CAPÍTULO 26


Fue un alivio descubrir que el furgón cuenta con un sistema de seguridad antirobo. Caleb nos informó entre risas, mientras nos mostraba un dispositivo a modo de llavero con el que era posible bloquear el vehículo haciéndolo más infranqueable que un maldito búnquer antibombas. Por tanto, en ese aspecto no había de qué preocuparse.

Después de la comida nos alojan en unas habitaciones del piso inferior y mientras el grupo decide descansar un rato, Elora me invita a dar un paseo con ella para enseñarme el lugar. Kesia se une a nosotras, aunque tengo la sensación de que no lo hace por curiosidad, sino para cubrirme las espaldas.

—¿Qué opináis de nuestra pequeña comunidad? —nos pregunta señalando a su alrededor.

—Realmente me parece increíble la forma en la que os habéis organizado. Delimitar una zona, creando a vuestra manera una muralla de contención, ha sido una medida muy inteligente —alabo.

Elora se ríe suavemente.

—Sí, aunque ya he visto que a vosotros no os ha pasado desapercibido nuestro sistema.

—¿Es cosa vuestra también lo de hacer que caigan vehículos del cielo? —doy por hecho que es así.

Ella levanta la vista hacia arriba como si eso le hiciera visualizar la situación.

—¡Exacto!

—Entonces... ¡nos ayudasteis! —exclama Kesia a nuestras espaldas, sorprendida.

La mujer retoma su camino y ambas, después de cruzar una rápida mirada, la seguimos.

—Los hombres y mujeres que se encargan de que nuestra comunidad no sea descubierta, se dedican a vigilar desde las alturas. Ellos valoran en qué momento han de intervenir y de qué manera. No sé que vieron en vosotros si decís que os ayudaron, pero lo que está claro es que tomaron una buena decisión.

No quiero pensar qué hubiera sido de nosotros si no llegan a intervenir...

—Debe ser complicado colgar un coche. —Kesia se rasca la barbilla, mientras entrecierra los ojos. Seguro que está ideando la mejor forma de hacerlo.

—Nuestros ingenieros han tenido años para buscar el método más eficaz. No es tan complicado. Se sube mediante poleas y después se coloca sobre una red que sostiene el vehículo hasta que llegue el momento de soltarlo. ¡Siempre nos hemos valido de nuestros propios recursos, solo se trata de tener imaginación!

Llegar a esa solución casi resulta natural. Si has de contar solo con los materiales que hay a tu alrededor y se trata de sacar el mayor partido a la ciudad, otra cosa no sé, pero coches abandonados hay unos cuantos.

Kesia insiste.

—Seguro que al principio fueron necesarios muchos cálculos...

—Digamos... —nos explica— que estrellamos unos cuantos antes de encontrar el mejor sistema de sujección. Pero de todo se aprende, ¿no creéis?

Siempre he sido defensora del prueba-error, así que no seré yo la que le discuta. Asiento levemente mientras observo los edificios de la Avenida. Tengo más preguntas, muchas más.

—¿Cómo es que permanecisteis en la ciudad? Teníamos entendido que después del destello, la gente huyó de las urbes...

—Y así fue. La gran mayoría, claro. Yo era una niña cuando sucedió, pero mis padres formaban parte de un pequeño grupo que decidió quedarse. Este era nuestro hogar, ¿qué sentido tenía huir? Nos organizamos. Durante los primeros años, en los que la exposición solar resultó más agresiva, cambiamos nuestra rutina. Dormíamos durante el día y hacíamos vida por la noche. Recorrimos cada calle, recopilando todo alimento, utensilio u objeto que pudiera sernos útil y lo acumulamos en una pequeña zona: esta avenida y las calles adyacentes. Cuando ya no había más que buscar, comenzamos a organizarnos. Agua, alimentos... En unos meses la vegetación desapareció y gran parte de los animales también. Apenas se consiguió que sobrevivieran unos pocos perros y gatos. Se decidió que antes de que comenzara a escasear la comida, necesitábamos encontrar la forma de producir más...

—Agricultura hidropónica, ¿no? —señalo.

Ella asiente.

—Eso es. Al principio se desarrolló en interior pero con el paso de los años, buscamos la forma de recuperar la vegetación exterior. Así, además de conseguir alimento, conseguimos mejorar la calidad del aire.

—¿Y las barricadas?

Elora suelta un largo suspiro. Por un instante su semblante se vuelve sombrío.

—Sufrimos un ataque. Fuimos tan inocentes como para no pensar que quizás quien llegara hasta nosotros no lo hiciera con buenas intenciones. Aprendimos esa lección por las malas, perdiendo a parte de nuestra gente. Por eso decidimos aislarnos del resto de la ciudad. Si dentro de nuestros límites contamos con todo lo que necesitamos, ¿para qué arriesgarnos? Ahora, somos nosotros los que decidimos quién entra.

—Y quién sale —apunta Kesia.

Ha verbalizado la misma idea que acababa de cruzar mi mente.

—No os preocupéis por eso. No seremos nosotros los que os impidamos salir. Es más os ayudaremos en caso de que vuestro vehículo esté vigilado.

—Gracias. —Espero que recuperar nuestro camión no resulte muy complicado.

Mientras avanza saluda con un leve inclinación de cabeza a todos aquellos con los que se cruza, a su vez, los habitantes le hacen una sentida reverencia. Realmente la respetan.

—¿Y vosotras? ¿Qué os ha hecho embarcaros en tan largo y peligroso viaje?

—Donde vivimos, la calidad del aire es muchísimo peor. Las urbes han buscado una solución más relacionada con sobrevivir a otro posible rayo, que a restablecer la vida en el planeta. Estamos en el hemisferio menos afectado, y aun así, las consecuencias en su momento, fueron terribles. Pero vosotros sois el ejemplo de que la capa de ozono se puede recuperar poco a poco. En cambio allí... las fábricas continúan contaminando un aire ya de por sí tóxico.

Elora se detiene y me mira directamente.

—Y habéis decidido huir y empezar en un lugar mejor —razona.

¿Esa es la conclusión a la que ha llegado?

—¡No! Es decir —intento buscar la forma más fácil de hacerme entender—, estamos buscando cómo recuperar la calidad del aire, de volver a lo que éramos hace unas décadas. Si la encontramos, volveremos e intentaremos que acepten trabajar con esa solución.

—¿Y si no lo aceptan? ¿Y si quieren continuar con la vida tal y como la llevan ahora?

Un nudo se me forma en la garganta. ¿Y si eso ocurre? ¿Qué sería de la Ari de esta realidad? ¿Y del resto?

—Siempre tendrán un lugar al que regresar —suelta Kesia con una seguridad aplastante—. Con mi gente.

La miro sorprendida. ¿Lo estará diciendo en serio?

—Eso está bien —responde Elora antes de que yo sea capaz de articular palabra alguna—. Ari, has de contar con que si hasta ahora no han buscado soluciones como la que tú quieres plantearles, será difícil convencerles. Tenemos la mala costumbre de pensar que nuestras ideas siempre son las mejores y muchas veces nuestra mente no está abierta a las ideas de los demás. Sin embargo, te apoyo totalmente. Debéis intentarlo. Estáis pasando por todo esto para conseguir un lugar mejor y eso os honra.

Agradezco sus palabras de ánimo, pero tiene razón. No será una tarea fácil y sería absurdo pensar que regresar con una solución significará que ya esté todo hecho.

Veo a un grupo de niños cruzar corriendo a pocos metros de nosotras. Se persiguen entre carcajadas y carreras y su alegría resulta contagiosa.

—Elora... aquí parece que no hay problemas de natalidad...

Ella sigue con la mirada al pequeño grupo que desaparece por una calle lateral y espera a que sus risas desaparezcan antes de contestar.

—Los hubo. Durante años los nacimientos descendieron de forma drástica hasta un punto en el que pensamos que la población se había quedado estéril, pero casi a la vez que comenzó la mejora del aire, con el paso de los años, la natalidad también aumentó. Aun así, es difícil. Hay muchas mujeres que no son capaces de concebir, por eso consideramos a cada niño, un regalo de la naturaleza.

Está claro que los niveles de esterilidad son mayores en nuestra urbe, ya que es una zona con un entorno altamente contaminado pero eso me hace pensar por qué nosotros siendo Shaendum y respirando aire tratado, no podemos concebir sin ayuda, como si la herencia genética nos castigara. Entiendo que en las zonas con la capa de ozono en proceso de recuperación, se concibe en menor o mayor medida. Recuerdo a los niños enjaulados junto a sus padres en las cuevas, lo que confirma que en otras zonas, al igual que en esta comunidad, la natalidad es algo recuperable. ¿Por qué entonces las Shaendum, viviendo en un entorno controlado y por tanto equivalente a un lugar recuperado, necesitamos ser inseminadas? Creo saber a quién he de hacer esta pregunta...

Una mujer se acerca a Elora reclamando su atención. Después de una rápida explicación en su idioma, nuestra anfitriona se disculpa.

—He de ir con ella a solucionar un pequeño problema. Podéis volver a vuestras habitaciones o si lo preferís, seguir conociendo el lugar. Sois libres para moveros dentro de los límites de nuestra pequeña ciudad. Cuento con vosotras y vuestros compañeros para la cena, hoy haremos algo especial...

—Por supuesto.

Se aleja con la mujer que continúa con sus explicaciones. Miro a nuestro alrededor sin saber muy bien qué hacer.

—¿Regresamos con el resto?

Kesia asiente, así que volvemos sobre nuestros pasos.

Ahora que estamos solas, aprovecho para saber más.

—Oye... ¿lo que has dicho hace un momento iba en serio?

Ella me mira con el ceño ligeramente fruncido y empiezo a pensar que ese gesto forma parte de su expresión facial habitual.

—¿A qué te refieres?

—A lo de que siempre tendríamos un lugar con tu gente.

Kesia se detiene y coloca los brazos en jarras mientras alza la vista al cielo. Parece entretenerse durante un momento observando los toldos que cruzan la avenida, cada uno a diferente altura y disposición.

—Verás, sé que puedo ser desconfiada y muchas veces una borde pero también sé reconocer cuando alguien merece la pena. Ayudasteis a mi hermana y esta mañana, a esos niños... Tenéis mi respeto hoy y siempre.

—Gracias Kesia, eso... significa mucho para mí.

La chica me mira durante un instante y después hace un gesto con la mano para que no diga nada más.

—Pero no se lo digas a los demás ¿de acuerdo? Si lo haces, ¡negaré que sea cierto! No quiero que nadie piense que me he vuelto una blanda. ¿Sabes lo que pensaría mi gente si me viera hablando así? —Suelta una sonora carcajada—. Mi reputación se iría al traste. Mis iguales me tienen miedo. ¡Soy una guerrera!

—Puedes estar tranquila. Esta conversación quedará entre tú y yo. Jess es una chica muy valiente, en eso se parece a ti...

Su expresión se entristece y dudo si ha sido buena idea nombrar a su hermana.

—Ella... —comienza— ha sido capaz de salir adelante. Y estoy orgullosa pero no dejo de sentirme culpable, no solo de que se la llevaran. También de no haberme preocupado de enseñarle todo lo que yo sé.

Se sienta sobre un pequeño muro y yo me coloco a su lado.

—No debes pensar así.

—No lo entiendes. Nala siempre ha querido parecerse a mí y yo lo único que hacía era frenarla. No quería que corriera riesgos como yo. Evité todo el tiempo que pude que participara en las actividades de vigilancia, pero llegó un momento en que ya no podía retenerla en casa más. La mantuve alejada de todo para protegerla y al final ha tenido que pasar por un montón de situaciones horribles. Si al menos la hubiera preparado, enseñado a pelear, no sé... sin embargo tuvo que apañárselas sin saber siquiera cómo reducir a un tipo que quisiera abusar de ella. Por eso estoy orgullosa, ha demostrado que la inteligencia puede ser tan útil como la mejor de las armas.

Sonrío al pensar en lo lista que ha sido Jess, durante todo el tiempo que permaneció tanto en Caellum como en Inferis, nadie descubrió su verdadera identidad. Y eso hizo que permaneciera a salvo.

—Es una gran chica y te aseguro que toda esta experiencia la ha hecho aún más fuerte. A estas alturas, estoy segura de que es capaz de enfrentarse a lo que sea. Para ser tan joven, no tiene nada que envidiarnos al resto.

Kesia se frota la cara con ambas manos, como para quitarse las dudas de encima.

—Tienes razón. He de empezar a comportarme con ella de otra manera y dejar de tratarla como una niña.

—Estoy segura de que te lo agradecerá. Odia que se la trate como tal... Bueno, basta ya de charlas. Regresemos con el resto, después de hablar con Elora me han surgido un par de preguntas y sé quién va a aclarar mis dudas.





¡Hola! Ya sé, ya sé... dije mitad de semana y es viernes. Sorry! Os juro que la rutina del día a día, me come y no me dan las horas para todo. 

Bueno, ya lo he remediado. ¡Nuevo capítulo! 

¿Qué os ha parecido? ¿Qué pensáis de la forma en la que ha sobrevivido esta comunidad? ¿Hubierais tomado las mismas decisiones? Y ¿qué me decís de lo de la natalidad? Ari, va a interrogar a quien sabe que tendrá la respuesta, ¿quién pensáis que es? Se sabrá en el próximo capítulo, jajaja 

Por último, os cuento, para quienes no me siguen en Facebook, que ayer terminé de escribir Árboles de vida. Al final 411 páginas y 142.851 palabras. 56 capítulos y un epílogo. Cuando escribí la última frase, esa que tenía pensada desde hace ya tiempo, tuve una sensación extraña, pues sé que ahora solo queda repasarla, pero que ya no escribiré más sobre Ari, Neo y David. Su historia ya tiene un final.

 Espero que me acompañéis hasta ese momento y... ojalá os guste. 

No me enrollo más, seguramente este domingo, subiré nuevo capítulo. ¡Quiero opiniones! Charlad un poquito conmigo... venga... 

Besitossss

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