Capítulo 27

   FINAL

La vida es pasajera, al igual que muchas etapas y momentos en nuestras vidas ¿Definimos por cuanto tiempo serán? Creo que es algo imposible, pero decidimos atesorar y amar como la primera vez esos recuerdos, esos momentos y a las personas que se quedaron el proceso.

La vida es tan majestuosa como una danza clásica de ballet, tan hermosa como las piruetas y actuaciones que este contiene. Y, un día tuvimos entre nosotros a la perfecta joven que representaba esta gran verdad con danzas sobre el escenario.

Tuvimos a Violet Reynolds, la chica mas joven en la academia de Ballet, la primera en marcar una diferencia usando una flor violeta en su vestimenta y en resaltar con sus impecables movimientos clásicos de la danza contemporánea. Violet Reynolds fue una joven amada, sonriente, capaz y brillante, pero también una chica frágil que deseaba ser conocida y que ahora, gracias a ustedes en este artículo, lo es.

Para aquellos que lograron ver su deslumbrante talento en el escenario, para aquellos que la conocieron con mas cercanía y la amaron tanto como yo lo he hecho a través de los años e incluso para los que no pudieron conocerla; Violet siempre estará en nuestros corazones y en cada atardecer violeta que el cielo nos regale, ese 1% que pocos tienen el privilegio de conocer y que ahora se expandirá

La lluvia de aplausos llena el teatro, todos hacen una ola eufórica a causa del artículo que acababa de leer.

—¿Seguro que no te apetece ser escritor, Axel? Gia no ha parado de llorar desde que empezaste a escribirlo —Eliza se burla, y con toda razón, Gia sigue llorando tras bambalinas.

—¡Es que estoy sensible! Además ¿Cómo no voy a llorar? Cada artículo que escribe Axel es mejor que el anterior.

—Yo diría que más alegre —Bill suelta a la ligera, ganándose un codazo de Mishelle.

—¿Podemos disfrutar del momento y mantener la felicidad a flote? —pide ella, en voz alta, aunque todos sabemos que es una indirecta poco disimulada por mi.

—Vale, solo debo enviar esto al periódico, lo publicarán en unas cuantas horas  —comento, con una sonrisa en los labios.

—Mi hija estaría muy contenta con esto. Te lo agradezco, Axel —Victor me da una palmada en el hombro, mostrando su apoyo y conformidad.

—Todos deben recordar a Violet con una gran felicidad en el corazón, ella merece todo esto y mientras en mis manos esté seguir apoyándola lo haré sin dudarlo.

—Es una lástima que debas irte ya, estábamos muy contentas con tenerte otra vez como pianista —Eliza se acerca con una mueca que empeora al dirigir su mirada a Gia.

—¡Otra razón para llorar! —Gia lleva ambas manos a su rostro, cubriendo su cara para limpiar sus lágrimas.

—Vaya...—Eliza suspira, agotada ya.

Yo no puedo evitar reírme de la situación.

—Volveré después de un tiempo, necesito este tiempo para mí y la academia de música no queda muy lejos, vendré a visitarlos de vez en cuando, lo prometo.

—Aunque no lo prometieras no tienes opción, te espero para que empecemos con todos los negocios que hemos planeado —a mi mente llegan a memoria todos los planes que hemos pensado en el año. Bill y yo decidimos convertirnos en un intento de negociantes y aliados, unos que han tardado mucho para siquiera dar un primer paso. Sin embargo, digo que sí con la cabeza, abrazándolo y dándole unas palmadas en la espalda.

—Te echaré de menos.

—Eso ya lo sabía —estrechamos las manos y después de una sonrisa me doy la vuelta, encontrando a Mishelle.

—Cuídalo.

—Tengo qué, es mi novio —Ella pone los ojos en blanco, no obstante reímos al unísono—. Cuídate, Axel.

—Lo mismo te digo, gracias por tanto, cuñada —Ella sonríe sin más. Mis próximas miradas se centran en Victor y Elena, quienes están agarrados de la mano, mirándome con sonrisas resplandecientes.

—Te irá muy bien, no olvides venir para navidad, te esperemos esperando.

—No lo olvidaré, Victor, ya me verán esa noche.

—En ese caso iré a comprar el pavo para noche vieja.

—Victor, todavía faltan dos meses —Elena pone los ojos en blanco mientras niega con la cabeza.

—¿Y qué? Hay que tener todo bien preparado —se excusa, poniendo ambas manos al aire y alejándose con una risa traviesa.

Mis ojos regresan a Elena, la curiosidad me gana y hallo en sus ojos grisáceos orgullo, orgullo en mí.

Siempre le agradecería a Elena por ser como una madre para mi.

—Estoy orgullosa de lo que veo —me dice, siendo sincera—. Veo al hombre del que Violet tanto se enamoró y quien realmente eres.

Sus palabras son como un abrazo al corazón, me conmueve, pero decido guardarme las lágrimas y abrazarla fuertemente.

—Nunca podré agradecerte tanto, eres como una madre para mi, no sé como hubiera salido de ese hueco en el que me encontraba sin ti.

—Fue difícil, pero ya estás aquí y sé que mi hija también lo está contigo —ambos sonreímos. Yo no tenía ni una duda de que así era, Violet seguía teniendo una gran parte de mi corazón, o todo, realmente.

—¡Feliz navidad! —Escucho a mis espaldas, me giro para ver a Bill con el teclado dentro de su estuche, a Gia con un confeti en la mano que se demora dos segundos en explotar y a Mishelle con un pequeño pastel en las manos.

—Desubicado, es octubre aún.

—Quiero saber quien te preguntó eso, Eliza —le responde él, con ironía. Al final ambos se burlan de la mala cara que le dedican al otro.

—Quisimos darte un detalle ya que te vas...—Gia señala el piano y al mismo tiempo Bill se acerca para entregarme el estuche.

—Pero esto es del estudio, lo van a necesitar.

—Esto es mas tuyo que nuestro, además, sin pianista no será mas que un adorno en el escenario. Para cuando regreses le daremos una utilidad —Todas las bailarinas del estudio me rodean en un círculo. Mi sonrisa se ensancha por el detalle.

—Les agradezco mucho.

—Nosotras somos quienes debemos agradecer, tú y Violet han dejado una huella muy importante en este estudio, las puertas siempre estarán abiertas para ti, Axel.

Todas las chicas hacen una reverencia al tiempo, guiada por la mirada de Gia. No puedo hacer mas que agradecerles con una sonrisa y prometer que volveré pronto y aún más con tan emotiva despedida.

Todos me despiden con gritos de ánimos y risas, la motivación es notoria y el apoyo del que alguna vez carecí me abrazó mientras subía a mi coche y me alejaba del estudio.

Las cosas habían cambiado, luego de un año seguía doliendo, pero el dolor se había convertido un un refuerzo del amor que sentía por mi chica, aunque tuviera que aprender a vivir así, sabía que estaba yendo por buen camino y que mi esposa estaba orgullosa de mi.

Me tomó muchos meses arreglar mi vida, ir a terapia, centrarme en mi mismo y sanar con todo lo que había cargado hasta aquel suceso. Poner orden luego de tanto caos fue difícil, pero valía la pena por pasos como estos.

Mi coche se detiene frente a una casa beige, con un jardín mantenido y una pequeña huerta cerca a la entrada. No tuve que tocar, la persona que buscaba se encontraba sentada justo en la puerta, como si supiera que iría con él en cualquier momento.

—Hola papá —saludé con una sonrisa, él se puso de pie en cuanto me acerqué y me abrazó, su cariño siempre era de las primeras cosas que salían al encontrarnos.

También fue difícil recuperar mi relación con él, o mas bien, era tan fácil que fue complicado entender que siempre quiso ayudarme y evitar que yo cometiera sus errores cuando mamá había muerto. Él era a quien debí acudir desde el inicio y él fue un apoyo fundamental de mi recuperación.

Hace mucho tiempo que el rencor había desaparecido.

—Me alegra que vinieras antes de irte ¿Te falta algo? ¿Vas bien?

—Voy bien, papá, no tienes que preocuparte.

—Decirle eso a un padre es como pedirle que no respire, y aún así sería mas fácil lo segundo.

—Ya papá, lo entiendo —me rio de su ocurrencia, él también lo hace.

—Iré a Londres cuantas veces sea necesario, sé que ya eres mayor de edad y puedes cuidar de ti, pero si necesitas jugar una buena partida de billar no podría negarme.

—Vale, creo que será algo constante ¿Tú estarás bien?

—Lo estaré, iniciar una pequeña vida de campo me entretiene, quizás cuando regreses ya tenga toda una granja.

—No me sorprendería —digo la verdad, no me sorprendería encontrar en mi próxima visita a un cabello y a un burro sentados en la mesa esperando el chili picante de papá.

Me acerco para darle un abrazo y despedirme de manera mas afectiva, era la primera vez en unos años que volvía a abrazarlo.

—Buena suerte, hijo.

—Hasta pronto, papá.

Subí el resto de mis maletas a la cajuela del coche, me despedí de mi padre con una sonrisa en los labios y una seña con las manos. Encendí el coche, aceleré y regresé a la carretera sin más.

Era emocionante sentir un poco de felicidad con el paso que estaba tomando, más porque al fin había sido libre, o al menos eso sentía en las últimas noches, aquellas donde mi sueño no era tan difícil de hallar o mis pensamientos no tardaron en callarse.

Aquellas noches en las que tocaba el piano en la sala de mi departamento.

Aquellas donde miraba películas o anotaba nuevas ideas.

Aquellas que no pasaba solo, porque sabía que Violet estaba ahí conmigo; en cada acorde, en cada letra, en cada brisa que acariciaba mi rostro, en cada silencio y en cada sueño. Siempre estábamos juntos y siempre lo estaríamos.

Mis ojos van a mi dedo en el volante, el atardecer y el resplandor del sol golpea al oro, generando un brillo inevitable, lo admiro, es el símbolo de amor que me atará por ella para siempre y nunca seré deshecho.

Dejarla ir nunca fue una opción, superarla nunca lo será, pero dejar ir las posibilidades de cambiar el futuro... eso sí que tuve que hacerlo, comprender que el tiempo no era más que una palabra que definía lo impredecible también costó, aceptar que mi esposa ya no estaba conmigo de manera física fue mi mayor dolor, pero aquí estábamos después de todo.

Ella adornando el cielo con sus deslumbrantes colores y yo aquí, como un simple ser que siempre estaría para admirar su belleza.

Por mi decisión el coche se detiene cerca del abismo en la que yacía la carretera, me bajo, mis pies se acercan a la orilla, no pienso siquiera en sentarme, solo lo hago. Mis ojos, los que fueron hechos solo para mirarla a ella cumplían su propósito.

El cielo era indescriptible, sus nubes estaban dispersadas como manchas, el sol descendía poco a poco, mostrando su último resplandor al final. Y su color... su color lo era todo, el violeta y el rosado, dos colores que representaban el 1% que yo, ahora, tenía el privilegio de admirar.

Esa era mi Violet.

—Estás preciosa, cariño.

Le digo, enamorándome cada vez más de sus colores.

—Ha sido un año muy duro, pero es posible vivir cada día por ti —De mi bolsillo saco el reloj, le sonrío a mi viejo amigo, recordando todos los favores que me hizo, todas las noches a las que me llevó, todas y cada una de ellas fueron mi respirar en cada mar profundo—. Estoy en deuda.

Me pongo de pie, dejando el reloj en el borde, había entendido que no necesitaba de un simple artefacto para estar con ella, pues mi corazón y mi sangre era toda violeta y así sería toda mi vida.

—Seguiré esperando nuestras noches, Violet.

Me dedico a preservar este recuerdo, este atardecer violeta que siempre estaré dispuesto a ver con amor, como la veía a ella. Me costó una vez más darme la vuelta y dirigirme al coche, abrí la puerta de este. Ya estaba listo.

Pero entonces sentí un leve escalofrío y escuché el sonar de la plata en el suelo, me giré, viendo como la brisa adquiría un color azul y se dirigía al reloj. Mi semblante se llenó de confusión, pero me acerqué al reloj, tomándolo en ambas manos y entonces lo supe.

Las manecillas del reloj giraron y en siete segundos todo había cambiado. La luz del atardecer ya no estaba tocando mi piel o la calidez que este emanaba, todo lo contrario, ahora sentía frío y los colores habían terminado su presentación. Mi corazón se exaltó tanto que sentía que en cualquier momento saldría de mi pecho, aún más cuando miré mi ropa, estaba vestido de traje, con una pequeña flor decorando este.

Entonces este lugar no se me hacía tan distinto y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando mis oídos escucharon aquella vieja melodía que tanto había repetido en mi cabeza, aquella que empezó todo y ahora lo terminaría.

Aquella canción titulada como The night we met donde Violet y yo siempre nos encontraríamos.

Me giré sobre mis talones, al hacerlo sonreí al hallarla con su vestido violeta, su cabello suelto, sus mejillas coloridas y su sonrisa de bienvenida.

Me acerqué a ella como todo un caballero, como en la primera vez, le ofrecí mi mano y mi alma entera. Sabía que era el hombre mas privilegiado en cuanto ella volvió a aceptarlo y llevó su cabeza a mi pecho, comenzando nuestra danza, una que esperaba, nunca tuviera un final.

Después de todo, siempre volvería a este baile, a este parque, a la primera vez. Siempre estaríamos en The night we met.


























Y en Aquella noche nuestra.

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