Capítulo 6
Consigo pasar el día siguiente sin meterme en problemas y teniendo en cuenta que sigo perdida, me parece un triunfo. Neo y May tienen un montón de cosas que hacer, así que me paso gran parte de la tarde sola.
Como no se me ocurre qué hacer y viendo que mi memoria es peor que la de un pez, decido ocupar el tiempo investigando un poco.
Busco en la red noticias relacionadas con el chip empático y no tardo en encontrar el origen del mismo. Tras leer varios artículos, comienzo a entender la dimensión del problema.
Las personas se estaban volviendo individualistas, centrándose en ellas mismas, buscando sólo su bienestar sin preocuparse por los demás. El culto al propio "yo", se extendió rápidamente con las consabidas consecuencias: la pérdida de empatía.
De primeras, puede parecer que no es algo grave, pero a mi entender, la falta de empatía hace imposible la relación de las personas en el entorno común: familia, trabajo, amistad... todo se ve afectado.
Además las agresiones y asesinatos se multiplicaron. Ese dato me hace recordar un reportaje que leí no hace mucho y que hablaba de que uno de los rasgos que comparten los asesinos en serie es la falta de empatía. Ahora entiendo lo que me contó Neo sobre el endurecimiento de las penas. Había que tomar decisiones drásticas para frenar la violencia.
La llegada del chip empático fue la solución que la sociedad necesitaba. Nadie se opuso a su utilización ya que la gente era consciente de lo que estaba ocurriendo, pero no eran capaces de ponerle solución por sí mismos.
"Realmente perdieron su capacidad de empatizar entre ellos y no encontraron la forma de desarrollar de nuevo esa capacidad de manera natural".
Lo que me preocupa a priori es que si se han acostumbrado a la utilización del chip, nunca volverán a ser empáticos por sí mismos y si las nuevas generaciones lo utilizan desde pequeños, esa reacción será totalmente artificial.
Igual que cuando estuve en la otra realidad, mi primer pensamiento es para mi vida. ¿Será este el futuro que nos espera a nosotros? ¿O seremos lo suficientemente avispados para fomentar la empatía y que esta no se pierda? Pienso en la imagen que nos venden las revistas y la televisión y en cómo inconscientemente todos la queremos imitar. Qué gran error. El culto al cuerpo. Cuanta gente lo lleva más allá del simple hecho de cuidarse y lo convierten en una obsesión. Cuantas personas no comen para vestir una talla minúscula o gastan un dineral en tratamientos antiedad, ropa, coches...
De todas formas creo que aunque un sector de nuestra población se comporte así, cada vez más estudios hablan de la importancia de la empatía y las relaciones sociales y es algo que intentan inculcar a los niños durante su educación.
Me levanto y me miro en el espejo. La imagen de Ari que se refleja en él me confirma que ella es un claro ejemplo de lo que siempre he querido evitar ser.
Por primera vez en todo el día, coincido con Neo y May, así que preparamos algo rápido y cenamos juntos. Mientras lo hacemos, May nos mira y no sé por qué pero creo que nos va a pedir algo.
—Chicos, ya sé que mañana habíamos quedado en vernos en The Town para la fiesta, pero Adrian quiere quedar antes y cenar algo. Le he dicho que vosotros también vendríais.
"Genial".
Neo me mira un instante pero no duda al responder.
—Sí, claro. No hay problema.
May nos sonríe.
—Gracias, de verdad. Ya sabéis cómo andan las cosas con él, así que os agradezco un montón que me echéis un cable.
Le sonrío con cierto esfuerzo.
—Tranquila, intentaremos ayudar.
Neo recoge los platos y mientras los guarda en el lavaplatos, May se acerca y me habla en voz baja.
—La verdad es que quiero que vea cómo se comporta él contigo, a ver si aprende algo.
—¿Aprender?
—Sí. Neo es muy atento y cariñoso contigo. No sabes la suerte que tienes. ¿Recuerdas? Me dijiste que con él no te hacía falta usar el chip, que te entendía sin necesidad de utilizarlo.
Neo continúa con la tarea ajeno a todo y no puedo evitar observarle. Una persona empática en un mundo que no lo es. No sé cómo ha conseguido pasar desapercibido.
—Sí, tengo mucha suerte.
Al día siguiente aunque me despierto temprano, Neo no está. Encuentro una escueta nota en la mesilla anunciando que ha ido al el gimnasio y me resulta divertido que haya utilizado papel y boli. Un detalle como ese delata que no pertenece a esta realidad. Es más, ¿de dónde los habrá sacado? Es la primera hoja que veo, aparte de los libros, claro.
May tampoco está así que desayuno sola mientras pienso en cómo ocupar el día. De pronto recuerdo la cena de esta noche y la fiesta de después y decido echar un vistazo al armario de Ari, bueno, mi armario.
Saco un vestido tras otro, pero todos me parecen un tanto exagerados. Brillos por doquier y tela más bien poca. Me pongo uno delante y me miro en el espejo.
"Parezco una... y no sé qué es peor, si mi pelo o el vestido".
No puedo salir así vestida, de eso no hay duda. Cojo el móvil y busco en el menú el icono "Pagos". Por suerte, parece que tengo dinero de sobra, aunque para pagar, primero he de recordar la contraseña.
"Venga Ari, piensa como la chica que eres aquí". Durante un segundo, unos números cruzan mi mente. "No puede ser. ¿Mi cumpleaños?". Pruebo en el móvil y el pin es correcto. "Esto me confirma que aquí no soy muy lista".
Me pongo ropa cómoda y salgo de casa dispuesta a hacer lo que menos me gusta: ir de compras. Busco una ruta para llegar al centro comercial más cercano y por suerte está a unas pocas calles. Es lo bueno de vivir en el centro, todo está a mano.
Hace frío pero el sol brilla, lo que consigue que mi humor mejore bastante. Aun así, me preocupa salir esta noche sin poder recordar nada, ya que será fácil que meta la pata. Además May cuenta con nosotros, pero está claro que Neo y yo no vamos a dar la imagen de pareja perfecta que ella espera.
"Va a ser un desastre".
No tardo en estar en el centro comercial rodeada de tiendas y busco entre ellas un vestido con el que no me sienta disfrazada. Recuerdo lo bien que eligió May los vestidos en la urbe y quizás tenía que haberle pedido ayuda. Ella siempre ha tenido mejor gusto que yo, sea la dimensión que sea.
Dos tiendas más tarde, por fin creo haber encontrado el vestido perfecto, aunque después de haberme probado tantos, puede que la elección haya sido fruto de la desesperación. También encuentro unos zapatos que me gustan, así que un par de horas después, estoy más que satisfecha de mis nuevas adquisiciones.
Paso por delante de una tienda de productos de peluquería y me llama la atención el anuncio que aparece en las pantallas de televisión. "Cambia de color con un solo lavado. En tres minutos, color perfecto". La chica de la imagen, se enjabona el cabello y este pasa de castaño a rubio en un momento. No puedo evitar sonreír.
Pocos minutos después, salgo de la tienda con un champú que me hará recuperar mi cabello castaño de siempre. O eso espero.
Camino tranquilamente de vuelta a casa, mirando los escaparates, disfrutando de un rato de soledad. "Hay que saber vivir con uno mismo".
A la vuelta de la esquina, descubro un local de comida rápida, algo que pensaba que ya no existía dada la obsesión que tienen todos por cuidar su imagen. Me rugen las tripas sólo de pensar en una hamburguesa y no dudo en entrar a comer allí. Me pido un menú completo tamaño grande y el chico que me atiende me mira sorprendido. El local está vacío y me parece que yo no doy el perfil de consumidor habitual.
Me siento a comer en la terraza y justo cuando voy a dar el primer bocado, noto vibrar mi muñeca. Es Neo.
—¿Estás bien?
Su tono de preocupación me recuerda a otras circunstancias, a otros tiempos, cuando no podía evitar estar pendiente de mí.
—Sí, estaba comprando un par de cosas y ahora iba a comerme una hamburguesa gigantesca.
—La próxima vez, avisa.
Su tono hosco me resulta gracioso. Parece que le encanta estar enfadado.
—Diría que te estás preocupando por mí. Un poco raro, teniendo en cuenta que no te importo.
—Te olvidas de que estás ocupando el cuerpo de la Ari de aquí.
Esas palabras me golpean en el estómago como un puñetazo.
—Ya, claro. No te preocupes, ¡las dos estamos bien!
Le cuelgo furiosa y respiro hondo varias veces para intentar tranquilizarme. Miro la hamburguesa. No voy a desperdiciarla por mucho que la rabia me pueda en estos momentos. Doy un enérgico bocado y después otro, y otro más. Está buenísima y estoy disfrutando de cada bocado.
—Sabes que esta comida no es nada saludable para ti, ¿no?
Trago con esfuerzo y me armo de valor antes de levantar la vista ya que sé a quién corresponde esa voz. Miro a David a los ojos y respondo a su sonrisa.
—Sí, pero está deliciosa.
—No sé si te acuerdas de mí...
Le interrumpo.
—David, ¿no?
Vuelve a sonreír y tiene la misma sonrisa fabulosa que conozco.
—Sí. Se me hace raro verte sola. Siempre estás rodeada de gente.
—También es bueno estar sola de vez en cuando.
David da un paso hacia atrás.
—Claro, no quería molestarte.
Creo que me ha entendido mal.
—No, espera. No lo decía por ti. Para nada. Además ya he cumplido mi cupo de soledad por hoy.
—Me alegro, ¿puedo acompañarte?
Durante un instante no sé qué contestar.
—Sí, claro. Pide algo. Te espero.
Mientras entra al local le miro a través del cristal. No sé si es buena idea que trate con él, aunque ¿qué es lo peor que puede pasar?
Se sienta frente a mí y da un bocado a su hamburguesa.
—Tienes razón, está muy buena.
No puedo evitar reírme.
—Después de la advertencia no esperaba verte comer una.
Pone los ojos en blanco.
—Tanta comida sana... —Coge una patata—. ¿A quién no le apetece una hamburguesa de vez en cuando?
Eso es cierto.
—Así se aprecian más.
—¿Vais a ir Neo y tú a The Town hoy?
Asiento.
—Sí, iremos con May y su novio.
Se queda pensando.
—Adrian, ¿no?
—El mismo, ¿tú vas a ir?
—Por supuesto. Iré con unos amigos de la facultad.
Aprovecho que nombra la universidad para preguntar.
—Estudias medicina, ¿no?
David entrecierra los ojos.
—Vaya, veo que estás muy bien informada.
Intento disimular.
—Es que tengo curiosidad. No entiendo cómo alguien puede querer ser médico.
—¿Y por qué no?
A ver cómo se lo explico sin que resulte sospechoso.
—No sé, con el chip es más fácil hacer el diagnóstico pero para ello tienes que pasar por sufrir el dolor o malestar del paciente.
Me mira fijamente.
—Siempre he querido ser médico, es algo sobre lo que no tengo dudas. Tengo asumido lo que implica.
Sé de lo que habla. Siempre he querido estudiar filosofía y aunque tuve un momento de duda me di cuenta de que no podría ser otra cosa.
—Te entiendo.
—¿A sí? ¿Tú siempre has querido ser economista?
Me río.
—Algo así. Veo que tú también estás bien informado.
Aparta la vista como si le hubiera pillado.
—Esto es más pequeño de lo que parece. Al final nos conocemos todos.
Terminamos de comer y cuando nos vamos de la terraza me pregunta:
—¿Tienes prisa? Conozco un café aquí cerca.
Pienso en Neo, que me estará esperando, pero teniendo en cuenta sus palabras, me apetece hacerle esperar. Además no estoy haciendo nada malo, David sabe que tengo novio y sólo estamos charlando.
—Un café estará bien.
Pasamos toda la tarde juntos y no me despido de él hasta que veo que se me está haciendo tarde. Cuando tomo el camino hacia el apartamento pienso en porqué lo he hecho. ¿Por fastidiar a Neo? Porque ¿echo de menos a David? Creo que ambas cosas. De todas formas no lo entiendo, él parecía igual de empático que en mi realidad, no he sido capaz de ver ningún rasgo ególatra en él. Quizás sea empático y no lo sabe.
Entro en el piso y Neo ya se ha cambiado para salir.
—¿Se puede saber dónde te has metido?
—No.
Oigo a May desde su habitación.
—Ari, date prisa. Sólo tienes media hora.
No espero a que Neo añada nada más y corro al baño para darme una ducha. Utilizo el champú colorante y cuando veo el resultado no me lo puedo creer. Ha funcionado y ahora parezco yo. Me seco el pelo dejando que se ondule y me maquillo lo justo para tener buena cara. Cruzo a mi habitación a toda velocidad y me visto sin pensármelo mucho. El vestido es negro y se abrocha al cuello dejando la espalda al descubierto. La tela resbala por mi cuerpo ciñéndose lo justo a él, resaltando mis curvas pero sin resultar vulgar.
Me pongo los zapatos y observo el resultado en el espejo. Apruebo mi nueva imagen, aunque al ver mi espalda al descubierto creo que quizás me haya pasado un poco.
Justo en ese momento Neo entra sin llamar y al verme se para en seco. Sus ojos me recorren de arriba a abajo y otra vez arriba. Su expresión me confirma que he acertado con mi elección. Incluso tiene que carraspear para conseguir hablar.
—¿Nuevo?
Está claro que va a ser difícil que me haga un cumplido.
—Sí.
—Tu pelo, también está diferente. Pareces tú.
Que agudo. Eso era lo que pretendía.
—Es que soy yo.
Me pongo un abrigo granate que encuentro en el armario y no me olvido del móvil.
Aunque el restaurante está a pocas manzanas, cogemos un taxi ya que por mi culpa vamos justos de tiempo. Al llegar, Adrian está esperándonos en la puerta y tal y como me imaginaba es el mismo chico que conozco pero aquí parece una persona diferente. Lleva el pelo peinado hacia atrás cubierto con una ingente cantidad de gomina para domar sus rizos. Su ropa es totalmente opuesta a la que suele llevar en mi realidad. De unos vaqueros, camiseta y zapatillas destrozadas, a un traje de diseño con camisa de cuello mao.
Aunque lo peor es oírle hablar.
—Llegáis tarde. —Consulta el móvil—. Espero que no hayan dado nuestra mesa a otros.
Suena pedante y ni se ha dignado a saludarnos.
"Uf, una frase y ya me cae fatal".
Entramos y por suerte, tenemos la mesa libre. Tomamos asiento y mientras miro la carta decido darle una oportunidad. Todo sea por May.
—Este restaurante parece genial.
De la carta no puedo decir lo mismo. Está llena de ensaladas.
—Sí, ¿verdad? Adrian conoce al dueño, por eso tenemos mesa. Este local tiene lista de espera de más de un mes.
May apoya su mano sobre la de él pero este la retira bruscamente. Me muerdo la lengua para no soltarle una insensatez.
Pido lo primero que se me ocurre y espero mi oportunidad para atacarle. Si cree que voy a dejar que trate mal a mi amiga es que no me conoce.
—¿Sabes? Tienes mucha suerte de tener a May como novia. No creo que puedas aspirar a alguien mejor.
May me sonríe agradecida y Neo me mira interrogante. Lo que no me espero es la respuesta de Adrian.
—Sí, bueno, yo iba a decir que más bien era al revés. Por ejemplo, si no fuera por mí, ella nunca podría venir a un restaurante como este.
¡Será engreído! No puedo evitar saltar.
—¿Te crees mejor que ella? Porque si es así...
Quiero continuar hablando, decirle todo lo que pienso de él, pero Neo pone su mano sobre la mía y su contacto hace que me calle.
—No hagas caso a Ari. Quiere mucho a May y para ella nadie es suficiente, ¿verdad?
Me aprieta la mano para que le siga la corriente.
—Sí, eso es. Yo solo quiero que sea feliz. —Mi voz se convierte en un susurro.
Cuando llega la comida, Neo me suelta y a mí es cómo si me faltara algo.
Intento ser cordial durante el resto de la cena, lo que implica que me mantenga la mayor parte del tiempo en silencio. Por suerte Neo y May son buenos amigos y capaces de llevar ellos solos todo el peso de la conversación.
Adrian se pasa la mayor parte del tiempo mirándome con los ojos entrecerrados y sé que me odia igual que yo a él.
Un buen rato después salimos de allí y como The Town está cerca decidimos ir andando. Neo me tira del brazo y nos quedamos unos pasos por detrás. Antes de que hable, ya sé que me va a echar un buen rapapolvo.
—¿Se puede saber a qué venía lo de antes?
Le miro enfadada.
—Es un idiota. May no debería perder el tiempo con alguien así.
—Eso ya lo sé, pero tienes que entender que hay veces en las que hay que dejar que los demás cometan errores. De eso también se aprende.
No sé por qué me parece que no está hablando sólo de May.
—¿Yo he sido un error para ti?
Me mira con el ceño fruncido. Parece que me está analizando.
—Yo no he dicho eso.
De buenas a primeras, nos vemos rodeados de gente lo que me confirma que hemos llegado al local. Nos acercamos a la entrada, no sin esfuerzo y "gracias" a Adrian nos cuelan. Está claro que tiene contactos en todas partes.
Dejamos los abrigos y nos adentramos en el abarrotado local. Toda la decoración es acero y cristal y según avanzamos me parece estar en una nave espacial. Los camareros llevan unos ridículos monos plateados y la gente bebe combinados de colores fluorescentes. Algunas copas humean y otras parecen soltar chispas. "Pero, ¿qué toma esta gente?". No tardo en comprobarlo. Sin pedirlo, de buenas a primeras, me encuentro con una copa rebosante de líquido rojo en la mano.
Recuerdo lo "bien" que me fue la última vez que bebí de más, así que esta vez decido dar un pequeño sorbo.
—Te recomiendo que tengas cuidado. Tiene mucho alcohol mezclado con bebidas estimulantes. Una mezcla peligrosa —me avisa Neo.
Nos sentamos cerca de la pista, al parecer en la zona VIP, otro de los privilegios de ir con Adrian. Los tres pasan gran parte del tiempo saludando a gente que conocen y como yo sigo sin recordar, me limito a sonreír y dar sorbos a mi copa.
Alguien se dirige a mí y cuando veo que es David no sé dónde meterme. Demasiado tarde para huir. Saluda a May y se sienta frente a mí.
—Casi no te reconozco con el cambio de pelo. Estás muy guapa.
—Gracias. —Intento sonreír pero me da miedo mirar a Neo. Aun así es inevitable—. Conoces a Neo, ¿verdad?
Ambos se estrechan la mano, aunque la cara de Neo es de pocos amigos.
—Oye, me ha gustado coincidir contigo hoy. Quizás otro día podamos repetir el café. O la hamburguesa.
"Vaya, tenía que decirlo".
—Sí, claro. Estará bien.
Me toca el brazo y sin querer me pongo rígida.
—Genial, me voy. Me alegro de haberte visto.
Hace un gesto de despedida al resto y se aleja.
Respiro hondo y me niego a mirar a Neo. No quiero ver su gesto de desaprobación.
—¿Me lo cuentas? —Su voz suena seca.
Le miro con reparo.
—No hay nada que contar. Estaba comiendo y ha aparecido. Hemos estado charlando un rato. Nada más.
Se ríe sarcástico.
—¿Nada más? ¿Y por qué no me lo has dicho?
Resoplo.
—No he tenido tiempo. Además no ha sido importante.
—Si le echas de menos, no sé por qué no vuelves para estar con él.
Qué cabezota es.
—No pienso volver. No sin ti.
Le miro a los ojos mientras lo digo, a ver si consigo que me crea. Parece dudar y finalmente niega con la cabeza.
May se pone de pie y tira de Adrian.
—¡Venga! Todos a bailar.
Intento excusarme. Siempre que bailo con Neo la situación se complica.
—Yo no...
—No digas tonterías. —Nos coge de las manos y tira de nosotros—. Venga.
Me dejo arrastrar al centro de la pista y hay tanta gente bailando que no tenemos más remedio que apretujarnos. Neo no parece incómodo con la situación pero yo intento mantener las distancias. Al final me dejo llevar y cada vez estoy más cerca de él. Irremediablemente. La música es hipnótica y parece que todos en la pista nos movemos al mismo ritmo. Como una marea suave y ondulante. Sin saber cómo, me encuentro entre los brazos de Neo, con mis manos sobre su pecho y mientras nos movemos con la música me acaricia la espalda. Definitivamente elegí el vestido perfecto. Su tacto hace que me recorra un escalofrío, pero no quiero que deje de hacerlo, no quiero que se separe de mí.
No me atrevo a mirarle a los ojos, mantengo la mirada clavada en su pecho e intento alargar ese momento todo lo que puedo. Pero de pronto noto cómo me aprieta contra él y levanto la vista sin querer. Al encontrarme con sus ojos no sé qué ocurre, sólo que su expresión se vuelve arisca, aprieta los labios y me separa de él. No resulta brusco, pero me ha quedado claro. No entiendo qué ha pasado, qué ha pensado, aunque decido volver a mi sitio a sentarme. Se acabó de bailes por hoy. Me siento fatal por su rechazo y desearía poder desaparecer.
Cuando creo que la situación ya no puede empeorar, me fijo en un grupo que está cerca de nuestra mesa. Uno de los chicos me resulta familiar, aunque está casi de espaldas y no le puedo ver bien. Neo me coge del brazo.
—Ari, lo siento. No quería ser brusco, pero tienes que entender...
El chico se gira y yo dejo de oír a Neo, porque ya no puedo pensar en nada salvo en que estoy viendo a Set. Pestañeo varias veces, pero no tengo ninguna duda. Es él. Una terrible presión me llena el pecho y me cuesta respirar. Me falta el aire, me estoy ahogando. Salgo a trompicones del local y tengo que alejarme varios pasos antes de encontrar algo de tranquilidad. Estoy mareada y necesito apoyarme para no caer. Intento acercarme a una farola pero antes de llegar a ella, alguien me sostiene.
—¿Estás bien?
Neo me coloca el abrigo sobre los hombros y me obliga a mirarle. No puedo evitar llorar.
—Neo, era Set.
—Sí, lo sé, tenía que habértelo dicho.
Le miro estupefacta. Le aparto bruscamente pero él me sujeta de nuevo.
—¿Le habías visto antes? ¿Sabías que podía encontrarme con él y no me dijiste nada? Después de lo que pasó... ¿Cómo has podido?
—Lo siento, Ari. No pensé en ello.
Parece arrepentido de verdad. Consigo serenarme un poco.
—No me puedo creer que le haya tenido delante de mis ojos.
—Es conocido de May. Curioso, ¿no?
Curioso no. Cada vez está más clara la teoría de Walsh. Estamos atados a las mismas personas irremediablemente.
—Vuelve dentro. Yo me voy a casa.
Echo a andar. No quiero pensar en Set. No quiero pensar en nada.
Neo me alcanza.
—No voy a dejar que vuelvas sola.
Caminamos en silencio hasta el apartamento y el frío de la noche me ayuda a despejarme. Al llegar, decido acostarme, pensando que quizás dormir me ayude a librarme del malestar que tengo encima. Cuando empiezo a quedarme dormida, Neo aún continúa levantado y aunque necesito de su abrazo, sé que no puedo pedírselo.
Me despierto gritando y al darme cuenta me tapo la boca para ahogar mi propio sonido. De poco me sirve pues Neo aparece en la habitación y se acerca preocupado.
—¿Una pesadilla?
Le miro sin poder articular palabra intentando recobrar la respiración.
Se sienta en el borde de la cama y me abraza. Inspiro apoyada sobre su pecho mientras pienso en lo que me ha sobresaltado.
—Lo siento. No he podido evitarlo —digo separándome de él.
—¿Por qué no me lo cuentas?
—Soñaba con Set. Estábamos en un parque, charlando. Nos reíamos de algo que me había contado. De repente una mancha roja comenzaba a extenderse por su pecho y caía al suelo. Muerto.
Me tiembla la voz. Neo me mira en la penumbra de la habitación pensativo.
—¿Te sucede a menudo?
—¿Esto? —Lo pienso—. Mínimo una vez a la semana. Eso las semanas buenas, claro. Hay veces que sueño con Set, otras con Cesar. Por suerte no suelo gritar, aunque alguna vez he asustado a May, como a ti ahora. Siempre son pesadillas, nunca una conexión real con aquella dimensión.
Me froto las manos, nerviosa.
—¿Tú tampoco has vuelto a soñar con ellos?
Así que él está igual de desconectado que David y yo.
—No. Estamos los tres igual. Quizás ya nunca volvamos a conectar con esa realidad. —Mi voz suena apagada.
—¿Te preocupa no saber de Dani y de tu familia?
Asiento.
—Me quedaría más tranquila sabiendo que las cosas van bien. En fin, no puedo hacer nada al respecto.
—¿Estás mejor?
Lo pienso y la verdad es que no. Creo que en cuanto me duerma volveré a tener la misma pesadilla.
—No. Estoy cansada de ver morir a Set una y otra vez. Ya me siento bastante culpable durante el día, como para sufrir esto la mayoría de las noches.
Mira la cama, pensativo.
—¿Quieres que me quede?
Le miro a los ojos y muevo la cabeza afirmativamente. Durante un segundo parece dudar pero no tarda en quitarse la sudadera y acostarse en su lado. Nos quedamos tumbados cara a cara.
—Gracias.
—¿Por qué? —Parece sorprendido.
—Por quedarte.
—Ari, llevo dos días compartiendo esta cama contigo...
No es lo mismo.
—Sí, pero te acuestas cuando ya estoy dormida.
Neo se ríe.
—¿Insinúas que te tengo miedo?
Estamos a pocos centímetros y puedo notar su aliento en mi cara.
—Creo que me evitas, aunque entiendo que lo hagas.
—¿A sí?
Decido ser sincera. Al menos en parte.
—Yo en tu lugar no querría saber nada de mí.
—Que dura eres contigo misma.
Resoplo.
—Me lo merezco. No hice las cosas como debía.
—No tienes que darme explicaciones...
Le interrumpo, necesito que me deje acabar.
—Mira, sé que lo eché todo a perder y no te reprocho tu actitud hacia mí. Pero regresa, por favor, si vuelves no te molestaré nunca más. —Intento que no me tiemble la voz para poder acabar—. No me lo perdonaré nunca si te pasa algo. Con la muerte de Set ya tuve suficiente.
Me doy la vuelta para dar por terminada la conversación. Me quedo esperando alguna reacción por su parte y después de unos minutos se acerca y me abraza. Noto un agradable cosquilleo en el estómago y aunque desearía girarme y besarle, prefiero no tentar a la suerte.
¿Qué os ha parecido el nuevo capítulo? Como veis, Ari está intentando habituarse a la nueva realidad, pero hay cosas con las que no contaba y el hecho de encontrarse con Set es una de ellas. Realmente es una situación que la descoloca del todo, pues no es fácil ver morir a alguien frente a ti, sentirte responsable de ello, tener pesadillas casi cada noche y de pronto, encontrarle en otra realidad.
Espero que os esté resultando interesante la temática de este segundo libro. Os diré que apenas hemos comenzado a ahondar en lo que implica la falta de empatía y la utilización del chip.
Ya sabéis, si os está gustando, espero vuestros votos y comentarios.
En el próximo capítulo, primera vuelta de tuerca, voy avisando...
Besitosss
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top