CAPÍTULO 21
La lluvia termina a medida que caminamos y todo vuelve a ser árido. En medio del polvo, Kaidia señala una construcción grande y abandonada. Enoch, el segundo en línea, nos hace una seña a nosotros tres para que avancemos.
A diferencia de los edificios que encontramos en la cuidad, este no parece ser solo cimientos. Es ancho y bajo de altura, quizá unos cuatro, cinco pisos. Levanto la vista lo que me proporciona el abrigo enroscado en mi cabeza para evitar que el polvo entre en mis ojos: muchas ventanas, rotas y dañadas.
—¡Iremos por atrás!— Nos dice Kaidia.
Nos observamos con duda pero la seguimos y después de toparnos con una puerta casi sellada, Kaidia la baja de una patada. Ingresamos.
Avanzamos por un pasillo ancho con luz baja. Más que escombros hay piezas de refracción, acero y tubos.
—Solía ser una fábrica— Dice Iwin tocando las paredes.
Hacia el final del pasillo veo cómo la luz cálida engloba un gran espacio central. Se escuchan ruidos, voces. Llegamos y confirmo mi suposición.
No estamos solos.
Iwin vuelve a llenar con tu voz aquel recoveco en mi mente. Le observo y él a mi.
Hay grupos de personas, adultos, ancianos, algunos jóvenes. Cocinan en ollas enormes, tejen en telares, construyen con materiales dañados y duermen en el piso. A juzgar por el estado de sus pertenencias y las actividades que desenvuelven, están en condiciones precarias al igual que sus ropas. A medida que caminamos por medio del lugar, todos se detienen en su accionar para dedicarnos una mirada perpleja de lo más confusa. Incredibilidad, asombro y, además, miedo.
Subimos unas escaleras y las miradas no nos despegan. Desde aquí puedo verlo todo con mayor claridad. Son más de cincuenta... al menos ochenta y todos tienen el mismo tatuaje, el círculo sin tinta y elevado.
Una mujer negra de cejas gruesas y trenzas varias se acerca dando tumbos por el otro lado. Alcanza a Kaidia frenándola con la mano de un tirón.
—¿Quiénes son estos? ¿qué hacen aquí?— Le pregunta sin observarnos. Tiene ojos agudos y de color negros. Su voz es grave. Además de tu tono, se nota que está enojada.
Al parecer, todos estamos sorprendidos.
—Vienen a ver a Caius.— Le responde Kaidia tratando de avanzar sobre ella.
—¿Son del...?— Comienza diciendo sin querer terminar la frase.
Kaidia asiente.
—¿Somos qué?— le pregunta Enoch.
La chica lo observa de lado, como si fuésemos algo que no existe.
—No debiste traerlos aquí. Sabes lo mucho que protegemos a nuestra gente.
—Ellos son gente también, Thrisha.
—No son nuestra gente.
—Escaparon del fuerte al igual que Caius...él lo entenderá.
Ray, Enoch, Iwin y yo nos observamos. ¿Caius escapó del fuerte?
—¿Qué está sucediendo?— Les pregunta Ray.
—Kaidia...ellos no lo saben. Nos estás poniendo a todos en peligro.— Insiste.
—Deja que él lo decida.— Contesta Kaidia.
—¿Qué es lo que no sabemos?— Pregunta Iwin.
—Atravesamos la ciudad para ver a Caius y eso es lo que haremos.— Le dice Enoch a la chica de pelo largo.— ¿Por qué no nos ahorran el tiempo y nos dicen de una buena vez que está sucediendo?
—No funciona así.— Le responde.
—¿Ah no? Y dime, ¿cómo funciona?— Insiste Enoch ya con cierto mal humor.
—Enoch, no sé si deberíamos confiar en ellos...¿Recuerdas lo que nos dijeron? 'La única humanidad cuerda está retenida en el fuerte'— Le dice Ray, seria.
—No es lo que parece.— Le dice Kaidia.
—¿Y que es entonces?— Redobla Ray.
Kaidia intenta responder.
—Está bien, Thrisha.— dice una voz más grave suena desde adentro de la habitación. Una voz familiar. La puerta estuvo abierta todo este tiempo. Se asoma al marco de la entrada.
Es alto, negro y de cuerpo fornido en músculo.
—Yo me ocupo desde aquí...gracias.— Insiste.
Sus ojos son casi negros. Nunca le había puesto una cara en mi imaginación pero admito que no me esperaba a alguien con presencia menos intimidante.
Thrisha nos observa a regañadientes y se retira atravesándonos y rozando nuestros cuerpos sin cuidado. Noto como Kaidia se distensiona. Podría adivinar que la actitud dominante no fue lo que le salvó el pellejo.
—¿Y quién eres tú?— Le pregunta Iwin.
—Es Caius.— Respondo.
Me observa entrecerrando sus ojos oscuros y se acerca un poco más. Su piel oscura está cubierta de cicatrices pero todas curadas por el tiempo que llevan existiendo.
—¿Cómo estás tan seguro?— Me pregunta él. No entiendo si me está desafiando o no, pero si hay algo que estoy entendiendo de este lugar es que la dignidad es cosa construida.
—¿Por qué no me lo dices tú?— Le redoblo.
Suspira reteniendo un gran enojo. Le hace una seña a Kaidia sin sacarnos los ojos de encima e ingresa en la habitación con ella, un par de pasos alejados de nosotros para conversar en privado.
—No es lo que teníamos en mente.— Anuncia Enoch.
—Al menos no en la mía...— Dice Iwin.— Parece no tener idea de quienes somos.
—No tiene sentido...se comunicó con Asis, ¿Es la misma voz verdad?—Me pregunta Ray.
—¿Qué hacemos?— Pregunta Iwin.
Dejo un segundo esta conversación para oír la de los otros dos.
—Sabes que tenemos tolerancia cero hacia los del fuerte, Kaidia. Trabajamos duro por ocultarnos de ellos y vienes así sin más ¿¡Con con cuatro de ellos!? ¿En que estabas pensando? ¡Conoces las reglas!
—Lo sé, pero ¡juro que no los hubiese traído si no estuviera segura de que escaparon!— Le dice Kaidia.
—Ey, niño. Tú eres el que nos trajo aquí en primer lugar...¿Qué sugieres?— Me pregunta Enoch interrumpiendo mi observación concentrada.
Caius nota que los estoy observando y gira un poco su cuerpo para darme la espalda...
Puedo ver su serie de identificación, al menos delimitar sus bordes: Tiene la misma X que nosotros.
—No puedes estar segura de eso, la gente miente Kaidia.— Insiste él.
—Ellos no, ¡Tienes que verlo!
—¿Y bien fisgón?— Me dice Iwin.
Sin observarlos, trato de entrar en razonamiento.
—Viene del fuerte. No podemos confiar en él todavía...No hasta que estemos seguros.— Respondo.
—Eso quiere decir...— Comienza a decir Iwin.
—...Que mantenemos un bajo perfil. 'No sabemos nada'.— Dice Enoch y me observa para confirmar su suposición. Asiento y vuelvo mi mirada hacia ellos. Caius está observándome. Me muerdo la mandíbula pero no despego la mirada.
—Tu hablaste con él, ¡Lo oí yo misma!...Lo vi— Insiste Kaidia señalándome con el dedo.— ¡Muéstrele!— Dice caminando directo hacia mi.
Se arma un hexágono por nuestros cuerpos que retiene toda la tensión. Caius tiene los ojos entrecerrados y me observa sin poder descifrarme. Trato de evadir su mirada.
—Muéstrenle.— Me dice observándonos a los cuatro, pero más que nada a Enoch y a mi.
Nos quedamos quietos, miramos por lo bajo. Kaidia me observa con resentimiento pero por mucho que quiera hacerla sentir bien, es un lujo que no puedo darme. No ahora.
Caius cierra los ojos y se los refriega, cansado.
—Llévalos al segundo piso.— Le dice Caius finalmente.— Que coman algo, se aseen y descansen. Mañana será un nuevo día. Si hablan con alguno de los nuestros...dispárales.
Kaidia asiente de mala gana y la seguimos. Claramente, está enojada.
—Que bienvenida de lo más cálida.— Balbucea Iwin.
Antes de subir las escaleras, me doy la vuelta para confirmar que Caius observa a todos lados y ninguno en particular. A pesar de sus instrucciones tiránicas, parece descolocado.
Esto de recibir letrados exiliados no es cosa de todos los días.
Kaidia nos lleva a las duchas, que a diferencia del fuerte, casi ni son individuales. Enoch decide quedarse con Ray un tiempo más afuera mientras con Iwin nos dirigimos sin perder más tiempo. Siento arena hasta en el ombligo y los dedos del pie.
—Sofisticado, ¿verdad?— Me dice Iwin mientras observamos la enormidad del espacio con azulejos rotos y luz de neón. Las tuberías están expuestas y el olor es rancio.
—Casi como el fuerte.— Le respondo casi en forma de sonrisa mientras el asiente irónico y gira su perilla.
Es bueno compartir el mismo sentido del humor, aún cuando no queda nada.
—¿Qué hay sobre tu teoría de los dos mundos?— Me pregunta sin observarme.
—¿Acaso escuchaste...?
—Si, escuché tu conversación con Ray...¿Qué piensas hacer al respecto?— Me pregunta ingresando en la ducha. Giro la mía mientras suspiro con risa y en gesto de negación.
—Con razón te dicen chusma.
—Primero, no puedo evitarlo y segundo, no te hagas el inocente, ¿Quieres? Tu hibridez hace que compartamos la misma mente o algo así. Aunque no lo aceptes, tienes sangre chusma, fisgón.
—Gracias por recordármelo.— Le respondo mientras siento el agua cálida correr por mi espalda. Sonríe.
—Entonces...¿Qué hay sobre esa teoría?— Insiste.
—Es el pasado...—Explico.— Cuando hablaste de la depuración no pude dejar de pensar en mi recuerdo madre...y luego vi el tuyo. Parece un mundo distinto, verás, no son las mismas reglas. Incluso el tiempo...parece otro.
—Espera...Tu recuerdo madre, ¿Ocurrió en la depuración?
Asiento.
—¿Puedo verlo?— Me pregunta.
¿Por qué no? Después de todo él me mostró el suyo. No le respondo pero cierro los ojos. Pronto, él comienza a recibir las imágenes y sus ojos se sacuden rápidamente detrás de sus párpados.
Vibra hacia atrás y abre los ojos de un sacudón. Parece asustado.
—¿Qué sucede?— Le pregunto mientras recobra el aliento.
—Esto no es un recuerdo.— Me dice ya algo más calmo pero con sus ojos aún revueltos por todo el espacio, buscando algo real en que arraigarse. Inhala y me observa para decirme algo que por algún extraño motivo, me pone los pelos de punta.
—Es una visón.
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