Siempre supe que algo me daría miedo, un miedo tan atroz que me quedase fuera de juego, fuera de órbita.

Mis traumas y mis fobias.

Mis causas y mis efectos.

Mis sueños y mis despertares.

Mis metas y mis caidas.

Mis ilusiones y la realidad.

Cualquiera de mis ideas no son las tuyas ni las de nadie porque todos somos uno, unidades especiales formadas de células,  tejidos, músculos, órganos y huesos de tamaños y formas diferentes.

Tú tienes tus sueñis, miedos, planes, verdades, realidades...  tu propio mundo.

Pero todos tenemos algo que considerar preciado, algo o alguien que atesorar y que nos afecta más su estado que el nuestro.

Pues, esos son traumas.

Un hecho que destruyó la paz de alguien que amabas.

Una piedra que cayó de golpe en tu río, removiendo todo a tu alrededor.

Un evento desafortunado que viviste,  desde una traición amistosa, amorosa o familiar hasta una humillación pública de cualquier índole.

El auce arroyador de un río.

Los traumas son como cascadas nacen de aguas mansas en algún sitio (por algo tan simple como un corazón roto o un orgullo herido)  y se convierten poco a poco en grandes ríos que busca con desespero desembocarse (un apoyo en ese instante de pesadumbre no estaría de más)   pero a veces simplemente no hay mar y se dejan caer de una montaña (sin viga de resfuerzo ni salvavidas toca dejarse llevar y salir a flote solos, a nuestra manera).

Recuerda: los traumas tienen un motivo y duelen,  sin embargo, eres mucho mejor que eso, mucho más fuerte, mucho más que eso. Los traumas son el resultado de un acto desafortunado, como la penitencia de un pecado ajeno.

Corre... con libertad.

Sigue adelante personita ❤✉