Capítulo 22
Cuando nos sentamos a la mesa, intento disimular mi inquietud para no preocupar a los demás. Más aún al ver lo animados que están todos, incluyendo María, que hablan de lo mucho que les gusta el pueblo y el ambiente de tranquilidad que se respira en él.
—No sería un mal lugar para vivir —sentencia Jamie.
—¿No echarías de menos la ciudad? —Set parece tener sus dudas—. Estamos acostumbrados al ruido, la gente, las prisas...
Jamie se ríe.
—Precisamente por eso. Saldríamos ganando con el cambio. ¿Y tú María? ¿Crees que podrías vivir aquí?
Ella se sobresalta al oír la pregunta.
—Bueno, yo... sí, creo que me gustaría.
—Si os quedáis, os buscaremos alojamiento y seguro que encontráis algo a lo que dedicaros.
Noto cómo la comida empieza a pesar en mi estómago y miro a Neo incómoda. Están haciendo planes. Ellos ya cuentan con deshacerse del chip y quedarse a vivir aquí. ¿Cómo vamos a echar por tierra sus ideas?
Jonah aparece y no tarda en sentarse a la mesa con nosotros. Inconscientemente no soy capaz de apartar mi vista de él porque una pregunta ronda mi cabeza. Algo me hierve por dentro y sin poder remediarlo pregunto:
—¿Dónde está?
Jonah levanta la cabeza, sabe perfectamente que se lo pregunto a él y creo que incluso sabe de qué estoy hablando.
—¿A qué te refieres Ari?
Miro al resto, aunque he intentado usar un tono neutro de voz, todos me están mirando.
—El chico al que has operado. ¿Dónde está?
Jonah carraspea un poco antes de hablar y esboza una sonrisa que pretende ser tranquilizadora.
—Se ha ido.
—¿Tan pronto? Apenas hace unas pocas horas de la intervención.
—Sí, bueno... en realidad una vez que el paciente despierta de la sedación, no tiene que guardar reposo. Se trata de una pequeña incisión y apenas se pierde sangre. No sé qué estás pensando, chica, pero estás equivocada.
Abro la boca para hablar sin embargo alguien se me adelanta.
—Pensé que recomendabas un día de cama a tus huéspedes después de la operación. Como mínimo.
Miro a Mikael y su ceño fruncido no me ayuda a calmarme.
—Cierto, pero que lo recomiende no significa que sea imprescindible.
—¿Y dónde está? —insiste Mikael—. ¿Ha buscado alojamiento en el pueblo?
Me fijo en que todos orientamos la vista a uno y otro alternativamente, atentos a cada palabra.
—No, tenía prisa por marcharse. Su intención no fue en ningún momento quedarse aquí. ¿Quién soy yo para impedírselo? Mikael, tú sabes que yo solo ayudo y que cada uno es libre de quedarse o marcharse.
Mikael se relaja y creo que su disposición a confiar en él, ha hecho que le crea. Jonah se levanta de la mesa sin haber terminado su plato.
—Espero que haya aclarado vuestras dudas. No me gustan las desconfianzas en esta casa. Tengo asuntos que atender...
No más desaparecer por la puerta de la cocina, todas las miradas se centran en mí.
—¿A qué ha venido eso?
—No sé, todavía no puedo deciros nada. Ni siquiera tendría que haberle presionado así, pero no he podido evitarlo. —Tengo dudas de si confían lo suficiente en mí—. En cuanto aclare lo que me preocupa, os lo contaré todo, ¿de acuerdo?
Jamie es el primero en asentir y no esperaba menos de él.
—Chicos, ¿qué tal si vais al cine? Así estaréis un rato entretenidos —sugiere Mikael.
Set se levanta de inmediato.
—Sí, es buena idea. ¿Quién se apunta?
Jamie y María se marchan con él y yo pienso en el dinero que tendremos que devolverle a Mikael, ya que durante estos días estamos viviendo a costa del sobre que le dio Hunter en su local el día que le conocimos.
David se disculpa y se retira a descansar, idea que apruebo ya que el hecho de que haya bajado a comer con nosotros me parece todo un logro. Aun así me extraña que después de la conversación que hemos mantenido no haya hecho ningún comentario, al fin y al cabo, él es el que nos ha hecho desconfiar de la fiabilidad de al operación.
Neo y yo nos levantamos de la mesa con intención de subir a descansar un rato también, pero Mikael, que continua en su asiento pensativo, me detiene.
—Espera. ¿No crees que tengo derecho a que me cuentes a qué ha venido lo de hace un momento?
Neo me mira interrogante, pero yo le hago un gesto de asentimiento para que entienda que me puede dejar sola.
—Te espero arriba.
Regreso a mi asiento y le observo durante unos instantes. Tiene razón. Él se ha arriesgado por nosotros y lo menos que puedo hacer es ser sincera.
—Esta mañana hemos estado hablando con Jonah de la operación y nos explicó los riesgos que conlleva. ¿Te puedo hacer una pregunta Mikael? ¿Me dirás la verdad?
Una sombra de desconcierto se dibuja en su rostro.
—Sí claro.
—¿Has visto morir a algún paciente de Jonah? ¿O has sabido de alguno que haya muerto?
La mirada se pierde en un punto a lo lejos y durante unos minutos sé que está intentado saber, recordar...
—No —En el momento en que pronuncia esa palabra fija sus ojos en mí y sin decir nada más me confirma que ha llegado a la misma conclusión que nosotros.
—Mikael, es imposible que todo el mundo sobreviva a una operación como esa. Así que, ¿qué es lo que no sabemos? Llevo un rato dándole vueltas y me hace pensar también lo extraño que resulta que ninguno haya coincidido con el chico que llegó de madrugada. Hemos estado por aquí todo el día, ¿tú crees que se ha podido marchar sin que le hayamos visto?
Verle negar, acrecienta mis sospechas.
—Pero no sé. —No puede evitar ponerse de pie y comenzar a pasear alrededor de la mesa. Se detiene de nuevo frente a mí y se inclina hacia delante apoyando las manos en ella para quedar más cerca—. ¿Qué nos estamos perdiendo? Llevo mucho tiempo viviendo aquí. Vale que no paso el día en esta casa pero nunca he visto nada raro, nadie ha comentado nada. La gente viene, se opera y se queda o después de hablar con Jonah, se lo piensan mejor y se marchan.
—Sin embargo, no sabes cuánta gente ha pasado por aquí verdad. Puede que haya gente que se haya "esfumado" sin más como el chico este y no os hayáis dado cuenta. Al fin y al cabo, no hacéis una ficha a cada persona que llega. ¿Cómo sabéis si ha muerto alguien o no?
Resopla contrariado y me fastidia ser yo la que le abra los ojos respecto a Jonah, más aún después de todo lo que ha hecho por él.
—No lo sé, supongo que lo hubiéramos sabido. Es decir, si algún paciente ha muerto, lo habrá enterrado en el cementerio, ¿no? Pero ¿de cuánta gente podemos estar hablando?
Me froto la frente incómoda.
—Haciendo una estimación por lo bajo, hemos calculado unos... cien.
Mikael da un golpe en la mesa y sé que ha pasado de contrariado a furioso.
—¡No puede ser! ¡Cien! Eres consciente de que nos hubiéramos enterado de un aumento como ese en el número de tumbas. No estamos hablando de un par de personas.
—Lo sé, pero es lo que pensamos. Me gustaría poder decirte otra cosa...
Inspira hondo intentando calmarse, sin embargo sus puños apretados me hacen pensar que no le está resultando fácil conseguirlo.
—Tengo que... tengo que pensar.
Antes de que pueda decir nada más, sale de la habitación, dejándome sola. Paso la mano por la superficie de la mesa y desearía poder resolver todos nuestros problemas así, con un simple movimiento. Sabiendo que no va a suceder, me levanto y termino de recoger la cocina. Aunque sé que es trabajo de Luisa, me parece mal dejar todo en ese estado, así que me afano en limpiar. Además, necesito desconectar durante un rato y ocupar la cabeza en otra cosa.
Cuando estoy fregando el último de los platos, un escalofrío me sube por la espalda hasta erizarme los pelos de la nuca. Sin darme cuenta, una horrible idea, acaba de hacer mella en mi mente y la sola posibilidad de que sea real, hace que me sienta mal. Me seco las manos de forma apresurada y subo a mi habitación en busca de Neo.
—Necesito que vengas conmigo —digo sin resuello.
Él se sienta en la cama extrañado y seguramente mi expresión le ha preocupado. Hace bien, porque no es para menos.
—¿Qué ocurre?
—Prefiero no contártelo hasta ver si tengo razón o no. Vamos.
Por suerte no me discute y después de calzarse, sale a toda prisa tras de mí. En el exterior tomo el camino hacia el bosque y él se apresura a situarse a mi lado.
—¿A dónde vamos? ¿Qué has hablado con Mikael? ¿Te ha dicho algo?
—No exactamente. Es decir, él no sabe nada, dice que no recuerda haya muerto nadie, pero reconoce lo absurdo de que eso sea así.
Voy con paso rápido, esquivando árboles a izquierda y derecha, mientras Neo intenta mantenerse cerca.
—¿Entonces?
—Los cuerpos, ¿qué hace con los cuerpos?
Llegamos al mismo lugar de esta mañana y cuando ve que mi intención es acercarme a la caseta, me coge del brazo y me frena.
—¿Qué haces?
—Tengo que entrar, Neo. Algo me dice que ahí está la respuesta que buscamos.
Noto cómo afloja su agarre, pero antes de soltarme del todo, mira a nuestro alrededor.
—Vamos. Me tendrías que haber dicho lo que planeabas, hubiera cogido mi pistola...
—Prefiero que no la hayas traído —respondo sin pensar—. Sabes lo que opino de las armas. Aunque nos hayan sacado de más de un apuro.
Llegamos a la puerta y para nuestra sorpresa, la cerradura es electrónica.
—¡Funciona con tarjeta! —Neo evalúa la puerta buscando alguna posible alternativa.
—¿Qué podemos hacer? ¿Hay alguna forma de abrirla?
Pienso en lo extraño que resulta que una caseta en medio del bosque tenga una cerradura de ese tipo y eso refuerza la idea que ronda mi mente.
—Necesitaría alguna herramienta para desmontar la caja —dice más para sí mismo que para mí—. O la tarjeta, claro.
—¿Crees que te valdrá esta? —pregunta una voz a nuestras espaldas y ambos nos volvemos sobresaltados.
Mikael agita frente a nosotros su tarjeta maestra.
—¿Qué haces aquí? —después de su salida precipitada, no esperaba encontrarlo aquí.
—Estaba dando vueltas intentando aclararme un poco y os vi. Así que decidí seguiros.
Neo le mira con desconfianza.
—¿Sabes qué es esta caseta?
—¿Recordáis que os conté que desde el sótano de la casa hay un pasadizo? —Al ver que ambos asentimos, continúa—. Esta es la salida.
Es una gran idea que el tunel llegue a la caseta. A priori nadie pensaría que es más de lo que aparenta a simple vista.
—¿Has visto tú lo que hay dentro? —pregunto.
—No, pero lo veré ahora.
Nos adelanta y pasa la tarjeta sin dudar por la ranura. La puerta se abre con un clic y Mikael se adentra en el interior. Una tenue luz entra por dos claraboyas situadas en el techo, lo que hace que el lugar de sensación de bunquer. Miramos a nuestro alrededor observando cada detalle.
—Aquí está la trampilla —señala Neo un recuadro en el suelo y no duda en tirar del mecanismo, haciendo que esta se levante y queden a la vista las escaleras que descienden bajo tierra.
Sin embargo no tardo en centrar la atención en otro punto del habitáculo. Una estructura de gran tamaño ocupa la zona trasera y me acerco a ella para observarla mejor. Es de hierro y tiene una puerta frontal de gran tamaño.
—¿Qué es? —pregunta Mikael llegando a mi lado—. Parece un horno de industrial. Pero, es absurdo ¿qué sentido tiene algo así aquí?
—Justo es eso. Y si lo piensas bien, no tardarás en entender su función —digo con un hilo de voz.
Miro a ambos y sé que la verdad comienza a vislumbrarse en sus miradas. Por eso nadie ha descubierto hasta ahora que hay operaciones que no han salido bien. Porque Jonah lo organizó todo de forma que sus errores quedaran ocultos. Y qué mejor forma que esta, evitando dejar el más mínimo rastro.
—¿Crees que el chico de esta mañana...? —comienza Neo, pero es incapaz de acabar la frase.
—Por eso sus hombres estaban aquí. Seguro que lo trajeron por el pasadizo y se ocuparon de él.
Mikael niega contrariado.
—Todo esto son conjeturas, no tenemos pruebas de nada.
—¿No te vale con tu instinto? ¿No hay algo en tu interior que te está gritando que es verdad? —insisto.
Sé que es duro para él hacerse a la idea, pero es peor vivir engañado. Y Jonah a día de hoy es lo que está haciendo. Engañar a la gente, jugar con sus vida y no asumir responsabilidades.
—Busquemos alguna prueba, quizás haya algo por aquí —apura Neo y comienza a revolver entre el material y las cajas que hay por el lugar. De una de ellas, saca varias prendas de ropa y una mochila. Dentro varios objetos básicos, un móvil y algo de comida—. ¿Y qué me dices de esto? Seguro que pertenece al chaval.
Mikael se cruza de brazos molesto.
—¡No tiene por qué ser de él! Puede pertenecer a cualquiera. Además, se hubieran deshecho también de ello, ¿no?
Es cierto que no es una prueba directa, pero aunque no lo quiera reconocer, hay muchas posibilidades de que las cosas sean del chico.
—Quizás les quitan las cosas por si algo se puede aprovechar. Ya sabéis, vender los móviles, reutilizar la ropa... nadie va a reclamar todo esto.
—A ver, según vosotros, el chico de esta mañana, ha muerto durante la operación. Los hombres de Jonah lo han traído hasta aquí y han incinerado su cuerpo. Entonces el horno aún debería guardar el calor...
Sin pensarlo dos veces se acerca a la enorme puerta de hierro y la abre. Una bocanada de humo caliente mezclado con el olor a carne quemada, nos golpea en el rostro y noto la náusea subir a mi garganta. Salgo corriendo de la caseta hacia un lateral sin poder aguantar ni un segundo más las arcadas. La cabeza me da vueltas y caigo al suelo de rodillas. Cuando una de mis lágrimas gotea en mi mano, me doy cuenta de que estoy llorando. Mi instinto ya me había avisado de lo que me iba a encontrar, yo misma estaba explicándole a Mikael lo que estaba ocurriendo, y sin embargo, nada me había preparado para esa crudeza, para que ese olor me hiciera darme cuenta de que la realidad, supera cualquier cosa que pueda imaginar.
¡Holaaaaa!
Aquí estoy de nuevo, he tardado tan poco en escribir este capítulo que me he dicho... ¿para qué les voy a hacer esperar más? Así que aquí lo tenéis.
Sé que seguramente, el final os haya dejado cierta desazón, a mí me dejó una sensación rara cuando terminé de escribirlo, pero tenía muy claro que esto era lo que tenía que ocurrir. ¿Qué opináis?
Bueno, espero que os haya gustado, si es así espero vuestros votos y sobre todo vuestros comentarios ¡quiero saber si os está gustando! El próximo será un capítulo de muchas decisiones y ya estoy a vueltas con él, así que espero poder subirlo muy pronto.
Como siempre, muchísimas gracias por leerme. No sé si os habéis fijado, pero poco a poco las lecturas suben y Árboles de ceniza ya pasa de los 40k. Esas lecturas son gracias a todxs lxs que habéis regalado un poquito de vuestro tiempo para leer esta historia.
¡Os adoro! Millones de besossss.
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