Capítulo 15


Recorremos media calle cuando oigo a Set quejarse a mis espaldas, miro hacia atrás y veo que se ha caído. Sin pensarlo me paro en seco y regreso a su lado para ayudarle a levantarse. Al llegar a su altura, nos alcanza David y me asusto al ver lo cerca que están los agentes de nosotros. Nos disparan de nuevo y al encontrarnos en medio de la calle no tenemos con qué protegernos. Lo primero que cruza por mi mente no es mi propia seguridad, sino la de Set. No podría soportar que le pasara algo de nuevo. Si muriera otra vez por culpa de nuestra intervención me volvería loca. Algo me dice que David está pensando lo mismo que yo ya que le cubre con su cuerpo mientras dispara. Intento localizar al resto y consigo distinguir a Neo escondido detrás de un coche disparando a los agentes. No sé dónde están Mikael y Jamie, así que de momento nos contentaremos con llegar hasta él.

Set se ha hecho daño en el tobillo, por lo que le ayudo a levantarse y nos acercamos a la pared para no estar tan desprotegidos. David nos sigu,e cambiando un cargador por otro y me pregunto cuánta munición llevarán encima. Llegamos hasta Neo que me lanza una mirada de reproche. Me imagino que tendrá que ver con mi propensión a no pensar en mi propia seguridad, aunque tratándose de Set, supongo que entenderá por qué lo he hecho.

—¿Estáis bien? —pregunta con tono grave.

—Sí, bien —respondo, sin embargo él no me presta atención, está mirando a David fijamente. Yo también le observo y no tiene buena cara. Está bañado en sudor y tiene la respiración entrecortada.

—No me miréis así. Estoy bien. —Se pone de pie y nos adelanta—. Vamos. Antes de que nos alcancen.

Giramos en la esquina del edificio y nos encontramos a Jamie y Mikael que se acercan corriendo.

—No podemos llegar a la furgoneta. Hay más agentes en la calle donde está aparcada. —Mikael parece preocupado y no es para menos.

¿Qué podemos hacer ahora?

—Necesitamos unos minutos para pensar. —Neo no funciona bien bajo tanta presión.

Mikael mira alrededor y se acerca a una puerta que se encuentra a pocos metros de nosotros. Tiene apertura de tarjeta así que no creo que pueda conseguir nada.

Por increíble que parezca, saca una de su tarjetero y la pasa por la ranura, marcando después una clave de seis dígitos. Oímos el click de la puerta al abrirse y decido entrar en el almacén antes de plantearme cómo lo ha hecho.

Cerramos la puerta a nuestras espaldas y nos alumbramos con los móviles para no estar en total oscuridad.

—Pero aquí nos encontrarán... dijiste que nos estaban rastreando.

Jamie tiene razón.

—Estos almacenes suelen tener varios pisos por debajo de esta planta, sólo tenemos que encontrar las escaleras y bajar lo suficiente como para que pierdan la señal. Sus programas no son perfectos, en cuanto desaparezca la cobertura del móvil, estaremos seguros. Siempre y cuando no se les dé por entrar en cada almacén a buscarnos, claro.

Respiro aliviada.

—Por lo menos tendremos algo de tiempo para decidir cómo salir de aquí. —Neo se guarda la pistola en la cinturilla del pantalón y echa a andar detrás de Mikael.

Nos movemos despacio pues con los móviles vemos lo justo y ya tenemos suficiente con el tobillo de Set como para que alguien más se haga daño. Tardamos un buen rato en encontrar las escaleras y comenzar a bajar, aunque por suerte, en ese tiempo no nos han encontrado y con cada escalón que bajamos, me siento un poco más segura. Jamie mira continuamente su teléfono y nos hace un gesto con la mano cuando la cobertura desaparece. Nos detenemos en esa planta y nos sentamos en el suelo a descansar.

Miro a Mikael con curiosidad.

—¿Cómo has conseguido abrir la puerta? —No puedo pasarlo por alto.

Se encoge de hombros.

—Tengo una tarjeta maestra. Está configurada para abrir todas las puertas de ese tipo. —Se ríe entre dientes—. Me costó una fortuna, pero me ha sacado de más de un apuro.

Este chico es una caja de sorpresas.

—Gracias por no dejarnos tirados. —Tampoco quiero pasar eso por alto—. Podías haberte largado y no lo has hecho.

—Le dije a Hunter que os llevaría hasta Jonah. ¿Qué sería de mi palabra si no lo hiciera?

Y además un chico de principios. Eso está bien.

—¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer? —pregunta Jamie.

Mikael mira a nuestro alrededor.

—Podemos pasar aquí la noche. Hay demasiados pabellones para que decidan registrar uno por uno. Con un poco de suerte mañana ya no estarán y podremos coger mi furgoneta sin problemas.

En estos momentos estoy tan agotada de correr que no me parece una mala idea. Sé que no me costará nada dormirme aunque sea contra el duro cemento.

—¿Todos de acuerdo? —Neo nos mira uno por uno y asentimos.

David está apoyado en una de las paredes pero no le veo hacer ningún gesto.

—David... ¿te parece bien?

No contesta y aunque pueda ser que se haya quedado dormido, algo me dice que no es así. El miedo me atenaza cuando me acerco a él y le muevo ligeramente.

—¿David? —insisto.

No abre los ojos y al zarandearle cae sobre su costado, inconsciente. El pánico me retuerce las entrañas cuando comienzo a chillar.

—¡David, David! —intento buscar alguna herida, algo, mientras el resto se agolpan a mi alrededor. Noto humedad al buscar por el torso y levanto la mano asustada. No me hace falta ver, el olor a sangre es inconfundible y me sacude cómo una bofetada.

—Neo es sangre. Lloro histérica. No puede estar herido, él no. Él no.

Mikael le levanta la camisa y la luz del móvil deja a la vista una herida de bala justo debajo del corazón. Está sangrando abundantemente y si no conseguimos parar la hemorragia, no creo que viva más de unos pocos minutos.

—Hay que llevarle a un hospital... —apremia Neo. Él también está nervioso y no es para menos.

—No —le interrumpe Mikael—. Nos detendrían a todos.

No me lo puedo creer.

—¿Te das cuenta de lo que dices? ¡No vamos a dejarle morir! —chillo furiosa—. Yo no le voy a dejar morir.

No puedo siquiera pensar en esa posibilidad. Recuerdo cuando la brecha del accidente estuvo a punto de devolverme a mi realidad, pero ahora, David está encerrado en esta y puede que ni su muerte aquí le deje regresar. Además, no quiero que el David de aquí muera, no sería justo para él, que se ha visto arrastrado a esta situación.

Me quito el abrigo y comienzo a arrancar el forro de algodón para poder utilizarlo como venda. Set se da cuenta de lo que pretendo y me echa un mano. Consigo unos cuantos trozos de tela de un tamaño considerado y decido ponerme manos a la obra.

—Hay que mirar si la bala ha salido. Ayudadme a girarlo.

Neo y Jamie le inclinan sobre el otro costado con cuidado y Mikael alumbra con el teléfono mientras le miro la espalda. Respiro aliviada al ver el orificio de salida. Siempre dicen que es mejor que no se quede alojada dentro. Vuelven a tumbarle y pido a Mikael que acerque el móvil para que pueda ver mejor la herida. Intento no pensar en lo aprensiva que soy y cojo un trozo de tela dispuesta a taponar la herida. Introduzco una esquina de la tela y con el dedo meñique voy empujando el resto en el interior hasta que el agujero queda taponado.

—¿Qué estás haciendo? —me pregunta Jamie con cierta duda en su voz.

Ojalá lo supiera.

—Leí que en las guerras la mayoría de los soldados que morían, no era por la gravedad de las heridas —les hago un gesto para que le giren de nuevo y poder hacer lo mismo con el orificio de la espalda— sino desangrados. Hablaban de que si se pudieran taponar las heridas hasta llegar a los hospitales, muchos de ellos se salvarían. Quizás esto no sirva de nada, pero tengo que intentarlo.

Una vez taponada la herida, Set me ayuda a vendarle con el resto de tela alrededor de las costillas. Cuando terminamos, miro mi obra, consciente de que como mucho, esto sólo servirá para que aguante un poco más.

—Iré yo sola al hospital —sentencio.

Neo me coge de la mano, como si con ese gesto pudiera retenerme a su lado.

—De eso nada. No voy a dejar que lo hagas.

Está apretando los dientes y sé lo que significa.

—No puedo quedarme sin hacer nada...

—Se me ocurre una opción.

Todos miramos a Mikael al oír sus palabras, pero no sé qué otra posibilidad puede haber. Su gesto serio me hace pensar que no es una solución fácil.

—Hay una línea de metro que dejó de utilizarse hace unos treinta años. No figura en ningún mapa y la mayoría de la gente no la recuerda. La estación del final no está lejos de aquí.

No entiendo nada.

—¿De qué sirve que vayamos allí? —necesito que se explique mejor.

—En ese lugar vive una comunidad de gente a la que por distintos motivos el chip dejo de funcionar. Fue mi primer hogar —lo dice con cierta nostalgia—. Julianna nos podrá ayudar. Ella es médico.

No estoy del todo convencida.

—Pero, ¿no es el hospital una opción más segura?. Allí habrá más posibilidades de que le salven. —Miro a David y se me atragantan las palabras.

—Sé práctica. Ha disparado contra unos agentes. Si se salva, en cuanto esté recuperado, irá a parar a una cárcel para el resto de su vida. ¿Eso es lo que quieres para él?

No, claro que no.

—Sabes que él no querría esa vida —me susurra Neo.

Tengo que entender que en estos momentos quizás yo sea la que pienso con menos claridad al tratarse de David. Puede que ellos tengan razón. Asiento sin levantar la mirada.

—Bien, hay varias entradas, aunque para no correr riesgos creo que lo mejor es que vayamos hasta una de ellas por las alcantarillas. Tendremos que turnarnos para cargar con él, pues habrá unos cuantos kilómetros hasta allí.

Los chicos se ponen de pie dispuestos a organizarse, pero yo no me siento con fuerzas para afrontar lo que nos espera. Neo se da cuenta, me sujeta de los hombros y me levanta, dispuesto a envolverme entre sus brazos y darme consuelo. Respiro hondo para no derrumbarme e intento disfrutar de su cercanía.

—Se acabó la tranquilidad, ¿verdad? —le pregunto.

—Eso parece. No te preocupes, saldremos de esta. —Busca mi mirada—. Eres una chica fuerte, ya me lo has demostrado otras veces. No dejes que esto pueda contigo.

Quiero replicarle, decirle que esta vez se trata de David y que eso es peor que todo lo que nos ha pasado hasta ahora, pero no tengo oportunidad, porque decide besarme y sus labios me infunden la confianza que me faltaba para seguir adelante.

—No sé que haría si no estuvieras conmigo —le digo intentando esbozar una sonrisa.

—Siempre estaré a tu lado. Ya lo sabes. —Me da un beso en la frente y me suelta para ponernos en marcha.

Bajamos dos pisos más antes de llegar a la escalerilla que conecta con las cloacas. Entre los chicos consiguen descender a David hasta el conducto principal y cuando en último lugar, entro en el estrecho túnel, me azota un olor insoportable. Trago con esfuerzo intentando frenar la náusea que se empeña en subir por mi garganta, pensando que quizás cuando mi nariz se acostumbre ya no lo notaré. Estoy equivocada, según avanzamos, el olor sigue presente, empeñado en no hacernos fácil el camino.

Mikael rompe el silencio y lo agradezco dispuesta a dejarme llevar por la conversación e intentar olvidarme de dónde nos encontramos, de que David se está desangrando y de que no sé a dónde nos dirigimos.

—Cuando lleguemos, no os separéis de mí hasta estar bajo la protección de Julianna. —Veo que se guarda en la cinturilla el arma de David y el que la haya cogido me indica que no vamos a un sitio muy seguro.

—¿Por qué dices eso? —pregunta Set tartamudeando.

Tengo la sensación de que tanto él como Jamie no entienden de situaciones peligrosas, que lo de esta noche rebasa por mucho lo más arriesgado que hasta ahora habían hecho en sus vidas. No puedo evitar sentirme culpable de haber dejado que se involucren en esto.

—Es un lugar peligroso. Una parte de la gente que vive allí ha tenido accidentes, peleas... y por esa razón su chip ha dejado de funcionar o está defectuoso. Se han visto obligados a cambiar de vida y luchar por seguir adelante. Es un gueto, en el que sobrevive el más listo o el que primero pega. Esas personas resultan violentas porque ya no se ven influidos por el chip y las circunstancias en las que se encuentran no son las mejores. No hay un futuro para ellos. La mayoría tienen que traficar o cometer delitos menores para salir adelante. No les estoy justificando, pero es duro... Julianna ha instaurado ciertas normas, pero siempre hay quien está dispuesto a saltárselas...

Sus palabras me hacen pensar que si él tuvo que vivir ahí, sobrevivió por su inteligencia, aunque seguro que también fue el lugar en el que aprendió a pelear.

—Dijiste que Julianna era médico, ¿a ella también le falló el chip? —le pregunta Jamie.

—No, la verdad es que el suyo funciona perfectamente.

Me detengo de la sorpresa.

—¿Y aún así vive allí?

—Lo entenderás cuando la conozcas. Era una hippy, una activista que luchaba por los derechos de las personas, creo que en ella el chip no tiene efecto. Es demasiado rebelde cómo para dejarse vencer por algo así. Como vio que no podía conseguir cambiar las cosas, decidió ayudar de la única forma que se le ocurrió. Un día hizo las maletas y se fue a la estación siete. Desde entonces ayuda a todo el que se presenta allí, con el tiempo se ha convertido en una especie de matriarca.

Algo me dice que me va a caer bien. Sólo espero que además pueda curar a David.

Seguimos caminando lo que parece una eternidad, los chicos se turnan para llevar a David que continúa inconsciente lo que por un lado agradezco, ya que si estuviera despierto, el dolor se le haría insoportable, pero por otro no hace sino preocuparme de la gravedad de su estado. Les hago detenerse un par de veces durante el trayecto, para asegurarme de que sigue teniendo pulso y ver si el vendaje aguanta. Por suerte, aún no está empapado de sangre lo que significa que mi "sistema de contención" de momento funciona.

Mikael se detiene de golpe y busca en la pared unos símbolos junto a una trampilla.

—Estas señales las hacemos nosotros para saber los accesos a la línea de metro —nos explica pasando los dedos por encima de los dibujos.

Con esfuerzo gira la manivela de la puerta de metal y después de varias vueltas, esta se abre con un chirrido. Pasa al otro lado y todos le seguimos, cerrando de nuevo la puerta, una vez nos encontramos en el nuevo túnel.

Saco mi móvil y alumbro a nuestro alrededor. Consigo distinguir las vías del metro y la bóveda del túnel es mucho más grande que la que acabamos de abandonar. Para mi alegría el olor nauseabundo que taponaba mi nariz ha desaparecido así que doy varias bocanadas de aire intentando librarme del recuerdo que aún perdura en mi memoria.

Con energías renovadas al intuir que estamos más cerca de nuestro destino, reanudamos la marcha y aunque lo hacemos en silencio, nuestro entusiasmo es otro, sabiendo que no tardaremos en llegar a la estación siete.

Cuando llevamos más de dos horas andando, dejo de mirar el reloj del teléfono, cosa que he hecho cada cinco minutos, decidiendo que esa actitud no me ayuda en absoluto. Lo único que debo hacer por muy agotada que esté, es poner un pié delante del otro y seguir caminando. No llevamos nada, ni comida, ni bebida y si en estos momentos vería un charco, sería capaz de abalanzarme sobre él y bebérmelo. Para colmo, desde la última hora, el camino se ha ido inclinando ligeramente hacia arriba lo que hace que nuestro esfuerzo sea aún mayor. En estos momentos oigo la respiración agitada de Set, que va cargando con David y no quiero pensar en lo que debe suponer para él, ya que David es bastante más alto que él y mucho más fuerte. Aún así, Set no se ha quejado en ningún momento y ha hecho sus turnos sin rechistar. Odio que sean tan caballerosos como para no haberme incluido en en el reparto, pero ¿a quién quiero engañar?. Ni por asomo hubiera podido cargar con él. Además para ser justos, lo cierto es que los turnos de Set están resultando ser bastante más cortos que los del resto y creo que él no se ha dado cuenta de que lo están haciendo a propósito para facilitarle el poder cumplir con su parte.

Sin darme cuenta aminoro el paso, pero la mano de Neo aprieta la mía y tira de mí hasta que vuelvo a situarme a su lado. Así lleva haciendo desde que entramos en este túnel, cada vez que no le ha tocado llevar a David. Le miro de reojo en la penumbra preguntándome si sería capaz de seguir, si no estuviera él tirando de mí cada vez que estoy a punto de darme por vencida...

—¡Mirad! —Mikael señala al fondo del camino y entrecierro los ojos hasta distinguir una pequeña luz.

—¿La estación? —pregunta Jamie esperanzado.

—Eso es. ¡Vamos!

Neo me suelta y me acaricia la mejilla.

—Venga, un último esfuerzo —me susurra. Después se acerca a Set y se carga a David a la espalda echando a andar a grandes zancadas sin pensárselo dos veces. Mikael se pone a su altura y el resto les seguimos a trompicones, recordando sus palabras de mantenernos todos juntos. Crece en mí el nerviosismo según nos vamos acercando, siento miedo por David, incertidumbre por lo que nos vamos a encontrar y esa adrenalina que me recorre el cuerpo, hace que me espabile del todo.

No tardamos en llegar a la zona iluminada, podemos ver los andenes de la estación en los que ordenadamente hay casetas hechas con chapas de distintos tamaños. Veo gente cocinando, lavando ropa o charlando y muchos de ellos nos miran con curiosidad mientras continuamos por las vías en dirección al final del túnel. Mikael busca a su alrededor intentando localizar a algún conocido y no tarda en encontrarlo.

—¡Jax! ¡Eh, Jax! —le grita a un chico de su edad que discute con otro por unas latas de cerveza.

El chico nos mira despistado hasta que se fija en Mikael. Al reconocerle, salta a las vías.

—Ey, Mikael. ¡Me alegro de verte tío! Hacía tiempo ya de la última vez que te dejaste caer por este vertedero...

—No tengo tiempo de charlar contigo ahora Jax —le corta—. Busca a Julianna y avísala de que vaya al hospital. Es urgente.

El chico asiente y sin dudar sale corriendo. Seguimos andando y la luz disminuye de nuevo al alejarnos de los andenes. ¿A dónde vamos? No tardo en averiguarlo.

A los pocos metros, las vías se dividen en varias y en ellas vemos decenas de vagones de metro, antes abandonados y ahora reconvertidos en viviendas. Sin darnos cuenta nos hemos detenido y todos miramos a nuestro alrededor asombrados. Prácticamente es una ciudad subterránea... No puedo evitar pensar en que los habitantes de la ciudad viven ajenos a lo que ocurre bajo su propio suelo.

—Venid, no perdamos tiempo —insiste Mikael.

Le seguimos con cuidado de no tropezar con las vías y después de recorrer parte del laberinto, por fin se detiene frente a un metro de cuatro vagones.

—El hospital —es obvio tras ver una cruz roja pintada con spray.

Mikael sube con decisión y Neo le sigue con David aún sobre su hombro. Dudo durante unos segundos y finalmente me encaramo a la puerta justo cuando Jamie me sujeta del brazo.

—Os esperamos aquí fuera, ¿vale?

Tiene razón, no creo que anden muy sobrados de espació ahí dentro.

—Vale, pero estad alerta y no os alejéis de aquí. Quiero saber que si me asomo podré veros.

Ambos asienten. Atravieso la puerta y veo que una de las paredes está llena de literas donde acostar a los enfermos. Mikael y Neo ya están en el siguiente vagón y me apresuro a seguirles. El hospital está bien iluminado, seguramente han conseguido que la electricidad continúe conectada y por tanto los vagones tienen luz. En algunas de las camas hay personas durmiendo y la mayoría no nos prestan atención. Les alcanzo cuando entran en el último vagón que al parecer utilizan como quirófano y ayudo a Neo a tumbar a David sobre la camilla. La luz fluorescente hace que se le vea aún más pálido, con la frente perlada de sudor y el gesto contraído. Levanto su camiseta con cuidado para observar la venda que ahora sí está empapada de sangre y me doy cuenta que yo misma tengo las manos manchadas de sangre seca. Me las froto con gesto nervioso y en ese momento entra por la puerta una mujer de unos sesenta años, cabello blanco trenzado enroscado alrededor de la cabeza y rostro marcado por profundas arrugas. Pero lo que más me llama la atención son sus ojos, negros y vivaces que no corresponden para nada a su edad. Sin duda son los de una niña mirando todo con atención. Nos observa un segundo y no duda en acercarse a Mikael y ponerle su mano en la mejilla.

—Mikael. Estás aquí... —respira profundamente, como si decirlo en voz alta le diera tranquilidad.

Se sonríen mutuamente y veo que hay un lazo fuerte que les une, más allá de una simple convivencia. Parecen... madre e hijo. Se funden en un abrazo y aunque no les conozco, ese gesto consigue emocionarme. Al separarse, Julianna aún dedica un momento a observarle, como si con eso pudiera saber lo que Mikael ha vivido desde la última vez que se vieron y acto seguido mira a David sobre la camilla.

—Veamos que me traéis aquí...

Con manos hábiles le quita la chaqueta y con unas tijeras le corta la camiseta. Mira durante un segundo el vendaje y lo retira con cuidado mientras escucha lo que Mikael le cuenta.

—Una herida de bala, hay orificio de salida. Eso es bueno, ¿no?

La mujer asiente con gesto serio concentrada en su evaluación. Se lava las manos antes de manipular la herida y comienza a extraer la tela que le introduje en la herida. Veo aparecer una media sonrisa en su cara y pregunta con curiosidad.

—¿Quién ha tenido la idea de taponar así la herida? —Nos mira a los tres esperando una respuesta.

—Ha sido Ari —responde Mikael al ver que Neo y yo no nos atrevemos a hablar.

Ella observa mis manos manchadas y asiente levemente.

—Que sepas que haberlo hecho, seguramente, le haya salvado la vida.

Me aguanto las lágrimas como puedo, ya tendré tiempo de llorar más tarde.

—¿Podemos ayudar? —Neo dispuesto a colaborar como siempre.

—Sí, acércame ese ecógrafo de ahí —señala un pequeño aparato en la mesa que él tiene detrás.

Esperamos en silencio esperando su opinión.

—Es un chico con suerte. La bala no le ha dañado ningún órgano. Bastará con coser la herida, unos días de antibiótico para evitar infecciones y una transfusión. Mikael...

Este se quita la chaqueta y comienza a remangarse la camiseta, mientras Julianna coge el material necesario para poder extraerle la sangre.

—¿No podemos donar nosotros? —pregunto, Mikael ya ha ayudado demasiado como para que también dé su sangre.

—Con él será más fácil —me responde concentrada en su tarea—. No sabemos el grupo sanguíneo de vuestro amigo y Mikael es 0-.

Neo y yo nos miramos y sé que él ha pensado lo mismo que yo. Mikael en la otra dimensión hubiera sido un cero, una persona recluida y utilizada por su sangre...

Este espera sentado pacientemente a que la bolsa se llene y lo cotidiano de la situación me hace comprender que es algo que hacía a menudo cuando vivía aquí. Mientras Julianna limpia la herida de David y le administra un sedante antes de coser. Con manos ágiles realiza ambas suturas con una precisión pasmosa y termina justo a tiempo de retirarle a Mikael la vía y comenzar la transfusión de sangre. Además le conecta a un monitor y le administra el antibiótico y una bolsa de suero salino.

—Listo. —Se lava de nuevo las manos y nos mira sonriente—. Le diré a Zira que le vigile y mientras hablaremos.

Bajamos del metro y Jamie y Set se levantan de un salto al vernos.

—¿Qué tal ha ido? —Jamie parece preocupado de verdad.

—No creo que haya ninguna complicación. Necesitará unos días de reposo, nada más.

Veo como ambos respiran aliviado. Menos mal que se supone que no son empáticos.

Seguimos a Julianna entre los vagones hasta llegar a uno doble. Me fijo que las ventanas tienen cortinas y al entrar nos encontramos con una pequeña salita de estar y una cocina.

—Sentaos —me mira y me señala el fregadero—. Puedes lavarte las manos ahí, querida.

Obedezco, contenta de poder librarme por fin de la sangre de David y después me siento al lado de Neo en el sofá. Mikael comienza a traer a la pequeña mesa de comedor todo lo que Julianna le va indicando y esta pone al fuego un puchero de gran tamaño. Lo llena de agua y no tarda en mezclar un montón de ingredientes en su interior. No parece que sea la primera vez que tiene tantos invitados y ambos se mueven por el pequeño salón acostumbrados a compartir estas tareas.

Él nos sirve vasos de limonada a todos y al dar el primer trago mi cuerpo me recuerda el tiempo que llevo sin ingerir ningún liquido por lo que apuro el vaso sin pensarlo dos veces. Al mirar a los demás, veo que todos han reaccionado igual y Mikael se afana en llenar los vasos de nuevo mientras bebe hasta la última gota del suyo.

—Estáis deshidratados, ¿cuánto tiempo hace que no bebéis? —nos pregunta preocupada.

—Unas cuantas horas, el problema no es ese, sino los kilómetros que hemos andado y el esfuerzo que eso nos ha supuesto.

Mikael tiene razón pero a ella no le vale con esa explicación.

—¿En qué estás metido?

—Tengo que llevarles conmigo a ver a Jonah, es un favor para Hunter. El problema es que nos ha coincidido una redada. Ya sabes, Svenson y sus hombres, como siempre. Ahora les habrán fichado y no tienen más opción que salir de la ciudad.

Julianna frunce el ceño preocupada.

—¿Ha sido uno de sus agentes el que ha disparado a vuestro amigo?

—Así es —responde Neo.

—¿Y qué hacíais vosotros en ese local? —pregunta mientras revuelve la sopa—. ¿Por qué tienes que llevarles con Jonah?.

Mikael se acerca a ella y le pone una mano sobre el hombro.

—Mama, son empáticos. Y su chip funciona.

Ella deja de dar vueltas con el cucharón y le observa boquiabierta. Se gira y nos mira uno por uno, sopesando hasta qué punto creer sus palabras.

—No puede ser, pero el chip...

—No sabemos el motivo, pero parece que el chip no funciona con nosotros —Jamie no sabe qué más decir para convencerla—. Tenemos que saber qué está pasando y si Jonah puede ayudarnos, iremos a verle.

—Pero eso podría significar... —por su voz se nota que está evaluando las posibilidades.

—Que puede haber más gente como nosotros que pueden ser empáticos aunque tengan el implante —sentencia Set.

Nos hace un gesto con la mano restándole importancia.

—Bah, da igual. Si este chip falla, fabricarán uno nuevo... las cosas no son tan fáciles como os pensáis.

—Puede ser pero —Me niego a perder la esperanza—, si en el tiempo que tardan en crear uno nuevo, la gente descubre que puede ser empática sin él, no estarán dispuestos a dejarse implantar otro. Además, el gobierno se verá obligado a explicar su engaño.

Mientras comemos, Julianna nos cuenta su historia. Cómo decidió cambiar su forma de vida e instalarse aquí para ayudar a todo aquel que, tenía problemas con el chip y en la sociedad actual se vería avocado a un nuevo chip o una vida en la cárcel. En todos estos años ha visto pasar a mucha gente, algunos se han quedado, otros se han ido a lugares fuera de la ciudad, incluso unos pocos han decidido regresar e implantarse un nuevo chip...

Todos la escuchamos con interés y siento envidia de su convicción, de su fortaleza pues no me parece fácil tomar la decisión de llevar una vida así y no cambiar de idea en algún momento de debilidad.

Ayudo a recoger la mesa mientras Mikael lleva a Neo y Jamie a buscar unas mantas.


¡¡Hola a todxs!!

Quise subir el nuevo capítulo ayer, pero Wattpad hizo de las suyas e incluso durante un rato, al parecer yo no había escrito ninguna historia. Jajjaja... No sé, últimamente pasa mucho. Y ya no os digo con las notificaciones, si tardo en contestar que no os extrañe porque mi móvil pita pero no actualiza. En fin, paciencia...

Bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo? Seguro que durante un instante pensasteis que iba a cargarme a Set, pero.... ¡oh, sorpresa! el disparo ha sido para David. No me odiéis, tocaba crear un poco de tensión. Además os diré que lo que le ocurre a David tendrá una importancia especial... justo al final de este libro. ¡Y no digo más!

¿Qué os ha parecido la comunidad que vive en la estación de metro? Me pareció que podía resultar interesante y el personaje de Julianna me encanta entre otras cosas por su dedicación a los demás.

Si os ha gustado, como siempre, agradeceré vuestros votos y comentarios.

Esto no ha hecho más que empezar...

Besitosssss

 

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