Capítulo 7
Mis piernas descansaban sobre sus hombros mientras sujetaba mis muslos con fuerza, deslizando su lengua en círculos por mi clítoris, utilizando dos de sus dedos, introduciéndolos en mi sexo, moviéndolos rítmicamente, preparándome, dando aviso de lo que sucedería, de lo que pronto tendría dentro, obligándome a retorcerme del placer, arrugando las sabanas bajo mis manos, presa del placer, sintiéndome tan bien que fue imposible no comenzar a sollozar ¿Hace cuanto tiempo no derramaba lagrimas? Me alegra saber al menos que en esta oportunidad, no son de pena, sino de lo loca que me vuelve la legua implacable de este hombre, sus despiadados dedos, sus torturadores dientes, su caliente boca...
Todo mi cuerpo estaba en llamas, mis piernas temblaban, mi vientre bajo se tensaban, mis pechos se endurecían, tensándose en la zona del pezón, alrededor de la perforación que me hice para mi cumpleaños numero dieciocho, mamá los tenía, yo los quería también.
De seguro a Rhett van a encantarle.
Dejé de pensar cuando tres dedos invadieron mi cavidad, moviéndose rápido, golpeando el mismo punto una y otra vez, mientras su lengua se movía más rápido, sus dientes raspaban con mayor insistencia, sus labios no paraban de succionar mi clítoris, torturándome.
El orgasmo me atravesó con intensidad, fragmentando mi conciencia en cientos de diminutos pedacitos, ni aun así, Rhett se detuvo, prolongó mi orgasmo hasta que pude sentirlo en cada centímetro de piel, cada vello, en cada poro...
Nunca pude darme un orgasmo así antes, nunca así de intenso.
Floja del placer, con mi cuerpo blando e inútil por el reciente orgasmo, Rhett me apoyó sobre la cama y repasó mi cuerpo con deseo, sonriendo con su típica sonrisa arrogante, acercando los dedos que hace segundos estuvieron en mi interior, lamiéndolos.
— Sweety... eres deliciosa...
Agitada, apoyé los codos en la cama para medio sentarme, devolviéndole la sonrisa.
— Aún te falta desnudarme, quedan prendas sobre mi cuerpo ¿Qué esperas?
Apoyando mi pie en su pecho, cuidadosa de no aplicar presión sobre los vendajes, viendo de reojo el que llevaba en el muslo teñido de rojo, demasiada presión, demasiada actividad para alguien que debería estar en reposo, más tarde me ocuparía de eso.
— Quiero saber algo, Aradia.
Tomó mi pie y quitó el calcetín, depositando un beso en la planta, antes de tomar el otro y repetir el proceso, siempre manteniendo el contacto visual.
— ¿Ahora soy un perro con dueño? ¿Puedo llamarte mía? ¿Puedo reclamarte si otro asqueroso perro se acerca con intenciones de cortejarte? ¿Se me permite ser así de egoísta? ¿Cuáles son mis limites?
Gateando sobre mi cuerpo otra vez, besando mis labios de forma corta, casi temeroso, esperando una respuesta de mi parte.
— Eres mío, Rhett. Llámame toxica si quieres, pero no voy a permitir que otra mujer vuelva a tocarte — deslizando mi mano por su pecho, sobre su tatuaje— Seré la única desde ahora, y prometo que, de mi parte, se acabaron los coqueteos con los demás, no besaré a otro, no tocaré a otro, no volveré a ponerle la correa al cuello a nadie más que no sea a ti.
La tensión en sus hombros se relajó cuando terminé mi breve discurso, parecía estar realmente preocupado por lo que éramos, por lo que cambiaría entre nosotros.
— Me encantaría seguir hablando, pero los juegos para después.
Deslizando mi mano por sus abdominales, quitando el seguro a su pantalón, deslizando mi mano dentro, tragando grueso al sentir el tamaño de su longitud, incapaz de poder rodearlo por completo con una mano.
Un miembro grueso, largo y viril, capaz de hacerme ver las estrellas de forma romántica o enviándome directo a la inconciencia, un miembro como este es de doble filo.
Rhett gimió, entreabriendo los labios mientras mi mano lo apretaba y acariciaba de arriba abajo, mi mente maquinando, autoconvenciéndome de que podía con ese pene, mis caderas moviéndose de forma inconsciente, mi entrepierna deseosa de volver a recibir atención.
— Tres dedos no serán suficientes... debí meter más...
Dijo entre dientes, gruñendo cuando quité mi mano, atravesándome con esa mirada oscura como si me odiara, como si fuéramos enemigos, como si estuviéramos a punto de matarnos.
— No aguanto más.
Dije yo, dejando de lado la vergüenza, sujetando el borde de mi top, quitándolo por mi cabeza, lanzándolo al piso, luego el brasier, desabrochándolo con maestría, deslicé los tirantes con lentitud por mis hombros, sintiendo la pesada mirada de Rhett sobre mis pechos, expectante.
Soltó un jadeo cuando quité la prenda, reuniéndola con la anterior, mostrándole mis duros, pesados y erguidos pechos, mis pezones endurecidos, apuntando en su dirección, perforados en la base, mostrando una serpiente en U que rodeaba medio pezón.
— Aradia...
Jadeó.
— Llevas demasiada ropa, desnúdate.
Demandé.
Retrocediendo hasta apoyar la mitad superior de mi cuerpo en las almohadas, utilizando el codo como soporte para quedar medio sentada, juntando las piernas de lado, dándole una perfecta visión de la serpiente que me rodeaba y descansaba sobre mi cadera, lista para atacar.
Sin mayor retraso, Rhett saltó fuera de la cama, pateó las botas, lanzó sus armas al piso y se deshizo de la tela que cubría lo que quería ver, un miembro que saltó hacia el frente, erguido, orgulloso, brillante en la punta, húmedo.
— Ven aquí — dije yo— Olvídate de los malditos dedos, quiero sentirte.
Separando las piernas, mostrándole el lugar dónde quería tenerlo, exponiéndome.
Desde hace unos años, me han enseñado a utilizar mi cuerpo como herramienta, mucho se puede conseguir cuando presionamos el interruptor correcto.
Consejo número uno: Una mujer segura, es una mujer que ya ganó la batalla. Ningún hombre se resistirá a una mujer que sabe lo que vale y no titubea en demostrarlo.
Tal y como me lo enseñaron, algo se quebró en Rhett cuando me miró abrirme para él, el autocontrol que ha demostrado hasta ahora se perdió mientras apoyaba una rodilla en la cama, gateando hasta mí y sujetando mi cadera con fuerza, clavando sus dedos en mi piel, aprisionando uno de mis pechos con su mano libre con la suficiente fuerza para hacerme gritar, aprovechando la oportunidad para deslizar su lengua dentro y besarme con autentica desesperación, introduciendo tres dedos de golpe en mi entrada, tomándome por sorpresa, provocando que lo mordiera por accidente en medio del beso, cosa que no le importó, siguió muy enfocado en mi boca, mis pezones, tirando de ellos, aplastándolos con su pulgar, llevando esa maliciosa lengua hasta ellos, invitándome a conocer otro tipo de placer mientras un cuarto dedo se colaba en mi interior ya dilatado y suave, lista para él.
Sudada, deseosa y desarmada por las nuevas sensaciones que me han atravesado, vi al castaño estirarse y abrir el cajón de su mesa de noche, tomando una tira de preservativos, apartó uno, rasgó el envoltorio y sacó lo que necesitaba, aplastó la punta y lo deslizó hasta la base de su pene.
Con una mano, se masturbó sobre el látex, mientras los dedos de su otra mano acomodaban los cabellos que caían rebeldes sobre su frente.
— Un hombre normal podría darte a lo mucho unos dos rounds antes de quedarse seco e imposibilitado físicamente para complacer a su mujer, no se le va a levantar, nosotros somos diferentes — arrastrándome por los tobillos, tomó una almohada y la acomodó bajo mi pelvis, levantándome para quedar a su altura— Nuestra resistencia es diferente, nuestro cuerpo trabaja de forma diferente.
Sentí la presión ahí abajo, un leve rose, dando aviso de lo que vendría.
— ¿Qué intentas decirme con tu breve clase de biología?
— Que estoy ansioso — empujando levemente, despacio, provocando que chirreara los dientes al sentir el dolor— Dos rounds no son suficientes — empujando otro poco, sujetándome por las caderas— Ni tres, ni cuatro... — empujando nuevamente, mientras rasguñaba su brazo, intentando sostenerme de algo, cualquier cosa que me distrajera. No estaba preparada para su tamaño, definitivamente no estaba preparada para algo de esa magnitud— No sé cuando podré tener suficiente de ti, perdón Aradia, quería tomar esto con calma, ya no puedo más.
Sujetándome por los brazos, utilizándolos de impulso, jaló con fuerza moviéndose en una única estocada que me robó el aliento, forzándome a arquear la espalda, ambos llenando el espacio con un grito ahogado.
agradecí a Satán al ver que este animal tuvo la decencia de quedarse quieto para que me acostumbrara a la sensación abrazadora, todo mi interior se estaba quemando, dolía, me sentía demasiado llena, mareada. Esto era completamente nuevo para mí.
— Eres un... bruto hijo de puta.
Respirando entrecortado.
Cada vez que tomaba una larga bocanada de aire, el dolor se ramificaba, el fuego me consumía.
— Perdón... perdón... — soltando mis manos, llevando su pulgar a mi clítoris, frotándolo en círculos— Pronto se sentirá mejor, te lo juro.
Estirándose para besar mis lágrimas, una a una, quedándonos quietos en esa posición, unidos, pacientes, mientras sus manos se movían por mi cuerpo, buscando librarme de lo que me acongojaba, hasta que la sensación de escozor me abandonó.
— Muévete — dije, alzando mis caderas— Ya puedes moverte.
— ¿Segura? No quiero lastimarte... más de lo que ya te lastimé.
— Estoy bien, ya sólo, muévete.
La dureza que me separó a la fuerza hace unos minutos, retrocedió hasta tener únicamente la cabeza en mi interior, penetrándome con suavidad esta vez, comenzando un vaivén delicado, su mano acariciando mi cadera, sus ojos sobre los míos, el sudor brillante en su cuerpo y la satisfacción palpable en ese rostro que no creo cansarme pronto de verlo de esta manera, contraído de placer, con sus labios entreabiertos a ratos, deleitando mis oídos con sus gemidos roncos, o esos gruñidos que se le escapaban cada tanto cuando aceleraba el ritmo, incapaz de mantenerse calmado, haciendo vibrar mi pecho.
Llegó un punto en el que se sentía tan bien el cómo su pene rozaba todas mis paredes, incluido ese punto dulce que me hacía ver estrellas cada vez que golpeaba sobre él, qué perdí la cabeza, moví mis caderas en sincronía con las suyas, lo atraje hacía mí y besé sus labios con desesperación.
Rhett no se quedó atrás, devoró cada jadeo, cada gemido que escapó de mi boca, moviéndose más rápido, más duro, provocando sucios sonidos húmedos, chapoteos y golpes provocados por nuestros cuerpos al colisionar, arrastrándome con fuerza hacia el orgasmo más desgarrador que he sentido en la vida, y mientras me corría, el castaño logró llegar más profundo en mi interior, golpeando rápido, gimiéndome al oído mientras se corría en gruesas descargar calientes, derritiendo el frío que me consumía por dentro.
Siempre pensé que estaba destinada a estar sola, a soportar mis temores en silencio, obligándome a mí misma a no fallar, y ahora que veo esa mirada devota, ese rostro relajado y satisfecho, lo supe, Rhett jamás soltará mi mano, él no me dejará caer.
— ¿Qué tanto piensas, Lucifer?
Preguntó él, saliendo de mi interior, provocando que de entre mis labios escapara un quejido de decepción, viéndolo hacer un nudo en la punta al preservativo, lanzándolo a su papelera.
— Pienso que mereces un castigo por intentar partirme en dos, capitán — ronroneé, incorporándome— Ve por el collar que te di, te voy a enseñar cómo tratarme.
Esa sonrisa maliciosa que hacia revolotear las mariposas en mi vientre se instaló en su rostro, haciendo lo que le pedí. Dejó la cama, recorriendo el tramo hasta su walk in closet, dándome una perfecta vista de ese culo ejercitado que se contraía con cada paso que daba.
Dos minutos después, regresó con el collar y la correa entre las manos, entregándomelos.
— Pareces ansioso, capitán ¿Tanto deseas que te ate? — deslizando mi dedo por su pene, escuchándolo jadear, viendo su miembro dar un brinco— Pensé que no te había gustado mi regalo.
Dejando la cama, haciendo uso de todo mi autocontrol para no demostrar el esfuerzo que hacía estando de pie.
— No me gustaba cuando creí que yo significaba lo mismo para ti que el resto de los perros, pero terminaste siendo una toxica, marcándome.
— ¿Y eso te molesta?
Pregunté.
Estirando los brazos, ajustando el collar alrededor de su cuello.
— No, me excita saber que querías marcar territorio, Sweety.
Até la correa y di un tirón, acercándolo a mi rostro, dándole una mordida a esos labios.
— Acuéstate sobre la cama, boca arriba, capitán, voy a montarte.
— Esas son ligas mayores ¿Segura que puedes?
Tomando asiento en la cama de todas maneras.
— Más dolor que el de la primera vez que te tuve dentro, no voy a sentir, así que recuéstate, de espaldas, y no me toques, no lo tienes permitido.
— Sí Boss.
Dijo él, acomodándose en el centro de la cama, acomodando ambos brazos sobre su cabeza, señalando su pene con la misma.
— Todo tuyo, jefa.
Fui hasta él, acomodando cada pierna a sus costados, imitando su técnica para ponerle el preservativo, me cuido, claro, pero Rhett tiene un buen historial de chicas, no voy a arriésgame.
Con una mano, enrollé la cadena hasta tensarla, y con la otra, guié su pene hasta mi entrada, permitiendo entrar a su glande y luego, sólo para volverlo loco, bajé de golpe, tomando asiento comodamente, moviéndome de adelante hacia atrás, tirando de la correa, sonriendo maliciosa al ver como se le contrajo el rostro y detuvo sus manos a medio camino, con la intención de tomarme por las caderas.
— Pórtate bien, perro, y dejaré que la próxima vez me tomes como se te de la gana — levantando las caderas, bajando otra vez— En la posición que quieras — repitiendo la acción sin soltar la correa— Sin contenerte — meciendo mis caderas adelante y hacia atrás mientras subía y bajaba— Ya pasamos la parte romántica y tierna, mimos, besos, delicadeza y demás. Si no me tocas hasta que logre correrme, dejaré que hagas lo que quieras conmigo.
Con dificultad, regresó a la posición de antes, acomodando la cabeza sobre sus manos, en un lastimoso intento de parecer relajado, cuando su rostro reflejaba la ansiedad que lo consumía, desviando la vista hacia el lugar dónde nuestros cuerpos se unían, tragando grueso.
— Puedo hacerlo, no es tan difícil.
Se autoconvenció.
— Ya veremos si es tan difícil.
Dije muy segura de lo que estaba haciendo.
Gran error.
Fui una estúpida.
Dije que no podía tocarme y no me tocó, pero no mencioné nada sobre la forma en la que movía sus caderas para penetrarme con rudeza, elevándolas cada vez que yo descendía, el hijo de puta sabía cómo encontrar puntos ciegos en mis palabras, utilizándolas a su favor.
En esta posición, la penetración es mucho más profunda, claro que terminé por correrme, y en cuento lo hice, mi rostro fue apoyado en la cama, mi trasero elevado, en pompa, y me penetró, sujetándome de las caderas con fuerza mientras me mostraba cómo le gustaba a él, cómo disfrutaba del sexo, demostrándome que su breve clase de biología estaba en lo cierto.
No paró hasta que los rayos del sol me iluminaron el rostro, arrodillada entre sus piernas, con su pene hasta el fondo de mi garganta, intentando no atragantarme, mientras Rhett dejaba ir los último que le quedaba de su excitación, jurándome que estaba limpio, y claro que le creí, Rhett no me miente, jamás.
Como todo un caballero, me cargó directo a la bañera, lavando mi cabello y tomándose muy en serio su papel de limpiar cada trozo de piel, obligándose a sí mismo a detener sus jueguitos y mejor dirigirse al cuarto para cambiar las sabanas y limpiar nuestro desastre, regresando por mí pocos minutos más tarde, secó mi cabello y con una camiseta suya me recostó otra vez entre las perfumadas mantas, arropándome.
— Son las seis cincuenta y cinco de la mañana — dije yo— Pronto sonará mi despertador... tengo cosas que hacer.
Acarició mi cabello y depositó un beso sobre mi frente.
— Iré a apagar la alarma y me ocuparé de tus pendientes, dije ayer que me responsabilizaría de lo que sucediera y es lo que planeo hacer. Soy tu prometido, pero también tu Segundo y tu amigo, sabes que puedo cubrirte la espalda, siempre.
Y entonces sonrió, sonrió de forma autentica, de esas que te iluminan el rostro, se te achinan los ojos y logras contagiar el sentimiento a las personas que están contigo.
No veo a Rhett sonreír así desde que teníamos catorce, y llevándome esa sensación cálida en el pecho, grabándola con la sonrisa de quién me ha correspondido, me dormí.
***
RHETT.
Dejé el cuarto en cuanto Aradia cerró los ojos y se fundió en un profundo sueño, exhausta luego de tener que seguirme el ritmo sin desfallecer ni perder la fiereza que la caracteriza, sin duda, esa mujer me vuelve loco, tomé mucho de ella anoche, aún así, las palmas me cosquillean, queriendo tocar su bello cuerpo otra vez.
Algo me dice que no dormiremos bien por un tiempo, no sé exactamente cuando tendré suficiente de ella como para mantener las manos quietas cuando compartamos habitación. Y ni hablar de mi cabeza... mi cabeza no deja de maquinar sobre todas las cosas que quiero hacerle, deleitándose con la imagen de Aradia llorando de placer, ella, que no derramó ni una sola lagrima desde que éramos unos niños.
— Mierda... Necesito que llore más...
Entrando a su cuarto, desactivando la alarma y abriendo las cortinas para que la luz del exterior iluminara su cuarto, dándome el lujo de quedarme unos minutos ahí, inhalando el aroma del lugar, todo huele a ella, cada rincón de este lugar.
Siete con diez de la mañana, fui al despacho de Aradia para organizar el desastre que se armaría con lo de los pretendientes, todos exigirán una oportunidad para mostrar su valía, Aradia accedió a ver a esos quince sujetos, por lo tanto... tendrá que reunirse con ellos y rechazarlos uno a uno, una labor agotadora para ella, y debo ser sincero, me pone horriblemente celoso que mi chica deba ir a citas con otros sujetos, no me gusta la idea de compartirla, me... cuesta comprender que nadie va a arrebatármela, que puedo demostrar mi afecto en publico hacia ella ahora, que estoy en mi derecho de ponerme celoso.
Me cuesta comprender que nuestra situación cambió drásticamente, y me tomará un tiempo acostumbrarme.
Siete con cuarenta minutos, como cada mañana, caminé hacia el gran comedor para desayunar con el circulo íntimo, el Boss su esposa, y sus hijos, tomando asiento en mi respectivo asiento junto a Sabina, recibiendo miradas confundidas de todos los presentes.
— ¿Dónde está Aradia? —Preguntó la metiche de Sabina— Jamás llegas al desayuno sin ella.
Puntualizó la bocazas.
— Em... Aradia no desayunará hoy, está durmiendo aún.
El Zar alzó una ceja en mi dirección. Si no morí ayer, hoy si será el día.
— ¿A qué hora se fueron a la cama ayer?
Consultó Natasha, muy interesada en la tartaleta que tenía en su plato.
— No creo que sea bueno comentarle esos detalles, mi dama.
— Pregunté a qué hora ¿O quieres que vaya a despertarla y le pregunte directamente?
Miré el reloj, suspiré y luego la miré a ella.
— Hace menos de una hora.
Dane y Sabina chocaron palmas, celebrando. Las razones especificas aún no las tengo claras.
Pero al Zar no le gustó nada, clavó el tenedor en su muy importante mesa, y me señaló.
— Condiciones en las que dejaste a mi hija, quiero un reporte completo, bastardo, más te vale haber sido un caballero o realmente voy a matarte.
Dijo el Boss en tono amenazante, mientras papá Aless le hacía viento a papá Santino, quien me miraba pálido, incapaz de salvarme el cuello en esta ocasión.
— Bañada, vestida, en mi cama, con sabanas limpias y bien arropada, el termostato en veinticinco grados como a ella le gusta, cortinas cerradas para que el sol no perturbe su sueño, y para que no la agobie el trabajo, ya comencé a avanzar en sus pendientes, por lo que puede descansar cuanto quiera, no tiene nada urgente en su agenda hoy.
Natasha lamió sus dedos y pidió una segunda porción de tartaleta, alzando la cabeza para mirarme.
— ¿Ella se veía feliz? Y quiero que seas sincero, muchacho.
Dijo la dama.
— Sí, ella se veía feliz, mi dama, lo expresó de forma verbal también. Me aseguré más de cinco veces que ella estuviese cómoda y segura de su decisión, Aradia es mi máxima prioridad, siempre va a serlo.
Respondí con calma.
— Entonces, si ella está bien y contenta, está todo bien, desayunemos por favor, ya no más interrogatorios.
Pidiéndoles con amabilidad a las mucamas que terminaran de servir.
— Natasha, no esperarás que deje las cosas así, voy a romperle las piernas por llevar a mi niña al extremo de no poder dejar la cama.
Dijo el Boss, y a mí se me quitaron las ganas de desayunar de pronto.
— Aradia sabe lo que hace, es una hija de puta, jamás dejaría que alguien le hiciera algo que no quisiera — dijo la dama, quitando el tenedor de la mesa— Come, mi amor, o te clavaré el tenedor en la mano — sonriente, señalándolo con el cubierto— Estás interrumpiendo mi desayuno, aún no despierta mi buen humor.
El Zar se aflojó la corbata y alejó la mano cercana a su esposa, por precaución, tomando el tenedor que clavó en la mesa minutos antes, comenzando a comer, viendo de reojo a su mujer.
Ya veo de dónde Aradia sacó el carácter, su madre da tanto miedo como ella.
***
A mediodía, luego de haberme dormido en el despacho unos treinta minutos para despejar mi cabeza, me propuse ir a despertar a Aradia, tiene una cita para almorzar con Fabio Caruso, el segundo candidato más prometedor en la lista.
Llamé a los ancianos más temprano y les pedí de la mejor forma posible que revocaran la regla de que Aradia viera a todos esos sujetos en la lista, es una pérdida de tiempo ya que ha hecho su elección, pero claro que fue denegada, ella no sólo está obligada a salir con ellos, se agregó la cláusula de que debe dejar que la cita concluya cuando ellos estimen conveniente, no cuando a ella le plazca, sino que también, en cuanto a mí, al no haber estado considerado entre los quince candidatos, no aceptarán mi postulación, por lo tanto, no dejarán que me comprometa con Aradia, no me aceptaron.
Esos hijos de puta sólo quieren sacar a mi Boss del camino.
Ay del sujeto con el que Ari tendrá que ir a comer ahora, mi chica estará de un humor terrible, y todo quien se le cruce sufrirá las consecuencias de su falta de sueño, el hambre, el dolor muscular y la decisión que se tomó hoy temprano acerca de nosotros.
— Ah... me da miedo despertarla — suspiré, arrastrando los pies por el pasillo— Va a querer ahorcarme...
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BUENAS BUENAS, PECADORAAS
YO CUMPLO BABYS, YO SIEMPRE CUMPLO
VI LOS DOSCIENTOS COMENTARIOS Y ME PUSE A ESCRIBIR PARA TRAERLES OTRO CAPITULO HOY MISMO
ESTUVO TODO MUY SABROSO
TODO MUY "CANSADA DE SER ESPECTADORA"
LA ENVIDIA POR LOS POROS ME BROTÓ
PERO LE APLAUDÍ A ESA MUJER CUANDO TERMINÓ CUMPLIENDO SU FETICHE, MONTANDOLO MIENTRAS LE PONÍA EL COLLAR, Y RHETT NADA DE ENOJADO TAMPOCO
AL ZAR SE LE CAYÓ UN POQUITO EL PELO CON LA SITUACIÓN AL VER QUE SU HIJA NO IBA A LLEGAR A COMER JAJAJAJAJA
A SANTINO CASI LE DA UN PARO CUANDO PENSÓ QUE SU HIJO IBA A RECIBIR LOS CELOS DEL BOSS EN UN ATAQUE DIRECTO
PERO NATASHA QUE SIEMPRE TIENE AL LEÓN POR LAS BOLAS, RAPIDAMENTE LO CENTRÓ, PARA ELLA, SI ARADIA ESTÁ BIEN, TODO ESTÁ BIEN
TE AMO MAMI NAT, ADOPTAME
Y EN CUANTO A LOS ANCIANOS... ES QUE ESOS VEJESTORIOS SIMPLEMENTE NO QUIEREN QUE ARADIA SEA BOSS, AHORA QUE NO ACEPTAN LA CANDIDATURA DE RHETT
¿QUE JODER PROCEDE AHORA? ¡¿QUÉ PROCEDEEE?!
NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO BBCITAS
BESITOS EN LA COLA, NOS LEEMOS PRONTO
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