Capítulo 38: La efimeridad del tiempo.
❝ Darling, nobody said that it would last forever ❞
La agobiante sensación de encierro de la habitación del hospital y el frívolo tacto de Niss solo hacían de esta situación más difícil.
—¿Qué le compraréis? —preguntó él con la voz ronca.
—No sé, nunca sé qué quiere Airy por su cumpleaños —bufé.
—Pues aún te quedan dos días para pensarlo. —Se encogió de hombros.
Hice un puchero y me senté en la silla colocada al lado de su camilla. Apoyé mi cabeza sobre esta y Niss acarició mi mejilla mientras lo miraba.
Frío.
—Siempre puedo darle mi amor —murmuré.
—Estoy seguro que lo aceptará gustosamente —rió con cansancio.
—¿Estaría mal que te pidiese que me acompañaras a buscar algo si te dejan salir del hospital?
—Yo te acompañaría voluntariamente —resopló—. Además, si puedo salir de aquí, claro que iría.
Niss llevaba casi tres meses encerrado en esta odiosa habitación del hospital, con la opción de salir de vez en cuando y solo por unas horas. Sabía que era necesario para alargar su vida, pero ver cómo se marchitaba poco a poco también era una tortura para mí, para su familia y sobre todo, para él.
Su vitalidad había ido disminuyendo gradualmente y cada vez pasaba más tiempo dormido que despierto. De hecho, era casi un milagro que estuviéramos hablando. Sabía que se estaba esforzando por mantenerse despierto aunque intentara disimular sus bostezos, la forma en la que cabeceaba y la lentitud de sus parpadeos.
—Podríamos preguntar —musité.
A veces, siempre que era posible, intentaba sacarlo de aquí con excusas tontas como que necesitaba que me acompañara a algún lugar o cosas así. Airy hacía lo mismo y hasta su familia, a pesar de que los médicos lo desaprobaban.
Sin embargo, todos habíamos quedado en que preferíamos que Niss viviera menos pero disfrutando sus últimos días que triste y encerrado esperando la hora de su partida.
—Por favor.
Obedecí y fui a buscar a alguna enfermera que pudiera contactar con su doctor.
Esta me contestó que sí podíamos hacerlo, pero al día siguiente, pues tenían que prepararlo para su salida. Volví saltando de la emoción a la habitación, pero Niss no estaba consciente para verlo. Me mordí el labio inferior mientras me apoyaba en la camilla y apartaba uno de los mechones de su cabello hacia un lado.
Ya no lo tenía azul.
En una de esas salidas que habíamos hecho, cuando le había crecido el pelo, fuimos con su estilista para que se lo cortara y tiñera de negro, su color natural.
Aunque fuera un simple y tonto color, sentía que era una señal de que se estaba apagando, que Niss ya no era lo que solía ser y era una especie de declaración. Era deprimente verlo así, pero sabía que era mi turno para sonreírle mientras él estuviera mal. Era lo justo. Era mi última tarea.
—Esta noche dejarán de darte los medicamentos para que mañana puedas estar consciente —le expliqué, aunque estuviera durmiendo—. Volveré mañana con tu ropa, ¿sí?
Me levanté y recogí mis cosas antes de dejar un beso en su frente para irme, pero agarró mi brazo.
—¿Y mi beso de despedida? —Hizo un intento de sonrisa.
—¿Sigues despierto? —Me volví a acercar, sorprendido.
—Bueno, lo intento —bostezó.
Solté una risilla y lo besé.
—Duerme tranquilo, mañana volveré.
Asintió y cerró los ojos de nuevo.
—No sé si esto es lo que querría Airy. —Hass frunció el ceño agarrando con los dedos un juguete para adultos.
—Yo no sé por qué tú te has metido en esta sección —bufé, tirando suavemente de Niss para que nos siguiera el paso.
Se encontraba un poco somnoliento, pero estaba consciente.
—Ya os digo que a Airy no le va a gustar —rió roncamente Niss—. Le hará gracia, pero os lo tirará a la cara a la primera de cambio.
—Pero ni siquiera sabemos qué quiere —se quejó el menor de los dos hermanos presentes.
—Primero salgamos de aquí y encontremos a Logan antes de que se traumatice de por vida —suspiré entre risas, yendo a la sección de bebidas, en donde el pequeño había pegado el rostro a los cristales de los frigoríficos en busca de alguna que le gustara—. Hola, bebé, ¿has encontrado algo que te guste? —sonreí.
—¿De verdad que solo puedo elegir uno? —Se separó, haciendo un puchero.
—Sí —replicó Hass por mí, abriendo la cámara y agarrando un batido de chocolate.
—Elige los que quieras —contestó Niss—. Pago yo.
—Estás malcriando al niño —protestó Hass.
—Tú también puedes elegir los que quieras.
Este abrió la boca y no volvió a quejarse. Ambos hermanos menores comenzaron a llenar la cesta con bebidas.
—Sabéis que es más importante conseguirle un regalo a Airy, ¿no? —cuestioné yo.
—Sí, sí, enseguida. —Hass agitó la mano, restándole importancia.
—El cumpleaños de Airy es mañana —declaré.
—Y a nosotros nos queda todo el día.
—A Niss no —señalé al pelinegro, que tenía ojeras y la cara pálida.
—Verdad —musitó Logan, dejando las últimas bebidas.
—Podríamos ir a la sección de música —sugerí—. Quizá quiera un bajo nuevo.
—Lo dudo —negó Niss—. Como os mudáis pronto, no le vendría mal una consola.
—¡Cierto! —Salté de repente—. Hacía tiempo que quería una.
—¡Yo sé de eso! —chilló el pequeño, tomándome de la mano—. Ven, Mymi, ven, yo te enseño.
Reí y lo seguí, aún de la mano de Niss. Hassel se burló al principio, pero nos imitó, agarrando la otra mano de su hermano mayor y caminamos en fila.
Algunos adultos nos miraron con ternura y otros simplemente nos ignoraron. A diferencia de ellos, los adolescentes de nuestra edad se burlaron o se rieron.
Por primera vez en mi vida, no me importó lo que pensaba el resto. Estaba feliz y disfrutando de la vida junto a personas que eran preciadas para mí. Me gustaba esta sensación y no quería olvidarla jamás.
—Sabéis que Airy ya se espera esta supuesta fiesta "sorpresa", ¿no? —se rió Niss.
—Cállate, lo que importa es la intención —ordenó Hassel, reordenando los regalos de la mesa del salón por quinta vez.
—Quién diría que Hass sería el que más se esforzaría —me burlé.
—Solo sustituyo a Niss. —Se cruzó de brazos y abultó su labio inferior.
Reí y con ayuda de Logan, terminamos de pegar las decoraciones. Tía Audrey y tío Henry arrastraron la mesa del comedor hasta el salón y pusieron ahí todos los platos del menú especial que habían preparado para la fiesta de cumpleaños de Airy.
El timbre sonó, alarmando a todo el mundo.
—Tranquilizaos, son los invitados —resoplé, divertido.
No estaba acostumbrado al bullicio de una familia estresada preparando una fiesta a última hora, por lo que no podía seguirles el ritmo. En casa jamás celebrábamos los cumpleaños de esta forma.
Mamá y papá nos llevaban a cenar a algún restaurante si tenían tiempo.
Eira, Airy y yo, muchas veces pasábamos nuestro cumpleaños los tres juntos. Y, aunque ella fuera la favorita, también le había tocado vivir así.
A menudo, parecía que teníamos que suplicar por ese amor de madre que se suponía que era incondicional y, por eso, aún me sorprendía que tía Audrey y tío Henry nos lo brindaran tan honestamente cuando ni siquiera éramos sus verdaderos hijos.
Tío Henry era todo lo que mi padre no era. Él nunca hablaba conmigo, mucho menos le importaba mi vida. Solo se encargaba de conseguir el dinero para criarnos. Muchas veces, ni siquiera disimulaba que lo hacía por obligación. Jamás ocultó que no nos quería, ni cuando mi madre se ponía violenta de más.
—¡Mya! —Ivy se abalanzó sobre mí cuando abrí la puerta, sorprendiéndome.
La sujeté y le sonreí en respuesta.
—Buenas, llegáis a tiempo.
—Menos mal. Pensábamos que llegábamos tarde por el jodido tráfico —bufó Marie.
—Solo a vosotras se os ocurre ir en coche un sábado —rió Niss.
—Cállate, Nissiro, teníamos que recoger una última cosa en el centro comercial.
Ambas entraron y dejaron los regalos en donde estaba Hassel, quien las maldijo abiertamente cuando desordenaron su "obra de arte".
—Solo faltan los invitados —suspiró tía Audrey cuando terminó de posicionar los platos.
—Arley y Nix llegan en cinco minutos —indiqué, mirando el mensaje que habían dejado en el grupo en conjunto.
—¿No somos muy pocos? —cuestionó Logan, metiéndole mano a la comida y siendo regañado por su madre.
—Qué ingenuo de tu parte pensar que Airy tiene muchos amigos a los que invitar —dijo burlonamente Hass.
—Tener tiene —rió Niss—, la cosa es que la mitad no le caen bien.
—Hasta me siento halagada de estar aquí —ironizó Ivy.
—Deberías —bostezó Niss—. ¿Cuándo viene el resto, Hassie?
—Pues Zack ya debería estar a la vuelta de la esquina junto a Elián. A Kyle y a Tyler los traerá alguno de sus padres. Ben y Thiago seguramente se han olvidado y acaben de salir de su casa ahora. Y bueno, ¿Airy tiene más amigos? —Frunció el ceño.
Comencé a reír.
Volvieron a timbrar, por lo que abrí, pensando que sería alguien de los que había mencionado el pelinegro.
—Hola, Eira —musité, sorprendido.
—Hola, Mya —repitió con el mismo tono.
—¿Qué haces aquí?
—Es el cumpleaños de Airy.
—Ya, ¿y? —reí con nerviosismo.
—Seguís siendo mis hermanos —declaró.
—¡No estás invitada! —espetó Hass desde la otra punta de casa.
Eira rió sin gracia.
—Lo sé, no venía para asistir precisamente. —Se encogió de hombros y me entregó dos paquetes bien envueltos con el típico papel de regalo que usábamos en "casa"—. Feliz cumpleaños tardío, Mya.
—Oh.
—Y no le digas a Airy que he venido.
—¡Se lo vamos a decir! —Volvió a gritar Hassel.
—¡Por eso me caes mal, Hassel! —le respondió ella con el mismo tono.
—¡Eres una insoportable! —chilló este.
—¡Y tú un imbécil!
Sabía que ambos bromeaban, quizá Hassel no tanto, pero Eira estaba riéndose, como en los viejos tiempos. A veces, la echaba de menos.
—No puedo aceptarlos. —Tragué saliva, a punto de estallar en lágrimas.
Ella seguía siendo mi hermana pequeña.
—Pues tíralos. —Se encogió de hombros—. El dinero está gastado.
—Puedes dárselo a tus amigos o algo...
—Desafortunadamente, mis hermanos tienen unos gustos bastante raros.
—Eira...
—Feliz cumpleaños a ti y a Airy. Me voy antes de que me vea. —Se asomó por la puerta hasta encontrar con la mirada a Niss—. Y Niss, lo siento por lo tuyo. Lo siento por lo tuyo y lo de Mya.
Se encapuchó y se fue, sin dejarnos responder y desapareciendo con rapidez por la calle.
De los tres, Airy y Eira siempre habían sido los más parecidos en cuanto a personalidad. Quizá por eso aún tenía la esperanza de pensar que Eira seguía siendo mi hermana.
Miré los dos regalos que tenía en las manos, pudiendo leer mi nombre y el de Airy en cada uno, escrito con su letra.
Me preguntaba por qué todo había tenido que cambiar. Era cierto que ella había sido siempre la más mimada, pero jamás la había odiado por eso. No entendía sus acciones. Era igual de indescifrable que Airy.
—Puedes tirarlos. —Hass se acercó por detrás, frunciendo el ceño al observar mis manos.
—Pero que los abra primero, ¿no? Igual es algo de valor que puede revender —bromeó mi novio.
Asentí con lentitud, a punto de cerrar la puerta, pero un Zack sudado y jadeando me detuvo.
—He llegado a tiempo —anunció con orgullo.
—De hecho —su novio miró el reloj de la pared—, deberías haber llegado hace siete minutos con veintitrés segundos.
—Argh, cállate. Si Airy no ha llegado aún, yo llego a tiempo —estableció.
—No sé si así va, pero si quieres que me calle, lo tendrás que hacer tú.
Zack rió coquetamente y lo tomó de la cintura, besándolo.
—Joder, es venir y tener que soportar a estos dos comiéndose la boca. —Elián se echó hacia atrás, asqueado, tropezando con el escalón de la entrada.
Alguien por detrás de él lo sujetó.
—Elián, ¿quieres no matarte en la fiesta de cumpleaños de alguien más? —bufó Tyler—. Deja de robar la atención.
—No creo que romperse el cuello sea intentar robar la atención. —Kyle rodeó a las dos parejas y nos saludó al resto.
Le sonreímos y él se sentó en el suelo, dejando el regalo en su lugar y desordenando los que ya estaban colocados.
Elián y Tyler recobraron la compostura, mientras que Zack y Hass seguían igual, como si llevaran sin verse años, cuando llevaban toda la semana quedando, aprovechando sus vacaciones.
—Eso sí que es desesperación —afirmó Tyler, pasando a la casa por fin y saludándome con un golpecito en la cabeza y a Niss con un abrazo.
—Y solo viven a dos horas de distancia. —Elián arrugó la nariz—. Imagínate si vivieran más lejos.
—¡Ni de broma! —exclamó tío Henry—. Si mi Hassie viviera más lejos, me mudaría con él. No se le puede dejar solo sin que destruya algo.
—¡Mentira! —espetó este, por fin separándose de su novio—. Yo me cuido muy bien.
Tía Audrey se asomó por la puerta de la cocina, alzando una ceja y volvió a meterse.
—Ni siquiera mamá confía en ti —se burló Niss.
—¡Mamá! —le reclamó el pelinegro.
Yo me reí, sentándome al lado de mi novio.
—Si no quieres el regalo, me lo quedo yo —bromeó.
—¿Y dónde lo guardarías?
—En mi ataúd —dijo, orgulloso, recibiendo un golpe en el hombro de mi parte—. Auch.
—Serás tonto.
—Un poco, se me están desvaneciendo las neuronas poco a poco.
Hice un puchero y me abracé a él.
—Cuando venga Airy, lo abriremos en conjunto.
—Cuando estés preparado. —Me abrazó y acarició mi brazo cariñosamente.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro como afirmación.
Arley y Nix llegaron unos minutos más tarde, junto a Ben y Thiago, pero no les pude saludar con toda la efusividad que quería.
Niss no se encontraba bien y me lo había dicho. Ni cuando colapsó, me dijo algo similar. Si él caía ahora, para Airy sería un golpe muy duro, lo sabía. Así que, aunque fuera cruel y egoísta, solo le pedía a Niss aguantar un poco más.
Me pasé todo el tiempo posible al lado de él.
—¡Silencio! —ordenó Logan, asomándose por la puerta—. ¡Ya viene!
Tío Henry apagó las luces con una velocidad increíble y el resto nos callamos enseguida.
Cuando entró, chillamos "Feliz cumpleaños" al mismo tiempo y él fingió sorpresa.
—¡Airy! —le reproché.
—Digo, ¡no me lo esperaba! —Desvió la mirada.
—¡Eres igualito que Thiago! —bufó Ben.
—¡Eh! —soltó el mencionado.
—Es que, conociendo a Niss... —Se encogió de hombros.
—Os lo dije. —Niss rió por lo bajo.
—Al menos Airy ha fingido que no se lo esperaba, no como quien ya sabemos. —Tyler se cruzó de brazos y el resto del grupo miró a Thiago.
Todos reímos mientras que este fruncía el ceño y nos insultaba de forma respetuosa porque los padres de Hass estaban delante.
La fiesta de cumpleaños siguió como si ese pequeño percance jamás hubiera sucedido.
Quizá el resto no estaba consciente de ello, pero Niss y yo sabíamos perfectamente que Airy odiaba el día de su cumpleaños, un montón. Desde que era pequeño hasta ahora. Así que, tener la posibilidad de verlo sonriendo como si fuera un buen día y que estuviera disfrutando era un placer.
—¿Te encuentras bien? —le pregunté a Niss, acercándome al sofá y acariciando su mejilla.
—Sueño. —Se encogió de hombros.
—Siempre que dices eso, después pasa algo malo —bufé.
—Lo sé —sonrió—. Pero esta vez es porque he vuelto a retomar las medicinas.
—Cierto, tienes que volver al hospital esta noche. —Hice un puchero.
—Mañana por la mañana —me corrigió—. Me han dejado quedarme un poquito más para disfrutar del tiempo que me queda.
Me senté a su lado y él apoyó su cabeza sobre mi hombro.
—Me quedaré contigo, ¿vale? —Jugué con su cabello.
—No, diviértete. —Abultó su labio inferior.
—A Airy aún le quedan muchos años de vida —dije.
—Eso es verdad. —El susodicho se sentó sobre el reposabrazos del sofá
—Con lo que fumas, te va a dar cáncer de pulmón primero. —Niss esbozó una sonrisa burlona.
—¿Premio o castigo...? ¡Auch! ¡Mya! —me reclamó mi hermano después de que me descalzara y le lanzara una patada, haciéndolo caer
—Una tontería más y el que se va directo al hospital eres tú —gruñí.
—Upsi —rió—. Deberías divertirte un poco más. Con tus amigos, no sé.
—Ellos parecen estar divirtiéndose bastante solos.
Señalé la zona por la que estaban, enseñándole cómo Zack y Arley estaban compitiendo por ver quién lograba beber más shots en el menor tiempo posible.
—Si tía Audrey se entera de que eso no es zumo, se la van a cargar —silbó.
—Nah, al único que se lo permite es a Zack —aclaró Niss.
—Favoritismo —resoplé.
—Tú también le encantas a mamá. —Me abrazó por la cintura.
—A tía Audrey le encanta todo el mundo —tosió Airy.
—Sh, pero Mya más porque es su suegra. —Niss frunció el ceño.
—Nunca la he llamado suegra —murmuré.
—No lo hagas. —Tyler se sentó a mi lado—. Se vuelve loca.
Lo miré con horror.
—¿Y eso?
—Si lo haces, no te librarás de la familia Walsh jamás —explicó.
—Una vez, Zack la llamó suegris de broma y míralo, lo quiere más a él que a nosotros. —Niss sonrió.
—Bueno, es que es Zack. —Me encogí de hombros.
—¿Y eso qué tiene que ver? —cuestionó Tyler.
—A todo el mundo le encanta Zack.
El teñido alzó una ceja.
—¿Experiencia propia? Me voy a chivar a Hass... ¡Auch!
—Y ahí va la segunda patada voladora de hoy —comentó Airy.
—Y la tercera saldrá pronto como no te calles —bromeó Niss.
Mi hermano desvió la mirada.
—Oh, los regalos, hay que abrirlos.
—¡Huye como el cobarde que eres! —espeté.
Él rió y agarró una de las bolsas.
El resto, al darse cuenta, lo rodeó en un círculo. Hassel lo abucheó por no avisar.
—Uh, regalos —sonrió Nix, sentándose a mi lado.
—Hola —saludé, imitándola—. ¿Qué tal tu novio?
—Bien, ¿por?
—No parecía estar bebiendo zumo antes —sonreí socarronamente.
Comenzó a carcajear.
—No me voy a quedar sola cuidando un borracho.
—Lo sé, voy a acabar secuestrado con él y contigo en el baño hasta que lo suelte todo —bufé.
—Él haría lo mismo por ti.
—Lo sé. —Apoyé mi cabeza sobre su hombro mientras entrelazaba la mano de Niss con la mía.
—¿Qué le has comprado a tu hermano?
—Secreto. —Me encogí de hombros.
—No te hagas el misterioso, buh.
—¡Habéis empezado sin mí! —chilló tía Audrey, ofendida e interrumpiendo a Nix.
—Lo siento, mamá, pero si esperábamos a que prepararas los focos y la cámara, ya nos habríamos muerto —resopló Hassel—. Por no decir que tenemos a un paciente... ¡Auch!
El pelinegro me miró con odio y sujetó mi zapato, desconcertado.
—En un cumpleaños no se hacen esas bromas —sentencié.
—Vale, vale —suspiró, quedándose con mi zapato.
—Oye, yo quiero que en mi funeral hagáis chistes, por favor. Si no, revivo solo para morir de aburrimiento —rió Niss.
—En tu funeral vamos a llevar trajes de colores —sonrió Airy con orgullo.
—Eso espero. Como alguien vaya de negro, no lo dejéis entrar. No acepto nada oscuro. —Frunció el ceño.
—¡Yo de rojo! Es mi color, no me lo podéis robar. —Zack soltó una risilla, evidenciando su ligero emborrachamiento.
—Yo azul, que tengo que ir combinado con mi novio. —Hassel lo abrazó por la cintura y colocó sus piernas encima de las del rubio.
—¿Vamos a ir todos de colores complementarios con nuestras parejas o qué? —cuestionó Elián, irritado.
—Te molesta porque tú estás solo, solísimo —se burló Ben—. ¡Yo de verde y Thiago de rosa!
—¿De verdad estáis escogiendo ya los colores de los trajes que usaréis para el funeral de Niss delante de él? —Airy arrugó la nariz—. Bueno, da igual, no los va a poder ver. Yo quiero utilizar gris, es mi cumpleaños, así que yo decido.
—Para cuando se muera Niss, ya no será tu cumpleaños, Einstein. —Tyler se cruzó de brazos—. Yo de lila.
—Tíñete de lila ya de paso —bromeó Niss, pero Tyler fingió pensárselo—. Era chiste, Tyler, pero te quedaría bien.
—Por una vez te doy la razón, Niss. Y mira que tienes mal gusto —carcajeó su hermano.
—¿Seguiréis discutiendo los colores que vais a utilizar o dejaréis que Airy abra los regalos? —Tía Audrey levantó una ceja, divertida.
—Elián seguro que va de amarillo pato —se burló Tyler.
—Sí, ¿y? Lo que tienes es envidia porque a ti no te queda. —El mencionado hizo un puchero.
—Sí, será eso, totalmente —dijo el teñido con un tono muy sarcástico.
—Y tú, ¿Mya? —preguntó Niss, mirándome.
Toda la atención se centró en mí.
—No sé. —Tragué saliva—. ¿Blanco?
—Ni que te fueras a casar con el muerto —bufó Tyler.
—Entonces di tú un color, don inteligencia. —Fruncí los labios.
—Morado azulado te quedaría bien —intervino Niss.
—El morado no es precisamente claro... —le susurró Kyle a Tyler.
—Al único que le permito ir de un color oscuro es a Mya. —Niss le sacó la lengua.
Reí sin muchas ganas y asentí.
—Ya lo veremos cuando pase. Aún falta.
Intenté convencerme a mí mismo, sin mucho éxito.
Miré a Arley, Nix, Marie e Ivy. Ellos seguramente no se sentían demasiado en confianza para hacer esos chistes. Los comprendía. Yo seguía sin poder reírme.
—¡Eso! ¡Abrid los regalos! Airy tiene que apreciar mi increíble regalo —interrumpió Logan, saliendo de la cocina con la boca manchada de chocolate.
—¿Te has estado comiendo la tarta, Logan? —preguntó Zack, divertido.
—No sé de qué hablas. —El pequeño se sentó como si nadie pudiera ver su boca.
Reímos y Airy por fin comenzó a desenvolver los regalos.
Mi cabeza se pasó todo el rato dándole vueltas al asunto del funeral de Niss, a pesar de que me esforcé en concentrarme en el cumpleañero, pero no pude.
Sin embargo, Airy parecía feliz con todos los regalos que había recibido y eso era lo más importante.
La noche llegó enseguida y con ella, el sueño. La mayoría se fue y solo se quedaron Kyle y Tyler, quienes dormirían en la habitación de Hass.
Niss y yo nos despedimos de todos y les deseamos buenas noches mientras nos metíamos en su habitación.
—¿Tienes sueño? —Lo miré sentarse sobre su cama y comenzar a rebuscar por debajo de ella.
—No mucho, sorprendentemente —sonrió con orgullo.
—Oh, ¿esta vez aguantarás hasta medianoche? —bromeé.
—Espero, porque no quiero que pase nada en el cumpleaños de Airy —murmuró—. No quisiera ser una razón más para que odiara su cumpleaños.
—Eso... no pasará. —No soné muy seguro.
—Tranquilo, me siento bien. No creo que pase nada malo —rió—. Aunque no me voy a confiar porque son las diez.
—Estarás bien —aseguré—. ¿Qué haces?
—Quiero darte algo.
Sacó una caja y tiró todo su contenido sobre las sábanas.
Antes de dejarle seguir, me senté a horcajadas sobre él y presioné mis labios sobre su frente.
—Te quiero —declaré.
Él sonrió.
—Yo te amo, Mya. —Posó sus manos sobre mi cintura y me besó—. Es una pena que no podamos estar así todo el rato.
—Puedes grabarte este momento en el cerebro. —Me encogí de hombros. Alzó una ceja—. Bueno, es verdad, no puedes.
Comenzó a carcajear. Me sonrojé de la vergüenza, pidiéndole que se callara.
—Cállame —pidió.
Me relamí los labios y obedecí, acallándolo con un beso.
Él se dejó caer sobre el colchón, teniendo cuidado de no clavarse nada de lo que había esparcido anteriormente.
Hundí mis dedos en su cabello. Aproveché un descuido suyo para deslizar mi lengua dentro de su boca. Él aprovechó para meter sus manos por debajo de mi camiseta.
Solté una risa, reaccionando a sus caricias.
—Mya —murmuró sobre mis labios.
—¿Mhm?
—Necesito darte algo.
Me separé, sentándome a su lado.
—¿Qué es?
—Algo. —Se encogió de hombros.
—No vayas a ser demasiado descriptivo —me burlé.
—Vas a verlo —rió, entregándome una libreta.
Ni siquiera tuve que abrirlo para saber qué era.
—Niss.
—Quiero que te lo quedes tú. Sé que cuidarás bien de él.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí mi nariz hormiguear. Mi vista se emborronó con rapidez.
—No puedo, es tuyo.
—Por eso te lo doy yo —intentó bromear.
Comencé a hojear las páginas, acariciando la cubierta de falso cuero negro.
—¿Qué haré con ella?
—Quémala, guárdala, no sé. Es toda tuya. —Se encogió de hombros.
—Es tu cuaderno de composiciones. Es todo lo que eres, ¿cómo lo voy a quemar?
—No lo sé, Mya, tú decides.
Abracé la libreta con fuerza, mordiéndome el labio inferior para no dejar escapar ningún sollozo.
—Lo atesoraré. —Sorbí mi nariz.
—Está bien —sonrió, abrazándome a mí—. La otra sorpresa está en las últimas páginas.
Fruncí el ceño y me dirigí a donde me decía. Tragué saliva al leer lo que ponía.
"Aquella canción de invierno", compuesta por Nissiro Walsh y Mya Hilliard. Para Sunshine <3.
—Niss —musité.
—Nunca la pudimos terminar juntos —susurró—. Así que quise terminarla para ti. Está desastrosa porque no me acuerdo de nada de lo que hemos vivido, pero espero que te guste.
Dejó un beso en mi mejilla.
Sollocé con fuerza, apartando la libreta con rapidez para no mojarla.
—Niss —pronuncié con lentitud, totalmente destrozado.
Me tengo que despedir.
—No quería hacerte llorar, Mya. Me rompe por completo verte soltar una sola lágrima por mí —confesó—. Así que no llores, por favor.
Deslizó sus pulgares por mis mejillas, secándome las lágrimas.
—No puedes pedirme eso sabiendo que te vas a morir pronto.
—Te lo pido exactamente por eso, Mya, porque quiero despedirme bien.
Dejó un beso corto sobre mis labios.
—No puedo.
—Entonces, hagamos un trato, ¿vale?
—¿Cuál?
—Llora ahora todo lo que quieras, pero en mi funeral no tendrás permitido soltar ni una lágrima.
—Eres cruel. —Una risa genuina salió de mi garganta, pero pronto fue opacada por mis sollozos.
—Lo siento, por todo —sonrió con tristeza.
—¿Por qué ahora? —pregunté, refiriéndome a la libreta.
—No sé, quizá podría haberlo hecho antes. —Se encogió de hombros—. Pero daba igual cuándo, si lo iba a hacer de todas formas.
—Ya, pero...
—¿Sabes? Nunca he entendido las películas o libros en donde los protagonistas mueren y dejan que sus familias le pasen un mensaje al otro —reveló—. Siempre he sido más del tipo que quiere decir todo mientras está presente, ver las reacciones, contestar las preguntas.
—La gente suele ser cobarde para enfrentar al resto. —Me encogí de hombros—. Tú eres valiente.
—No me considero valiente —rió sin gracia—. Siento que soy un cobarde que le teme a la muerte y se está aferrando a la vida, pero que ha tenido que abrazar a la muerte porque es su destino.
—Niss...
—Mya... —repitió burlonamente—. En realidad, tengo la esperanza de poder seguir viéndote aunque esté muerto.
—Eso es físicamente imposible.
—Pero ¿astralmente? —rió.
—Niss, no existe la vida después de la muerte —bufé.
—Qué aburrido eres, Mya —resopló con gracia—. Si reencarno, te buscaré para decirte: "te lo dije" en la cara.
—Estaré esperando ese día. —Le saqué la lengua, ya dejando de llorar.
—Si no aparezco, siempre puedo esperarte.
—¿A qué te refieres? —Fruncí el ceño.
—Si no existe la reencarnación ni la vida después de la muerte, quizá exista algún lugar en donde nuestras almas puedan descansar. Si lo hay, te esperaré ahí, lo que haga falta. —Se encogió de hombros.
—No seas idiota, tendrías que esperar mucho tiempo...
—No me importa, de todas formas, dudo que estuviese muy ocupado —carcajeó—. Pero espero que tenga que esperarte por mucho tiempo, lo máximo posible.
—¿Por qué?
—Porque quiero que vivas mucho y muy feliz, Mya.
—Eres tan tonto.
—Lo sé, pero este tonto tiene más cosas que darte. —Abultó su labio inferior, buscando entre el resto de libretas, encontrando una gris y entregándomela.
—¿Y esto?
—Mi diario.
—¿Quieres que lo esconda para que no lo vea nadie? —sonreí.
—No, quiero que lo leas.
—¿Ahora?
—No, cuando me eches de menos —sonrió con tristeza—. Pero solo por los primeros meses, ¿sí? Luego tendrás que seguir solo, promételo.
No pude articular ninguna palabra porque comencé a llorar de nuevo. Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas mientras hojeaba la libreta, viendo todas las páginas escritas con el puño y la letra de Niss. Estaba completamente llena; cada página, cada esquina, e incluso tenía garabatos de corazones y dibujitos de él.
—Sé que será difícil para ti, pero tengo la esperanza de que sigas adelante lo más rápido posible.
—No sé cómo quieres que lo haga cuando me das estas cosas. —Me limpié las lágrimas con mi brazo, logrando esparcirlas más por todo mi rostro.
—Pensaba que era romántico —rió—. Son canciones que me recuerdan a ti, sentimientos. No sé. Hay cosas escritas desde antes de que me enterase de que estaba enfermo.
—¿Y por qué me lo das a mí?
Tosió con falsedad.
—No quiero que pienses nada raro, pero incluso desde antes, todo gira en torno a ti —confesó, avergonzado—. A mi yo más joven le gustabas mucho, ¿vale?
Desvió la mirada. Reí.
—¿Niss siendo un adolescente enamorado? Impresionante.
—Niss siendo un adolescente enamorado de Mya —me corrigió.
Sentí un nudo en la garganta mientras acariciaba ambas libretas.
—No quiero que te mueras.
Se quedó en silencio, mirándome.
—Yo tampoco quiero morir, pero supongo que así es la vida. —Se encogió de hombros—. ¿Quieres leer la canción antes de que me dé sueño?
Cambió de tema bruscamente. Asentí y le entregué el cuaderno, siguiéndole el rollo.
—Cántamela.
—Me da vergüenza —murmuró.
—Te jodes —carcajeé.
Agarró su guitarra, mirándome mal y haciendo pucheros. Se sentó en el suelo como siempre hacía, apoyándose sobre su colchón. Yo me quedé tumbado en la cama, pero me giré, quedando de cara al techo. Lo tenía al lado, así que podía escucharlo a la perfección.
Los primeros acordes sonaron, llenando la habitación.
"En el frío invierno, bajo el cielo estrellado,
Escucho aquella canción, nuestro amor ha comenzado.
El viento susurra secretos alrededor,
Mientras tú y yo encontramos un nuevo amor."
Tragué saliva, dejando escapar todo el aire contenido en mis pulmones, disfrutando de la voz de Niss.
"Aquella canción de invierno, marcada sobre nuestra piel.
Sus notas nos envuelven, un amor que nunca se desvanecerá.
Melodías de amor se entrelazan en la eternidad.
Nuestro propio universo, donde florece el amor con fervor."
"En el momento en que te vi por primera vez,
Tu sonrisa brillaba como el sol en un amanecer.
Aquella canción de invierno tocaba en mi corazón,
Y supe en ese instante que serías mi razón."
"Aquella canción de invierno, marcada sobre nuestra piel.
Sus notas nos envuelven, un amor que nunca se desvanecerá.
Melodías de amor se entrelazan en la eternidad.
Nuestro propio universo, donde florece el amor con fervor."
"A través de los días fríos y las noches heladas,
Nuestro amor deja de mirar hacia atrás.
Cada verso que compartimos es una promesa eterna,
Nuestros destinos se unen, escribiendo nuestra propia historia."
"Aquella canción de invierno, marcada sobre nuestra piel.
Sus notas nos envuelven, un amor que nunca se desvanecerá.
Melodías de amor se entrelazan en la eternidad.
Nuestro propio universo, donde florece el amor con fervor."
"Así que, en este invierno sin fin, debo partir,
Y aunque desaparezca con la suave brisa
Aún nos quedarán acordes, encontrándonos en la eternidad,
En aquella canción de invierno."
Se me cortó la respiración.
—Es muy bonita, Niss.
Él sonrió con cansancio.
—Me alegra que te guste. Me siento súper cursi —soltó una risilla.
—Lo eres —mascullé—. ¿Hay alguna forma de que la vuelvas a cantar para que la tenga guardada...?
—En realidad, tengo una versión de estudio —susurró—. La grabé cuando alquilamos el estudio y os fuisteis todos.
—Pensé que en ese momento estabas con Tyler.
—Sí, él me ayudó, al parecer. No recuerdo bien, no entiendo mi propia letra —bufó.
—¿Te lo apuntaste?
—Comencé a apuntarme todo porque no conseguía recordar nada —se quejó—. Y a veces me las tenía que apañar cuando no tenía bolígrafos.
Se levantó y me dio un pendrive.
—¿Está aquí?
—Sí, y es toda tuya. Haz lo que quieras con ella —sonrió—. La canción es tuya ahora.
—Niss. —Me senté sobre mis piernas y lo miré—. Te amo.
—Lo sé, yo también.
—Pero lo digo muy en serio. No había estado tan seguro en toda mi vida.
Él jadeó.
—Suena tonto si lo digo ahora, pero, Mya, creo que eres el único del que podría enamorarme jamás. Como si desde que nos hubiéramos conocido estuviéramos destinados. Quizá por eso, me duele mucho más saber que ya no voy a poder estar contigo. Que cuando me vaya, me olvides, vuelvas a enamorarte, seas feliz y todo eso, sin mí —admitió, agachando la cabeza.
—No te olvidaría jamás, Niss. —Lo tomé por las mejillas y dejé un beso sobre su frente.
—Tengo miedo, Sunshine.
—Estoy contigo, Niss, hasta el último momento.
Unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Se mordió el labio inferior con fuerza antes de decirme:
—En realidad, tengo sueño, pero no sé si esta vez me despertaré.
—Niss...
—No me encuentro bien —sollozó—, pero aún no es medianoche. No quiero. No puedo morir en el cumpleaños de Airy.
—Niss, tranquilo, ¿sí? Le diré a tía Audrey o a Airy que nos lleve al hospital y...
Negó con la cabeza.
—No quiero que me vean así.
—¿Quieres dormir?
—¿Es egoísta...? ¿Cuánto falta para la medianoche?
—Solo son las once. —Tragué saliva.
Sorbió su nariz e intentó sonreír de nuevo.
—Pídele perdón a Airy de mi parte, ¿sí?
Se limpió las lágrimas con las manos.
—Niss, estoy aquí, ¿vale?
—Lo sé, Sunshine. Antes de nada, quiero que sepas que puedes quedarte con todo lo de mi habitación.
—Deja de pensar en esas cosas, Niss, céntrate en ti.
Volvió a negar con la cabeza.
—Vuelve a enamorarte, Mya. Jamás te sientas culpable por seguir sin mí. No sé, sé feliz —susurró—. Dile al resto lo mismo, ¿vale?
—¡No! ¡Niss! Tienes que decírselo tú mismo.
Intenté levantarme para avisar a alguien, pero él tiró de mí y se tumbó sobre mis piernas.
Trató de mantener los ojos abiertos.
—Sé que es egoísta pedírtelo, pero solo un poco más, por favor. Quiero sentir tu calorcito. —Tomó mi mano y la posó sobre su mejilla.
—Niss, por favor —le rogué entre lágrimas.
—Lo siento, me hubiera gustado estar más tiempo contigo, Mya.
—Prometiste no romperme el corazón, Mya.
—Siento no haber cumplido mi promesa.
—¡No lo sientas y cúmplela! —espeté, sin saber qué más hacer.
—Ojalá tuviera esa opción —anheló.
—Niss, quédate un poco más, por favor.
—Puedo hacer eso —bostezó—. ¿Quieres hablar de algo? Podemos hacerlo.
—¿Qué te hubiera gustado hacer con el grupo? —pregunté.
—No sé, lo típico: componer, hacer conciertos, ir de gira, conocer fans si tuviéramos...
No podía describir lo mucho que desgarraba mi corazón cómo iba quedándose sin voz poco a poco.
—Desearía que estuvieras con nosotros si lo logramos. —Sorbí mi nariz.
—Os estaré acompañando en cada momento —rió suavemente—, aunque no me veáis.
—Yo... yo escribí una canción para ti también —balbuceé.
—Ah, ¿sí? ¿Me la cantarías?
—No es tan bonita como la tuya...
—Tonterías, todo lo que haces es bonito. —Cerró los ojos—. Quiero escucharla.
—No tengo la melodía.
—Improvisa.
Giré mi cabeza y miré a través de la ventana, viendo el cielo convertirse en un oscuro abismo lleno de estrellas.
"En la profundidad de los tiempos, nuestros recuerdos brillan,
Entre amaneceres dorados y noches nostálgicas,
El cielo está pintado de colores como un vórtice infinito,
Y en cada estrella brillante, se acumulan momentos preciados."
"Puedes ver morir el sol cuando sale la luna,
Nuestro anhelo se entrelaza,
El destino tejió nuestros caminos,
En cada memoria vivida."
Antes de poder terminar de cantar, los bajos ronquidos de Niss me distrajeron. Me callé e intenté levantarme para llamar a alguien, pero él despertó y tiró de mí de nuevo.
—Sigue cantando —pidió.
—Niss, tienen que llevarte al hospital.
—¿Para morir ahí? Prefiero morir a tu lado —bufó.
—Nissiro, por favor, déjame avisar a alguien.
—No voy a aguantar hasta el hospital, Mya —susurró.
—Niss... —Rompí en llanto—. Por favor —le rogué.
Tragó saliva y pude ver que algo dentro de él se rompió.
—Puedes hacerlo —sonrió finalmente—. Llama a alguien.
—Niss... —Apreté mis labios con fuerza, dejando que su rostro se mojara con mis lágrimas.
Él volvió a cerrar los ojos e inspiró profundamente.
—¿Sí, Sunshine?
—Te amo, Niss. —Dejé salir el aire que había estado conteniendo, esperando su respuesta, pero no la escuché.
No me atreví a mirar hacia abajo, sabiendo qué era lo que había pasado.
El silencio de la habitación me lo decía todo; el hecho de que la única respiración que se escuchaba era la mía y la frialdad que transmitía su piel.
Miré el reloj.
23:17.
¿Cómo se lo diría a Airy?
Seguí llorando hasta que no me quedaron fuerzas y, cuando por fin sentí la suficiente valentía, me atreví a bajar la mirada. La tranquilidad en su expresión solo causó escalofríos en mí.
Me aparté, sustituyendo mis piernas por unas almohadas. Inspiré profundamente antes de dar los primeros pasos, apoyándome en el marco de la puerta.
Volví a romperme en silencio.
Quizá, lo que más dolía no era su muerte en sí, sino todo lo que significaba y que, aún en sus últimos momentos, se preocupó más por el resto que por sí mismo.
Trastabillé por las escaleras, escuchando la televisión, viendo la sombra de todo el mundo.
No quiero interrumpir.
Aunque intenté volver, se me escapó un sollozo, llamando la atención de mi hermano.
—¿Qué ocurre, Mya?
La oscuridad ocultaba mi rostro lleno de lágrimas, estaba seguro.
—¿Mya? —preguntó esta vez tía Audrey, encendiendo las luces, preocupada.
Al verme, supe que ella ya estaba preparada.
—A las once y diecisiete —dije—. Niss ha muerto a las once y diecisiete.
Airy dejó caer su cuenco de palomitas y este se rompió. Se acercó a mí y me estrechó entre sus brazos con fuerza.
Hass se quedó mirándome en silencio, intentando aguantar las lágrimas, pero por primera vez, vi algo romperse dentro de él, en miles de pedazos.
Aunque Kyle y Tyler intentaron consolarlo, él agarró su teléfono, tembloroso, pronunciando un bajito "Zack" cuando le contestaron la llamada.
Miré a Airy y volví a llorar.
Niss había muerto un once de marzo de aquel invierno a las once y diecisiete.
Nunca me han gustado los funerales. Son silenciosos y trágicos. Nunca me ha gustado la tragedia y, quizá por eso, me hace tanta gracia que pongan música pop en medio de uno.
Se supone que tienen que ser solemnes y, cualquier persona que pasara por delante, seguramente pensaría que en realidad estamos celebrando una fiesta y no un funeral por los vibrantes colores de los trajes de cada uno.
La brisa marina tampoco ayudaba en esta situación, pero todos pensaron que enterrarlo cerca del mar era la mejor idea. En realidad, acabaron por cremar su cuerpo y lo único que hay bajo el suelo es parte de sus cenizas, mientras que el resto debe estar esparcido por algún lugar en lo profundo del oscuro océano.
Me pican los ojos y seguramente los tenga hinchados de tanto llorar, pero como le prometí a Niss: no he llorado en el día de su funeral. Tampoco he podido sonreír, pero algo es algo.
Airy se me acerca con una copa y él sí está sonriendo.
Jamás lo he visto llorar en toda mi vida, a pesar de que es mi hermano, pero esta vez, sus ojeras y la hinchazón alrededor de sus ojos lo evidencian.
No puedo imaginarme lo que es perder a un mejor amigo; un hermano de otra familia.
—¿Quieres? —pregunta.
Niego con la cabeza.
—Disfruta tú.
Él carcajea antes de terminar la bebida de un trago.
—Hay buen clima —dice.
—Sí, lo sé.
—Él estará bien.
Me relamo los labios y asiento, sintiendo mi vista nublarse de nuevo.
—A él le hubiera gustado escuchar tus chistes.
—Lo sé, han sido muy buenos. He usado todo mi arsenal —ríe.
—Sí... ¿nos quedaremos aquí?
Sorbo mi nariz y parpadeo varias veces, evitando que cualquier lágrima se deslice por mis mejillas.
—Sería lo ideal, pero no tenemos nuestras cosas —bufa.
—¿Podríamos trasladarlo todo hoy?
—Si lo tienes todo preparado...
—Entonces, mañana.
—Hay que despedirse de tía Audrey y agradecerle por todo.
—Lo sé —murmuro.
—Empezaremos de nuevo, Mya. —Besa mi frente.
—Lo sé, Airy.
Dos años después.
—Cuando te echo de menos, escucho las canciones que me enseñaste —dije, mirando al cielo.
Estaba al lado de la tumba de Niss, sentado sobre la tierra, apoyado sobre la lápida.
Una brisa acarició mi cabello, lo que tomé como su respuesta. Sonreí.
—Le he prometido a Tyler que hoy iría a la cafetería, así que me iré, pero volveré pronto, ¿sí?
Me levanté y sacudí mi pantalón en el proceso. Estiré mi espalda, pues había estado bastante tiempo en la misma posición.
Dejé una amapola sobre el suelo y me despedí con la mano, a pesar de que no había nadie.
Paré a un taxista para que me llevara a la cafetería en donde el teñido trabajaba. Al llegar, entré, escuchando la condenada campanita alertar mi llegada.
Tyler al verme, se cruzó de brazos y alzó una ceja tras el mostrador.
—¿Qué hace aquí mi cumpleañero favorito? —se burló.
—Tú me pediste que viniera hoy. —Le saqué la lengua.
—Es verdad, quería darte mi regalo de cumpleaños.
—¿Tu regalo?
Asintió, girándose y preparando una bebida. Al terminarla, dejó el vaso delante de mí.
—Es una bebida nueva —aclaró.
—¿Ese es el regalo? —bromeé.
—Obviamente, tengo más, pero primero bébete esto.
—¿Qué es? ¿Me vas a envenenar? —cuestioné.
—Un batido de helado de brownie y leche —explicó—. Hecho especialmente para ti —sonrió con orgullo.
Tomé un sorbo, sintiendo mis papilas gustativas ser bendecidas.
—¿Y esto? —Abrí la boca, sorprendido.
—Solo estuve investigando tus gustos con Airy.
—¿Airy? ¿Él también está metido en esto?
—Él es el que más te quiere y te conoce —bufó.
Carcajeé.
—¿Y dónde está?
—Yendo a por el resto del regalo.
Antes de que pudiéramos seguir conversando, la entrada de un grupo lleno de adolescentes alborotó la cafetería y Tyler tuvo que atenderlos. Mientras tanto, yo me dirigí a una de las mesas, mandándole un mensaje a mi hermano para preguntarle qué iba a traer.
Pero claro, por estar distraído, choqué contra alguien, tirándole encima mi batido.
—Al menos no me ha caído a mí —solté sin querer. Me tapé la boca—. Digo, ¡lo siento mucho!
El chico me miró con media sonrisa y comenzó a carcajear.
—No pasa nada.
Lo observé con cuidado. No estaba seguro, pero me sonaba de algo; su cabello oscuro, sus ojos grises...
—¡Mya! —chilló una voz que reconocía a la perfección.
—¡Nix! —repetí con el mismo tono, extendiendo mis brazos para abrazarla.
Ella se abalanzó sobre mí y dejó besos por todo mi rostro.
—Feliz cumpleaños, cumpleañero —dijo burlonamente Arley, quien se acercó andando.
—¿Qué hacéis aquí? —pregunté, sorprendido.
—Los he traído yo —sonrió Airy—. Feliz cumpleaños, enano.
Se acercó a mí y me dejó un beso en la frente.
Hice un puchero.
—¿Sois mis regalos de cumpleaños?
Ambos asintieron.
—¡Y traemos más! —exclamó Nix, señalando las bolsas que llevaban Airy y Arley.
—No necesitaba nada... Con vuestra presencia era suficiente —murmuré.
—¡Babosadas! —respondió Nix.
—Verdad, no todos los días se cumplen veinte años, pequeño Mya. —Arley dejó los regalos sobre una de las mesas.
Tyler se acercó con una sonrisa.
—¿Te gusta?
Asentí con fuerza.
—Mucho.
—Me alegro, porque nos ha costado horrores traerlos —bufó.
—Gracias, Ty-Ty. —Me incliné para dejar un beso en su mejilla.
—De nada, ahora Ty-Ty se va a trabajar —gimoteó, yendo a la barra.
Entonces, recordé el accidente que había tenido anteriormente y miré al sujeto. Ya sabía de qué me sonaba.
—¿Te encuentras bien, Sher? —sonreí con inocencia.
—Guau, ¿te has acordado de mi presencia, Mya? —Se cruzó de brazos.
—¡Perdón! —Agarré servilletas e intenté limpiar la mancha en su sudadera, pero eso solo lo extendió. Por ello, tomé la opción de dejar de restregar y solo presionar para secarla.
—Acabáis de reencontraros y ya empezáis mal —rió Nix.
—¡Cállate! —Me sonrojé, avergonzado.
—No importa, puedo lavar la sudadera, Mya. —Sher intentó apartarme, pero me negué.
—Te la lavo yo. Quítatela —ordené.
—Qué atrevido. —Airy pasó por mi lado y se sentó.
—¿Qué...? —Tragué saliva y agaché mi cabeza, sintiendo mis mejillas arder—. Me refería solo a la sudadera para poder lavarla, sí, eso.
—Te he entendido —rió Sher.
Suspiré, más avergonzado. Él se quitó la sudadera y me la entregó después de que insistiera mucho, porque no quería.
Me dirigí al baño y froté la mancha, pero no sirvió para nada.
—Te la devuelvo otro día —murmuré al volver a donde estaba el resto.
—¿Y vas a dejar que el pobre muera de hipotermia dejándolo con solo una camiseta en pleno otoño? —cuestionó Nix.
—¿Y qué hago? No puedo dejar que se lleve la sudadera así.
—Tus problemas, tus soluciones. —Se encogió de hombros.
Miré a Sher, haciendo un puchero.
—Está bien, solo es una mancha —carcajeó—. Puedes compensarme de otra forma.
—No vendo mi cuerpo —declaré.
Él comenzó a reír con más fuerza.
—Yo solo iba a pedir que me invitaras a un batido o algo.
Desvié la mirada, sintiendo cómo todo el peso de la vergüenza caía sobre mí.
¿Y si te callas la puta boca? Gracias.
—Puedo hacer eso.
—¿En serio? —cuestionó Nix—. Ya podrías haberle pedido una cita.
Entonces, levanté una ceja y la miré, incrédulo.
—¿Puedo preguntar por qué se encuentra aquí?
—Estudia en tu misma universidad —sonrió con inocencia Nix—. Pero como estudia otra carrera, no lo habrás visto.
—En realidad, nos hemos visto varias veces, pero viendo lo que le ha costado reconocerme, seguramente no me identificaba —sonrió socarronamente el susodicho.
—¡En mi defensa, no me acordaba de ti!
—Auch —soltó.
—Oh, eso es un corazón roto, tendrás que sanarlo con una cita —se burló Arley.
Lo miré mal y le saqué el dedo del medio, pero Nix pareció tomárselo en serio.
—Deberíais. Pegáis mucho, lo sabéis, ¿no?
—Eso de que intentes emparejar a mi hermano con tu amigo me perturba, Nix —confesó Airy.
—¿Me estás intentando emparejar con Sher? —pregunté yo.
—Se enteraba ahora. —Arley estalló en carcajadas.
Antes de poder quejarme, la extravagante entrada de Hassel junto a Zack, Thiago, Ben, Elián y Kyle me sorprendió.
—¡Feliz cumpleaños, Mymi!
Desvié la mirada al notar la atención del resto de clientes en mí.
—Lo estás avergonzando —sonrió Zack.
—Lo sé, esa es la intención —contestó su novio entre risas.
—Buenas a ti también, Hassel —bufé.
—Hola, bebé. —Me abrazó y dejó un beso en mi mejilla—. Cada año te me haces más grande. —Hizo un puchero.
—Pero solo de edad, porque de altura no —dijo Airy burlonamente.
Le saqué el dedo del medio a él también y saludé al resto.
Acabamos juntando varias mesas para poder sentarnos todos juntos.
Habían preparado una fiesta de cumpleaños sorpresa y estaba agradecido, aunque hubiera estado conforme solo con la presencia de mis mejores amigos, a quienes llevaba sin ver bastante tiempo debido a la lejanía de nuestras universidades, aunque nos llamábamos de vez en cuando.
Intentamos molestar lo menos posible al resto de clientes, pero cuando Tyler terminó su turno y se sentó junto a nosotros, todo se volvió un caos.
Reímos y nos divertimos, como en los viejos tiempos. Era raro poder juntarnos en estas fechas, pues todos vivían en lugares distintos.
Terminamos cerca de medianoche y, aunque la cafetería cerraba incluso antes, el jefe le había confiado las llaves a Tyler por no interrumpirnos. Era un amor de persona.
Salí por la puerta, abrigándome con una bufanda que me habían regalado y esperando al resto fuera, pues se pusieron a recoger y no me dejaron ayudar porque, a pesar de que había terminado el día, yo seguía siendo el cumpleaños.
—Ey.
Salté en mi sitio, sobresaltado.
—Ey, Sher —dije, viendo cómo el vaho salía de mi boca por el choque de temperaturas.
—Lo de la cita no era una broma —murmuró.
—¿Qué?
—Lo de esta tarde —sonrió.
—¿No tienes frío solo llevando esa sudadera? —Cambié de tema.
—No, estoy acostumbrando.
—No dirás lo mismo mañana cuando tengas un resfriado.
—Sabes que el frío no provoca resfriados, ¿no?
—¿Acaso eres doctor? —resoplé.
—Estudio medicina —sonrió socarronamente.
Abrí y cerré la boca varias veces.
—Si esa es tu forma de conseguir una cita, que sepas que lo estás haciendo fatal. —Me sonrojé.
—¿Y cómo debería hacerlo?
—No sé, ¿como una persona normal?
—Bueno, Mya, ¿podría usted decirme qué días está libre para poder establecer alguno en el que podamos encontrarnos los dos juntos, a solas?
—Seriedad, por favor.
—¿No es eso lo suficientemente serio? —Hizo un puchero.
—Te he pedido que seas normal, no formal —reí.
—¿Cuándo estarías libre? —repitió, pero esta vez correctamente.
—El viernes —dije finalmente.
—¿Crees que podríamos...?
—¡Feliz cumpleaños, Mymi! —exclamó Hassel, saliendo para abrazarme de nuevo e interrumpiendo a Sher.
—¿Acaso estás borracho, Kaiden? —cuestioné yo.
—No, pero no estaría mal —rió, pasando su brazo por mis hombros—. Vámonos a casa.
Comenzó a caminar, llevándome con él.
Miré a Sher, quien estaba sonriendo a mis espaldas.
—A las siete, delante de la cafetería —sonreí, dejándole con las palabras en la boca, aún sin entender cómo querría una cita cuando nos acabábamos de reencontrar y de la peor forma: yo echándole mi batido encima.
---
Fin.
MENTIRA JAJAJ, aún queda el epílogo. Que por cierto, lo escribí incluso antes que este capítulo. No sé cuándo subirlo y no sé si me siento preparada ahr.
¿HABÉIS VISTO QUE LOS SEPARADORES BRILLAN? Eso ha sido el trabajo de mi queridísima cherrxdark, gracias por todo el trabajo bb y perdón por nada.
Oficialmente, corono este capítulo como el más largo de la novela con más de 8000 palabras, exactamente 8252 JAJAJA.
No suelo llorar, llorar, pero no os puedo explicar lo que me he deshidratado escribiendo este capítulo. Durante unos instantes, dudé y pensé en hacer que encontrasen una cura para Niss, pero no.
LASÑDJAS esto me ha dolido más a mí que a nadie. No puedo pensar correctamente por todas las lágrimas que he soltado mientras mataba a mi bebé.
Pero al menos Niss se va feliz y tranquilo mientras deja traumatizado de por vida a Mya. Es broma, como veréis, él sigue con su vida, siendo feliz :D y uy, Sher.
Y sí, Niss muere en el cumpleaños de Airy. SOy una mierda de persona, también sí. Pero en mi defensa, ha sido por el bien de Airy y su historia.
Yyy, qué cursilada las canciones KAJDKW perdón. Igual, alguna canción debía haber porque así se llama la novela JAJAJA. Estuve preparándolas durante toda la novela 😔.
La frase: "Puedes ver el sol morir cuando sale la luna" me llega al jodido corazón, 😔.
En fin, besitos mañaneros porque son las putas siete de la mañana y me he pasado la noche escribiendo para poder publicar hoy, porque comienzan los wattys... (Aunque lo subí el 17 a las 23:17, upsi).
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