió a cargar contra Seth a una velocidad más grande que la de él, haciendo que el Dios lo perdiera de vista y se quedara unos segundos esperando el ataque.

—¿Dónde te escon...?

El rostro de su enemigo angelical apareció de pronto frente al suyo, atacando directo a sus ojos y clavando la diminuta daga en el ojo izquierdo del Dios, perforando el escudo de la piel de Iah y empujándolo contra la arenisca, partiéndola en cientos de pedazos y dejándola con muchas manchas de sangre. Uriel se retiró con rapidez y saltó, dejando a Horus tendido y herido con pequeños fragmentos de arenisca en su torso.

Seth pegó el grito de dolor de su vida, soltó su espada y rápidamente se palmó el rostro en búsqueda de la aguja, al sentirla intentó tirar de ella y más dolor se apoderó de su ser. Horus intentó controlar su agitada respiración con los ejercicios que le había enseñado Isis en el pasado.

—Vamos, es una pequeña aguja, algo insignificante —musitó para sí mismo, contó hasta tres para sí mismo y tiró de ella con todas sus fuerzas.

Horus volvió a gritar hasta desgarrarse la garganta al sentir la sangre fluyendo por el lado izquierdo de su faz mientras sostenía la aguja con una de sus manos y esta palpitaba con su globo ocular. Todo mientras Uriel disfrutaba el espectáculo, entre risas, sentado en una duna.

—¡¿Acaso el pobre Dios no puede ver?! —exclamó el Arcángel divertido. Seth apretó los dientes y giró hacia él—. ¿Listo para sentir el verdadero dolor?

Sí, había perdido un ojo pero aún así le quedaba otro.

La pequeña partícula de Forseti salió de su pecho y rápidamente subió hasta su cara para intentar contener la hemorragia y sellar la herida, Seth escupió sangre en el piso, se limpió su faz mientras trazaba un cubo en la arena. Se acachó para recoger su espada y miró con furia a su rival.

—Te mataré aquí...

Horus pegó una patada sobre la arena, esta comenzó a vibrar y un enorme cuadrado se dibujó alrededor de ellos, cambiando la gravimetría en el terreno e impidiendo que el Arcángel pudiese escapar.

—Bien, lo pediste, pibe —respondió Uriel, sacando otras dagas diminutas—. Te arrancaré el otro ojo y te mandaré de regreso a la Duat.

Ambos cargaron contra sí, chocando espadas y sintiendo el enorme incremento de gravedad en el terreno.

El primer pensamiento de Emmanuel fue el lamentar faltar tanto a educación física en el colegio, su condición física era deplorable. Apenas había corrido unos cuantos metros cuando algunas naves de la Federación habían irrumpido en la ciudad y comenzaron a atacar sin miramientos a la población civil.

Todos corrían desesperados ante la sola idea de morir a manos de la Federación, muchos de ellos chocaban con el pequeño Emmanuel que intentaba esquivar sin éxito las hordas y escombros que caían a su alrededor.

El hermoso atardecer se tiñó del negro de las explosiones y el rojo del fuego, pero no era tiempo de tener miedo. Él era un superhéroe y tenía que llegar rápido con su madre.

Emmanuel se detuvo detrás de un enorme cubo de basura en el preciso instante en el que un enorme edificio era derrumbado y caía sobre los pobres transeúntes que huían desesperadamente hacia la lanzadera espacial.

—Tengo que llegar con mamá...

Con más miedo que coraje, el niño cerró los ojos e intentó concentrarse en lo que debía hacer: Llegar hasta la biblioteca pública en la que trabajaba su mamá y huir juntos hacia el transporte.

En papel sonaba sencillo el plan, pero, al ver el holocausto que estaba en el pueblo, complicaba las cosas.

Intentó pensar en un plan y lo único que pudo ocurrírsele fue activar su antiguo reloj-comunicador modificado, el ícono de Ray había dejado de parpadear al comienzo del ataque y, por más que lo presionara, él no acudía a su rescate.

—Por favor, Ray, ¡ven conmigo!

Otra explosión hizo que el infante tuviera que hacerse un ovillo para hacerse oídos sordos ante los gritos de pánico. Una vez pasado eso, volvió a concentrarse en el botón, este había recuperado su color azul pero no brillaba como siempre, estaba opaco. Sin pensarlo, lo presionó y esperaba que el androide fuera en su rescate, que le informara a su tío y este lograra acercarse para salvarlos.

La respuesta fue más rápida y totalmente contraria a la que esperaba: en su visión se formaron diversos vectores punteados. Emmanuel ladeó la cabeza y vió salir a una pequeña rata de una alcantarilla, esta chilló y, antes de que pudiese moverse, la rata se partió en dos, una real y una virtual.

La virtual comenzó a caminar siguiendo el vector predictivo mientras que, al cabo de diez segundos, la verdadera siguió su sombra. Emmanuel abrió los ojos como platos ante el descubrimiento. Negó y se obligó a concentrarse en el camino, múltiples vectores predictivos se alzaban en el camino, así como también varias almas partidas.

«—Toma prestado uno de mis dones, pequeño. —El eco de la voz de Ray apareció en su mente, así como la sombra de su padre—. Confía en las líneas predictivas, ellas te guiarán a salvo a tu madre, solo tienes que ser perspicaz para evitar el desastre».

Emmanuel asintió y se amarró la capa con fuerza, salió del bote y comenzó a correr siguiendo los vectores predictivos, observando las sombras y esquivando a la multitud. El niño había adquirido un nuevo superpoder que le llevaría con su madre a salvo. 

N. de A.

Bueno... creo que me he ausentado un poco bastante jeje... Y no negaré que es por procastinación o falta de inspiración (la verdad es que las batallas me están costando más de lo que deberían :/ ) pero espero retomar el ritmo en estos días. 

Estamos a...nueve capítulos del final... vaya, sí que ha sido un viaje. En fin, ¿qué creen que siga en los enfrentamientos? ¡Os leo!

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¡Farewell!

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