Capítulo 40



Algo no me cuadra. De verdad que no. Soy incapaz de saber qué no encaja pero estoy convencida de ello.

—¿Y ahora? ¿Vais a dispararnos o qué? —pregunto a Sloan.

Abre la boca para contestar, sin embargo duda y la cierra de nuevo. Mira a los tipos que nos apuntan, desplazando la mirada de uno a otro y cuando ya estoy dispuesta a preguntar de nuevo, por fin habla.

—Esto... sí...o sea... ¡no! —Hace un gesto nervioso con la mano y de nuevo empuja sus gafas—. Tíos, bajad las armas.

Puedo distinguir por el rabillo del ojo cómo ambos dejan de apuntarnos y Neo hace lo mismo, aunque no guarda el arma.

—¿Cómo sabemos que esto no es una trampa? —Neo les señala y sé que está igual de alerta que yo.

—¿Trampa?... Um... ya... bueno... —De nuevo se demora para contestar—. ¡Puede que vosotros os traigáis algo entre manos! ¿Por qué deberíamos confiar?

Estamos empatados.

—Puedes ponernos a prueba —suelta Neo.

Le miro con cierta reticencia, ¿qué se trae entre manos?

—De acuerdo.

Saca un pequeño aparato, no más grande que un móvil y da un paso hacia mí, que por inercia retrocedo. Neo me hace un gesto para que acceda y regreso a mi posición inicial. Sloan me pasa el aparato a cierta distancia de la nuca y después hace lo mismo con mis compañeros, después teclea algo en la pantalla y se queda en silencio durante unos minutos.

—Esto... y ¿por qué... queríais verme? Es decir... ¿queréis uniros a mí?

—En realidad, es justo lo contrario. Queremos que te unas a nosotros —le aclaro.

El chico abre mucho los ojos, como si de pronto tuviera miedo de lo que le pudiéramos plantear. ¿Y este es el hacker que está jugando con el Gobierno?

—Yo... no... esto... no creo que eso... —tartamudea.

Está acabando con mi paciencia pues me empieza a parecer que no vamos a sacar nada en claro de este asunto.

—Por cierto... —comienza Neo, cambiando de tercio—, una gran idea elegir "Atlántida" como clave para el archivo, por lo de la ciudad perdida y todo eso...

—Sí, ¿verdad? No sé, se me ocurrió así por las buenas...

Le miro sorprendida pues esa no era la palabra que puso en marcha el programa de desencriptado y sé que Neo se trae algo entre manos. Sloan da un respingo e intenta corregir su error.

—Eh tío, ¡no me líes! ¡Esa no era la clave! Estás intentando liarme...

—Tú no eres Sloan —protesta Neo cruzándose de brazos—. Alguien te está chivando lo que debes decir.

El chico da un par de pasos hacia atrás, mientras agita las manos.

—No, no, no. De eso nada... no sé de dónde te sacas esas cosas. ¡Yo soy Sloan! —dice con un tono de voz cada vez más agudo.

Los tipos de detrás vuelven a apuntarnos con sus armas y Neo levanta tranquilamente su pistola dirigiéndola a la frente de nuestro supuesto hacker.

—De eso nada —insiste Neo—. Sloan es mucho más listo que tú, lo suficiente como para no correr riesgos y poner a otro a dar la cara por él. Al menos, hasta asegurarse de que no somos el enemigo ¿Me equivoco?

—Yo... no sé de lo que hablas...

Pues sí que está dispuesto a permanecer en su papel...

—¡Venga tío! Si te estoy viendo el auricular en la oreja. Seguro que te está diciendo lo que contestar en cada momento.

El chico se queda blanco durante un segundo y acto seguido, un vistoso tono rojo inunda su cara. Creo que en este momento le gustaría poder desaparecer. Se queda un momento en silencio y mira hacia una de las esquinas de la habitación en la que hay una cámara que nos apunta directamente.

—De acuerdo. Sí, lo que tú digas. De verdad que lo siento —farfulla contra el cuello de su sudadera.

Eso termina de confirmarme que Neo estaba en lo cierto y todo lo que acaba de suceder no es más que un numerito para que Sloan pueda asegurarse si somos de fiar o no. Ahora solo espero que lo ocurrido haya sido suficiente para ganarnos el derecho a hablar con él.

—¿Y bien? —apremio.

—Vale, tenéis razón. Ahora os llevaremos con alguien que os acompañará a ver a Sloan, ¿de acuerdo?

Miro a mis dos compañeros y los tres asentimos. Le hace un gesto a uno de los tipos que se quita la máscara y la tira de mala gana a un lado de la habitación.

—Seguidme.

Abandonamos el cuarto y ni siquiera nos molestamos en despedirnos del falso exterminador. Este nos lleva hasta el fondo del pasillo y abre una puerta de emergencia que da directamente a la calle. Nos acompaña hasta el callejón contiguo y nos hace un gesto para que nos detengamos.

—Esperad aquí.

Vuelve de nuevo al local y los tres nos miramos interrogantes.

—¿Y ahora qué? —pregunta Jamie nervioso.

Miro alrededor, estamos en la calle de atrás y prácticamente no hay nadie transitando por ella a estas horas de la noche.

—Tendremos que esperar...

—¿Y si se trata de una trampa? —Neo continúa en alerta y mantiene el arma en la mano, pegada al cuerpo—. No me acaba de gustar todo esto.

No es el único que tiene esa sensación.

—De todas formas, has sido muy listo al darte cuenta de que no se trataba de Sloan... —le alabo, pues aunque la situación me estaba resultando extraña, no he sido capaz de descubrir que todo era una farsa.

Neo se encoge de hombros mientras continúa escrutando su alrededor.

—Desde el primer momento no me cuadró que ese tío fuera el exterminador...

En ese momento oímos ruido a nuestras espaldas y nos giramos hacia el origen del sonido. Una puerta de metal se ha abierto al final del callejón y una sombra sale de ella y se dirige hacia nosotros con paso seguro. Al llegar a nuestra altura, veo que se trata de una chica joven con cara de pocos amigos. Viste entera de negro con un claro estilo ciberpunk, Antes de salir del todo a la luz, se coloca la capucha de la sudadera para ocultar su rostro y esconde las manos en sus bolsillos.

—¿Queréis ir a ver a Sloan? —Espera hasta que hacemos un gesto afirmativo, entonces mira a Neo y añade—. Pues entonces ya estás guardando esa pistola. Seguidme.

La chica echa a andar por la calle sin preocuparse de si vamos tras ella y nosotros hemos de acelerar para reducir la distancia.

—¿Y el resto? —me susurra Jamie—. Están esperando en el bar. No saben dónde estamos y cuando vean que no volvemos se van a poner nerviosos.

Tiene razón.

—Lo sé pero no creo que ahora tengamos más opción que seguirla. Si volvemos quizás perdamos nuestra oportunidad y me parece que esta gente no está para tonterías. Piénsalo, se han molestado en montar todo ese tinglado para que quien quiera llegar hasta Sloan tenga que pasar primero por una prueba previa. Se están asegurando de no correr riesgos inútiles ¿entiendes?

Neo se acerca a nosotros para que ella no le oiga.

—Y algo me dice que si esto sale mal, no tendrán problemas en deshacerse de nosotros.

La chica gira ligeramente la cabeza hacia atrás y nos echa un rápido vistazo.

—Deberíais dejar de cuchichear a mis espaldas. No es de buena educación.

Y lo dice ella que es todo simpatía y buenos modales.

Guardamos silencio de nuevo, pero apenas una calle después me atrevo a preguntar:

—¿Está muy lejos el lugar al que vamos?

—A unas pocas calles —responde en el mismo tono seco que las anteriores veces.

No hay duda de que el don de gentes no es una de sus virtudes.

La seguimos mientras cambia varias veces de dirección y juraría que en algún momento incluso hemos vuelto sobre nuestro pasos. Pienso en si todo esto se basa en una estrategia para que sea difícil seguirnos o para que incluso nosotros mismos no seamos capaces de recordar la ruta. Lo cierto es que ninguna de las dos opciones me resulta descabellada.

Dejamos atrás los edificios de varias alturas y entramos en una zona residencial que a diferencia del barrio en el que vive Hunter, es bastante más humilde. Pequeñas casas de madera de aspecto corriente salpican la calle a ambos lados y de muchas de ellas salen los murmullos de conversaciones a media voz o los sonidos de algún programa de televisión. Caminamos a lo largo de una calle desierta, hasta que la chica se detiene frente a una casa de estilo victoriano. Está claro que le haría falta cierto mantenimiento, pero aún así, el diseño de la casa consigue que hasta en ese estado, tenga su encanto. La seguimos al sobrepasar la valla de entrada y rodeamos la construcción hasta el lateral, donde dos puertas, dan acceso a lo que parece el sótano de la vivienda.

La joven desciende varios escalones y de golpe una luz mortecina ilumina el interior. Aún nos estamos planteando si entrar o no, cuando su voz aunque lejana, llega hasta nosotros.

—¿Vais a entrar o qué? ¡Y que el último cierre las puertas!

Sin darle una respuesta, Neo comienza a bajar por los escalones de madera. Jamie y yo nos miramos durante un segundo y después le seguimos, aunque antes nos aseguramos de cumplir con su orden y cerrar tras nosotros. Las escaleras crujen bajo nuestras pisadas y al llegar al final, nos encontramos con una habitación llena de trastos. Literalmente. Aquel lugar, no es más que una habitación en la que se acumulan objetos viejos y polvo. Desconcertados, buscamos a nuestra guía pero, al menos yo, no soy capaz de verla entre las torres de cachivaches. Entonces, su voz suena de nuevo.

—Venid por aquí —nos indica.

Rodeamos un montón de cajas apiladas y la vemos en un pequeño cuarto, donde se encuentra la caldera de la casa.

—Entrad. No podré hacer nada hasta que cerremos la puerta.

Todo lo que está ocurriendo resulta de lo más extraño, sin embargo, no es momento de echarnos atrás. Obedecemos y una vez en el interior, ella apaga la luz del sótano y cierra la puerta de golpe. Estoy a punto de soltar un grito del susto, cuando una luz de emergencia, ilumina el pequeño cuarto de un tono rojizo y vemos como ella saca un pequeño dispositivo del bolsillo.

—El dispositivo de la otra puerta no funciona si la que comunica con el sótano está abierta —comenta como si nada mientras teclea unos comandos en la pantalla del pequeño aparato.

—¿Qué otra...?

La pregunta de Jamie queda respondida cuando la pared frente a la caldera se abre.

—Ingenioso, ¿verdad?

Por algún extraño motivo su tono de ahora resulta más relajado, como si todo esto le resultara divertido. De nuevo echa a andar y desaparece tras la falsa pared.

—En fin. Habrá que seguirla —reconozco.

Entramos en un estrecho pasillo, iluminado por uno pequeños leds en el suelo, que marcan el camino. Apenas distinguimos un paso por delante, pero saber que basta con seguir las pequeñas luces, hace que avancemos a buen ritmo. El camino se alarga varios metros, hasta que llegamos a otra puerta entornada. La atravesamos con el miedo de no saber qué nos espera al otro lado y lo que descubrimos, nos deja sin palabras. Frente a nosotros, varias pantallas de ordenador, muestran distintos puntos de la ciudad, que cambian cada poco tiempo de ubicación. Frente a ellas, una mesa de trabajo, con varios servidores y un montón de aparatos que ni siquiera soy capaz de reconocer.

La chica sale de un rincón y se apoya en el borde de la mesa, dispuesta a darnos el tiempo que necesitemos para reaccionar.

—¿Y Sloan? —pregunta Jamie.

¿Aún no lo ha entendido?

—Ella es Sloan —respondo en su lugar.

Una enigmática sonrisa se dibuja en su rostro, mientras se quita la capucha, descubriendo una larga melena morena.

—Muy avispada... ¿y vosotros sois? Creo que va siendo hora de las presentaciones oficiales.

—Ellos son Neo y Jamie. Yo soy Ari. ¿Se puede saber dónde estamos?

Ella deja escapar una sonora carcajada.

—En el sótano de mis padres, es decir, en la casa de atrás. Da a una calle diferente, por supuesto.

Mi mente ata cabos rápidamente. La otra casa la utiliza como tapadera, así, si en algún momento hay una redada, lo único que encontrarán será una habitación llena de trastos y les será imposible relacionar esa casa con esta.

—Es impresionante —reconozco—. ¿Y quien vive en la otra casa?

—En realidad, nadie. Pertenece a una anciana que lleva años en una residencia. No os imagináis el trabajo que me ha llevado hacer el túnel entre las dos casas. Solo me pudieron ayudar unos cuantos amigos de confianza, pero me pareció la forma más segura de no tener visitas indeseadas.

—¿Y el cuarto de la caldera? ¿No pueden encontrar el acceso? —pregunta Neo.

Ella niega.

—Solo funciona mediante apertura automática remota. Para empezar, la otra puerta tiene que estar cerrada y después hay que introducir un código concreto en este mando —Nos muestra de nuevo el dispositivo—. Las posibilidades de que todo eso ocurra, son... mínimas.

—Sin embargo a nosotros nos lo estás contando... —No entiendo por qué de pronto no tiene ningún problema para explicarnos todos sus secretos.

Por segunda vez desde que hemos entrado en esta habitación, suelta una carcajada.

—Es fácil. Si vuestra actitud me mosquea, os mato y punto. De todas formas... algo me dice que estamos en el mismo bando.

—Y ¿se puede saber qué es? No creo que lo llevemos escrito en la cara. —Jamie no puede evitar sentir curiosidad. Me recuerda a cuando le conocí y me bombardeó con preguntas de todo tipo.

—En la cara no, en el chip sí —Los tres damos un respingo por sus palabras y ella decide explicarse—. Cuando mi amigo Park os pasó el lector por la nuca, tuve toda la información que necesitaba. Vuestros chips funcionan pero estáis fichados por el Gobierno. Al parecer sois empáticos y eso en esta sociedad es muy peligroso. Vuestra detención es de prioridad alta.

Se me había olvidado hasta qué punto, ese maldito chip contiene información sobre nosotros y lo que un simple escaneo puede conseguir.

—Nos lo imaginábamos —respondo con resignación.

—¿Y bien? ¿Sois empáticos? —insiste.

Los tres asentimos.

—Y no somos los únicos. Sabemos que este chip es un sistema de control, para aplacar los sentimientos, pero por algún motivo se está quedando obsoleto. —Hago una breve pausa para ver su reacción, pero ella apenas ha fruncido ligeramente el ceño—. Hay alguien que quiere aprovechar el momento para organizar una revolución que obligue al Gobierno a replantearse su forma de actuar con los ciudadanos. Por eso hemos venido a buscarte, necesitamos que te unas a nosotros.

Tamborilea con los dedos sobre la mesa en la que está apoyada, sopesando lo que le acabamos de plantear.

—No diré que la idea no me atrae, porque estaría mintiendo. Si habéis visto los mensajes de mi página, sabréis que esa es mi meta. Sin embargo, necesito saber más sobre todo esto.

Es un paso. En realidad no esperaba que aceptara a la primera.

—Está bien. Te llevaremos con Hunter y él te contará todo lo que quieras saber. Pero antes de eso, hay algo que queremos preguntarte. —Ella me mira interrogante, aceptando la pregunta de antemano—. ¿Son ciertos los rumores que dicen que puedes desactivar el chip?

—Bueno... he de decir que por una vez, los rumores son ciertos.

Nos miramos los tres, pero lo cierto es, que aunque sus palabras son un rayo de esperanza, no son suficiente.

—¿Y cuál es el riesgo? —pregunta Neo, adelantándose al resto.

—¿Riesgo? Ninguno en realidad. Aunque lo cierto es, que lo mejor es hacerlo con el sujeto anestesiado, más que nada porque durante ese estado, la actividad cerebral es diferente y por algún motivo, más idónea para manipular el software del chip.

—No puede ser tan fácil —protesta Jamie. Creo que después de todo lo que hemos pasado, que esta chica lo plantee como un juego de niños, es frustrante.

—O puede que sí —Neo tiene la mirada perdida y sé que ahora está pensando desde un punto de vista tecnológico—. En realidad lo que dice tiene sentido. ¿Y has desarrollado un prototipo?

Sloan esboza una enorme sonrisa y se aleja de la mesa de un salto, rebuscando en una mesa que hay en un rincón, en la que abundan piezas y herramientas de todo tipo. Vuelve a nosotros con un aparato del tamaño de un móvil y nos lo muestra.

—Este dispositivo decodifica la señal de cada chip que es única. Lo hace en apenas un minuto. Después de eso, tengo acceso total al sofware y lo único que tengo que hacer es ejecutar un archivo que yo misma he creado y que lo borra por completo, dejándolo inservible. Después de eso, el chip no es más que un trozo de metal alojado en tu nuca. Nada más.

Me parece increíble que la solución estuviera mucho más cerca de lo que pensábamos.

—No sé cómo no se me ocurrió pensar en esa opción... —Neo parece ofuscado.

—Es solo que nunca lo vimos como lo que es: tecnología con un programa que se puede hackear.

Sé que mis palabras no sirven para animarle, sin embargo, después de estar a punto de ponernos en manos de Jonah para que lo extirpara o de Víctor para que lo desactivara con una descarga eléctrica, era difícil pensar que teníamos la respuesta delante de nuestras narices.

—Necesitamos que desactives los nuestros —pido a Sloan.

—¿A vosotros tres?

—En realidad, como mínimo seremos seis —explica Neo—. Por el momento.

Ella se queda pensativa y yo cruzo los dedos para que no se niegue.

—Es solo que... no tengo más que una dosis de anestesia. ¿Hay forma de que consigáis más?

No dudo que Julianna sabrá buscar solución para ese problema.

—No te preocupes, creo que eso es algo que podremos arreglar.

Ella asiente y mira a su alrededor dándole vueltas a algo.

—Y bien ¿cómo lo hacemos entonces?

—Creo que lo mejor será que vayamos a casa de Hunter. Lleva todo lo que necesites de momento y allí conseguiremos el resto. Así también podrás hablar con él y ver si llegáis a un acuerdo para colaborar. —Por primera vez en mucho tiempo, al hablar, tengo la sensación de que las cosas pueden salir bien.

—Está bien. Dadme unos minutos.

Comienza a moverse por el cuarto, guardando en una mochila, un portátil, varios aparatos de menor tamaño, un par de móviles y unas cuantas cosas más.

—¿Y cómo sabes que no te tiene vigilada? Es decir... si en algún momento tienen a hombres apostados por la zona, ¿no te reconocerán al salir de tu verdadera casa? —pregunto intrigada.

Ella se acerca al ordenador y teclea hasta que una imagen aparece en la pantalla central.

—¿Veis? Esa soy yo.

En la fotografía veo a unos padres, rodeando los hombros de una adolescente de mirada inocente y sonrisa sincera. Lleva un vestido de flores y la larga melena perfectamente peinada. Su rostro, apenas lleva maquillaje y por todo complemento, unos pequeños pendientes. Miro a la chica que está a mi lado, oculta bajo esa sombra de ojos llamativa y esa ropa oscura. Es imposible reconocer en ella a la misma persona.

—¿Has pensado en todo verdad? —reconozco.

—Sería idiota si no lo hiciera, ¿no crees? Esa que ves ahí, es una adolescente normal y corriente, que va al instituto, que tiene sus amigos y que de momento solo ha salido con un par de chicos. Pero todo es una farsa. La que se esconde en esta habitación, la que se viste así, es la de verdad. Yo soy así y mi otra vida es una mentira.

Eso lo entiendo pero hay cosas que no me encajan.

—¿Y tus padres? ¿Saben lo que ocurre aquí abajo? ¿Saben qué es lo que estás haciendo?

Su mirada se apaga por un momento y sé que he tocado un tema delicado.

—Están preocupados por mí, ¡cómo no estarlo! Pero saben que tengo que hacerlo, saben que yo no estaré tranquila hasta que todo esto acabe.

Su tono de culpa me hace pensar que hay algo que no nos ha contado. No tiene sentido que se sienta así, como si fuera su responsabilidad.

—No puedes cargar ese peso sobre tus espaldas, tú no has creado el chip y por tanto no puedes tomarte como algo personal, acabar con él.

Sloan aprieta los puños mientras niega y puedo ver asomar las lágrimas en sus ojos.

—¡Sí es algo personal! ¡Porque yo he creado la actualización de software que nos someterá a todos!


¡¡Hola queridxs lectorxs!! ¿Qué tal estáis? 

Lo prometido es deuda y tal y como dije, aquí tenéis el capítulo. No os quejareis que los últimos los estoy publicando semanalmente. ¿Os ha gustado? 

¿Os ha sorprendido la identidad real de Sloan? Jajjaja, como me gusta despistar...  creo que hay bastante diferencia del tío con cara de lelo a la chica en plan Lisbeth Salander. Y bueno, creo que Sloan ha sido una chica lista y se ha montado muy bien toda su tapadera. Eso sí, ¿cómo os habéis quedado con su confesión final? ¿Qué habrá querido decir?

Por otro lado, ¡por fin van a poder deshacerse del chip! *aplausos*. Lo que significa que podrán regresar a su realidad. 

Ahora solo quedan las despedidas y... algo más que descubriréis en el capítulo final. Sí, sí, como lo digo. Ya os comenté que este era el penúltimo, lo que significa que la próxima semana... ¡CAPÍTULO FINAL! 

No me cansaré de daros las gracias por leerme. Me hizo mucha ilusión saber que os da tanta pena como a mí que se acabe esta parte de la trilogía, pero ha llegado el momento, además con la tontería, al final de este capítulo, ya son 438 páginas. ¡Que se dice pronto! Jajajaa  

¿Os cuento una cosa? Ya tengo el último capítulo casi escrito. Eso sí, lo estoy pasando fatal, eso de las despedidas... Snifff 

¡Os adoro! Besitossss

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