CAPITULO 30

Siento un frío húmedo colarse entre mis ropas extras.

A medianoche, más muerto que despierto, me eché todo lo que antes cargaba en mi espalda. El frío comenzó al bajar el sol, ahora que desperté de aquél estado de somnolencia quedan solo las secuelas.

Despego mis párpados y entono mi vista al derredor. Todos 'duermen'. Kaidia, Enoch, Iwin y...¿Ray? Giro la mirada pero esta vez al frente.

Lo primero que llama mi atención es que lo que antes eran palmeras, ahora son pinos. Busco el piletón de agua que determinaba el oasis pero solo alcanzo a ver vegetación abundante que crece más allá de los pinos. Mi mirada baja hasta encontrarse con una silueta. Es Ray y se adentra en el bosque.

—¡Ey! ¡psst!— Digo mientras los sacudo.— ¡Despierten!

Enoch comienza a abrir los ojos mientras Kaidia se despereza.

—Mierda fisgón, ni son las seis.— Se queja Iwin aún con el rostro pegado a su bufanda.

—¡Es Ray!

Señalo el bosque y con él, al final de su figura. Iwin se levanta asustado y se pone de pie después de Enoch.

Nunca creí que iba a llegar el día en el que Ray y Iwin se tolerasen a sí mismos pero menos creí posible un abrazo tan duradero. Al parecer estaba equivocado. Aún cuando la casa se volvió cenizas y hasta cuándo se fueron a dormir estuvieron abrazados. El único que parecía no estar de acuerdo era Enoch pero solo lo leí en su mirada. No es de los que hablan de más.

—La casa...no esta aquí.— Comenta Kaidia echándose la mochila al hombro.

—Tampoco el oasis.— Dice Enoch antes de lanzarse detrás de Ray.— Parece ser que entramos al siguiente inconsciente.

Con Iwin nos miramos y después de Kaidia, corremos detrás de ellos.

Cruzamos el resto de arena hasta convertirse en tierra y traspasamos los pinos a rápida velocidad. Vaya...Si estamos ingresando en el inconsciente de Ray, significa que sigo yo y eso, me aterra.

—Shh...— Dice Enoch frenando nuestros cuerpos que amagaban a seguir. Señala con su dedo y allí está ella, de espaldas a nosotros en el medio del claro.

Ray está enfrentada a lo que parece ser un televisor viejo y a ambos lados entre la distancia que nos separa de ella, marcos antiguos, como de fotografías. Cuelgan de todos los tamaños en el aire mismo, flotando a distintas alturas. Todos poseen imágenes fijas con sonidos, risas de dos personajes. Una niña y un señor.

Ella en los hombros de él tomando frutos de un árbol, otro armando trampas con madera y cuerda, detrás de un árbol esperando una presa, nadando en el lago, construyendo una pequeña casa de madera en un árbol, pasando la noche en una carpa con linternas, cocinando, pescando, leyendo, escalando.

A medida que los recorremos con cautela, voy recordando lo poco que ella me contó de su pasado y comprendo. La niña es Ray y el señor, es su padre. Avanzo pasmado, tratando de observarlas todas pero una de ellas en particular llama mi atención. Parece un retrato familiar solo que el tercer rostro está borrado...su madre.

—Ya no la recuerda más...— Me dice Kaidia en voz baja sin quitarle la vista de encima a la misma fotografía.

—Son recuerdos, recuerdos felices ¿Iwin...?— Comenta Enoch desde el otro lado esperando que Iwin dé su propio diagnóstico experto en recuerdos.

Kaidia señala a Iwin con la mirada, que está a cada vez menos metros por atrás de Ray.

Detrás de ella en el televisor solo alcanzo a ver imágenes rápidas en blanco y negro. Los sonidos que provienen de él son extraños, como si la cinta estuviese dañada.

—¿Qué está mirando?— Pregunto tratando de advertir lo que ella observa sin musitar.

—No lo sé. Es como un video en reversa.— Comenta Enoch.

—Parece hipnotizada o algo...—Dice Kaidia aún cuidando su distancia.—¿Qué deberíamos hacer?

Volvemos nuestra mirada a Ray pero lo único notable es su posición frígida de pie al enorme árbol. Sus dedos, brazos, piernas...todo permanece inmóvil detrás de aquel televisor.

—Debemos despertarla, ¡Ray!— Interviene Iwin elevando el volumen de lo que antes era una conversación en voz precavida.

—¡No! ¿Estás loco?— Dice Enoch arrancándolo de su ademán tironeando de él hacia atrás.—¿Acaso no recuerdas lo que pasó en mi inconsciente?

—Quítame las manos de encima.— Le dice Iwin fulminándolo con la mirada y retirando su cuerpo del suyo.

Enoch se contiene para no darle una bofetada. Lo suelta y se toca la cabeza con impaciencia. Pronto se da la vuelta y se aleja un poco.

—Oye, Iwin...— Comienzo con tono calmo.— Pensemos esto bien, podríamos alterar su humor. Recuerda que no conocemos las reglas de ningún inconsciente y menos cuando acabamos de llegar.

—¿Y como te piensas que lo haremos, eh? ¿Quedándonos quietos sin hacer nada?—Comenta Iwin— Oh, espera...¡Es verdad que eres un Leaden! ¿Qué idea tienes, fisgón?

Observo el pasto pensando en otra posibilidad, como siempre, a pesar de que me esté tomando el pelo. Kaidia traga saliva y me observa, impaciente.

—...Eso pensé.— Agrega Iwin dándose la vuelta.

Raíces empiezan a crecer enroscando los pies de Ray a medida que Iwin da tumbos hacia ella.

—¡Iwin, espera!— grito advirtiendo esto mientras la distancia entre ellos desaparece.

Las raíces, el video, las risas, todo se detiene.

—El video...—señala Kaidia en un hilo de voz.

Un punto al final de aquella pantalla se acerca dando saltos. Salta afuera de la pantalla y se posiciona al mismo nivel de Ray pero de cara a nosotros. Un conejo blanco.

El video comienza a acelerarse en vez de rebobinarse a una velocidad más rápida.

—No te muevas.— Le advierto a Iwin en un tono de voz mínimo.

—Ray...despierta.— Dice Iwin quieto en un murmullo.

El conejo gira su cabeza hacia él en un movimiento impecable y el video se detiene.

Una de las imágenes del lado izquierdo cobra vida. Lo que antes era una fotografía de Ray y su padre de caza, ahora era un video. El rifle que apunta Ray...sale del marco y le dispara a Iwin en el ojo. Iwin grita y como efecto, el televisor hace estática.

—¡Despierta, Ray!— Le grita Kaidia girando el hombro de Ray hacia nosotros.

Sus ojos están blancos y sus venas verdes, parecen tallos. El musgo se acentúa en las raíces de su pelo y las raíces del árbol crecen con más velocidad y suben por las piernas de Ray. Su boca entre abierta emite un grito agudo.

Así, las demás fotografías comienzan a proyectar sus respectivos recuerdos y salen de ellos para tragarnos dentro. Nuestros gritos parecen una sinfonía.

Una araña grande y peluda arrastra el pie de Kaidia, el agua desborda del lago que lo absorbe a Enoch y Iwin es arrastrado como una presa por una soga. A mí me toman de atrás y me encierran en una jaula y mientras forcejeo para salir, desde aquí adentro, lo observo todo, otra vez.

Kaidia arranca el pasto, el agua ahoga a Enoch y Iwin un ojo menos se sacude para liberarse de las sogas. Mientras, las plantas y raíces crecen por el cuerpo de Ray entrando por su boca y orejas, enredándose en cada espacio de su cuerpo.

Me llevan hacia adentro del marco y observo a aquel conejo blanco que está presenciándolo todo con distancia. Gira su semblante hacia mí y observa como me llevan. A mi y a todos nosotros.

En medio de un oscuro vacío, grito. No lo sabía pero estaba con los ojos cerrados ¿En dónde?

Presiono mis manos en la superficie que me sostiene. Madera. Estoy adentro de una casa de madera. Me toco la cabeza y me quejo en voz alta. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Dónde están los demás?

Me asomo por la única ventana y el vértigo me toma desprevenido. Es una casita del árbol, la casita del árbol. El recuerdo de Ray me zarandea en un segundo pero una silueta cruza el pasto y me obliga a concentrarme. Es alto, menudo y tiene el cabello castaño claro.

—¿Iwin?— Pregunto mientras la figura se aleja de dónde estoy.— ¡Iwin!

Bajo los escalones de madera hasta estar a cuatro metros del piso. Pego un salto y después de incorporarme, lo sigo a través del bosque. Mierda, vaya que es rápido.

—¡Iwin, espera!— Le vuelvo a gritar mientras desaparece detrás de unos árboles. A medida que lo repito, la voz se me quiebra en incomprensión.

Iwin está en cuatro y gira su mirada hacia mi en un rugido familiar. Me escondo detrás del árbol reteniendo mi respiración. Es un paradox.

Vuelve a rugir. Me arraigo a la corteza y cierro los ojos de lado, esperando a que se vaya. Un repiqueteo suena alejándose. Ya no está. Exhalo recobrando el aliento y apoyo todas mis vertebras en el árbol.

¿Un paradox, idéntico a Iwin? Si hay uno de este tipo, pueden haber más pero ¿Cuántos mas? Vaya...es como si a medida que pasáramos al siguiente inconsciente, todo se volviese mas abstracto.

En búsqueda de calma, mi mirada se detiene en el árbol de enfrente, justo en el medio de aquel tronco. A casi dos metros sobre el piso hay una abertura extraña. Adentro de esta, se abre un ojo.

Me acerco incrédulo antes de palpar hacia ambos lados confirmando que el paradox de Iwin no está más. Despego mis pies uno atrás del otro mientras asimilo el ojo.

—¿Fisgón?— Pregunta con la voz quebrada.

Es Iwin. Iwin está adentro de un árbol.

—¡¿Iwin?!— Respondo ya frente a él.—¿Cómo terminaste aquí?

—Yo, no...no lo recuerdo. Recién desperté aquí, ¡no puedo moverme!...—Comienza a decir nervioso, a medida que comienza a ser consiente.— Yo no-

—Tranquilo.— Interrumpo. Mis dedos extraen de un tirón, un pequeño pedazo de corteza con una sustancia pegajosa.—Te sacaré de ahí.

Comienzo por retirar los extremos del hueco que rodean su ojo. Alguno de los trozos son pequeños y requieren de más fuerza para ser arrancados por completo. Grito mientras pedazos de corteza se insertan como astillas entre mi dedo y uña. Pronto Iwin comienza a empujar con sus pies desde adentro y después del último esfuerzo, cae cubierto de pegajosidad sobre sus propias rodillas. Tose y toma una gran bocanada de aire.

Le ayudo a incorporarse.

—Gracias.—Me dice aún con el semblante cubierto de suciedad y líquido.— Y lo siento, ¿okay?

—Tenemos que encontrar al resto.— Le respondo iniciando el paso.

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