Capítulo 13: Solo somos nosotros.
❝ I said, 'I would never fall unless it's you I fall into'. I was lost within the darkness, but then I found him. I found you ❞
Ojalá pudiera decir que la cena fue bien, que fue perfecta y no hubo problemas, pero estaría mintiendo.
Comenzó excelente, no lo iba a negar. Sin embargo, cuando mi madre abrió la boca, ya supe a dónde iban a ir los tiros de la conversación de este año.
—Y bien, Niss, ¿tú qué tal? ¿Tienes novia o alguna chica que te guste? —le preguntó.
Fingí seguir comiendo con normalidad, aunque para ese momento, ya ni siquiera tenía hambre, por no mencionar que de por sí tampoco me apetecía comer mucho.
Lo vi tensarse al instante. Se encontraba sentado delante de mí, entre Airy y Hassel. En cambio, yo estaba entre mi madre y mi padre, uno en cada lado.
—Ehm, ¿depende? —respondió con duda.
—¿De qué depende? ¿Acaso aún no le has pedido salir? Quizá podrías hacerle una propuesta muy romántica, con flores y una cita, ya sabes —sugirió mi madre.
No sabía ni siquiera cómo reaccionar ante sus palabras, ni yo ni Niss.
—Oh, bueno, creo que no le van esas cosas. Es más de, ¿dejarlo fluir?
—Pero podrías probar —insistió mi madre.
—Mamá —siseé para que se callara.
Vale, una curiosidad de Niss es que era muy malo mintiendo. Demasiado. Podía ser buenísimo ocultando y omitiendo información, pero mintiendo era como un niño pequeño. Si mi madre seguía insistiendo en sonsacarle información, Niss acabaría soltando cosas.
—Oh, vamos, Mya, ¿no te causa curiosidad? Niss ya es mayorcito y aún no ha tenido novia.
—Que tú sepas, mamá. Igual sí ha tenido y no lo sabes.
Frunció el ceño y miró hacia Niss.
—¿Has tenido novia, Niss?
Este, algo cohibido, asintió.
—Oh, pues solo faltas tú, Mya.
Y entonces, me atraganté con mi propia saliva. Algo alarmado, Niss me pasó un vaso de agua y mi padre me dio unas palmaditas en la espalda.
—Mamá, solo tengo diecisiete años.
—Tu padre y yo comenzamos a salir a los dieciséis —rebatió.
—Claro, en el siglo pasado en donde era normal que las niñas de quince se casaran con hombres de cuarenta —refuté.
—¡Mya! —Me miró mal.
No me apetecía mucho discutir con ella. Sabía que saldría perdiendo y con más problemas psicológicos de los que ya tenía.
—Es que no entiendo por qué la insistencia —mascullé.
—Porque me gustaría conocer a mis nietos antes de morir —refunfuñó.
¿Y ahora cómo le decía que eso no iba a pasar?
—Ay, Nelly, no presiones tanto a tu hijo, anda, que aún es joven —dijo la madre de Niss.
Gracias, tía Audrey.
—Pero ya está creciendo y no hace nada productivo —suspiró mi madre.
Ah, cómo me encantaba cuando mi madre invalidaba todos mis logros solo por atreverme a contradecirla.
—Pero, ¿Mya no había conseguido la máxima puntuación en las olimpiadas estas que hacen en la escuela? —Esta vez habló el padre de Niss.
—Sí, pero ese es su único deber. Airy a su edad ya había comenzado a trabajar —expuso mi madre.
Airy había comenzado a trabajar porque mi madre se negaba a comprarle un portátil para sus estudios y solo me llevaba un año. Sabía que si estuviéramos a solas, él me diría que no le hiciera caso a mamá porque siempre soltaba este tipo de comentarios.
—Aun así, no estaría mal que de vez en cuando le celebraras algunos logros —aconsejó tía Audrey.
Al final, la conversación solo era entre ellos, porque el resto nos callamos.
No me iba a hacer el sorprendido, porque no lo estaba. Siempre era lo mismo. Para mi madre, mi deber siempre había sido ser el primero en todo lo que hacía. Cuando lo conseguía, todo bien, pero cuando no, era una decepción. Ni siquiera tenía la opción de decidir. Era una cosa o la otra.
Para ella, mi futuro ya estaba decidido desde que nací y había estado disciplinándome para ello, para conseguir lo que ella quería. Me había estado metiendo poco a poco, desde pequeño, la idea de la perfección y el éxito y, aunque ahora entendía que eso no era todo en la vida, estaba implementado en mi mente como un chip.
Era fácil para el resto decirme que no tenía por qué perseguir los ideales de mi madre. Era fácil porque ellos no vivían con el constante miedo a la decepción y el rechazo. Si tan sencillo era como lo decían, haría tiempo en el que yo no tendría ni ansiedad ni episodios depresivos.
Pero había otra cosa que me ataba aún más fuerte: el hecho de que no tenía nada más aparte de esto.
Podría dejar de sacar siempre dieces, podría dejar de intentar ser el mejor en todo, podría dejar muchas cosas, pero, ¿qué quedaría de mí entonces?
Todo mi ser había sido creado a partir de los ideales de mi madre. Si perdía eso, me perdería a mí mismo y lo tenía muy claro. Y quizá, en lo más profundo de mi ser, yo también era como ella.
Mierda, Niss, ¿con qué clase de persona has decidido juntarte?
De repente, sentí una patadita por debajo de la mesa. Observé al culpable, molesto, pero me encontré la mirada apenada de Niss y él vocalizando sin hablar:
"¿Estás bien?"
Negué en respuesta y él abultó su labio inferior. Discretamente, me entregó una de las flores que adornaban la mesa junto a una servilleta. Nadie pareció darse cuenta porque se encontraban en un acalorado debate del que no me había enterado bien.
Desdoblé la servilleta para ver lo que había escrito Niss.
"Una flor para otra flor."
No pude evitar soltar una suave risa. Me sentí mil veces mejor cuando él me sonrió de vuelta.
—Voy a por los regalos, ya casi es la hora de entregarlos y yo ya estoy lleno —me excusé y me levanté de la silla.
—¿Necesitas ayuda, Sunshine? —preguntó Niss.
—Deja de llamarme así, teñido y sí, necesito ayuda, pero no tuya. —Le saqué la lengua de broma.
—¿Y eso? —cuestionó mi madre.
—¿Qué cosa? —Tragué saliva.
—Que Niss te llame Sunshine.
—Eso es porque Mya es el solecito de mis mañanas, el que me ilumina cada día —explicó él.
La broma se estaba yendo un poco de las manos.
—Es porque a Mya le molesta —corrigió Airy.
Niss rió en respuesta y soltó un "quizás es eso o lo otro, nunca lo sabréis".
—Me alegra ver que últimamente os lleváis mejor —suspiró aliviada tía Audrey.
Me sentía algo culpable porque no solo nos llevábamos mejor, sino que me había estado besando con Niss por cada parte de la casa cuando no había nadie, pero eso no tenía por qué saberlo.
—Siento que Mya sea tan maleducado con Niss. —Mi madre negó con la cabeza.
No pude evitar apretar los labios con cierta rabia.
—Entonces iré arriba —informé.
—Voy contigo, también he terminado de cenar.
Y con toda la naturalidad del mundo, Niss y yo subimos a su habitación mientras nos pinchábamos como solíamos hacerlo delante del resto. Sin embargo, cuando cerró la puerta, me abrazó por la espalda para comenzar a dejar besos sobre mi nuca y cuello.
—Niss —susurré con cierto reclamo.
—He cerrado —indicó.
—Aun así...
—Aun así, nada, tu madre se ha pasado. —Frunció el ceño—. Que sepas que no tienes el deber de impresionar a nadie, jamás.
Dejó un beso en mi mejilla y se sentó sobre su cama. Palmeó varias veces sus piernas, insinuando que me sentara sobre ellas. No me negué y obedecí. Apoyé mi cabeza sobre su hombre y aproveché para dejar un beso en su cuello.
—Por cierto, ¿cómo has improvisado tan rápido lo de Sunshine?
Él rió suavemente.
—Porque era verdad —confesó, estrechándome entre sus brazos.
Pude sentir cómo mi corazón latía desbocadamente.
—Niss, me gustas muchísimo —solté de repente.
Era la primera vez que lo admitía en voz alta y con él delante.
—Ay, Mya, yo también te quiero un montón.
Y eso era una de las cosas que me gustaba tanto de él. Que todo parecía ser normal con Niss. Besarse, reírse, hablar, decirse te quiero o lo que fuese como si de un hábito común se tratara.
Sabía que si algún día me atreviera a decirle que lo amaba, él me respondería lo mismo con seguridad. Con él no tenía el miedo a la decepción y el rechazo que tenía con el resto del mundo.
Con él podía ser yo y ser feliz.
—¿No deberíamos bajar? —pregunté—. Van a sospechar si tardamos tanto y solo bajamos con tres regalos.
—Dame dos minutos —sonrió y me abrazó aún más fuerte—. Que sepas que eres perfecto como eres y no tienes por qué escuchar lo que dice tu madre. Para mí siempre has sido el mejor en todo. Desde que nos conocimos hasta ahora.
—Dudo que con cuatro años pudiera ser el mejor en todo —bromeé.
—Shh, eso es algo subjetivo y para mí lo eras. Así que cállate.
Una risa brotó de mi garganta. Salió sola, sin que tuviera siquiera que fingirla.
—Qué tonto eres.
—Y aun así te gusto.
—Sí, mucho.
Y después de más de dos minutos, nos levantamos y agarramos los regalos que habíamos dicho que íbamos a bajar. Niss se ofreció para llevar los más grandes y pesados y, aunque me negué, lo hizo. Yo llevaba más cantidad, pero la mitad apenas pesaba y los que lo hacían, tampoco era demasiado.
—Mira que tardáis —se quejó Hassel, sentado en el sofá.
—Pues haber ido tú, listillo —le replicó su hermano mayor.
—No, qué pereza. —Desvió la mirada.
—Serás... —rió Niss.
Dejamos las cajas y bolsas al lado del árbol de Navidad y mientras nuestros padres recogían la mesa y lavaban los platos, los niños nos sentamos en el suelo, listos para repartir y abrir los regalos.
Todos estaban emocionados, incluyéndome, pero yo lo estaba más por dar que por recibir. No era mi intención presumir, sin embargo, el regalo que había preparado para Niss era increíble, o al menos eso esperaba.
—¡Mamá, papá, tíos, tenéis que daros prisa! ¡Quiero abrir los regalos! —chilló Logan.
—No grites tanto, niñato —gruñó Hassel.
—Eres un amargado, seguro que es porque sabes que no eres el favorito de la familia. —Le sacó la lengua.
—¡Toma! Lo que te ha dicho —rió Airy, metiéndole más leña al fuego.
—Ni que tú lo fueras —siseó el pelinegro.
—¡Mentira! Mamá me dijo que sí. —Infló sus mejillas.
—Te mintieron, como cuando te dijeron que no eras adoptado. Sí lo eres.
—Lo que te ha dicho —agregó Eira.
Miré en dirección a Niss, quien parecía divertirse con la situación. Se sentó a mi lado, por lo que lo tenía cerca. Para molestar, introduje mi mano —fría— por debajo de su camiseta. Reaccionó al instante, saltando levemente en su sitio. Me dedicó una mirada de sorpresa y susurró en broma:
—Pensaba que no querías que nos descubrieran.
Saqué mi mano al instante, sonrojado.
—Solo quería molestar.
Él soltó una risa y negó con la cabeza.
—Eso jamás me molestaría y menos si el culpable eres tú. De hecho, jamás me molestaría contigo.
—Eso no lo sabes. Igual algún día sí.
—Qué negativo eres —bufó.
Sonreí y negué con la cabeza.
—Por cierto, ¿dónde está Myla?
Myla era la hermana mayor de Niss, la cual estaba a punto de graduarse de la universidad.
—Está celebrando la Navidad con sus mejores amigos. —Se encogió de hombros.
—Oh.
Volví a contemplar el espectáculo de los otros dos hermanos, viendo cómo Logan se había abalanzado sobre Hass para pegarle mientras Airy grababa la escena con su móvil, entre carcajadas y Eira soltaba más comentarios para avivar más la discusión.
Afortunadamente, era obvio que iban de broma, porque si fuera en serio, sería una pelea difícil de detener.
Seguía sintiéndome culpable por lo que le había dicho Hass hacía algunas semanas y, desde entonces, llevaba sopesando opciones para disculparme. Llegué a la conclusión de que en la entrega de regalos sería el mejor momento.
A lo mejor me perdonaba y a lo mejor me mandaba a la mierda. Cualquier opción era posible.
Cuando llegaron nuestros padres, cada uno ya había localizado su bolsa o caja. Entre los pequeños, nos organizamos para regalarles algo en conjunto que pudiera gustarles. Lo mismo habían hecho ellos para nosotros.
Yo acabé por recibir un iPad, lo cual me sorprendió gratamente, pues no me lo esperaba, y menos por parte de mis padres. Y quizá y solo quizá, lloré un poco por la felicidad.
Siempre podía hacer la broma de que compensaba todos los traumas de mi infancia, aunque no lo haría delante de mis progenitores.
Al llegar el turno de entregarnos los regalos que nos habíamos hecho entre nosotros (sin contar con los adultos), yo decidí dejar el de mi teñido favorito para el último.
Me disculpé con Hassel mientras le entregaba el suyo. Este ni siquiera se acordaba ya de lo que había pasado y hasta se burló de mí por sobre pensar demasiado.
—Te preocupas de más —carcajeó—. Ni siquiera me acordaba. Solo fue un cabreo momentáneo. —Se encogió de hombros.
—¡Pero no me hablabas! —le reproché.
—Porque tú no lo hacías antes.
—Porque pensaba que estabas enfadado —repliqué.
—No lo estoy, tranquilo. Y gracias por tu regalo, qué detallista. Serías un buen novio —se mofó.
—Cabrón —siseé casi al borde de las lágrimas.
—Anda, no llores. Un abracito y queda todo perdonado, ¿no?
Se acercó y me rodeó con sus brazos. Lo imité maldiciéndolo entre murmullos mientras él se reía sin control.
Aproveché que todos estaban ocupados en otras cosas excusándome para ir al baño cuando en realidad no era verdad. Me tomé la libertad para agarrar la sorpresa de Niss y ponerla en su habitación, dejándole otros pequeños detalles alrededor.
Prefería dárselo en privado, quizá por vergüenza o quizá porque quería ser el único que tuviera la oportunidad de verlo.
Preparé una cámara porque quería mantener el recuerdo de su reacción. Era una nueva necesidad que había surgido en mi corazón y yo lo iba a seguir.
Al caer la medianoche, todos nos repartimos en habitaciones para dormir. Tuve la grandísima suerte de acabar con Niss porque lo hicimos mediante sorteo, situación inesperada que podría haber arruinado lo que tenía preparado, pero por una vez, la suerte estaba de mi lado.
Me sorprendió que Niss ni siquiera me hubiera reclamado por no darle nada más que un libro para esconder el verdadero regalo.
—¿No estás decepcionado? —cuestioné mientras subíamos las escaleras.
—¿De qué hablas?
—Solo has recibido un libro de mi parte mientras que el resto te ha dado cosas increíbles.
—Mya, me lo has regalado tú, eso ya lo hace increíble. —Frunció el ceño—. Así que no digas tonterías.
Me coloqué delante de su puerta, impidiéndole el paso.
—¿No esperabas más de mí?
—¿A qué te refieres? —Alzó una ceja.
—No sé, un regalo más elaborado, quizá.
—Mya, no me importa lo que pienses, para mí es más que suficiente este libro. —Lo abrazó con fuerza.
Mi corazón iba a sufrir un paro cardiaco, debía admitirlo, Niss me iba a volver loco.
—Pero tú me has regalado el vinilo que llevaba deseando desde hacía tiempo —repliqué con un hilo de voz.
—Y tú el libro que yo llevaba deseando desde hacía tiempo —me imitó—. Además, no te hice el regalo esperando nada a cambio.
—Qué tonto eres —resoplé finalmente y le abrí la puerta—. Voy a acabar pensando que no me conoces lo suficiente como para creer que iba a ser tan cutre como para darte algo tan simple.
Le saqué la lengua y lo agarré de la muñeca para tirar de él hasta delante de la sorpresa que le había hecho, asegurándome de cerrar la puerta con pestillo y que la cámara enfocara bien la cara de Niss.
—¿Qué es esto, Mya? —preguntó, confuso.
—Tu regalo —contesté.
—Mya, pero esto es...
—Una guitarra. Nueva. La que viste en la tienda de música cuando salimos a comprar regalos y pareció gustarte tanto.
—¿Cómo vas a regalarme esto? —cuestionó con cierto tono de reclamo.
—¿Por qué no lo iba a hacer?
—¡Es muy caro! Además de que ya tengo una.
—Siempre puedes tener otra. —Me encogí de hombros.
—¡Mya! Esto te debe haber costado demasiado, devuélvelo.
—No está bien hablar del precio de los regalos. —Abulté mi labio inferior.
—Mya...
—Solo es un detalle, Niss, ni siquiera costó taaaanto.
—¿Cómo lo pagaste?
—Quizá y solo quizá con los ahorros de toda mi vida —tosí lo último para que no se escuchara con claridad.
—¡Mya! —exclamó con reproche.
—Vas a acabar desgastando mi nombre.
—¿Cómo vas a regalarme esto?
—Porque aunque intentes ocultarlo, sé que desde hace tiempo has querido esta guitarra y que has estado ahorrando para obtenerla.
—La intención era comprármela yo —susurró.
—Pero lo he hecho yo antes.
—Mya —sollozó.
Vale, quizá esperaba parte de su reacción cuando me recriminó por la guitarra, pero no esperaba que se pusiera a llorar.
—Niss, lo siento, lo siento, si tanto lo odias, puedo devolverlo, de verdad —balbuceé mientras me acercaba a abrazarlo.
—No lo odio, solo me sorprende que realmente te hayas estado fijando tanto en mí desde hace tanto tiempo —lloriqueó.
—¿Por qué?
—Porque a veces llegaba a pensar que de verdad me odiabas. —Hizo un puchero.
Se sentó sobre su cama y yo le limpié las lágrimas que se deslizaban por su cara.
—Nunca te he odiado —revelé—. Y de hecho, me has gustado desde siempre, desde que éramos pequeños —confesé con un hilo de voz.
Me miró con los ojos muy abiertos y comenzó a llorar de nuevo.
—Te quiero, un montón —musitó.
—Niss, yo también te quiero, un montón.
Dejé un beso sobre su frente y nos quedamos abrazados por mucho, mucho tiempo.
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Como que estoy yo actualizando demasiado, ¿no? AKJSDHAK, la verdad es que estoy intentando ponerme al día con todas las historias. Aunque solo menciono que debo actualizar, en verdad a este punto, la novela ya debería haber terminado o estado a punto de terminar, pero yo es que procrastino demasiado KLASJDAHKL.
En fin, espero conseguir realmente ponerme al día y espero que os haya gustado este capítulo. Es muuuy cursi, pero al menos no es relleno y la historia está avanzando :').
Yo en este momento amo demasiado a Niss y a Mya y la pareja que conforman. Lo gracioso es que apenas han comenzado y aún les queda un par de dramas por superar, pero confío en que estarán bien, a su manera, pero bien.
Que sepáis que un comentario y un voto siempre son agradecidos 🫡.
Ahora sí, besitos de media mañana y a dormir porque son las 4 de la mañana y son más de 3000 palabras las que os habéis leído 😻.
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