CAPÍTULO 8
Me despierto sobresaltada. Desde que soñé con Neo hace ya varias noches, diferentes fragmentos de mi vida aquí se me han ido revelando. Es como si mi subconsciente me estuviera dando lo que mi memoria me niega de forma rotunda. Por suerte, esos sueños, me enseñan mi vida diaria, personas y labores que realizo de forma cotidiana, lo que me ha ayudado a poder retomar el día a día como si de la Ari de esta realidad se tratara.
Epsiom me facilita la hora y aunque es pronto, decido levantarme ya. Dedico un buen rato a mi aseo y después desayuno mientras espero a que David llame a mi puerta. Me estoy acostumbrando a esta rutina y eso me asusta. No quiero olvidarme de Neo, ni del motivo por el que estoy dispuesta a permanecer aquí, por eso varias veces al día, sobre todo cuando más cómoda me encuentro, me recuerdo a mí misma que esta no es mi realidad, que como siempre estoy de prestado. Sin embargo, no puedo evitar sentirme plena cuando estoy en la escuela infantil dando clase. Esos niños, me dan una extraña felicidad, muy parecida a la que sentí en la primera realidad, cuando me ocupaba de enseñar a los menores del pueblo.
Ellos también me han mostrado una nueva visión sobre este mundo y hacen que lo que David quiere intentar, cobre verdadera importancia. Hablar con ellos, sentir su curiosidad por lo que antes era el planeta y que ahora prácticamente ha desaparecido, me descubre cuan afortunada soy de disfrutar de una dimensión con un presente tan diferente. También me han hecho entender, por qué los más poderosos estarían dispuestos a pagar por viajar en sueños a otro lugar. Aunque el cambio pudiera suponer llevar una vida normal y corriente para muchos de ellos, el solo hecho de poder sentir la luz del sol sobre tu piel, oír el ruido de los árboles mecidos por el aire o ver la inmensidad de un mar que esconde diferentes tonos de azul... todo eso no tiene precio.
El golpeteo suave contra la puerta, me saca de mi ensimismamiento. Recojo a toda prisa los restos y cuando abro la puerta, saludo a David mientras deposito lo sobrante en el cubo correspondiente.
—Buenos días.
—Hola, ¿has soñado con algo nuevo? —me interroga.
Sé lo mucho que le interesa saber lo que recuerdo y lo que no, pero no pienso darle tanta información. Tengo derecho a quedarme algo para mí sola.
—Se puede decir que sí y menos mal, si no fuera por esos retazos, me sería imposible pasar por Ari sin despertar sospechas. Por cierto —digo desviando el tema—, ¿hasta cuando vamos a esperar la respuesta del Gobierno?
Veo su gesto contrariado. Le fastidia que todos los días le pregunte lo mismo, pero no sé si se da cuenta de que esto es una carrera contrareloj. Yo no me puedo quedar aquí eternamente.
—Han pasado pocos días, solo pensando en los trámites burocráticos que se han de cumplir, no podemos esperar que la respuesta sea inmediata.
—Lo sé, pero estamos dejando pasar un tiempo precioso.
David mira a su alrededor para asegurarse de que no hay nadie lo suficientemente cerca como para escucharnos.
—No pienses que no estoy haciendo nada. Busco otras opciones por si acaso no están dispuestos a apoyar nuestra propuesta. Una negativa no me hará cejar en mi empeño.
Caminamos hasta la salida, pero no dejo de dar vueltas a lo que acaba de decir.
—Si no lo aprueban, ¿estás planteando que salgamos al exterior por nuestra cuenta? —pregunto con miedo.
Duda durante un instante y sé que no las tiene todas consigo.
—Así es.
—David —Le sujeto del brazo para que se detenga—. Eso significaría no poder regresar al arca. Y si no saliera bien...
Aparta la mirada y retoma la marcha. Al hablar de nuevo, su voz parece haber disminuido unas cuantas octavas.
—Por eso tiene que salir bien. Me niego a que este sea nuestro futuro. Generación tras generación encerrados bajo estas cúpulas en las que nos venden una realidad que no existe. Quiero recuperar lo que antes teníamos...
¿Cómo puede hablar con tanta convicción cuando se ha criado aquí? De pronto caigo en la cuenta. Aunque la idea se estuviera forjando en su mente ya de antes, viajar a otras realidades le enseñó lo que aquí habían perdido.
—Entiendo que lo que viste durante los saltos, ha alimentado tu idea de buscar una solución.
—Por eso nos dimos cuenta de que los sueños nos llevaban a otras realidades. Soñábamos con un mar que nunca habíamos visto, con montañas y ríos, con un sol que no quemaba nuestra piel... Cuando ocupé por primera vez el cuerpo de mi otro yo, no podía creer lo que estaba viendo. Una vida normal, de pronto era un chico que iba a la universidad, practicaba deporte, salía con mis amigos... después de eso, ¿cómo contentarme con esto? ¿Cómo olvidar todo lo que vi, todo lo que sentí? Quiero esa vida.
—¿Sabes? A mí los saltos también me han ayudado a darme cuenta de muchas cosas. Conocer otros modelos sociales tan... opresivos, hacen que aprecie mucho más la libertad de la que disfruto en mi realidad.
David me mira.
—¿Opresivos? ¿Consideras esta sociedad opresiva?
—Por supuesto. —No tengo ninguna duda—. Entiendo que las circunstancias os han llevado a tomar medidas desesperadas. Desde un trasfondo científico puedo comprender el motivo por el que se protege a los puros, como método para asegurar la continuidad óptima de la especie. Sin embargo parece que os olvidáis del componente ético. ¿Dónde queda la igualdad de oportunidades? Y si hablamos de los que vivimos aquí, por un lado somos privilegiados, pero en realidad, esta opción no la hemos elegido nosotros y nos obliga a aceptar un modelo social con el que podemos no estar de acuerdo.
—Tienes razón, no lo había pensado así.
—Es lógico, es la vida que conoces y es difícil que sin modelos externos puedas ser consciente de todas las carencias de este sistema. Lo fácil es no cuestionarte nada. ¿No es lo que ocurre con la mayoría de las personas? No miran más allá, no dudan, no se plantean otras opciones. El que pienses en recuperar el planeta, ya dice mucho de ti, David.
Esquiva mi mirada, incómodo y juraría que es por temor a que vea en sus ojos algo que no me está diciendo con palabras.
—Tengo que irme o llegaré tarde a clase. ¿Me esperas luego?
—Sí, claro.
Se encamina hacia uno de los edificios de formación académica y yo mantengo la vista en él mientras se aleja. Cuando oigo a Enya hablar a mi lado, no puedo evitar sobresaltarme.
—¿Parece preocupado o es cosa mía?
Me giro hacia ella arqueando las cejas.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? Me has dado un susto de muerte.
Ella enrosca su brazo alrededor del mío y tira de mí, arrastrándome hacia la entrada más cercana.
—Lo justo para verle marchar cabizbajo.
—No sé lo que le ocurre —me sincero—. Tengo la sensación de que se está guardando algo, pero no sé lo que es...
—Ya...
Observo su expresión contrariada. Enya es muy expresiva y en estos pocos días ya me he acostumbrado a que todo lo que piensa, se refleje en su cara. Ella es la siguiente persona con la que soñé después de Neo. Con lo que vi, quedaba claro que era mi mejor amiga. La May de esta realidad por así decirlo. May... ¿dónde estará? Sé que es una persona unida a mi destino, lo tengo más que claro, simplemente quizás no ha llegado aún el momento de conocernos.
Entramos en clase y tomamos asiento juntas. Miro a mis compañeros, muchos de ellos ya ocupados trabajando. Me extrañó que no se dieran asignaturas como tal, sino que cada uno elige dentro de los temarios y los estudia a su ritmo de forma casi autodidacta. En el caso de tener dudas, hay profesores disponibles para resolverlas, pero dejan que sean los alumnos los que se organicen y desarrollen sus capacidades. Después hay horas prácticas, en las que se debate, se trabaja en equipo y se experimenta, siempre en base a los intereses profesionales de cada uno. A mí, estas horas me están sirviendo para ponerme al día sobre el desarrollo social de las últimas décadas y empaparme de todas las medidas tomadas. Hay momentos en los que se me encoge el corazón al ver los documentos gráficos de la catástrofe. No hay mucha información, pero la que aparece es sobrecogedora. Ciudades enteras arrasadas, gente que sufrió diversos niveles de quemaduras debidas a la radiación solar, conflictos surgidos por la ocupación de las zonas catalogadas como habitables... mil y una desgracias derivadas de una reacción imprevisible del universo que me hacen estremecer.
David y yo, comemos juntos en el edificio de investigación y luego me quedo revisando unos resultados, mientras él va a la zona de sueño a supervisar lo que Oscar está haciendo. En unos pocos días, me ha quedado claro que aunque estamos rodeados de un equipo estupendo, ser responsable de un proyecto es estar pendiente del trabajo de cada uno, para que el resultado sea el esperado. David sabe que me resulta incómodo hacerme pasar por Ari, por eso está supliendo parte de mis funciones, para que todo avance al ritmo de siempre y no levantar sospechas.
Caleb entra en la habitación y yo ni le miro. Ya me he acostumbrado a que pase todo el tiempo que puede aquí.
—¿Estás sola?
—Ajá. David ha ido a que Oscar le haga un resumen de como van las cosas y yo me he quedado revisando unos datos. Lo más divertido del mundo, vamos.
Caleb se ríe.
—Seguro, ¿sabes? Ari nunca protestaba por tener que hacer ese tipo de tareas que la mayoría aborrecemos hacer. Es tan perfeccionista que parece un robot sin sentimientos.
Cuanto más me habla de ella, más claro me queda que no son amigos precisamente. Pienso en cómo será en realidad la relación que David tiene con ella, pues en lo que me mostró, parecían llevarse bien, pero con los desacuerdos que tenían últimamente ya no lo tengo tan claro. Eso me recuerda, su actitud de esta mañana y decido aprovechar la oportunidad.
—¿Me acompañas a coger una bebida del dispensador? Me estoy haciendo adicta a ese mejunje que bebéis aquí.
—Sí, claro.
No sé si ha colado, pero me da igual. Bajamos a la planta baja y tomamos una bebida cada uno. Tiene un sabor parecido al café, aunque sé que se trata en realidad del extracto de una planta modificada genéticamente para utilizarse como sustitutivo. Me da igual, me basta con que lo parezca para que yo me autoconvenza de que la cafeína está actuando en mi organismo.
—Oye... tengo la sensación de que hay algo que David no me ha contado. —Apoyo el hombro contra la cristalera que muestra el exterior—. No sé, estábamos hablando de esta realidad, de la mía y le dije que era una buena persona por querer buscar una solución. Y su expresión cambió. Creo que se siente culpable por algo, pero no sé qué puede ser...
—¿Me has traído aquí engañado para sonsacarme?
Pillada. Una risa nerviosa escapa de mis labios mientras pienso qué decir.
—Puede... es solo que estoy preocupada por él y necesito saber si es cosa mía o realmente hay algo.
Caleb se apoya también en el cristal, quedando frente a mí.
—A ver, puedo estar equivocado pero quizás sea por Álex.
—¿Por Álex? Eso no tiene sentido, gracias a él, ha podido regresar...
Caleb da un largo trago a su bebida como excusa para no responder inmediatamente.
—La cosa es que mi hermano se siente culpable. Él fue quien descubrió a Álex en esta realidad no Ari...
Ahora sí que necesito más información.
—Explícate mejor porque no te entiendo.
—Ari viajó a tu realidad, al parecer tú en ese momento ya estabas en la otra, por eso consiguió ocupar tu cuerpo. Ella regresó al verse descubierta pero días después fue Álex el que saltó a esta. Ya sabes, al final todos estamos conectados a las mismas realidades y tu amigo ya había soñado con esta realidad. Mi hermano se percató al instante que no era el Álex que conocíamos e informó a Ari, que dio la orden de mantenerle retenido para poder interrogarle. Ella le dejó claro a David, que no le dejaría regresar hasta conseguir respuestas. Por eso, mientras buscábamos la forma de solucionar lo de Álex, él siguió con los saltos. Bueno, el resto ya lo sabes.
Ahora todo encaja.
—Lo entiendo, pero él no puede fustigarse por lo que hizo. No sabía que Ari tomaría una decisión tan drástica. Además, él se ha preocupado en todo momento de arreglarlo. —Bajo la mirada hasta la lata que aún sostengo entre mis manos—. No sé por qué no me lo ha contado. Nunca se me ocurriría juzgarle por algo así.
Un golpe en el cristal nos sobresalta a ambos, haciendo que nos apartemos de golpe y miremos al exterior. Pestañeo para confirmar que no se trata de un espejismo: Neo está al otro lado del ventanal, forcejeando con dos guardias de seguridad. Abro la boca con intención de pronunciar su nombre pero no soy capaz. Le veo pelear para zafarse de ellos. La lata se me resbala de los dedos y oigo su sonido al golpear el suelo, como un susurro lejano. Me acerco de nuevo al cristal y pongo mis manos sobre la fría superficie, desesperada.
—Neo, Neo...
Como si me hubiera escuchado, levanta de nuevo la vista y golpea al guardia que tiene a la derecha. De la misma, se gira hacia el otro y le suelta un puñetazo en plena cara. Un momento, solo un instante en el que consigue llegar hasta el ventanal y colocar sus palmas contra las mías. "Te quiero". Vocaliza. No hay oportunidad de más. Los guardias de nuevo se abalanzan sobre él y no tardan en aparecer refuerzos.
Golpeo el cristal enfurecida, mientras noto las lágrimas arder en mis ojos.
—Tengo que llegar hasta él —decido desesperada.
Me separo del cristal y miro hacia ambos lados, intentando pensar por qué lado se encuentra la salida. Echo a correr hacia la derecha, pero Caleb me intercepta.
—A dónde vas. ¡A dónde vas! —grita al ver que no estoy dispuesta a detenerme.
—Era Neo, ha venido a buscarme. Tengo que, tengo que ir. No puedo dejar que se lo lleven...
Caleb me zarandea y yo levanto la vista sorprendida. No esperaba esa reacción de él.
—Déjame pasar.
—No.
Sin otra cosa en mente más que salir, le suelto un puñetazo, sin embargo, él me sujeta de nuevo con más firmeza.
—No te van a dejar hablar con él. ¡Abandonó el arca! Para cuando salgas del edificio, estará en un vehículo camino del punto de control. No podrás alcanzarle. ¿Lo entiendes?
No lo dice en serio, no lo puede decir en serio.
—No, no, no... no quiero hacer esto sin él. No lo entiendes... le necesito —gimoteo.
Me derrumbo entre sus brazos. Unos segundos, apenas unos segundos y ya nada. Ni siquiera he podido decirle que le quiero. Caleb me sostiene y frota mi espalda, sin preguntar nada, comportándose como lo que necesito ahora mismo, un buen amigo. Cuando comienzo a tranquilizarme, un nuevo pensamiento se abre paso en mi mente. Neo ha llegado hasta mí, ahora sé con más seguridad que está ahí fuera y que no se va a dar por vencido.
"Espérame Neo, de una u otra manera, conseguiré llegar hasta ti".
¡Holaaa! ¿Qué tal?
Matadme sí queréis, me lo merezco con este final de capítulo, jajaja
Bueno, no os quejaréis, he conseguido actualizar todas las semanas durante este mes y estoy muy contenta, porque después de las rachas que llevaba de no poder escribir nada, veo que la historia va avanzando poco a poco. Eso sí, el mes de diciembre no prometo nada, pues cuento que será más complicado que este llevar las actualizaciones tan al día. ¡Gracias por adelantado por vuestra paciencia! Yo soy la primera que llevo fatal lo de leer a trompicones y sé el esfuerzo que supone mantener el hilo de esta forma.
Bueno, al tema, ¿qué os ha parecido el capítulo? La conversación que mantienen David y Ari es muy interesante. ¿Es siempre evidente un sistema totalitario? En este caso, las decisiones las ha tomado el gobierno y el resto de la población las ha asumido, pero ¿acaso tienen otra opción? No.¿Pueden decidir por sí mismos? No. Por tanto existe opresión aunque para ellos, sea difícil de ver, ya que no conocen otra posibilidad. Ahí lo dejo.
Y el final... ¡Ese instante! Solo un instante, pero lo justo para saber que Neo está buscando la forma de llegar hasta Ari. Nos hemos quedado con la miel en los labios. El reencuentro se acerca...
Ya no me enrollo más. Muchísimas gracias por leerme. No puedo pedir más. Besitossss.
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