CAPÍTULO 3



El corazón me da un vuelco.

—Creí que... —balbuceo—. Es decir, hasta ahora...

David se encoge de hombros.

—Sabes que no tiene por qué ser así. Todas las dimensiones son diferentes.

De pronto noto una incómoda presión en el pecho. No quiero estar aquí sin él, no quiero hacer esto sola. Me gustaría gritarle a David que se equivoca, que Neo está en algún lugar cerca de aquí buscándome. Que lo sé porque él es mi destino y yo el suyo y no hay nada más poderoso que eso. Me gustaría, pero no lo hago, porque quizás esta sea una de esas realidades que se salen de lo habitual. Ese 1% que debe existir en toda estadística. Tiene razón. Puede que en este lugar, Neo no me conozca y lo que me ha traído hasta aquí lo deba afrontar yo sola.

Estoy a punto de hacer otra pregunta cuando alguien llama a la puerta. David se apresura a abrir y entabla una breve conversación con el chico del otro lado.

—Dame también la ración para ella en vez de dejarla en su puerta. Es esa de ahí.

—Bien, de acuerdo.

El joven apila varios paquetes de pequeño tamaño y se los entrega. Se despiden sin más y David cierra de nuevo la puerta.

Lo lleva todo a la mesa y distribuye con rapidez los diferentes bultos. Después va hasta la encimera, coge cubiertos, llena dos vasos de agua y echa mano de unas servilletas de tela perfectamente dobladas.

—¿Qué es esto?

—¿Qué va a ser? La cena.

Los paquetes, resultan ser envases de acero inoxidable que mantienen la comida a la temperatura adecuada.

—Hay veces que los utensilios de toda la vida, resultan los más eficaces y duraderos —suelta.

Miro la mezcla de verduras y carne y sin pensármelo mucho, doy un bocado.

—Todavía tengo muchas preguntas —le digo al terminar de tragar, mientras pincho varios ingredientes juntos.

—No te cortes.

—¿Qué es este lugar? ¿Por qué ahora estamos bajo tierra? ¿Por qué hay animales sueltos ahí arriba? ¿Por qué se ha estructurado la sociedad de esta manera? ¿Cómo estáis organizados?

David se ríe y no sé qué es lo que le resulta gracioso.

—A ver cómo te lo resumo para que no nos lleve toda la noche...

—Empieza por contestar la primera pregunta.

Aún se demora, dando un largo trago de agua. Es como si necesitara preparar su garganta para una larga explicación.

—Estamos dentro de una cúpula, aislados del exterior. Hay muchas, de diferentes tamaños. Las grandes, se dedican a investigación y desarrollo, sobre todo. Las pequeñas, como esta, se conectan a las de mayor tamaño por túneles.

No termino de entenderlo muy bien.

—¿Y cual es la función de las cúpulas pequeñas?

—Son arcas.

No lo dice en serio... ¿o sí? Su rostro serio, me hace pensar que no se trata de una broma.

—Vamos a ver... ¿como el arca de Noé? Y ahora me dirás que estamos esperando un diluvio.

—Sí a lo primero y no a lo segundo. Veamos, estos lugares se han creado para preservar plantas, animales y seres humanos, Ari. Es un seguro a largo plazo para nuestras especies. ¿Lo entiendes ahora? Estas cúpulas son mucho más resistentes de lo que puedan parecer en un principio y en el caso de una emergencia aún mayor, esta zona en la que nos encontramos, bajo tierra, podría quedar aislada del exterior y nuestra supervivencia estaría asegurada. Somos autosuficientes.

No puedo evitar pensar en este lugar, como un búnker para resguardarse de un accidente nuclear.

—¿Estamos en riesgo de un ataque nuclear?

David arquea las cejas ligeramente, sorprendido por mi comentario.

—Es lógico que pienses así, pero no. En realidad, es algo mucho más ajeno a nosotros y que de ninguna manera podemos controlar. Por eso con los años, hemos tomado estas medidas.

Hay algo que aún no me ha contado.

—¿Qué es lo que falta en mi rompecabezas?

—Falta el motivo. ¿Sabes lo que ocurre cuando una estrella explota?

Aunque he leído algo sobre ello, no soy ninguna experta.

—Cuéntame.

—Esa reacción en ocasiones genera a su vez una explosión de rayos gamma.

Apoyo el tenedor en la mesa, de pronto se me ha pasado el hambre.

—¿Estás diciendo que la Tierra recibió un destello?

—Sí. En realidad ocurrió hace varias décadas, sin embargo supuso un antes y un después...

—¡Por supuesto! Es una emisión de radiación. Es... ¡como una explosión nuclear!

Me doy cuenta de que estoy levantando la voz pero no es para menos.

—Aunque nuestros astrónomos miraban al cielo, era muy difícil de prever. ¿Y qué podríamos haber hecho de todas formas? Nada.

No puedo evitar pensar en qué factor resultó determinante en la inmensidad del espacio exterior, para que en esta realidad se diera tal situación y en otras, como la mía no.

—Pero estamos aquí, es decir... la humanidad no desapareció de un plumazo. Entonces, las consecuencias del destello no fueron tan graves.

—La parte del planeta que sufrió la incidencia directa de los rayos, quedó borrada en un instante. Fue como si la mayor bomba nuclear jamás creada, explotara allí. Además, aproximadamente dos tercios de la capa de ozono desaparecieron.

Mi preocupación aumenta al escuchar sus últimas palabras.

—Dos tercios... ¿cuál es la situación entonces?

—Los rayos ultravioleta son mucho más potentes, la exposición solar es muy peligrosa. En la mayor parte del planeta, unos pocos minutos pueden suponer graves quemaduras e incluso cáncer de piel. El clima se ha vuelto más frío. Muchas especies de plantas y animales, se extinguieron durante los primeros años, después del destello. También los mares se vieron afectados. Gran parte del fitoplancton desapareció y eso sumado a que la mayoría de las plantas y árboles también habían muerto, sí que supuso un grave problema.

No hace falta que diga más.

—El oxígeno.

—Eso es. El fitoplancton por sí mismo, generaba más de la mitad del oxígeno del planeta. Además, al destruirse la capa de ozono, una parte de ese gas bajó de la estratosfera a la troposfera, convirtiéndose en una sustancia contaminante.

Me sigue faltando mucha información.

—Pero aún se puede respirar en el exterior, ¿no?

—La calidad del aire es muy mala. La cantidad de oxígeno ha disminuido y el porcentaje que falta ha sido sustituido por gases tóxicos. Más aún en zonas como esta, donde la población se multiplicó después del destello. La gente llegó en un éxodo masivo hasta las partes de nuestro continente donde todavía era posible sobrevivir.

Quiero saber si lo he entendido bien.

—Vamos a ver. ¿Dices que estamos dentro de una cúpula que asegura nuestra supervivencia, que hay más como esta y que en el exterior hay ciudades masificadas en las que la gente vive expuesta a unos niveles de contaminación altísimos y bajo un sol cuyos rayos pueden matar?

—En resumen, sí.

Intento pensar en cual es el motivo para que unos vivan en el exterior y nosotros, en cambio, gocemos de la seguridad de este lugar. La situación me recuerda a las urbes de aquella primera realidad, a las que solo accedían las que las personas de mayor poder adquisitivo y después las que mejores aptitudes demostraban tener. ¿Formo yo parte ahora de una sociedad similar? ¿Estoy ahora en el otro bando, en aquel que deja de lado a la mayoría a cambio de beneficiarse de ciertos privilegios?

—¿Por qué nosotros estamos aquí? ¿Quién ha decidido qué personas vivimos en este lugar a salvo de los peligros del exterior?

David frunce el ceño como si no entendiera mis preguntas.

—No te equivoques. Es cierto que aquí estamos seguros, pero no creas que la sociedad nos hace un favor dejándonos vivir en las cúpulas. Nosotros somos los que nos sacrificamos.

Ahora sí que creo, que me estoy perdiendo algo.

—¿A qué te refieres?

—¿Recuerdas que te he dicho que somos Shaendum? ¿Sabes lo que significa?

Con el lío de las posiciones sociales, se me había escapado el detalle.

—No, claro que no. ¡Solo sé lo que tú me cuentas! —suelto un tanto cabreada.

—Los Shaendum son personas puras. Después del destello y con el empeoramiento de la calidad del aire, las siguientes generaciones han nacido, en gran parte, con deficiencias respiratorias y cardíacas. Cuando se optó por crear las arcas, se buscó a niños con una genética lo más perfecta posible para dar más oportunidades a la continuidad de la especie. Durante unos años, distintos grupos fueron introducidos en cada cúpula con la idea de organizarlos en un nuevo orden social para que ellos, junto con los animales recuperados a partir de los bancos genéticos, aseguraran el futuro de las especies.

—O sea, que somos parte del experimento, por así decirlo.

—Eso es. Nuestro padres... nos cedieron a estas arcas.

Pensar que mis padres aceptaron algo así, hace que se me seque la garganta.

—¿Cómo tomaron esa decisión? No solo ellos... ¡todos! Dar a sus hijos. ¡Qué padres serían capaces!

—Lo hicieron por el bien de la humanidad, Ari. ¿No lo entiendes? Para ellos fue la forma de darnos una vida, un futuro que ellos mismos no tendrían jamás.

—Aun así... —Pienso en mis padres y no puedo evitar sentir una enorme tristeza—. ¿No hemos tenido contacto con ellos nunca?

David niega lentamente, sabiendo por mi expresión que es algo que me cuesta encajar.

—Sé que ahora mismo, resulta complicado entender todo esto. Es demasiada información así de golpe, pero esta es tu vida y nunca te has replanteado nada.

Miro la habitación, un espacio austero y simple. La Ari de esta realidad solo conoce la cúpula y todo lo que se extiende fuera de ella, resulta no solo un misterio, sino una zona desconocida y peligrosa.

—¿No hay tecnología? —pregunto queriendo saber más. No puedo hacer otra cosa que intentar rellenar todos los agujeros de mi memoria.

—Con la explosión, se produjo un pulso electromagnético que dañó las infraestructuras eléctricas y los sistemas satélite. Todas las comunicaciones del planeta cayeron y quedamos aislados unos de otros. Fue como empezar de cero. El gobierno, comenzó a producir electricidad para cubrir las necesidades de las ciudades, pero sin llevar la red más allá. Obviamente no iban a desperdiciar recursos en sustituir los tendidos eléctricos, al existir la posibilidad de que ocurriera otro desastre de nuevo. Cuando se produjo el éxodo y la gente comenzó a instalarse en los alrededores de las grandes ciudades, se confirmó la importancia de crear un sistema autónomo para que el mantenimiento de estas urbes fuera posible. Aunque eso significara olvidarse del resto de la Tierra. Las personas que llegaron desde otros lugares, aseguraron que más allá del continente, no había nada ni nadie a quien salvar, por lo que intentar comunicarnos con la otra parte del planeta, carecía de sentido. Nuestros dirigentes se dedicaron a construir nuevas centrales eléctricas que cubrieran el suministro necesario e instalaron antenas para la red de comunicaciones, aunque con un alcance limitado.

—Pero aquí no hay ordenadores, ni nada.

David sonríe por mi tono de desilusión.

—Eso no es del todo cierto. En las arcas no tenemos móviles, porque no son necesarios. Pero sí hay tecnología, solo que tú no sabes dónde está.

Me froto la sien, molesta. La palpitación se está convirtiendo de nuevo en un punzante dolor y creo que en parte se debe a la frustración que siento. No puedo estar más perdida y tengo la sensación que cuanto más sé de esta realidad, más lío tengo en la cabeza.

—Vale. Suéltalo de una vez. ¿Qué no sé? ¿Hay un panel móvil detrás de esa pared? —Señalo la piedra irregular. Si ahora se desplazara con un par de palmadas, juro que gritaría del susto.

—La tecnología forma parte de ti.

Y lo dice tan tranquilo. Resoplo aún más molesta por su última frase y él se ríe.

—¿Te resulta divertido? ¿Tan pronto has olvidado la sensación? Llegar a una realidad y no entender nada... realmente creo que no ha sido una buena decisión venir.

David se endereza en su silla. La risa se le ha cortado de golpe.

—Lo siento. Sé que no debería disfrutar de esto, pero no puedo evitar alargar este momento. Ver tu asombro con cada descubrimiento... de verdad que no tiene precio.

—¿Y bien? —insisto, haciendo caso omiso a sus palabras.

—Estira la mano por encima de la mesa hasta sujetar mi mano. La gira hasta dejar la palma hacia arriba y me señala la muñeca. El mismo lugar donde en la otra realidad teníamos implantado el receptor del chip empático.

Noto la bilis subir por mi garganta y trago con todo el esfuerzo del mundo.

—Dime que no hay algo alojado debajo de mi piel.

Sin embargo antes de escuchar su respuesta, sé que es así. Incluso me parece distinguir la difuminada línea de una cicatriz...

—No te asustes, ¿vale? No tiene nada que ver con aquello...

—¿Estás seguro?

Asiente mientras una sonrisa tranquilizadora se dibuja en su rostro.

—Soy un idiota por andar con tanto secretismo. Al saber que no recordabas nada, quería... no sé, supongo que sorprenderte. Sé que te apasiona entender cómo se organizan las sociedades de otras realidades... aún no he olvidado tu mirada de curiosidad cuando Andoni nos mostró las instalaciones del puerto, las granjas flotantes...

—Sí, como tú has dicho, soy como un libro abierto —mascullo.

Me da una palmada de aceptación en la mano y se recuesta otra vez sobre la silla.

—Lo que tienes alojado en la muñeca es un dispositivo que funciona entre otras cosas como ordenador.

Se me escapa una carcajada. Acerco la muñeca, hasta tenerla a pocos centímetros de mis ojos. No puede ser cierto lo que me está diciendo, de verdad que no.

—Estás de broma, ¿no? Si es así, ¿cómo funciona? ¿Y la pantalla? ¿Y el teclado? ¿Y el sonido? Me creo que hayan podido hacer una placa base de un tamaño diminuto, pero ¿y el resto?

—Funciona por voz. Además tu dispositivo solo se activa contigo. El sonido... tienes dentro del oído derecho un pequeño auricular. Además llevas unas lentillas que funcionan como pantalla.

Había oído de prototipos similares en mi realidad. Sabía que algunas compañías de móviles estaban probando sistemas de este tipo, sin embargo me resulta increíble pensar que yo ahora mismo lleve implantado el kit completo.

—¿Cómo lo puedo usar? —pregunto con mezcla de miedo y curiosidad.

—Tienes que decir: Epsiom. Así se activa. Después basta con que le digas lo que quieres hacer.

Me tomo un momento antes de atreverme a pronunciar la palabra.

—Epsiom —digo con el corazón a mil.

"Hola Ari. ¿Puedo ayudarte en algo?". Me sobresalto al oír una suave voz robótica en mi interior.

—Esto es muy raro... no sé qué decirle...

—Prueba... no sé... pídele que te muestre tu agenda. Tienes que decir su nombre antes de cada pregunta o acción.

Respiro hondo.

—Epsiom, muestra mi agenda de mañana.

"Mostrando agenda".

Al momento aparece superpuesta una cuadrícula con datos a lo que mi ojo ve.

—Es increíble... ¿qué más puedo hacer?

—Tienes acceso a información, a tu ficha médica... También dispones de una biblioteca con libros, música, películas... todo está almacenado en una nube. Epsiom es la intranet que se creó para utilizar dentro de las cúpulas. Solo los que las habitamos tenemos acceso a ella.

—Y ¿se apaga de alguna forma?

—Si dices "Epsiom desconecta" se queda en reposo, esperando nueva orden. Bueno, si durante media hora no haces uso de ella, también. Por cierto, es el dispositivo el que te da acceso a todos los recintos, incluida tu habitación, por eso no hace falta llave ni tarjeta.

Tiene sentido.

—Y supongo que... ¡Epsiom, quita la agenda! —pruebo.

Al momento la cuadrícula desaparece.

—Veo que ya lo has pillado.

La vista se me nubla de golpe y por inercia me sujeto al borde de la mesa.

—¿Qué ocurre Ari?

La voz de David suena lejana, apenas un murmullo y aunque intento contestar, no soy capaz de articular palabra alguna. Me noto caer, precipitarme a un abismo, la oscuridad me engulle hasta que no queda nada.


¡Holitaaa! 

¿ Qué tal todo por ahí? ¿Estáis bien? Espero que sí. Yo ando como siempre, apenas tengo tiempo para escribir... últimamente tengo que hacer magia para sacar un rato libre. Pero bueno, mientras pueda actualizar a este ritmo ni tan mal. 

Y ahora vamos al tema. ¿Qué os ha parecido el capítulo? Sé que sigue siendo mucha información pero es para que podáis situaros (y os aseguro que me estoy dejando cosas en el tintero para no aburrir demasiado). Lo de la explosión de rayos gamma, no es por meteros miedo pero ¿sabéis que es una de las causas más probables de la destrucción del planeta? Tal cual. En realidad, el sol suelta llamaradas solares cada cierto tiempo, de diferente potencia. Si una de ellas fuese fuerte, los rayos gamma llegarían hasta la Tierra y las consecuencias serían parecidas a las que se comentan en el capítulo (en función de la gravedad de la emisión). ¿Qué creéis que ocurriría después de un suceso como ese? ¿Sería el caos o encontraríamos la forma de organizarnos en base a las nuevas limitaciones? Ahí lo dejo. 

Y ahora, otro tema importante... veo muchos agobios por ahí con eso de que no hay señales de Neo. Ya lo comenté en Facebook pero lo diré también por aquí. Ya me conocéis, me gusta dar muchas vueltas a la historia. Que ahora no esté, no significa nada y por supuesto no significa que Ari vaya a salir con David. Puede pasar cualquier cosa pero no tiene por qué ser ninguna de esas. Así que ¡paciencia! Todo lo sabréis a su debido tiempo. Espero que os haya gustado, el próximo capítulo traerá novedades. ¡Y no digo más! 

Muchas gracias por leerme y sobre todo, a los lectores que dejáis comentarios en los capítulos, os lo agradezco mucho. No hay mejor forma de saber si voy por buen camino o no, que con vuestras reacciones. Y yo encantada de hablar con vosotrxs. 

Un millón de besos. 

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