ARI
Hace un día que desperté y me estoy volviendo loca entre estas cuatro paredes. Personal médico me visita de forma regular para continuar con la evaluación de mi estado y las pruebas pertinentes. Yo me empeño en decir una y otra vez que me encuentro bien, pero no puedo negar el cansancio que aún siento en cuanto realizo el mínimo esfuerzo. Ellos se deshacen en explicaciones sobre el desacondicionamiento del cuerpo, la reducción en la producción de fuerza muscular que supone estar un mes en reposo, los problemas causados al sistema cardiovascular y vete a saber cuantas cosas más. En cuanto empiezan con su jerga médica, mi mente desconecta.
Hago varios, lentos y torpes movimientos con mis piernas, flexionando y estirando, de forma mecánica, tal y como me ha enseñado el rehabilitador. Necesito resultar creíble, parecer recuperada del todo, para que me dejen salir de la habitación de una vez por todas. Eso y que el resultado de las pruebas sea bueno, claro.
Pienso en la otra realidad, algo que no puedo evitar hacer continuamente y la sensación de que todo fue un sueño me sacude. Sé que no lo fue, lo sé al igual que sé cual es mi nombre, pero he de recordar algún momento en concreto para que las imágenes sigan nítidas en mi mente. Echo de menos a mis padres, a los de esa realidad, a Dani, a todos... y tengo tanto miedo a que el tiempo me haga olvidar, a que lo ocurrido pierda importancia con el pasar de los días, que ese temor me encoje el corazón y se empeña en ahogarme.
Oigo el ruido de la puerta y no puedo evitar sobresaltarme. Respiro aliviada al ver aparecer a David por el hueco y en cuanto comprueba que no hay nadie más en la habitación, entra y cierra tras él. Aún se mueve con dificultad pero mucho mejor de lo que yo puedo hacerlo.
—Ey, ¿y tu silla de ruedas? ¿Es bueno que camines ya hoy?
Se acerca hasta la cama y se sienta en el borde con cuidado.
—Hubiera resultado más sospechoso intentar llegar aquí con ella. Aún tenemos que permanecer aislados.
—¿Y cómo has conseguido que no te pillen?
Se encoge de hombros y esboza una sonrisa traviesa.
—Apenas hay personal así que ha resultado fácil. El pasillo está desierto. Además ¿qué pueden hacer si nos pillan?
En eso tiene razón. Esto no es una cárcel e imagino que si queremos abandonar las instalaciones, podremos hacerlo, bajo nuestra responsabilidad.
—Supongo que nada. Realmente estoy deseando salir de aquí, necesito respirar aire fresco...
Con gran esfuerzo me giro, hasta quedar sentada al lado de David con las piernas colgando de la cama.
—¿Qué tal eso de haber recuperado tu cuerpo? —me pregunta con interés.
—No esperaba encontrarme con unas extremidades tan perezosas. —Me miro los tobillos mientras hago movimientos circulares con ellos—. Pero no voy a dejar que algo como eso me impida abandonar este lugar. No quiero saber nada de Walsh, ni del experimento, ni de viajar a otras realidades. No quiero volver a sentirme responsable de nadie.
Me observa con el ceño fruncido pero no entiendo qué es lo que le extraña de lo que he dicho.
—¿Te arrepientes?
—¡No! Sin embargo, que esta vez no saliéramos mal parados no significa que quiera pasar por otra situación similar. Además, apenas llevamos un día lejos de allí y ya siento añoranza, no de la situación pero sí de la gente.
Asiente, haciéndome entender que él se siente igual.
—Seguiremos soñando con ellos y podremos ver cómo les va.
—Eso espero...
La puerta se abre y ambos miramos hacia ella, alarmados. Alex se asoma por ella pero no parece sorprendido.
—David, deberías regresar a tu habitación si no quieres que te pillen. Van a pasar para hacerte una nueva extracción de sangre en unos minutos.
—¡Vaya! Tenías un compinche... —le digo divertida. Nunca lo hubiera imaginado.
—Él me ha abierto la puerta con su tarjeta, por si no lo sabes, estamos encerrados.
No me había dado cuenta de ese detalle.
—¿Encerrados? ¿En serio? ¿Por qué? —pregunto alarmada.
David se encoje de hombros.
—Creo que es más, porque no quieren que nadie ajeno al proyecto entre, que porque piensen que nos vamos a escapar...
—Aun así no me gusta estar encerrada. Una cosa es que aceptemos pasar un par de días aislados por propia voluntad y otra muy diferente, no poder abrir esa puerta.
Coloca su mano sobre la mía y noto un leve cosquilleo que me sube por el brazo hasta la nuca.
—Tranquila, pronto olvidaremos todo esto. —Se pone de pie con cuidado y se acerca hasta la puerta que Alex ha dejado sin cerrar. Antes de salir, me mira de nuevo—. En cuanto pueda, vendré a hacerte otra visita.
—Gracias.
Cierra tras él y me planteo andar por la habitación para probar mis músculos y de paso matar el tiempo. Aunque me cuesta levantarme, consigo moverme con más facilidad que en mi anterior intento, unas horas antes. Aún persiste cierta sensación de entumecimiento, sobre todo en las articulaciones, pero me alivia ver que los ejercicios están dando resultado.
Dos vueltas después comienzo a notar el efecto del esfuerzo sobre mis piernas, así que decido tumbarme de nuevo en la cama. Observo la puerta, esperando a que algo suceda y rompa mi aburrimiento, pero nada. Solo silencio. Ni siquiera hay una triste ventana por la que asomarme a mirar...
Miro mi mano, recordando el cosquilleo que he sentido apenas hace unos minutos cuando David ha posado la suya sobre la mía, sin embargo, no soy capaz de ponerle nombre a ese sentimiento. Inmediatamente, Neo viene a mi mente, como si cada uno fuera la cara de una moneda. Parece que no puedo evitar que mis sentimientos vayan atados a ambos y sé que aunque no quiera, he de tomar una decisión respecto a ellos de una vez por todas.
Cuando desperté de vuelta en mi realidad, David estaba a mi lado y desde entonces ya se las ha arreglado para colarse en mi habitación. Pero... ¿Y Neo? Al preguntar, me dijeron que estaba bien, sin embargo no puedo evitar preocuparme por no tener noticias de él. Conociéndole hubiera jurado que buscaría, al igual que David, la forma de llegar hasta mí, pero quizás no soy tan importante como me hizo creer. Eso o que aún continúa enfadado por encontrarme durmiendo al lado de David en el salón. No lo sé, sin embargo no estaré tranquila hasta confirmar que nada raro ocurre.
Mi mente divaga por los recuerdos de lo que he vivido con ambos, cada beso, cada abrazo, cada enfado y cada risa. No sé si estoy preparada para decir adiós a uno de los dos. ¿Lo estoy?
Por tercera vez en una hora, la puerta se abre y una enfermera con material de extracción entra en el cuarto. Cada hora que pasa, más cerca estoy de poder abandonar este lugar y en cuanto regrese a casa, tendré el tiempo justo para buscar alojamiento y preparar mis cosas antes de que dé comienzo el curso académico.
Echaré de menos la otra realidad, pero he de centrarme en el ahora, pues esta, me guste o no, es mi verdadera vida.
¡Hola a todxs! A lxs que llegáis aquí recién acabada la historia y a lxs que leéis Árboles de metal y habéis leído el aviso.
Este es el primero de los tres capítulos extras que voy a publicar. Espero que os gusten y aviso... el segundo, ¡tiene sorpresa!
Además pongo una foto de Ari, para lxs que aún no estáis leyendo la segunda parte y queréis saber cómo me la imagino yo. ¡Acepto otras sugerencias!
Espero vuestros votos y comentarios. ¿Y bien? ¿Queréis otro capítulo?
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