CAPÍTULO 12




Mi vista se mantiene fija en el techo de la habitación. Observo las ondeantes sombras que se dibujan en la ajada pintura, fruto de la irregular luz surgida de la pequeña lámpara. Neo duerme a mi lado, pero yo soy incapaz. Demasiadas cosas en las que pensar, demasiados cabos sueltos fruto de las prisas y la falta de organización. "Árboles de vida" susurro. Cuando Jamie pronunció ese nombre, el corazón me dio un vuelco. ¿Acaso todas las realidades tiene un denominador común? ¿De algún modo hay algún poder místico que nos une a los árboles? En la primera, aquellos que servían como recuerdo para los que ya no estaban con nosotros, en la segunda, la tecnología unida a la belleza formando aquel bosque de metal y verde. Y ¿ahora? ¿Será cierto? ¿Unos árboles capaces de producir una cantidad de oxígeno muy superior a la habitual? ¿Son ellos la salvación que buscamos?

De todas formas, antes de pensar cómo llegar hasta esos árboles, tenemos que reunirnos con David y Caleb. Hannah no tenía más información para darnos, que la hoja garabateada en un papel. No puedo evitar preguntarme cuál será la implicación del profesor Martin en todo esto. Quizás se sintió mal por no conseguir el apoyo que necesitábamos del Gobierno y por eso, ha decidido echarnos una mano. Quién sabe. Por suerte, saldremos de dudas esta tarde, cuando por fin les veamos y puedan contestar a todas nuestras preguntas.

Neo se remueve a mi lado, no llega a despertarse, pero sí me busca, hasta envolverme en sus brazos. Apoyo la cabeza sobre su pecho y noto cómo poco a poco su sueño se hace de nuevo más pesado. Y de pronto lo oigo, un leve ruido, entre latido y latido de su corazón. Un sonido lejano y ronco que acompaña cada una de sus respiraciones. Eso me hace pensar en las consecuencias de vivir fuera de las cúpulas, una de ellas y quizás la más importante, la posibilidad de desarrollar, enfermedades respiratorias y cardíacas. El miedo se instala en mí, al instante. No sé hasta qué punto he de preocuparme pero no puedo evitar pensar que pueda ser el principio de algo.

Jochen me ha acogido sin ningún reparo, hasta el punto de incluirme en las tareas de la pensión y buscar para mí, pequeños trabajos que puedo realizar en el taller. Lo he asumido con gusto, pues es una forma de cubrir los gastos que supone, que yo también viva en la pensión, además, a cambio, él me trata como una más de su peculiar familia.

Curiosamente, en solo dos días he descubierto que, aunque no entiendo nada de electrónica, sí tengo mano para restaurar pequeños objetos, así que me ocupo de aquellas piezas que Jochen rescata para darles una segunda oportunidad.

Termino de barnizar una extraña caja puzzle, mientras miro de nuevo la hora.

—No han pasado ni dos minutos —murmura Neo sin levantar la vista.

Me han hecho hueco entre él y Hannah por lo que me tiene más que vigilada.

—Lo sé pero no puedo evitarlo —me excuso. La tarde se me está haciendo eterna y no dejo de pensar en cómo les irá a David y Caleb.

—Pon esa caja a secar, en cuanto acabe esto nos vamos ¿de acuerdo?

Asiento con entusiasmo y mi humor cambia al instante. Dedico el resto del tiempo a dejar mi puesto recogido y en cuanto Neo termina, me pongo de pie de un salto.

—Vaya, cualquiera diría que te mueres por verles —suelta con cierto tono de sarcasmo.

—Solo quiero asegurarme de que están bien, nada más —aclaro sin entrar en detalles.

Nos despedimos del resto y salimos del local. Sigo sin acostumbrarme a esa oscuridad perpetua de las zonas bajas de la ciudad. En estos días aún no he visto el sol.

—¿Y ahora? —pregunto con la esperanza de que Neo tenga claro el camino.

—Primero... será mejor que te subas la cremallera de la sudadera —lo dice, pero él mismo tira de ella hasta dejar mi tatuaje bien tapado—. Y te pongas la capucha. Cuanto menos llames la atención en esta zona, mejor.

Me coge de la mano y echamos a andar por una de las calles laterales.

—¿No debemos subir? —Señalo con el dedo hacia arriba, recordando sus palabras.

—Sí, pero son muchos niveles. Tenemos que coger un ascensor.

Sin querer, me detengo.

—¿Hay ascensores? —Eso sí que resulta una sorpresa.

—No muchos. Tenemos que ir a una de las calles principales para acceder a ellos.

Giramos varias veces y apenas nos cruzamos con un par de personas. Tengo la sensación de que a estos niveles, la gente prefiere permanecer en sus casas o negocios y solo salen para lo imprescindible.

Descendemos de nuevo hasta dejar atrás las pasarelas y pisar de nuevo suelo firme. Miro extrañada a Neo pero rápidamente me explica.

—Antes de subir, hay que bajar.

Pronto entiendo lo que quiere decir. No tardamos en llegar a la misma avenida del primer día, aquella en la que circulaban vehículos y donde la afluencia de gente era bastante mayor. Nos apresuramos a colocarnos en una numerosa cola que desaparece entre dos edificios.

—Los ascensores se construyeron aprovechando las paredes de los bloques de casas para dar mayor estabilidad a las estructuras —me comenta como si fuera lo más normal del mundo—. Esta ciudad puede parecer el más absoluto caos, pero en realidad todo está organizado. Si estuviera representada en un plano, encontrarías que las edificaciones se repartieron por el espacio hasta formar un cuadrado. ¿Ves esta avenida? Solo hay cuatro en toda la ciudad, la cruzan de lado a lado y a la vez, se cruzan entre ellas. Son las únicas en las que pueden circular vehículos, si es que se les puede llamar así. El resto de calles y pasarelas son peatonales. Cuando el espacio comenzó a escasear, construyeron hacia arriba.

—¿Por qué? —Me cuesta entender que la expansión no fuera alrededor como ocurre habitualmente.

—Sé que la oscuridad de estos niveles inferiores, te parece un problema pero en realidad es una ventaja. Al construir unos edificios sobre otros, mantuvieron la estrechez de las calles y eso sumada a la altura ayuda a que la lluvia penetre menos y que los rayos de sol, no nos alcancen. Allí arriba, viven la gente de mayor poder adquisitivo, quizás tengan más espacio, más recursos, mejores casas pero a cambio, el día que los rayos atraviesan las nubes, no pueden salir de casa.

No lo había visto de esa manera.

—¿Es a donde vamos ahora?

—No, la dirección está en un nivel intermedio. Puede que me equivoque, pero seguramente se trate de la vivienda del profesor Martin. Esa altura está ocupada en gran parte por trabajadores de la cúpula y del Gobierno.

—Ya... no viven en los suburbios pero tampoco en la parte más alta.

Estoy tan enfrascada en la conversación que no me doy cuenta de que los siguientes somos nosotros. Miro la estructura de metal que envuelve el ascensor y trago saliva con dificultad. No parece un prodigio tecnológico ni mucho menos. Entramos en el estrecho cubículo con capacidad para unas doce personas y nos pegamos a la pared del fondo.

—¿No hay que elegir piso? —pregunto en un susurro para que el resto de pasajeros no me oigan.

—Solo hay dos paradas: intermedia y superior.

Asiento, agradeciendo al menos, que la ascensión no nos llevará mucho tiempo. Las puertas se cierran con un crujido y la sensación de presión me confirma que estamos subiendo. El resto de personas con las que compartimos espacio se mantienen enfrascadas en sus móviles o en sus pensamientos, el caso es que el silencio hace que el ruido de los engranajes y poleas sean más evidentes.

—No me digas que tampoco te gustan los ascensores... —dice junto a mi oído.

Seguramente haya notado cómo me tensaba.

—No los que suben tan alto.

Noto un sudor frío en mi nuca y me concentro en respirar. No quiero marearme. No ahora.

Justo cuando creo que no podré soportarlo un segundo más, una sacudida hace que se detenga y las puertas se abren. Neo me sujeta del brazo y salimos de él tan rápido como podemos.

—Respira —me insta, sin soltarme.

—Eso... intento.

El resto de personas se dispersan a nuestro alrededor y yo tardo aún unos segundos en recobrar la compostura y poder prestar atención al lugar en el que nos encontramos. A esta altura hay algo más de luz, quizá también ayuda el hecho de que los edificios estén pintados de colores más claros. Hay tiendas con escaparates y carteles luminosos lo que hace que, por un momento, me parezca estar en una ciudad de mi realidad.

—Esto es... ¡no tiene nada que ver con lo de abajo!

—Lo sé. Vamos. Aún no hemos llegado.

Hay zonas peatonales que no dejan ver los niveles inferiores, dando la sensación de estar a ras de suelo, aunque eso no me hace olvidar que estamos a considerable altura. Lo compruebo al entrar en una calle más estrecha donde de nuevo caminamos sobre pasarelas. Me asomo con precaución y apenas puedo distinguir las luces de unos cuantos niveles por debajo, más allá, lo que parece un abismo insondable, que en realidad encierra una ciudad entera. Miro hacia arriba, entre aceras y pasarelas, se intuye aún más luz y brillo aunque no creo que se trate del sol. Neo se detiene un momento y mira hacia ambos lados dudando.

—Vale, tenemos que subir un par de niveles. —Señala la escalera más cercana y subimos por ella, avanzamos unos metros y subimos por la siguiente—. Ahora... a la derecha... ya casi estamos.

Me pregunto cómo es capaz de orientarse en este caos de construcciones tan similares cuando yo ni siquiera sería capaz de deshacer el camino.

—¿Cómo puedes saber...?

No hace falta ni que termine la frase.

—Trabajo para Jochen, ¿recuerdas? Me he recorrido la ciudad varias veces para hacer arreglos o entregar pedidos. A la larga, entiendes cómo está estructurada la ciudad y eso lo hace más fácil.

Seguro que el hecho de que sea tan listo, no ayuda en nada.

Se detiene frente a una puerta de un material similar al metacrilato y mira el número que hay en el lateral.

—Aquí es. —Pulsa el timbre y escuchamos su sonido amortiguado.

Por un momento creo que hemos llegado pronto, pero no tardamos en oír pasos acercándose a la entrada. Cuando la puerta se abre, el profesor Martin está al otro lado.

—Ari, Owen. Os estábamos esperando.

Nos hace un gesto para que pasemos al interior y ambos obedecemos. Neo tenía razón, no hay duda de que se trata de su casa. Le seguimos y una vez pasada la zona del hall, entramos a un espacio abierto, de techos altos, tipo loft. Un enorme salón en la zona central, la cocina a la izquierda y a la derecha una biblioteca. Unas escaleras llevan a un altillo donde intuyo estarán las habitaciones.

En cuanto Caleb y David nos ven, se levantan del sofá y se acercan. Antes de que pueda decir "hola", David me abraza y realmente parece aliviado de verme. Después Caleb hace lo mismo y me sorprende tanta efusividad por parte de ambos. Estrechan la mano de Neo y por primera vez me pregunto qué tipo de relación tendrán con él. Quizás en esta realidad se lleven bien después de todo.

—¿Todo bien? —pregunto ansiosa mientras nos dirigimos al salón.

Ambos asiente con una sonrisa y cuando nos sentamos tengo la sensación de que todos nos hemos quitado un peso de encima.

—Sin problemas, el profesor Martin se ocupó de arreglar nuestra salida —explica Caleb.

—En realidad más que eso. No solo está dispuesto a ayudarnos, ha conseguido unos visados para que después de la "expedición" podamos regresar a nuestra arca.

Deslizo mi mirada de ellos al profesor, que nos observa sonriente desde su butaca.

—¿Es eso cierto? Pero ¿cómo?

—Veréis, después de decirle a David que el Gobierno no estaba dispuesto a financiaros, me quedé con un mal sabor de boca y decidí mover algunos hilos.

No me puedo creer lo que está diciendo.

—Ari, ¡no somos los únicos dispuestos a buscar una solución!

El entusiasmo de David me da esperanzas.

—¿Es así?

—Digamos que tengo algunos amigos dispuestos a prestar sus recursos a una causa de este tipo... —resuelve Martin —. Seguramente no cubra todo lo que necesitéis pero será una ayuda. Y lo más importante, la posibilidad de regresar a vuestro hogar sin ningún perjuicio.

Hogar. No sé si fracasar en nuestra misión significará regresar a las cúpulas pero creo que no es momento para plantear mis dudas a este respecto.

—Todo a su tiempo. Lo importante ahora es organizarnos. —No sé si se han dado cuenta de que he desviado el tema, pero no me importa.

David se inclina hacia delante.

—¿Habéis averiguado lo que estamos buscando?

Neo y yo asentimos. Explico muy brevemente lo que Jamie nos contó sobre los Árboles de vida y las posibilidades que suponen. Veo la expresión de David al oír el nombre de Jamie y sé que se está preguntando si es el mismo que conoce. En cuanto tenga ocasión le hablaré de ello.

—Si es cierto, sería... —comienza Caleb sin acabar de creérselo.

—La cuestión es —no puedo evitar lanzar mi pensamiento al aire—, ¿no podemos llegar a desarrollar nosotros unos árboles de ese tipo? Si ahí fuera han sido capaces... con los recursos de las cúpulas debería ser posible.

Todos miramos al profesor Martin.

—Cierto. Pero hay muchos factores. Para empezar los intereses de los que están por encima de nosotros. Además habría que preparar un proyecto, presentarlo y ponerse manos a la obra. Podría llevarnos años conseguirlo. En cambio si los encontramos...

—Tendríamos el trabajo hecho —digo resignada. Tiene razón. Lo más fácil es ir en su busca.

Nos quedamos en silencio, sopesando nuestras opciones.

—¿Y sabemos cómo llegar hasta ellos? —pregunta Caleb.

Neo niega y el ambiente se vuelve más denso.

—Tenemos una pista —aclaro—. Puede que haya una persona que sepa dónde está ese lugar. Lo difícil será llegar hasta ella.

—Difícil pero no imposible... —David no se va a dar por vencido tan fácil.

—La persona a la que oyó hablar Jamie, trabaja para el señor Kavani.

El rostro del profesor Martin se ensombrece al instante.

—No puede ser...

—¿Quien es ese tío? —se adelanta a preguntar Caleb.

—Una especie de mafioso. Maneja los principales negocios de la urbe. Algunos de ellos muy turbios —resumo—. Vamos, alguien a quien es mejor no cabrear.

Martin niega con rotundidad.

—Ese hombre es inmune, ni siquiera el Gobierno se atreve a intervenir en sus asuntos. La policía hace la vista gorda con sus negocios, muchos agentes están sobornados...

No pensé que el profesor tuviera miedo de alguien como él, pero está claro que así es.

—¿Y cual es el plan? —David insiste—. Porque seguro que tenéis algo pensado...

Neo y yo cruzamos una mirada de complicidad.

—Mas o menos.

—El señor Kavani suele requerir los servicios del taller en el que trabajo. Simplemente iremos nosotros la próxima vez e intentaremos contactar con esa persona. Será lo más fácil —Neo sonríe satisfecho. Así dicho parece lo más sencillo del mundo.

Caleb no puede evitar saltar.

—Yo también voy.

—De eso nada —ataja Neo—. Hagamos las cosas bien. Acabáis de salir y no sabéis cómo moveros por la ciudad. Iremos nosotros.

Me alegra ver que no pretende dejarme al margen, creo que sabe que no podría convencerme de ello.

—Dejad que nos ocupemos de esa parte. Vosotros podéis ir organizando el equipo, buscando un transporte y esas cosas ¿de acuerdo?

El gesto de David no me gusta nada y Caleb refunfuña por lo bajo, pero finalmente asienten.

—¿Tiene papel? —pregunta Neo al profesor.

Este le tiende un desgastado cuaderno y un bolígrafo. Veo que Neo garbatea un número y dos direcciones.

—Mi móvil, la dirección del taller y de la pensión. Que contacte el primero que tenga novedades. Les tiende la nota, dando por zanjada la conversación.

—¿No queréis quedaros aquí? —Martin señala el espacio—. Este piso no es gran cosa pero estaréis cómodos.

Es un detalle que esté dispuesto a acogernos sin embargo, creo que no es la mejor opción.

—Gracias pero...

—Hemos de volver —ataja Neo—. Hasta que nos vayamos de la ciudad, lo mejor será seguir con nuestra rutina y nosotros mañana tenemos que trabajar en el taller.

El profesor asiente.

—Claro, lo entiendo. Si necesitáis algo...

Nos dirigimos a la puerta, Neo va hablando con el profesor Martin y veo que David no se ha movido del sofá. Caleb al percatarse me habla en voz baja para que no le oiga.

—No se lo tomes en cuenta. Creo que no le gusta que os vayáis.

—Pero estaremos en contacto...

Tuerce el gesto contrariado.

—Lo sé pero cuando saliste de la cúpula se puso muy nervioso y creo que no se queda tranquilo sabiendo que no estarás en la habitación de al lado. Sé que no tiene ningún derecho pero no puede evitar sentirse así.

No tengo oportunidad de añadir nada más, nos despedimos de ellos y salimos dispuestos a recorrer el camino de vuelta.

Cuando llegamos a la pensión, ya están todos a la mesa. Nos apresuramos a servirnos nuestra ración y a tomar asiento, dispuestos a desconectar un rato mientras escuchamos a los demás conversar. Una de las veces que levanto la vista del plato, Jamie arquea las cejas, como si intentara hacerme una señal. Pienso que quizás se trate de una tontería, pero la segunda vez, repite el gesto. Está claro que tiene algo que contarnos.

Al comenzar a recoger, se acerca nervioso y después de mirar a ambos lados por fin habla.

—Jochen le ha encargado a Oliver que vaya mañana al club del señor Kavani. Al parecer, su software está dando problemas.

No puedo evitar dar un respingo. Es nuestra oportunidad y no podemos perderla.

—Iré a hablar con Oliver —Neo sale a toda prisa de la cocina, consciente de la importancia de convencerle para que vayamos en su lugar.

Jamie y yo nos quedamos a solas y me afano en depositar los platos en el fregadero.

—Gracias por avisarnos. —Comienzo a fregar y antes de que me dé cuenta le tengo a mi lado, secando —. No tienes por qué ayudarme, no te toca.

—Ya... bueno. Puede que Owen tarde un poco y así acabarás más rápido.

No puedo evitar sonreír pues siento la misma complicidad con este Jamie que con el de la otra realidad.

—Oye, es raro, pero contigo me siento... como si te conociera de antes —se le escapa.

Veo como su rostro enrojece y al momento suelta una carcajada.

—Lo sé. Creo que el destino nos dice que podemos ser buenos amigos. —Rezo para que no insista más en el tema o sentiré la necesidad de contarle toda la verdad.

—¡Quiero ayudar! —dice con nerviosismo.

—Ya me estás ayudando, Jamie.

No responde inmediatamente y eso hace que deje de fregar y me gire para mirarle. Su rostro se muestra serio ahora, creo que está haciendo un esfuerzo para que le tome en serio.

—Me refiero a lo que os traéis entre manos. ¡Quiero formar parte!

Ahí está. Justo lo que más temía, que de nuevo quisiera involucrarse en nuestros asuntos. Debería haberlo visto venir. Jamie es como nosotros, no sabe quedarse al margen. Él también sueña con un mundo mejor.

¿Y ahora? ¿Cómo le convenzo de lo contrario?



¡Buenasssss! 

¿Qué tal habéis empezado el año? Espero que de maravilla, yo al menos no me puedo quejar. ¡Hasta he podido escribir un capítulo y todo! Jajaja 

Bien, vayamos al tema ¿qué os ha parecido el capítulo? Vamos por partes... ¿tendrá motivos para preocuparse Ari después de escuchar la respiración de Neo? Ayyy, el caso es que siempre hay algo para que esté preocupada...  

En este capítulo descubre unas cuantas cosas más de la ciudad, lo cierto es que me cuesta bastante describirla, pues tengo la idea en la cabeza pero nada más. Así que tenéis que tirar un poco de imaginación. 

David y Caleb han salido de la cúpula gracias al profesor Martin, habrá que ver qué implicación tiene en todo el asunto. ¿Qué pensáis de la actitud de David? Y el que tiene que aguantarle ¡es Caleb! Jajajaja, el pobre... 

Bueno, en el próximo capítulo visita al club del señor Kavani, ¿qué les esperará en él? Esperemos que nada demasiado malo ¿o sí? Y por cierto, ¿qué debería hacer Ari con Jamie? ¿Debería contarle la verdad? ¿Intentar alejarlo? ¿O contar con él? Ay, seguro que ya sabíais que iba a querer formar parte del lío. Ese es Jamie. 

Espero que os haya gustado, intentaré sacar tiempo para escribir y no haceros esperar demasiado. Aprovecho para daros las gracias por los comentarios y mensajes que me mandáis, de verdad que los agradezco muchísimo, sobre todo cuando decís que mi historia significa tanto para vosotros. Os aseguro que eso es lo que me hace seguir. 

¡Gracias por leerme! Besitosssss

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