CAPÍTULO 32

Toco los límites de una de las tantas sombras. Aquí es donde estaban los marcos con sus respectivas fotos. En el pasillo de su sala de estar, justo donde ella lo recordaba.

—¿Cómo terminaste ahí?— Le pregunta Iwin a Enoch.

—¿Cómo terminaste tú en donde sea que estabas?— Le pregunta Enoch aún con la voz quebrada de tanto frío, después de darle un sorbo a su té caliente. Está cubierto en una manta sobre el sillón azul.

—Adentro de un tronco...estaba adentro de un tronco.— Le responde Iwin provocando uno de esos suspiros de risa en Enoch.

Iwin sonríe.

—Tiene una mente loca, voy a admitirlo.— Responde Enoch antes de tomar otro sorbo.

Paso a su lado para llegar a dónde Kaidia queién está sentada en el escalón de la puerta trasera. Su semblante concentrado de siempre no se musita a espiarme. Sabe que estoy acá.

—¿Estás bien?— Le pregunto sentándome a su lado.

Tiene la misma suciedad en su cara y hasta los mismos rasguños. Es extraño que todavía no hayan desparecido.

—Nunca había sido capturada por una araña antes.

—Hay una primera vez para todo.— Le respondo.

Me responde con una tímida sonrisa.

Está atardeciendo. Inmediatamente recuerdo su historia. La de Ray. Estaba atardeciendo cuando se la llevaron.

—Oigan...— Nos llama Iwin.— Tenemos que buscar a Ray.

—Antes tenemos que pensar dónde puede estar.— Me pongo de pie.—Salir sin un plan puede ser peligroso.

—El conejo blanco, ¿Qué quiere decir?— Pregunta Kaidia mientras nos acercamos a los sillones.

—Todo lo que pasa en nuestros inconscientes está ligado de alguna forma a algo que vivimos o imaginamos en base a eso.— Responde Iwin.— Puede ser cualquier cosa.

—Le gustaba Alicia en el país de las maravillas.—Acota Enoch.—Es una historia con un conejo blanco.

—¿De que trata?— Pregunto.

—Según lo que recuerdo, es sobre una niña que persigue un conejo hasta su madriguera, donde cae por largo tiempo en una especie de sueño. Así llega al país de las maravillas...al menos eso es lo principal.— Responde Enoch dejando su taza en la mesa de café.

—Pareces saber bastante sobre estas historias.— Comenta Kaidia.— ¿Las escuchabas muy a menudo?

—Leía bastante— Responde Enoch.— Libros viejos o suplementos del periódico más que nada.

Inmediatamente recuerdo el puesto de periódicos de su inconsciente y el lugar donde estaban los dos niños. Había una pila de ellos ahí...¿o no? Quizá me lo estoy inventando.

—A Ray, su padre era quien solía contarle las historias.— Agrega Enoch sin levantar la vista.

—Su padre...— repito mientras la voz de Ray contándome la historia de su recuerdo madre invade mi mente.— ...solía guardar la escopeta debajo del sofá.

Me agacho y apresuro en meter mi mano debajo de donde Enoch está sentado. Extiendo la escopeta en mis manos y levanto la mirada.

La precisión del recuerdo se alcanza, comienza a decir Iwin adelantándose en mi mente.

—...Con la cercanía de los cuerpos conectados.— Contestamos al mismo tiempo.— para que todo se ordene tenemos que encontrarla.— Finalizo antes de lanzarle la escopeta a Enoch.

—Pero ¿cómo?— Pregunta Enoch con el arma en sus manos.— Puede estar en cualquier lugar.

Nos miramos. Pasan tres segundos, quizá cuatro.

—Seguimos el conejo.— Responde Kaidia cerca de la entrada, a metros del conejo blanco.

La puerta abierta, es lo único que nos separa de él. Así es cómo nos lanzamos a perseguirlo por el bosque. Corremos sin parar por un acre entero. El terreno deja de ser llano y las raíces se levantan en movimiento continuo.

—¡Ahí!— Señala Iwin.

El punto señalado en medio del aire húmedo, pronto se transforma en un cuerpo flotante. Las raíces contienen sus piernas y caderas, aferrándola entre hojas y demás raíces que levitan con ella. El cabello de Ray flota como si estuviese debajo del agua y sus ojos blancos, el musgo en su cabello, el tinte verde en su piel, todo sigue igual y hasta incluso, más asentado. Como si el tiempo se hubiese ocupado de atraerla mas adentro del sueño.

Casi a propósito, ya estando nosotros a escasos metros, su cuerpo comienza a descender en rotación sobre su propio eje, como si la tierra se la estuviese tragando.

Las raíces crecen precipitadamente logrando acarrear su cuerpo hacia adentro casi por completo mientras sus piernas descienden por una madriguera adentro del enorme árbol.

—¡Ray!— Exclaman Enoch y Iwin mientras Kaidia corre.

Resbala en el pasto pero logra hacer fricción con la base del árbol para sujetar con fuerza, la mano de Ray. Lo único que todavía no había sido absorto.

Iwin y yo sostenemos el cuerpo de Kaidia mientras Enoch nos sostiene a todos aferrándose a una roca. En efecto cadena, jalamos hacia atrás.

Después de varios intentos, emerge su codo del oscuro agujero. Seguido por más fuerza, su hombro, y luego su cabeza. Las Raíces comienzan a abandonar el cuerpo de Ray y pronto, la sacamos por completo.

—¡Ray, despierta!— Grita Enoch mientras la alza.

Noto cómo las raíces se retraen después de fracasar. La tierra bordeando la madriguera cae lentamente hacia adentro, como si el agujero se hubiese expandido.

Se escuchan alaridos desde lejos.

—Está desmayada, tendremos que cargarla.—Responde Iwin.

La tierra...no puedo quitarle la vista de encima.

—¡Vamos!— Me dice Kaidia mientras jala de mi brazo con fuerza.

Con el impulso, me doy vuelta. Corremos hacia el lado contrario del bosque.

Esta vez somos Kaidia y yo los primeros. Atrás nos siguen Enoch y Iwin, ambos a cada lado de Ray, quién sigue inconsciente.

—¡Esperen!— Grita Kaidia alzando los brazos a ambos lados con la intención de frenarnos.

Nos detenemos en medio del claro.

—Oh, oh...—Masculla Iwin.— ¿Es el mismo claro o...?

Observo los marcos de fotografías levitando en forma de círculo, rodeándonos por completo. Esta vez son más grandes y esta vez no contienen fotografías, sino espejos.

—Eso parece.— Respondo.

Lentamente, nos vamos acercando a ellos y entonces comprendo que lo que parecía yo reflejado, ahora es Ray. Pero una Ray típica, con su coleta alta, tez color piel, cejas gruesas y hasta un tono rojizo en sus mejillas. ¿Cómo...?

—¡Mierda!— Grito mientras lo asimilo: Paradox.— ¡Aléjense!

—¿Ray?— Pregunta Iwin mientras se acerca con el dedo apuntado hacia su respectivo espejo.

—¡Son paradox!— Repito pero esta vez en voz alta.

—En vez de alejarnos, nos acercamos a ellos.— Murmura Kaidia sin quitarle la vista al suelo.

—¡No son reflejos, son portales! Alejen-

Mi intento por advertirles se ve interrumpido por lo que veo. Las manos de uno de los paradox de Ray, se convierte en sonámbulo cuándo sale del espejo. Enoch, quien está mas cerca de él, se aleja hacia atrás tropezando con el cuerpo de nuestra Ray a cuestas. Creímos que nos alejábamos de ellos pero en realidad nos guiaron. Kaidia tiene razón.

Los paradox de Ray comienzan a dejar los espejos retorciéndose entre aullidos y se convierten en sonámbulos a medida que salen.

Me acerco hacia Enoch y lo ayudo a ponerse de pie.

Cargamos a nuestra Ray y seguimos a Kaidia, que junto con Iwin nos llevan la delantera. Al alzar la vista, ésta choca con la del conejo. Todos nos detenemos en conjunto y observamos. Corrimos al menos diez metros desde el claro. Estamos a salvo.

—Maldita sea, ¡ese bicho otra vez!— Fastidia Iwin.

—No se fue por la madriguera...— Comenta Enoch.

No despego mi vista del conejo. Sus ojos brillan expectantes. Al fin y al cabo, no tiene otra facción que en su naturaleza se asimile.

Observo a Ray que yace en uno de mis hombros, dormida.

—...Sus ojos, son los de ella...su conciencia ¡Ray! ¡Ray es el conejo!— Exclamo.

—Nos guió a ella no solo para encontrarla...— Agrega Enoch.— Sino para salir de aquí.

Alaridos, ya cercanos. Los paradox...o debería decir, ya sonámbulos.

—¡Vamos, vamos!— Grita Iwin.

Seguimos el conejo y corremos hacia la dirección opuesta, esta vez alejándonos de los verdaderos aullidos y no de una ilusión. Aceleramos el paso tanto y como nuestras piernas y fuerza nos lo permiten.

A medida que cruzamos el bosque, volvemos a nuestro punto anterior, justo para verlo derrumbarse. La madriguera de antes es ahora un enorme vacío que avanza precipitadamente. El gigantesco árbol desaparece y con el todo lo que está a su mismo nivel de coordenadas.

—¡Sácanos de aquí!— Le grita Iwin a Enoch mientras reemplaza su lugar a mi lado para cargar a Ray.

Los sonámbulos llegan y se unen a la cacería.

Enoch asiente y nos lanzamos detrás de él, que a su vez, corre detrás del conejo. Corremos más rápido que nunca.

La destrucción del bosque siendo tragado por la tierra misma en conjunto con los aullidos y repiqueteos de los sonámbulos elevan el ruido al máximo, haciendo de nuestros jadeos y gritos apenas un zumbido.

—¿Cómo saldremos exactamente?— Pregunto en voz alta.

—¡Cómo hicimos antes!— Adivina Kaidia.— ¡Atravesar algo que separe este espacio de otro!

—¡Tenemos que encontrar un portal! ¡Una pared, un límite de algún tipo!— Grita Enoch desde más adelante.

No nos detenemos. Ray comienza a recobrar su vitalidad y al concentrarme en el pequeño animal blanco, confirmo mi suposición: parece más débil. Es buena señal.

—¡Ray se está despertando, estamos en el camino correcto!— Grito tanto y cómo puedo para alentar a Enoch.

Sé que es de esos que pretenden no necesitarlo pero siento que aprobación es lo único que le permite creer en si mismo.

Después de mi profundo estudio de las brigadas aquella noche después de la selección, la actitud Gythor como las otras tres, es algo que creo haber absorbido tanto como para entenderlo. Quizá sea por mi condición de Híbrido. Haya sido implantada o no, puedo ver más allá de las personas y todavía pienso, que si esto no es real, no sé como sentirme al respecto pues me pierdo en aquella ecuación identitaria. ¿Quién soy en verdad?

—¡No quiero alarmarlos pero los perros nos están pisando los talones!— Grita Iwin.

Vuelvo mi atención a nuestra persecución y hago ademán de observar hacia atrás. Los sonámbulos, vigilantes o ahora llamados perros, están a diez metros pero la brecha se achica. Detrás, la tierra se derrumba sin la aparente intención de detenerse.

Aceleramos, porque aunque la adrenalina amague a desinhibirse hay algo allá, a unos veinte metros. Una pared verde. Maleza.

—¡El portal!— Comenta Kaidia sonriente y con el dedo erguido. Ya divisó nuestra salida.

Enoch y su intuición nos guían hasta lo que presentimos es, el final del bosque y por ende, el final del inconsciente de Ray.

Saltamos dando tumbos entre las raíces y rocas que comienzan a formar parte de nuestro claro destino final. El repiqueteo de antes lejos ahora es más cercano y huele a sonámbulo hambriento. La tierra se abre a nuestras espaldas.

De pronto, el conejo salta. Al tocar la maleza desaparece, como si nunca hubiese existido.

—¡Salten, ya!— Nos grita Enoch desacelerando un poco para tomar nuestros cuerpos. Nos damos el envión mutuamente en cuestión de microsegundos, rogando salirnos de otra pesadilla.

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