CAPÍTULO 23
Al final, nos quedamos dormidos así, acurrucados junto al escritorio. Cuando me despierto por la mañana, me duele hasta el último músculo del cuerpo y me convenzo a mí misma de que por mucho que desee estar junto a Neo, otra noche más así, puede acabar conmigo.
Después del reducido desayuno, reviso la ruta con los mapas y la brújula, para asegurarme que seguimos la dirección adecuada. Una vez consultado el libro, ocupo el lugar del conductor, dispuesta a cumplir con mi turno. No tardo en tener a Jamie a mi lado y en parte me alegro, me acostumbré a él en la otra realidad y aunque sé que no es él mismo, se parecen tanto que no noto la diferencia.
—¿Te importa? —pregunta un poco apurado.
—¡Qué va! Para nada. Me vendrá bien la compañía, así me será más fácil permanecer despierta.
Veo de reojo cómo me mira extrañado.
—¿No has dormido bien?
Me encojo de hombros.
—He pasado gran parte de la noche despierta y al final me he dormido junto a Neo, sin querer. En una postura tan incómoda que ahora tengo todo el cuerpo agarrotado.
Oigo su risa a mi lado y ahora la extrañada soy yo.
—¿Te das cuenta que te estás quejando de quedarte dormida junto a la persona que quieres?
Arqueo las cejas. Tengo la sensación de que está intentando pincharme y le parece de lo más divertido.
—No me quejo de "con quién". Me quejo del "como". Creo que tengo una contractura cervical...
Miro por el retrovisor con atención, pero no hay nadie ni nada. Desde que nos persiguieron, no puedo evitar vigilar constantemente nuestras espaldas.
—Eres muy afortunada de tener a tu lado a alguien que te quiera tanto, Ari.
Y su voz denota cierta resignación.
—¡No lo digas como si fuera algo imposible!
—¡Es así! Encontrar a esa persona con la que puedes... hacer equipo, es muy difícil.
Irremediablemente pienso en Set y desearía saber en qué momento Jamie coincidirá con él. Porque sé que lo harán. Estoy convencida de que ambos son destino como Neo y yo y aunque en esta realidad yo no llegue a verlo, en algún momento ocurrirá.
—Jamie, sé que no me vas a entender y me gustaría ser más clara, pero no puedo. Solo quédate con esto. Un día coincidirás con alguien y en ese momento vas a sentir algo totalmente diferente a lo que has sentido hasta entonces. Cuando aparezca, no tengas miedo a ser sincero, ve a por todas, porque estás destinado a compartir tu vida con esa persona.
Desvío la vista un momento para mirarle justo cuando asiente con energía. Jamie es como yo, un idealista en todos los sentidos. También en el amor.
Pasamos los siguientes kilómetros hablando de la ciudad, de Jochen y su taller, de Hannah. Ambos estamos seguros de que Jochen echará en falta tener a dos de sus mejores trabajadores en el día a día y yo solo rezo para que no le esté resultando un verdadero perjuicio tener que prescindir de ellos. Si con su ayuda, a duras penas podían cubrir la cuota de Kavani, no quiero pensar cuánto más difícil le puede resultar ahora.
—No te preocupes, iba a buscar más mano de obra para el taller. En la pensión aún hay un par de habitaciones libres sin contar las nuestras, que puede ocupar. Jochen es uno de los tíos más listos de la ciudad, sabrá arreglárselas.
Realmente espero que tenga razón. Ese hombre ha demostrado tener un gran corazón y solo por eso, se merece que le vayan bien las cosas.
Salgo de mi ensimismamiento al darme cuenta del cambio en el paisaje. Estaba tan enfrascada en la conversación que había dejado de prestar atención a lo que ocurría a nuestro alrededor. Miro por el parabrisas y después a Jamie, que tiene la misma cara de asombro que debo tener yo.
—¿Y esto? —pregunta con un hilo de voz.
La imagen que encontramos al otro lado del cristal ya no es un terreno árido con árboles secos. Ahora, casa abandonadas de distintos tamaños, aparecen salpicando el paisaje aquí y allá. Cada vez más número y cada vez más cerca unas de otras.
—Nos estamos acercando a una ciudad. Mira...
Señalo a lo lejos, a la silueta de los rascacielos marcando el contorno de la urbe.
—¡Es enorme! —exclama Jamie sin dar crédito a lo que vemos.
—Y vamos directos a ella —afirmo. A lo lejos se ve que la carretera por la que circulamos se adentra hacia el centro de la ciudad sin que haya ninguna bifurcación ni desvío—. Pero no puede ser, en el mapa no marcaba...
Sigo avanzando, aunque sin darme cuenta, he disminuido la velocidad. El panel que nos separa de la parte trasera, desciende y Caleb se asoma.
—¿Qué ocurre? ¿Vamos a detenernos?
Nos está mirando a nosotros y sé que no es consciente de lo que ocurre.
—Echa un vistazo —digo sin poder apartar la vista de la carretera.
—¡Joder! ¿Y eso? —grita.
Su exclamación pone en alerta al resto que se acercan a mirar igual que él. Detengo el camión y me giro.
—Una ciudad. Lo que no entiendo es de dónde ha salido. —Paso a la zona del comedor y abro de nuevo el libro de mapas de Jochen. Todos se distribuyen alrededor de la mesa y miran el punto que señala mi dedo —. Estamos aquí.
—Pero ahí no aparece ninguna ciudad —cuestiona Kesia.
Intento pensar cual puede ser el motivo pues yo estoy convencida de que he marcado bien la ruta.
—No lo sé, quizás me haya equivocado en mis cálculos... —reconozco.
Sin embargo, Neo no tarda en darnos la respuesta.
—No es eso. Jochen te dio ese libro pero recuerda que él colecciona antigüedades. Puede que esos mapas sean anteriores a la construcción de esa ciudad. Si os fijáis, marca pequeñas poblaciones, pero no muchas. Tal vez el libro tenga varias décadas y así como nos vale para gran parte de las carreteras, ríos y montañas, quizás en otros aspectos se haya quedado obsoleto.
Tiene toda la razón. En un primer momento, respiro aliviada al saber que no se debe a un error mío, pero el alivio dura poco teniendo en cuenta lo que nos espera ahí delante.
—De acuerdo. ¿Y ahora qué hacemos? —les pregunto.
Nos miramos unos a otros sin tenerlo muy claro.
—¿Hay algún desvío? —pregunta David.
Miro el mapa pero tal y como me había parecido a simple vista, no lo hay.
—No. Esta carretera se adentra directamente en la ciudad. Podemos buscar un desvío, pero tendríamos que volver varios kilómetros atrás y el nuevo camino —consulto las líneas del mapa—, nos desviaría de nuestra ruta lo suficiente como para tener que sumar un día más al plan, como poco. Y ya sabéis que no podemos estar tanto tiempo sin agua.
—Me parece que acabas de dejar claro que solo hay una opción —reconoce Jess.
Me fastidia que así sea, pero es cierto. Solo hay una posibilidad.
—Sí. Atravesar la urbe. Pero eso implica una serie de riesgos. A simple vista, parece una ciudad abandonada, sin embargo sabemos que no tiene por qué ser así.
Caleb tamborilea con los dedos sobre la mesa y sé que está pensando en las posibilidades.
—¿Y cuál es el problema? Lo cierto es que vamos en un vehículo blindado. Mientras no bajemos de aquí, estaremos a salvo, ¿no?
—Sí, pero iremos a ciegas. No conocemos las calles, no sabemos si hay carreteras cortadas o zonas derruidas que nos bloqueen el camino —protesta Neo—. Se puede convertir en un laberinto.
David se frota la cara, como si eso le ayudara a pensar con claridad.
—No nos queda otra que intentar cruzar. Lo único que podemos hacer es estar preparados para lo que pueda ocurrir.
Miro a todos y veo que nadie está dispuesto a añadir nada más.
—De acuerdo. En marcha.
Me pongo de nuevo al volante pero esta vez, antes de que pueda protestar, tengo a Neo a mi lado. David nos pasa un par de armas y el resto las distribuye entre los que están atrás.
—¿Y nosotras?
Me giro al reconocer la voz de Kesia. ¿Por qué no le ha dado un arma a ella? Veo por el retrovisor cómo él la observa un tanto confuso.
—No me das la suficiente confianza —dice con total sinceridad—. Y ella es una niña.
—¡No soy una niña! —protesta Jess.
Kesia se pone en pie a una velocidad increíble y antes de que David pueda darse cuenta de lo que ocurre, ella le da un golpe en el brazo, lo que hace que este suelte su pistola. La coge al vuelo con una mano mientras con la otra, le sujeta de la camiseta. Sus rostros están a escasos centímetros, pero eso es lo de menos, teniendo en cuenta que el cañón de la pistola, está apoyado en la cabeza de David.
—Me da igual si soy de tu confianza. No pienso estar desarmada.
Acto seguido le suelta y se sienta de nuevo, como si nada. He de aguantarme la risa pues tengo la sensación de que David ha encontrado la horma de su zapato. Jess alza las manos, intentando llamar la atención.
—¿Y yo?
—¡Tú cállate! —sueltan ambos a la vez.
Ahora es Jamie el que suelta una carcajada. Seguro que está pensando lo mismo que yo. Ellos evitan mirarse y yo intento instaurar de nuevo la paz.
—Jess, no creo que sea bueno que tengas una pistola. Ni siquiera es buena idea que Jamie tenga una, ¡estoy segura de que su puntería es malísima!
No lo digo porque sea así, sino porque quiero que ella no se sienta mal.
—¿Cómo sabes que mi puntería es mala? —pregunta Jamie un poco enfurruñado.
—Me lo dice mi sexto sentido —concluyo—. A ver, vamos a centrarnos. Necesito que todos estéis atentos a lo que ocurra ahí fuera. Si veis cualquier movimiento sospechoso, decidlo.
Arranco el camión y vamos avanzando kilómetros a una velocidad constante. Cada vez estamos más cerca de adentrarnos en la ciudad y ser engullidos por los altos edificios. Esa incómoda sensación que me obliga a estar alerta, aparece y se instala en mi pecho, como una vieja amiga. Intento abarcar todo lo posible con la mirada, pero sé que será imposible, por eso espero que el resto estén igual de atentos que yo.
No tardamos en enfilar por una enorme avenida, donde la carretera pasa a tener tres carriles en cada dirección. Así en un primer vistazo diría que esta sigue recta, justo atravesando la ciudad por el centro. Si así fuera, la ruta nos permitiría salir sin tener que dar ningún rodeo, pero la experiencia me dice que estas cosas nunca resultan así de fáciles.
Tanto los locales que ocupan los bajos, como las viviendas parecen abandonadas hace años y confirman que no hay actividad de ningún tipo en los alrededores. Coches abandonados permanecen estáticos como esqueletos de metal oxidado, muestras fósiles de otro tipo de vida ya olvidado. El único sonido es el que producen los neumáticos del camión sobre el asfalto. Nada más.
Miro de reojo las calles laterales, más estrechas, donde el sol no incide, buscando movimiento. Entiendo que si hay gente, no van a exponerse a los rayos en la avenida principal, pero no resultaría difícil moverse por otras zonas, esas a las que el sol no llega.
Sin embargo, tampoco en estas se ve nada sospechoso.
—Todo está tranquilo —susurra Neo a mi lado, como si su propia voz pudiera suponer un problema.
—Demasiado, ¿verdad?
Pasamos una rotonda y a los pocos metros, la carretera está cortada. Detengo el furgón y miro un montón de vehículos que, cruzados de diferentes maneras, nos impiden continuar.
—¿Y ahora? —pregunta Caleb a nuestras espaldas.
—Regresaré a la rotonda y tomaré la carretera hacia el sur de la ciudad —explico.
Cuando veo a Neo negar con rotundidad, sé que me he perdido algo.
—No podemos, ese tramo también estaba cortado.
Pues qué bien.
—Entonces... —confirma Jamie—. ¿Solo podemos ir hacia el norte?
—Eso parece. Tomaré ese camino y en cuanto pueda, volveré a girar a la derecha para retomar nuestra ruta.
Todos asienten, así que, giro hasta estar en el carril contrario y regreso a la rotonda. Una vez en ella giro hacia arriba, tomando la carretera dirección norte. Aquí desaparecen varios carriles volviendo a encontrarnos en una calle estrecha con solo un carril de circulación en cada sentido.
Me veo obligada a reducir la velocidad ya que hay varios obstáculos en el camino: coches, algún contenedor, incluso escombros, como si en algún momento hubiera tenido lugar una revuelta. Quizás, después de la explosión de rayos gamma, cuando el sol comenzó a quemar y las plantas y animales empezaron a perecer, la sorpresa inicial, dio paso a los disturbios. Sin nadie que se encargara de organizar los suministros existentes, ni una estructura que ayudara al sostenimiento de la ciudad, seguro que se convirtió en tierra de nadie.
En el siguiente cruce, de nuevo me veo obligada a girar, esta vez a a derecha. No protesto, ya que es el camino que nos interesa seguir, pero cada vez estoy más mosqueada.
—¿Qué te ocurre? —me pregunta Neo, sabiendo que algo en todo esto me chirría.
—Esto es muy raro...
No quiero hablar delante de los demás y ponerles aún más nerviosos, pero teniendo en cuenta que todos están atentos a nuestras palabras...
—Suéltalo ya —insiste.
—Tengo la sensación de que nos están llevando hacia algún lugar concreto de la ciudad.
—¿Qué quieres decir con llevar? —pregunta ahora Caleb.
Señalo con una mano lo que se ve al otro lado del cristal.
—¿No os habéis dado cuenta? Las calles cortadas no son una casualidad, nos obligan a seguir una ruta, queramos o no. Al principio pensé que era normal. Es lógico que haya coches abandonados, pero si os fijáis, las calles están cortadas de forma que solo dejan una opción si queremos avanzar...
—¡Cuidado! —grita Jamie.
Aprieto el pedal a fondo y el camión se detiene con un chirrido. Todos miramos hacia el exterior y frente a nosotros vemos cuatro autobuses colocados en vertical, formando un muro de metal infranqueable.
—Da la vuelta, cuanto antes —apremia Neo, consciente de que se trata de un camino sin salida.
Giro el furgón, dispuesta a deshacer el camino, sin embargo dos todoterrenos, nos cortan el paso.
—¿De dónde han salido esos? —pregunta Jess histérica.
—Seguramente sean traficantes o quizás una guerrilla que sobrevive en la ciudad —le explica su hermana.
Resoplo cabreada. ¿Cómo hemos caído en su trampa? Somos unos idiotas.
—Y me apuesto lo que sea, a que usan estas encerronas para asaltar a ingenuos como nosotros que se adentran en la urbe sin más —añado.
—¿Qué podemos hacer? —pregunta Jamie con un leve temblor en la voz.
Respiro hondo al darme cuenta de que no hay muchas posibilidades. Miro los vehículos a solo un par de metros de nosotros, esperando.
—¿Cómo de resistente es el camión?
¡Holaaaa! ¿Qué tal todo por ahí?
Nuevo capítulo y ya están el líos de nuevo. ¡Cómo no! Jajaja.
Bueno, como veis solo hay una gran pregunta... ¿cómo de resistente es el camión? ¡Se hacen apuestas! ¿Alguien se anima? XD
De todas formas, hoy vengo con capítulo doble. Durante varios días voy a estar sin Wifi, así que, para que no se os haga tan terrible la espera, tenéis más para leer...
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