CAPÍTULO 19
Cuanto más camino recorremos, más monótono se vuelve el paisaje. Llevamos casi otra jornada completada, otro día en el que no hemos visto nada que no sea tierra árida y reseca. No puedo evitar preguntarme cuántos kilómetros más hemos de cubrir antes de que el horizonte cambie y algo me dice que la respuesta no me va a gustar.
Nos turnamos conduciendo, sin embargo hasta eso resulta aburrido. Ha llegado un momento en el que el resto inventamos juegos con los que matar el tiempo porque ya hemos agotado todos los temas de conversación. Y esto es solo el principio.
No digo que prefiera la acción, estar metida en problemas, ni que me apetezca que otro tornado se cruce en nuestro camino pero creo que nunca en toda mi vida me he aburrido tanto.
Al final del día, detenemos el camión junto a unos montículos de roca, la única zona de diferente nivel a la vista y después de revisar el mapa, Jess y yo partimos con un par de bidones a recoger agua de un río cercano que previamente habíamos localizado.
—Y mañana nos espera más de esto, ¿verdad? —me pregunta resignada.
—Eso parece. Aún estamos a varios días de distancia de las montañas y no creo que encontremos ningún cambio en el paisaje antes de llegar allí —reconozco.
Miro al horizonte. Todavía está oscureciendo pero no tardaremos en perder toda la luz.
—Será mejor que nos demos prisa, no quiero que nos perdamos a la vuelta.
Me fijo en Jess, que camina un par de pasos por delante. Ya no llevamos la ropa con la que salimos de la urbe sino unos cómodos uniformes, que el profesor Martin consiguió. Las prendas son mucho más cómodas que las que hemos usado hasta ahora ya que los materiales engomados, al ser tan gruesos, limitaban los movimientos. En cambio ahora vestimos con materiales especiales que repelen la lluvia ácida, pero que resultan mucho más flexibles. Jess lleva la chaqueta remangada y le queda, al menos dos tallas grande, pero aun así, creo que está contenta de llevar lo mismo que el resto. Una forma de sentirse parte del grupo.
Llegamos al río y tal y como imaginaba, su caudal es mucho menor del que debería. Me quito el bidón de la espalda y me agacho junto a la orilla para rellenarlo, apartando la nariz ante el fuerte olor que desprende el agua.
—Menos mal que tenemos las pastillas, si no, sería imposible tener agua para beber. —Al ver que Jess no me contesta, levanto la vista hacia ella y la veo escudriñando en la lejanía —. ¿Ocurre algo?
Sigo con la mirada en la dirección que señala y me parece ver algo moverse.
—Ahí adelante, hay alguien —susurra.
Por instinto suelto la garrafa y directamente echo mano de la pistola que llevo enganchada en la cinturilla de mi pantalón.
—Tenemos que regresar —apremio.
Justo en ese momento se escucha un grito y las figuras parecen forcejear. Antes de que pueda sujetarla, Jess echa a correr en dirección a ellas, en vez de hacia nuestro vehículo y yo maldigo por lo bajo mientras salgo tras la muchacha.
Según me acerco, veo que hay al menos cuatro hombres que se afanan en inmovilizar a una persona, a la que no consigo ver el rostro. Jess no se detiene en ningún momento, sino que directamente arremete contra uno de ellos, tumbándolo del golpe. Sé que todo esto es una mala idea, lo sé, pero no puedo dejarla sola frente a esos tipos.
Cuando otro de ellos, se acerca para atacarla, ni siquiera me detengo a analizar la situación. Quito el seguro de la pistola y disparo. Por desgracia, mi puntería sigue siendo igual de mala y apenas logro rozarle en el brazo, pero al menos he conseguido llamar su atención, que ahora se centra en mí.
Sin pensárselo dos veces se abalanza sobre mí y yo no dudo en disparar de nuevo, impactando esta vez la bala, de lleno en su estómago. El hombre se detiene frente a mí y después de toser sobre mi cara lo que intuyo que es sangre mezclada con saliva, se derrumba, arrastrándome al suelo en su caída y dejándome atrapada.
Peleo por quitarme la mole de doscientos kilos de encima, sin embargo es imposible. Alguien se acerca y lo aparta, empujándolo con el pie sin miramientos y para mi desgracia veo que se trata de otro del grupo. El tipo es rápido y cuando intento levantar el arma para apuntarle, directamente me pisa la muñeca. Me revuelvo, pero él se agacha y me pega un guantazo que me hace girar la cara. El labio me palpita, puedo notar el sabor de la sangre en la punta de la lengua y los oídos me zumban, atontada por el golpe. Miro hacia un lado y veo que otro de los hombres está atando las manos de Jess a su espalda. Esta se gira y le escupe en la cara, pero lo único que consigue es recibir un puñetazo en el estómago que hace que se doble sobre sí misma.
El que me ha pegado, me levanta entre zarandeos y pide a su compañero una brida para atarme a mí también. Mientras lo hace, me fijo en la persona a la que estaban atacando: se trata de otra chica que en estos momentos permanece en el suelo, o muerta o inconsciente. Su tono de piel oscuro, similar al de Jess me hace pensar que pueda tratarse de alguien de su clan, y eso será lo primero que le pregunte en cuanto tenga oportunidad. Si la tengo, claro.
El tercer hombre, se pasea a nuestro alrededor, observándonos como si fuéramos simple mercancía y aunque va prácticamente cubierto, puedo apreciar que la parte del rostro que queda a la vista, está quemada. ¿Habrá sufrido algún ataque o será fruto de la exposición solar?
—Mirad por donde, hemos conseguido tres por el precio de una. Hoy es nuestro día de suerte.
Tiene una voz ronca, rozando la afonía y si viviera en mi realidad, pensaría que se trata de un fumador empedernido. Aunque aquí puede que solo se trate de un efecto colateral de la mala calidad del aire.
—Pero a cambio hemos perdido a Lox —protesta el que me sujeta.
El tipo se acerca a este otro amenazante y por si tenía alguna duda, ahora ya tengo claro que es el jefe del grupo.
—Lox era un idiota sin cerebro. Se lo he dicho muchas veces y lo cierto es que no sé cómo han tardado tanto en matarlo. ¡Vámonos!
Se agacha junto a la chica y después de confirmar que aún tiene pulso, se la carga a la espalda como un saco y echa a andar. Los otros dos tipos nos sujetan y comienzan a caminar tras él.
Mientras avanzamos, intento situarme, y para nuestra desgracia estoy casi segura de que vamos en dirección contraria a donde se encuentra nuestro furgón. No quiero ni imaginar lo que pensarán el resto al ver que no regresamos y lo peor de todo, al no tener ni la más remota idea de lo que ha ocurrido. Intento ser práctica y sopesar las posibilidades de huida que tenemos, aunque lo cierto es que ahora mismo, no veo ninguna opción viable.
Miro de reojo a Jess, pero esta ni siquiera levanta la vista del suelo. No sé si está intentando pasar desapercibida o se encuentra fatal por haber propiciado que nos cogieran, el caso es que, si ni siquiera hacemos contacto visual, no puedo intentar tranquilizarla.
No tardamos en llegar a una furgoneta parecida a la que nos atacó el día anterior. Este vehículo también está cubierto de recortes y chapas de metal, dejando apenas una ranura en el parabrisas por la que poder ver el exterior. Los hombres nos cargan en la parte trasera y cuando cierran las puertas, quedamos en absoluta oscuridad. Por si fuera poco, el habitáculo apesta y la mezcla de olores hace que la náusea me suba hasta la garganta. Cuando el vehículo se pone en marcha, intento mantenerme sentada, aunque tener las manos atadas no ayuda con el vaivén producido por el terreno.
—Jess, ¿estás bien?
No contesta al momento, así que cuando por fin escucho su voz, respiro aliviada.
—Sí.
—Tenemos que mirar si hay forma de salir de aquí —le explico—. Palpa la pared. Busca si hay algo en el suelo que nos pueda servir, lo que sea.
Oigo su movimiento y al menos sé que está dispuesta a hacerme caso. Algo es algo. Dedicamos el camino a buscar el más mínimo resquicio, sin embargo no encontramos nada.
La furgoneta se detiene y juraría que el trayecto apenas ha cubierto unos pocos kilómetros. Mejor, eso significa que no estaremos muy lejos del resto.
La puerta se abre y los mismos hombres nos sacan a rastras. El jefe de nuevo se dirige a ellos para darles instrucciones y estos lo único que hacen es asentir dócilmente.
—Llevadlas a una jaula. Ya mañana las clasificaremos. Tenemos tiempo de sobra. Faltan unos cuantos días para que organicemos otra caravana a la ciudad.
Tengo el tiempo justo para ver que estamos a la entrada de una cueva y hay varios vehículos aparcados en el exterior. Unos focos alumbran la zona y me imagino que utilizaran un generador autónomo para la electricidad.
La cueva tiene una cavidad principal que deriva en diferentes túneles. Hay cajas de material apiladas, pero nadie a la vista. Entramos por el camino de la izquierda y después de avanzar varios metros, llegamos a otra cavidad de menor tamaño. Lo que veo, hace que se me caiga el alma a los pies. Jaulas dispuestas en orden, algunas vacías, otras con varias personas en su interior que permanecen dormidas o simplemente agazapadas. Nos dirigen a una de las vacías y después de depositar a nuestra acompañante aún inconsciente en su interior y soltarnos las ataduras, nos obligan a entrar en ella.
Jess de nuevo observa a la chica que yace desmayada a nuestro lado.
—La conoces, ¿verdad? —pregunto, esperando que sea sincera.
Ella asiente pero no responde de inmediato. Cuando lo hace, su respuesta me aclara el motivo de ir en su defensa.
—Es mi hermana —su voz se quiebra y sé que está intentando reprimir un sollozo.
No dudo en acercarme y darle un abrazo. Ni siquiera puedo ser dura con ella, no puedo olvidarme de lo joven que es aún.
—Vale. Tranquila. Entiendo que quisieras ayudarla, pero debes ser menos impulsiva. Si me lo hubieras contado, habríamos buscado una forma de pillarlos por sorpresa o algo.
—Lo siento...
Me separo de ella y esbozo una sonrisa.
—No te disculpes. Encontraremos la forma de salir de aquí. ¿De acuerdo? Eso sí, prométeme que no volverás a actuar por tu cuenta.
Aunque asiente, no las tengo todas conmigo. Me acerco a su hermana y dedico un instante a tomarle el pulso. Parece estar todo en orden. Hago un chequeo rápido y no veo ninguna herida de profundidad, más allá de un par de rasguños. Esa es buena señal. Seguramente, la golpearon y por eso permanece inconsciente. Nada que no se solucione por sí solo.
De forma automática llevo la mano a mi mejilla y el simple roce me hace sentir una punzada de dolor. Seguro que se me hincha la cara de la bofetada de aquel tipo. Es como si me hubiera pegado con un guante de hierro. Recuerdo entonces que Jess también recibió lo suyo.
—¿Te duele algo?
Ella instintivamente se palpa el estómago pero niega.
—Apenas se me cortó la respiración un instante por el golpe de aquel mercenario.
—Vale. Avísame si en algún momento sientes dolor en la zona.
No puedo evitar pensar en que un puñetazo lo suficientemente fuerte puede dañar un órgano. Ocurre más veces de lo que la gente imagina.
—¿Y cómo vamos a salir de aquí? —pregunta con un hilo de voz.
—Aún no lo sé. ¿Estos son los mismos que te cogieron la otra vez?
Ella lo piensa durante un segundo pero finalmente niega con la cabeza.
—No les reconozco, aunque puede que fueran otros del mismo grupo. No lo sé. De todas formas, ellos no son los únicos en el territorio. Y no todos se ocultan en las cuevas y minas. Algunos utilizan construcciones que aún se mantienen en pie pero esos son los menos.
Tomo nota mental de todo lo que me cuenta, mientras intento pensar cómo salir de esta.
—Quizás deberíamos esperar a eso que han dicho de clasificarnos mañana. Aprovechar que nos sacarán de las jaulas para atacarles e intentar escapar.
De pronto Jess abre mucho los ojos y puedo ver el terror dibujado en su rostro.
—No, no, no. Tenemos que salir antes de eso de aquí...
—¿Por qué?
No entiendo que quiera desaprovechar lo que parece la mejor oportunidad.
—Porque en esa clasificación, te revisan de arriba a abajo. Color de pelo, ojos, dientes, piel, imperfecciones... ¡todo!
—Sigo sin saber cuál es el problema.
Se acerca a mi oreja para asegurarse de que ni siquiera los de las jaulas cercanas la oyen.
—Tu tatuaje.
Un escalofrío me recorre. No me acordaba.
—Lo verán... —digo mientras tiro del cuello de mi traje hacia arriba.
—Y no solo eres una Shaendum, además una Phy. Eres como un puñado de oro para ellos. Si lo descubren, te separarán del resto y te llevarán a la ciudad al momento para venderte por una buena suma.
Trago saliva con dificultad y noto lo seca que tengo la garganta.
—Entonces habrá que buscar la forma de salir antes.
Antes, de que mi tatuaje, suponga un problema.
¡Hola soñadores!
¡He vuelto! Después de tanto tiempo, retomo las actualizaciones.
Vengo con energías renovadas y espero que durante estos meses no os hayáis olvidado de Ari, Neo y David. Os aseguro que aún les queda un poquito de guerra que dar...
Bueno, tal y como comenté, he resubido los 18 capítulos anteriores, ya que una de las cosas que he hechos durante este tiempo, es ajustar algunas cosillas que no me entusiasmaban. Por eso os recomiendo leer esta parte desde el principio, para que no perdáis el hilo y de paso refresquéis la memoria.
Creo que no lo he dicho nunca, pero que sepáis que podéis hacerme preguntas que yo estaré encantada de contestaros. Tanto sobre las novelas como si necesitáis consejos de escritura, inspiración, enfoques... ¡o lo que sea! Hay veces que me mandáis mensajes por privado con todo el miedo del mundo, jajaja cuando yo estoy feliz de que habléis conmigo. Estoy a vuestra disposición.
Por cierto, ¡os he echado de menos! Contadme lo que opináis, ya sabéis que me encanta intercambiar opiniones.
¡Pronto nuevo capítulo! Que seguro que este os ha sabido a poco...
¡Sois geniales! Besitosssss
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