CAPÍTULO 54


 Orlena no puso ningún impedimento, es más, ella se ofreció a hablar con Alain para que preparara el viaje. Sin embargo, ahora soy yo la que tengo dudas. Sé lo complicado que puede resultar hacer el viaje en nuestro furgón, pero volar en una avioneta... No puedo dejar de pensar que estamos en una realidad en la que surcar los aires no es algo habitual sino todo lo contrario. ¿Será lo suficientemente seguro?

Por la noche, reunidos en la misma habitación en la que pasamos la noche Caleb y yo, analizamos la situación.

—Nos guste o no, la avioneta es la mejor opción —sentencio—. En unas pocas horas estaremos en la urbe.

Caleb se muestra reticente.

—¿No será peligroso llegar con ella hasta allí? —pregunta—. Lo mismo se piensan que vamos a atacarles o algo.

Si realmente hubiera un ejercito vigilando los alrededores, me preocuparía esa posibilidad, pero sabemos que no es así.

—Creo que si aterrizamos junto a la zona de fábricas, justo desde donde partimos, pasaremos desapercibidos. Y una vez allí, encontraremos un transporte que nos lleve hasta la ciudad. ¿Qué os parece?

Los tres asienten. Ese no es el mayor de nuestros problemas y sin pensármelo, abordo el siguiente punto.

—Bien. Ahora hay que decidir quién de nosotros irá. Tal y como dijo Hikari, en la avioneta no hay sitio para todos, por lo que solo podrán ir dos personas. Eso no significa que quien se quede aquí, no regresará a la ciudad. Seguro que Alain no tiene problema en realizar otro viaje, es solo que... de primeras solo irán dos.

Un denso silencio cae a plomo sobre la habitación. Durante varios minutos, ninguno decimos nada, no sé si porque no lo tenemos claro o porque nos da miedo decir lo que pensamos en voz alta.

—Yo quiero ir —confieso—. En cuanto hablemos con el profesor Martin, ya nada me retendrá aquí.

Al decir lo último, veo cómo David y Caleb se miran entre ellos y lanzan una suspicaz mirada a Jamie. Entonces me doy cuenta de que no saben que él está al tanto de todo.

—Se lo he contado hoy —revelo—. Me escuchó hablando con Neo...

—Sí, no tuvo más remedio que hacerlo —me excusa —. ¿Realmente regresarás?

Si algo tengo claro es que no puede alargar más mi estancia.

—Prometí ayudar a encontrar una solución y ya lo he hecho. No es mi realidad, tarde o temprano he de volver a la mía. Y ese momento ha llegado.

Me resulta curioso ver hasta qué punto sé que mi tiempo aquí ha terminado. Aunque eso no evita que sienta tristeza ante la idea de despedirme de ellos.

—Yo... prefiero quedarme aquí —reconoce Jamie—. Lo cierto es que me gustaría vivir en este lugar.

Miro a Caleb y David interrogante.

—¿Y bien? ¿Quién de vosotros irá conmigo?

Descubro indecisión en sus rostros, pero han de tomar una decisión.

—Me gustaría ir yo —revela Caleb.

Sin embargo su hermano tiene algo que decir.

—No sé si estoy del todo de acuerdo con eso. Quizás debería ir yo.

Si no conociera a David, creería que lo dice en serio, pero todo este tiempo a su lado, me ha llevado a saber lo que esconden sus palabras. Sé que no quiere ir, solo se está ofreciendo porque él es así, y antes de poner a alguien que quiere en peligro, prefiere ser quien se arriesgue.

—Irá Caleb. Él entiende más de genética y es la persona idónea para explicar todo el procedimiento —argumento. Veo cómo David tuerce el gesto y me apresuro a añadir—. Seguro que Kesia se alegrará de que te quedes aquí...

Cruza los brazos molesto y sé que ese no es motivo suficiente.

—No juegues esa carta para intentar convencerme, Ari. Sabes que si me pides que vaya, subiré a esa avioneta, pero si quieres que me quede, lo haré. No por Kesia, sino porque tú, que eres mi amiga, me lo has pedido.

Sus palabras me emocionan. Miro a los tres y me pregunto cómo puedo ser tan afortunada de tener amigos tan incondicionales como estos.

—Entonces, decidido. Iremos Caleb y yo.

Por esta noche, no hay nada más que hablar.

Me despierto apenas ha amanecido. Siento la cabeza cargada, síntoma de no haber descansado en condiciones. Como siempre que la incertidumbre me ronda, he pasado toda la noche dando vueltas a lo que nos espera hoy y no he conseguido más que dar un par de cabezadas. Los rostros cansados de mis compañeros me confirman que no soy la única en este estado.

Después de prepararnos, vamos al comedor a desayunar con Orlena. La mujer permanece en el lugar de siempre, degustando una tostada con toda la parsimonia del mundo. Tomamos asiento a su alrededor y esperamos a que nos informe.

—Todo listo. Podréis salir después de comer. ¿Quienes serán los que acompañen a Alain?

—Nosotros —le indico, señalando a Caleb.

Ella simplemente asiente y dedica el resto del desayuno a charlar de temas banales. Al acabar, se dirige a mí directamente.

—Me gustaría disponer de un momento a solas contigo, Ari.

No sé cual será el motivo pero asiento y la sigo al exterior del edificio. No se detiene ahí, continúa caminando hasta que dejamos atrás el núcleo de viviendas y nos adentramos en una parte de bosque más frondosa.

—He de mostrarte algo —me dice, seguramente con intención de tranquilizar mis crecientes nervios.

Según avanzamos, no sé qué es, pero noto cómo algo a mi alrededor me envuelve. Quizás se trate de la energía de la que Orlena hablaba el otro día, no sé describir exactamente qué es, pero siento cómo se adentra en lo más profundo de mí.

Nos detenemos frente a una construcción de adobe sin ventanas ni puerta, solo una entrada formada por dos pilares y un dintel. Al acercarme a ella, veo que en el barro se han dibujado diferentes símbolos: árboles, el sol, la luna, los planetas...

—¿Qué es este lugar?

—Tienes que verlo por ti misma —susurra, mientras se adentra en la oscuridad.

La sigo, notando cómo todo mi cuerpo tiembla y me gustaría estar más tranquila pero no puedo evitarlo. Dentro no está del todo oscuro, hay lámparas de aceite con sus llamas alumbrando el lugar. Ella toma dos y me pasa una para que pueda iluminar mis pasos. Unas escaleras talladas en la propia tierra, llevan a un nivel inferior y Orlena desaparece, al descender por ellas.

Bajo, alumbrando cada escalón y al final del descenso, veo que nos encontramos en una cavidad circular de gran tamaño, similar a las antiguas catacumbas que se construían para dar un lugar a los muertos. Sin embargo aquí no hay tumbas. Alumbro la pared y veo bloques de piedra con un dibujo en la parte frontal, apilados en torres unos junto a otros. La primera imagen que viene a mi mente, es la de un tótem, quizás porque los dibujos me hacen pensar que cada bloque representa a un individuo.

Orlena se acerca a uno de ellos, separado del resto y lo levanta. Al acercarlo a mí, alumbro el frente y cuando veo lo que en él aparece representado estoy a punto de soltar la lámpara. Los ojos se me llenan de lágrimas y ahogo un grito que surge de lo más profundo de mí.

—Nosotros no enterramos a nuestros difuntos. Prensamos sus cenizas en un bloque y grabamos una imagen, un símbolo, que nos recuerde a esa persona, algo que la identifique. En el caso de Neo, decidimos usar su tatuaje, pues al igual que el tuyo, representa lo que sois.

Con dedos temblorosos, acaricio la superficie, deslizando la yema de mis dedos por el entramado. Neo amaba nuestros tatuajes y estoy segura de que él hubiera deseado que este quedara marcado como el sello de su existencia. Orlena me tiende el bloque y yo lo acepto con miedo.

—Has de elegir su lugar. Puedes colocarlo donde te plazca, es tu decisión.

Da un paso atrás para dejarme espacio y yo miro a mi alrededor sin saber qué hacer. Finalmente, cierro los ojos durante un instante y dejo que lo que siento me guíe. Al abrirlos, me dirijo sin dudar a una pila y lo coloco sobre ella. Beso la punta de mis dedos y rozo con ellos el tatuaje.

—Adiós, Neo.

Orlena me rodea con su brazo y me acompaña al exterior. En cuanto piso fuera, tomo una gran bocanada de aire fresco, agradecida de estar de nuevo a la luz del día.

—Gracias por todo —afirmo sin duda. Por muy duro que haya sido el momento, también puedo ver la belleza que encierra este lugar.

—Siento que hayas perdido a alguien tan importante, Ari. Sin embargo, creo que tú al igual que yo, sabes que todo ocurre por un motivo.

Asiento lentamente y me doy cuenta de hasta qué punto me siento conectada con esta mujer. Es como si nos entendiéramos con unas pocas palabras.

Tomamos el camino de regreso y ella aprovecha para hacerme saber su parecer.

—¿Cuales son tus planes? ¿Te quedarás en la urbe? Sabes que aquí serás bienvenida.

—Yo... lo cierto es que...

No sé qué contestarle porque esa será una decisión que tomará la Ari de esta realidad y no yo. El regreso a la urbe, será lo último que se vea obligada a hacer por mi culpa y en cuanto regrese, ella tendrá la libertad de elegir su camino. Sin embargo, una idea surge de golpe en mi cabeza y la punzada que siento en mi corazón me hace creer que este pensamiento le pertenece a ella. La sensación es muy parecida a cuando lloré por Neo, sabiendo que ese sentimiento le pertenecía.

—No es algo definitivo, pero creo que... me gustaría ir una temporada a vivir con Shiro. Podría ayudarle con sus investigaciones y necesito...

—¿Alejarte de todos una temporada?

Esbozo una triste sonrisa. Justo eso es lo que mi cabeza grita en estos momentos y sé que Shiro no se negará a ello. Seré invisible si hace falta. Solo necesito... un lugar en el que desconectar. Bueno, yo no, Ari.

—Justo eso. Siento que necesito organizar este caos que hay en mi interior y encontrar de nuevo mi camino.

—Lo repito. Aquí serás bienvenida.

Regresamos en silencio, caminando la una al lado de la otra. Ya está todo dicho y no es necesario hablar más. Me pregunto si alguna vez, sentiré como ella que estoy en el lugar correcto. Si tendré la sensación de que he encontrado la vida que quiero vivir. He pasado de puntillas por tres realidades y aunque en cada una de ellas he encontrado personas que se han vuelto imprescindibles para mí, siempre he tenido muy claro que estaba de paso. Ahora, después de tanta aventura, me gustaría saber si seré capaz de dejar todo esto de lado, como un simple recuerdo y retomar mi vida. ¿Será suficiente para mí volver a la universidad? ¿Recuperar la rutina? ¿No echaré de menos el riesgo y la aventura?

Pienso lo que he aprendido durante estos últimos meses, cómo he cambiado. Ahora soy mucho más consciente del peso de nuestras decisiones, no solo a nivel personal sino sobre todo lo que nos rodea. Esta realidad, se ha encargado de recordarme una y otra vez la importancia de nuestras acciones o inacciones. Podemos engañarnos pensando que cada uno de nosotros no es responsable de la destrucción de los océanos, del deshielo, de la desertificación, de la desaparición de recursos y especies, del cambio climático, podemos culpar a los dirigentes, a los dueños de las grandes empresas y fábricas, sin embargo, nosotros con nuestras pequeñas acciones, contribuimos a diario en la destrucción de nuestro planeta, nuestro lugar y por tanto, nuestra vida. Si algo me ha enseñado este viaje, es que hay que actuar pues nuestros problemas no se solucionarán a menos que decidamos intervenir.


Seguro que alguien se preguntaba qué había pasado con el cuerpo de Neo... ¿qué pensáis de esta opción? No es mala idea convertirte en una especie de tótem con un símbolo que te represente... ¿Y qué os parece la última reflexión de Ari? En nuestras manos está salvar el planeta, no lo olvidéis. 

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