Capítulo 26


No puede ser.

Volvemos sobre nuestros pasos sin embargo antes de llegar a la acera, nos topamos con el policía.

—¡Ey! ¡Deteneos!

Giramos de nuevo, chocando entre nosotros. Veo que María cae al suelo y Neo la ayuda a levantarse, tirando de ella para que no se quede rezagada. Mikael se cruza conmigo y yo me paro en seco al ver que va directo hacia el agente, se abalanza sobre él y le suelta un puñetazo. ¿Qué pretende? ¿Ganar tiempo? Ambos caen al suelo y sin pensarlo, me acerco a ellos, dispuesta a no dejar a nadie atrás. Tiro de Mikael aunque este, antes de levantarse, le golpea de nuevo.

—¡Vamos! La patrulla tiene que estar cerca...

Retomamos la carrera y cuando giramos a la izquierda no veo a nadie en la calle más que David.

—¿Dónde están...? —No tengo oportunidad de terminar la frase pues él me señala hacia arriba.

Me fijo entonces en la escalera vertical de hierro que lleva hasta el tejado y veo que el resto ya han llegado.

—¡Deprisa! ¡Subid! —nos grita Neo, asomado.

Un temor irracional me atenaza la garganta y soy incapaz de dar un paso hacia la escalera.

—Yo no... no... puedo —digo con un hilo de voz.

Mikael me mira extrañado, sin embargo la expresión de David cambia al instante.

—Vale, tranquila. Pensaremos una solución... —Mira alrededor y no sé qué es lo que está buscando.

—¿Qué hacéis? ¡Subid de una vez! Ari por favor... ¡sube! —grita Neo de nuevo.

Me preocupa que decida bajar de nuevo, es demasiado arriesgado. Niego con la cabeza y David me coge del brazo y tira de mí al ver que una puerta se abre en el edificio del otro lado. Un chico, con pinta de pinche de cocina, sale cargado con un cubo de basura y nos apresuramos a colarnos en el lugar. Mikael choca contra mi espalda y me empuja para que nos demos prisa.

—Creo que un par de agentes nos han visto, tenemos que despistarles.

No hace falta que diga más, echamos a correr por el estrecho pasillo y al atravesar la siguiente puerta, nos encontramos en la enorme cocina de un restaurante que en estos momentos se encuentra en pleno apogeo, ya que están preparando las cenas de esta noche. Sin detenernos, esquivamos a cocineros, camareros y pinches, intentando encontrar la forma de salir. Durante la carrera pienso que quizás no haga falta huir, que nadie nos sigue, pero cuando oigo un estrépito de platos apenas unos metros atrás, sé que los agentes aún nos persiguen. Una nueva puerta nos lleva al comedor y varias personas nos miran extrañadas mientras cruzamos el lugar como una exhalación en busca de la puerta de salida.

Una vez en el exterior, descubrimos que estamos en una calle mucho más transitada que las anteriores. Mikael nos adelanta y algo me dice que tiene una idea. Cruzamos la carretera atestada de coches y cuando llegamos a la otra acera, nos mezclamos entre la gente. Miro hacia el restaurante y veo que los agentes están en la puerta, buscando en todas direcciones intentando localizarnos. En ese momento un autobús me tapa la vista al detenerse en su parada y Mikael nos hace señas para que subamos a él. Dejamos que pague y tomamos asiento intentando parecer lo más tranquilos posible. Cuando el autobús se pone en marcha y gira en la siguiente calle, me derrumbo en el asiento mientras suelto un largo suspiro.

—Lo siento, lo siento mucho —digo totalmente atormentada.

—¿Qué es lo que ha pasado Ari? —pregunta Mikael aún visiblemente alterado. Miro al resto de pasajeros pero están a cierta distancia y no prestan atención a nuestra conversación.

—Es que... —Me avergüenza decirlo.

—Tiene vértigo —suelta David.

Miro a uno y otro totalmente abochornada.

—Lo siento. Pero es superior a mí, no puedo controlarlo. Ha sido ver la escalera y he notado un sudor frío en el cuerpo.

—Tranquila, no te sientas mal. Todos tenemos nuestros miedos —Mikael esboza una sincera sonrisa—. Además, no ha pasado nada grave.

Miramos por las ventanillas pero todo parece en calma, ni luces, ni ruido de sirenas.

—Bajaremos dentro de dos paradas ¿de acuerdo? —conviene David.

Asentimos y durante el resto del trayecto no hablamos.

Cuando nos apeamos, miro a nuestro alrededor totalmente desorientada.

—Chicos, decidme que alguno de vosotros sabe cómo volver con el resto —ruego con voz temblorosa.

El silencio que se instala entre los tres, me confirma lo que tanto estoy temiendo. Nos hemos perdido.

—Tenemos que buscar la forma de ubicarnos y pensar en detalles que nos ayude a...

—¡No! —le interrumpe David.

—¿Cómo que no? —pregunto alterada—. No saben dónde estamos, no saben si estamos bien o no. ¡Nosotros no sabemos si ellos están bien o no!

Pienso inmediatamente en Neo en su cara de incomprensión al ver que no subía con él. ¿Qué habrá pensado al verme salir corriendo con David? Ni siquiera fui capaz de explicarle el motivo por el que no podía...

Sacudo la cabeza intentando alejar todas las incertidumbres de mi mente.

—No podemos malgastar el tiempo intentando regresar —explica David—. No tenemos referencias en las que basarnos, ni forma alguna de buscar. ¿Qué planteas? Que... ¿pasemos la noche dando vueltas sin más? Propongo que busquemos algún local barato en el que dar un cabezada y mañana buscar un transporte que nos lleve hasta el lugar dónde vive Basquiat.

Niego con la cabeza mientras ahogo las ganas de llorar.

—Pero Neo... y los demás...

—Neo llegará a la misma conclusión que nosotros. Esta ciudad es demasiado grande y es imposible que seamos capaces de encontrarnos aquí. La zona de caravanas donde vive Basquiat, en cambio, es un punto común para todos. Sabe que iremos allí.

—Tienes razón —apoya Mikael.

Sé que no podré respirar tranquila hasta que vea que Neo y los demás están bien, pero he de reconocer que lo que David plantea es nuestra mejor opción. Asiento levemente, mientras intento dejar de lado lo mal que me siento en estos momentos. Nunca pensé que se pudiera dar una situación como esta, nunca pensé que pudiéramos separarnos unos de otros de forma accidental y sin embargo, aquí estamos...

—Menos mal que Set se había hecho cargo de mi mochila —comenta David mientras caminamos en busca de una pensión en la que descansar—, si no, estarían sin dinero.

Arqueo las cejas sorprendida al darme cuenta de que está en lo cierto. Si David hubiera llevado su mochila, no tendrían nada y nosotros contaríamos con el dinero de Mikael y el de Jonah. Realmente he de agradecer a la suerte, que haya sido así.

No tardamos en encontrar un pequeño establecimiento con pinta de ser barato pero decente. El recepcionista nos facilita una habitación triple bastante económica y la aceptamos de buena gana. Curiosamente y en contra de lo que pensaba, en cuanto mi cabeza toca la almohada, me quedo dormida.

Me despierto sobresaltada ahogando un grito, pues la imagen que rondaba mi mente me asusta de verdad. No quiero pensar que haya podido ocurrir nada malo, no quiero pensar en la posibilidad de que Neo no se encuentre bien. Me siento en la cama y miro las otras dos, donde mis compañeros aún duermen. Como sé que ya no voy a poder dormir más, decido utilizar el baño y mientras me doy una rápida ducha que me ayuda a despejarme, pienso en cómo fue posible que me durmiera tan deprisa, sin embargo, lo achaco a la bajón de adrenalina que se produce después de una situación estresante. Tuvo que ser eso, ya que apenas comencé a pensar en todo lo ocurrido, el cansancio me venció en pocos minutos. Cuando salgo, Mikael y David ya están levantados y parece que han estado hablando.

—Buscaremos un lugar para desayunar y pensaremos la mejor forma de llegar a Agen —razona David.

No tengo ningún plan mejor, así que asiento levemente y me afano en recoger mis cosas. Una vez en la calle, buscamos un local donde poder comer algo y en cuanto el café baja por mi garganta, ya me siento un poco mejor. No hay nada como la cafeína para espabilar la cabeza.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunto.

—Podemos coger un autobús. Seguramente haya varias líneas que pasen por esa ciudad, Lo único malo es que si por cualquier motivo hay un control, no tendremos forma de escapar de él. —calcula Mikael—. La otra opción es que alquilemos un coche. Nos saldrá más caro, pero creo que será más seguro.

Resoplo al pensar en el dinero que puede suponer, pero entiendo lo que dice.

—Tienes razón. El autobús es muy arriesgado. ¿Crees que ayer tuvieron posibilidad de escanearnos? ¿Pueden saber quienes somos?

Él se encoge de hombros.

—Las posibilidades son remotas. No creo que el agente pudiera hacerlo a la carrera. Aun así no puedo asegurarlo y me imagino que aunque no sepan quienes somos exactamente, habrán puesto a todas sus unidades en alerta.

—Más al agredir tú a ese agente —suelta David.

La mirada que se cruzan no me gusta nada y yo, no creo que sea el momento de echarse cosas en cara.

—Ya no hay vuelta atrás chicos. Es mejor que nos centremos en llegar hasta Basquiat y cruzar los dedos para que el resto estén bien y hagan lo mismo.

No puedo evitar pensar que Neo decida buscarme por la ciudad en vez de ir hasta Agen. Espero que se dé cuenta de que las posibilidades de encontrarnos allí, son mucho mayores...

Mikael habla con el camarero que nos ha atendido y le pregunta un lugar donde poder alquilar coches. Este consulta en su móvil y no tarda en apuntarnos la dirección más cercana, mientras nos explica cómo llegar allí. Sin perder tiempo nos dirigimos al lugar y elegimos el vehículo más barato disponible.

Antes del mediodía, hemos retomado el viaje. Estoy sentada en el asiento trasero y dedico el tiempo a mirar por la ventanilla, ya que el ambiente no es propicio para nada más. Por algún motivo, desde el comentario de David, la situación entre ellos es tensa y yo no tengo ganas de hacer de intermediaria en sus asuntos. Me doy cuenta de que no puedo pretender que todos se lleven bien entre ellos, pues siempre habrá personalidades que choquen entre sí. Me conformaré con que se comporten de forma cordial y que sus diferencias, no perjudiquen al grupo.

De pronto recuerdo los hombres trajeados que nos observaban desde su coche, antes de sucederse el altercado. Todo lo ocurrido después fue tan caótico y precipitado que me había olvidado por completo de ellos. Sin embargo, ahora que vuelvo la vista atrás, me planteo de nuevo si estaba en lo cierto y esos tipos nos estaban vigilando. Porque de ser así... hay algo que no termina de encajar en todo esto. ¿Son hombres de Svenson? ¿Nos están siguiendo? Primero el control a la salida de la ciudad, ahora ese coche... pero, ¿por qué si nos habían localizado no nos detuvieron? ¿Por qué simplemente observaban? Demasiadas preguntas sin respuestas...

Paramos en un local de carretera a comer algo y observo con atención las noticias, interesada en saber si hablan de nosotros o de algún tipo de altercado, pero por suerte, el centro de atención está puesto en otros temas. Al parecer nada de lo ocurrido, ha trascendido. Hacemos que la pausa sea lo más corta posible, pues queremos llegar cuanto antes a Agen. Creo que aunque no lo digan abiertamente, ellos están igual de preocupados que yo por el resto.

Aproximadamente hora y media más tarde, llegamos a la ciudad. Dejamos el coche de alquiler en la central correspondiente y después, cogemos el autobús que más se acerca a la zona de caravanas donde, por lo que sabemos, vive Basquiat. Cuando nos bajamos, cogemos una carretera secundaria y echamos a andar.

—¿A qué distancia está el lugar? —pregunto a Mikael.

—No lo sé exactamente. Solo he estado una vez y llegué en coche.

Noto cierta preocupación en su voz y yo espero que sea por que piensa que nos esperan varios kilómetros de caminata y no porque tiene dudas de que hayamos tomado la dirección correcta.

Cuando ya he perdido la noción del tiempo que llevamos andando, vemos entre los árboles las primeras caravanas y chabolas.

—Mirad, creo que hemos llegado... —señalo el lugar aliviada.

David me sujeta del brazo y me frena.

—Dame la pistola.

Su tono serio me desconcierta un poco.

—¿La pistola?

—Sabéis de sobra que no podemos ser confiados. Mira ayer, si hubiéramos tenido las armas a mano, aún conservaríamos la furgoneta. Tenemos que protegernos y yo no voy a adentrarme en ese lugar así sin más.

Me fastidia darle la razón. Sigo pensando que las armas son peligrosas, sin embargo, me parece que el lugar al que vamos, también lo es. A regañadientes, busco en mi mochila y se la tiendo. Este la coge y se asegura de que está cargada antes de colocársela en la cinturilla del pantalón.

—Sabes que no la usaré a menos que sea necesario —aclara como si me hubiera leído el pensamiento.

Echamos a andar de nuevo y al acercarnos al lugar, vemos que la cantidad de árboles disminuye y frente a nosotros aparece una enorme extensión muy parecida a un camping. Nos acercamos a las primeras caravanas, en el exterior de algunas se ve gente charlando o pasando el rato, otras parecen abandonadas. Hay personas que nos miran con curiosidad aunque la mayoría de ellas no nos prestan atención.

Mikael se acerca a una mujer de mediana edad que cuelga ropa recién lavada.

—Disculpe, no sé si podrá ayudarnos, estamos buscando a Basquiat.

La mujer enarca una ceja y nos echa un vistazo a cada uno antes de responder.

—Seguid todo recto, es una caravana verde, cerca de la carretera. No tardaréis más de cinco minutos en llegar.

—Gracias —respondo.

—No sé que queréis de Basquiat, aunque lo puedo imaginar, chicos. Yo que vosotros daría la vuelta, antes de que os adentréis en un viaje sin retorno.

Su respuesta me crea cierta desazón y asiento levemente antes de continuar nuestro camino. Realmente no ha dicho nada que sea cierto, ya cuento con que no hay vuelta atrás. Desde el momento en que despertamos en esta realidad nuestro camino no podría haber sido otro...

Mikael va el primero, anda con decisión entre la gente, quizás porque está más acostumbrado a estos ambientes. David y yo, sin embargo, estamos alerta, intentando captar todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

Tal y como nos ha indicado la mujer, cuando distinguimos de nuevo la carretera, vemos también la caravana verde. Un tipo de melena larga un tanto enmarañada y ropa de colores chillones, está sentado en una desvencijada hamaca, leyendo un libro que ha conocido tiempos mejores. Mikael se planta delante de él y este levanta la vista y le mira. Durante un instante le observa extrañado, sin embargo, vemos reconocimiento en su mirada y una enorme sonrisa aparece en su rostro.

—¡Mira a quién tenemos aquí! —exclama mientras se levanta y le da un aparatoso abrazo—. ¡Chico! ¿Te has cansado de vivir con Jonah y has decidido cambiar de aires?

—Algo así... —contesta un poco azorado. Seguramente lo último que desea es dar explicaciones de lo que ha ocurrido con él.

—Y traes amigos... —algo en su tono denota interés—. ¡Interesante! Seguro que tendremos mucho de lo que hablar.

—Ellos son David y Ari. Basquiat, ¿por un casual no ha llegado nadie más aquí hoy?

Al ver su negativa, la preocupación se instala de nuevo en mi pecho. Sé que hay muchos motivos que pueden hacer que se retrasen y lleguen aquí más tarde que nosotros, pero me sigue preocupando que Neo se empeñe en buscarnos por la ciudad y tarde varios días en venir hasta aquí.

Basquiat saca algo para beber y nos invita a sentarnos en la desastrosa terraza. Aun así, agradecemos su hospitalidad. Mikael le resume el motivo de nuestro motivo, obviando gran parte de los detalles sobre lo ocurrido en las últimas semanas. Tampoco le explica que nuestro chip no funciona de forma adecuada, lo único que hace es comentarle que queremos deshacernos del él sin extirparlo.

—Jonah nos dijo que quizás tu conocieras algún lugar en el que pudieran ayudarnos —digo sin esperar a que Mikael termine.

Basquiat da un generoso trago a su cerveza.

—Puedo llevaros a un local de la ciudad. Quizás los dueños puedan ayudaros, pero me gustaría avisaros de una cosa. No es la primera vez que alguien va a ese lugar en busca de la liberación —Su voz se vuelve mística de repente—, sin embargo, nunca nadie ha vuelto.

David me mira con el ceño fruncido, creo que piensa que el hombre está chalado. No es que a mí me esté dando mucha confianza, aunque me recuerdo a mí misma que a día de hoy no tenemos más opciones.

—Estaremos en deuda contigo si nos llevas a ese lugar —respondo agradecida.

—Si queréis, podemos ir mañana por la noche. Así veréis el local en todo su apogeo.

Tengo dudas de si quiero saber a qué se está refiriendo.

—De acuerdo, espero que nuestros compañeros hayan llegado para entonces. Si no es así, habrá que posponerlo, no vamos a ir allí sin ellos.

Pasamos un rato más charlando. Basquiat nos cuenta lo que ha estado haciendo desde la última vez que visitó a Jonah y cómo se instaló definitivamente en este lugar. A priori no me parece un mal tipo, aunque me pregunto si nos lo estará contando todo.

Cuando anochece, nos indica cómo llegar a unos puestos de comida para comprar la cena, ya que no nos parece justo abusar de su hospitalidad. Nos acercamos David y yo y compramos algo de carne asada con patatas y fruta. Volvemos hablando de lo independientes que resultan, ya que al tener dónde abastecerse de los productos básicos, no dependen de la ciudad más que en casos contados.

Al llegar de nuevo a la caravana, vemos que hay más gente allí y al reconocer las voces, no puedo evitar echar a correr, mientras intento encontrar a Neo. Veo su gesto de sorpresa cuando me echo a sus brazos.

—¡Estás bien! —exclamo con la voz temblorosa.

No me devuelve el abrazo. Me separa con delicadeza y examina mi rostro.

—¿Y tú? ¿Estás bien?

Asiento, extrañada por su frialdad.

—Sí... —Miro al resto a mi a mi alrededor— ¿Estáis todos bien? Estábamos tan preocupados...

Jamie se acerca a darme un abrazo y miro a Set y María. Respiro aliviada al ver que no les ha ocurrido nada.

David regresa a los puestos para comprar más comida y cenamos todos juntos en la terraza de Basquiat. Este se retira pronto a dormir, aunque antes de eso, nos invita a ocupar la caravana de al lado, que lleva varios meses vacía. Agradecemos su ofrecimiento y después de darnos varias mantas, nos deja solos. En cuanto cierra la puerta, todos se afanan en contar lo que le ha ocurrido a cada grupo durante el tiempo que hemos estado separados.

Jamie narra con todo lujo de detalles cómo uno de los agentes les vio en la azotea y dos policías se dedicaron a perseguirles durante un buen rato. Pasaron de un edificio a otro por el tejado y bajaron por otra escalera de servicio, yendo a parar a otra calle diferente. Corrieron un buen rato hasta que se aseguraron de haber despistado a los agentes y al igual que nosotros, al detenerse, se dieron cuenta de que no sabían cómo regresar al lugar. En realidad nos asombra, cómo para haber estado separados, tomamos básicamente las mismas decisiones: ellos durmieron en una pensión y cerca del mediodía, después de intentar encontrar el aparcamiento sin éxito durante toda la mañana, cogieron un autobús hasta la ciudad.

Durante todas las explicaciones por una y otra parte, no dejo de observar a Neo, que se mantiene en silencio con la mirada perdida. Esto ya lo he vivido y sé que hay algo rondando su mente. Algo que no sé si quiero saber.

Cuando las conversaciones se apagan, todos se van retirando y Jamie, antes de irse me hace un gesto con la cabeza señalando a Neo. Eso me confirma que hay algo que no me ha contado. Con cierta reticencia me acerco a él que ya se ha puesto de pie, dispuesto a entrar en la caravana sin dirigirme ni una sola mirada.

—¿No vas a hablarme? —pregunto con un hilo de voz.

Al oírme se detiene, sin embargo no se da la vuelta y mi temor de que algo no va bien, aumenta.

—¿Qué pasó allí, Ari?

Me quedo clavada durante un momento.

—¿A qué te refieres?

Se da la vuelta y cuando sus ojos se posan en mí, me siento pequeña.

—Te pedí que subieras y no lo hiciste. Estaba ahí, esperándote, pidiéndote que subieras y no lo hiciste.

—Yo no... yo, solo...

Se me atragantan las palabras.

—Te fuiste con él...

Sus palabras son como un puñetazo en el estómago y noto cómo los ojos se me llenan de lágrimas. ¿Piensa que preferí ir con David que con él? ¿Después de todo lo que hemos pasado aún piensa así?

—Neo yo... tengo... vértigo. Vi la escalera y no... pude pensar.

—¡Vértigo! —exclama sorprendido, sin embargo su ceño fruncido me demuestra que su enfado sigue ahí—. Ya, claro... ahora lo entiendo. Y él lo sabía, ¿verdad?

—¿Qué tiene eso que ver?

La falsa sonrisa que se dibuja en su rostro, hace que me dé cuenta de que esto no tiene fácil solución.

—Siempre he pensado que yo te conocía mejor que él, que yo era tu confidente... acabo de descubrir lo equivocado que estaba.

No espera a oír mi respuesta. No espera a saber qué tengo que decir. No espera, porque no le importa lo que yo pueda explicarle. El ya ha sacado sus propias conclusiones.

Y con eso, le vale.


¡He vuelto! ¡Por fin! 

Primero quiero pediros disculpas, porque no pensaba  tardar tanto en actualizar y menos tal cual acabó el capítulo anterior. El motivo fue que me puse a escribir un capítulo de La vida vuelve y ya decidí escribir lo que me quedaba de esa historia para poder centrarme en Árboles de metal y no tener la cabeza puesta en dos historias (aunque no lo creáis es muy difícil saltar de unos personajes a otros y más cuando son tramas tan diferentes). En fin, espero que me perdonéis la espera y que os haya merecido la pena. 

¿Qué os ha parecido el capítulo? Me estresé un poco al escribirlo, ya que me meto tanto en la historia que sufro cuando son escenas de acción. Bueno, ya veis, parece que todo está encauzado de nuevo, todo menos Ari y Neo que vuelven a las andadas. Realmente creo que mientras David esté por medio, Neo siempre va a tener ese temor a que Ari cambie de opinión... 

En fin... en el próximo capítulo irán a ese local sobre el que no sabemos prácticamente nada, ¿qué ocurrirá allí? ¡Espero sorprenderos! 

Por cierto, no suelo comentar nada sobre los temas musicales que pongo en los capítulos, aunque esta vez si diré que se trata de una canción de último disco de Sôber, que curiosamente se llama "La escalera". Así que va con doble sentido. De verdad que os recomiendo que escuchéis a este grupo, sus letras son muy buenas. 

Ya sabéis, si os ha gustado el capítulo, espero vuestros votos y comentarios. 

Y que os adoro, ¡¡¡¡¡sois lxs mejores lectorxs del mundo!!!!!

Besitossss

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