CAPÍTULO 11
—Soy Jamie. —Tiende la mano hacia mí y yo la estrecho mientras intento que no se me note la emoción.
Me gustaría poder darle un abrazo, sin embargo eso sería más que sospechoso dadas las circunstancias. ¡Pero me hace tanta ilusión verle! Sé que no es el mismo chico que conocí en la anterior realidad, sé que, el Jamie que tengo enfrente puede ser totalmente diferente, lo que me pasa es, que es la persona a la que más me costó decir adiós la última vez y no imaginé que tardaría tan poco en encontrarme con él de nuevo. Desearía poder contarle todo, decirle lo que significó su amistad para mí en la otra dimensión. Me duele no poder hacerlo, porque me gustaría hablarle de la gran persona que es.
Nos sentamos alrededor de la mesa y no aparto la vista de él, hasta que Jochen me habla.
—Así que tú eres la causante de que uno de mis chicos haya decidido tomarse el día libre...
Podría pensar que se trata de una reprimenda, pero el tono afable del hombre, deja claro que solo está intentando romper el hielo. Me fijo en él e inmediatamente pienso en un científico loco. Su canoso cabello está recogido en una coleta y aun así, está disparado como si estuviera cargado de electricidad estática. Unos ojos azules de un tono tan claro que parece irreal permanecen escondidos detrás de unas gafas metálicas con doble lente. Su figura es delgada, aunque creo que es lo habitual en la ciudad, dada la limitación que hay con los alimentos.
—Espero que eso no le retrase en su trabajo —respondo con amabilidad.
—Tranquila. Si se cogiera las horas libres que le corresponden, no le vería el pelo por más de un mes...
Hannah suelta una risita.
—Si todos nos cogiéramos nuestras horas pendientes, tendrías que cerrar el taller.
Jochen pone los ojos en blanco.
—Veo que estamos graciosos hoy... Bien, no dejemos que se enfríe la cena.
Comienza a servir el contenido de la cazuela en los platos y los vamos repartiendo. Aprovecho para fijarme en el resto. Jochen está en la cabecera de la mesa. Tengo a Hannah a un lado y a Neo al otro. En frente está Jamie, que permanece ajeno a mi revolución emocional. A su lado, una mujer de unos cincuenta años llamada Elvia y por último, Oliver, un muchacho al que le calculo nuestra edad y que no ha levantado la vista de la mesa.
Me pasan mi plato y observo el contenido con cierto reparo. Parece tratarse de algún tipo de estofado de carne, patatas y verduras. No puedo evitar recordar las palabras de Neo sobre la comida y aunque no voy a preguntar sobre su elaboración, no puedo evitar pensar qué animal será el que estoy a punto de comerme. "No lo pienses, Ari. Mastica, traga y punto".
Doy un bocado y por suerte, Jochen se empeña en conversar. Mientras me entretenga hablando, no tendré la necesidad de averiguar qué estoy masticando.
—Cuando conocí a Owen, pensé en lo raro que era que alguien abandonara por propia iniciativa una de esas cúpulas y ahora, te tenemos a ti entre nosotros. ¿No estaremos cerca de ver su final?
Me parece un pensamiento hasta cierto punto filosófico. ¿Puede que estemos en el comienzo de una nueva era? Yo creo que solo somos unos locos visionarios.
—Por suerte o por desgracia, no son muchos los que opinan como nosotros. Entiendo que ciertas comodidades pueden hacer que la gente prefiera estar ajena a la realidad que existe afuera.
—Pero vosotros estáis aquí —sentencia.
Me encojo de hombros mientras trago el bocado.
—¿Qué sería de una sociedad sin la existencia de individuos críticos?
—¿Estás diciendo que no estás de acuerdo con las cúpulas? —pregunta la mujer con tono agrio. Su gesto serio deja entrever una personalidad fría y reservada.
—No si son la base de una desigualdad social como esta. Salir del arca me ha confirmado lo que ya pensaba. La solución no está en ellas, la solución está aquí fuera.
Noto la mirada curiosa de Jamie y creo que he hablado de más. Lo último que quiero es, que al igual que en la otra realidad, se sienta atraído por la idea de cambiar las cosas. No busco que se involucre de nuevo.
—En esta casa estáis seguros, pero no sé si Owen te ha dicho que fuera de estas cuatro paredes, es mejor que nadie sepa que sois Shaendum con una posición social superior. Las reacciones podrían ser muy diferentes. Hay quien os adora, quien os teme y quien os desea. Cualquiera de las alternativas tienen su peligro.
—Jochen tiene razón —añade Hannah—. Has de tener mucho cuidado y no mostrar tu tatuaje a nadie.
Señala mi clavícula y yo inconscientemente poso mi mano sobre él. He bajado a cenar con la camiseta de tirantes y la sudadera abierta, por lo que todos han visto el dibujo sobre mi piel. De pronto no puedo evitar sentirme expuesta.
—Pero habrá más gente con tatuajes...
—¡Al contrario! —me explica ella—. Nadie quiere ser confundido con un Shaendum y menos con uno de vuestro nivel. Por eso es tan fácil reconoceros, solo vosotros tenéis marcada la piel. Lo que dentro de las cúpulas significa una diferencia a vuestro favor, aquí fuera es un estigma.
Neo se da cuenta del camino que está tomando la conversación y decide cambiar radicalmente de tema.
—No creo que sea bueno hablar de cuestiones tan serias durante la cena... ¿Ha pasado la señora Admunsen por el taller?
—Sí, a primera hora —calcula Jamie—. Quería pagarnos en especie...
Veo como Neo frunce el ceño pero no parece enfadado sino preocupado.
—¿Y entonces? —pregunta mirando a Jochen.
Este carraspea antes de contestar.
—¿Qué querías que hiciera, chico? Es una mujer mayor y sé que no tiene dinero...
—Así que has aceptado el trueque —sentencia.
—Gracias a ese trueque, hoy estás cenando carne de verdad.
No entiendo de qué va todo esto pero parece que Neo le estuviera echando la bronca a Jochen.
—Sabes que no se trata de eso. No puedes decirnos que no podemos aceptar trueques y luego pactarlos tú.
—Las cosas están mal y para muchos es, o eso o nada.
—Jochen —interviene Hannah—. Él no está criticando tu actitud, sabes que todos creemos que hay gente a la que no se le puede pedir más. Pero cada vez son más trueques y menos dinero y hay cosas que solo se consiguen, pagando. ¿Qué pasará si llega un momento en el que no podemos cubrir esos gastos?
—Lo sé.
Todos notamos la derrota en su voz y el ambiente se vuelve más denso en un suspiro. Terminamos de cenar en silencio y uno por uno, nuestros acompañantes, se van retirando. A Hannah le corresponde recoger y como tenemos que hablar con ella, nos ofrecemos a ayudarla.
Cuando rato después nos retiramos de nuevo a la habitación, me siento en la cama pensando en lo ocurrido durante la cena. Neo se sienta a mi lado y le doy un codazo al instante.
—¿Cómo se te ocurre? No decirme que era Jamie... he sufrido una taquicardia cuando le he visto en esa cocina.
—No he podido evitarlo. Quería ver cómo hacías para disimular la sorpresa.
Me río al recordarlo.
—Por un momento he estado a punto de abrazarlo, ¿te imaginas? Eso sí que hubiera sido raro...
—Es divertido verte ir en contra de tus impulsos.
Le golpeo con el dedo índice en el centro del pecho.
—Tú... ¡eres malo! Divertirte a mi costa...
Neo me envuelve entre sus brazos haciendo caso omiso a mi fingido enfado.
—Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para ganarme tu perdón —me dice, cambiando el tono de repente.
—Vale. Entonces cuéntame qué pasa con los pagos en especie...
Me suelta e instintivamente se rasca la nuca, pensativo.
—Vaya, esperaba que quisieras algún otro tipo de favor. En fin, no hay mucho que contar. Ya nos has oído. El dinero es muy limitado, gran parte de los habitantes de la ciudad no tienen acceso a él y cada vez hay más gente que intenta hacer trueques. Ya sabes, a cambio de algo material o de un servicio con el que puedan suplir alguna carencia que tengas.
Pienso en el trueque como base de la economía, algo mucho más antiguo que el uso de la moneda. El principio de intercambio comercial.
—¿Y entonces? ¿Dónde está el problema?
—El problema está en ciertas cosas que no se pueden cubrir con trueques como los alquileres, la luz y sobre todo el pago al señor Kavani.
Ese nombre me suena familiar.
—¿Es un cliente?
—Que va. Todo lo contrario. Es dueño de los locales más importantes de la ciudad y que sirven a su vez como tapadera para sus trapicheos. Si él necesita de nosotros, simplemente vamos.
Algo se me escapa.
—¿Y entonces? ¿Lo del pago?
—Ese tipo es un mafioso en toda regla. Se dedica a mantener sus negocios y a dar protección a los pequeños comerciantes. Todos le pagamos una pequeña suma proporcional a nuestras ganancias y a cambio, tenemos inmunidad. Jochen paga para asegurarse de que el taller no será saqueado, ni incendiado, ni... vete a saber qué más.
Ahora entiendo.
—Me recuerda al diezmo de la época medieval. La gente debía pagar a sus señores con un diez por ciento de lo conseguido en la cosecha, por ejemplo. A cambio, estaban bajo la protección de ese señor. Siempre que cumplieran, claro.
—Lo malo es que Kavani no acepta el pago en especie, por eso es tan importante conseguir dinero todos los meses. Para cubrir al menos su cuota.
Es más complicado de lo que parece. Si la gente no tiene dinero, es lógico que Jochen acepte trueques, pero hacerlo implica no asegurar la cantidad para Kavani.
—Es como ir atrás en el tiempo —suelto mi propio pensamiento en voz alta.
—No sirve de nada darle vueltas al asunto. Lo que tenemos que hacer es descansar. Mañana nos espera un día largo. Además, tengo la sensación de que hoy no te he besado lo suficiente y es algo que pienso solucionar ahora mismo.
No me da derecho a réplica. Ni falta que hace. No seré yo la que me queje de sentir sus labios sobre los míos.
Me estoy mordiendo las uñas. Literalmente. Y creo que han pasado siglos desde la última vez que estuve tan nerviosa como para sentir la necesidad de hacerlo.
—Deberías tranquilizarte. —Neo ni siquiera levanta la vista de la placa base que está arreglando. No entiendo cómo él puede concentrarse.
—Uno de los dos tiene que alterarse un poco ¿no?
Veo cómo desliza la vista hacia el resto del taller y yo hago lo mismo. Nadie nos presta atención.
—Eso no va a hacer que Hannah regrese antes.
—Lo sé. Pero no puedo evitarlo. Necesito saber si ha podido contactar con ellos sin problemas...
Miro el reloj analógico que cuelga de la pared. Una antigualla que ha conocido mejores tiempos, pero que sin embargo, continúa en funcionamiento. Neo me pasa una caja llena de tuercas de diferentes tamaños, entiendo que para despistarme y a la vez resultar útil.
—Sepáralas.
No va en serio.
—Es broma.
—No. —Suena concentrado—. Te ayudará a olvidarte durante un rato. Y yo podré acabar esto al menos.
No había pensado que mi nerviosismo le estaba impidiendo trabajar. Resignada, comienzo la tarea y no tardo en olvidar todo lo demás. Cuando tengo las últimas piezas en la mano, veo que Neo ha terminado y al mirar la hora, frunce el ceño.
—¿Debería haber vuelto ya? —pregunto preocupada. No quiero ni pensar que le haya sucedido nada.
—Normalmente vuelve antes cuando va a la cúpula, pero si se ha entretenido con ellos es normal que se retrase. Eso supone tiempo extra.
Tiene razón. No es lo mismo ir a realizar únicamente un trabajo, que tener algo más que hacer allí.
Justo en ese instante, oímos la puerta. El resto de compañeros no levanta la vista de sus mesas de trabajo, sin embargo, nosotros nos asomamos con premura.
No sé quién de los dos siente más alivio al ver a Hannah avanzar hacia nosotros, pues el gesto de Neo se relaja al instante y yo me acabo de quitar un peso de encima.
—Todo en orden, chicos —nos dice guiñando un ojo.
Regresamos a la mesa de trabajo de Neo y soy incapaz de esperar a que comience a hablar.
—¿Has estado con ellos? ¿Qué te han dicho? ¿Están bien?
Hannah suelta una carcajada.
—¡Ey tranquila! ¡Cuánta pregunta! Aunque lo cierto es que ellos también querían saber de vosotros. Me han hecho un interrogatorio en toda regla. Eso sí, solo les he contado lo justo. Ya tendréis tiempo de explicarles vosotros todo.
—¿Van a salir? —pregunta Neo adelantándose a mí.
—En un par de días.
Por algún motivo pensaba que tardarían más.
—¿Tan rápido? Pero en esos dos días no nos dará tiempo a conseguirles las tarjetas, ¿no? —Al menos imagino que no será algo que se obtenga de un día para otro.
—No hará falta. David me ha dicho que lo han arreglado, que un tal... ¿profesor Martin? Les va a ayudar. No sé más sobre eso. Tengo la dirección donde os podréis reunir con ellos. —Rebusca en la pequeña bolsa de herramientas hasta sacar un arrugado trozo de papel.
Neo mira las letras garabateadas en él.
—¿Sabes cómo llegar? —Espero que así sea.
—No está lejos de aquí, aunque sí unos cuantos niveles más arriba.
Más arriba...
—¿Te fue fácil encontrarles? —pregunto a Hannah, ya que barajamos la posibilidad de que no pudiera llegar hasta ellos.
—Sí, esperé fuera del edificio, como hice contigo y solo tuve que permanecer allí un rato para ver al chico que te acompañaba la otra vez, Caleb ¿no? —Al ver que asiento, continúa—. Él se encargó de avisar a David y listo.
—Gracias Hannah. No sabes lo mucho que nos has ayudado haciendo esto. —Realmente ha sido una suerte que haya estado desde el principio dispuesta a echar una mano.
—Oh, venga. No me agradezcas nada. Aquí somos como una familia y por la familia se hace lo que sea.
Eso me hace preguntarme cómo han acabado trabajando cada uno de ellos para Jochen, formando esta pequeña comunidad. Espero poder saberlo algún día.
—¿Te han dicho algo más? —apura Neo.
Hannah se lo piensa por un momento y parece recordar algo.
—Sí, me han pedido que busquéis el origen del rumor, que averigüéis quien lo ha extendido. Necesitáis saber qué estáis buscando y para eso hay que encontrar a la persona que os pueda dar la respuesta. ¿A qué se refieren?
Neo y yo nos miramos durante un segundo dudando, pero no tiene sentido callarnos. Quizás ella sepa dónde empezar a buscar.
—En las cúpulas corre el rumor de que lejos de estas ciudades, hay una zona donde están consiguiendo avances. Dicen que han encontrado la forma de mejorar la calidad del aire y restaurar la capa de ozono. No sabemos si es cierto o no, pero queremos buscar ese lugar. Si ellos tienen algo que podamos traer para utilizar aquí y que este aire deje de ser irrespirable, tenemos que conseguirlo.
—¿Os referís a los árboles de vida?
Los tres nos giramos sobresaltados. Jamie asoma por detrás de unas baldas rebosantes de material de segunda mano y nos mira con un gesto de autosuficiencia dibujado en su rostro. ¿Hemos oído bien? ¿Ha dicho árboles de vida?
—Jamie... ¿qué sabes?
¡Y hasta aquí el nuevo capítulo!
¡Hola gente estupenda! ¿Qué tal todo por ahí?
Bueno, tal y como prometí, he publicado este nuevo capítulo como regalo anticipado de Navidad para todos vosotros. ¡Espero que os haya gustado!
En el capítulo anterior hicisteis cábalas de lo más variadas sobre quien era el personaje misterioso que regresaba a escena. Siento no poder contentaros a todos, aunque espero que os guste que sea Jamie. ¡La verdad es que tengo debilidad por él! Tanto Jamie como Caleb son los personajes que más me gustaron en las anteriores partes, además de los tres protagonistas, claro y me apetecía recuperarlos para esta parte final.
De nuevo, por fechas, no podré actualizar en una semana, seguramente tarde más, pero intentaré no demorarme (soy la primera que entiendo el fastidio que es leer a este ritmo).
Por último, quiero felicitaros las fiestas, sé que habrá quien no disfrute de ellas, pero yo soy de las que creo que hay que aprovechar cualquier oportunidad para pasar buenos momentos con la familia y los amigos.
Donde yo vivo, tenemos nuestra propia tradición. Aquí los regalos los reparte Olentzero, un carbonero barbudo y bonachón que vive en el bosque y que en esta época baja a los pueblos con un saco lleno de regalos para los niños. Por temas de feminismo, de unos años para acá, se modernizó un poco el asunto y se añadió a Mari Domingi que hace de su esposa, así que ahora en los desfiles, aparecen los dos junto a los carboneros (que son sus ayudantes). ¿Qué tradiciones tenéis por ahí? Si alguien se anima ¡que me lo cuente!
Pasadlo muy bien estos días y sobre todo ¡FELIZ NAVIDAD!
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