10· "Sin dudas lo más bello que vas a ver en toda tu vida"


Comenzaba el cielo a tornarse más y más amarillo advirtiendo la llegada del atardecer. Habíamos andado toda la tarde para llegar a este momento tan especial. En el interior del tapial, estábamos nosotros, junto a la cálida luz de la fogata. Yo estaba particularmente interesado en saber más. Sobre todo de donde sacó todos esos datos, el mapa, y demás. Sentía que Aquelo estaría dispuesto a contármelo y que este era el momento adecuado.

—Bueno, te voy a contar todo, ahora que ya estamos acá y tenemos que esperar hasta que anochezca.

Mientras decía esto se sentaba lentamente sobre el piso, acomodando su pantalón para que no queden pliegues molestos debajo de las piernas. Mientras se retorcía tratando de encontrar la mejor posición, escuchamos unos pequeños ruidos detrás del tapial y nos paralizamos por un instante, intentando agudizar el oído. No sentimos nada más, nos tranquilizamos y Aquelo comenzó su relato.

—Cuando me mudé con mis padres, una de mis dudas era si en el pueblo había biblioteca. Y no es que yo sea una rata de biblioteca pero de chico mi abuelo me inculcó la lectura y regalaba libros de historias y demás, y ahí le fui tomando un especial cariño. El asunto es que dejé todos los libros allá, excepto tres que pude meter en la mesita de luz durante la mudanza. A principio de año, cuando comenzamos el colegio, pregunté por la biblioteca escolar y me dijeron que no había. Me entristeció. Al ver esto el director de la escuela se acercó a mi durante un recreo y me dijo que habían tomado la decisión de dejarme acceder a una pequeña biblioteca que era solo para la consulta de los maestros.

—Y ahora tuya —aseveré.

—Si, y ahora disponible para mí. Era una pequeña habitación contigua a la dirección al final de un pasillo laberíntico. La habitación no poseía ventanas, una luz tenue iluminaba desde arriba y tenía muchos de esos armarios metálicos que suelen haber en las escuelas, cubriendo la totalidad de las paredes. Quedaba apenas un pequeño pasillo para acceder y abrir dichos armarios. La cuestión es que estuve allí bastante rato y cada tanto se acercaban a ver que estuviese bien.

—¿Y que había?

—Bueno, algunos libros de geografía, matemática, nada de otro mundo. Yo esperaba encontrar más literatura por lo que significó una gran desilusión, solo habían algunos clásicos como Don Quijote, Juvenilia, Martín Fierro. Pero seguí buscando entre los estantes, y al fondo, detrás de estos libros encontré un pequeño cuadernillo datado en 1955 con la historia del pueblo. Me pareció interesante. Por lo que me lo llevé. Cuando pasé por dirección, me dijeron que ese cuadernillo llevaba perdido varios años y se encontraban alegres que lo haya encontrado. El vicedirector lo hojeo por un instante e hizo una señal a la secretaria que, sin mucho decoro ni protocolo, se dispuso a dármelo, no sin antes anotar algo en una hoja.

—Lo bueno es que te lo dejaron llevar.

—En casa lo comencé a leer. Estaba hecho por los egresantes de séptimo del año 55' y parecía un proyecto serio. Tenía índice, estaba bien jerarquizado y prolijamente escrito a maquina. Contaba la historia desde sus inicios. La etapa indígena, los primeros pobladores, actividades económicas, historias, etc. Pero tenia algo más que al parecer nadie más se había percatado. Al margen de la pagina 76 había una pequeña expresión, eran coordenadas geográficas exactas. Lo supe por una simple razón; mi papá es agrimensor. Él está confeccionando las manzanas del pueblo. Fue él quien me enseñó a utilizar sus aparatos de medición para hallar coordenadas, ya que a mí me gusta esconder cosas y hacer los respectivos mapas del tesoro para encontrarlos luego.

—¿Quién colocó aquellas coordenadas en el libro?

—Quien sabe. No tengo idea quién pudo haber puesto esas coordenadas allí...

Luego de un corto silencio, continuó;

—Fui. Sabía que quedaba cerca, unos tres kilómetros del pueblo. Caminé y caminé en medio del campo y una vez llegué a la latitud y longitud indicadas me impacienté un poco al no hallar nada en absoluto, solo un pequeño bajo con tierra suave y montes. Nada que sobresaliera demasiado. Caminé unos metros hacia adelante y llamó mi atención una piedra en apariencia ordinaria, sino fuese que estaba pintada de rojo escondida entre los montes. En ese instante supe que era la señal y que debía sacar la piedra y cavar allí mismo. Y eso hice. Me ayudé con una pequeña pala que traía en la mochila. Cavé más o menos un metro y comencé a oír como si estuviese hueco. Finalmente encontré la esquina de una caja que excedía más allá del diámetro de mi pozo, por lo que tuve que cavar un poco más hasta liberarla por completo. La caja era de cristal y sus uniones y esquinas de acero. Podía verse con claridad hacia el interior, tenía un pequeño libro prolijamente encuadernado.

Aquello se acomodó un poco y cambió de posición, extendió los pies y continúo sin demora:

—Lo saqué con mucho cuidado de su caja. Era increíble. Estaba en perfecto estado y llevaba una nota pegada entre la tapa y la primera hoja que decía:


N.L 1955 17


—Estaba sorprendido. Jamás creí que encontraría algo así, mis ojos no daban crédito. Así que en ese mismo lugar me puse a leer con rapidez sentado en la arena, aunque sabia que debía irme lo antes posible para que nadie me viera.

—Un momento —interrumpí—, ¿Que significaban esos datos que estaban en la nota, al comienzo del libro?

—El libro estaba dividido en dos partes: La Primera Parte consiste en explicar el sentido y en procurar la recuperación y mantenimiento del libro, que es de vital importancia para su conservación en el tiempo y que nuevos aspirantes tengan la oportunidad de encontrarlo. Allí, un protocolo expresa que debe colocarse en una hoja aparte las iniciales de la última persona que dispuso del libro, el año que sucedió y la edad; este, tiene que quitar la anterior y romperla cuanto antes.

—¿O sea que la última vez que el libro vio la luz fue en 1955? , ¿Tenés el libro acá?

—Así es; 1955 sería la ultima vez. Y no, puesto que la primera parte del libro se asegura que vuelva en condiciones adecuadas a su lugar. Hace mucho énfasis en aquello. Por eso, en cuanto extraje la información lo devolví y no lo tengo aquí conmigo...

—Esto que me estás contando es impresionante Aquelo.

—Si, lo sé. Tampoco yo lo podía creer...

—¿Y cómo es?

Aquelo, comprendió enseguida que no me refería al libro. Alzó la mirada hacia mi y sostuvo una prolongada pausa, que quien lo conocía, sabía era el preludio de una inspiración, de algo que debía decir de un solo tirón:

—Sin dudas lo más bello que vas a ver en toda tu vida. Dice el libro y representa con algunas referencias dibujadas que la tierra allí clara y de tonalidad rosa, muy suave al tacto. Se puede caminar descalzo con tranquilidad y sentir en los dedos la suavidad al andar. La atmósfera es extraña, la temperatura es siempre cálida y levemente húmeda, con pequeñas brisas de aire que acarician la piel. Las dimensiones son grandiosas; no se puede ver, desde donde estés, el final del Edén. Solo se ven por la noche las montañas iluminadas con faldeos repletos de luces que se multiplican hacia el horizonte y las bifurcaciones producidas por estas las cuales pueden caminarse de disponer de tiempo, que lo hay y mucho. Aquellas luces son los diferentes sitios donde se brinda comida y descanso y que algunos de los jóvenes, esperando la llegada de otros, han dispuesto allí, para que estos aprovechen sus bondades y le hagan compañía. Allí se hacen amigos o parejas. Jóvenes hay por miles. En todos lados hay música; toda la que te puedas imaginar. Enamorados también hay por miles. En el edén no hay nada de que preocuparse, todo es dado y siempre, fuere de día o de noche es primavera y se está de fiesta. Dice el libro, que la luz no es solar. Es muy extraña, como si un sol emitiera luz de todas las direcciones del cielo pero sin poder uno encontrarlo en el firmamento, con una suavidad que parece estar calculada, como si su punto justo estuviera ajustado para ser agradable, como cuando se produce un eclipse de sol. Por las noches está tan estrellado que podrás ver a simple vista millones de estrellas con extrema claridad.

—Que descripción tan hermosa, ¡Qué así sea, entonces! —le dije entusiasmado.

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