Capítulo 18


Me despierto con la luz del sol entrando por la ventana. Debe ser ya media mañana. David no está, seguro que hace rato que se ha levantado, ¿por qué me han dejado dormir tanto?

Cojo algo de ropa y voy a ducharme a todo correr y me encuentro tan descansada que hasta canto en la ducha. No sé si lo hago bien o mal, pero no me importa. Bajo al trote por las escaleras y cuando entro en la cocina me encuentro con David, Neo y mi madre hablando con gesto serio.

-¿Qué pasa? ¿Algo malo?

David me coge de la mano y me invita a sentarme.

-No, todo lo contrario.

-Tenemos la clave de seguridad. -Para ser una buena noticia no me gusta la expresión de Neo-. Mathias ha empezado a organizar el siguiente paso.

Ahora lo entiendo, aunque es una buena noticia, tener la contraseña significa atacar y lo que eso conlleva.

-Quiere tener una reunión con algunos esta tarde, nosotros incluidos.

Noto los nervios en el estómago, ese cosquilleo inevitable, y las manos me empiezan a sudar.

-Desayuna, no te servirá de nada tener el estómago vacío. -Mi madre coloca un enorme plato de comida en la mesa.

Asiento, pero no tengo apetito. Intento dar varios bocados para que mi madre no insista pero parece que lo que llega a mi estómago se convierte en una gran bola imposible de digerir.

-¿Qué me toca hacer hoy? -Cada día nos encargamos de tareas diferentes.

-Tienes que recoger del huerto lechugas, tomates, zanahorias y cebollas. Si hay coliflor también. Al mediodía vendrán a recogerlo para repartir entre todos. -Mi madre me sonríe para darme ánimos ya que se trata de un trabajo duro.

-Yo te ayudo, de momento no me necesitan en el hospital.

-Yo también, hasta la reunión no tengo nada que hacer.

Qué dispuestos. Me despido de mi madre y vamos al cobertizo a por unos enormes cestos en los que cargar las provisiones. Nos ponemos manos a la obra y con el calor que hace, a los pocos minutos estoy sudando a mares. "Para qué me habré duchado". Tengo las manos manchadas de tierra y no paro de hacerme rasguños con las matas de los tomates. Es más que evidente que no estoy hecha para la vida en el campo. Creo que es mejor que hable con ellos de lo que sea para ver si así se me hace más llevadero. Si no la mañana se me hará eterna.

-¿Cuál creéis que será el plan de Mathias?

-No lo sé, pero espero que sea mejor que el último -resopla Neo.

-¿El último? -no sé a qué se refiere.

-Sí, ¿recordáis cuando soñamos con este lugar? Lo de la cueva y todo eso.

Asentimos.

-Esas fueron las consecuencias de su plan. No sé exactamente qué pasó porque yo no participé pero sé a dónde tuve que ir a buscaros.

-Es verdad -dice David con gesto pensativo-, hasta ahora no me había parado a pensar por qué acabamos allí.

-Sí, lo recuerdo. Fuimos a ver a tus padres porque ellos viven cerca de la urbe principal, la nuestra es una de las secundarias. Allí están mejor organizados y nos iban a ayudar a entrar en la ciudad. El plan de Mathias era acceder a las oficinas centrales -hago una pausa para recordar- en ellas está el ordenador principal que contiene entre otros datos, todas las claves de acceso. El problema fue que no pasábamos tan desapercibidos como creíamos y no sabíamos cómo movernos dentro de su territorio. Descubrieron nuestra presencia y tuvimos que huir antes de conseguir lo que buscábamos. Perdimos a varias personas del equipo...

-Para no poner en peligro a nuestros contactos -continúa David- en vez de regresar al pueblo donde viven mis padres, nos escondimos en esa cueva que Ari conocía.

-Sí, fue una suerte que fuéramos a buscaros allí. --Neo sonríe-. Cuando vimos que no estabais en el pueblo, recordé que me contaste que una vez tu padre te llevó allí de excursión. ¡Ni él mismo se acordaba!

-¡Vaya fracaso de misión! -Me siento en el suelo. Estoy frustrada pensando que esta vez pueda pasar lo mismo. Así no conseguiremos recuperar a Dani nunca.

-Por suerte ahora ya tenemos la contraseña. Eso es un punto a nuestro favor.

-Sí, gracias a ti. Si tú no hubieras encontrado su red inalámbrica, estaríamos como al principio.

-Lo que no entiendo -David está intentando atar cabos- es por qué tanto despliegue para intentar detenernos. ¿Recuerdas? Parecía una guerra. Incluso atacaron una de las poblaciones cercanas pensando que estábamos escondidos allí.

-¿No lo entiendes? -Neo parece eufórico- ¡Somos un peligro para ellos! Mientras pasamos desapercibidos no suponemos ninguna amenaza, pero si empezamos a organizarnos y a buscar la forma de acabar con ellos, intentarán eliminarnos a toda costa. Nuestros recursos son limitados pero si nos unimos, somos muchos más que ellos. Y lo saben.

-Pero sólo queremos recuperar a los nuestros -protesto-. No es justo que muchas familias estén separadas por y para beneficio de quienes viven en las ciudades.

-Qué complicado. -David se sienta a mi lado.

-¿No echáis de menos vuestra vida real? -Neo da patadas al suelo levantando una pequeña nube de polvo- Una vida en la que nuestra mayor preocupación es si nos aceptan en la universidad, si tenemos suficiente dinero para gastar...

-Quizás sea una vida más tranquila. -Lo medito unos segundos-. Pero ahora que lo dices, también me parece más superficial. Vivimos conectados a los demás con nuestra tecnología, vemos televisión basura sin importarnos los contenidos, gastamos en cosas absurdas e innecesarias, damos demasiada importancia a la apariencia, no nos preocupamos por los demás y somos tan egoístas...

-Visto así... -David no parece muy convencido.

-Pensadlo, esto es una realidad distópica comparando con nuestra realidad, pero en la nuestra se dan situaciones y conflictos iguales o peores que estos. Hay países que llevan años en guerra, que su población vive asustada por la incertidumbre de si habrá un mañana. Se cometen asesinatos masivos, violaciones, torturas... en realidad nuestro mundo no es mucho mejor, sólo que nosotros hemos tenido el privilegio de llevar una vida sin preocupaciones.

-Ya te salió tu vocación filosófica, -añade Neo- pero según entiendo estás queriendo decir que en parte nosotros somos allí el equivalente a los habitantes de las urbes aquí.

-Sí y no. -A ver cómo me explico-. Está claro que no cometemos atrocidades como la de experimentar con otros humanos contra su voluntad para nuestro beneficio, pero vivimos en un mundo en el que el total de los individuos formamos el todo pero no nos sentimos así. Lo que quiero decir es que pensamos colectivamente pero a pequeña escala. Nos preocupamos de que nuestro pueblo, o más allá, nuestro país, prospere y por tanto nosotros con él, pero no nos preocupamos del resto. Los países más desarrollados hemos dejado al resto del mundo a su suerte. No nos importa si están en guerra, si pasan hambre o si sufren epidemias mientras no nos afecte directamente.

Veo que los dos bajan la mirada.

-Estamos ciegos frente a lo que ocurre en realidad. No queremos verlo porque no nos interesa que nuestra conciencia tenga que cargar con ello. Y cuanto más avanzamos, más aislamos a esa parte de la población que necesita nuestra ayuda y no nuestra indiferencia.

Neo resopla.

-Nunca me lo había planteado así.

-Tienes razón. Estas realidades no son tan diferentes. Vamos camino de que la nuestra se convierta en esta.

David ha dado en el clavo.

-Exacto. Llegará un momento en que perderemos los escrúpulos y seremos capaces de marginar a parte de los nuestros "por el bien de la sociedad".

-Quizás... -David me pone una mano en el hombro- lo que hará falta es que haya gente como tú que enseñe a pensar a las nuevas generaciones para que no cometamos estos errores.

Me siento un poco mejor pensando en esa posibilidad.

-Sí, puede que podamos ayudar más de lo que me imaginaba. Pensar para cambiar el mundo. Eso es lo que hace falta.

Con fuerzas renovadas, retomamos el trabajo y un par de horas después los cestos están llenos.

-Justo a tiempo -digo señalando el camión que se acerca.

Dentro va Gabriel, el chico al que el primer día entregamos las armas. Desde aquel momento no había vuelto a coincidir con él. "¿Dónde habrá estado metido?"

Baja del camión de un salto y nos abre el portón trasero.

-Hola chicos, buen trabajo -añade mirando los cestos a rebosar- Con el calor que hace no es el mejor trabajo que os podía tocar hacer.

-Bueno, a alguien le tenía que tocar -contesta David subiendo el primero de los cestos.

Yo intento levantar uno, pero me resulta imposible. Veo con qué facilidad los cogen ellos y pienso que o soy una enclenque o ellos más fuertes de lo que parecen.

Gabriel mira a Neo.

-Qué suerte que ya tengamos la clave ¿no?, Por fin podremos ponernos en marcha.

-Sí, una suerte. ¿Tú también vas a estar en la reunión de Mathias?

-Por supuesto, ya sabes que yo siempre me apunto. -Cierra el portón y nos hace un gesto de despedida mientras sube a la cabina del camión-. Luego nos vemos.

Cogemos la parte de las verduras que hemos guardado para nuestra casa y volvemos a ella, Neo nos acompaña y mis padres le invitan a comer.

Nos duchamos por turnos rápidamente y me alegro de quitarme toda esta suciedad de encima. Incluso me siento más descansada. Comemos todos juntos y entre el rato de la comida y recogerlo todo después, se hace hora de ir a la reunión.

Me sorprende cuando veo que mi padre también va, aunque es normal que no se quiera quedar al margen.

-No sabía que venías. -Quiero saber en qué está pensando.

-Bastante me ha costado convencer a tu madre para que no participe ella también. -Resopla- Es una cabezota.

-¿Y tú?

-Yo tengo que ayudar como sea para poder recuperar a mi nieto. Fue muy duro perder a Beth, pero no tener a Dani con nosotros...

Se está emocionando y si seguimos así voy a llorar. He sido una tonta pensando solo en lo mal que me siento yo y no en el dolor y la impotencia que deben sentir ellos con todo lo ocurrido. Perder a una hija... no me imagino nada peor. Pero además no poder criar a tu nieto...

-Te pareces tanto a ella -me dice mientras me rodea los hombros con el brazo.

-Esta vez lo conseguiremos. -Intento darle ánimos- Ya lo verás.


David y Neo van delante y veo que se dirigen a la escuela, la reunión debe ser allí. Dentro está Mathias sentado sobre la mesa del profesor y en los primeros pupitres están Gabriel, Aker y Anna. Con Gabriel ya contaba pero ellos son una sorpresa. Son dos de mis alumnos más aventajados pero parecen tan jóvenes para participar en esto... Caigo en la cuenta de que casi tienen la misma edad que yo, así que en realidad no sé por qué me siento más capacitada que ellos. Nos sentamos detrás y permanecemos en silencio. Ninguno tenemos ganas de hablar.

A los pocos minutos se abre de nuevo la puerta.

-Bien -dice Mathias- ya estamos todos.

Me giro y veo a Kevan y a otro hombre corpulento que si no recuerdo mal se llama Hansen. Se sientan sin saludar y todos miramos de nuevo a Mathias.

-Estamos aquí únicamente los que vamos a participar en esto. Es mejor que no les contéis a vuestras familias nada al respecto para no ponerlas en una situación delicada. Si algo sale mal y las autoridades quisieran obtener información, no tendrán nada relevante que contar.

"Si algo sale mal". Se me revuelven las tripas sólo de pensar en esa posibilidad. ¿En qué nos estamos metiendo? Da igual, aunque esté preocupada sé que no hay vuelta atrás.

-Bien, -continúa- comenzaré a exponeros mi idea. La iremos desarrollando sobre la marcha. Creo que el error que cometí la última vez fue dejar que entrarais en la urbe principal como lo que sois, rebeldes. Fuisteis directos a buscar la información que necesitábamos, sin esconderos y antes de que quisierais daros cuenta os habían descubierto.

-¿Y qué has pensado para solventar ese "pequeño problema"? -pregunta Gabriel intrigado.

-No iréis a la principal, sino a la secundaria, donde está Dani entre otros muchos ceros. Esta vez os infiltraréis primero.

Así de fácil.

-¿Cómo? -No me parece que sea algo sencillo.

-Semanalmente admiten a gente de fuera de la ciudad que demuestran altas capacidades. Sobre todo jóvenes. Con la natalidad que se da dentro de las urbes no es suficiente. Después de pasar ciertos exámenes y un control médico los pocos que resultan aptos, entran a formar parte de su sociedad. Se les da alojamiento y formación a cambio de poner su inteligencia al servicio de las urbes.

-Pero nosotros no hemos participado en la selección -asegura Neo.

-En realidad sí, se presentaron vuestras candidaturas y ya han sido aprobadas, claro está que los exámenes y las pruebas médicas que se han presentado se han modificado ligeramente para que encajaran al cien por cien con sus requisitos. Todo gracias a nuestros colaboradores infiltrados.

-Así que estás diciendo que ellos seis van a entrar en la ciudad, solos. -presupone Kevan.

-¿Y nosotros? -Mi padre no quiere quedarse al margen.

-Kevan, Joseph, tranquilos. Mañana irán a la urbe y vosotros tres... -Señala también a Hansen -les acompañaréis hasta el puesto de entrada por el que tienen que acceder. Siempre les entrega un equipo de seguridad.

La voz ronca de Hansen me sobresalta.

-¿Cuál es nuestro trabajo entonces? ¿Acompañarles hasta la boca del lobo y darnos la vuelta?

-En esa puerta está uno de nuestros contactos, por lo que no debería haber ningún problema. Vosotros deberéis haceros pasar por la patrulla que tiene que llevarles hasta el acceso. Sois necesarios porque si hay algún problema en el momento de entrar, habrá que suspenderlo todo y volver. Estaréis para protegerles hasta ese momento. Una vez que accedan al recinto, no debería haber problemas.

-Eso nunca se sabe -gruñe Hansen.

Ahora lo recuerdo y entiendo su actitud. Su hijo fue uno de los que murió en la última incursión. Si aquella vez salió algo mal, en esta ocasión podría fallar algo de nuevo.

-Vosotros veréis. O aceptáis las condiciones o me busco a otros que ocupen vuestro lugar. El consejo de la zona lo ha decidido así.

Veo como mi padre aprieta los labios pero ninguno de los tres añade nada.

-Por el momento no tengo nada más que deciros. Dejadme con los chicos para que les explique el resto y ya hablaré con vosotros más tarde.

Se van con gesto contrariado y en cuanto salen por la puerta, Mathias centra su atención en nosotros.

-Si alguno no está convencido, el momento de irse es este.

Nos miramos los unos a los otros pero nadie se mueve.

-Así me gusta. La idea es la siguiente. Entraréis como nuevos habitantes de la urbe. Al reconoceros como tal no extrañará que no sepáis cómo funcionan las cosas. Así tendréis oportunidad de acostumbraros a todo. Os asignarán una estancia en la residencia de estudiantes y un horario en la universidad que deberéis cumplir a rajatabla para no levantar sospechas. Comportaos con la mayor naturalidad posible. En unos días se pondrá en contacto con vosotros uno de nuestros colaboradores para daros los detalles de la operación y facilitaros armas y demás. Por el momento no necesitáis saber más.

-Visto así parece fácil. -Neo se rasca la cabeza pensativo.

-No os voy a engañar. No será fácil. Seguramente tendréis que improvisar y tomar decisiones por vuestra cuenta, pero si os hemos elegido a vosotros es porque creemos que seréis capaces de conseguirlo.

-¿Para qué queremos la clave de las puertas si no la necesitamos para entrar? -pregunta Gabriel.

-No la necesitáis para entrar, pero la necesitaréis para salir. -Su respuesta suena tan tajante que no nos atrevemos a preguntar más al respecto.

Al ver que ninguno añade nada, Mathias acerca dos cajas llenas de material.

-Tenéis que familiarizaros con el nuevo equipamiento que utilizaréis en la ciudad. -Saca unas prendas de color turquesa- Pantalón, camiseta y botas.

-Pero con ese color llamaremos mucho la atención -Anna tiene dudas respecto a la ropa y no me extraña.

-Exacto. Lo hacen para distinguir a los recién llegados. Por motivos de seguridad creen necesario que cualquiera pueda identificar a las personas que se están adaptando.

Miro las prendas que me entrega con cierto recelo. La camiseta y el pantalón parecen hechos con algún tipo de fibra inteligente. Ambas prendas llevan unas franjas plateadas que tienen toda la pinta de ser reflectantes. Está claro que no pasaremos desapercibidos.

-Esta ropa os dará una gran flexibilidad y regulará vuestra temperatura corporal. Las botas amortiguarán la presión que se realiza mientras se camina.

Miro las botas. Por lo menos son negras. Parecen botas de monte, sólo que estas se cierran con un enorme velcro.

-Bien, cada uno de vosotros llevará uno de estos.

Saca de otra de las cajas unos móviles de última generación. Nos da uno a cada uno y automáticamente doy al botón de encendido. Al momento me doy cuenta del error. La pantalla se enciende y todos clavan su vista en mí y en el pequeño aparato.

-No sé cómo lo he hecho -intento disimular- creo que he apretado este botón sin querer.

Veo cómo Neo se aguanta la risa y David pone los ojos en blanco. Por un momento olvidé que es la primera vez que vemos un móvil y la costumbre de utilizarlo a diario me ha traicionado.

Los siguientes quince minutos los dedicamos a tomar notas mentales de cómo utilizar ese "sorprendente" aparato. Sorprendente para el resto, claro está, pero nosotros intentamos poner caras de asombro con cada utilidad que enumera Mathias. Para nosotros no deja de ser un móvil normal y corriente para realizar llamadas, con conexión inalámbrica, mensajería instantánea y una agenda que es lo único que me sorprende de verdad. En ella está mi documento identificatorio, historial médico y demás datos personales de alguna relevancia. Al parecer el móvil se utiliza para identificarte y acceder a los recintos. Incluso para pagar, ya que, durante nuestro tiempo de estudiantes tendremos una cuota semanal para gastos y si todo esto no fuera una farsa y nos quedáramos a vivir en la ciudad, cuando pasáramos a tener un trabajo, esta cuota aumentaría significativamente. Después de todas estas explicaciones entiendo que lo mejor es que ninguno de nosotros pierda el móvil.

-Tenéis que memorizar el pin, la clave de acceso a vuestros datos personales y la clave para realizar pagos.

Nos da una hoja a cada uno con los números y decido memorizarla inmediatamente.

-Por último y más importante. Las armas. Dentro del recinto utilizan un armamento diferente al que estáis acostumbrados. Como esas serán las armas que os faciliten nuestros enlaces, debéis practicar con ellas para ver las diferencias e intentar corregir vuestra puntería con ellas. Gabriel os ayudará. Dedicad a esto lo que queda de tarde. Mañana nos vemos aquí a las nueve.

Cogemos la ropa y el móvil y salimos al exterior. Fuera están mi padre, Kevan y Hansen esperando para entrar. Hago un gesto de saludo a mi padre y sigo a Gabriel que va en cabeza. Lleva una bolsa de lona que no había visto hasta ahora. Me pongo nerviosa sólo de pensar en empuñar de nuevo un arma y por la expresión de Neo sé que a él le sucede lo mismo. Tengo que empezar a pensar de otra manera ya que a partir de mañana se va a tratar de nuestra supervivencia y si quiero recuperar a Dani, tengo que ser fuerte.

¡Por fin nuevo capítulo! Espero que retoméis con ganas esta historia, pues como veis aún le queda un largo camino a nuestros protagonistas. Se acerca un nuevo cambio, ¿entrar en la urbe y no ser descubiertos? Será una tarea difícil...

Si os ha gustado espero vuestros votos y comentarios. Besitosss

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