Capítulo 9
Al final la tarde de chicas me viene bien, sin pretenderlo me dejo llevar por sus conversaciones banales y eso hace que cuando volvemos a casa me sienta como nueva. Justo al entrar, me llega un mensaje de Jamie preguntando si vamos a ir al club. No tengo ganas de salir, pero supongo que tendrá algo que contarnos. Le confirmo que nos pasaremos e inmediatamente se lo cuento a Neo.
Está en el sofá con el ordenador y no cuestiona tener que ver a Jamie.
—¿Ha venido David? Tenemos que avisarle.
Neo levanta la vista de la pantalla.
—Sí, ha estado, pero digamos que la conversación no ha sido muy fluida. Ese chico tiene cada vez peor genio.
—Por lo menos has apuntado su teléfono, ¿no?
Neo me pasa su móvil y me afano en guardar el número de David en mi agenda. Le mando un mensaje e inmediatamente recibo su contestación.
—Dice que no va a venir... ¿habéis discutido?
Neo deja el ordenador a un lado y me mira.
—No, aunque eso no quiere decir que él no esté cabreado. Imagínatelo, viene aquí en contra de sus principios, y ahora resulta que no puede regresar. Como entenderás, contento no está.
—Ya, eso lo entiendo pero pensé que mostraría más interés a la hora de buscar una solución.
—Quizás quiera indagar por su cuenta. Sabe que mañana le contaremos lo que nos haya dicho Jamie y creo que hoy está lo suficientemente enfadado como para no tener ganas de vernos.
Oigo a May salir del baño.
—Voy a darme una ducha.
Media hora después estoy lista. Como no compré mas que un vestido, he tenido que revolver medio armario hasta encontrar algo decente que ponerme. Me enfundo unos sencillos pantalones negros y un top brillante palabra de honor. Me envuelvo con una capa de corte militar y ya estoy lista para salir.
Cenamos los tres en un moderno local de sushi en el que se come de pié, cogiendo al vuelo los exóticos bocados que pasan por la cinta en continuo movimiento. La mayoría de las veces, no sé qué es lo que me llevo a la boca, pero casi prefiero no saberlo. Por si acaso. Lo más curioso es que en escasos 20 minutos, hemos terminado y aunque todos los comensales engullen a la misma velocidad, el local está lleno y la cola para cenar da la vuelta a la manzana.
May ha quedado con Adrian en The Town, así que no hacemos más paradas y nos dirigimos allí. Al entrar veo que está igual de abarrotado que la última vez, aunque es fácil encontrar a Adrian porque está en la mesa de siempre. Creo que su estatus le permite tenerla siempre reservada.
Nos sentamos y comienzo a encontrarme mal. De primeras pienso que quizás haya sido la comida sin embargo, no tardo en darme cuenta que no se trata de eso. Clavo la vista en la copa que sostengo y Neo sabe que algo no va bien.
—¿Qué te ocurre?
Levanto la vista y le miro con terror. Con eso le basta para darse cuenta.
—¿Tienes miedo de coincidir con Set? Tarde o temprano le verás de nuevo y tienes que ser capaz de afrontarlo.
Niego rotundamente.
—No puedo verle, no puedo mirarle a los ojos sin pensar en lo que pasó.
Neo me rodea con el brazo y me acerca más a él.
—Es alguien de nuestro destino. ¿No te das cuenta de que antes o después aparecerá también en nuestra realidad? Por muy duro que sea, tendremos que superarlo. No creas que sólo para ti es difícil hacerlo.
Recuerdo cuando fue a pedirle perdón a Set, a los pies de su escuálido cerezo. Él se sentía tan culpable como yo por lo que pasó. Qué duro se me hace el simple hecho de recordar todo aquello. Duele como el primer día.
—Lo sé. Tienes razón pero Set era tan bueno... quizás el mejor de todos nosotros y el que menos motivos tenía para involucrarse. Su vida era cómoda y lo fácil para él hubiera sido mirar hacia otro lado. Hacer lo correcto... —Se me atragantan las palabras y lucho por no llorar— le costó la vida.
Dejo la copa con mis manos aún temblando y me cruzo de brazos para intentar calmar mis nervios. Neo continúa abrazándome aunque eso no hace que me relaje.
Jamie sigue sin aparecer y yo no tengo ganas de estar en el club. Preferiría estar durmiendo.
—Vamos a bailar —me dice obligándome a ponerme de pie. Me sorprende que surja de él. No me parece buena idea.
—Neo, no creo...
—Te vendrá bien, ¿por qué estás tan reacia?
Nos mezclamos entre la gente y cuando ya hemos sido engullidos por la muchedumbre, me coge por la cintura y me acerca a él. Le miro fijamente porque no sé qué es lo que se propone.
—¿Por qué no quieres bailar conmigo? —me grita al oído.
—Siempre que bailamos, hay tensión entre nosotros. Intento evitarla.
Neo se ríe entre dientes.
—¿Tensión? Sí, bueno... es una forma de decirlo.
Me noto enrojecer y el remolino de mi interior me cosquillea en el estómago. Neo insiste.
—¿Tanto te incomoda?
¿Incomodar? No creo que esa sea la palabra adecuada. Me mira fijamente como si quisiera averiguar lo que pasa por mi mente y yo intento mantenerme impasible. No funciona. Se me acelera la respiración al notar cómo pone sus manos en mis caderas. ¿Qué hace? ¿Está jugando conmigo? ¿Me está poniendo a prueba? No lo sé pero tengo que escapar antes de que se me nuble el juicio. Noto cómo está acercando sus labios peligrosamente a mi cuello y justo en ese momento por encima de su hombro, distingo a Jamie al borde de la pista con unos amigos. Me separo de golpe y Neo me mira divertido.
—Jamie, está ahí —Le señalo con el dedo para que deje de mirarme.
Le cojo del brazo y tiro de él hasta llegar al borde de la pista. Jamie me saluda con la mano y centra su atención en Neo.
—¿Él es el otro?
Asiento.
—Vaya, ha sabido pasar más desapercibido. O por lo menos no va por ahí llamando la atención como tú.
—No creas que me siento mal por no encajar en una realidad como esta —respondo con orgullo.
Jamie no puede evitar reírse.
—Eso ya me quedó claro ayer. Vamos a tomar algo y os cuento.
Nos acercamos a una de las barras y pide por nosotros. Por suerte es cerveza y casi la prefiero a los cócteles de colores.
—¿Has averiguado algo? —apremia Neo.
—La verdad es que esto es más difícil de lo que parecía en un principio, pero creo poder llegar hasta un contacto que os pueda echar una mano.
—Eso es genial —respondo entusiasmada.
Quizás encontremos la forma de volver, después de todo.
—La cuestión es que, seguramente, la solución sea quitaros el chip.
Se me atraganta el sorbo de cerveza.
—¿Se puede hacer eso? —Neo tiene sus dudas.
—La ley no lo permite, pero eso no quiere decir que no se haga.
Intento valorar lo que nos está contando. Ir contra la ley. ¿Acaso tenemos otra opción?
—Haremos lo que sea necesario.
Miro a Neo y él también asiente.
—Hay muchos lugares y personas en esta realidad que no conocéis. Clubs clandestinos donde se trafica con los sentimientos de las personas y donde podéis encontrar lo que buscáis. Dadme tiempo.
No resulta nada tranquilizador lo que nos ha dicho. ¿Clubs clandestinos? Me parece que hay muchas cosas de esta realidad que no conocemos.
—De momento eres nuestra única opción —asumo.
Busca a sus amigos con la mirada.
—Os dejo. En cuanto sepa algo te llamo. De todas formas, espero que saques tiempo para explicarme con detalle lo de vuestros viajes.
Le sonrío con franqueza.
—Claro. Te lo has ganado.
Se aleja de nosotros y yo miro a Neo.
—Me voy a casa. No tengo ganas de estar aquí más tiempo. Si quieres, quédate.
—No voy a dejar que te vayas sola.
Recogemos nuestras cosas y salimos antes de que May nos vea y nos lo impida. De camino, le envío un mensaje diciendo que estamos llegando a casa y su contestación son un montón de símbolos que muestran su evidente enfado. Cuando le enseño a Neo la pantalla del móvil no puede evitar reírse.
—¡Vaya temperamento!
—No sé, ¿qué más le da que nos vayamos? Está todo el tiempo pegada a Adrian y poco caso nos hace. No la entiendo.
Paseamos en silencio hasta el apartamento y en cuanto entramos me excuso.
—Estoy agotada. Me voy a dormir.
No espero ni a que conteste y corro a mi habitación. Tengo pánico a que quiera retomar la conversación donde la dejamos esta mañana, aunque sé que no podré huir eternamente.
El problema es que pensar en ello hace que me ponga nerviosa y como consecuencia no consigo conciliar el sueño. Comienzo a dar vueltas y llega un momento en que no soporto estar ni un minuto más en esa cama. Salgo de ella y miro la hora en el móvil. ¿Seguirá Neo despierto? Pienso en un vaso caliente de leche con cacao y decido arriesgarme. Abro la puerta con mucho cuidado y escucho. Todo está en silencio y no hay luz. ¿Se habrá quedado dormido en el sofá? Camino intentando no hacer ruido y ni siquiera busco a Neo con la mirada al pasar. Me centro en mi objetivo que es llegar a la cocina.
Un paso, otro paso y cuando voy a deslizar la puerta corredera, oigo su voz desde el sofá.
—¿No puedes dormir?
Me dan ganas de darme cabezazos contra la puerta. "¿De verdad pensabas que ibas a conseguirlo? ¡Qué ilusa!". Me giro y le miro. Está tumbado con la tablet así que normal que no oyera ningún ruido.
—No. Me he cansado de dar vueltas. Iba a beber algo caliente. —Señalo la puerta.
—¿Te importa que te acompañe?
"¡Qué le puedo decir!"
—No, claro.
Deja la tablet a un lado y me sigue.
Enciendo la luz de la encimera para no deslumbrarme y saco dos tazas del mueble. Neo busca la leche de la nevera y me la acerca. Se inclina para coger de la alacena el bote de cacao y al hacerlo, apoya su mano en mi espalda. Es un gesto de lo más normal, pero no puedo evitar ponerme rígida y derramar un poco de leche. Me apresuro a limpiarlo mientras intento que el rubor de mis mejillas desaparezca. Si él se ha dado cuenta lo disimula.
—Déjame —dice quitándome el brick—. Ya termino yo.
Me siento en la isla obediente y le observo. Veo cómo se le marcan los músculos de la espalda por debajo de la camiseta y lleva los pantalones un poco caídos. Levanto la vista e intento pensar en otra cosa que no sea él, pero no es fácil. Recuerdo la primera vez que fui a su casa cuando él era Owen y yo quería que me contara lo de Kevan. Fue la primera vez que sentí una atracción física por él. En aquel momento, hice caso omiso a esos pensamientos y aquí estoy ahora, mirándole embobada y sin poder evitar sentir lo que siento por él.
Se gira con una taza humeante en cada mano.
—¿Por qué me miras así?
Sacudo la cabeza.
—Por nada. Sólo estaba recordando.
Se sienta frente a mí y nos tomamos el cacao despacio, saboreándolo.
—Umm... Le has añadido... ¿canela? —pregunto sorprendida.
—¿Te gusta? Mi madre siempre me lo preparaba así.
Julia... pienso en ella y en lo preocupada que estará en nuestra realidad sin saber nada de él.
—¿Qué le dijiste a tu madre? ¿Sabe lo del experimento?
Sus ojos se apagan y sé que le afecta hablar de ella.
—Le dije que estaría incomunicado un tiempo por el estudio. Que estuviera tranquila.
No le entiendo.
—Tu madre sólo te tiene a ti y tú no tenías intenciones de regresar. ¿En qué estabas pensando?
—Pensé que al desaparecer yo, ella podría rehacer su vida. Se ha dedicado a cuidarme, dejando de lado la posibilidad de conocer a alguien. Todavía es joven, puede empezar de nuevo.
Creo que está equivocado y se lo tengo que decir.
—Te sientes responsable de la vida que ha tenido tu madre por el hecho de que te criara ella sola, pero se te olvida que eres lo más importante para ella y te echará en falta cada día de su vida. Ahora ya no tiene que ocuparse de ti. Puede conocer a alguien y no por eso tiene que perderte.
Esboza una sonrisa torcida.
—Tienes razón. Además yo también la echo de menos.
Bostezo. Una buena señal.
—Creo que intentaré dormir ahora que el cacao me está haciendo efecto.
—Yo seguiré estudiando un poco más —dice resignado.
—¿Estudiando?
No lo entiendo. ¿Estudiando qué?
—¿Quieres verlo?
Asiento. La curiosidad ha hecho que me espabile de golpe. Vamos a la sala y me siento a su lado en el sofá. Me acerca la tablet y pulsa la pantalla. En ella aparecen los planos de construcción de lo que parece un robot, con cientos de apuntes e indicaciones.
—Increíble, ¿no?
—La verdad es que sí. Pero, ¿por qué sigues estudiando si vamos a volver?
Coge la tablet y desliza el dedo por la pantalla. Una tras otra puedo ver la imagen de distintos robots.
—Son nano robots. Los que hay en nuestra realidad son modelos mucho más simples que estos, así que estoy intentando memorizar cómo construirlos y utilizarlos.
Eso sería un gran avance. No deja de sorprenderme lo listo que es.
—Vaya. Como siempre has pensado en todo. Con eso serás el primero de la clase.
—Algo bueno tenía que sacar de todo esto.
Le quito la tablet de las manos.
—Cuéntame más.
Me despierto en la cama y no sé cómo he llegado a ella. Recuerdo que nos pasamos un buen rato hablando de robótica y al final me debí quedar dormida. Giro la cabeza hacia su lado y me sobresalto al ver que está despierto y me mira con interés.
—¿Te divierte mirarme? —le pregunto frotándome los ojos.
—Um. La verdad es que me gusta verte dormir. Se te ve tan tranquila, ¡tan pacífica!
Con ese comentario me espabilo del todo.
—¿Qué quieres decir con eso? —protesto.
—¿Ves? A esto me refería.
Se ríe y yo le doy un manotazo en el pecho.
—Siento ser tan temperamental —respondo en tono trágico.
—No reniegues nunca de cómo eres. Eso es lo que te hace diferente.
Su tono ha resultado más serio de lo habitual y me pone tan nerviosa la forma en la que me está mirando que intento cambiar de tema.
—¿Qué vas a hacer hoy?
Se levanta de la cama y se asoma a la ventana.
—La verdad es que voy a comer a casa de mis padres. —Se gira y me mira—. Me gustaría que vinieras.
No esperaba una invitación así.
—Yo, bueno, no sé...
—La semana pasada ya preguntaron por Ari y si esta semana no te llevo, van a sospechar.
Se me cae el alma a los pies. Por un momento había pensado que quería pasar el día conmigo.
—Sí, claro. Lo entiendo.
Creo que él nota mi tono de decepción.
—Venga, será divertido. Además, no creo que tengas nada mejor que hacer.
En ese momento me acuerdo de David.
—Aunque debería quedar con David para contarle lo de Jamie.
Se sienta en el borde de la cama.
—No creo que pase nada porque hables con él mañana, ¿no?
—¡Vale! —Pongo los ojos en blanco—. La verdad es que con lo enfadado que está, no me apetece mucho verle.
—Voy a preparar el desayuno.
Parece animado aunque yo no estoy muy convencida de que esto sea una buena idea. Le envío un mensaje a David diciéndole que hoy estaré ocupada pero que mañana en la facultad podremos hablar. Inmediatamente recibo un escueto "OK" como respuesta. "No hay duda de que sigue mosqueado".
Dos horas más tarde Neo y yo estamos en un autobús que nos llevará a la zona residencial que está a unos 20 kilómetros del centro.
Miro mi ropa y no sé si he acertado. Me he puesto unos vaqueros ajustados, una blusa de raso gris, botas y plumífero negro. Neo no se ha quejado y no seré yo la que diga nada. También le miro a él, con su parca y su camisa azul, que no podrían ser más diferentes de la ropa con la que viste en nuestra realidad. ¿Se encontrará cómodo así? Quizás la influencia del Neo de aquí sea lo que lo haga soportable.
—¿No será un problema el que no recuerde nada?
Neo me mira tranquilo.
—Mis padres te conocen desde hace mucho, así que no te harán preguntas. Ya lo saben todo de ti. Además si hay problemas te echaré un cable.
Me guiña un ojo pero eso no hace que me sienta más tranquila.
—Dime una cosa, ¿cuánto tiempo llevan saliendo la Ari y el Neo de aquí?
Neo mira por la ventana antes de responder.
—Dos años.
—¿Tanto?
Suena algo serio.
—¿Te sorprende? Son amigos desde que empezaron el instituto, así que fue fácil que acabaran siendo algo más.
Intento imaginármelo y maldigo de nuevo el hecho de no haber recuperado la memoria.
—¿Y mis padres? ¿No debería visitarles?
—Antes vivíais en este mismo barrio, pero ahora se han mudado a otra ciudad por trabajo. La empresa en la que son directivos, ha cambiado su ubicación. No les sueles ver más de una vez al mes.
Lo que significa que su trabajo es una prioridad. Entonces, ya tienen algo en común con mis verdaderos padres.
Miro por la ventanilla las casitas de distintos tamaños, con sus jardines y sus familias perfectas.
—¿Alguna pregunta más? Estamos llegando.
Niego con la cabeza mientras intento pensar en lo que puede pasar. "Venga, Ari. No puede ser tan horrible. Intenta disfrutar".
Bajamos en la siguiente parada y Neo echa a andar. Hasta que no ha dado varios pasos no se da cuenta de que yo sigo clavada en el mismo lugar. Se acerca de nuevo a mí y coloca sus manos sobre mis hombros.
—Tranquila, ¿vale? Ya verás cómo te resulta más fácil de lo que piensas.
Sin esperar a que reaccione me coge de la mano entrelazando sus dedos con los míos y tira de mí. Consigo ponerme a su altura justo cuando frena frente a una casa y saluda con la mano. Miro hacia donde ha dirigido el saludo y veo a Julia en el porche de la casa poniendo la mesa. Aunque no tengo recuerdos, siento cierta familiaridad al fijarme en la casa. Sé que he estado antes en ella.
Neo tira de nuevo de mí y nos acercamos hasta ella.
—Hola hijo. —Me mira y sonríe—. Ari, que bien que te hayas animado a venir. Te echamos de menos la semana pasada.
—Hola Julia.
Le devuelvo la sonrisa y la observo. Su comportamiento es bastante parecido a la Julia que yo conozco, y las pocas diferencias que encuentro, son todas físicas. Está más en forma, lleva un corte de pelo moderno, la ropa es de diseño y por supuesto va maquillada. "Menos mal que yo también me he arreglado, si no hubiera llamado la atención".
Kevan hace que salga de mis pensamientos al asomar por la puerta. También él tiene una imagen mucho más cuidada.
—Hola chicos, que bien que ya habéis llegado. Neo, ¿puedes venir a echarme una mano? Algo se ha desconfigurado de la televisión. Es todo un misterio.
—Ya, todo un misterio, seguro.
Neo me mira pidiéndome perdón silenciosamente y se va tras su padre, dejándome sola con Julia.
—¿Te ayudo? —me ofrezco.
—Gracias cielo. Ve colocando las servilletas.
Obedezco, aunque hubiera deseado que me pidiera algo más sencillo. Lo de las servilletas es un engorro. Mientras hago lo que puedo con ellas, rezo para que no me haga ninguna pregunta.
—Hemos pensado en comer fuera aunque haga un poco de frío. Es una pena desperdiciar un día así encerrados en casa.
Estoy totalmente de acuerdo.
—Tienes razón.
Me observa con expresión inquisidora y eso me hace pensar que me ha descubierto.
—Me alegra que hayas venido hoy. Cuando la semana pasada Neo vino solo, imaginé que teníais algún problema.
"Vaya, va a ser que lo de rezar no se me da muy bien".
—No me encontraba bien. Eso es todo —intento restarle importancia.
—De acuerdo. Mejor así.
Me sonríe de nuevo, pero hay algo en su sonrisa que no me resulta creíble. ¿Le caeré mal? Quién sabe.
Durante la comida, me persigue esa sensación, hasta que por fin me doy cuenta de lo que pasa. No les caigo ni bien, ni mal. Simplemente no les importo. Ahora que me he dado cuenta lo entiendo. La falta de empatía hace que no creen lazos afectivos más allá de los imprescindibles y yo, aunque esté con Neo, de momento no formo parte de la familia. Aun así, intentan que me sienta cómoda, aunque solo sea porque las normas sociales así lo marcan.
Neo en cambio, se comporta de lo más natural. Le miro mientras habla con ellos de temas banales y no si es porque él recuerda su vida aquí o porque ya se ha acostumbrado.
Yo me dedico a sonreír y no meterme en líos, pero me resulta difícil mantener la compostura ya que cada vez que Neo me rodea con el brazo o me coge la mano no puedo evitar dar un brinco. No estoy acostumbrada a que esté cariñoso conmigo y pienso en lo mucho que me gustaría que lo hiciera porque siente algo por mí y no porque tenemos que interpretar un papel.
Una vez terminada la comida, sus padres recogen la mesa mientras Julia insiste en que Neo y yo demos un paseo.
—Aprovechad mientras todavía calienta el sol.
No me niego, porque agradezco poder dejar de hacer el paripé durante un rato. Neo me coge de nuevo de la mano y me lleva por un camino lateral que da a la parte de atrás de la casa.
—Ven, quiero enseñarte una cosa.
Pasa el jardín de la casa de largo y continúa andando. Aunque ya no nos ven, no me suelta la mano. "No seré yo la que me queje". Seguramente cuando volvamos a nuestra realidad se me hará más duro no tenerle cerca, pero cada vez me cuesta más guardar las distancias si veo algún acercamiento por su parte.
La casa de Neo está en la última línea de la urbanización así que cuando llevamos unos minutos andando, los árboles se multiplican y me pregunto a dónde me quiere llevar. Oigo un murmullo de agua y no tardamos en encontrar un pequeño riachuelo. Me ayuda a cruzar al otro lado, saltando sobre las piedras y después andamos corriente arriba.
Frente a mí, en la orilla veo una pequeña y destartalada caseta. Neo me sonríe y yo le suelto para acercarme a ella y mirar dentro con curiosidad.
—¿Tu refugio? —le pregunto.
Neo asiente y yo me cuelo en el interior. Es pequeña y está llena de cachivaches. Miro alrededor y no me cuesta nada imaginarme a Neo de crío, pasando todo el día en ella, arreglando cosas.
Neo se asoma por la cochambrosa ventana.
—¿Te gusta?
—Tiene su encanto —respondo cogiendo un viejo cómic que ojeo interesada.
Salgo de nuevo al exterior y me siento a su lado sobre un tronco de árbol.
—Verás, Neo pasaba la mayor parte de su tiempo aquí.
Entiendo que hable en tercera persona, sabe que en el fondo esta historia no le pertenece.
—¿Solo?
—Los primeros años sí. Después empezó a acompañarle Jan, su vecino. Les encantaba construir cosas. Un día, cuando tenían nueve años, Ari apareció aquí con una amiga. Se habían despistado en el bosque y no sabían volver. Compartieron unos caramelos, hablaron y jugaron a "Prueba o castigo". En una de las pruebas, Ari tuvo que besarle, aunque en realidad no pareció que le importara mucho hacerlo. Neo intentó disimular, ya que era la primera vez que besaba a una chica y desde ese momento ya no tuvo ojos más que para ella.
Le miro boquiabierta.
—Es una historia bonita.
Neo sacude la cabeza.
—Sí, claro. Si no fuese porque desde ese día hasta que coincidieron de nuevo en el instituto, Ari se comportó como si no le conociera.
—Oh, vaya —aunque haya sido la otra Ari, no puedo evitar sentirme mal.
—No es culpa tuya. Además, él no se dio por vencido, insistió hasta que se hicieron buenos amigos y con el tiempo acabaron juntos. Nunca hablaron de ese día ni de ese primer beso y Neo se pregunta si ella se acuerda o no, de que él era aquel chico.
No lo entiendo.
—¿No la ha traído nunca aquí?
—No. Creo que en el fondo tiene miedo de que para ella ese momento no fuera tan importante como lo fue para él.
Tiene sentido.
—Es triste...
—¿Tú crees?
—Sí, quiero decir... si tiene esa duda es porque piensa que él la quiere a ella más y no debería ser así.
Neo se ríe irónico.
—Ari, siempre quiere más uno que otro. El amor puede ser recíproco, pero no igual. Cada uno quiere a su manera.
Le miro sorprendida. No hubiera esperado un razonamiento tan profundo sobre el amor por su parte.
—Consigues ponerme nervioso cuando me miras así.
Aparto la mirada precipitadamente. A veces me gustaría que mis emociones no fueran tan evidentes. Observo el agua transparente y me fijo en esos pequeños insectos que saltan sobre la superficie. "¿Cómo se llaman? No soy capaz de recordarlo". Pienso en nuestra realidad. ¿Cómo puede haber tantas similitudes y que en cambio otras cosas sean tan diferentes? Aunque me doy cuenta de que son las personas las que más cambian. Las plantas, los animales... en ellos no hay variaciones.
—¿Crees que encontraremos la forma de regresar? —pregunto pensativa.
—No tengo ninguna duda, lo que no sé es cuanto tardaremos en dar con la forma. —Mira hacia el cielo—. Empieza a haber poca luz. Deberíamos volver.
Me pongo de pie a regañadientes y le sigo. De nuevo me ayuda a cruzar y una vez en el otro lado del riachuelo ya no me suelta la mano. "Otra vez a interpretar nuestro papel". Pienso con tristeza.
Pasamos un rato más con sus padres antes de subir de nuevo al autobús y en el trayecto de vuelta apenas hablamos. De pronto me encuentro agotada y aprovecho que Neo no puede huir de mí para apoyar mi cabeza contra su hombro y descansar. Al final no ha sido un día tan horrible como yo pensaba e incluso me siento un poquito más cerca de él.
Bueno, bueno... la historia se complica. Ahora resulta que puede que la única solución sea quitar el chip y para encontrar a quien haga ese tipo de operaciones, se tendrán que sumergir en un mundo que desconocen. ¿Qué será lo que les espera? ¿Saldrá todo bien?
Por otro lado, Ari continúa en el mismo tira y afloja con Neo, el no ser del todo sincera con él respecto a lo que siente, le está pasando factura. Me encanta cuando Neo le dice: "Ari, siempre quiere más uno que otro. El amor puede ser recíproco, pero no igual. Cada uno quiere a su manera".
¿Qué os ha parecido el capítulo? Espero que os haya gustado. Si es así, espero vuestros votos y comentarios. De verdad que me encantaría saber lo que pensáis del desarrollo de la historia. Hay cosas que cuando repase, tanto en el primer libro como en el segundo, las cambiaré un poquito, pero no os preocupéis, en esencia seguirá siendo igual.
El próximo capítulo me gusta mucho, pues Jamie invitará a Ari a participar en algo que no imagináis.
Mil gracias por leerme. Besitosss
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top