Capítulo 30


"¿Preparada? Para nada". Me están entrando ganas de vomitar y tiemblo incontroladamente. Pongo ambas manos en el volante y respiro hondo varias veces. "Tienes que calmarte".

Oigo un gruñido y veo que es Cesar que se está despertando. Qué oportuno.

Fuera se oye un sonido fuerte seguido de un chirrido y aunque con tan poca luz casi no se distingue, parece que la puerta comienza a abrirse.

—Arranca, vamos.

Obedezco y pongo en marcha el enorme camión. La puerta ya ha hecho la mitad de su recorrido y según nos vamos acercando me llama la atención la claridad que parece haber al otro lado. "Qué raro". Oigo a Caleb quitando el seguro al fusil. Diez metros, nueve, ocho...

Atravesamos la puerta y una luz intensa me ciega.

—Maldita sea, no veo nada. —Llevo los ojos entrecerrados y no distingo ni medio palmo de distancia. Inconscientemente reduzco la velocidad.

—Son los focos —anuncia Caleb—. Teníamos que haber contado con ellos. Parece que alumbran todo el perímetro interior que es la zona que realmente vigilan.

Se oye una ráfaga de disparos e instintivamente nos agachamos.

—Acelera —me grita Caleb.

Una bala destroza mi ventanilla y él aprovecha para disparar a través de ella.

—¡Ten cuidado! estoy aquí en medio...

Los ojos se nos van acostumbrando a la luz según vamos recorriendo la distancia que nos separa de la otra puerta. Pero al acercarnos a ella veo que todavía no se ha abierto.

—¡Genial! ¿Qué hago?

—Da otra vuelta. Es mejor no detener el camión o seremos un blanco fácil.

Giro sin pensar en la velocidad que llevo y durante un segundo me asusto porque parece que vamos a volcar. Han salido todos los agentes de vigilancia que custodian las dos puertas y no dejan de dispararnos. Hacen añicos el parabrisas y el aire me refresca la cara.

—¡Nos van a dejar sin camión! —chilla May.

—Alégrate de que los neumáticos sean resistentes a las balas —responde Caleb—. Ya sabéis, para que no los pueda detener la resistencia cuando salen de la ciudad.

Me reiría del comentario si no fuera por lo tenso de la situación. Sigo dando vueltas en redondo hasta que por fin oigo el ruido de la segunda puerta.

—Los móviles, hay que deshacerse de ellos para que no nos localicen.

Me quito el mío y se lo doy a May.

—¿Qué hacéis? ¡Estáis locos! —grita Cesar que ya se ha espabilado mientras mira a su alrededor.

Da un empujón a May e intenta quitarle la pistola. "No se detiene ni con las manos atadas".

Caleb reacciona rápidamente y le suelta otro puñetazo, pero con tanto movimiento, resulta más flojo de lo que él pretendía. Aun así sacude la cabeza atontado.

—Disminuye la velocidad un poco, hay que deshacerse de este paquete.

Desacelero y Caleb se cambia de sitio con May, abre la puerta del copiloto y veo la cara de terror de Cesar. Antes de que tenga tiempo de reaccionar, Caleb le empuja, tirándole fuera del camión. Cierra la puerta de nuevo y apenas a unos metros de nuestra libertad, veo que May no ha tirado los teléfonos.

—Los móviles. ¡Tiradlos!

Acelero de nuevo y ella los lanza por la ventana justo cuando cruzamos la puerta mientras los disparos nos siguen de cerca. Al salir al exterior el cambio de la claridad de los focos a la más absoluta oscuridad hace que de nuevo esté ciega. Ni los faros del camión ayudan.

—Apenas distingo la carretera. Espero que no nos demos contra algo.

Pero en cuanto hemos recorrido unos metros, nuestros ojos rápidamente se acostumbran.

—Ya no se oyen disparos. —Solo escucho el ruido del motor.

—Los guardas no pueden abandonar el recinto. Tienen que dar aviso para que una patrulla salga en nuestra búsqueda.

Respiro aliviada sabiendo que durante un rato estaremos tranquilos.

—Espero que a los demás les haya ido bien —anhelo.

—Yo no sé de qué va todo esto, pero estoy tan cansada que esperaré a otro momento para que me lo expliquéis todo.

May se acurruca en el asiento y yo sonrío satisfecha.

—¿Quieres que conduzca yo? —Se ofrece Caleb.

—No tranquilo. Ya me relevarás luego. Nos quedan unas horitas antes de llegar.

—Sabes que corremos el riesgo de encontrarnos con alguna patrulla al pasar cerca de la puerta sur, ¿no?

Ya lo había pensado.

—Sí, lo sé, pero espero que para cuando pasemos por allí, la patrulla ya haya barrido esa zona y esté lejos. De todas formas tendremos que estar atentos. Descansa, si quieres.

Conduzco sin consultar el mapa. Lo he estudiado tanto durante los últimos días que me conozco cada camino y cada desvío de memoria. Miro a Caleb y a May. Están dormidos y ella se ha apoyado en su hombro. Hacen buena pareja y ojala algún día él esté dispuesto a intentarlo con ella.

Sigo nerviosa, porque hasta que no vea que todos están bien, sé que no podré respirar tranquila, aunque por otro lado si nosotros hemos sido capaces de deshacernos de Cesar y sobrevivido a la aventura de cruzar las dos puertas conmigo al volante, no creo que los demás hayan tenido problemas. O eso quiero creer.

Muchos kilómetros después, Caleb se despierta e insiste en conducir. Le cambio el sitio y le aviso.

—Estamos cerca de la puerta sur. Si vemos alguna luz, frena y apaga los focos.

—De acuerdo.

Pero conduce los siguientes veinte kilómetros sin que nos encontremos con otro vehículo.

—Seguramente ya estén lejos, como calculamos —medita Caleb.

—Mejor. No tengo ganas de más enfrentamientos por hoy.

Me mira durante unos segundos y quiero saber lo que está pensando.

—¿Qué pasa?

—Hoy me has sorprendido. Ahora entiendo por qué mi hermano está loco por ti. Eres especial.

Me arde la cara de vergüenza porque nunca hubiera esperado unas palabras así de él.

—Exageras —digo intentando restarle importancia.

—Todo lo contrario, sé muy bien lo que digo. —Me mira de nuevo pero decide no seguir hablando de ello—. Duerme si quieres.

Pero no quiero. Quiero ver a Dani cuanto antes y sé que hasta que eso no ocurra no podré dormir.

—No. Tengo que asegurarme de que no te pierdes.

Me río y al mirar hacia fuera, distingo unas luces a lo lejos.

—Espera. Frena. Mira allí.

Sigue mi dedo y su gesto cambia.

—Son varios vehículos.

Qué raro. Pensaba que no encontraríamos patrullas por aquí. Busco el mapa en el ordenador y calculo el lugar en el que nos encontramos.

—Quizás no sean de la puerta sur, sino de la este.

Viendo la ubicación es lo más probable.

—Tendremos que esperar —protesta Caleb—. Dejaremos que nos saquen más ventaja antes de seguir.

Me fastidia no poder continuar tanto como a él pero no podemos arriesgarnos.

—Bien y ahora ¿qué? —pregunto.

Caleb se encoge de hombros.

—Comamos algo.

Busco en las mochilas la comida que nos consiguió Gabriel y durante un rato nos dedicamos a mordisquear barritas energéticas y snacks.

Cuando llevamos cerca de una hora parados todavía distinguimos las luces de la patrulla y aunque están a mucha distancia preferimos esperar un poco más. May se despierta y nos mira extrañada al ver el camión parado, así que le señalo las luces en el horizonte para que comprenda el motivo.

—Dentro de poco podremos continuar —le explico—. ¿Por qué no comes algo?

Le paso un par de barritas y las devora con apetito.

—Gracias. Estoy hambrienta.

—Dáselas a Gabriel cuando le veas —respondo—. A él se le ocurrió preparar estas mochilas.

—Creo que ya nos podemos ir. —Caleb arranca el motor y veo que las luces han desaparecido.

—¿No volveremos a alcanzarles? —pregunta May.

—Me extraña, van en línea recta y nosotros nos desviaremos dentro de poco, así que ya no estaremos en la misma carretera.

May frunce el ceño y me mira.

—¿Lleváis mucho tiempo planeando esto?

—La escapada sólo un par de días. —A ver cómo le explico—. Pero entramos en la ciudad, sabiendo ya que no estaríamos mucho tiempo.

Se queda callada valorando mi respuesta.

—¿Y todo esto lo habéis hecho para llevaros unos camiones con suministros?

Caigo en el pequeño detalle de que May no sabe nada de nada.

—No, los suministros eran algo necesario pero secundario. Si las cosas han salido como esperamos —Sonrío— habremos sacado a 120 ceros de la ciudad.

May abre la boca sorprendida y le cuesta encontrar las palabras adecuadas.

—¡Dios mío! Nadie ha hecho algo así antes. Es increíble, pero ¿os dais cuenta de lo que supone?

—Sí —Caleb suena serio— no lo dejarán pasar. Irán a por nosotros.

May me coge de la mano.

—Estoy con vosotros. Podéis contar conmigo.

Le aprieto la mano.

—Gracias May. Todos se van a alegrar cuando te vean.

Una hora después, empiezo a impacientarme.

—Caleb, ¿no puedes ir más deprisa?

Este resopla.

—A ver, la carretera está sin asfaltar, es un camino secundario, está oscuro... no quiero que tengamos un accidente. Todos tenemos ganas de llegar, sin embargo, mejor hacerlo enteros, ¿no?

Me fastidia que tenga razón...

—Lo sé pero con el retraso que llevamos, seguro que piensan que nos ha pasado algo.

—¿Y quién crees que estará más preocupado, Owen o David? —pregunta May riendo.

Le doy un codazo en las costillas, pero no sirve de nada y continúa riéndose. "Qué graciosa".

Seguimos haciendo kilómetros y cuanto más cerca estamos, más nerviosa estoy. No puedo evitarlo. Le indico a Caleb varios desvíos y después de los dos últimos hemos entrado en una zona boscosa y de difícil acceso.

—Estamos cerca —anuncio emocionada.

—Habéis hecho un buen trabajo —sentencia Caleb— este sitio es imposible de encontrar.

Giramos por un estrecho camino y el camión alumbra dos bultos que nos cortan el paso apuntándonos con armas. De primeras me sobresalto hasta que distingo que se trata de Neo y Gabriel. Ellos también tardan unos segundos en reaccionar y dejar de apuntarnos.

Bajamos del camión y doy varios pasos hacia Neo pero él corre para acortar la distancia y me abraza. Hunde la cabeza en mi pelo y me aprieta tan fuerte que me cuesta respirar.

—¿Dónde estabais? —Me protesta al oído—. Me estaba volviendo loco.

Me gusta ver que estaba tan preocupado por mí.

—Estoy bien. Estamos bien. Llevábamos una patrulla delante. Eso es todo.

Me separo y le miro a los ojos sonriendo. No se imagina lo que me alegro de verle.

Caleb y May están saludando a Gabriel.

—¿Qué hace May aquí?

—Después de lo de Cesar, no podíamos dejarla allí.

El gesto de Neo se endurece.

—¿Te ha hecho daño Cesar? —Pasa sus dedos por la venda de mi brazo.

Se me escapa una risita.

—No, tranquilo. Ya te lo contaré pero podría decir que ha sido todo lo contrario.

Me mira extrañado.

—Sí, ya me contarás.

—Dime... ¿han llegado todos bien?

Tengo un poco de miedo de que la respuesta no sea la que quiero oír.

—Sí, Dani está perfectamente. Todos han llegado sin problemas. Hay algún herido, pero nada importante, sólo algunos rasguños.

Le miro y no me puedo creer que lo hayamos conseguido. Le abrazo de nuevo.

—¿Estás contenta?

—Más de lo que te puedas imaginar.

Nos acercamos al resto y Gabriel me abraza.

—Me alegro de que estés bien —me dice—. Cuando hayáis descansado, me gustaría que nos contaras todo lo que ha pasado.

—Sí, yo también quiero saber cómo han ido las cosas —respondo sonriendo.

—Vamos. —Caleb me coge del brazo—. Tenemos que esconder el camión.

Seguimos hasta el final del camino, donde se levanta una enorme mole de cemento.

—La fábrica —anuncio sorprendida—. Es enorme.

—Sí da un poco de miedo.

May tiene razón. Hay partes derruidas y la mayoría de las ventanas están rotas o tapiadas. La oscuridad no ayuda a mejorar su aspecto.

—Nos servirá de refugio y eso es lo que importa. —Caleb lleva el camión hasta una entrada lateral donde están el resto de vehículos.

Este suelta una carcajada.

—Parece mentira que un grupo de niñatos hayan planeado esto. Wen tiene que estar que se sube por las paredes.

Recuerdo a Wen Preston el día de la ceremonia y la verdad es que no parece una persona que acepte que se cometan errores bajo su mando. Seguro que hace que rueden cabezas.

—Vamos. —Nos indica—. Gabriel dice que el resto están en el edificio de ahí.

Salimos de nuevo al exterior y nos dirigimos a otra entrada en la fachada principal. Al llegar, Anna y David nos están esperando.

David se acerca a mí y me mira a los ojos.

—Oímos el ruido de un motor y esperábamos que fuerais vosotros. ¿Estás bien?

Asiento y en ese momento me abraza.

—Estaba muy preocupado. Tenía que haber ido contigo, tenía...

—Tenías que cuidar de Dani. Eso era lo más importante. Además, todo ha salido bien, ¿no?

Continúa abrazándome y me doy cuenta de lo mucho que se ha preocupado por mí. No sé si merezco tanto.

—¡Ey! —grita Anna por encima de su hombro—. yo también quiero abrazarla.

David me suelta y Anna corre a ocupar su lugar.

—¡Lo hemos conseguido Ari! —dice llorando de alegría.

—Sí, lo hemos logrado.

Entramos en el almacén y me sorprendo de cuanta gente hay allí. Algunos charlan en voz baja, pero la mayoría duermen y no puedo evitar emocionarme al ver reunidas a tantas personas vestidas de rojo. Nunca veré ese color de la misma forma, para mí a partir de ahora, tendrá un significado especial.

David me coge de la mano y me separa de los demás. Me lleva entre la gente, esquivando bultos y pequeños corrillos, hasta que se detiene frente a una mujer y un niño que duermen abrazados. Durante un instante no me doy cuenta, hasta que me fijo en los rasgos del pequeño y entonces caigo de rodillas frente a él y comienzo a llorar incontroladamente.

David se sienta a mi lado y me habla en voz baja para no despertarles.

—Está perfectamente. Ha cenado hace un rato y me parece que tiene el mismo apetito que su tía.

Le sonrío agradecida y por más que miro al pequeño, no puedo creerme que sea él. Apenas ha cambiado, ha crecido, sí, pero sus rasgos... ¡me recuerda tanto a Beth!

David parece leerme el pensamiento.

—También se parece a ti.

Me seco las lágrimas y ya más calmada le pregunto.

—¿Quién es ella?

—Se llama Agnes. Hace un par de años, agentes de la urbe fueron a su pueblo y acabaron con todos excepto con los de grupo 0-. Mataron a su familia y la recluyeron en la ciudad. Cuando Dani llegó, se ocupó de él y con el tiempo se ha convertido en su madre.

La miro más detenidamente y me fijo en cómo le abraza, protegiéndolo, dándole cariño.

—Me alegro de que se encontraran el uno al otro.

—¿Podrás esperar a que despierte mañana?

Tengo ganas de abrazarle, pero por el momento me basta con saber que está bien.

—Puedo esperar.

Nos acercamos al resto del grupo y saludo a Set, Elías y Simón. Todos me responden cariñosamente y eso me hace sentir muy bien.

—Deberíamos dormir —sentencia Caleb—. Tenemos que estar descansados para mañana.

Estoy tan contenta que me cuesta pensar en dormir, pero sé que tiene razón. Mañana nos espera un día largo.

Me tumbo en el suelo y David me arropa con una manta.

—Tengo que hacer una guardia. Tú descansa.

Se aleja y me pongo a pensar en lo que tenemos que hacer al día siguiente. No llevo ni dos minutos cuando el agotamiento puede conmigo.



Abro los ojos y veo a un niño sentado frente a mí a pocos centímetros de mi cara. Me está mirando atentamente. Me siento muy despacio frente a él y le sonrío. No quiero asustarle.

—Hola Dani, ¿sabes quién soy?

Asiente exageradamente como sólo los niños saben hacer.

—¿Te puedo dar un abrazo?

Se lo piensa pero al final se levanta y se acurruca en mi regazo. Le abrazo y me entran unas ganas de llorar terribles, pero tengo que evitar hacerlo a toda costa porque él no lo entendería.

—Hola, os traigo el desayuno. —David se sienta y le da una magdalena a Dani que la muerde con apetito—. Ha estado esperando a que despertaras. Quería desayunar con su tía.

Creo que no puedo ser más feliz en este momento y yo también acepto la magdalena que me ofrece David. Cuando llevamos un rato desayunando, Agnes se acerca a nosotros con cierto reparo.

—No quiero molestar. Eres Ari, ¿verdad?

—Sí, y tu Agnes, ¿no?

Asiente y esboza una tímida sonrisa. Le hago un gesto para que se siente a nuestro lado.

—Se puso muy contento al saber que habías venido a buscarle. Me alegro de que pueda recuperar a su familia.

Recuerdo lo que me contó David anoche y de pronto me doy cuenta de lo que ella debe estar pensando. Está equivocada.

—No sabes cuánto te agradezco que le hayas cuidado durante este año.

—Él me ha dado fuerzas para continuar. -dice mientras le acaricia el pelo.

—Por eso espero que aceptes vivir con nosotros.

—¿Qué?

Sus ojos se llenan de lágrimas.

—Ahora tú eres su madre y por tanto formas parte de la familia. Mis padres también querrán que te quedes.

—Gracias. —Está emocionada—. No soportaba la idea de separarme de él.

Sería incapaz de hacer eso sabiendo que se ha ocupado de Dani durante este último año.

—Tranquila, eso no va a pasar.

Miro al pequeño que está bebiendo un enorme vaso de leche.

—Luego te busco para darte una cosa, ¿vale?

—Vale —responde mientras apura su vaso.

—Tenemos una reunión —le comento a Agnes—. Luego nos vemos.

David y yo salimos al exterior y respiro el aire limpio del bosque. El resto del grupo está sentado en la hierba a unos pocos metros.

—¿Cómo es que están todos? —le pregunto— ¿Quién vigila?

—La gente quiere ayudar, así que teníamos varios voluntarios para hacer guardia. Estas personas creen que están en deuda con nosotros.

—¡Qué tontería! Sólo hemos hecho lo que debíamos. Buenos días —saludo mientras me siento en el suelo.

Gabriel sonríe y me guiña un ojo.

—May nos estaba contando todo lo de anoche. Vaya aventura. Aunque lo que me gustaría es que nos contaras esas técnicas de lucha tuyas que hicieron que pudieras vencer a Cesar...

"Que gracioso".

—Mira chaval. Hice lo que pude y no me puedo quejar del resultado. —Le saco la lengua para hacerle burla.

—Sí, eso es verdad. —Se carcajea—. Pero mira que meterle un dedo en el ojo... ¡ya te vale!

—Funcionó, así que deberíais tenerlo en cuenta para futuras peleas. Dejemos de hablar de eso ya. Seguro que vosotros también tenéis cosas que contar.

—La verdad es que no —responde Anna encogiéndose de hombros—. Nosotros no tuvimos ningún problema en el hospital, todo fue según lo planeado y bueno, en la puerta sí que lo pasamos peor, aquello fue el caos, pero ya ves que nadie ha salido mal parado.

—Mejor así ¿no? —Me alegro de que fuera fácil para ellos—. Hablemos de hoy. He pensado que lo mejor es que salgamos con un vehículo cada media hora. Así habrá algo de distancia entre nosotros, por si tenemos la mala suerte de que nos encuentre una patrulla.

—Si, después de lo que hemos conseguido, no es plan que nos pillen juntos —comenta Aker.

—Bien, entonces será mejor que empecemos a prepararlo todo —organiza Caleb— Que el primer autobús salga en un par de horas.

Decidimos mantener las parejas como ayer, así que los primeros en salir serán Neo y Anna. Cuando la reunión termina, me acerco a Neo pues tengo ganas de contarle lo de mi sobrino.

—Hola. He estado con Dani. Ha sido genial. Hemos desayunado juntos y ¡se acuerda de mí! ¿No es increíble?

—Sí, claro. Me alegro.

"Qué raro". Está de pie con las manos en los bolsillos y parece que le da igual lo que le estoy contando. No lo entiendo. Está mirando por encima de mi hombro y al girarme veo a David. ¿Es por él? ¿Habrá pasado algo que no sé?

—Bien, como veo que no te importa ni lo más mínimo, me voy.

—No es eso. Es sólo que... bah, déjalo.

Se da la vuelta y se aleja y yo me quedo hecha polvo. "¿Qué me he perdido?". Ayer estaba tan contento de verme y de pronto parece que le doy igual.

Busco a Anna y la veo entrando en el almacén. Si alguien sabe lo que está pasando, es ella, pues estuvo toda la noche con Neo. Está al fondo, ayudando a doblar las mantas que se han utilizado por la noche.

Me coloco a su lado y la imito. Anna me mira extrañada y yo no sé muy bien por dónde empezar. A los pocos minutos, se para y me mira interrogante.

—¿Qué pasa Ari?

—Nada...

—¿De verdad?

—No... verás, es que, ayer cuando llegué Owen se alegró mucho de verme.

Me mira sin entender.

—Se alegró.

—Sí, se alegró. Mucho. -recalco la palabra para que lo pille- Me dijo que estaba muy preocupado por mí. El caso es que ahora he ido a hablar con él y prácticamente me ha ignorado. —Según lo cuento me da más rabia que me haya tratado así—. ¿Sabes tú si le pasa algo conmigo? ¿Ocurrió algo ayer? Me ha parecido que no quería que David nos viera hablando.

Seguro que piensa que me estoy imaginando cosas.

—Bah, olvídalo. Son tonterías mías. Me he acostumbrado a que esté pendiente de mí, ya sabes.

Anna me coge del brazo y me lleva a un rincón lejos de la gente.

—No son imaginaciones tuyas, lo que pasa es que no sé hasta qué punto tengo que ser yo la que te lo cuente.

Entiendo que quiera quedarse al margen, pero ¿quién me lo va a contar si no?

—Por favor. Tengo que saber qué pasa.

Anna se pone seria y creo que pocas veces desde que la conozco la he visto así.

—Verás, ayer llegamos a la puerta los primeros y como teníamos que esperar al resto, Owen se puso a seguir al resto por sus respectivos recorridos. Os tenía marcados a todos gracias al localizador de los móviles. Al de unos minutos vio cómo te desviabas de la ruta y te separabas de Caleb. ¡Le dio un ataque de nervios!

—Me lo imagino.

—Te llamó y al colgar, empezó a pasear nervioso, pensando qué podía hacer. Llamó a Caleb y le pidió que fuera a ayudarte, le dijo que iría el mismo, pero que teniendo que cruzar toda la ciudad no llegaría a tiempo. Tenías que haber visto cómo le gritó. Le aseguró que si te pasaba algo le pesaría toda su vida pero además tendría que vérselas con él.

—Vaya... —Estoy sorprendida.

—Eso no es todo. —Baja la voz— Decidió no decir nada al resto para no preocuparles.

Se queda callada pero no lo pillo.

—¿Y?

—¿No entiendes a dónde voy? ¡Tardasteis un buen rato! Todos llegaron a sus puertas y enviaron el aviso, pero vosotros no. David vino a nuestro autobús a preguntar si sabíamos algo. Estaba preocupado.

—Oh, ya veo.

Empiezo a tener dudas de si quiero saber lo que ha pasado.

—Salimos a hablar fuera para no asustar al resto y en cuanto Owen le contó lo que pasaba, David se puso hecho una furia. Discutieron y David terminó soltándole un puñetazo. ¡Me tuve que poner en medio! Le dijo que si te pasaba algo sería su culpa. Tenías que haber visto la cara de Owen al oír eso. Buf, no te imaginas qué tensión.

No me puedo creer que David se comportara así.

—También le dijo que en cuanto esto acabara le quería lejos de ti. Que no iba a permitir que formara parte de tu vida. Así que me imagino que ayer, Owen aprovechó que no estaba David y en cambio con él delante se siente presionado.

Estoy enfadada, muy enfadada. ¿Cómo ha podido David comportarse así? Tengo que hablar con él.

Salgo del edificio y voy directa a los vehículos. Sé que está allí ya que han hablado de repartir los suministros, por si perdemos un camión seguir teniendo de todo. No tardo en encontrarle. Está con Gabriel cargando varias cajas. Ni les miro, me acerco y le agarro del brazo. Tiro de él para que me siga y no me detengo hasta ver que estamos lejos de todo y de todos.

David me mira extrañado y yo me cruzo de brazos.

—Sé lo que pasó ayer con Neo.

Suelta una risa sarcástica.

—Qué poco ha tardado en contártelo.

Está haciendo que me enfade aún más.

—No me lo ha contado él. Además esa no es la cuestión. Le gritaste, ¡le pegaste! ¿En qué estabas pensando?

Le empujo porque me siento frustrada con todo esto. David me mira sorprendido.

—¡Pensaba en ti!, ¿vale? Estabas en peligro y no me lo dijo.

Que cabezota es.

—¡No te lo dijo por tu bien! Por el bien de todos. ¿De qué te servía saberlo?

Se echa las manos a la cabeza.

—Hubiera ido a ayudarte... Nunca tenía que haber permitido que hicieras las parejas así... tenía que haber estado contigo.

—No hubieras llegado a tiempo. Y en cuanto a los grupos, yo necesitaba que te ocuparas de Dani. Lo hice porque confío en ti.

Se acerca y me coge por los hombros.

—Me puse nervioso al saber el riesgo que estabas corriendo.

—Al final todo salió bien y Neo hizo lo que tenía que hacer. Nada justifica que le grites, le pegues o le digas que tiene que alejarse de mí. Eso es cosa mía.

David levanta las manos y se aparta.

—Tienes razón. Es cosa tuya. -responde secamente.

Vuelve al almacén y yo me quedo con cara de idiota. Estos dos me van a volver loca y yo ya no sé cómo comportarme con ellos. Parece que haga lo que haga me equivoco.

Ayudo a organizar la comida ya que los autobuses son los primeros en salir y tendrán que llevar algo que puedan comer por el camino. Me alegro de tener una ocupación en la que concentrarme porque la verdad, estoy que echo chispas.

Cojo de mi mochila el regalo para Dani y le busco entre la gente para dárselo. Le encuentro con Agnes y su cara se ilumina al ver el paquete. Lo abre con prisa y me imagino que en el último año, no habrá tenido ningún regalo.

—¡Una excavadora! —exclama entusiasmado.

—Sí, además se mueve. —Le indico el botón de encendido para que la ponga en marcha- Cuando eras más pequeño, tenías una y se te rompió. Te gustaba tanto que pensé que era un buen regalo.

Agnes sonríe.

—Cualquier regalo está bien. Ha carecido de tantas cosas durante el último año...

Se me encoge el corazón al oír eso. ¡Qué vida más triste han llevado!

—Disfruta. —Le alboroto el pelo—. Tengo que seguir organizando las comidas.

No me despido de Neo ni de David cuando se van los autobuses, y los siguientes en salir somos nosotros. Si todo va bien, en unas dos horas y media estaremos en casa.

Caleb y May están hablando animadamente, se nota que están de buen humor y llega un momento en el que les extraña que no participe.

—¿Y a ti que te pasa? —Caleb me da un codazo—. Deberías estar contenta después de ver a tu sobrino.

—Digamos que tengo otras preocupaciones. Ayer Owen y David tuvieron un encontronazo por mi culpa. Otra vez. Me estoy cansando ya de esta situación.

—Eres consciente —me dice May en tono tranquilo— de que no se va a acabar hasta que te decidas por uno de los dos.

—Lo sé —respondo apesadumbrada.

—Quizás la solución sea —comenta Caleb en tono jocoso- que elijas a un tercero. Eso sí que estaría bien.

Nos reímos y me alegro de que por lo menos él sea capaz de quitarle hierro al asunto. Vamos cubriendo los kilómetros de la ruta pero a mitad del trayecto Caleb se detiene.

—¿Qué pasa? —pregunto alarmada.

—Mira. Arriba en la colina. Son los autobuses.

Hay muchos árboles y no se distingue muy bien, aunque creo que tiene razón.

—¿Qué hacen ahí parados? Parece que están solos.

Caleb pone el camión de nuevo en marcha.

—Tendremos que averiguarlo.

Al llegar hasta ellos, Aker se acerca corriendo a nosotros haciendo gestos para que apaguemos el motor.

—Venid.

Bajamos los tres del camión y nos dirigimos al final de la colina, donde están el resto agachados.

—Hay una patrulla ahí abajo. -comenta David.

Sigo con la vista el camino serpenteante que baja hacia el valle. A lo lejos se distingue un pequeño pueblo en ruinas y en él hay tres vehículos de seguridad y al menos diez agentes registrando las casas.

—¡Vaya! —exclamo— Sí que tienen interés en encontrarnos...

—Llevan bastante rato. Les tiene que faltar poco para acabar —calcula Anna.

Estar aquí es peligroso. Cojo el ordenador y miro el mapa.

—La mejor ruta sigue siendo esta. Si nos desviamos tendremos que hacer un montón de kilómetros innecesarios.

—¿Qué propones? —me pregunta Caleb.

—Creo que lo mejor será ver qué camino siguen ellos. Si toman otra ruta, nosotros seguiremos la nuestra. Si vienen hacia aquí, tomaremos este desvío de la derecha. —Se lo muestro a todos en el mapa—. Tardaremos más, pero no coincidiremos con ellos.

—Vale, es buena idea —asiente Aker.

—Creo que cuando nos pongamos de nuevo en marcha —añado— deberíamos ir nosotros primero.

Neo levanta la cabeza y me mira, pero en cuanto nuestros ojos se encuentran, aparta la mirada y resopla mientras niega con la cabeza. No entiendo porque se comporta así, parece que cuestiona mis decisiones. En cuanto pueda, tengo que hablar con él.

—Sí, será lo mejor. —Caleb me da la razón—. Es peligroso que los autobuses vayan abriendo camino. Iremos delante y nos seguiréis a cierta distancia.

—De acuerdo. —Las palabras de David no parecen ir acordes con su expresión pero no discute nuestra idea.

—Ey, se van —señala May.

Tiene razón. Han montado en sus vehículos y por suerte para nosotros, continúan por una carretera hacia el norte, mientras que nosotros tenemos que ir hacia el sur.

Esperamos a que hayan desaparecido de nuestra vista antes de reanudar la marcha. Hacemos lo que queda del camino intranquilos ya que ninguno de nosotros esperaba tanto despliegue de patrullas.


Aquí tenéis un nuevo capítulo. Parece que nuestros protagonistas van solventando todas las dificultades que encuentran en el camino. ¿Seguirá siendo así en los próximos capítulos? Tendréis que seguir leyendo...

Os diré que apenas quedan cien páginas para el final y espero que disfrutéis de lo que queda de historia. 

No me cansaré de agradeceros cada lectura, cada voto y cada comentario. He recibido mucho más de lo que esperaba de cada uno de vosotros.

Un abrazo muy fuerte.


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