Un Demonio en la Madriguera
Era una visión imposible de ignorar.
TN, de pie en medio del bar, su abrigo negro cubierto de sangre, limpiándose las manos con una calma absoluta. Su presencia por sí sola drenaba el aire del ambiente, como si la mismísima oscuridad de Zaun lo envolviera con su manto.
Los Enforcers no eran ajenos al miedo. Habían enfrentado criminales, mercenarios y revolucionarios en las calles de Piltover y los Carriles, pero esto... esto era algo completamente diferente.
Al principio, su entrenamiento los hizo reaccionar instintivamente. Uno de ellos llevó la mano a su rifle hextech, otro trató de retroceder lentamente, como si con un solo paso fuera suficiente para salir del radio de peligro. Pero en su interior, lo sabían.
No había escape.
TN levantó la mirada y los escaneó con su mirada violeta. Uno de los Enforcers, un hombre de complexión robusta con una insignia de oficial en su hombro, sintió el sudor frío recorrerle la espalda.
—Dioses... —susurró sin darse cuenta.
Era un milagro que sus piernas aún lo sostuvieran.
Los murmullos se extendieron en el bar, la gente empezaba a comprender la magnitud de lo que estaba ocurriendo.
Era él.
El monstruo.
El depredador que ni Piltover ni Zaun podían controlar.
El demonio que reinaba sobre ambos mundos sin haberlo declarado jamás en voz alta.
El nombre que los nobles del Consejo jamás pronunciaban en público.
TN.
—¿Quién les pidió que estuvieran aquí? —su voz fue tranquila, pero resonó en cada rincón del lugar, silenciando cualquier murmullo.
Los Enforcers se miraron entre ellos.
Ninguno quería responder.
No porque no supieran la respuesta... sino porque no sabían cómo responderle.
¿Cómo se le dice a un rey que han entrado a su territorio sin permiso?
El oficial de mayor rango tragó saliva, incapaz de evitar el temblor en su voz cuando habló:
—E-El... El Consejo...
TN dejó de limpiarse la sangre y levantó una ceja.
—¿El Consejo?
El tono burlón en su voz hizo que el Enforcer sintiera un nudo en el estómago.
—Sí... —continuó el oficial, tratando de mantenerse firme—. Hubo una explosión en Piltover... una gran explosión.
Al mencionar eso, Vi sintió cómo su corazón se detenía por un segundo.
Powder, a su lado, bajó la mirada.
—Querían asegurarse de que no... no se tratara de un ataque directo a la ciudad —terminó el Enforcer, esforzándose por no quebrarse bajo la presión.
TN suspiró y agitó la cabeza con una leve sonrisa de diversión.
—Así que eso los hizo reaccionar, ¿eh?
Volvió a mirarlos y dio un paso adelante.
Solo uno.
Pero eso bastó para que los Enforcers dieran un respingo.
—Déjenme ver si entiendo —su tono era despreocupado, casi juguetón—. Hay una explosión en Piltover, y en vez de reforzar la seguridad allá, deciden venir aquí, a mi ciudad, a registrar mi territorio.
Los Enforcers no supieron qué responder.
No podían.
Porque tenían razón en temerlo.
TN no solo dominaba los bajos fondos. Él dominaba Piltover desde las sombras.
Los ricos lo temían.
Los políticos evitaban hablar de él.
Los Enforcers sabían que meterse en su camino era un suicidio.
Y aun así, el Consejo había tenido la osadía de enviar soldados a su terreno sin su permiso.
—Interesante... —musitó TN, deslizando su lengua sobre sus labios con un aire pensativo.
Los Enforcers estaban a punto de quebrarse.
Uno de ellos, un joven cadete con apenas un par de años de servicio, no pudo contenerse más.
—¡Nosotros no sabíamos que usted estaba aquí! ¡Por favor! ¡No queremos problemas!
Los otros Enforcers giraron la cabeza hacia él con horror.
Había cometido el peor error posible.
Había rogado.
TN dejó escapar una risa baja y tranquila.
—¿Problemas? —su sonrisa se ensanchó—. Oh, créeme... Si yo quisiera problemas, ustedes no estarían aquí para contarlo.
El cadete bajó la cabeza, temblando.
Vander observaba en silencio.
Esto era peor de lo que había imaginado.
Este chico no solo era fuerte. No solo era poderoso.
Era algo que no debería existir.
Una sombra que ni Piltover ni Zaun podían ignorar.
Vander entrecerró los ojos. Él no era un hombre que se impresionara con facilidad, pero lo que estaba viendo... lo que estaba sintiendo en su interior, era algo que no podía ignorar.
Este chico no solo era peligroso. Era algo más. Algo que no podía ser explicado con palabras.
—¿Qué demonios hiciste afuera? —preguntó, su tono grave.
TN se encogió de hombros, limpiando otra mancha de sangre en su guante.
—Simplemente recordé a algunos idiotas por qué es mejor no decir mi nombre en vano.
Esas palabras fueron la gota que derramó el vaso.
Uno de los clientes, un hombre con una cicatriz en la mejilla, se levantó abruptamente y salió corriendo hacia la puerta.
No llegó lejos.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, TN movió un dedo.
Las sombras se alargaron desde la entrada y lo envolvieron en un parpadeo.
El hombre gritó, pero solo por un instante.
Cuando las sombras se disiparon, él ya no estaba.
Solo quedaba el eco de su desesperación en el ambiente.
El bar entero contuvo el aliento.
Nadie quería ser el siguiente.
TN desvió su mirada de los Enforcers y la posó sobre Vi, Powder y los demás.
TN los observó en silencio a todos por un momento más, disfrutando del miedo que destilaban sus cuerpos. Luego, su voz, tranquila pero inquebrantable, resonó en el bar.
—Lárguense.
Los soldados no reaccionaron de inmediato.
—¿No me oyeron? —TN inclinó la cabeza con una sonrisa de diversión—. Dije que se larguen.
El oficial tragó saliva y asintió frenéticamente.
—¡S-Sí, señor!
—Y díganle a la Sheriff Grayson lo que pasó aquí —TN continuó, limpiando la última gota de sangre de sus manos con un pañuelo negro—. Díganle exactamente cómo fueron las cosas.
—¿C-Cómo fueron las cosas? —preguntó el oficial, aún con miedo.
TN sonrió.
—Que ustedes irrumpieron en mi territorio sin permiso... y que los dejé ir vivos porque estaba de buen humor.
El silencio fue absoluto.
Los Enforcers ni siquiera se atrevieron a respirar fuerte.
—¡Nos vamos!
La orden no tardó en ser acatada. Los Enforcers no solo se retiraron, sino que prácticamente huyeron, atropellándose entre ellos en su desesperación por salir de ahí. Uno de ellos incluso tropezó con una mesa, pero ni siquiera se molestó en recoger su casco antes de seguir corriendo.
Afuera, el panorama era igual de terrorífico.
El suelo estaba cubierto de sangre, cuerpos de Enforcers yacían gimiendo y retorciéndose de dolor, con heridas de cortes precisos y huesos rotos. Algunos estaban inconscientes, otros apenas podían moverse.
Los oficiales que salieron del bar palidecieron.
—¡Mierda! ¡Ayuden a los heridos! ¡Rápido! —ordenó el oficial de mayor rango.
Sus hombres, aunque temblorosos, obedecieron. Sabían que si no los sacaban de ahí rápido, TN podría cambiar de opinión en cualquier momento.
El oficial sacó su comunicador, sus dedos torpes al marcar la frecuencia correcta.
—Aquí escuadrón D-47... reporte urgente para la Sheriff Grayson...
Su voz se quebró. No sabía cómo explicarlo. No sabía cómo decirle a su superior que acababan de encontrarse cara a cara con una fuerza que ni Piltover ni Zaun podían controlar.
Lo único que sabía era que querían alejarse de ese lugar lo más rápido posible.
Sin perder un segundo más, comenzaron a moverse, tropezando entre ellos en su desesperación por salir del bar. Algunos corrieron, otros ayudaron a los heridos que habían quedado afuera, pero ninguno miró atrás.
El silencio en el bar fue roto por la voz grave de Vander.
—Tienes una forma... muy particular de manejar las cosas.
El tabernero lo miraba con una mezcla de desconfianza y resignación. Sabía que enfrentarlo sería una tontería, pero eso no significaba que aceptara su presencia sin cuestionarla.
TN sonrió de lado.
—Oh, Vander... No pongas esa cara —su tono era relajado, casi amistoso—. No me digas que realmente querías que esos idiotas se quedaran.
Vander apretó la mandíbula.
—Sabes que esto no es bueno.
TN dejó escapar una carcajada baja.
—Para ti, quizá. Para mí, es solo otra noche en Zaun.
Vander cruzó los brazos, sin apartar la mirada.
—Sigues jugando con el equilibrio entre Piltover y los Carriles.
TN se acercó un paso.
—No juego con el equilibrio, Vander. Yo soy el equilibrio.
La afirmación hizo que el tabernero frunciera el ceño.
—¿A qué te refieres?
TN giró su cabeza hacia la puerta por donde los Enforcers habían huido.
—Hace unos años, cuando el Consejo de Piltover intentó "poner orden" en los Carriles, lo único que lograron fue bañar las calles en sangre. El incidente del puente.
Vander sintió un escalofrío en la espalda.
Todos en Zaun recordaban el incidente del puente.
La masacre.
La brutalidad de los Enforcers, la desesperación de la gente, la rebelión que estuvo a punto de estallar.
Y entonces...
TN apareció.
No para salvarlos. No por compasión.
Sino para imponer su propia versión de justicia.
Había aplastado a los insurgentes y a los Enforcers con la misma frialdad.
Piltover y los Carriles entendieron ese día que no importaba cuántas armas, recursos o soldados tuvieran... TN era el verdadero poder en la ciudad.
—Desde ese día —TN continuó, con una mirada afilada—, Piltover aprendió a tener cuidado. Y los Carriles...
Se inclinó un poco hacia Vander, con una sonrisa peligrosa.
—Aprendieron que no todo lo que brilla en la oscuridad es un salvador.
Vander no respondió.
Porque TN tenía razón.
Y eso era lo que más le preocupaba.
La tensión entre ellos era palpable. Vander no era estúpido. Sabía que enfrentarlo era un suicidio. Pero tampoco podía quedarse callado.
—¿Qué demonios quieres? —preguntó con seriedad—. Ya tienes poder, dinero, respeto... ¿Por qué te sigues metiendo en esto?
TN sonrió con calma.
—Porque me divierte, Vander. No tienes idea de lo aburrido que es dejar que Piltover y los Carriles hagan sus estupideces sin intervención alguna.
Vander cerró los ojos por un momento, conteniendo la frustración.
—Esto no es un juego, chaval.
TN se inclinó levemente hacia él, sus ojos brillando con intensidad.
—Para mí, sí lo es.
Vander sintió un escalofrío recorrer su espalda.
TN no solo era poderoso. No solo era influyente.
Él no veía el mundo como los demás.
Para TN, todo era un tablero de ajedrez.
Y él siempre estaba varias jugadas por delante.
El silencio en el aire era espeso, cargado con una tensión palpable. La atmósfera en el bar se había transformado en algo completamente diferente desde que TN había entrado. Todos los ojos estaban fijos en él, pero en el fondo, todos sabían que había algo mucho más grande que solo miedo acechando en el ambiente. La presencia de TN era un peso que los aplastaba, y nadie parecía atreverse a mover un dedo.
Vander había observado en silencio, sabiendo que lo que estaba presenciando no era algo normal. Pero cuando TN miró a Vi y Powder, la situación dio un giro inesperado.
Vi, que había estado observando todo con el ceño fruncido, dio un paso al frente. Su cuerpo temblaba levemente, aunque trataba de ocultarlo. TN la miró con interés, como si estuviera evaluando cada movimiento que hacía.
—Oh, vaya. ¿Y tú qué quieres? —su voz, tranquila y burlona, llenó el espacio.
Vi no pudo evitar sentirse atrapada. Un nudo se formó en su garganta, pero lo peor de todo era la sensación extraña que recorría su cuerpo. No era miedo... no, no podía ser miedo. Ella era Vi, la chica que nunca retrocedía ante nada ni nadie.
Apretó los puños, forzándose a mantenerse firme. Aún así, algo en su interior le decía que no era tan simple.
—No tienes derecho a meterte en esto —dijo, y su voz sonó más vacía de lo que le hubiera gustado. Su pecho se tensó, y su orgullo herido trató de enmascarar la verdad: su cuerpo temblaba, y no era de rabia.
TN arqueó una ceja, interesado.
—¿No tengo derecho?
El tono burlón, como una suave amenaza, hizo que la opresión en el pecho de Vi se intensificara.
—No... —dijo, menos convencida que antes—. Esto es entre nosotros...
TN sonrió, y la sonrisa de él hizo que Vi sintiera una oleada de incertidumbre recorrerle la columna vertebral.
—Oh, pequeña Vi... —susurró con una suavidad inquietante, mientras daba un paso hacia ella.
Vi retrocedió instintivamente. El espacio entre ellos parecía cerrarse, y Vi no tenía idea de cómo había llegado hasta allí, como si el suelo bajo sus pies se hubiera vuelto inestable.
TN sonrió más, saboreando la incomodidad que ella trataba de disimular.
—Esa no es la actitud de alguien que quiere pelear.
Vi apretó la mandíbula, luchando por mantener el control.
—¡No te tengo miedo! —las palabras salieron más fuerte de lo que realmente se sentía.
TN inclinó la cabeza, evaluándola como si estuviera midiendo su resistencia.
—¿Seguro? —preguntó, su tono aterciopelado invadiendo el aire entre ellos.
El estremecimiento que recorrió a Vi no fue solo por la voz. Fue por la forma en que él estaba observando cada uno de sus movimientos, como si pudiera ver hasta el último rincón de su alma.
Vi no respondía, porque no sabía qué decir. La sensación de estar completamente a su merced la envolvía de una manera que no podía explicar.
En ese momento, Powder, que había permanecido detrás de Vi, susurró con timidez:
—Vi...
Vi se giró hacia ella, notando cómo la pequeña le aferraba el brazo con fuerza. Powder estaba visiblemente aterrada, pero Vi intentó sonreír para tranquilizarla.
TN, sin embargo, no desvió su mirada. Ahora, la posa sobre Powder.
—Tú debes ser Powder... —dijo con una suavidad que contrastaba con la intensidad de su presencia.
Powder se estremeció bajo su mirada, pero asintió lentamente, casi como si fuera un acto reflejo.
TN se inclinó hacia ella, su sonrisa suavizándose un poco, casi como si fuera un cumplido lo que iba a decir.
—Sabes... podrías haberlo hecho mejor.
La confusión se apoderó de Powder, quien balbuceó, sin poder entender completamente.
—¿Q-Qué...?
TN, con una sonrisa divertida, le guiñó un ojo.
—La explosión.
Powder abrió los ojos, sorprendida, mientras Vi se tensaba de inmediato.
—¡No la metas en esto! —gritó, su ira ahora completamente visible.
TN la miró con diversión, como si estuviera disfrutando de cada segundo de la reacción de Vi.
—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? —su tono burlón era casi insultante.
Vi no sabía cómo responder. En ese momento, la impotencia era mucho más fuerte que su rabia. Nada de lo que dijera parecía importar.
-No tienes derecho-
—¿No tengo derecho? —TN dejó escapar una leve risa, un sonido bajo, grave, que hizo que los vellos de Vi se erizaran—. ¿Y qué vas a hacer al respecto, pequeña luchadora?
Vi sintió que su corazón latía con fuerza. No porque quisiera atacarlo, sino porque la intensidad de su mirada era abrumadora. Era como si pudiera ver a través de ella, como si cada pensamiento, cada duda que tenía en su mente, estuviera expuesta ante él.
Se odió a sí misma por ello.
Quiso contestarle con una burla, con una amenaza, con cualquier cosa que demostrara que no le tenía miedo... pero las palabras no salieron.
TN inclinó la cabeza con una sonrisa ladeada, notando su silencio.
—No me mires así, Vi. No me gusta que las chicas lindas me vean con tanto odio —dijo con un tono seductor, casi divertido.
Vi apretó los dientes.
—No me jodas.
—Oh, me encantaría —TN le guiñó un ojo—. Pero no creo que estés lista para eso... todavía.
Vi sintió cómo la sangre le hervía, pero no sabía si era por rabia o por la forma en la que él la miraba, como si supiera exactamente qué efecto tenía sobre ella. Como si estuviera jugando con su mente sin siquiera intentarlo.
Maldita sea.
¿Por qué este tipo tenía que ser tan...?
—Vi... —la voz de Powder la hizo reaccionar.
Vi miró a su hermana, esperando verla asustada.
Pero no era miedo lo que reflejaban sus ojos.
Era fascinación.
Powder miraba a TN con un brillo en los ojos que Vi no reconoció de inmediato. No era el mismo miedo que había visto en los demás. No era la tensión que ella misma sentía en su cuerpo.
Era admiración.
Como si lo estuviera viendo como algo más que una simple amenaza.
—Tú... —Powder dio un paso al frente, con cautela pero sin titubeos—. ¿Cómo puedes hacer todo eso?
TN la miró por un momento, sorprendido por su pregunta.
No por la curiosidad, sino por el hecho de que ella no estaba temblando.
No estaba asustada como los demás.
—¿Todo eso? —TN sonrió, cruzándose de brazos—. ¿A qué te refieres, Powder?
Vi se tensó cuando él pronunció su nombre con tanta naturalidad. Como si ya la conociera.
Como si siempre hubiera sabido de ellas.
Powder dudó por un segundo, pero luego sus ojos azules se iluminaron.
—La forma en que controlas todo. La forma en que todos te temen, pero... pero tú ni siquiera pareces preocuparte. Como si fuera fácil.
TN la observó con interés. Sus ojos brillaban con un matiz que solo los verdaderos depredadores sabían reconocer.
No era solo admiración.
Era algo más profundo.
Algo que él entendía muy bien.
Se inclinó un poco hacia ella, apoyando una mano en la mesa cercana.
—No es fácil, Powder. Simplemente es lo que soy.
Powder parpadeó, como si estuviera absorbiendo cada palabra.
Vi sintió un escalofrío en la espalda.
Sabía lo que estaba pasando.
Sabía que TN estaba metiéndose en la cabeza de su hermana sin siquiera intentarlo.
Y lo peor de todo... era que Powder lo dejaba.
Vi la miró de reojo, notando la forma en que su hermana lo veía.
Con una mezcla de admiración y algo más.
Algo que la asustó.
TN sonrió levemente y, sin previo aviso, extendió una mano y revolvió el cabello de Powder con una suavidad que nadie esperaba.
Fue un gesto simple.
Un gesto que hizo que Powder se quedara completamente inmóvil.
Pero no se apartó.
Vi sintió que su corazón se detuvo.
TN no dejaba que nadie lo tocara.
Era algo que incluso los rumores más aterradores decían.
Y sin embargo, ahí estaba, con su mano en la cabeza de Powder, sin mostrar ni un rastro de molestia.
El aire se sintió más pesado.
Vi lo miró, con los puños cerrados y el cuerpo tenso.
—Aléjate de ella.
TN giró la cabeza hacia Vi y sonrió.
—¿Por qué? No parece que a ella le moleste.
Vi sintió cómo su rabia aumentaba.
Pero había algo más en esa rabia.
Algo que la inquietaba.
Algo que no quería admitir.
Porque TN no solo la aterraba.
También la atraía.
TN, sin embargo, no dejaba de observar a Vi. Se acercó a ella con una intensidad palpable, haciendo que la chica apretara los puños con fuerza, intentando calmarse.
—Tienes potencial, Vi. Mucho potencial... —dijo, evaluándola de arriba abajo con un brillo juguetón en los ojos.
Vi sintió como una mezcla de ira y algo más la invadía. No era solo su presencia lo que la inquietaba, sino también las palabras de TN. Como si realmente pudiera ver en ella algo que ni siquiera ella había notado.
TN se enderezó, luego desvió su mirada hacia Powder, sonriendo de manera más amable esta vez.
—Tienes talento, pequeña. No dejes que te digan lo contrario.
La calidez en las palabras de TN sorprendió a Powder, quien lo miró con una mezcla de temor y curiosidad. Vi, por su parte, notaba cómo el rostro de Powder se sonrojaba levemente ante la atención, lo que la hizo sentir aún más incómoda.
TN miró a Vander, quien observaba con una expresión grave.
—Fue una noche entretenida, viejo amigo. Espero que la próxima también lo sea.
Sin decir nada más, TN se dio media vuelta y caminó hacia la salida, dejando un rastro de tensión en el aire.
El bar entero quedó en silencio, como si el peso de su presencia siguiera flotando en el ambiente.
Vi se dejó caer lentamente contra una mesa cercana, su cuerpo finalmente relajándose, pero su mente seguía dando vueltas. Sabía que esa interacción no había terminado. Ni con ella, ni con Powder, ni con nadie.
Ese hombre... él no había terminado con ellas.
Ni con Piltover.
Ni con los Cariles.
Ni con nadie.
Era un depredador, y siempre volvía por su presa.
CONTINUARA..........................................................................................................................................
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