CAPÍTULO 2

—El fuerte es un espacio de experimentación, ejercitación y aprendizaje físico-mental. Los letrados ejercitamos y aprendemos a controlar las funciones de nuestras mentes en distintas áreas. Ésta, es la del procesamiento de información, más que nada dedicada a las clases de aprendizaje cognitivo dictada en la etapa primaria del letrado. Aquí aprendemos cartografía cerebral, proyección de imágenes primarias, delimitación de espacios proyectados, historia, etcétera— Iwin señala apuntando a cada pared de cristal provocando que nuestras miradas alteren todo el espacio con más merodeo.

Hay al menos un adulto en cada cubículo, ¿o debería decir clase? ¿Quienes son?

—Mentores. Ellos son quienes están a cargo del fuerte, nuestros guías y profesores. Los pueden distinguir por sus guardapolvos blancos. Cualquier duda o inconveniente que tengan, diríjanse a ellos— Dice Iwin adivinando mis pensamientos, de nuevo.— Digamos que todo lo distinto a trajes negros y neón resalta en estos espacios.— Agrega dedicándome un segundo extra de su mirada. ¿Deberé tener más cuidado con lo que pienso?

A medida que avanzamos hay más y más niños y niñas sentados en sus respectivas clases, proyectando imágenes de cerebros en el aire, otros sosteniendo libros de los cuales llueven sonidos, pizarras invisibles. Algunos dibujan, pintan y hasta convierten esos dibujos en formas que sobresalen de los marcos. Hay algo que me perturba: ¿Cómo es que puedo identificar los nombres de estos objetos, situaciones y olvidar algo tan obvio como mi propio nombre?

Algo me dice que esto, más allá de mis propios pensamientos, no es normal y por lo visto todos los de nuestra división parecen creer lo mismo...aunque lucen emocionados en vez de alarmados. Bah...quizá no todos. Quizá sea el único.

—¿Esto es lo que haremos nosotros?— pregunta una chica de ojos grises que distingo por vez primera. Está claramente alegre, como si estuviera en un parque de diversiones.

—Algunas de estas cosas, si.— Dice Iwin mientras gira al final del pasillo para mostrarnos el nuevo espacio ahora presente en el lado izquierdo.— Este es el área de infantes.

¿Y por qué? Se me ocurre preguntar pero de alguna forma sé que no es el momento.

Los niños más pequeños allí dentro juegan con bloques, imágenes que se también se proyectan, carteles que se iluminan a medida que los escriben, y todo tipo de artilugios.

Una niña de rulos castaños casi dorados, nos observa a través del cristal y corre para salirse de la clase. La pared desaparece justo antes de que ella parezca estrellarse y Iwin abre sus brazos de par en par para recibirla en lo que parece un intenso abrazo.

—Maisie, ellos son los novatos de este año— Le explica.

La niña juega con la cara de Iwin y luego nos saluda con una tímida mano. Son tan parecidos...

Mientras todos la observan y la saludan con ternura, noto que uno de los adultos de traje blanco está de pie del otro lado del cristal, observándome fijamente.

Contengo mi repentino susto y entrecierro los ojos para verla mejor. Tiene los ojos azules y el cabello rubio casi blanco, una combinación que no aparece en ninguno de nosotros. Sus manos abrazan sus propios brazos pero pronto los baja de un tirón. Da unos pasos al frente y se sale del cubículo practicando una gran sonrisa, borrando cualquier indicio de preocupación.

Sus manos vuelven delicadamente dentro de sus bolsillos.

—Letrados, ella es Agatha Kressler. Mentor en el área de capacitación y aprendizaje infantil-primario y... bueno, digamos que también es Especialista en Medicina Neuronal— Explica Iwin.

Agatha le sonríe, primero a él y luego a nosotros.

—¡Hola novatos! Espero que su recorrido esté siendo de lo más placentero.— Nos anima antes de girarse a Iwin— ¿Conocieron ya a Jack?

—Después del área de entrenamiento. Nos tenemos que ir Maisie, te veo luego, ¿vale?

Iwin se despide de la niña y después de escanear el otro lado de la clase infantil, encuentro a Agatha observándome. Como si fuera a propósito, su sonrisa se vuelve a borrar. Maisie se despega de Iwin y toma la mano de Agatha. Hay algo en su mirada...pareciera una lágrima a punto de caer.

—¡Continuemos con el recorrido!— Agrega Iwin con entusiasmo.

Ella vuelve en sí y nos sonríe al despedirnos pero sus ojos siguen húmedos. Pasamos a su lado y noto la tensión en sus nudillos al abrasar su propio cuerpo.

—Confía en tu mente.— murmura.

Hay algo en esa frase...Iwin la dijo también, ¿será algo a modo de saludo? ¿Cómo un Namaste? Lo único extraño es que parecía dirigirse solo a mi...Quizá la intimidé al observarla tan directo a sus ojos. Miro a mi alrededor pero nadie más se percató de esta escena.

Transitamos más de cuatro pasillos, anchos como el anterior. Todos ellos separan con cristal y paredes blancas los distintos espacios. La enorme sala de recreación, el comedor y el área de experimentación sensitiva son otras de las áreas que visitamos.

Podría señalar que mis ojos se acostumbraron al exceso de luz y a la forma laberíntica de este lugar aunque parezca recién el comienzo. Nos cruzamos con varios de guardapolvo, algunos demasiado ocupados como para dedicarnos una sonrisa y otros demasiado atentos como para parecer casuales. No me atrevo a sacar ninguna conclusión todavía, al menos no hasta que el recorrido termine y mis dudas se esclarezcan.

Un enorme cubo de cristal crece del suelo mismo encerrándonos en él para llevarnos a un sector más oscuro. Una vez en él, recuerdo algo sobre lo que es un ascensor pero solo la noción de ser trasladado de un lado a otro es la misma. Nunca había estado en uno de estos antes...creo. Si tuviese que elegir a uno de todos estos niños para conversar sobre esta locura, ¿con quién me quedaría? Entre el tumulto, busco a la niña de cabello encrespado. Me convence su postura distante, su desconfianza...es algo con lo que permite confiar en ella. ¿Habrá recordado su nombre, ya?

Me detengo a escasos centímetros de su cuerpo. Ojea de lado, advirtiendo mi presencia pero no se musita. Mejor así, confiar no quiere decir ser mejores amigos. Caminamos a paso seguro dejando que los entusiasmados nos pasen.

—Con que cubos multiformes, ¿eh? — Susurra.

Sonrío un poco. Sabía que no me estaba equivocando. Responde a mi sonrisa apenas con una mueca. La ausencia de luz provoca que sus pecas desaparezcan y que sus ojos parezcan mucho más saltones que antes. No puede ocultar su temor.

—Si quieres, puedes decirme lo que sea...digo, estamos juntos en esta.— Señalo con la mirada el espacio.

Asiente pero suspira, volviéndose a perder en sus propios pensamientos.

Finalmente, llegamos a otra enorme burbuja solo que ésta es oscura.

—Ésta, es el área de hibernación.— Iwin lidera el grupo causando que a cada paso que de, luces de baja intensidad se enciendan a su paso a cada lado de sus pies.— y éstas...son las cápsulas de resonador magnético.

Los enorme huevos blancos con paneles de luz indelimitables se mueven de su posición horizontal a posición vertical a medida que avanzamos a modo demostración. Veinte, treinta...más de cuarenta cápsulas con personas dentro. Noto que del otro lado del cristal de cada cápsula, varios de ellos hibernan con los ojos abiertos. La mirada de una en particular me causa estremecimiento. Sus enormes ojos abiertos cómo platos observan un punto fijo por encima de mi altura. Los cables flotan al igual que su pelo dentro del líquido, retenido en el huevo blanco.

—Todos los letrados hibernan al menos cuatro veces por semana. Al comenzar la etapa uno, digamos, el primer año en el fuerte, lo harán más seguido. Tardarán un poco en acostumbrarse a balancear su sueño...¿No irás a preguntar por qué, fisgón?

Vaya...parece muerta.

La niña encrespada me sorprende con un leve empujón. Vuelvo mi atención al grupo y noto la mirada de Iwin, aguardando con las cejas en alto.

—¿Ellos están siendo inseminados?— pregunto recordando lo oído antes de salirme del cubículo al despertar y aprovechando mi segundo de atención al máximo.

Otra mirada y pausa incómoda. Joder, ¿que acaso soy el único que quiere entender?

—...¿Y de dónde sacaste eso?— Me pregunta acercándose.

Lo observo por un segundo entero y trago saliva.

—De los parlantes al despertar.

—¿Tú también la escuchaste?— Pregunta una niña de pelo corto, del grupo entusiasmo.— era una voz como de parlante interno, ¿verdad?

Un murmullo creciente se comienza a forjar y Iwin aplaude para llamar la atención del grupo.

—¡Ey! ¡Silencio!— Intenta.

Creo que me odia.

—'Los parlantes' que están adentro de su cabeza, son parte del monitoreo que recién les comentaba. Ellos, nuestros mentores nos hablan por ahí. Todos lo perciben de la misma forma. Es igual para todos.— Agrega sin sonrisas y dedicándome su atisbo de malhumor.

Deberías cerrar el pico, Asis.

—Las cápsulas también son monitoreadas las veinticuatro horas.— Comienza a decir alejándose, caminando hacia su punto de guía.— Hibernar ayuda a estimular el sueño que será proyectado, descansar el cuerpo físico-mental y estudiar sus propias imágenes...hasta las de sus recuerdos madre. Ustedes mismos lo podrán hacer cuantas veces puedan. Al principio de la etapa uno, hibernarán todos los días al menos por una semana. De a poco aprenderán a balancear el cansancio para usarlo en su favor en el campo. En mi caso personal, lo hago tres veces por semana, un poco menos que la media, pero tengo compañeros que aguantan todas las noches despiertos. Ellos son los que normalmente tienen mayor rendimiento en el campo. Usar la cabeza, cansa al resto del cuerpo.

Iwin se posiciona frente a una de las cápsulas y juega con la superficie que se ilumina cuando el presiona los diferentes puntos...botones invisibles. Me hago paso entre el resto para poder ver mejor; una imagen se proyecta en frente de nosotros, es como un mapa virtual.

—El fuerte fue diseñado para funcionar como un cerebro humano. Tenemos una área motora, área visual, área sensitiva, área del habla, del gusto, procesamiento de la información, área de habilidades cognitivas y ejecutivas. Como todo cerebro también tenemos un inconsciente y digamos que al diseñador del fuerte no se le escapó ese detalle.— Dice mientras mueve con sus dedos todos los sectores que recorrimos y pasa con las manos entre ellas proyectándolos como si estuviésemos allí en este mismo instante.—Parte de lo que representaría el inconsciente en un plano real, es aquí el cuartel de monitoreo; donde están almacenados todos y cada uno de nuestros recuerdos madre. Aquello que recordamos antes de despertar en el fuerte, llamémosle indicio de nuestra 'vida pasada'.

...Y no, Asis, no es el momento para ahondar en eso.

Me toco la cabeza, ajeno a aquél pensamiento.

—El cerebro puede recordar todo lo que vimos en esa 'vida pasada' y usamos esos recuerdos para crear una visón organizada de lo que vemos. Si el cerebro no puede conectarse con los recuerdos de forma coherente, el resultado es disonante. Por eso necesitamos cierto...control y para eso existe la hibernación.

Vaya...ya era hora de recibir información más detallada.

— ¿Y el resto del fuerte? ¿qué...?— Pregunta alguien.

—Área restringida.— Contesta Iwin casi interrumpiendo.— ¡Sigamos!

Todos comienzan a caminar. Antes de seguirlos y siquiera reaccionar frente a tal respuesta, giro la mirada hacia atrás para captar a la chica que hiberna, cerrar los ojos en el acto. Siento las manos temblar; las cierro en un puño. El agua comienza a drenar de su cápsula. Me giro nuevamente y avanzo a paso ligero tratando de asimilarlo todo o procastinar la deducción...todavía no estoy seguro.

—¡Iwin! ¡Iwin, espera!— Vocifero mientras me abro paso entre los demás.

Salimos del área de hibernación para adentrarnos en un pasillo...otro pasillo.

Le toco el hombro y al hacerlo una intensa imagen cubierta de fuego invade mi mente.

Aterrorizado, la quito de golpe. Iwin gira su cuerpo para dedicarme su atención mientras trato de recuperar el aliento. ¡¿Qué mierda ha sido eso?!

No es el momento para esa, Asis.

—¿Por qué?— Le pregunto dejando que mi mente hable por sí sola. Puede ser que suene algo desesperado, pero mi cabeza me está jugando una mala.— ¿Por qué todo esto?

Iwin asiente. Quizá no me odie tanto. Quizá entienda.

—La única humanidad cuerda está retenida en el fuerte.— Admite antes de presionar su mandíbula. —Les espera una larga intro sobre el tema pero no puedes evitar adelantarte, ¿verdad fisgón?

—¿Qué hay allá afuera?— Le pregunto posicionándome casi más enfrente suyo, evitando que avance. Su altura me intimida pero su contextura jovial y amigable me inspira cierta confianza.

Iwin abre la boca para responder pero una voz grave y masculina suena por atrás mío.

—El motivo por el cual tenemos que permanecer encerrados.

Una voz mucho más grave que la suya.

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