Capítulo 28




Regreso a la caravana de Basquiat totalmente derrotada. Cuando hablé con Neo ayer, pensé que el enfado le duraría unos días, sin embargo ahora, después de las últimas palabras que nos hemos cruzado, me he dado cuenta de que el problema es mayor y más profundo. Si no recuperamos la confianza el uno en el otro y en nuestra relación, no habrá nada que salvar.

Para colmo, no dejo de darle vueltas a sus palabras. ¿Y si realmente estoy exagerando? No hay pruebas de que María tenga el móvil, ni que se haya puesto en contacto con alguien y sin embargo yo la estoy acusando. Aunque por otro lado, está lo ocurrido con Set. Él y Jamie desconfían tanto como yo, pues hay algo en ella que no nos acaba de gustar, aunque al menos yo, no sea capaz de saber exactamente qué es. No quiero pensar que me está influyendo el tipo de relación que ella tiene con Neo, porque entonces él tendría razón y mi comportamiento sería de lo más rastrero.

Apenas pruebo bocado y me dedico más tiempo a marear lo que tengo en el plato que a comer. Finalmente se lo paso a Mikael y este disfruta de la ración por mí.

Algunos deciden dar una cabezada antes de partir, ya que no sabemos lo que se puede alargar la jornada y es mejor estar lo más descansado posible. Yo a pesar de no haber pegado ojo y aunque la noche en vela ya me está pasando factura, ni siquiera intento dormir. Sé que no seré capaz, por lo que me dedico a recoger los restos de comida y friego los utensilios que nos ha prestado Basquiat.

Al acabar, me siento en la hamaca y cuando María se sitúa a mi lado, no puedo evitar removerme incómoda.

—¿Sabes? Neo es un gran chico —me dice con su dulce voz.

Como si yo no lo supiera...

—Creo que le conozco mejor que tú —respondo. Intento moderar mi tono para no resulta desagradable, pero me cuesta.

—¿A sí? —Se queda pensativa un momento con sus grandes ojos mirándome de forma inocente—. Pues no lo parece.

Lo último que me hace falta hoy es un sermón por su parte.

—Lo siento, no quiero parecer borde, pero creo que cómo llevamos la relación es cosa nuestra y de nadie más. De todas formas te lo agradezco —añado suavizando así mi comentario.

—No lo entiendes, ¿verdad? —Esboza una amplia sonrisa y ese detalle me descoloca un poco—. Solo te estoy avisando. Con tu forma de comportarte, corres el riesgo de que él deje de interesarse por ti y se fije en otra persona que no le dé tantos quebraderos de cabeza.

¿Se refiere a ella? ¿Me está diciendo descaradamente que es mejor para Neo que yo?

—Gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta —digo cortando la conversación. No tengo ninguna intención de seguir hablando con ella.

Por suerte pilla la indirecta y decide no insistir más. Entra en la caravana y yo intento pensar qué pretendía con su advertencia. ¿Quería ayudar o dejarme claro que ella va a estar ahí cuando Neo se canse de mí? Echo la cabeza hacia atrás y observo las nubes que se desplazan lentamente por el cielo. Neo siempre va a ser una prioridad para mí, sin embargo darle vueltas a lo ocurrido solo está sirviendo para que me despiste de lo verdaderamente importante, que es regresar a nuestra realidad. Ni siquiera he barajado las posibilidades de lo que podemos encontrarnos esta tarde en el local y creo que no estamos preparados.

Veo llegar a David por uno de los caminos laterales y al darse cuenta de mi presencia se acerca.

—Pensaba que estabas descansando —comento, esperando que me diga de dónde viene.

Durante un segundo duda y finalmente toma asiento a mi lado.

—He ido a ver si los coches que nos han prestado tienen suficiente gasolina. Antes no se nos ha ocurrido revisarlo y solo nos faltaba quedarnos tirados a mitad de camino.

Menos mal que alguien está centrado.

—Tienes razón. Oye... ¿no tienes la sensación de que estamos muy tranquilos para no saber lo que puede ocurrir dentro de unas horas?

David se encoge de hombros.

—Tú has tenido otras cosas en las que pensar, ¿no?

Sé que con "cosas" se está refiriendo a mis problemas con Neo y me fastidia que resulte tan evidente.

—Puede que no haya estado muy centrada, es cierto. Y para colmo María me ha venido diciendo que si sigo así, Neo se va a cansar de mí. No entiendo a esa chica...

Una carcajada seca se escapa de sus labios.

—¿Y si es así?

Me giro hacia él sorprendida.

—¿Qué quieres decir?

—¿Y si ese es el problema? ¿Y si se ha cansado de ti?

No sé qué responder a eso. Busco en su mirada si me está hablando en serio o no.

—¿Crees que es así?

Me preocupa que todos estén viendo una evidencia que yo me niego a asumir.

—Pienso que quizá su interés venía por la dificultad de la hazaña, por conquistarte y una vez... —Mi expresión de horror le hace callar.

—¿Y una vez me ha conseguido ya no merezco la pena? ¿Es eso?

No sé qué me duele más, si que David piense que Neo es así o que haya una mínima posibilidad de que esté en lo cierto. Se da cuenta de lo mucho que me han afectado sus palabras y suaviza su gesto.

—No me hagas caso, Ari. Neo y yo somos totalmente diferentes, es imposible que acierte si intento pensar lo que pasa por su cabeza.

Sin embargo, ya ha sembrado la duda. Decido cambiar de tema.

—¿Os ha costado mucho conseguir los coches?

David niega.

—Ha resultado de lo más fácil. Además Mikael está hecho un negociador nato. Mira que ese tío no me acaba de caer bien, pero no voy a negar que sabe buscarse la vida.

Me alegra saber que son capaces de dejar a un lado sus diferencias por el bien del grupo. Nos hace falta estar unidos para poder afrontar lo que sea que nos venga encima.

—Me preocupa Basquiat —admito.

—Sé a qué te refieres. —Mira a nuestro alrededor y su tono de voz se vuelve más grave—. No sabemos nada de él. ¿Y si no es de fiar?

Me relajo al ver que piensa como yo.

—Exacto. Nos va a llevar a un local sobre el que no nos ha contado nada, solo que "quien va buscando la liberación no vuelve". ¡Ni siquiera sabemos qué significan esas palabras!

—Sin embargo, si queremos librarnos de este maldito chip, tendremos que arriesgarnos. Al fin y al cabo eso es lo que queremos, ¿no?

Asiento totalmente convencida. 

—Por favor, estate alerta. No quiero que les pase nada a los demás. Sobre todo a Jamie, Set o María... ellos no están acostumbrados a estas cosas.

—Tranquila, lo haré. —Posa su mano sobre la mía, sin embargo como un acto reflejo, la retiro. Sé que solo está tratando de darme ánimos, pero ahora entiendo mejor que nunca, el daño que hace ver ese tipo de gestos.

David no hace ningún comentario al respecto, dando a entender que sabe que no debería haberlo hecho y seguimos hablando de lo que creemos que podemos encontrar en el local. No tarda en unirse Jamie a la conversación y así pasamos la tarde hasta que llega el momento de partir.

Recogemos todas nuestras cosas y cuando nos juntamos frente a los coches, me apresuro a repartir al grupo en ambos vehículos.

—En el primer coche, iremos David, Basquiat, Jamie y yo. En el otro, Mikael, Neo, Set y María.

Neo levanta la vista y me mira directamente, no hace falta que diga nada para que sepa que está molesto porque me he colocado en el coche en el que no va él. Sin embargo, no abre la boca, simplemente se cruza de brazos y continúa mirándome de forma intimidatoria. Intento ignorar su actitud y continúo explicando.

—El local se llama "Le Fumoir". Por lo que dice Basquiat, está en una zona tranquila de la ciudad y desde aquí no tardaremos más de veinte minutos en llegar. Seguidnos de cerca en todo momento. Dejaremos los coches en un aparcamiento cercano e iremos andando. ¿De acuerdo? ¿Preguntas?

Algunos niegan y otros, simplemente se quedan pensativos, analizando la información.

—De acuerdo, vamos —resuelve Mikael.

Antes de dar dos pasos, Neo se interpone en mi camino.

—No sé qué pretendes colocándome en el otro coche —me dice en voz baja, tan cerca de mí que tengo que levantar la vista para poder mirarle a los ojos.

—No pretendo nada —respondo en el mismo tono grave que él. Sin darle tiempo a más, le esquivo y entro en el vehículo, negándome a dirigirle una última mirada.

David conduce, yo ocupo el asiento contiguo mientras que Jamie y Basquiat toman lugar detrás. Seguimos las indicaciones que el hombre nos facilita en todo momento y su propia tranquilidad, hace que el resto nos relajemos un poco. Realmente parece que Basquiat no se altera por nada, lo que viene muy bien en situaciones de este tipo en las que todos vamos con los sentidos alerta.

Todo transcurre según lo planeado y en el tiempo previsto, estamos en el aparcamiento. Salimos de los vehículos y nos juntamos de nuevo. Sin decir palabra alguna, nos encaminamos por la calle lateral siguiendo a Basquiat que va abriendo la comitiva. Aunque ha anochecido y el lugar no está muy iluminado, no puedo evitar mirar a mi alrededor para tomar nota de nuestra situación. El distrito en el que nos encontramos, está a las afueras de la ciudad y por lo tanto, sus construcciones son edificios de poca altura, nada que ver con el centro, donde abundan los rascacielos de varias decenas de pisos.

Hay varios locales de copas por la zona y puedo oír a la gente charlando y riéndose a la entrada de alguno de ellos. No hay mucha circulación, lo que hace que me fije en un vehículo aparcado en la acera de enfrente, que me resulta familiar...

Me da un vuelco el corazón al percatarme de que se trata del mismo coche que vi en la anterior ciudad, el que pensé que quizás perteneciera a agentes de Svenson. La distancia no me deja ver si hay alguien en su interior, sin embargo estoy segura de que no me equivoco, la matrícula es la misma. Noto cómo todo mi cuerpo se pone en tensión e intento encontrar sentido a lo que está ocurriendo, pero no soy capaz de atar cabos. Me preocupa que nos estén vigilando, esperando el momento adecuado para detenernos. Quizá eso era lo que iban a hacer hace dos noches y la intromisión de aquellos gamberros que nos robaron la furgoneta y la posterior persecución de la policía, echó al traste sus planes.

Aunque si realmente son los mismos hombre del otro día ¿cómo nos han encontrado? Despistamos a la policía, incluso nos perdimos los unos a los otros... entonces ¿cómo es posible que estén aquí? De nuevo viene a mí, la idea de que alguien les está informando de donde estamos y por supuesto, no puedo evitar pensar en María. Mi razonamiento va más allá... ¿y si nos ha engañado todo este tiempo y trabaja para ellos? La observo, caminando al lado de Neo, demasiado cerca de él para mi gusto y aunque sigo valorando la posibilidad del teléfono, no soy capaz de imaginármela como una agente. Es lista, pero no tanto.

Me sobresalto al ver que nos detenemos, mis elucubraciones me habían despistado hasta tal punto de haber perdido por un instante la atención. Sacudo la cabeza para intentar centrarme, pues el asunto de los agentes, aunque sea importante, lo tendré que dejar para otro momento.

Me fijo en el lugar y parece un pub normal y corriente, las doradas letras del nombre, destacan sobre la pared de mármol negro y por algún motivo, me recuerda a un local de los 70. Basquiat golpea la puerta de un peculiar modo y oigo moverse la mirilla. Durante unos segundos que parecen una eternidad, no ocurre nada y finalmente, la puerta se abre con un golpe seco. Una suave música sale del interior y un tipo que ocupa todo el espacio de entrada, mira a Basquiat interrogante.

—Avisa a Diya. Traigo compañía —dice este con un tono autoritario.

El hombre hace un gesto de asentimiento, nos hace pasar y desaparece detrás de una cortina de terciopelo negro. El hall es un pequeño espacio que con nuestra presencia hemos llenado por completo, la luz es muy tenue, lo justo para distinguirnos las caras si estamos a poca distancia y de nuevo presto atención a la música, que claramente invita a relajarse.

—Basquiat... —digo con un hilo de voz—. ¿Qué es este lugar exactamente?

—Es un lugar para disfrutar de tus sentidos —responde una aguda voz a mi espalda.

Todos nos giramos y observamos a la llamativa mujer de rasgos exóticos que asoma por la cortina. Lleva un batín de seda bordado, con incrustaciones de cristal. Su larga melena oscura como la noche, resbala por sus hombros al inclinar ligeramente la cabeza para observarnos con mayor atención y una suave sonrisa se dibuja en su rostro.

—Son los chicos de los que te he hablado, Diya —explica Basquiat hecho un manojo de nervios.

Me pregunto qué será lo que le impone, si su belleza o algo que aún no hemos conocido de ella.

—Puedes irte Basquiat, gracias por tus servicios.

No tiene que decir más, este hace un gesto exagerado, como una reverencia y desaparece por la puerta, antes de que alguno de nosotros pueda retenerle.

—¿Eres la dueña de este local? —pregunto tomando la iniciativa.

—Así es —responde con su voz suave y cantarina—. Tengo entendido que buscáis la liberación...

—Si eso significa, deshacernos del chip, sí. Eso es lo que queremos. ¿Puedes ayudarnos?

Su risa suena igual de melódica que su voz.

—Algo me dice que así será. Sin embargo he de aclarar que este es un camino que no tiene vuelta atrás, si traspasáis conmigo esas cortinas, debéis prometer que no desvelareis a nadie lo que estáis a punto de ver al otro lado. —Nos mira uno por uno, hasta que todos hemos asentido—. Está bien, seguidme. Os enseñaré el lugar y después hablaremos de vuestras opciones.

Atravesamos las cortinas tras ella y nos adentramos en una sala aún menos iluminada que la anterior pero mucho más grande. Cuando se me acostumbra la vista, veo que a un lado hay una barra de bar y el resto de la habitación está ocupada por zonas de descanso de distintos tamaños y composiciones. Divanes para personas solitarias, grandes colchonetas llenas de cojines de distintos tamaños y estampados, para los que desean estar acompañados. Las paredes están cubiertas de tapices y el suelo de alfombras. Sin embargo, lo más llamativo del lugar no es la cargante decoración, sino el olor, fuerte y penetrante. En un primer momento, pienso que se trata de incienso, pero después me fijo en que las personas que ocupan la sala, fuman de un recipiente de vidrio con boquilla que tiene cerca de sus respectivos asientos. De golpe caigo, al darme cuenta de lo que significa el nombre del local: Le Fumoir, el fumadero. Imágenes de antiguos fumaderos de opio vienen a mi mente y me pregunto si se trata de un lugar similar.

—¿Están consumiendo... opio? —pregunto en voz baja, con cierto recelo.

—Así es.

Oigo el murmullo de sorpresa de mis compañeros y yo presto atención a los individuos que se encuentran allí con nosotros. Hay dos personas que se encuentran solas, utilizando los cómodos divanes. Uno de ellos parece dormir, seguramente relajado por los efectos de la droga. La otra, da lentas bocanadas a su recipiente a través de la boquilla y suelta lentamente el humo segundos después. En un rincón hay una pareja, que tras varias inhalaciones y un beso de lo más apasionado, se levantan y salen por la única puerta que hay, aparte de la que lleva al vestíbulo.

—¿Cómo se llama eso? —pregunta Jamie, tan curioso como siempre, mientras señala el recipiente.

—Tiene muchos nombres, según el lugar de procedencia. Quizás los más comunes sean shisha o narguile —responde Diya con amabilidad—. ¿Sabéis cómo funciona? En la parte de vidrio se coloca el agua. Y arriba el carbón y el opio. La manguera con boquilla sirve para aspirar el vapor. Resulta sencillo y por supuesto estáis invitados a probar, si queréis.

Aún a costa de resultar groseros, varios negamos inmediatamente.

—No es el momento —contesta Mikael con un tono de voz un tanto áspero. Algo me dice que esta mujer no le da ninguna confianza.

Oigo carcajadas y me giro hacia un grupo que ocupan las colchonetas a mi derecha. Son varios chicos y chicas, se ríen mientras se pasan la shisha entre ellos y dan sendas bocanadas. Las posturas de sus cuerpos, su cercanía y las caricias que intercambian, hace que la situación resulte tan íntima que resulta incómodo mirar. Sin embargo, algo me dice, que esto es más que habitual aquí.

—Diya... —No sé cómo realizar la pregunta exactamente—. ¿Qué es lo que viene la gente buscando aquí?

Un brillo especial aparece en su pupila.

—Como os he dicho, buscan disfrutar de sus sentidos. Normalmente son personas empáticas que utilizan el chip para mejorar sus sensaciones y estas se ven potenciadas por el opio. Algunos de sus efectos son la ausencia de dolor o una intensa sensación de bienestar. Sin embargo, los más llamativos son la sensación de soñar despierto o el aumento de la capacidad de imaginar o percibir. Es decir, despierta tus sentidos y te prepara para un intercambio total. La mayoría de las personas viene acompañadas, aunque también hay otras que llegan con la esperanza de encontrar aquí alguien dispuesto a compartir la experiencia. Seguidme...

Se acerca a la puerta por la que antes ha desaparecido la pareja y al igual que en el local de Hunter, esta da a un pasillo lleno de puertas. Un piloto en la parte superior indica si están ocupadas o no.

—Estas salas —continúa—, son ocupadas por las personas que quieren continuar de un modo más íntimo lo que han comenzado ahí afuera.

Sopeso sus palabras pero no acabo de entender lo que quiere decir. Nos lleva hasta una habitación al final del pasillo, parecida a una sala de estar y ocupamos los distintos sillones, dispuestos a continuar la conversación.

—¿Está diciendo que la gente viene aquí a colocarse y tener un poco de sexo? —pregunta Jamie—. Eso no tiene nada de nuevo...

Atisbo un leve gesto de molestia en Diya, sin embargo de inmediato lo disimula.

—¿Has tenido relaciones alguna vez, chico?

Jamie se pone colorado hasta las orejas y nos mira un tanto incómodo.

—Yo, sí, bueno ¿eso qué tiene que ver?

—¿Alguna vez has conectado en ese momento? —insiste.

Jamie niega.

—No creo que sea algo que la gente suele hacer... —responde intentando justificar su respuesta.

—Bien, ahora imaginad que gracias al opio, vuestro cuerpo y vuestra mente están aún más receptivos de lo habitual y que en el momento de compartir esa experiencia con otra persona, conectáis el uno con el otro, haciendo un traspaso mutuo de sensaciones. Entremezclar lo que tu cuerpo genera con lo que la otra persona está sintiendo a la vez...

El silencio se instala en la pequeña habitación mientras todos analizamos lo que nos acaba de contar. Miro hacia la pared más próxima mientras imagino a la pareja que hemos visto y que en estos momentos estarán inmersos en una experiencia sensorial única. No estamos hablando de tus propias sensaciones sino de alimentarte de las del otro, llegando a unos límites difíciles de gestionar.

—Y esas personas, si son empáticas, ¿no se plantean quitarse el chip? —La pregunta lleva rato dando vueltas en mi cabeza.

—Normalmente son gente con una buena posición, un nivel económico envidiable. ¿Por qué poner todo eso en riesgo para vivir sin chip? ¿Para qué con el extra que les aporta? Ser empático, potencia las posibilidades del chip en ciertos terrenos, por ejemplo el sexual. ¿Para qué prescindir de él?

Hemos ido a parar a un lugar, en el que sacan beneficio de tener una clientela que disfruta de las ventajas que les aporta el chip, lo que me genera dudas respecto a que puedan hacer algo para ayudarnos a deshacernos de él.

—Como te hemos dicho antes, buscamos una forma de poder quitarnos el chip o desactivarlo —dice Neo—. Lo que sea. ¿Realmente puedes ayudarnos?

—Insisto en que si es eso lo que buscáis, estáis en el lugar correcto, pero es un camino sin retorno. ¿Estáis dispuestos a asumir lo que esto supone?

—No hay más opciones para nosotros —sentencia David. Nadie le lleva la contraria.

Todos sabemos en qué estamos metidos y no es momento de echarse atrás.

—Está bien, esperad aquí un momento.

Diya sale de la habitación, dejándonos solos.

—¡Qué local más extraño! —suelta Set, que hasta ahora había guardado silencio.

—Una parte más que otra —aclaro—. Los fumaderos de opio eran muy habituales en el siglo XIX y no eran muy diferentes a la sala que hemos visto.

—¿Lo dices en serio? —María parece no saber de qué estoy hablando.

—Sí, en China su consumo era muy común y abundaban los fumaderos. A raíz de lo extendido que estaba su utilización, tuvieron lugar las Guerras del Opio.

Veo que todos me prestan atención y eso me anima a seguir.

—A ver, en esa época, el Imperio británico demandaba té, seda y porcelana a China y estos artículos se pagaban con plata. Al descubrir los británicos el nivel de consumo de opio, comenzaron a producirlo en países como la India para comercializar con él. El Imperio chino, se negó a aceptar el opio como moneda de cambio y eso les llevó a las llamadas Guerras del Opio. Finalmente China perdió y se vio forzada a tolerar su comercio en sus territorios. Fue una forma de equilibrar la balanza de pagos entre ambos imperios. Años después, China prohibió el consumo de esta sustancia.

—¿Cómo sabes todo eso? —pregunta David sorprendido.

Parece mentira que todavía no me conozca.

—Leí una novela que hablaba sobre la creación de la porcelana y en ella explicaban todo esto.

—Entiendo que con los años se prohibiera, Diya solo ha nombrado los efectos positivos del opio, pero también los hay negativos, además de la adicción que provoca su consumo —explica David—. No sé con cuanta asiduidad acudirán sus clientes, hasta que punto se habrá generado en ellos una necesidad...

—Creo que deberíamos dejar de pensar en todo esto y centrarnos en lo que nos concierne a nosotros —Mikael se cruza de brazos y sé que está dándole vueltas a algo—. No sabemos de qué va todo esto. Basquiat nos ha dejado aquí y no sé a vosotros pero a mí eso de que Diya no haga más que decir que este es un camino sin retorno, no me da ninguna tranquilidad. ¿Y si todo esto es una trampa? Es decir, vale que queremos deshacernos del chip pero eso no significa que confiemos en el primero que se cruce en nuestro camino, ¿verdad?

Tiene toda la la razón del mundo. No sabemos dónde nos estamos metiendo y sin embargo, aquí estamos, esperando a que esa misteriosa mujer vuelva.

—Voy a echar un vistazo —digo levantándome del sofá. Camino hasta la puerta pero esta no se abre. Tiro de la manilla varias veces sin suerte—. Estamos encerrados.

Me giro a tiempo de ver la cara de sorpresa de todos.

—¿Encerrados? ¿Va en serio? —Jamie se acerca a mí y pelea un rato con la puerta sin conseguir ningún resultado.

—Esto no me gusta nada —digo pensando en voz alta. No recuerdo que Diya usara ninguna llave y aunque no se ve que la puerta tenga cerradura, ha de disponer de algún sistema de cierre electrónico.

Al igual que mis compañeros, miro a mi alrededor intentando evaluar nuestras posibilidades. No hay ventanas e incluso los conductos de ventilación son demasiado pequeños como para que podamos salir por ellos. La única posibilidad es la puerta.

En ese instante me parece escuchar un leve ruido.

—Silencio. ¿Qué es eso? —pregunto.

Todos callamos e intentamos ubicar el origen del sonido. Parece que hubieran puesto en marcha algún sistema de ventilación y cuando miro hacia el conducto y respiro de nuevo, me doy cuenta de lo que ocurre.

—Es gas.

El horror se dibuja en nuestras caras al darnos cuenta de la situación. Comienzo a empujar uno de los sofás hacia la pared para subirme a él e intentar tapar el conducto. Jamie me ayuda, mientras Set y Mikael hacen lo mismo para llegar al conducto de la otra pared. Cuando me subo sobre los cojines oigo un ruido seco que me desconcentra y al mirar, veo que David y Neo están intentando derribar la puerta, sin mucho éxito. Me quito la chaqueta y alzo los brazos tratando de tapar la rejilla, sin embargo con lo que hemos tardado en reaccionar, ya es tarde y el gas comienza a hacernos efecto. Noto cómo pierdo las fuerzas y cada vez me cuesta más mantener los brazos en alto.

En contra de mi voluntad, mis piernas fallan, la chaqueta resbala de entre mis dedos y me deslizo hasta el suelo, junto a Jamie, ya inconsciente.

Con mis ojos a punto de cerrarse aún tengo tiempo de echar un último vistazo a mis amigos, que yacen derrotados en el suelo, al igual que yo.


¡Hola queridxs lectorxs!¡Qué momentazo! 

De verdad, que me encanta cómo ha terminado el capítulo. Espero que no me odiéis por dejar el final así, pero es que me gusta haceros pensar un poquito y que le deis vueltas a lo que puede ocurrir en el próximo capítulo. 

Tenemos muchas incógnitas: ¿Qué ocurrirá entre Ari y Neo? ¿Es María buena o mala? ¿Está intentando conquistar a Neo o solo se está comportando como una amiga con la que hablar? ¿Y el coche que misteriosamente les está siguiendo? ¿Son agentes de Svenson? ¿Les están vigilando? ¿Cómo han llegado hasta ahí? 

Y por supuesto, ¿qué opináis del local y de lo que en él sucede? ¿Realmente han caído en una trampa o es parte de ese camino sin retorno del que les hablaba Diya? Solo diré que el próximo capítulo lo tengo que pensar muy mucho, ya que es una escena que tenía pensada desde que imaginé la trama de esta segunda parte y os aseguro que no va a ser nada fácil contar lo que tengo en mente. Espero conseguirlo y sobre todo...¡sorprenderos! 

¡Pronto más! 

Y ahora... quiero haceros un comentario, hay maravillosas personitas, que están leyendo esta novela que me dicen que les encantaría tener estos libros en físico. No sé si lo sabéis, pero a día de hoy para que las editoriales nos hagan caso a los escritores noveles, nuestras historias tiene que tener muuuuchas lecturas. Por eso, os animo a que si realmente os gusta esta historia y os encantaría tenerla, simplemente la recomendéis, ya sea a través de Wattpad o cualquier otra red social, para que poco a poco, las lecturas suban y aumenten las posibilidades de que algún día puedan estar en vuestras estanterías. A mí me encantaría que pudiera ser así. 

Y por supuesto... ¡mil gracias por leerme, por cada voto y sobre todo cada comentario! Sabéis de sobra que me gusta saber lo que pensáis en todo momento. 

¡Os adoroooooooo! Besitosss


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