CAPÍTULO 9



 La imagen de Neo al otro lado del cristal, acude continuamente a mi cabeza. No puedo evitarlo. David me ha pedido paciencia, pero creo que de eso, no me queda. Su gesto contrariado mientras le contábamos lo ocurrido, me confirmó que no esperaba que Neo encontrara una forma de entrar. Yo tampoco soy capaz de entender cómo lo hizo, sin embargo, lo consiguió. Y si no hubiera intentado acceder al edificio, quizás...

—Sabes que puedes contarme lo que sea —suelta Enya de buenas a primeras.

Estamos en el descanso de media mañana y me doy cuenta de que no he cruzado con ella ni una palabra.

—Lo siento. Sé que estoy más pensativa de lo normal.

Tengo la sensación de que estoy fallando a la complicidad que comparten entre ellas, pero no puedo contarle lo que está ocurriendo.

—¿Es por David? ¿Ya has averiguado lo que le pasa?

Niego con fuerza. No quiero hablar de él. Miro durante un instante su rostro afable y decido hacerle una pequeña confidencia.

—¿Crees que es posible otro futuro? —Su gesto de extrañeza me obliga a explicarme—. Quiero decir, sin cúpulas.

Pierde la vista en el horizonte y sé que de verdad está valorando mi pregunta.

—Creo que la catástrofe, nos acobardó. No sé si me entiendes. El miedo a que algo así pueda ocurrir de nuevo nos ha llevado a recluirnos para intentar asegurar un futuro. Pero, ¿qué futuro sería ese? Si una estrella explotara o un meteorito se estrellara contra la Tierra, o qué se yo... ¿no sería mejor ser borrados del planeta de un plumazo? ¿De qué serviría seguir adelante? Nos veríamos obligados a pasar décadas encerrados en la zona bajo tierra, esperando a que el mundo se recuperara, en el mejor de los casos. En el peor, solo estaríamos en nuestra tumba, contando los días para nuestro fin.

—Entonces, ¿por qué no buscar la forma de volver a hacer vida en el exterior? Poner todos nuestros esfuerzos en ello.

Enya me mira y me sonríe.

—Soy una Thok, protectora de la naturaleza. Siempre voy a pensar que esa es la mejor opción. El problema no eres tú y no soy yo. El problema es el miedo. Nuestra sociedad prefiere esta seguridad, que un futuro incierto.

—Lo sé —respondo contrariada.

—¿Tiene esto algo que ver con los rumores del exterior?

Me giro hacia ella y la observo. ¿Qué sabe? ¿Le ha contado algo David?

—¿A qué te refieres?

—Dicen por ahí, que hay zonas donde están probando otras opciones. Algunas parecen estar dando resultados. Aquí la gran mayoría están muy cómodos con las decisiones tomadas, pero entiendo que quien intenta sobrevivir ahí fuera, busque la mejor forma de hacerlo. Es lógico, ¿no?

Que ella también haya oído el rumor me infunde nuevas esperanzas. Quizás después de todo, haya una posibilidad...

—Ojalá sea cierto. Cada vez que estoy con los niños, pienso en lo diferentes que serían sus vidas si todo fuera como antes. Un cielo simulado, no es un cielo, al fin y al cabo.

—Mira quien viene por ahí...

Me giro justo cuando David llega a nuestro lado.

—Hola. ¿Podemos hablar a solas un momento?

Su gesto serio, me preocupa al instante. No parece que sean buenas noticias.

—¡Vaya! Pues sí que andamos con secretitos —suelta Enya pero al ver que la expresión de David no cambia, se rinde—. Vale, vale. Ya me voy. Casi prefiero no saber lo que os traéis entre manos.

La veo alejarse y me siento un poco mal por dejarla al margen. Me costó hacer eso con May y me siento igual ahora con Enya. Siempre he pensado que la sinceridad entre amigas es muy importante y esto no es ser sincera, precisamente.

—¿Qué ocurre? —pregunto al ver que sigue sin hablar.

—El gobierno no apoya nuestra propuesta.

No puedo evitar levantarme del banco de un salto.

—¿De verdad? ¿Por qué?

—Consideran demasiado arriesgado enviar una expedición en busca de alternativas. Esas han sido las palabras textuales.

Es absurdo.

—No sé cómo pueden pensar así. Enya tenía razón...

—Tendremos que seguir adelante por nuestra cuenta, aunque eso signifique correr ciertos riesgos.

Sé a qué se refiere.

—¿Lo dices por abandonar nuestra cómoda posición y salir a un mundo que no conocemos? Será pan comido —digo mientras le doy un suave codazo en las costillas.

Por primera vez desde que ha llegado, esboza una sonrisa.

—¿Ves? Por eso nos hacías falta tú.

Le miro preocupada. No me gusta que tenga tanta fe en mí.

—¿Y ahora?

—Déjame hablar con unas cuantas personas, quiero buscar la mejor forma de hacer las cosas. —Se pasa la mano por la nuca con gesto nervioso mientras esquiva mi mirada.

—¡No sabes qué hacer! —se me escapa al darme cuenta del motivo de sus actitud—. Dios mío, contabas con tener el apoyo del gobierno y no tener que buscar tú una salida. Dijiste que lo haríamos nosotros de todas formas porque en realidad pensabas que no tendría que ser así...

David abre los brazos, enfrentándose a mí.

—¡Sí! Tienes razón. ¡Soy un iluso! Esperaba formar parte de una expedición, con respaldo, equipamiento, gente especializada... pero buscaré la solución. Será un poco más difícil y contaremos con menos recursos, sin embargo no voy a darme por vencido. ¡Me niego!

Me sorprende ver esa rabia en él pero al menos me sirve para confirmar que va en serio con todo esto. Y yo no necesito más, que su convicción.

—No estás solo. Sé que en estos momentos no soy de mucha ayuda...

No me deja acabar. Coloca sus manos sobre mis hombros y me atrae hacia él hasta envolverme en un abrazo.

—Eres de gran ayuda. Solo el hecho de que confíes en mí y estés dispuesta a tomar parte en todo esto... no puedo pedirte más.

Cuando me suelta, observo su rostro y veo determinación en su mirada.

—Tengo que empezar a mover hilos. Nos vemos más tarde ¿de acuerdo?

Se va con paso apresurado y yo miro a mi alrededor, a las personas que pasan a mi lado, ajenas a lo que nos traemos entre manos. Puede que no consigamos nuestro propósito o puede que cambiemos el mundo. Solo el tiempo nos dirá cual de las dos opciones es la correcta.

—Eres Ari, ¿verdad?

Observo a la chica que me acaba de interceptar a la salida de la cafetería pero no me suena de nada. Miro entonces a Caleb con intención de que me eche un cable, por si se trata de alguien conocido que no consigo recordar, pero su gesto de extrañeza me dice que él tampoco la conoce.

—Sí. ¿Quién eres?

Desvía su mirada a Caleb aunque se sigue dirigiendo a mí.

—¿Podemos hablar a solas?

Tiene unos enorme ojos castaños que en estos momentos muestran desconfianza.

—Es un amigo. No hay nada que no podamos hablar delante de él.

La chica se cruza de brazos un tanto molesta.

—Vale. De acuerdo, tú verás. He venido a buscarte.

No entiendo nada.

—¿A buscarme? ¿A mí? Debes estar confundida.

—Me envía Owen, o mejor dicho, Neo.

El corazón se me sube hasta la garganta.

—Pero... ¿cómo?...

—Le avisé que lo de entrar él así por las buenas, era una tontería, que no iba a durar ni medio día en este lugar sin que lo interceptaran. Pero no me hizo caso. Cuando falló estrepitosamente, me ofrecí a hacerlo yo. Sé que Neo no quería mezclarme en sus asuntos, pero me estaba volviendo loca... todo el tiempo hablando de ti, desesperado por encontrar la manera...

—¿Y qué pretendes? ¿Sacarla de aquí? —pregunta Caleb con un tono ligeramente despectivo.

La chica esboza una enorme sonrisa de autosuficiencia.

—Exactamente. Eso es justo lo que voy a hacer.

Caleb da un paso hacia ella.

—¿Y cómo vas a hacerlo exactamente?

La chica mete la mano en el bolsillo de su pantalón y nos muestra una tarjeta.

—Con esto. Es su nueva identificación. —Me mira y agita el trozo de plástico ante mí—. Tú decides.

Justo cuando voy a decir que sí, Caleb me sujeta del brazo.

—Espera, no te puedes ir con ella.

—Sí que puedo. Es más, lo voy a hacer.

—No, no lo entiendes. No puedes salir así por las buenas, si descubren que te has ido, no te dejarán regresar. No puedes tomar una decisión así por "ella".

Sé a qué se refiere. Lo dice por la auténtica Ari. El peso de una decisión como esta, también cargará sobre sus espaldas.

—Lo entiendo pero tengo que salir. Además recuerda que David contaba con abandonar este lugar si no teníamos respaldo y así ha sido. ¿Qué más da que sea yo la primera? Os esperaré fuera. Que David termine de organizar lo necesario y nos mantendremos en contacto, ¿de acuerdo?

—Deberíamos hablar con David primero de todas formas...

Está loco si piensa que voy a hacerlo.

—¡Ni hablar! Sabes que él no lo va a aceptar y lo último que quiero es discutir con él. Tú eres más sensato que él en estos temas, seguro que le harás entrar en razón. Además yo ya estaré fuera y no tendrá más remedio que hacerse a la idea.

—No me vas a dejar otra opción, ¿verdad?

Me acerco a él y le doy un rápido abrazo.

—No me iré de esta realidad. Cumpliré mi palabra —le susurro al oído.

—Vete antes de que me lo piense bien.

—Nos vemos en unos días.

La chica echa a andar y me apresuro a alcanzarla.

—Aún no me has dicho tu nombre.

—Soy Hannah. —Me echa un vistazo de arriba a abajo—. Tendrás que cambiarte de ropa en el vehículo antes de llegar a la puerta.

Paso las manos por mi conjunto de lino y la observo a ella. Lleva un pantalón reforzado con rodilleras, unas botas de media caña de goma y cuero, un jersey de lana oscuro y una chaqueta engomada con capucha. Somos como el día y la noche.

Montamos en el primer vehículo que alcanzamos y Hannah comienza a sacar prendas de la mochila que llevaba a la espalda.

—Date prisa, solo tenemos unos minutos.

Me apresuro a ponerme unos pantalones de cuero negros, botines con plataforma, camiseta, sudadera y gabardina engomada con capucha.

—¿Qué tal? ¿Doy el pego?

Una media sonrisa aparece en sus labios.

—Tendrá que ser suficiente.

Termina de guardar lo que me he quitado en su mochila y se la coloca de nuevo en la espalda, justo cuando el vehículo se detiene al borde de la acera. Nos apeamos y me entrega la tarjeta.

—¿Sabes cómo va?

Niego rotundamente y ella me va explicando mientras nos acercamos al control.

—No mires a los guardias. Comportate como si hicieras esto todos los días. Solo tienes que ponerte en la fila y pasar la tarjeta por el lector. Se abrirá la puerta y pasarás a un túnel con una cinta deslizante, se te hará un barrido igual que a la entrada y listo. No notarás nada y al llegar al otro lado, se abrirá una nueva puerta que da al exterior. Así de fácil.

Cojo aire y no me lo pienso.

—De acuerdo, vamos.

Llegamos al control y sigo sus indicaciones sin problemas. El hecho de que Hannah vaya en primer lugar, también me ayuda, pues me sirve de ejemplo para hacer las cosas igual que ella. Antes de que me dé cuenta, estoy atravesando la segunda puerta y el aire exterior me golpea de lleno.

Hago una respiración profunda y al momento noto que la densidad es diferente. La sensación es la misma que en una habitación llena de humo, lo que me confirma la mala calidad del aire.

—¿Es siempre así?

—¿El qué? —me pregunta ella despistada.

—Respirar aquí fuera...

Suelta una carcajada.

—Muchas veces es aún peor.

Observo el cielo, cubierto de nubes y aunque es última hora de la tarde, parece noche cerrada. Me doy la vuelta y veo por primera vez la cúpula desde fuera. La semiesfera es gigantesca, mucho más de lo que parece cuando estás en el interior. Echo un vistazo y veo en la lejanía otras cúpulas de menor tamaño, conectadas a esta por los túneles de transporte. Una de ellas es el arca en la que yo he vivido durante estos días. Todo parece irreal visto desde aquí...

—Vamos. Llega una lanzadera.

Montamos junto con un grupo, que al igual que nosotras acaba de salir de la cúpula y nos sentamos en un rincón alejadas del resto. El vehículo se pone en marcha dispuesto a llevarnos a la ciudad.

—¿Cómo es que tú has entrado sin problemas?

—Tengo un pase, soy un hacha con los circuitos y muchas veces requieren mis servicios. No hay semana que no entre un par de veces para hacer arreglos. Pagan muy bien y te aseguro que los que vivimos en la urbe no podemos andarnos con remilgos. No tardarás en darte cuenta. De eso y de otras muchas cosas.

Esa última frase me despista.

—¿Qué quieres decir?

Se acerca un poco más a mí y mira al resto de pasajeros.

—No sé a qué estarás acostumbrada, pero en la ciudad todo vale. Se trata de sobrevivir. No sé si me entiendes.

Un escalofrío me sube por la espalda. Riesgos, riesgos, riesgos. ¿Cómo lo hago para acabar siempre metida en líos?

El túnel de transporte de la lanzadera termina y por primera vez veo los edificios de cerca, o mejor dicho, las millones de luces, salpicadas aquí y allá que iluminan el lugar. El vehículo se detiene y todos descendemos de él. No hay más paradas. El resto de pasajeros no tardan en desperdigarse, tomando diferentes direcciones con las cabezas gachas y los hombros encorvados, como si ello ayudara a pasar desapercibido. Me choca el cambio de actitud, muchos de ellos conversaban durante el traslado y en cuanto han puesto un pie en la ciudad, parecen personas diferentes.

—Vamos, no está permitido introducir móviles en las cúpulas, así que no he podido avisar a Neo de que todo ha ido bien. Estará de los nervios.

—Parece que le conoces muy bien. —No puedo evitar esa indirecta, pero no sé nada de ella ni del tipo de relación que tienen.

Me mira de reojo durante un segundo y acto seguido suelta una risita.

—Conozco muy bien al Owen de esta realidad y desde hace unos días estoy comenzando a conocer también al Neo de la tuya.

Me paro en seco. ¿Lo sabe?

—¿Qué te ha contado?

—Todo. No tuvo más remedio. Hace unos días, cuando llegó al trabajo, le noté raro. No tardé ni un minuto en darme cuenta. Y bueno... él de primeras, no quería soltar prenda, pero cuando algo no me cuadra, me pongo muy pesada y al final me lo contó.

No hay duda de que Hannah es muy perspicaz. Cuando Neo estuvo en la anterior realidad, no tuvo problema para pasar desapercibido y en cambio, en esta, ella le ha pillado a la primera.

—Chica, ¡chica! —Un hombre a mi lado intenta sujetarme del brazo—. ¿Tienes dónde dormir?¿No quieres venir conmigo?

Hannah me aparta del tipo de un tirón.

—¡Ya tienen dónde ir! Vaya a dormir por ahí o métase otro chute de hasp y déjenos tranquilas.

Sigo caminando con el corazón atascado en la garganta. De golpe mi cuerpo se ha puesto en tensión y miro todo movimiento a mi alrededor, mientras avanzamos por la calle. Estaba tan metida en la conversación, que me había olvidado de que ya no estoy en lugar seguro. Ese tipo acaba de recordármelo.

—Gracias.

—No ha sido nada, hay que ponerse firme con ellos. La mayoría no son mas que drogadictos desesperados por un poco de compañía. Los peligrosos son otros, hombres que se dedican a buscar chicas para la mafia. Por eso es mejor no acercarse a ciertas zonas de la ciudad, sobre todo las subterráneas.

Por primera vez, pienso en un arma, pues no me gusta la sensación de inseguridad que tengo ahora mismo. Miro a Hannah, ¿acaso ella va desarmada? Cuenta con la ventaja de conocer el lugar, pero ¿es eso suficiente?

Las calles son estrechas, muchas de ellas, solo para peatones y la poca luz, hace que la sensación de claustrofobia sea aún mayor. La gente va a lo suyo, apenas alguna mirada de soslayo que hace que me encoja dentro de mi chaqueta. Me doy cuenta de que no hay tiendas, o al menos, no los escaparates luminosos a los que estoy acostumbrada.

Caminamos en silencio y dos calles más adelante, desembocamos en una avenida principal. En ella sí circulan vehículos, la mayoría de ellos viejas chatarras arregladas con piezas que no les corresponden, pero supongo que lo importante es que funcionen, no el aspecto que tengan. En esta zona hay algo más de luz y los transeúntes parecen más relajados, aunque yo continúo en tensión.

—Tenemos que comenzar a subir niveles —me anuncia, señalando unos escalones metálicos que llevan a una pasarela superior.

—Genial —mascullo mientras la sigo.

Llegamos a la primera altura y cruzamos un puente que conecta con los edificios de enfrente. Caminamos por la acera improvisada y observo, las viviendas y pequeños negocios de los que salen luz y voces. Parecen locales clandestinos y me pregunto, si su actividad será ilegal. En este lugar, no me extraña nada.

Hannah se acerca a otra escalera y subimos otro nivel. Miro hacia abajo y ahora sí que me alegro de que haya poca luz, así no se ve la altura. Dirijo la vista hacia arriba y observo por encima de mi cabeza. Distingo pasarelas a distintas alturas, en una sucesión que parece no tener fin. Al igual que pensé en el subterráneo del arca, no puedo evitar pensar que de nuevo estoy en un laberinto. ¿Cómo es capaz la gente de moverse por este lugar? Los edificios parecen iguales, la escasa luz, no ayuda a poder fijarse en detalles que ayuden a situarse... cruzo los dedos para no perderme nunca en esta ciudad, sería mi fin.

—Tranquila —suelta Hannah al ver mi cara de pánico—. Estamos a punto de llegar al taller.

Dos giros más y se detiene frente a una puerta de metal sin ningún rótulo que la distinga como negocio. Golpea la puerta a ritmo, tres veces y acto seguido entra. Una luz mortecina sale del interior y yo la sigo, sin saber lo que me voy a encontrar. Para mi alivio, no deja de ser un taller normal y corriente, lleno de piezas, grasa y herramientas.

Hannah avanza entre mesas de trabajo ahora vacías hasta una al fondo, donde alguien continúa su jornada totalmente ajeno a nuestra presencia.

—¡Ey! Mira a quién te he traído.

Me asomo por detrás de ella y cuando mis ojos se encuentran con los de Neo, estoy a punto de desmayarme de alivio. Noto como si toda la tensión que se me había acumulado durante estos días, desapareciera de golpe solo con verle.

Antes de que pueda articular palabra alguna, él ya ha recortado la distancia que nos separa y me envuelve en un prieto abrazo.

—¡Estas aquí! Estás aquí... Llegué a pensar de todo, que no estaba en la realidad correcta, que no sería capaz de llegar a ti...

Me separa lo justo para buscar mi boca. Notar sus labios sobre los míos, me recuerda cuánto le he echado de menos y por su reacción, sé que se siente igual. Durante un instante, nos olvidamos de todo, hasta que alguien a nuestras espaldas carraspea.

Neo me suelta y ambos miramos a Hannah que con los brazos en jarras se hace la ofendida.

—Bueno, ya vale. A ver si creéis que tengo alguna necesidad de ver estas cosas. ¿Qué tal si lo dejáis para luego cuando estéis a solas?

—Gracias Hannah.

Hay verdadero agradecimiento en la voz de Neo, aunque ella hace un gesto con la mano, para restarle importancia.

—No ha sido nada. Solo he hecho lo que tú no podías hacer. —Nos guiña un ojo—. Además, ya me lo cobraré. La próxima vez que el señor Kavani necesite una reparación, irás tú por mí.

—Ya veo que te lo vas a cobrar caro además...

—Eso seguro. Que, ¿nos vamos? Tengo ganas de llegar a casa de una vez...

Neo echa mano de su chaqueta y me coge de la mano. Enredo mis dedos con los suyos, dispuesta a no separarme de él y salimos al exterior.

—No vamos muy lejos, tardaremos solo unos minutos en llegar —me tranquiliza.

Hannah va la primera, dejando así que nosotros podamos andar a la par.

—¿Qué te parece todo esto? —me pregunta Neo.

—No sé qué pensar, nunca hemos estado en un lugar así. Es muy diferente a todo lo que hemos pasado hasta ahora. Además, no tengo todos mis recuerdos. Las escenas vienen a mí poco a poco, por lo que tengo la información a cuentagotas. Ya sabes lo que me frustra eso.

Neo me mira extrañado.

—Qué raro. Yo no tuve problemas para recordar todo al poco de despertar, está claro que hay algo en ti que lo bloquea. Vaya, te ha debido resultar complicado.

—Ni te lo imaginas.

Me siento bien al poder hablar con él, justo era esto lo que más en falta echaba.

Nos detenemos junto a una puerta metálica parecida a la del taller y Hannah desliza una tarjeta por la ranura. Un clic anuncia que está abierta y los tres pasamos al interior.

—No alucines mucho con la decoración —suelta Hannah—. A Jochen le encantan las antigüedades y le da igual ponerlas en un mismo lugar, todas juntas.

Observo el salón, hay tantos objetos que es imposible centrar la mirada en uno solo.

—¿Quién es Jochen?

—Es nuestro jefe. La mayoría de los que trabajamos en el taller, compartimos vivienda aquí con él. Nos paga algo, después de descontar el precio de la habitación y de la comida. —Neo se encoge de hombros —. No nos podemos quejar. Es raro encontrar a alguien que no se aproveche y trate bien a sus trabajadores.

—Bueno, yo me voy a la cocina a coger algo, para comer en mi cuarto. Estoy agotada y quiero irme a dormir ya. ¡Buenas noches chicos!

Sujeto a Hannah del brazo, antes de que se vaya.

—Gracias por lo de hoy.

Realmente no sé si es consciente de lo importante que es para mí lo que ha hecho.

—Me alegro de haber podido ayudar —dice quitándole importancia de nuevo.

Desaparece por la puerta de la izquierda y nos quedamos a solas. Neo se acerca más a mí y me doy cuenta de que aún no ha soltado mi mano. Desliza la otra por mi mejilla y su tacto me hace cerrar los ojos inconscientemente.

—¿Tienes hambre? —susurra junto a mi boca.

"Hambre". En estos momentos solo puedo pensar en sus dedos dibujando el contorno de mi mandíbula.

—No... creo que el estrés de hoy me han dejado sin apetito.

—¿Quieres subir a descansar?

Abro los ojos y le miro. Sé que lo dice en serio, pero por algún motivo, cuando oigo de su boca la palabra descansar, mi mente piensa en otras cosas.

—Sí, será lo mejor —digo con un hilo de voz. No entiendo por qué se me atragantan las palabras pero de golpe me siento nerviosa.

Tira de mí y subimos por las escaleras al piso superior. Me lleva a lo largo del pasillo, dejando atrás las puertas que hay a ambos lados hasta llega a la última. Al entrar una luz se enciende de forma automática, aunque curiosamente, procede de una lámpara de mesilla estilo Tiffany que no esperaba encontrar en esta habitación.

—No es gran cosa. —Se excusa—. Sin embargo todos dicen que esto es una maravilla comparado con otros lugares en los que han estado.

Una cama con cabecero de forja, ocupa gran parte del cuarto. La colcha que la cubre es de terciopelo con dibujos arabescos en tonos verdes y granates. En un lado de la habitación junto a una pequeña ventana, hay un escritorio de madera con una silla a juego y en el otro lado una butaca.

—No es por nada, pero este lugar parece un burdel —digo aguantándome la risa—. Lo pensé en cuanto vi el salón, pero ahora esto...

Neo suelta una carcajada.

—Fue un burdel —Me confirma mientras yo arqueo las cejas de la sorpresa—. Jochen lo compró cuando murió el dueño. Le ofrecieron continuar con el negocio pero él dijo que no estaba tan desesperado para dedicarse a eso. Que lo utilizaría como pensión para sus trabajadores. Eso sí, no se molestó en cambiar el mobiliario y por si fuera poco, añadió sus excentricidades a la decoración.

—Increíble...

Me acerco a la ventana y retiro la pesada cortina para echar un vistazo al exterior. No hay mucho que ver, apenas los edificios de enfrente, algún que otro movimiento en el nivel inferior, nada más.

Me doy la vuelta y me encuentro con Neo en mitad del cuarto observándome en silencio. Noto el calor incendiar mis mejillas, como si me causara la misma vergüenza que la primera vez que puso sus ojos en mí.

—Me estás poniendo nerviosa —reconozco, mientras me acerco a él—. Deja de mirarme así.

—Sabes que no puedo evitarlo —Desliza sus manos por el interior de mi chaqueta hasta posarlas en mi cintura—. Aún me pregunto cómo soy tan afortunado de tenerte.

Yo tampoco puedo evitarlo. Me alzo de puntillas, sujeto su rostro con ambas manos y le beso. Noto cierta extrañeza en él, pues me conoce y sabe que no soy muy dada a tomar la iniciativa, pero los días que he pasado en esta realidad me han hecho pensar muchas cosas. Y si algo tenía claro, era lo que quería hacer cuando volviera a estar con él.

Neo se deja llevar por el beso y yo pego mi cuerpo al suyo, necesitada de su cercanía. No me lo pienso y deslizo la chaqueta de sus hombros para quitársela. Se deshace de ella al instante, sin embargo cuando mis manos se cuelan por debajo de su camiseta y tocan su abdomen caliente, noto cómo su cuerpo se pone en tensión. Al darse cuenta de lo que hago, se separa y me mira.

—Ari... ¿qué haces?

Bajo la vista sin saber muy bien qué decir.

—Solo quiero... estar contigo. Nada más...

Retiro mis manos, incómoda. No esperaba que cuestionara la situación.

—Ari, no pienses que no quiero... —Sujeta mis manos y las coloca sobre su pecho— pero siempre has dicho que no es tu cuerpo, que estás de prestado...

—Lo sé. Sé lo que dije, sin embargo, desde que llegué aquí, me siento diferente. Estos días sin ti... no podía dejar de pensar en la necesidad que tenía de estar contigo. Además, lo primero que recordé fue una escena en la que Neo le suelta a Ari que se va del arca y ella se queda sin decirle que le quiere. Sentir cómo Ari dejaba escapar esa oportunidad, me demostró que las cosas hay que decirlas y hacerlas en el momento. No podemos esperar a un mañana porque ¿y si ese mañana no existe? No quiero perder más el tiempo, Neo. Necesito saber que a cada instante he hecho lo que he querido. Que no se me ha quedado nada por el camino, ¿lo entiendes?

Suelto su camiseta pues sin darme cuenta, mis dedos estaban retorciéndola.

—Te quiero —me dice. Con su franqueza, con esa sencillez que le caracteriza—. Yo tampoco me voy a callar nada.

—Claro, porque normalmente te callas las cosas ¿verdad? —suelto con ironía.

Sujeta mi cara y me besa por toda respuesta. No hay duda, no existe mejor momento que este, porque lo que vivimos es el ahora y el mañana es solo una posibilidad.

Me quita la chaqueta y seguido la sudadera. Me quedo con la camiseta de tirantes y aunque en la habitación hace buena temperatura, se me eriza la piel. Tiro de su camiseta hacia arriba y él termina de quitársela. En ese momento veo su tatuaje en la parte interior del antebrazo. Giro su muñeca para que quede a la vista y en su piel puedo ver un enorme dibujo geométrico, en el que además de un ojo símbolo de su posición como Kei, hay planetas, constelaciones e incluso la representación del número áureo.

—Es increíble —digo absorta, mientras paso mis dedos por el dibujo.

—A mí me gusta más el tuyo.

Coloca su mano en mi clavícula, justo sobre mi brújula.

—Eres un Kei.

—Y tú una Phy.

Nos reímos, por lo extraño de la situación. Quién nos iba a decir que algún día, unos tatuajes marcarían nuestra posición social...

Neo se inclina y me besa sobre el dibujo. Da varios pasos hacia atrás, hasta sentarse en el borde de la cama y tira de mí hasta que acabo sobre él.

—De verdad que me gusta mucho más el tuyo —desliza el tirante de mi camiseta y continúa besándome por el escote.

Mis manos recorren su espalda desnuda mientras sus labios siguen explorando mi cuerpo. Por un instante recuerdo cuando antes de volver de la otra realidad, compartimos la conexión, sintiendo a la vez lo propio y lo ajeno. No fuimos más allá y aún así es lo más intenso que he sentido en mi vida. Ahora, noto cada milímetro de mi cuerpo despierto, atento a cada sensación, a cada roce y siento cómo todo eso me abruma.

La voz me tiembla cuando vuelvo a hablar.

—Te necesito...

Sus labios vuelven a los míos y me besa con una intensidad muy diferente a la que ha empleado hasta ahora. Es como si siempre se hubiera mostrado comedido y por fin, pudiera ser conmigo, como realmente es. Nuestros alientos se entremezclan entre los besos y las respiraciones entrecortadas.

—Nunca estarás sola. Estaré contigo desde el anochecer hasta el alba. Y así cada día de mi vida. Lo sabes ¿verdad? Estaré mientras tú quieras que así sea...

—Entonces será para siempre.

Para siempre. Porque Neo y yo, somos destino.



¡Hola! Ya sé, increíble pero cierto, otra semana que consigo actualizar. Y además esta vez me ha salido un capítulo un poquito más largo (más que nada porque no era plan de cortarlo a mitad de escena, jajaja). 

Bueno, ya veis que comienzan a aparecer nuevos personajes y de golpe cambiamos de escenario. Poco a poco iremos sabiendo más, aunque lo más importante era juntar a Neo y Ari de una vez. ¡Ya iba siendo hora! Además sé que hay quien echaba a Neo de menos... 

Por si alguien se lo pregunta, aquí tenéis una imagen del tatuaje de Neo, lo encontré en Pinterest y era justo lo que andaba buscando. 

Si tenéis preguntas sobre algo de lo que cuento, ya sabéis que podéis preguntarme, cualquier cosa que no incluya spoilers, será contestada. 

Y por supuesto daros las gracias por vuestras lecturas, votos y comentarios. No suelo hablar mucho de esto, pero lo cierto es que tengo la suerte de que las tres partes de la trilogía estén prácticamente siempre en el ranking de Ciencia Ficción y eso es gracias a cada uno de vosotros. 

Muchísimas gracias. ¡Os adoro! Besitosss


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