CAPÍTULO 29
Otro tipo más desciende las escaleras. Son cinco. Observo a Iwin con miedo mientras él me devuelve la mirada de la misma forma. Se sitúa entre medio de todos nosotros y después de palpar el piso, saca una linterna. La enciende y con ella alumbra la pared. Hay una puerta pequeña como la otra pero ésta, tiene una llave en el cerrojo. Iwin nos observa buscando nuestra aprobación. Yo vuelvo a espiar por las escaleras pero se amotinan en la sala de estar. Están armados.
Enoch asiente. Iwin toma una bocanada y levanta el puño en el aire. Uno...dos...tres.
Gira la llave pero esta chilla. Todos dejamos de respirar. El tipo le hace señas a los demás mientras se acercan hacia el almacén con las armas en alto.
La mano temblorosa de Iwin le da otro giro a la llave. Esta vez hace menos ruido. Ray se asoma lentamente por el cerrojo, donde el ojo abierto de uno de ellos la está esperando del otro lado. Ray se echa para atrás.
—¡Corran!— Nos grita antes de que Iwin termine de abrir el picaporte.
Las balas comienzan a perforar la pequeña puerta del almacén mientras nos lanzamos detrás de Iwin por la puerta trasera.
— ¡Tenemos que perderlos!— Le grita Enoch a Iwin mientras corremos por lo que antes era una cocina.
—¡Tenemos que salir de aquí ya!— Señala Ray.
—Tengo una idea.—Comenta Iwin.— Pero te voy a necesitar para eso, fisgón.
—¿A mí? ¿para que?— me pregunto.
Llegamos al otro pasillo. Lo cruzamos y entramos a una de las habitaciones al final de éste. Corremos un poco más y nos escondemos detrás de unos muebles.
—De niño sentía que este sitio era enorme. Tienen que dar toda la vuelta para llegar aquí, tenemos algo de tiempo.— Nos calma Iwin. Luego me observa y pone sus ambas manos en mis hombros de manera apresurada.
—Necesito que me confundas, ¿Entiendes?— me dice con la mirada concentrada en la mía.—¿Recuerdas esa noche en la que me viste proyectar mi recuerdo?
—Si, si.—Respondo siguiéndolo.
—Bien, cuéntamelo...como si me estuvieses provocando. Como si fueses un mentor del del fuerte, digamos, Hoffgärd— Dice provocando que mis pelos se pongan de punta.—Cambia la historia.
Trago saliva.
—¡Rápido!— Comenta Kaidia.
Enoch y Ray también me están observando. Cierro los ojos y asiento. Los abro y Iwin los cierra.
—Era de noche.— Digo nervioso, tratando de meterme en personaje.— Tú estabas en la baranda, en el segundo piso jugando con un...autito de juguete.
—Sé duro.— Me dice Iwin aún sin abrir los ojos.
Exhalo y noto como Ray se aferra al cuerpo de Enoch, con miedo.
Vamos Asis...sabes que no eres como ellos, solo se trata de ganarles. ¿Y si están escuchando?
—Desde ahí pudiste ver cómo tus padres nos dejaron entrar...no sabías que él trabajaba para nosotros ¿verdad?...pobre desgraciado— Le digo provocando que las manos de Iwin comiencen a temblar en forma de puños. Levanto la vista, Enoch asiente.— No solo nos señaló donde ustedes estaban, nos guió hacia allí. No tienes idea de la sonrisa que tu madre tenía en el momento en que abrimos ese armario y los encontramos hechos un bollo...tú y tu hermana.
Las corridas de los paradox de CONTROL suenan cada vez más fuertes. Ya entraron en el pasillo y comienzan a ser visibles según las señas de Enoch que espía por el costado del mueble. Iwin, vibra.
—Dejarían de arruinarles la vida, claro que estaba feliz de que se vayan...sonrió hasta el último momento.— Agrego casi odiándome a mí mismo.
Iwin tiembla aún más y con él las paredes. La habitación se mueve como un laberinto.
Pronto estamos en la sala de estar y frente a nosotros, están las escaleras.
—¡Si!— Festeja Kaidia.
La habitación termina de rotar y Iwin abre los ojos.
—Estuviste de maravilla.— Le dice Ray mientras Iwin se incorpora. No estoy segura de que sea irónico esta vez.
Iwin parece algo perdido pero le sonríe.
—Tu también.— Me dice Ray.
Cargamos a Iwin entre ambos hombros y seguimos al resto.
—Gracias.— Le respondo ya cerca de las escaleras.
—¡Vamos!— Enoch se acerca para ayudarnos.
Una vez arriba, nos encontramos con lo que forma parte del mismo escenario de su recuerdo madre. La baranda, su habitación, los rieles del tren de juguete...todo está aquí.
—No—Masculla Iwin mientras ingresamos a su habitación.
Todo está quemado, chamuscado. La cuna, la otra cama a su lado, lo que podía ser un baúl, un cofre de juguetes, el tapiz, las cortinas, los móviles que cuelgan.
Se escuchan pasos.
—Tenemos que perderlos de nuevo.— Dice Kaidia asomándose por la puerta.
—Todavía están lejos.— Enoch corrobora.— ¿Asis?
Los observo sosteniendo la duda y vuelvo la mirada a Iwin, que yace débil en nuestros hombros.
—No querrán que vuelva a hacerlo...—Me detengo en seco pensando en otras posibilidades.— Estamos incendiando su mente.
—¿Qué otra opción tenemos?— Pregunta Enoch.
Me enfrento con su mirada por unos segundos. Quizá cortos pero suficientes para notar su frustración. La mía sigue buscando otra forma...tiene que haber otra forma.
—¡Aquí!— Nos grita Kaidia.
Nos acercamos al armario donde está parada. Kaidia señala el piso por donde entra la arena. La luz sale por el cerrojo y la delgada línea que separa la puerta del piso. Enoch observa por el pequeño agujero y Ray toca la arena con sus manos.
—Es una puerta.— Deja la arena escaparse de entre sus dedos y levanta la vista.— La salida.
Los pasos suenan en las escaleras. Kaidia intenta abrirla.
—No puedo.— Dice mientras empuja y jala de ella.— ¡Está cerrada con llave o algo!
Enoch toma su lugar y empuja con más fuerza pero nada. La golpea con un pedazo de madera que arranca del estante de libros pero la puerta se mantiene intacta...y no porque sea de acero, es de madera chamuscada y rota.
—Es porque Iwin no quiere salir de aquí...—Murmuro en voz alta terminando mi pensamiento.
Los pasos comienzan a escalar por el pasillo. Mientras Enoch sigue intentando abrir la puerta, me separo un poco del cuerpo de Iwin pero acerco mi mirada a la suya.
—Oye, Iwin, ey.— Le digo tomando su barbilla entre mis dedos. Te necesito compañero.
Los ojos de Iwin dan vueltas y su cabeza amaga a desprenderse.
—¡Están cerca!— Murmura Ray desesperada.
—Voy a necesitar que me pongas atención, ¿Me oyes?— Le digo concentrando todas mis energías en él aunque a mi alrededor todo sea un caos.— Solo cuando decidas liberarte de esto podremos salir de aquí. Estamos en tu mente y tú eres el único que puede acceder y cambiar las cosas. Es hora de decirle adiós a este recuerdo.
Los paradox cargan sus armas del otro lado de la puerta, Enoch y Kaidia siguen empujando la puerta y golpeándolo con otros pedazos de madera.
—Necesito que en este momento pienses en los mentores, en el secuestro de Maisie y tuyo, en el asesinato de tus padres, en CONTROL.— Le digo sin dejar ir su barbilla de mis dedos.
Su cuerpo tiembla.
—¡Está funcionando!— Grita Kaidia. La madera se desprende de los golpes pero falta intensidad.
—¿Recuerdas cuándo acampábamos después de encontrar a Kaidia cuando vi tu recuerdo y me dijiste que recordabas todo para no darles el placer?— Los paradox ingresan en la habitación apuntando las armas hacia nosotros. Ya no son cinco, sino diez.— Bien: No les des el placer.
El cuerpo de Iwin tiembla aún más mientras su grito irrumpe cómo trueno en medio del silencio. Al ingresar, uno de ellos pisa una pequeña estatuilla de madera. Es pequeña y tiene los pelos rizados y largos. Es Maisie. Pronto el grito se convierte en algo más agudo, un pitido voraz. Un tren tamaño real rompe la pared a velocidad extrema y atropella a los paradox. Es el tren de juguete de Iwin. Las puertas terminan de abrirse y Enoch nos empuja afuera en el mismo momento en que el tren hace explosión.
Al igual que el resto de mi cuerpo, mis manos chocan contra la arena.
Abro los ojos de a poco y aunque no necesite verlo para comprobarlo sigo el sonido del incendio con la mirada. La casa de Iwin está en llamas y nosotros, estamos en medio de un desierto.
Ray ayuda a Iwin a ponerse de pie y lo abraza.
—Todo va a estar bien...lo prometo.— Murmura ella dando por hecho que no está hecha de mármol y hielo.
Las lágrimas de Iwin no dejan de salir de sus ojos y por más triste y difícil que haya sido, me alegra saber que es él otra vez. Esas lágrimas lo comprueban.
Nos tomamos un tiempo para recuperarnos mental y físicamente pero más que nada, asimilarlo. Lo hacemos en silencio, después de todo nuestras mentes parecen hablar por si solas. La casa ya extinguida está en medio del desierto y lo que parece ser un oasis. Hay agua, y escasas plantas. Acampamos en él utilizando parte del fuego del incendio y por fin, después de largas horas, descansamos. Creo que es la primera vez que lo hacemos los cinco.
Haber presenciado juntos lo que esos malditos hicieron con todos nosotros fue intenso. Saber que nuestros enemigos tienen su nombre y esta vez estar ciertos de aquello me pone los pelos de punta pero a su vez alimentan mi amígdala, acrecentando la rabia y con ella, mi sed de justicia. Por muchas piezas y respuestas que me falten, me sobran los pretextos.
Ningún niño desaparecido y ninguna muerte será en vano. De eso estoy seguro.
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