Capítulo 2: Acordes.
❝ I used to hear a simple song. That was until you came along ❞
—¿Qué prefieres: pijama de camisa o de camiseta? —preguntó Niss, rebuscando en su armario.
—Odio la nieve —gruñí yo.
—Yo no tanto, pero no te he preguntado eso. —Asomó la cabeza para fijar su mirada sobre mí.
Llevaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados desde el momento en el que me había enterado de que tenía que dormir en su casa, lo cual no era realmente un problema. Lo realmente problemático era que tenía que compartir habitación con Niss.
Repito: con Niss.
Lo miré mal y señalé la camiseta que él llevaba para que entendiera qué pijama prefería sin la necesidad de compartir más palabras.
—¿Quieres mi camiseta? Supongo que puedo permitirlo esta vez porque eres mi invitado —bromeó mientras comenzaba a tirar del borde de su camiseta haciendo el ademán de quitárselo.
—¡Dios, no! Por favor. —Me cubrí los ojos, sonrojado.
—Es una broma, Mya —rió y se acercó a mí para apartar mis manos con cuidado—. Anda, te lo tomas todo demasiado en serio.
Colocó su dedo índice sobre mi frente.
—Tus bromas no hacen gracia —refunfuñé.
—Lo siento, lo siento, pararé —sonrió ladinamente, pero no se alejó.
—Estás muy cerca, lo sabes, ¿no? —Tragué saliva—. Invades mi espacio personal.
—Es justo, ¿no? Tú estás en mi habitación, mi lugar privado. —Alzó una ceja.
—Yo no te pedí entrar. —Desvié la mirada.
—¿Entonces te echo?
—Atrévete —lo desafié.
—Mi madre me mata, no, gracias, aún me gusta vivir. —Por fin se alejó y sacó de su armario una camiseta con el logo de su grupo favorito: Kósmos—. Es lo más pequeño que tengo.
—Vale, gracias —musité.
—El baño está ahí. —Señaló una puerta blanca.
—Vaya, baño propio, cosas de ricos que yo nunca podré experimentar —bufé.
Alzó una ceja y sonrió.
—Puedes venir a mi casa cuando quieras y lo sabes.
Volví a sonrojarme.
¿Por qué tenía el poder de hacerlo tan fácilmente? Maldito Niss.
—No es como si yo fuera Airy, que prácticamente vive en tu casa.
—Un Hilliard más, un Hilliard menos, no se nota la diferencia. —Se encogió de hombros—. Además, a Logan le encantas, ¿qué problema habría?
—Que tú y yo no nos llevamos bien —mentí.
Claro que lo hacíamos.
—Lo dirás por ti, ¿no? Yo creo que tenemos mucha química. —Tomó mi mano y tiró de ella para acercarme a él. Colocó una mano en mi cintura—. Pero tú me tratas taaan mal. —Hizo un puchero.
Puse mi mano sobre su pecho y lo empujé con suavidad para poder tener al menos la seguridad de que había una distancia considerable entre nosotros.
—Deja de ser tan infantil y pegajoso.
—Definitivamente eres un aburrido —afirmó mientras se tiraba a su cama.
Rodé los ojos aun sabiendo que no me podía ver y entré al baño. Me aseguré de que el pestillo estuviera bien puesto y apoyé mi espalda sobre la puerta para después deslizarme lentamente al suelo.
Iba a morir de un ataque al corazón si el imbécil seguía provocándome así. Sabía que era un juego para él y que yo era el juguete, simplemente porque habíamos desarrollado esa confianza a lo largo de los años.
Joder, joder, joder.
¿Por qué me pasaba esto a mí? Y sí, estaba entrando en pánico.
Debí pararlo en su momento, pero la primera vez, tentado, le seguí la broma y no pudimos parar. Ahora, él me agarraba de las mejillas, manos y cintura como si nada mientras yo sentía que me derretía lentamente por dentro cada vez que me tocaba.
¿Quién me mandó a enamorarme del mejor amigo de mi hermano?
Encima, tenía que compartir habitación con él los días que me quedara en su casa debido a la estúpida nevada.
Suspiré, me levanté y me desvestí con lentitud, no me apetecía tener a Niss delante por el momento.
Hice una mueca al verme en el espejo, y aunque quise desviar la mirada, no pude evitar analizar lo que veía.
Agité mi cabeza para quitar los pensamientos que me venían y me duché.
Al terminar, me puse la camiseta que me había prestado Niss, la cual, aun siendo la más pequeña de su armario, me llegaba hasta la mitad de los muslos.
Como había dicho anteriormente, la confianza era tanta, que ya ni siquiera me importaba no llevar pantalones delante de él, además de que me venían grandes.
—¿Cuánto mides ahora mismo, Niss? —cuestioné al salir del baño.
—¿Un metro ochenta y seis? —Apartó la vista de su teléfono para mirarme.
—¿Eres una jirafa o qué? ¿Para qué necesitas ser tan alto? —resoplé.
—Me sirve mucho para burlarme de ti. —Me sacó la lengua.
—Idiota. —Dejé los pantalones sobre la cama y me senté a su lado.
Me eché hacia atrás, apoyándome sobre mis brazos.
—¿Prefieres dormir en el suelo o en la cama? —preguntó él de repente.
—¿En la cama? —respondí, dudoso—. ¿Por?
—Porque me toca dormir en el suelo —bufó—. A menos que... me dejes dormir contigo en la cama —sonrió inocentemente. Sus ojos brillaron, parecían suplicar.
—Una pena, te toca dormir en el suelo, Niss.
—Qué malo eres —suspiró.
—Sin arrepentimientos.
Tomó una almohada y una manta y se sentó en el suelo.
—Que sepas que si mañana despierto con dolor de espalda, te voy a culpar.
—Qué pena, me va a doler un montón —me burlé.
—Te odio. —Se cruzó de brazos e infló la mejilla como un niño pequeño.
—Mira cómo lloro —contesté sarcásticamente—. Deja de comportarte como un niño.
—Me tratas fatal.
Se tumbó sobre su almohada y nos quedamos en silencio durante un largo rato hasta que comenzó a tararear.
—¿Qué canción es?
—¿Tienes curiosidad? —sonrió.
—Ya no, mejor me voy a dormir. —Cerré los ojos.
Sentí cómo se sentaba a mi lado porque la cama se hundió.
—Andaaaa.
Abrí los ojos y lo vi haciendo un puchero.
Sentí un flechazo en mi corazón.
Lo admitía, era débil ante sus súplicas y sus pucheros.
—Espero que merezca la pena.
—Te lo prometo. —Saltó y agarró su guitarra, la cual solía dejar en su soporte en la esquina de su habitación, junto a muchas más cosas relacionadas con la música.
Cuando era pequeño, Niss solía tener muchos hobbies y saltaba de uno a otro constantemente, o eso parecía, hasta que conoció la música. Se acabó enamorando y comenzó a dedicar casi todo su tiempo libre a componer y a cantar. Sin embargo, no mucha gente lo sabía fuera de su círculo de amigos cercanos.
Su sueño era crear una banda junto a Airy y otros dos amigos, por eso se esforzaba tanto y eso yo lo pude observar desde que éramos pequeños.
Se volvió a sentar a mi lado y mostró esa sonrisa que lo hacía brillar tanto como siempre.
—¿Es nueva?
—No, es esa que estábamos cantando Airy y yo el otro día. Por fin pudimos componer una melodía acorde a la letra —contó.
—¿No faltaba la letra?
Él agachó un poco la cabeza y asintió.
—Solo tenemos que limpiarla un poco.
—Entonces, ¿vas a comenzar a cantar o me vas a dejar esperando?
Sonrió y comenzó a tocar los primeros acordes, seguidos de unos arpegios.
Me tumbé y cerré los ojos para apreciar la melodía.
Aunque normalmente no podíamos estar en la misma habitación sin soltarnos pullas constantemente, existían estos momentos en donde Niss me hablaba de sus pasiones y podíamos estar tranquilos, disfrutando la conversación y hablando con tranquilidad como buenos amigos.
Me gustaba estar así porque no tenía que pensar mucho sobre el resto de cosas, ni sobre deberes, ni sobre gente desagradable, ni sobre mí mismo. Podía solo prestar atención a Niss y estaba bien, lo disfrutaba.
Hacía tiempo que me había dado cuenta de que estaba enamorado de él y sabía que la razón eran estos momentos en donde reíamos juntos, solo nosotros dos, sin nadie más alrededor.
Tarareó parte de la letra por encima y terminó la canción con un suspiro.
Aplaudí con fuerza.
—Me gusta mucho —admití.
—¿En serio?
Sus ojos brillaron, ¿se podía ser más adorable y obvio?
—Ajam. —Asentí—. Aunque cambiaría un poco los versos del principio.
—Vale, me lo apunto. —Se levantó y agarró una libreta, aquella que usaba para componer y apuntar todas las ideas que tenía, comenzó a escribir y sonrió satisfecho al terminar.
Seguí dándole algunos consejos y comentándole algunas cosas.
—Sigo pensando que deberíais comenzar a subir cosas a Internet.
—Quizá, pero no sé si estoy preparado para que alguien más aparte de ti escuche nuestras canciones. —Se sentó en el suelo y apoyó su espalda en el borde del colchón de su cama.
Yo me giré para acabar con mi cabeza al lado de la suya, solo que la mía estaba colgando sobre el borde porque estaba tumbado, mirando hacia el techo.
—Me siento muy halagado de ser el único que las escucha, pero preferiría que mucha más gente pudiera conocer vuestra música.
Acaricié su cabello como pude. Estaba en una posición bastante incómoda.
—Yo prefiero que seas el único por ahora.
—Ahora me siento mal por dejarte durmiendo en el suelo.
Me cubrí el rostro, intentando ocultar mi sonrojo.
¿Cómo iba a reaccionar después de que me dijera que solo me enseñaba a mí sus canciones?
—Entonces déjame dormir en la cama —rió.
—Solo por esta vez —suspiré.
Ni siquiera pude reaccionar de lo rápido que pasó de estar en el suelo a estar en la cama.
—Gracias.
—Es gracioso que me agradezcas cuando es tu casa y tu cama.
—Por hoy puede ser tuya. —Se acomodó—. O bueno, por los días que te quedes.
—¿Cómo voy a hacer eso? —Tiré de su brazo y me reí.
—Mi casa es tu casa.
Me miró a los ojos y ambos sonreímos.
—Me gusta cuando tenemos estos momentos de tregua.
—¿Tregua? ¿Quién dijo que estábamos en tregua?
Y de repente, se abalanzó sobre mí para empezar a hacerme cosquillas.
—¡Niss! Te voy a matar —solté entre risas—. Suéltame, me voy a asfixiar.
—¿Quién se moriría asfixiado por unas cosquillas? —cuestionó.
—¡Yo! —exclamé.
—No te dejaría morir, ya lo sabes. —Paró.
Le respondí dándole una patada y metiéndome en la cama.
—No vuelvo a ser bueno contigo.
—Auch, ¿por qué?
—Porque a la mínima aprovechas para hacerme cosquillas. —Fingí enfadarme.
Él también se metió bajo las sábanas y me tomó de la cintura, acercándome demasiado a él.
—No lo volveré a hacer, perdóname, Mya, por favor. —Hizo un puchero.
Desvié la mirada para evitar caer en su trampa.
—Anda, Mya, porfaaa. —Me agarró del mentón para que lo mirara a los ojos.
Tragué saliva, sabiendo que ya había perdido.
—Buenas noches, Niss —mascullé y me deshice de su agarre. Escondí mi rostro entre las sábanas y almohadas para que no viera que estaba rojo.
—Mya, lo siento, solo era una broma.
—No estoy enfadado contigo, Niss, no soy tan tonto.
—Entonces, ¿por qué no me miras?
—Porque tengo sueño —mentí.
—¿Qué tiene que ver eso con lo otro?
—Olvídalo y ve a dormir.
Lo escuché resoplar antes de que la habitación se quedara a oscuras porque apagó la luz. Las sábanas se movieron un poco antes de que todo se quedara quieto y en silencio, haciendo que me diera cuenta que la casa de Niss era más oscura que la mía en general, y que a mí me daba miedo la oscuridad.
Tragué saliva y deslicé mi mano hasta encontrar la de Niss.
—¿Ocurre algo? —susurró él.
—Ya sabes que le tengo miedo a la oscuridad.
—Cierto, ven. —Tiró de mí y juntó su pecho contra mi espalda, después colocó sus brazos sobre mi cintura —. ¿Estás incómodo?
Negué con la cabeza y, de hecho, me acomodé un poco más.
Estar entre sus brazos se sentía bastante más reconfortante de lo que pensaba.
—Buenas noches, Niss. —Me atreví a repetir, pero esta vez con un tono más suave.
Luego de unos segundos de silencio, me respondió.
—Buenas noches, Mya.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top