CAPÍTULO 20

—Parece que este es el parque— dice Ray dando un giro de trescientos sesenta.

Observo a mi alrededor por primera vez en estos diez minutos. Estamos en un lugar oscuro pero el enorme rango de luz que Enoch emana desde el comienzo del camino, nos permite percibir un poco más que el pasto y los jugos viejos y destrozados.

—Sombrío.— dice Iwin dándole en el clavo con la descripción.

Kaidia se agacha para tocar la tierra.

—Oye Rambo...¿Acamparemos aquí?— Le pregunta Ray.

Huele la tierra y la deja esparcirse por sus dedos. Asiente.

—Estaremos a salvo aquí.—Comenta observando a Enoch. Éste asiente.

Después de juntar unas ramas, Ray las enciende con el puño extendido. Kaidia nos alcanza dos latas de conserva y una cantimplora llena de agua que nos pasamos en ronda. Luego de una cena minimalista en silencio, todos van haciendo de sus espacios, sus lechos. Ray yace recostada sobre Enoch y Kaidia de espaldas al fuego, quizá durmiendo ya. Iwin observa el fuego sin pestañear.

Me pongo de pie y camino hacia donde él está. A medida que me acerco, siento un sonido constante y fuerte, aunque lejano. Es como si el fuego gritase. De él, puedo escuchar los gritos de niños y adultos...dos de cada uno ¿cuatro en total? Ya al lado de Iwin todo suena y luce más claro.

—¿Que es esto?— Le pregunto observando las figuras danzantes en el fuego.

—¿Que?— Pregunta asombrado.—¿Puedes...?¿Puedes verlo?

—¿Debería o no debería?

—Solo los Remembrants podemos proyectar nuestros recuerdos sin ser advertidos por otras brigadas. Para poder apenas sentir el color del recuerdo necesitas ser un gran Briefell, para conectarte con él, un Gythor con mucho entrenamiento y para identificar cuanto es recuerdo y cuánto imaginación, un Leaden cuerdo.— Sonríe.— Guau, fisgón. Todavía no me acostumbro a que eres un híbrido.

—Vamos, es fuego...cualquiera lo notaría a kilómetros.

Iwin sonríe de nuevo y entonces entiendo a que aceptará mi compañía. Me siento a su lado.

—¿Es tu recuerdo madre?— Le pregunto.

—Si.—Responde y observa el fuego. Lo imito. De a poco los gritos se escuchan con mayor claridad.

El pequeño Iwin que quizá llegaba a los trece, espía desde las escaleras. Sus padres están abajo, cerrando la puerta con sus brazos. Los mismos tipos de guantes blancos y trajes equipados ingresan rompiendo la puerta. Están armados. La madre llora e implora, el padre pone el cuerpo. Los empujan del camino. Iwin corre al cuarto y la saca a Maise dormida de la cuna. Ella se despierta y él le dice en susurros que todo va a estar bien. La alza. Se oculta en el armario con ella y cierra la puerta. La de la habitación se abre. La madre corre a proteger la cuna, el padre busca con la mirada. Los tipos armados, les disparan. Prenden fuego sus cuerpos. Ya no están más. Iwin observó todo por el cerrojo. Iwin llora en silencio pero las lágrimas le caen a borbotones. Maisie rompe a llorar, aún sin entender. Los tipos se quedan quietos. Las puertas del armario se abren. Los separan. Iwin grita, patalea y llora '¡Todo va a estar bien, lo prometo!'

—Visualizo este recuerdo todas las noches antes de irme a dormir para no olvidar de dónde vengo. Entrené mucho mi lóbulo, ¿sabes? No pienso darles el placer.

Asiento. La congoja me tomó por completo.

Entre la bruma, se escucha un sonido como de interferencia; parece provenir del cielo. Levantamos la mirada, extrañados.

—El control deberá permanecer sagrado dentro de lo más profundo de nuestros recuerdos. Alzando nuestro propósito interior que contemplado debe permanecer

en vida, paz y prosperidad. La extinción deberá ser prohibida para la humanidad que nosotros mismos prometimos proteger. Desde el primer momento, ahora y por siempre.

El himno termina. Es la misma voz femenina, la del fuerte. Nos observamos entre todos, todos menos Kaidia que parece seguir dormida. La tensión que nos abraza puede cortarse con apenas un as de luz. Esto nos devuelve el interrogante que pasa a ser certeza: ¿Son las pruebas? No lo sabemos aún. ¿Nos vigilan? Si. No solo controlan el fuerte, sino Arcadia por completo. No hace falta decirlo en voz alta, ya sabemos lo que ocurre. Nuestras miradas comparten esa misma incertidumbre que atenta con convertirse en miedo a cada pieza recolectada.

—No tenemos a dónde huir.— Murmura Iwin en el mismo tono desganado.

Sus ojos descansan en el fuego. Al bajar mi mirada para volver a lo mundano, escucho cómo los gritos ahora se convierten en un llanto insoportable.

Ahora entiendo por qué Iwin no quería quemar el cuerpo de Maisie.

Pasaron un par de horas después del amanecer. El clima está cada vez más árido y nuestra ubicación se torna cada vez más difícil de localizar debido a la carencia de algo distinto. Si antes podía decirse que estábamos en el centro de la ciudad, ahora nos alejábamos cada vez más y la neblina dejó de ser cosa nocturna. La arena se levanta a plena luz y el viento nos la echa en cara. El sol seco nos quema la piel.

Ray ralentiza su pasó o yo adelanto el mío, de alguna forma u otra terminamos caminando a la par.

—¿Cómo está tu lastimadura?— Le pregunto.

Ray se sorprende, no se esperaba una conversación. Se toca el costado y alcanzo a ver la delgada línea.

—Tuve peores cuando era niña...—Comenta sacudiendo la cabeza en gesto de negación.—Ya ni se siente.

—¿Qué cosa? ¿El golpe o tu recuerdo madre?

Cierra los ojos. Quizá no le agrade todavía pero no puedo esperar que lo haga sin conocerme...¿Y yo a ella? Todavía no la conozco.

—Cuando comenzó a suceder la ola de secuestros infantiles dejé la escuela rural y él me enseñaba en casa. Hacíamos todo juntos, mi papá y yo. Cuando no trabajaba como guarda bosques me llevaba de caza, me enseñaba karate...hasta construimos una casa en el árbol de nuestro patio trasero donde me contaba historias.

—Tú y tu padre...¿Ese es tu recuerdo madre?

Logro entender muy bien sus suspiro. Está agotada. Agotada de recordarlo.

—Estábamos en la casa del árbol, él me contaba una historia. El atardecer no se había ido aún. Quedaban unos minutos pero llegaron ellos y me arrancaron de sus manos. Solía guardar su escopeta debajo del sofá pero estábamos afuera. Él trató de mantenerlo pacífico pero yo solo pensaba en aquella escopeta. Después de todo él si era una buena persona ¿sabes?...No les importó. Lo asesinaron en frente de mis ojos. Ni siquiera llegó a terminar la historia.— Dice con las cejas fruncidas, y no solo por el sol.— Los días de caza, el karate, las zambullidas en el lago...todos los momentos felices son los que veo en las fotografías de mi casa cuando me sacaron de ahí, en ese recuerdo madre. Ya no puedo recordar esos momentos. Mi etapa cero terminó hace mucho tiempo.

—Al igual que Enoch, ¿verdad?

Ella asiente pero se queda pensando.

—¿Qué hay de su recuerdo madre?— Pregunto sin tapujos.— Ustedes dos parecen conocerse más que cualquiera.

—Enoch es muy reservado con su pasado.— Me responde ocultando su pesar.— Cuando éramos novatos se solía tocar mucho el tema en los almuerzos o recreos pero él se quedaba callado o se iba. Una vez le pregunté y me hizo prometerle que si lo quería de verdad, que nunca le preguntara eso otra vez.

—Y no lo hiciste...

—No.

Sonrío y ella me devuelve el gesto...al menos por unos segundos.

—Los mentores...¿conocían todos los recuerdos madres?— Le pregunto.

—Los mentores conocen todo acerca de todo. Es como si nos conocieran desde antes que nosotros mismos. A veces llegué a creer que la selección de nuestra brigada se debía a nuestro pasado, nuestras verdaderas personalidades pero de ser así, ellos deberían saber quienes somos en verdad y...

—¿Les habrían mentido otra vez?

—¿Por qué lo harían?

—No lo sé...pero es como si estuviésemos viviendo dos mundos distintos...lo que pasó antes, aquello que tratan de ocultar y nuestra vida aquí. Que nuestro cuerpo se regenere no es normal, sino nadie hubiera muerto y los vi morir...mi recuerdo madre sucedió en la depuración.— Le digo tratando de sacar de mi aquella incertidumbre, como queriendo arrancarla de mi mente. Ella no intenta callarme al nombrar la depuración; quizá se debía al dejar crecer su resentimiento hacia CHAOS, esta vez sin intentar dominarlo.

—Pero hasta ayer no sabías que era eso.

—Así es...solo tenía las imágenes. No sabía de que eran ni de cuándo. Pero ahora que escuché la historia, todo parece tener más sentido. Las piezas encastran.

—Tenemos que alcanzar al resto...vamos.— Dice antes de pasarme.

Estaba equivocado. Por un segundo en el que creí que Ray iba a responder algo acorde, quizá completar la información que me dio Iwin ayer pero a fin de cuentas, ella fue quien dijo que no volviera a tocar el tema de la depuración. ¿Se debe al dolor de las pérdidas o al hecho de que nos controlan retorciéndonos la cabeza cada vez que hablamos de eso? Aquella incógnita sigue presente aunque estoy seguro de que Ray no es de las que lloran por los que se fueron, sino que pelea por los que están. Algo me dice que tiene miedo. Sumado a eso, ahora tengo una nueva incógnita y, quizá, la última historia que me falta escuchar...la de Enoch.

Llegamos a un espacio con algo de vegetación, donde nos sentamos a recobrar energías e hidratarnos. El cielo estuvo gris en algún momento del mediodía dejándolo en completa oscuridad para el momento del estallido. Todos levantamos la vista mientras cosas comienzan a caer del cielo...cosas finitas, húmedas. Gotas de agua.

—¿¡Que mierda es esto!?— Pregunta Iwin mientras las gotas tocan sus manos elevadas.

—¿Que, la lluvia?— Responde Kaidia elevando el volumen por sobre los estruendos celestiales.

—¿¿Lluvia??— Repite Ray.

—¡Así se llama!—Respondo yo

—¿¡Y se supone que es real!?— Le pregunta Enoch.

—¿De que hablan? ¡Es agua que cae del cielo, claro que es real!— Responde Kaidia sin entender.

—¿¡Solo así!?— Pregunta Ray.

—¡Solo así!— Responde Kaidia.

Todos nos miramos entre sonrisas. Hasta reímos, gritamos, alzamos nuestras cabezas hacia la lluvia...lluvia de verdad.

—¡Nunca habíamos sentido algo así! ¡En el fuerte la lluvia es una simulación y nunca salimos de él para verla!— Le digo a Kaidia.

—Quienes son, gente...— Dice Kaidia, quizá, esperando que no la oigamos. Pero lo hacemos y por algún extraño motivo, nos reímos a carcajadas.

Es la primera vez que lo hacemos.

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