Capítulo 34
Neo arranca e iniciamos el camino de vuelta. Decido aprovechar el tiempo.
—Hemos pensado que es mejor que no comentes lo de Cesar y tampoco creo necesario que sepan que es tu hermano. Nosotros decidiremos a quién informar de esto.
Cristian asiente.
—De acuerdo. Lo que vosotros digáis. De todas formas, parece que conocéis bastante a mi hermano, ¿cómo es eso?
Me parece buena idea ponerle al día de todos los problemas que nos ha causado, así que ocupamos la mayor parte del viaje en contarle todo lo sucedido.
—Está claro que ha aprendido de mi madre. Cree que lo importante es el poder, aunque sea a costa de los demás.
Parece muy crítico con su actitud.
—Solo sabe hacer daño —añado—. Lo he vivido y no he visto un ápice de compasión en él.
Cristian niega rotundamente.
—Lo que más me fastidia es que en estos momentos pueda estar haciendo daño a alguien por vengarme a mí. Yo no le he pedido que actúe así... Tened por seguro que en cuanto le vea, le dejaré un par de cosas claras.
—No sé si lo sabes —comienza Neo—, pero la patrulla mató a uno de nuestros compañeros. Todo "gracias" al chivatazo de Cesar.
—¿Qué? No, no lo sabía... —Su tono es de enfado— en parte me siento culpable. Cuando me enteré de su grupo sanguíneo, se lo tenía que haber contado, así se le habrían bajado los humos. Seguro que su actitud ahora sería diferente. Pero quise protegerle... ¡Qué error!
Se equivoca.
—No puedes cargar con la culpa de los actos de tu hermano. Él es el culpable, nadie más. Si todo sale bien, le haremos "reflexionar" sobre su comportamiento.
Llegamos al pueblo y dejamos el vehículo en el hangar.
—Creo que lo mejor es que se quede en mi casa. —Se ofrece Neo.
Seguro que es para tenerle vigilado.
—Bien. ¡Oh, vaya! —Miro el reloj—. Vamos a llegar tarde.
Echamos a correr y Cristian nos sigue sin saber a dónde vamos.
Llegamos al pequeño bosque justo en el momento en el que May deposita el saquito con las cenizas de Set en un agujero recién excavado. Sólo estamos los del grupo, pues nosotros éramos su familia aquí.
Cristian se queda a cierta distancia y le agradezco el gesto. Nos unimos al círculo mientras Aker planta un árbol de apenas medio metro sobre el saquito.
—Es un cerezo —murmura May—. Sé que él habría elegido este árbol.
Todos cogemos un puñado de tierra y uno por uno lo depositamos alrededor de las raíces. Aker, Gabriel, Anna, Neo, Caleb, May y por último yo. Guardamos silencio durante un buen rato y por algún extraño motivo parece que nos cuesta abandonar el lugar porque entonces, sí nos estaremos despidiendo para siempre.
May es la primera en romper el círculo y el resto la imitamos. Cuando nos damos la vuelta veo que Caleb reconoce a Cristian e inmediatamente me mira interrogante. Me acerco disimuladamente para hablarle en voz baja.
—Después te cuento. Haz como si no le conocieras.
Neo se acerca a Cristian.
—Este es Cristian. —Se nota que está improvisando—. Me ayudará a insertar el virus.
—¡Vaya! Otro genio de la informática —comenta Gabriel.
—Más o menos —responde Cristian apurado.
Todos se presentan y por suerte, ninguno se muestra extrañado.
—¿Vamos a tomar algo? —pregunta Aker.
La mayoría asienten y nos encaminamos hacia el bar. Caleb se va quedando atrás y Neo le imita, así que me acerco a ellos.
—¿Por qué no quieres que sepan quién es? —me pregunta sin rodeos.
—Con él tenemos un as en la manga, pero no sé hasta qué punto es cierto lo que nos ha contado. —Resoplo cabreada—. No quiero darles esperanzas y que se quede en nada.
—¿Qué os ha contado?
Neo me mira, pidiéndome permiso y yo asiento.
—Dice que Cesar es 0- y que su madre amañó el resultado para no perderle. Cesar no lo sabe.
Caleb abre los ojos sorprendido.
—Pero eso es... si es cierto, es...
—Es justo lo que necesitamos. —Termino su frase—. Parece sincero y dice que quiere ayudar pero ya nos hemos llevado muchas sorpresas, así que contaremos con esto como un plan secundario.
—Explícate mejor —insiste Caleb.
—El plan principal es poner en marcha el virus y sacar a los nuestros de esas oficinas. Cuando hagamos eso, si Cesar no está allí, tendremos que conseguir que acuda.
—¿Y después? —pregunta Neo. Ambos parecen intrigados.
—He pensado que una posibilidad es retenerle y grabar un video con el móvil en el que le hagamos una comprobación del grupo sanguíneo. Si sale positivo, ya tendremos la prueba que necesitamos para hablar con Wen. No tenemos por qué hacer nada inmediatamente. Si no está allí, nos vamos. Más tarde nos pondremos en contacto con ella y le propondremos un pacto.
—Si ella participa en las negociaciones y habla a nuestro favor, el vídeo nunca saldrá a la luz y la gente no conocerá su engaño, ¿no? —dice Neo satisfecho.
—Eso es. Si por el contrario se niega, publicaremos el vídeo y perderá su posición de poder. ¿Qué opináis? —Sonrío—. Le pagaremos con su misma moneda. Yo creo que estará dispuesta a colaborar con nosotros.
—¿Y si le da igual que lo publiquemos? —Caleb se pone en lo peor—. Puede decir que está trucado.
No creo que sea un problema.
—Se habrá creado la duda y aunque lo niegue seguro que los ciudadanos pedirán una comprobación pública. Y en ese momento lo perderá todo. La gente se sentirá engañada y pondrá en duda no sólo a ella sino a todo el sistema.
—Siempre y cuando lo que cuenta Cristian sea cierto —recalca Caleb.
—Exacto. No veo ningún motivo para que nos mienta en algo así. Además ya veis que quiere participar y parece que ha cambiado, dice que le gusta su vida de ahora. Pero ya no sé qué pensar así que hasta que no vea que es cierto, no respiraré tranquila.
—Estoy de acuerdo —asiente Caleb—. Entonces ¿al resto no les decimos nada?
—De Cristian y Cesar no, ya se enterarán después. Imaginad que cuando le hagamos el análisis la luz es roja. Tendremos que irnos e intentar que las negociaciones funcionen sin ninguna ventaja. —Les miro a ambos—. Todo esto que quede entre nosotros, al fin y al cabo somos los que vamos a entrar en las oficinas, ¿no? Por suerte esto acabará en un par de días. Luego nuestros problemas serán otros.
Entramos en el bar y durante un buen rato intentamos comportarnos como un grupo de jóvenes pasando un rato juntos. Les miro y me asombra pensar lo valientes que han sido todos. Un último empujón y conseguiremos acabar con esto de una vez. Después si todo sale como planeamos podrán llevar una vida distinta, sin carencias, con otras preocupaciones diferentes, podrán estudiar, divertirse... y nosotros podremos regresar.
Tardamos dos días más en organizarlo todo. El tercer día, hacemos una última reunión por la mañana, antes de ponernos en marcha.
Estamos el pequeño grupo de siempre y Albert, ya que él se encargará de entrar por la puerta norte con un grupo de gente, para ayudar a sacar a los ceros en el menor tiempo posible. Cristian no está, le hemos pedido a Kevan que le entretenga con algo pues queremos que tenga la menor información posible sobre lo que vamos a hacer. Ya se irá enterando sobre la marcha.
—Empecemos. —Miro a Albert—. ¿Están nuestros contactos de las ciudades preparados?
—Sí, nos lo han confirmado ya en más de cincuenta ciudades de los alrededores y estos a su vez iban a avisar a otras con las que tienen contacto. Las poblaciones de los alrededores también están preparadas para actuar. Se han organizado grupos para encargarse de sacar a los ceros y hacerse con todos los suministros que puedan durante las primeras horas del apagón. Muchos ya se han desplazado cerca de las entradas de las ciudades, dispuestos a esperar.
—Bien. Entiendo que aquí también habéis hecho los grupos ya, ¿no?
—Mi grupo —contesta Gabriel— se encargará de conseguir armamento. El grupo de Aker irá a por medicinas y material médico. El de Anna a por suministros de los almacenes principales. Albert y May estarán en la puerta norte con el grupo que ayudará a los ceros.
—¿Hay armas para todos? —pregunta Neo.
Gabriel asiente.
—No tenemos muchas pero creo que serán suficientes.
—Todo está organizado aquí. El resto corre de vuestra cuenta. Nosotros estaremos esperando a que se produzca el apagón. —Albert nos mira expectante.
—Esperemos que no haya ningún problema con el que no hayamos contado. Cristian, Owen, Caleb y yo entraremos a la ciudad por los conductos de la depuradora. Habrá un enlace esperándonos para ayudarnos a salir de la fábrica. Nos pondremos un uniforme de los que utilizan allí para no levantar sospechas y una vez hayamos salido, cogeremos un vehículo para llegar al centro. En nuestros móviles aparecerá una nueva identidad para que no tengamos problemas a la hora de entrar en las oficinas centrales. Nos cambiaremos de ropa en el coche y entraremos en el edificio como unos trabajadores más. Esperaremos hasta las diez, primero porque a esa hora habrá poco personal en el edificio y segundo porque ya habrá oscurecido del todo. Nos dirigiremos a la sala del ordenador central. Allí no suele haber nadie porque todo se maneja desde la sala principal, solo entran los técnicos cuando hay alguna avería o sobrecarga que reparar y para Owen es más cómodo conectarse directamente.
—Es más fácil de lo que parece, llevaré el archivo del virus en la memoria del portátil y bastará con que lo descargue en el ordenador. En cuanto la descarga se complete, el archivo se abrirá automáticamente y se pondrá en marcha. Tenéis que contar con que todo esto nos llevará unos minutos a los que hay que sumar lo que tarde el servidor en enviar el virus a otros correos electrónicos antes de que se realice el borrado y se produzca el apagón. En cuanto la ciudad se quede a oscuras, podréis entrar.
—Nosotros aprovecharemos el desconcierto, para ir a por Olivia, Mathias y David. Por lo que nos ha confirmado uno de nuestros enlaces, están en una sala de aislamiento en ese mismo edificio. Al parecer es lo más parecido a una celda que tienen allí. —Espero que lo que nos han contado sea cierto y sigan bien—. ¿Alguna pregunta?
Todos guardan silencio.
—Los jefes de grupo llevaréis un móvil cada uno. Estos no se verán afectados por el virus ya que no pertenecen a ciudadanos y podremos mantenernos en contacto con ellos. No olvidéis llevar linternas de repuesto, sin ellas estaréis perdidos. Suerte a todos.
Damos por terminada la reunión y nos despedimos los unos de los otros con abrazos y palabras de ánimo. Por alguna razón nos sentimos más seguros que la vez anterior y eso hace que la despedida no sea tan angustiosa.
Creo que todos damos por hecho que va a salir bien y que por una vez nosotros tenemos ventaja frente a ellos. Espero que sea así. No podría soportar perder a nadie más.
Salimos de la escuela y me sorprende el ajetreo que hay en el pueblo. Parece que todos tienen intención de participar en lo de esta noche y me alegro de que así sea.
Neo continúa a mi lado.
—¿Ya va a haber transporte para tanta gente? —me pregunta.
—Creo que Gabriel ha conseguido un par de autobuses, y por lo que sé ya ha salido algún camión en dirección a la ciudad...
Le miro de reojo. Durante estos dos últimos días casi no he coincidido con él y es la primera vez que estamos a solas desde que fuimos a buscar a Cristian. Me pilla mirándole y por supuesto no se corta.
—Que, ¿esperas leer mi mente o algo así?
Me pongo más roja de lo que me gustaría.
—No, es sólo que...
No sé cómo continuar. Alza las cejas esperando a que termine la frase. Bueno, no creo que sea tan malo decir la verdad.
—Es sólo que te echo de menos. —Ya lo he dicho. Clavo la mirada en el suelo.
—¿Me echas de menos a mí o al hecho de tener a alguien pendiente de ti todo el tiempo?
Le miro a los ojos sin poder creer que esas palabras estén saliendo de su boca. Y parece que todavía no ha terminado.
—Porque yo creo que es lo segundo así que no te preocupes. Dentro de unas horas David volverá a estar contigo y tendrás lo que quieres. Por eso él es el caballero y no yo.
Se me llenan los ojos de lágrimas y por un momento me parece ver arrepentimiento en su rostro, pero no quiero que se compadezca de mí porque estoy llorando. Lo único que ha hecho es decir lo que piensa. Me doy la vuelta y él me agarra del brazo.
—Ari, espera...
—Déjalo, tienes razón.
No quiero escucharle, me parece que no hay nada que pueda arreglar lo que ha dicho, así que me suelto de un tirón y echo a correr.
"¿Cómo puede haber sido tan cruel conmigo?". Nunca unas palabras me habían dolido como las suyas y me arrepiento de que una persona como él me haya importado.
"Es un idiota. Siempre lo ha sido. No sé cómo me he dejado engatusar por él".
Pero mis palabras son fruto de la rabia y no me engaño ni a mí misma. "Tonta, el problema es que te importa más de lo que tú te pensabas". Lo que me faltaba, darme cuenta de eso en un momento tan complicado como el de ahora. De todas formas, también está David y no sé si ya no siento lo mismo por él o son las circunstancias.
Pensando en todo esto, he llegado a casa y me encuentro el mismo ajetreo que en la plaza. "Mejor, así no sigo dándole vueltas a mi relación con esos dos".
Mis padres están preparando unas mochilas y Agnes les ayuda. Dani está jugando ajeno a todo. Estos días apenas he hablado con ellos.
—Hola, ¿qué hacéis?
—Preparándonos —responde mi madre—. Saldremos en un par de horas.
—¿Vais a las puertas? —No me habían dicho nada.
Mi padre asiente.
—Estaremos en el grupo de Albert, ayudando a los ceros que vayan saliendo de la ciudad.
—Yo —comienza Agnes tímidamente— me quedaré aquí para atender a los que lleguen. Los niños estarán todos juntos en la escuela y así el resto de los que permanezcamos aquí nos podremos ocupar de dar comida y alojamiento a quienes vengan.
Han pensado en todo.
—¡Genial! Pero tened todos mucho cuidado.
—¿Y tú nos lo dices? —Sonríe mi padre—. Siempre eres la que corres riesgo de verdad.
Tiene razón.
—Alguien tiene que hacer la parte difícil, ¿no?
Dedicamos el tiempo que nos queda a comer todos juntos y disfruto de ese rato como nunca. Sé que aunque todo salga bien, no me quedan muchos momentos con ellos y quiero recordar cada segundo que estamos juntos.
Me despido de mis padres y les veo alejarse, con sus mochilas a la espalda, preparados para lo que venga. Sin querer noto una punzada de nervios y es que aunque no vayan a meterse en la boca del lobo, no puedo evitar inquietarme.
Me cambio de ropa y meto en una mochila todo lo que creo necesario. Unos minutos después me despido de Agnes y abrazo con fuerza a Dani.
Cuando salgo por la puerta veo a Cristian y Neo esperándome con el coche destartalado del otro día. Monto en el asiento de atrás antes de que lo haga Cristian, pues no quiero tener que sentarme delante con Neo. Cuando pasamos a buscar a Caleb, este se sienta a mi lado y nos saluda animado aunque sólo Cristian le contesta.
—Vaya, sí que estamos de mal humor —exclama mirándome fijamente.
Le lanzo una mirada asesina para que no insista y parece que funciona.
El camino se me hace largo, sobre todo porque tenemos que ir hasta la puerta norte, así que cuando vislumbro los muros de la ciudad y la puerta sur, sé que todavía nos queda un largo trecho ya que hay que rodear gran parte del muro. Sin querer, no hago más que pensar en que el momento de regresar está cada vez más cerca y no sé cómo afrontaré mi vida una vez esté de vuelta. Porque si de algo estoy segura es de que ya no soy la misma.
Para empezar, dejaré el experimento e intentaré olvidarme de que hay otras dimensiones. Tenía una idea muy diferente de todo esto y cuando quise quedarme fue por ayudar, pero sé que haciéndolo he precipitado acontecimientos, Set ha muerto y no sé lo confusa que estará Ari una vez que yo me haya ido. ¿Entenderá sus actos? ¿Sabrá que yo he estado tomando las decisiones por ella? ¿Seguirá queriendo a David como antes o sentirá algo más fuerte por Owen? Y ellos ¿estarán igual de confusos? No sé si David y Neo habrán pensado en esto. Seguro que David sí, pues era el más reacio a participar en esto y en el fondo sólo lo hizo por mí. Ahora entiendo sus reticencias y el verdadero sacrificio que ha hecho quedándose conmigo.
Por fin veo la puerta norte y un leve nerviosismo se apodera de mí. Es inevitable. Cristian consulta el ordenador y le indica a Neo el camino que debe tomar hasta llegar al río. Unos kilómetros más tarde, escondemos el coche en un recoveco para que no quede a la vista y así poder contar con él en caso de ser necesario. Una vez fuera, Neo nos da un móvil a cada uno, que nos colgamos del cuello sin dudar. Cogemos las mochilas y las bolsas y ya estamos listos para seguir. Continuamos por un polvoriento camino secundario y cuando no llevamos ni unos metros, oigo el inconfundible ruido del agua y de pronto el río aparece ante nuestros ojos. Sigo con la mirada su curso y veo como una parte de su cauce se pierde debajo del muro. Ahí debe estar el conducto que lleva el agua a la depuradora de la ciudad. Nos acercamos a la pared donde hay una discreta puerta con código de seguridad.
—¿Y ahora? —pregunta Cristian.
Se nota que apenas conoce a Neo.
—Dadme unos minutos —responde este.
Nos sentamos a esperar y mientras Neo desatornilla la tapa numérica y conecta el ordenador a uno de los cables. "Como en las películas". Teclea varios comandos y después observa en silencio. Oímos un bip cada vez que se descodifica uno de los números de la clave y tal y como ha dicho, en pocos minutos la puerta se abre sin problemas.
Coloca la tapa en su lugar y guarda el ordenador.
—Venga, vamos.
Entramos en el pasillo de mantenimiento que está iluminado por una tenue luz amarillenta. "Mejor esto que nada".
—A ti no hay clave que se te resista, ¿no? —Caleb le da una palmada en el hombro sonriendo.
—Cruza los dedos para que el virus también funcione —refunfuña.
¿Es que no se le va a pasar el mal humor nunca? No le aguanto así.
Andamos. Andamos mucho. Calculo que estamos más allá de la segunda puerta, pero el estrecho túnel parece no tener fin. Pasamos varias puertas que dan a salas de mantenimiento y después, por fin, la salida.
Caleb saca una de las pistolas y la empuña antes de dejar que Neo abra la puerta. Nos asomamos a una pequeña sala de control y el chico que está allí, se sobresalta al ver a Caleb apuntándole.
—Ey tío, tranquilo. Soy vuestro enlace —dice con las manos en alto.
—Prefiero ser precavido.
—Vale, como quieras. —Comienza a sacar ropa de una caja—. Aquí tenéis, los uniformes. Yo os acompañaré hasta la puerta para que no tengáis problemas. De todas formas, al no ser ceros, no se fijarán en vosotros.
—Gracias por ayudarnos. —Le sonrío para que se tranquilice porque está temblando como un flan y Caleb con la pistola no ayuda.
—Me conformo con que todo salga bien. —Me devuelve la sonrisa y Caleb pone los ojos en blanco, asqueado de tanta cordialidad.
En unos minutos, los cuatro estamos listos y dispuestos para seguir a nuestro contacto. Me alegro de tenerle como guía porque el laberinto de pasillos me confirma lo complicado que hubiese sido para nosotros solos salir de la depuradora. Un rato después nos encontramos en el exterior y en frente, a pocos metros está la verja de salida.
—Hasta aquí os acompaño. No os preocupéis por los tíos de ahí —Señala la cabina en el lateral de la verja— sólo se preocupan de revisar los permisos de los vehículos que entran. No se fijan en los ciudadanos que salen.
Neo le estrecha la mano.
—Gracias por todo.
—Suerte —responde.
Nos acercamos a la salida y mascullo en voz baja.
—Que alguien se ría o diga algo. Llamamos más la atención si vamos tan callados.
—Es verdad. —Asiente Cristian—. ¿Vais a ir al club este sábado?
—No lo sé —respondo en tono normal—. La última vez me pasé bebiendo y tuve algún que otro problema.
—Ahora échale la culpa al alcohol.
La respuesta ha sido de Neo y le miro sorprendida pues no sé si ha hecho el comentario sin más o se estaba refiriendo a lo sucedido. No lo sé, pero la conversación ha servido. Hemos salido sin que los tipos de la garita levanten la vista de sus pantallas.
—Voy a pedir un coche.
Neo se acerca a la carretera tecleando su móvil. Caleb me habla entre dientes para que él no se dé cuenta.
—¿A qué ha venido eso? Se ve a la legua que estáis mosqueados. Pensaba que a estas alturas ya lo habríais solucionado.
—Pues ya ves que no.
Sigo enfadada con Neo por lo que me dijo así que el mosqueo es mutuo.
Un vehículo se detiene a nuestra altura y subimos a él. Neo introduce rápidamente la dirección en el GPS y el piloto automático hará el resto. Durante el trayecto no perdemos el tiempo y una vez más nos cambiamos de ropa. Como se supone que trabajamos en las oficinas, vestimos unos trajes negros que nos han conseguido, e intentamos que nuestra imagen difiera de la habitual para que nadie nos reconozca. De todas formas nuestros compañeros de trabajo, nos veían con el uniforme de la universidad, así que solo el traje ya ayuda. Me coloco una peluca rubia y me recojo los cabellos en un moño formal. Unas lentillas cambian el color de mis ojos y una buena dosis de maquillaje ayuda a completar mi nueva imagen.
—¿Qué tal? —le pregunto a Caleb.
—Genial.
—Seguro que han distribuido nuestra imagen y todo el mundo nos conoce —añado.
—O no —calcula Cristian—. No creo que piensen que sois tan idiotas como para volver a entrar, así que la difusión de vuestras fotos resulta innecesaria.
Se supone que Cristian sabe de lo que habla pues se ha criado con esa forma de pensar pero creo que se equivoca.
—Tienen a algunos de los nuestros. Se imaginarán que volveremos a por ellos.
Cristian niega.
—Ellos piensan a su manera, lo que significa abandonarlos a su suerte porque por lógica rescatarles entraña un riesgo demasiado alto. Incluso en el caso de que pensaran que estaríamos dispuestos a recuperarles, darán por hecho que el trabajo lo realizarán otros. Lo más cabal sería utilizar a contactos de la propia ciudad.
—Vamos, que estamos haciendo algo de lo más absurdo —masculla Neo mientras termina de colocarse una fina barba con cuidado por el borde de su mandíbula. Unas lentillas completan su nueva identidad.
—Así es.
Caleb se coloca una perilla, así como una peluca corta y una prótesis de nariz que le hace prácticamente irreconocible.
—Qué diferentes se os ve así —exclamo—. Casi no os reconozco. ¿Y tú? ¿No te pones nada?
Cristian saca unas gafas de sol del bolsillo.
—¿Y ya está? —le pregunto.
—A mí no me buscan. No creo que necesite más.
Metemos los monos en una bolsa y no más bajar del coche la tiramos a una papelera. Es absurdo cargar con cosas innecesarias. Miro el edificio de oficinas y respiro hondo. "Allá vamos".
—Sigamos el plan —repasa Neo—. Entraremos de uno en uno con una diferencia de cinco minutos y nos veremos en la sala de descanso de la cuarta planta. Es una de las más tranquilas. Nos tomaremos un café mientras esperamos.
Él es el primero en entrar, y la identificación de su móvil no da ningún problema. Después pasa Cristian, más tarde Caleb y por último yo. Sin querer, aguanto la respiración mientras espero que se encienda la luz verde. Subo en el ascensor rodeada de otros empleados y me tranquilizo un poco al ver que paso desapercibida. "Aquí cada uno va a los suyo".
Llego al área de descanso y ya me están esperando con un café, que me tomo de dos tragos para tranquilizarme. Curioso, pero cierto, el café me tranquiliza. Hay unas cuantas personas utilizando la sala, así que nos sentamos en un rincón, apartados del resto. Neo enciende el ordenador para repasar un par de detalles y eso ayuda a que parezca que estamos reunidos mientras tomamos algo.
—Vale, no he querido entrometerme hasta ahora, pero tendréis que contarme el plan, así que, ¿cómo lo vamos a hacer? —Cristian mira a Neo intrigado y yo estoy sorprendida de que haya tenido la suficiente paciencia para esperar hasta este momento sin preguntar nada.
—Dentro de media hora bajaremos a la segunda planta a la sala en la que está el ordenador central. —Nos la señala en el plano de su portátil—. Allí no suelen entrar más que los de mantenimiento para realizar las revisiones mensuales, así que estaremos tranquilos. Cuando sean las diez, insertaré el virus y ya sólo nos queda esperar a que se produzca el apagón.
—Esa parte parece fácil ¿Y después? Pensé que nos íbamos a encargar de Cesar.
—Busqué restos de información en el móvil que rompió Ari y conseguí el número desde el que llamó, así que puedo localizarle en cualquier momento. Había pensado aislarle del virus y buscarle una vez se produzca el apagón.
Es lógico pero no me termina de convencer.
—No creo que sea buena idea dejar su móvil operativo. Es un riesgo.
Caleb asiente.
—Ari tiene razón.
—¿Se te ocurre algo mejor? —me pregunta malhumorado.
No se me ocurre nada así que guardo silencio. Cristian y él siguen discutiendo nuestras opciones pero yo no puedo pensar con claridad oyéndoles hablar.
—Voy un segundo al baño. —Me excuso—. Vuelvo en un momento.
En los aseos me mojo la nuca mirando mi desconocida imagen en el espejo mientras intento pensar en otra forma de localizar a Cesar. Unos minutos después mi mente sigue en blanco y no puedo demorarme más o pensarán que me ha pasado algo y vendrán a buscarme.
Salgo de los baños sin mirar y me choco con una chica joven que parece trabajar allí. Al levantar la vista para disculparme, veo que no está sola sino que ella y varios más acompañan a alguien que parece importante por la forma en que se mueven todos a su alrededor.
De pronto me falta el oxígeno, porque aunque sólo ha sido durante un segundo he visto su perfil y si de algo estoy segura, es de que la persona a la que intentaban complacer era Cesar. "Delante de mis narices".
Consigo salir de mi estupor e intentando disimular mi creciente nerviosismo, regreso a la sala de descanso.
Mi cara de susto debe ser evidente, porque sus expresiones cambian no más verme.
—¿Qué pasa? —pregunta Caleb acercándose a mí.
Me siento e intento hablar lo más bajo posible.
—Cambio de planes. Es nuestro día de suerte.
—¿Qué quieres decir? —Neo me mira interrogante y sé que lo que voy a decir a continuación no le va a gustar nada.
—Acabo de ver a Cesar —Los tres abren los ojos de la sorpresa—. Compruébalo si quieres, pero estoy convencida de que era él. Estaba rodeado de gente haciéndole la pelota.
—Lógico. Es el hijo de la jefa. —Caleb se encoge de hombros.
—¿Y en que cambia esto nuestros planes? —insiste Neo.
—Creo que deberíamos ir a por él antes del apagón.
—Muy arriesgado —sentencia Neo cruzándose de brazos.
—A ver. Vamos a ser prácticos. Le tenemos ahí mismo. ¿Por qué esperar? Así ya no tendremos que preocuparnos de localizarlo después. Además sería mejor poder grabar el vídeo antes del apagón y no tener que hacerlo a la luz de unas linternas. Podemos ir Cristian y yo. Vosotros id directos a la sala del ordenador y nos reuniremos allí.
Neo gruñe mostrando su desacuerdo, pero las decisiones no las toma sólo él.
—Yo creo que Ari tiene razón —me apoya Caleb.
—Sí, yo también —reitera Cristian.
Neo aprieta los labios. "Vaya, tampoco quería que pareciera un boicot contra él". Ni siquiera sé por qué se niega en redondo pero da igual porque somos mayoría.
—Si alguien descubre nuestras intenciones, se irá todo al traste —insiste.
—Sigue siendo nuestra mejor opción. Si nos pillan, vosotros podréis poner en marcha el virus de todas formas. —No daré mi brazo a torcer—. Mira a ver si sigue en esta planta. Mientras hablamos estamos perdiendo nuestra mejor oportunidad.
Con el ceño fruncido rastrea a Cesar.
—Está en este despacho del fondo. —Me señala.
—Bien. Bajad ya a la segunda planta. Cristian y yo vigilaremos a Cesar. Esperaremos a que se quede solo antes de acercarnos a él —Intento tranquilizar a Neo—. Si no se da la ocasión, nos reuniremos con vosotros y seguiremos con el plan inicial. ¿De acuerdo?
—Lo que tú digas —refunfuña.
Recogemos nuestras cosas y al salir del área de descanso cada pareja toma su camino. Neo y yo nos miramos un segundo antes de separarnos y aunque no lo dice, sé que no quiere alejarse de mí ni durante un corto periodo de tiempo. "Por muy enfadado que esté su mirada me demuestra que todavía le importo".
Cristian y yo caminamos por el largo pasillo mirando con naturalidad los cubículos a nuestra derecha ocupados por trabajadores que se afanan en ser eficientes. Por el camino, me agencio una tablet y tecleo la pantalla para disimular.
—Es esa puerta. —Hago un gesto con la barbilla señalando la que tenemos enfrente a unos quince metros.
Veo que el cubículo siguiente no está ocupado así que arrastro a Cristian dentro.
—Vale, este es el plan. Tú espera aquí, mientras, yo me quedaré cerca de la puerta. Hay muchas posibilidades —O eso quiero creer— de que pase por aquí de camino a la salida. Tienes que estar atento. Yo le seguiré, si cuando pase por aquí va solo, choca con él de forma accidental. Yo estaré justo detrás y le pediremos "amablemente" que nos acompañe. Si va con alguien, le seguiremos mientras esté en el edificio e intentaremos encontrar otra oportunidad.
Cristian asiente. Me acerco a la puerta y en el interior se oyen varias voces. Me sitúo a una distancia prudencial de forma que si sale pueda seguirle sin problemas pero donde mi presencia no sea evidente.
Me sobresalto al oír la puerta abrirse y meto la mano en el bolso buscando mi arma, para estar preparada. Varias personas salen del interior charlando animadamente. Ninguna es Cesar. Con un poco de suerte, se habrá quedado sólo en el despacho.
La espera se me hace eterna, aunque en realidad sólo pasan unos minutos cuando de nuevo se abre la puerta. Aguanto la respiración al ver salir a Cesar. No puedo evitarlo, le tengo miedo. Por suerte no me presta atención y toma la dirección que yo esperaba. "En marcha". Me sitúo detrás de él a un escaso metro de distancia. Veo cómo cojea levemente y me acuerdo del tiro que le pegó Caleb en la rodilla. "Si la decisión de Caleb hubiera sido diferente, puede que Set estuviera hoy vivo". Deshecho rápidamente ese pensamiento y me centro en cada paso que doy. Voy acortando el camino que me separa de Cristian y espero que esté lo suficientemente atento para no desaprovechar esta oportunidad. No sé si tendremos otra.
Justo cuando pasa a su altura, Cristian sale y choca con él, tirando la tablet de Cesar al suelo. Ambos se agachan y yo les imito empuñando el arma dentro del bolso.
-Podías tener más cuidado ¿no? ¡Serás inútil! —Protesta Cesar mientras le quita a Cristian la tablet de las manos. Levanta la vista un instante y al mirarle sólo tarda un instante en reconocerle—. Cristian... ¿qué haces tú... aquí?
Se pone de pié sobresaltado y Cristian le sonríe.
—Hola hermano.
Antes de que Cesar llame más la atención me pego a su espalda y le hablo en voz baja.
—No hagas movimientos bruscos, te estoy apuntando con un arma y te aseguro que estoy deseando usarla contigo.
—¿Estás de broma, no? —Se carcajea.
Me mira de reojo y aunque al principio no me reconoce, algo me delata pues después de escudriñar mi rostro, el suyo pierde el color.
—Ari... pero... —Mira a su hermano— ¿Qué haces con ella? ¿De qué va todo esto?
—No hables tanto y sígueme —le interrumpe—. Pronto sabrás lo que pasa.
Cristian va delante y yo me sitúo al lado de Cesar para no llamar la atención. Llegamos al ascensor y por suerte sólo nos hemos cruzado con un par de personas que nos han saludado sin apenas levantar la cabeza. Está más que claro que aquí todos tienen miedo de Cesar. O de su madre. O de los dos. Conociéndoles no me extraña.
Llegamos a la sala del ordenador central y toco a la puerta. Al momento asoma el rostro de Caleb asomando y al vernos sonríe satisfecho.
—No esperaba menos de ti, Ari. Pasad.
Entramos en el enorme cuarto y no puedo evitar sorprenderme al ver el tamaño del ordenador. Es gigantesco.
—¿Todo bien? —me pregunta Neo.
Lo hace sin mirarme, pero lo entiendo ya que está enfrascado en algo más importante. Ha conectado su portátil al ordenador y no deja de teclear comandos.
—Sin problemas. -respondo empujando a Cesar.
Este mira a su hermano.
—Cristian, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás con ellos? Te han obligado, ¿no es así? Tú no dejarías que mataran a tu hermano...
—¡Cállate de una vez! —le grita—. Sí, estoy con ellos. Las cosas no son como tú crees, pero no te preocupes, pronto sabrás la verdad.
—Además no hemos venido a matarte —añado—. A menos que no nos dejes otra opción. Piensa bien lo que haces.
Me mira extrañado pero no quiero perder más tiempo con él. Neo se acerca a nosotros.
—Ya está todo listo. Deberíamos grabar el vídeo.
Caleb coge el rollo de cinta y le ata las manos.
—Tú colabora y no te pasará nada...
Cesar nos mira asustado pero no dice nada. Neo prepara su móvil y me hace una señal para que comience a hablar.
—Estamos aquí para comprobar un hecho del que hemos tenido constancia. Si estamos en lo cierto, muchas cosas cambiarán a partir de este momento.
Me acerco a Cesar y Neo le enfoca.
—Dinos tu nombre.
Traga saliva.
—Cesar Preston.
La voz le sale ronca, será por los nervios.
—La prueba, por favor.
Caleb se acerca con el pequeño aparato y le toma una muestra directamente del cuello. Un segundo después, la luz verde se ilumina. Cesar mira esa luz boquiabierto y yo continuo hablando.
—Wen ha estado engañando a esta ciudad. Tal y como demuestra el análisis, su hijo es 0- y ella encubrió este hecho en contra de lo que sus propias leyes obliga. Quizás es el momento de replantearnos nuestra sociedad y la existencia de las urbes.
Neo baja el móvil.
—Perfecto. Lo enviaré a varias direcciones para asegurarnos de tener suficientes copias.
Miro a Cesar que está sentado en el suelo derrumbado.
—Pero... no puede ser. Tiene que haber algún error.
—No lo hay. Yo lo sabía y te lo oculté por tu bien. Ahora sé que cometí un error, si lo hubieras sabido, ahora serías mejor persona de lo que eres.
Cesar le mira con los ojos llorosos.
—¡Mi vida es una puñetera mentira!
—Tu madre quería protegerte —Así lo veo yo— pero esto demuestra que vuestra forma de vida no funciona y que hay que acabar con todo esto de una vez y crear una nueva sociedad.
—¿Te das cuenta de lo que dices? —me pregunta incrédulo.
—Sí, y el tiempo me dará la razón. Ya lo verás.
Caleb se frota las manos.
—Bueno, vale de charlas. Todavía tenemos mucho que hacer.
Cristian nos pasa las bolsas. Nos ponemos los uniformes grises de la universidad y guardamos en las mochilas lo imprescindible. Siento alivio al deshacerme de la peluca y las lentillas, me quito el maquillaje y por fin me siento otra vez yo. Dejamos a mano las linternas y las armas y ya estamos listos.
Neo teclea en el portátil de nuevo y cuando da al enter nos mira.
—Ya está en marcha.
Se me hace un nudo en la garganta de los nervios y Cesar no ayuda.
—Ya está en marcha, ¿el qué? ¿Qué demonios estáis haciendo? ¿No os dais cuenta de que no podréis salir de aquí?
Caleb se acerca y le suelta un puñetazo. Este cae inconsciente al suelo.
—Así mejor. ¡Qué pesado!
Le doy un manotazo.
—Caleb, ya te vale. Le quería preguntar por David y ahora...
—Lo siento, pero es que me estaba poniendo de los nervios.
—A ti y a todos —le apoya Neo.
—Sí pero también teníamos que darle el mensaje para la reunión con Wen y vosotros diréis cómo lo hacemos ahora.
Cristian intenta quitarle importancia al asunto.
—Bah, tranquila. De aquí a que salgamos se despertará, ya verás.
No estoy tan segura.
Neo consulta la pantalla de su portátil con el ceño fruncido.
—¿Ocurre algo malo? —pregunto esperando equivocarme.
—No, es sólo que está tardando más de lo que yo esperaba. Me quedé corto calculando el número de correos que tendría que enviar. De todas formas ya va por el 75%. Un par de minutos y efectuará el borrado.
Guardamos silencio alrededor del portátil mirando cómo termina de completarse la raya verde que aparece en la pantalla. Después comienzan a sucederse una interminable lista de comandos a una velocidad increíble.
—Preparaos. —Neo coge su linterna y respira hondo.
Nuevo capítulo y un poquito más cerca del final. Están de nuevo en la urbe a punto de quedar sumidos en la más absoluta oscuridad. ¿Funcionará el plan? ¿Podrán rescatar a David? ¿Tendrán problemas para salir de la ciudad? Todo esto lo podréis averiguar en el próximo capítulo.
Si lo habéis disfrutado, espero vuestros votos y comentarios. Gracias a todos por leerme. Besitosss
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