Más enfrentamientos

El inglés siguió meditando lo que podía hacer durante varios minutos, hasta encontrar la solución. Si era para demostrar que estaba feliz, qué mejor manera que casándose ¿no? Así el escribano estaría fuera de dudas y él podría regresar pronto a su antigua vida con su novia. Sabía que sería un poco descabellado pedirle al rey casarse con su amada, pero no estaba demás intentarlo.

Él sólo quería tirar la puerta de una patada para que dejen de tenerlo como un animal en cautiverio, más por la paz decidió esperar a la hora del almuerzo para pedirle a Britanny que mandara llamar al rey y poder hablar con él. Las horas pasaron para él más rápido de lo normal. A pesar de todo lo que estaba pasando, estaba muy feliz de volver a tener cerca de él a su querida chica.

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Preparaste la bandeja para llevarle el almuerzo al inglés en su cuarto. A la mañana, tardaste en bajar lo suficiente como para ganarte unas miradas de extrañeza por parte de la mayoría de las sirvientas. Pero con lo que pasó, lo que menos te importa ahora es lo que piensen los demás.

Subiste con cuidado por las escaleras hasta llegar al cuarto de Arthur. Mirándote raro, los guardias te dejaron pasar. No es que te importe, ¿pero si escucharon algo? Dios, qué vergüenza. Pensando en eso no te diste cuenta lo roja que estaba tu cara a la hora de entrar al cuarto y poner la bandeja sobre el escritorio. Arthur estaba sentado en él clavándote la mirada desde que se abrió la puerta, cosa que te estaba incomodando un poco.

Aquí está su almuerzo, señor... —trataste de romper el silencio.

Sin despegarte la mirada se levantó y acercó lentamente a ti. Volteaste hacia otro lado para no encontrarte con su mirada ¿la razón? No querías ver su maldita sonrisa de triunfador en su rostro ¿por qué? Pues porque por culpa suya ¡ahora todos en el palacio te miraban raro!

Honey, ¿Te pasa algo? Tu cara está bastante roja... —pudiste escuchar que soltó una risilla.

Adiós al intento de mantener la compostura.

Tú... ¡cejón pervertido! —le gritaste lo más bajo que pudiste para no alertar a los guardias de afuera.

Él se quedó mirándote, intentando contenerse la risa, aunque le era imposible. Lo amas, pero ¡a veces se pasa! Cruzaste los brazos mirando hacia otro lado, esperando a que dejara de reírse algún día. Cuando se calmó, siguió mirándote con la misma sonrisa de esta mañana, tomó tu mano delicadamente para besarla, inclinándose hacia ti, haciendo una reverencia, sin dejar de mirarte.

—¿Lo dices por lo que hicimos esta mañana? Entonces tú mmmf...! —le tapaste la boca.
—¡Ni se te ocurra decir algo más! ¡Ahora todos me miran raro por culpa tuya! Rayos, con lo que me costó llegar hasta aquí.... —suspiraste sin sacarle la mano de la boca.

No es que no te gustó lo que pasó ni nada, pero es que, ¡se podía haber evitado! Intentó decir algo pero presionaste más fuerte tu mano contra su boca. Estabas un poco molesta, y no se lo ibas a dejar tan fácil. De un momento a otro comenzó a mirarte de manera seductora, haciéndote sentir más incómoda.

Sabía que no ibas a soltarlo, y no se le ocurrió mejor forma de que lo hagas que lamiéndote la mano.

—¡¿Qué rayos estás haciendo?! —apartaste tu mano de inmediato, más ruborizada que antes.

Su sonrisa creció más, siempre se sale con la suya este hombre.

—Eres tan linda cuando te enojas... —rió.
—Hmph... si te sigues burlando de mí ya verás que no tanto... —cruzaste otra vez los brazos.

Es que... ¿tanto tiempo encerrado le afectó el cerebro o algo? ¡Ya se estaba pasando!

Al darse cuenta que ya estabas bastante molesta, se acercó para abrazarte, pero se lo impediste apartándolo con tus manos sobre su torso. Suspiró feliz, levantando tu cabeza gacha con su mano en tu barbilla, dejándote ver su tierna mirada. Cualquiera se conmueve así, y aunque logró ablandarte el corazón con esa expresión, no se lo ibas a demostrar. Simplemente volviste a suspirar, dejando de esforzaste por apartarlo. Se acercó más, rodeando tu cintura, y acercando sus labios a los tuyos para besarte tiernamente. Se apartó apenas para hablar, sin dejar de mirarte tan amorosamente.

—Lo siento, sweetie, pero de verdad te extrañé mucho... —te abrazó de manera protectora, acariciando tu cabeza recostada en su pecho—. I really love you... —susurró en tu oído.

Tú te quedaste callada todo el tiempo ¿cómo enojarse con él? Tú también lo extrañabas demás, la diferencia es que tú supiste contenerte... hasta cierto punto. Levantaste tu rostro para volver a besarlo, abrazándolo fuerte. También lo amas, y no lo puedes negar. Y si el sentimiento es tan fuerte, qué importa ya lo que pase.

—Se enfriará tu comida... —dijiste con una sonrisa.

De nuevo besó tu mano y se sentó a comer. Mientras tanto, te acercaste a la ventana, mirando el paisaje. Su ventana daba al jardín del palacio; enormemente majestuoso. Una gran fuente adornaba el centro del lugar, rodeada de coloridas flores. Todo el jardín estaba bordeado de hermosas rosas rojas. En los árboles se posaban pájaros de distintas especies, que al cantar todos juntos producían una hermosa melodía. El cielo estaba parcialmente nublado, a pesar de eso los rayos del sol alumbraban el jardín entre las nubes.

A pesar de ser tan bello, se veía muy artificial. Extrañabas las plazas de tu barrio, los parques, la playa... extrañabas tu vida en tu país. A quien echabas de menos era a Ana, quien siempre estaba a tu lado dándote ánimos para todo. Hubiera sido genial que viniera contigo al palacio, así no te sentirías tan desamparada. Porque a pesar de tener a Arthur cerca, no es suficiente.

El inglés terminó de comer y tú seguías mirando a través de la ventana, perdida en tus pensamientos.

—[Nombre], gracias por venir hasta aquí por mí... —te abrazó por detrás. Al parecer se dio cuenta que estabas pensando demasiado.

Escuchar eso te hizo feliz. Sí, fue por él que dejaste todo eso atrás, y por esa sonrisa de niño que te regala, claro que vale la pena.

Te retiraste bajando con la bandeja hasta la cocina, con una gran sonrisa. A pesar de todo, siempre sabe cómo alegrarte el día.

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El rubio volvió a sentarse en el escritorio esperando un momento para hablarles a los guardias. Se acercó a la puerta para decirles desde adentro que quería hablar con el rey. Volvió a sentarse en su escritorio esperando al rey, pero quien entró fue su hermano William.

Hola bro, tanto tiempo... —dijo el de ojos verde agua en tu tono sarcástico, con una mirada despectiva en su rostro, como si ya supiera que su hermano quería alguna locura.
Y tú qué demonios haces aquí... —bufó el inglés.
Qué manera de recibirme... Hmph, sólo vine porque escuché que querías hablar con el rey... qué rayos se te está pasando por la cabeza...
—Al parecer ya sabes quién está aquí entre las nuevas sirvientas... —sonríe— pues es sobre eso. Quiero proponerles un trato. Si el escribano necesita más confianza para dar de una vez la herencia, me dejan salir del maldito cuarto y me caso; nadie dirá que no soy feliz así...
—Por favor... no me digas que quieres casarte con la sirvienta... —William se llevó una mano a la frente.
¿Qué tiene de malo?
—Por Dios Arthur, no seas iluso... la idea de casarte está más que genial, pero ¿con una sirvienta? ¿Ya perdiste un tornillo o qué?
—¿Se puede saber cuál es el problema?
—Ugh... A veces eres tan tonto. Ella en realidad, aparte de ser una criminal, es una chica pobre, sin clase; común y corriente, y para más, es extranjera ¿Crees que la sociedad va a aceptar alguien así? ¿No te has puesto a pensar en todos los comentarios negativos, burlas y humillaciones que recibiría alguien como ella de parte de la nobleza y de la sociedad? Además, si el rey se entera de todo esto, ella está frita...

En eso, Arthur no pensó mucho antes de hacer la propuesta. Por más que William fuera un bastardo, cuando hablaba, siempre daba en el blanco. Si con lo del matrimonio las cosas se aceleraban, no le quedaba otra opción que buscarse una prometida.

Tienes razón —suspiró— de todos modos, el trato sigue siendo el mismo. Así todo acabará más rápido y todo el mundo feliz
—Entonces le diré al rey que comience a buscarte una prometida, y ya verá él si te deja salir.
—De acuerdo...

William salió de la habitación para informarle el pedido de su hermano al rey. Las cosas para el rubio se estaban complicando, pero era la única manera de que las cosas resulten. A él no le importaba casarse, total, estaba más que seguro quién era la dueña de su corazón. Sin embargo, tal vez eso haga tambalear a su novia.

Después de un rato, el rey mandó decir a los guardias que dejen salir a Arthur. De ahora en adelante, se ocuparía de sus asuntos y tendrá los mismos compromisos que cualquiera de los demás príncipes. Siempre lo excluían de cualquier asunto de esa índole, pero esta vez tenían que hacerlo para demostrar que la herencia puede dejarse en manos de toda la familia real.

Una vez que lo dejaron salir, él mismo fue a buscar a Britanny.

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Estabas terminando de ordenar todos los cubiertos que se usaron en el almuerzo cuando una conocida voz pregunta por ti. Sabías perfectamente quién era y medio atónita volteaste a verlo.

—¿S-señor? ¿Qué necesita?
—Necesito hablar contigo, por favor ven conmigo...
—¡Sí señor! —no entendías qué acababa de suceder, pero pudiste escuchar algunos murmureos de parte de las demás sirvientas que estaban presentes.
—Si no tienen nada mejor que hacer con su vida ¿por qué no se callan? —todas te miraron confundidas por no entender tu idioma. No querías que lo hagan, sólo necesitabas desahogarte porque ya estaban molestando.

Siguieron caminando por la planta baja, hasta llegar a una zona del palacio que no parecía muy concurrida. Arthur abrió la puerta dejando ver que ese lugar era una oficina. Entraron y el inglés llaveó tras de sí la puerta.

—¿Qué está pasando? —preguntaste un poco ansiosa por la respuesta.
—Tengo algo importante que decirte... —su rostro estaba muy serio, y no te gustaba cuando se ponía así, la última vez... bueno, ya sabes lo que pasó.
—Lo que sea, sólo dilo.
—Hice un trato con el rey. Me va a dejar involucrarme en los asuntos reales y esas cosas a cambio de que me case. Así el escribano no tendrá dudas y los trámites se harán más rápido de lo que esperamos... —te miró esperando tu reacción.
—¿Casarte? Bueno... si esa es la mejor manera para que todo se haga más rápido... Mejor si incluso mañana mismo asumes el compromiso... —respondiste sin pensarlo dos veces.

Arthur te miró sorprendido por un buen rato, asimilando tu respuesta.

—Esperaba una reacción diferente... —soltó todavía confundido.
—¿Querías que me ponga a llorar o algo por el estilo? No pasé por tantas cosas para desmoronarme por algo como eso. Tal vez sí me duela un poco... aún no lo sé, pero no llegué hasta aquí para desistir. Además, yo sé que tu corazón me pertenece, así que no tengo por qué dudar ¿verdad? —te acercaste a besarlo.
—En el fondo sabía que entenderías, eso es lo que más me gusta de ti —volvió a besarte con más intensidad.
—También quería decirte otra cosa... A partir de ahora estarás el mayor tiempo posible cerca de mí. Y es una orden —sonríe—. Ya sabes que esos bastardos son capaces de hacer cualquier cosa, así que lo mejor será que te mantengas bien alejada de ellos.
—Me encanta la idea —sonreíste.
—Así que desde este momento tu principal tarea es estar pendiente de mí. Mañana mismo empiezo a atender ciertos asuntos del palacio y es aquí donde estaré trabajando.
—De acuerdo —se volvieron a besar.

Después de eso el día pasó tranquilamente y llegó la noche. Entre unas cuantas sirvientas recogieron la mesa después de la cena y llevaron los cubiertos a la cocina para lavarlos. Todas las demás ya terminaron su parte y tú fuiste la única que faltaba retirarse del lugar.

Hola Bri-ta-nny... —esa voz burlona solamente podía ser de él.
Príncipe William, ¿qué hace aquí? —sonreíste amablemente.
No tienes que ser formal conmigo, puedo ser tu amigo si quieres... —sonrió muy amable.
Qué dice, señor, yo no puedo hacer eso... —intentaste evitarlo.
Mira, ya sé quién eres y qué es lo que haces aquí, no puedes engañarme...
—Sigh —suspiraste— Me alivia saber que ya no es necesario que siga fingiendo. Ya me estaba hartando tener que ser amable con un idiota como tú. ¿Qué rayos quieres? —contestaste molesta.
Oye, tranquila, como dije, sólo me gustaría ser tu amigo.
—Amigo ni qué nada, no me quieras tomar el pelo que no soy ninguna tonta. Ve a engañar a otra —lo miraste muy mal.

No puedes confiar en ellos por nada del mundo. No después de saber todo lo que hicieron para ver sufrir a Arthur, y eso no se los perdonarás jamás.

Hmph, que chica tan ruda... ¿sabes qué fue lo que me propuso Arthur para dejar de estar encerrado?
—Claro que lo sé.
—Entonces sabes que quería casarse contigo ¿verdad?
—¿Qué? N-no fue eso lo que me dijo.
—No te lo dijo porque es obvio que la idea es una locura. Aunque siento pena por ti. Si se hubiera dado el caso en que aceptaran algo como eso, es triste saber que sólo se está casando contigo para librarse de sus problemas más rápido ¿no? Al menos si fuera por amor creo que estaría bien, pero en estas circunstancias sólo quería utilizarte... —su sonrisa se volvió tan malvada como la de su hermano Ian. Definitivamente son una familia de bastardos.
Escúchame bien. Si lo que estás intentando es destruir mi relación con él, te informo que no lo vas a lograr, así que mejor cierras la maldita boca —ya estabas perdiendo la paciencia con él.

Lo que te faltaba es que quiera ponerte en contra de la persona por la que viniste hasta este maldito palacio. ¡Como si fueras a creerle algo de lo que dice! Si Arthur no te lo dijo, es porque no era necesario, de todas formas ahora la relación de ustedes es de príncipe y sirvienta. Obviamente no iban a aceptar algo así.

Hmm... estás muy confiada, por lo que veo. Pero lo que tú estás haciendo también es algo descabellado ¿verdad?
—Sé perfectamente, y no estoy tratando de encajar en este asqueroso lugar. Estoy aquí sólo por Arthur, para apoyarlo, y me importa un cuerno lo que piensen. Ya sabes lo que le dije a tu hermano ¿no? ¿O también estás esperando que yo te lo diga?

William ya se quedó sin argumentos. No esperaba que reaccionaras de esa manera.

Bien, si tú tampoco vas a decir nada más, me voy —dicho eso lo dejaste plantado en la cocina y te fuiste a tu habitación.

Él se quedó ahí parado, con una gran sonrisa en su rostro.

Heh... ella es realmente interesante... —salió de la cocina y se fue a dormir.

Entraste al cuarto y cerraste la puerta lo más suavemente que pudiste para no despertar a las demás, aunque lo que en realidad querías hacer es patear todo lo que podías. ¿Es que nadie tiene nada mejor que hacer que intentar bajarte los ánimos? Era de esperarse. Cuando decidiste venir a este lugar sabías perfectamente que no iba a ser nada fácil, asumiste ese riesgo al poner los pies en el palacio. Aunque algunas cosas no estaban en tus planes, como el hecho de que ahora Arthur se va a casar, y que sus hermanos sólo intenten destrozarte; no podías remediarlo. Te molestaba un poco esa situación, pero esto recién estaba empezando. Sabías que cosas peores podían suceder. Pase lo que pase, está claro que no te vas a dar por vencida ni si se cae el mundo encima de ustedes. Y por sobre todo, no te vas a dejar derrotar por una bola de bastardos.

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