🌺; Cuarto pétalo.

   A Mikaela se le retorcían las entrañas cuando veía a Yuichiro caminar por sitios aleatorios de la escuela. Tan cerca, pero a la vez tan lejos de él. Se lo veía solitario la mayor parte del tiempo, el resto del porcentaje reservado para ocupar sus tardes con Yoichi, el nuevo pretendiente o quizá la nueva pareja de su ex.

   Decir que aquello no hacía doler su corazón, era mentir descaradamente. Se lo notaba tan sonriente, esplendoroso y poco afectado por cortar con lo que sea que hubiesen tenido, que le daba rabia pensar que el único que sufría la pérdida de su bonita, aunque efímera relación, era él. Yuu continuaba viviendo; seguía yendo a la escuela, comía adecuadamente y estudiaba igual que siempre. Sus perfectas notas no reflejaban atisbo de emociones negativas corroyendo la excelencia de su promedio. Entonces, ¿por qué a él le costaba tanto levantarse a desayunar, entrenar y asistir a clases como de costumbre? Era muy injusto. Estaba tan enfadado con Yuichiro por saber manejar la situación mejor que él.

   ¿Había sido especial para aquel chico? ¿Realmente había sentido, aunque fuese, una pizca de sentimiento por él? Pensaba a diario, mientras observaba, igual que un halcón a su presa, a Yuu despreocupado, riendo a carcajadas de las ocurrencias de Yoichi. Nada había cambiado con él, en contraste, Mikaela se sentía hecho polvo.

—¿Tan simple fue reemplazarme? —le interrogó con desdén, sentándose frente a él en el dichoso banco que todo lo supo. La mueca autosuficiente plasmada en su rostro fue la máscara que evitó entrever su angustia, no dejando ir el detalle de la mochila de su ex ocupando el espacio en el asiento que muchas veces le perteneció.

   Yuu levantó su fría mirada del cuaderno de apuntes, examinándolo por encima de sus gafas con dos parpadeos que volvieron a posarse en las letras de la borroneada hoja. Incluso evitarlo le resultaba muy fácil, cuando a él le costaba horrores despegar sus ojos azulados de la belleza de su ser. Para Yuu, él ya no existía. Era muy, muy injusto.

—Entonces me aplicarás la del hielo...

—Vete, Mikaela.

   Su pecho dolió, quemó y punzó, todo a la vez. La ira era tal, que sentía que necesitaba golpear algo. ¿Por qué Yuu estaba siendo así con él? ¿Se lo merecía? ¿Era el precio adecuado a pagar por haber sido un idiota? Pero él lo había engañado con ese tipo, ¿no se suponía que el único con derecho a tratar mal al otro era él?

—Cuánto descaro el tuyo...

   Sus dientes chirriaron al no recibir respuesta. Estaba siendo ignorado con altísima destreza y jamás se imaginó que algo como eso llegase a lastimar tanto. La indiferencia lo estaba asesinando cruelmente. ¿Qué tan hundido estaba por Hyakuya Yuichiro para siquiera sopesar la idea de rogarle por sólo dos minutos de su atención? Verlo allí, sentado como si su única labor en ese instante fuera estudiar, bebiendo un licuado de plátano y comiendo un sándwich tostado de jamón y queso, era tan terrible como recibir una amonestación que no le permitiría jugar en el próximo partido. Tal vez, incluso peor.

—¿No vas a darme alguna explicación? ¿Te quedarás ahí como si nada? —espetó con las cejas levantadas y un semblante ofendido.

   Casi festejó cuando la mirada endurecida de su ex volvió a observarlo. ¿Tan patético era por Hyakuya Yuichiro como para sentir a su corazón latir emocionado por algo como aquello?

—No tengo idea de lo que estás hablando. No tengo que darte explicaciones de nada —se encogió de hombros—. Ni siquiera deberías estar aquí.

—Me sorprende lo cínico que eres, de verdad —susurró enfurecido.

   El chico se carcajeó sin atisbo de gracia.

—¿Estás seguro de que el cínico soy yo? ¿Yo, Hyakuya Apuestas Yuichiro? —bromeó, mordisqueando el pan crujiente para que la mueca de pesadumbre pasase desapercibida para Mika.

   Los dos se quedaron en completo silencio, sin saber qué más lanzarse a la cara. Su respiración y los sonidos de cada bocado engullido por el chico en el banco, fueron su compañía durante los próximos veinte segundos. Se sentía mal, muy mal. Su rostro reflejaba lo que no quería hacer: romperse a llorar.

—¿Yoichi? —habló de pronto, alertando al callado joven frente a él—. ¿Ni siquiera serás capaz de explicarme por qué te enredaste con él mientras estábamos juntos?

   La frente siempre tersa e inmaculada, se arrugó por completo. Sus verdes ojos se transformaron en un mar de dudas que flotaban a la deriva. Se lo notaba tan confundido y desorientado, que Mika casi creyó en la sinceridad de aquella expresión.

—¿De qué diablos estás hablando? —frunció el ceño—. ¿Yo enredándome con Yoichi mientras estábamos juntos? ¿Se puede saber de dónde sacaste eso?

   El recuerdo lo hizo temblar del coraje. Sus palabras, los abrazos, la intimidad que parecía rodearlos y ese algo que debían ocultar de él, fueron flashes que se reproducían una y otra vez en su cerebro, como queriendo inducirlo en una lastimosa tortura mental. ¿Por qué se hacía el tonto? ¿Qué ganaba con negarlo si él ya lo sabía todo?

—Te vi con él, Yuu... —murmuró. Su voz había sonado tan herida y su cara altanera había decaído de tal forma, que los toscos ojos esmeralda del chico que lo divisaba con atención, se ablandaron levemente—. Tú y él, abrazados bajo los árboles en el fondo del patio, ocultándose de mi...

   Yuu, por primera vez, dejó ver que sus facciones ya no eran de piedra. Se notaba preocupado e incluso, triste, negando rápido con la cabeza.

—Mika, estás malentendiendo todo —explicó casi al borde de la desesperación, acercándose hacia adelante para estar más próximo a él y no perdiese el hilo de sus palabras—. Yoi y yo no estábamos ocultándonos de ti, como tú dices, sólo me estaba c...

—¿Por qué jodidos lo llamas así? —gruñó.

—¿¡Vas a escucharme o a reclamarme por como diablos apodo a mi mejor amigo!? —gritó, parándose del asiento de mármol para enfrentarlo de pie. Mika, completamente ofuscado por el enojo, lo imitó—. ¡Porque sí, es mi jodido amigo! No mi novio, ni la persona con la que te engañé, ni nada de eso. Ahora, ¿¡vas a permitir que, jodidamente, te explique todo lo que en verdad ocurrió!?

—¿¡Por qué mientes!? —bramó al respecto—. ¡Desde el principio tú y él fueron demasiado cariñosos! ¡No me extrañaría en absoluto que me pusieras los cuernos con él!

   La mueca ofendida de Yuu no pasó desapercibida por las personas que lentamente se acercaron a husmear acerca de lo que estaba ocurriendo en aquel banco alejado, en la zona más solitaria del rincón. Los dos chicos se miraban frente a frente, mientras un aura tensa y escabrosa los rodeaba. Exudaban tanta pesadez, que preferían mirar de lejos, sin hacer una molesta ronda o intentar avivar el ya de por sí, intenso fuego que los consumía, sumiéndolos a ambos bajo una ola de calor asfixiante, producto del enfado y las emociones negativas a flor de piel.

   El agitado muchacho de los ojos verdes tras las gafas, se sentó paulatinamente en su lugar, sin romper el contacto visual. Suspiró.

—Tú... realmente no escucharás nada de lo que te diga, ¿verdad? —dijo en voz apenas audible—. Aunque te suelte aquí la verdad y te cuente que Yoichi en realidad me citó para contarme que él, al igual que nosotros, es homosexual y tiene un novio que luego nos presentaría a ambos, y yo sólo lo estaba apoyando cuando él me dijo que no te mencionara nada hasta sentirse lo suficientemente cercano a ti, lo pasarás por alto para creer lo que se te dé la gana... ¿No es así?

   Yuu había recuperado ese casi inexistente brillo, el cual se aferraba con todas sus fuerzas a la posibilidad de que Mika confiara en él. Fue testigo del debate mental que, quizás, el muchacho más alto, estaba atravesando. Sus hombros comenzaron a destensarse y la frenética respiración antes persistente, ahora se convertía en largas sesiones de inhalaciones y exhalaciones profundas. Su rostro iracundo, se serenó. Acomodó sus lentes sobre el puente de su nariz para no perder detalle de la transformación del chico.

   Pero, por el contrario, Mika creía estar atravesando una crisis que lo cacheteó de pronto; una donde se cuestionó, en una fracción de segundo, todas y cada una de las palabras que acababa de escuchar. "¿... al igual que nosotros"? ¿Nosotros qué? ¿Él, homosexual? Él no era así. Él era un simple jugador, interesado por las chicas, sin desánimo de tontear con algunos chicos para variar, pero jamás un homosexual. Yuu sólo fue una de esas excepciones que ocurren una vez en la vida y, para colmo, lo había engañado. Yacía tan confundido, exaltado, perdido e iracundo, que no hallaba sentido a nada; su cuerpo se hallaba fuera de sí, incapaz de hacerle frente a la sobreestimulación mental.

   Una nube de esperanza acobijó al moreno en el mismo momento en que Mika tomó asiento en el banco, mirándolo con calma, examinando sin detenimiento la veracidad de sus palabras en las ventanas de su alma. Yuu parpadeaba intranquilo, tratando de demostrarle que no había engaños. Que era completamente honesto y transparente.

—Yo...

   Asintió copiosamente con la cabeza, brindándole la seguridad que el chico había de necesitar. Sus azules ojos enormes, titilaban en la duda, pero él quería despejarla por completo para creer que Mikaela sería diferente; que había roto su corazón sólo porque sintió que él le había hecho lo mismo y sus afirmaciones eran puras calamidades del despecho. Su alma rota lo buscaba con fervor. Lo ocupaba para no caer en la desgracia.

   Un chillido irrumpió en su garganta, destrozando su voz por apenas segundos, dejando su corazón bombeando sangre como loco ante el susto. Miró su ropa, sus manos y piernas empapadas de la bebida amarillenta. Concibió su alma apagarse. Miró a Mika a sus ojos enceguecidos por el rencor y su mano suspendida en el aire luego de embarrarle su licuado encima, de un fuerte manotazo.

   Lo había perdido.

—No digas estupideces —musitó antes de levantarse y marcharse por donde vino, sin mirar atrás. Sin embargo, Yuu ya no quería volver a ver aquellos oscuros faros ensombrecidos nunca más.

   Se quedó allí, postrado en el banco cual muñeco sin vida ante el escrutinio anonadado de las personas que, en su curiosidad, presenciaron en carne propia la imagen de la desolación y el dolor de un espíritu que costosamente podría recuperarse.



























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